• Su jornada había llegado a su fin más pronto de lo esperado.

    Explorar lo vasto de Hyrule solía consumir la mayor parte de su día, en especial cuando debía encargarse de unos cuantos campamentos de bokoblins y moblins que se atravesaban en su camino.

    Y no solo las batallas absorbían su tiempo, su sensor cobraba vida con frecuencia, detectando templos y cofres cercanos. Pasar de una actividad a otra conforme avanzaba en su trayecto terminaba por mantenerlo lejos de su hogar en la aldea Arkadia hasta entrada la noche.

    Perder la noción del tiempo siempre era peligroso. Durante el día era común encontrarse con enemigos, pero las criaturas nocturnas que emergían de la tierra podían resultar aún más problemáticas. A diferencia de los monstruos que enfrentaba bajo la luz del sol, aquellos esqueletos eran más complicados de eliminar si no se les atacaba directamente en la cabeza.

    Un ruido seco interrumpió el silencio.
    Link se detuvo de inmediato, tensando la cuerda del arco sin pensarlo dos veces.

    Algo se movía entre los matorrales cercanos. Podía oír el crujido de huesos y el golpeteo irregular de una mandíbula abriéndose y cerrándose.

    Frunció el ceño y giró apenas el cuerpo hacia el origen del sonido.
    El brillo amarillento de unas cuencas vacías se asomó entre las sombras, confirmando lo que temía: un stalbokoblin. Y, por el sonido, no venía solo.

    Retrocedió con precisión medida, tomando una mejor posición.
    El aire frío de la noche rozó su rostro cuando volvió a tensar el arco. Su respiración se estabilizó; el pulso firme, como siempre antes de un disparo.

    El primero cayó sin dificultad, pero los demás comenzaron a surgir de la tierra, levantando polvo y hojas secas. Link apretó la mandíbula, la determinación encendida en su mirada.

    Sabía que no podía perder tiempo.
    Si no los eliminaba rápido, terminarían rodeándolo o rearmándose, prolongando una batalla interminable.

    El eco de las flechas resonó entre los árboles hasta que solo quedó el susurro del viento.
    Permaneció inmóvil unos segundos, observando los restos de los esqueletos esparcidos en la hierba mientras algunos cráneos se desvanecían en una nube de humo. Había aprendido a no celebrar victorias, en Hyrule, la calma rara vez duraba demasiado.

    Conforme el silencio regresó, dejó escapar una exhalación lenta que no sabía que había estado conteniendo.
    Sus hombros, tensos durante toda la pelea, bajaron apenas con un gesto casi imperceptible mientras ajustaba el agarre del arco y lo colocaba en su espalda.

    Alzó la vista hacia el cielo, dejando que el brillo de las estrellas guiara su camino de regreso, no sin antes recoger algunas piