• El silencio reinaba en el teatro vacío, las largas filas de butacas abandonadas como ecos de un pasado de esplendor. Las luces apenas iluminaban el escenario, como una barrera entre el mundo real y aquel que pertenecía a los muertos. El aire estaba cargado de la nostalgia de una gloria pasada, pero no había ni una chispa de vida en el vasto espacio, solo la quietud eterna de la decadencia.

    Allí, en el centro del escenario, la silueta de Lyra vislumbraba entre las sombras, su figura era esbelta y sus movimientos suaves como la seda, se mantenía en un silencio profundo, observando la oscuridad que la rodeaba. Su piel pálida reflejaba lo poco de luz que quedaba, como si su propia existencia estuviera atrapada en un sueño eterno.

    En el fondo, casi imperceptible al principio, sonó una melodía.

    https://www.youtube.com/watch?v=qeMFqkcPYcg&list=RDqeMFqkcPYcg&start_radio=1

    “Sweet dreams” un contraste bastante interesante dado al sitio donde se encontraba , su ritmo desafiante chocando con la serenidad y quietud del lugar. La canción, con su toque provocador y misterioso, parecía entrar en conflicto con la serenidad del teatro, pero de alguna manera, encajaba a la perfección. Lyra, sin poder evitarlo, sintió cómo la música invadía su cuerpo, una oleada de energía que la empujó a moverse. Solo una persona sabía lo que aquello provocaba en ella...

    Su primer movimiento fue sutil, como una sombra que se desliza por el suelo, pero pronto sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de la canción. El sonido de los bajos pulsando a través del aire llenó el vacío del teatro, haciendo que las paredes parecieran vibrar con una energía que solo Lyra podía entender. La vampiresa comenzó a caminar, pero no de una forma común. Cada paso era una danza, un giro que desafiaba la gravedad, como si el escenario fuera suyo para siempre. Sus manos, delgadas y llenas de gracia, se elevaron suavemente, como si estuviera tocando los ecos del pasado en el aire.

    La oscuridad que la rodeaba comenzó a fundirse con ella, su figura etérea proyectada sobre las paredes del teatro, mientras sus movimientos se volvían más seductores, más atrevidos. A pesar de la naturaleza gótica de su ser, la energía de la música era tan vibrante, tan llena de vida, que parecía contrarrestar su condena eterna. Lyra no solo era una sombra en la noche, ella era una manifestación de lo prohibido, de lo que te podía dañar desde adentro.

    Sus ojos, de un rojo brillante como rubíes, brillaban en la penumbra mientras sus labios se curvaban en una sonrisa, un reflejo de su alma atormentada. La canción resonaba en su ser, sus movimientos se volvían cada vez más provocativos, como si el escenario fuera su pista de baile y ella la reina indiscutible de ese espacio olvidado.

    A medida que la melodía se intensificaba, Lyra se dejó llevar por el ritmo, un baile en el que el tiempo parecía detenerse. La historia de su vida, de su condena, se entrelazaba con la música, como si cada acorde fuera una parte de su alma rota. Pero no había tristeza en su danza, solo había un ardiente deseo de sentirse viva, de sentir esa chispa de rebelión en la piel, a pesar de la eternidad que la atrapaba.

    Su figura, elegante y llena de gracia, se movía entre las sombras del teatro, un contraste entre la luz tenue del escenario y la oscuridad que parecía alimentarla. El teatro, aunque vacío, parecía cobrar vida, como si su presencia de desbordara las paredes y desafiara el vacío. La canción continuaba, susurrando en el aire, y ella bailaba, como un alma libre atrapada en el cuerpo de un monstruo.

    ♧ Sweet dreams are made of this - murmuró en la oscuridad, su voz cálida, pero cargada de intención - Who am I to disagree?...-
    El silencio reinaba en el teatro vacío, las largas filas de butacas abandonadas como ecos de un pasado de esplendor. Las luces apenas iluminaban el escenario, como una barrera entre el mundo real y aquel que pertenecía a los muertos. El aire estaba cargado de la nostalgia de una gloria pasada, pero no había ni una chispa de vida en el vasto espacio, solo la quietud eterna de la decadencia. Allí, en el centro del escenario, la silueta de Lyra vislumbraba entre las sombras, su figura era esbelta y sus movimientos suaves como la seda, se mantenía en un silencio profundo, observando la oscuridad que la rodeaba. Su piel pálida reflejaba lo poco de luz que quedaba, como si su propia existencia estuviera atrapada en un sueño eterno. En el fondo, casi imperceptible al principio, sonó una melodía. https://www.youtube.com/watch?v=qeMFqkcPYcg&list=RDqeMFqkcPYcg&start_radio=1 “Sweet dreams” un contraste bastante interesante dado al sitio donde se encontraba , su ritmo desafiante chocando con la serenidad y quietud del lugar. La canción, con su toque provocador y misterioso, parecía entrar en conflicto con la serenidad del teatro, pero de alguna manera, encajaba a la perfección. Lyra, sin poder evitarlo, sintió cómo la música invadía su cuerpo, una oleada de energía que la empujó a moverse. Solo una persona sabía lo que aquello provocaba en ella... Su primer movimiento fue sutil, como una sombra que se desliza por el suelo, pero pronto sus caderas comenzaron a moverse al ritmo de la canción. El sonido de los bajos pulsando a través del aire llenó el vacío del teatro, haciendo que las paredes parecieran vibrar con una energía que solo Lyra podía entender. La vampiresa comenzó a caminar, pero no de una forma común. Cada paso era una danza, un giro que desafiaba la gravedad, como si el escenario fuera suyo para siempre. Sus manos, delgadas y llenas de gracia, se elevaron suavemente, como si estuviera tocando los ecos del pasado en el aire. La oscuridad que la rodeaba comenzó a fundirse con ella, su figura etérea proyectada sobre las paredes del teatro, mientras sus movimientos se volvían más seductores, más atrevidos. A pesar de la naturaleza gótica de su ser, la energía de la música era tan vibrante, tan llena de vida, que parecía contrarrestar su condena eterna. Lyra no solo era una sombra en la noche, ella era una manifestación de lo prohibido, de lo que te podía dañar desde adentro. Sus ojos, de un rojo brillante como rubíes, brillaban en la penumbra mientras sus labios se curvaban en una sonrisa, un reflejo de su alma atormentada. La canción resonaba en su ser, sus movimientos se volvían cada vez más provocativos, como si el escenario fuera su pista de baile y ella la reina indiscutible de ese espacio olvidado. A medida que la melodía se intensificaba, Lyra se dejó llevar por el ritmo, un baile en el que el tiempo parecía detenerse. La historia de su vida, de su condena, se entrelazaba con la música, como si cada acorde fuera una parte de su alma rota. Pero no había tristeza en su danza, solo había un ardiente deseo de sentirse viva, de sentir esa chispa de rebelión en la piel, a pesar de la eternidad que la atrapaba. Su figura, elegante y llena de gracia, se movía entre las sombras del teatro, un contraste entre la luz tenue del escenario y la oscuridad que parecía alimentarla. El teatro, aunque vacío, parecía cobrar vida, como si su presencia de desbordara las paredes y desafiara el vacío. La canción continuaba, susurrando en el aire, y ella bailaba, como un alma libre atrapada en el cuerpo de un monstruo. ♧ Sweet dreams are made of this - murmuró en la oscuridad, su voz cálida, pero cargada de intención - Who am I to disagree?...-
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  • ¿Por qué no me cuentas algo más de ti? ¿A que te dedicas? Porque me parece que eres un hombre muy interesante y misterioso.... Bushida Seiryu *Sonrie*
    ¿Por qué no me cuentas algo más de ti? ¿A que te dedicas? Porque me parece que eres un hombre muy interesante y misterioso.... [twilight_pink_rabbit_753] *Sonrie*
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  • ────Ñam... dicen que las uvas son como la Cajita Feliz: en lugar de tener el juguete especial adentro, traen buena suerte. Si es cierto o no, quién sabe... lo que sí sé es que están deliciosas y que misteriosamente ya desapareció medio racimo.
    ────Ñam... dicen que las uvas son como la Cajita Feliz: en lugar de tener el juguete especial adentro, traen buena suerte. Si es cierto o no, quién sabe... lo que sí sé es que están deliciosas y que misteriosamente ya desapareció medio racimo.
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  • -Se dice que en aquel mundo donde había ido a visitar, una isla existe en alguna parte del cielo, alejada de la avaricia de la humanidad que habitan aquel planeta, nadie sabe donde esta, solo se sabe de su existencia.

    Algunos piensan que es una mera fantasía dichas por aquellas mentes soñadoras, que se la pasan imaginando un mundo sacado de los sueños.
    Otras personas tenían fe de que fuera real.

    Nadie sabe la verdad, es uno de los tantos misterios de aquel mundo.

    Eso fue que motivo a la joven a embarcarse a la aventura, siempre que iba a un planeta nuevo, era solo para llevar la armonía, esta vez como ese mundo es mas tranquilo, por lo que a pesar de que llevo su concierto, decidió poco después ir a la aventura, en busca de esas fantástica isla.

    Pago un equipo aunque algunos son los que pensaban que esa isla no existe pero cuando les prometió pagarles una buena cantidad, decidieron ayudarla. -

    Como siempre el dinero mueve a otros.

    -Comentó tras un leve suspiro, para ella sería más fácil volar y buscarle, pero eso quitaría el factor emocionante de esa aventura, resolver acertijos, buscar cada pista que les acerque a su destino, es algo que sinceramente deseaba sentir, aunque deba hacerse pasar pof humana.

    La excursión pronto comenzaría, tomo sus cosas para abordar el barco volador. -

    Nunca imagine llegar a subirme a uno, que emoción.

    -Dijo con una sonrisa con una luz en su mirada y el corazón latiendo a mil por hora, en saber donde esa aventura la llevaría y en imaginar encontrar esa famosa isla voladora. -
    -Se dice que en aquel mundo donde había ido a visitar, una isla existe en alguna parte del cielo, alejada de la avaricia de la humanidad que habitan aquel planeta, nadie sabe donde esta, solo se sabe de su existencia. Algunos piensan que es una mera fantasía dichas por aquellas mentes soñadoras, que se la pasan imaginando un mundo sacado de los sueños. Otras personas tenían fe de que fuera real. Nadie sabe la verdad, es uno de los tantos misterios de aquel mundo. Eso fue que motivo a la joven a embarcarse a la aventura, siempre que iba a un planeta nuevo, era solo para llevar la armonía, esta vez como ese mundo es mas tranquilo, por lo que a pesar de que llevo su concierto, decidió poco después ir a la aventura, en busca de esas fantástica isla. Pago un equipo aunque algunos son los que pensaban que esa isla no existe pero cuando les prometió pagarles una buena cantidad, decidieron ayudarla. - Como siempre el dinero mueve a otros. -Comentó tras un leve suspiro, para ella sería más fácil volar y buscarle, pero eso quitaría el factor emocionante de esa aventura, resolver acertijos, buscar cada pista que les acerque a su destino, es algo que sinceramente deseaba sentir, aunque deba hacerse pasar pof humana. La excursión pronto comenzaría, tomo sus cosas para abordar el barco volador. - Nunca imagine llegar a subirme a uno, que emoción. -Dijo con una sonrisa con una luz en su mirada y el corazón latiendo a mil por hora, en saber donde esa aventura la llevaría y en imaginar encontrar esa famosa isla voladora. -
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  • El amor , es un misterio encantador tanto dulce como armago .... Algo que la mayoría los dioses no entendemos menso cuando los opuestos se atraen como imanes.
    El amor , es un misterio encantador tanto dulce como armago .... Algo que la mayoría los dioses no entendemos menso cuando los opuestos se atraen como imanes.
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  • Nadie recuerda con claridad en qué momento comenzó todo. Fue un susurro al principio, un simple juego en línea, una promesa de gloria, tesoros y aventuras sin fin. Millones se lanzaron al abismo virtual buscando emoción… pero el abismo no era un juego.

    Un rugido silencioso se extendió desde sus profundidades y, sin advertencia, los jugadores fueron absorbidos por la oscuridad digital, arrancados de sus cuerpos y arrastrados al interior de un mundo que no obedece las leyes humanas. Ahora, su consciencia habita en este reino olvidado, un universo hecho de mazmorras infinitas, monstruos hambrientos y misterios prohibidos.

    No hay salida. No hay botón de pausa. Aquí, la muerte no es un reinicio, es un final eterno.
    Para sobrevivir deberán subir de nivel, forjar alianzas, cazar criaturas inimaginables y enfrentar horrores que ni siquiera deberían existir.

    Cada paso los llevará más profundo… y cada nivel los acercará a la verdad detrás de esta prisión. Pero cuidado: el abismo observa, el abismo aprende… y el abismo nunca olvida.
    Nadie recuerda con claridad en qué momento comenzó todo. Fue un susurro al principio, un simple juego en línea, una promesa de gloria, tesoros y aventuras sin fin. Millones se lanzaron al abismo virtual buscando emoción… pero el abismo no era un juego. Un rugido silencioso se extendió desde sus profundidades y, sin advertencia, los jugadores fueron absorbidos por la oscuridad digital, arrancados de sus cuerpos y arrastrados al interior de un mundo que no obedece las leyes humanas. Ahora, su consciencia habita en este reino olvidado, un universo hecho de mazmorras infinitas, monstruos hambrientos y misterios prohibidos. No hay salida. No hay botón de pausa. Aquí, la muerte no es un reinicio, es un final eterno. Para sobrevivir deberán subir de nivel, forjar alianzas, cazar criaturas inimaginables y enfrentar horrores que ni siquiera deberían existir. Cada paso los llevará más profundo… y cada nivel los acercará a la verdad detrás de esta prisión. Pero cuidado: el abismo observa, el abismo aprende… y el abismo nunca olvida.
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  • Las luces se apagan. Solo queda un haz de luz que ilumina el centro del escenario. Se escucha el repiqueteo de un bastón contra la madera del suelo. Unos pasos se acercan lentamente, cada uno sonando como un compás de tambor. Entonces, una voz cálida y modulada llena el aire.

    Showman:
    —¡Señoras y señores, criaturas de toda forma y tamaño! —hace un giro elegante con el bastón, y la luz revela su sonrisa brillante y el destello de sus ojos marrones.— ¡Sean bienvenidos a la habitación donde las sonrisas nunca se apagan!

    Extiende los brazos dramáticamente, el frac se abre como alas oscuras.

    Showman:
    —Soy su humilde anfitrión, su narrador, su cómplice esta noche... —inclina el sombrero con un gesto elegante— me llaman Wiliam Woodhouse, pero ustedes pueden llamarme... lo que quieran, siempre que sea con cariño.

    La audiencia ríe nerviosa. Él sonríe aún más, como si disfrutara del sonido.

    Showman (tono más bajo, conspirativo):
    —Aquí verán lo imposible, lo prohibido, lo que tal vez les haga reír... o gritar. Y si al final de la función se van con el corazón acelerado y las manos temblorosas... entonces habré hecho bien mi trabajo.

    Hace un chasquido de dedos y las luces del circo se encienden de golpe, revelando decoraciones vibrantes y un aire de misterio.

    Showman:
    —Así que tomen asiento, agárrense fuerte y... —su sonrisa se vuelve un poco más amplia de lo normal— ...traten de no parpadear. No querrán perderse nada.
    Las luces se apagan. Solo queda un haz de luz que ilumina el centro del escenario. Se escucha el repiqueteo de un bastón contra la madera del suelo. Unos pasos se acercan lentamente, cada uno sonando como un compás de tambor. Entonces, una voz cálida y modulada llena el aire. Showman: —¡Señoras y señores, criaturas de toda forma y tamaño! —hace un giro elegante con el bastón, y la luz revela su sonrisa brillante y el destello de sus ojos marrones.— ¡Sean bienvenidos a la habitación donde las sonrisas nunca se apagan! Extiende los brazos dramáticamente, el frac se abre como alas oscuras. Showman: —Soy su humilde anfitrión, su narrador, su cómplice esta noche... —inclina el sombrero con un gesto elegante— me llaman Wiliam Woodhouse, pero ustedes pueden llamarme... lo que quieran, siempre que sea con cariño. La audiencia ríe nerviosa. Él sonríe aún más, como si disfrutara del sonido. Showman (tono más bajo, conspirativo): —Aquí verán lo imposible, lo prohibido, lo que tal vez les haga reír... o gritar. Y si al final de la función se van con el corazón acelerado y las manos temblorosas... entonces habré hecho bien mi trabajo. Hace un chasquido de dedos y las luces del circo se encienden de golpe, revelando decoraciones vibrantes y un aire de misterio. Showman: —Así que tomen asiento, agárrense fuerte y... —su sonrisa se vuelve un poco más amplia de lo normal— ...traten de no parpadear. No querrán perderse nada.
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  • El Inicio de un Caos Espiritual parte 1


    Desde algún punto en que nunca me decidía, nada parecía preocuparme. Siempre me la pasaba cada noche mirando en Vallefresno cerca, justo en los pilotes más olvidados. Un islote donde siempre estaba para tener paz y tranquilidad. Incluso, las veladas en la avanzada de Zorangar son lo más maravilloso que hay en lo que se refiere al muelle cercano.

    Mis noches calaban con el frío hasta el tuétano de los huesos si no estabas bien abrigado, claramente. Pero los árboles de alrededor se ocupaban de que fuera fresco y no se transformase en un gélido infierno. Incluso, los animales también paseaban a plena vista a una distancia considerable. Ninguno era ingenuo como para acercarse... pero tal vez algo faltaba en la noche pesada.

    La luna era enorme y bañaba con su brillo hermoso el lugar, como un recordatorio de que siempre estaría ahí para consolarte. El recio viento suave no hacía más que mecer mi cabello como si de una caricia se tratase, haciendo que me acariciara el pelo por un instinto nato de darme algo de cariño. Pero ha cambiado el rumbo de mi tranquilidad. Las dos lunas restantes saldrían más tarde... pero algo no andaba bien para lo que era común. ¿Un instinto?... ¿Qué era...?

    —La noche está hermosa, aunque el frío no cesa con cada soplido... Es como si un espectro me quisiera hablar —dijo con algo de misterio.

    El calor de la fogata que ardía desde que empezó a caer y desatarse el velo de la noche era reconfortante. Sus manos suaves sostuvieron un cuenco de sopa y sus ojos azules cayeron ahí para mirar su reflejo, el cual era como sentir una caída en el precipicio más alto y sin fin... Algo se sintió tan vacío...

    —Hmmm... —gruñó, y con ello dio un sorbete del caldo que estaba hecho de ricas verduras que reservaba y un par de raíces, acompañado de un poco de carne de jabalí seca—. La sopa sabe amarga cuando no hay nadie con quien compartir...

    —Se siente un ambiente tan solitario... Es como si alguien quisiera manifestarse y con ello hablarme de algo. A lo mejor estoy muy cansado —se dijo una vez más, en cuanto se levantó después de tragar el sorbo del caliente caldo que ayudaría a regular su temperatura corporal.

    Pero eso no era algo que realmente le fuera de tanto interés o necesidad de hacer siempre. A pesar de todo, los orcos eran caracterizados por su resistencia y su piel gruesa, que era capaz de soportar el frío inusual que un humano no toleraría en segundos, o regular el calor que tal vez algún otro ser no haría más que tirar la toalla por el infernal clima flameante. Pero eso no era símbolo de que pudiera caminar sobre lava o vivir en un lugar volcánico.

    Se recompuso y, con sus suaves pasos, aún sostenía su sopa. El delicioso caldo temblaba mientras las ondas chocaban al ritmo de las paredes del tazón. Se sentó en su cama y miró con algo de curiosidad su dibujo en su carpa de pieles: el dibujo de su hermano, Thrall, líder de la Horda. Para él, es más que un tesoro. Era algo más que invaluable en lo que podría decirse del término valioso o de importancia material. Claramente es de un afecto enorme, en el que la familia podría identificarse, al ser lo único que le quedaba... Un lobo sobreviviente a tantas cosas que, aun así, en lo que era el lote de la vida, como un leve camino rocoso y con espinas, quizás trampas mortales, supo salir con vida y estar hasta ahora... lo que conoce como su hermano mayor... y para el otro, su hermano menor...

    Se dignó a contemplar la gracia de sus trazos mientras meditaba un poco con aprecio en silencio, bajo el chasquido de la fogata ruidosa y las velas que iluminaban sutilmente. Entonces se dijo para él, como si hablara con su hermano de verdad:

    —Desde que me alejé de ahí, no hago más que echarte de menos... Pero es difícil creer que preferirías más a otros antes que a tu hermano... Pero... de tal modo... —Hizo una pausa, volvió a mirar su reflejo en la luz tenue y con ello volvió a posar su vista en el dibujo. Su voz pragmática de apatía se tornó en lo que era nostalgia—. Te aprecio y admiro... No quería ponerte a escoger entre yo o la Horda... No hago más que decepcionarte, no te lo dije antes... Pero aun así no dejo siempre de dañar todo lo que está a mi paso...

    El dibujo cayó con una lentitud y una dramática caída lenta. Se sintió más que extraño... Fue un escalofrío lo que se desplegó sobre el joven orco y con ello, el material dibujado se acunó sobre el fuego de una vela cercana y ardió con furia. El instinto tomó el control, aunque muy tarde. El fuego comía el papel con hambre grotesca, mientras que, sin otro remedio, tiré el caldo de mis manos para apagar el fuego. El papel quedó reducido a cenizas. Lo único que sobrevivió fue un trozo del rostro de su hermano sonriendo, pero a media cara.

    El escalofrío recorrió una vez más su columna, sintiéndose más frío, y con ello, salió lleno de adrenalina desde la carpa y miró la luna una vez más, como si buscara la respuesta a lo que le había pasado hace un instante... Su corazón latió con algo más de prisa, como si de algún modo hubiera pasado algo mientras la noche transcurría con su frío desolador...

    El Inicio de un Caos Espiritual parte 1 Desde algún punto en que nunca me decidía, nada parecía preocuparme. Siempre me la pasaba cada noche mirando en Vallefresno cerca, justo en los pilotes más olvidados. Un islote donde siempre estaba para tener paz y tranquilidad. Incluso, las veladas en la avanzada de Zorangar son lo más maravilloso que hay en lo que se refiere al muelle cercano. Mis noches calaban con el frío hasta el tuétano de los huesos si no estabas bien abrigado, claramente. Pero los árboles de alrededor se ocupaban de que fuera fresco y no se transformase en un gélido infierno. Incluso, los animales también paseaban a plena vista a una distancia considerable. Ninguno era ingenuo como para acercarse... pero tal vez algo faltaba en la noche pesada. La luna era enorme y bañaba con su brillo hermoso el lugar, como un recordatorio de que siempre estaría ahí para consolarte. El recio viento suave no hacía más que mecer mi cabello como si de una caricia se tratase, haciendo que me acariciara el pelo por un instinto nato de darme algo de cariño. Pero ha cambiado el rumbo de mi tranquilidad. Las dos lunas restantes saldrían más tarde... pero algo no andaba bien para lo que era común. ¿Un instinto?... ¿Qué era...? —La noche está hermosa, aunque el frío no cesa con cada soplido... Es como si un espectro me quisiera hablar —dijo con algo de misterio. El calor de la fogata que ardía desde que empezó a caer y desatarse el velo de la noche era reconfortante. Sus manos suaves sostuvieron un cuenco de sopa y sus ojos azules cayeron ahí para mirar su reflejo, el cual era como sentir una caída en el precipicio más alto y sin fin... Algo se sintió tan vacío... —Hmmm... —gruñó, y con ello dio un sorbete del caldo que estaba hecho de ricas verduras que reservaba y un par de raíces, acompañado de un poco de carne de jabalí seca—. La sopa sabe amarga cuando no hay nadie con quien compartir... —Se siente un ambiente tan solitario... Es como si alguien quisiera manifestarse y con ello hablarme de algo. A lo mejor estoy muy cansado —se dijo una vez más, en cuanto se levantó después de tragar el sorbo del caliente caldo que ayudaría a regular su temperatura corporal. Pero eso no era algo que realmente le fuera de tanto interés o necesidad de hacer siempre. A pesar de todo, los orcos eran caracterizados por su resistencia y su piel gruesa, que era capaz de soportar el frío inusual que un humano no toleraría en segundos, o regular el calor que tal vez algún otro ser no haría más que tirar la toalla por el infernal clima flameante. Pero eso no era símbolo de que pudiera caminar sobre lava o vivir en un lugar volcánico. Se recompuso y, con sus suaves pasos, aún sostenía su sopa. El delicioso caldo temblaba mientras las ondas chocaban al ritmo de las paredes del tazón. Se sentó en su cama y miró con algo de curiosidad su dibujo en su carpa de pieles: el dibujo de su hermano, Thrall, líder de la Horda. Para él, es más que un tesoro. Era algo más que invaluable en lo que podría decirse del término valioso o de importancia material. Claramente es de un afecto enorme, en el que la familia podría identificarse, al ser lo único que le quedaba... Un lobo sobreviviente a tantas cosas que, aun así, en lo que era el lote de la vida, como un leve camino rocoso y con espinas, quizás trampas mortales, supo salir con vida y estar hasta ahora... lo que conoce como su hermano mayor... y para el otro, su hermano menor... Se dignó a contemplar la gracia de sus trazos mientras meditaba un poco con aprecio en silencio, bajo el chasquido de la fogata ruidosa y las velas que iluminaban sutilmente. Entonces se dijo para él, como si hablara con su hermano de verdad: —Desde que me alejé de ahí, no hago más que echarte de menos... Pero es difícil creer que preferirías más a otros antes que a tu hermano... Pero... de tal modo... —Hizo una pausa, volvió a mirar su reflejo en la luz tenue y con ello volvió a posar su vista en el dibujo. Su voz pragmática de apatía se tornó en lo que era nostalgia—. Te aprecio y admiro... No quería ponerte a escoger entre yo o la Horda... No hago más que decepcionarte, no te lo dije antes... Pero aun así no dejo siempre de dañar todo lo que está a mi paso... El dibujo cayó con una lentitud y una dramática caída lenta. Se sintió más que extraño... Fue un escalofrío lo que se desplegó sobre el joven orco y con ello, el material dibujado se acunó sobre el fuego de una vela cercana y ardió con furia. El instinto tomó el control, aunque muy tarde. El fuego comía el papel con hambre grotesca, mientras que, sin otro remedio, tiré el caldo de mis manos para apagar el fuego. El papel quedó reducido a cenizas. Lo único que sobrevivió fue un trozo del rostro de su hermano sonriendo, pero a media cara. El escalofrío recorrió una vez más su columna, sintiéndose más frío, y con ello, salió lleno de adrenalina desde la carpa y miró la luna una vez más, como si buscara la respuesta a lo que le había pasado hace un instante... Su corazón latió con algo más de prisa, como si de algún modo hubiera pasado algo mientras la noche transcurría con su frío desolador...
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  • — He perdido la noción de cualquier tipo de relación que ahora pensar en ello es, abstracto. No, no llego a entender nada.
    ¿Porqué la gente pierde la cabeza por eso?
    Ni idea. Además no es como que pueda sentir algo en carne propia ni mucho menos.
    ¿Por qué? Es un secreto.

    No ni idea y por más que lo piense, más me rompe la cabeza intentando comprender sus misterios. Quizá deba pensar en algo más o distraerme con lo que sea —.
    — He perdido la noción de cualquier tipo de relación que ahora pensar en ello es, abstracto. No, no llego a entender nada. ¿Porqué la gente pierde la cabeza por eso? Ni idea. Además no es como que pueda sentir algo en carne propia ni mucho menos. ¿Por qué? Es un secreto. No ni idea y por más que lo piense, más me rompe la cabeza intentando comprender sus misterios. Quizá deba pensar en algo más o distraerme con lo que sea —.
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  • Era la primera vez que mis pies tocaban la tierra lejos de mi azotea. Mis manos, tan acostumbradas a sostener los hilos de vidas que nunca me pertenecieron, descansaban ahora sobre la madera fría de una banca en un parque casi vacío. El viento traía consigo el murmullo de hojas secas y el eco distante de voces humanas, esas risas huecas que intentan engañarse a sí mismas con la idea de eternidad.

    Me detuve a observarlos. Hombres y mujeres caminaban con aire triunfal, como si el simple hecho de respirar fuera un mérito propio y no un préstamo concedido. Se adornaban de promesas, de joyas brillantes, de palabras llenas de un vacío que solo yo sé medir. La vanidad, esa máscara torpe, les cubría el rostro. Les hacía creer que eran dueños de su historia, cuando en verdad cada paso que daban estaba atado a un hilo que yo podía cortar con un gesto.

    Me pregunté qué sentirían si pudieran verme, sentada entre ellos, sin mi sombra de diosa, reducida a una figura silenciosa en un banco olvidado. Tal vez me mirarían con desdén, como hacen con los solitarios. Tal vez me ignorarían, demasiado ocupados en fingir sonrisas que no les pertenecen. Ellos no entienden la fragilidad de su teatro: ignoran que su belleza se pudre, que sus nombres serán borrados, que sus ambiciones no pesan nada cuando caen en el vacío.

    Me descubrí en un extraño silencio. Yo, que nunca he conocido el lujo de las ilusiones, sentí un atisbo de curiosidad. ¿Qué se siente creer en la permanencia? ¿Qué fuego los impulsa a cubrirse de adornos y palabras, cuando todo se reduce a polvo? No era envidia… era otra cosa. Una punzada extraña, como si al observarlos quisiera descifrar el misterio de su obstinada ceguera.

    Pero sé la verdad: su vanidad es su condena. Se pintan de colores para no ver el negro que los espera. Se abrazan en plazas, se prometen en parques, se juran eternidades en labios que pronto serán ceniza. Y yo los observo, con la certeza de quien guarda la última palabra, con la calma de quien sabe que cada carcajada que se alza en el aire es un hilo tensándose hacia su final.

    La banca crujió bajo mi peso, como si incluso la madera intuyera lo que soy. Levanté la mirada: un niño corría tras una pelota, una mujer arreglaba su cabello en el reflejo de un escaparate, un anciano se dormía con el rostro inclinado hacia el sol. Todos distintos, todos iguales. Tan frágiles. Tan seguros de que el mañana les pertenece.

    Sonreí, no de ternura, sino de ironía. Qué espectáculo tan vano y, al mismo tiempo, tan predecible. El destino nunca se equivoca, y yo soy su mano.
    Era la primera vez que mis pies tocaban la tierra lejos de mi azotea. Mis manos, tan acostumbradas a sostener los hilos de vidas que nunca me pertenecieron, descansaban ahora sobre la madera fría de una banca en un parque casi vacío. El viento traía consigo el murmullo de hojas secas y el eco distante de voces humanas, esas risas huecas que intentan engañarse a sí mismas con la idea de eternidad. Me detuve a observarlos. Hombres y mujeres caminaban con aire triunfal, como si el simple hecho de respirar fuera un mérito propio y no un préstamo concedido. Se adornaban de promesas, de joyas brillantes, de palabras llenas de un vacío que solo yo sé medir. La vanidad, esa máscara torpe, les cubría el rostro. Les hacía creer que eran dueños de su historia, cuando en verdad cada paso que daban estaba atado a un hilo que yo podía cortar con un gesto. Me pregunté qué sentirían si pudieran verme, sentada entre ellos, sin mi sombra de diosa, reducida a una figura silenciosa en un banco olvidado. Tal vez me mirarían con desdén, como hacen con los solitarios. Tal vez me ignorarían, demasiado ocupados en fingir sonrisas que no les pertenecen. Ellos no entienden la fragilidad de su teatro: ignoran que su belleza se pudre, que sus nombres serán borrados, que sus ambiciones no pesan nada cuando caen en el vacío. Me descubrí en un extraño silencio. Yo, que nunca he conocido el lujo de las ilusiones, sentí un atisbo de curiosidad. ¿Qué se siente creer en la permanencia? ¿Qué fuego los impulsa a cubrirse de adornos y palabras, cuando todo se reduce a polvo? No era envidia… era otra cosa. Una punzada extraña, como si al observarlos quisiera descifrar el misterio de su obstinada ceguera. Pero sé la verdad: su vanidad es su condena. Se pintan de colores para no ver el negro que los espera. Se abrazan en plazas, se prometen en parques, se juran eternidades en labios que pronto serán ceniza. Y yo los observo, con la certeza de quien guarda la última palabra, con la calma de quien sabe que cada carcajada que se alza en el aire es un hilo tensándose hacia su final. La banca crujió bajo mi peso, como si incluso la madera intuyera lo que soy. Levanté la mirada: un niño corría tras una pelota, una mujer arreglaba su cabello en el reflejo de un escaparate, un anciano se dormía con el rostro inclinado hacia el sol. Todos distintos, todos iguales. Tan frágiles. Tan seguros de que el mañana les pertenece. Sonreí, no de ternura, sino de ironía. Qué espectáculo tan vano y, al mismo tiempo, tan predecible. El destino nunca se equivoca, y yo soy su mano.
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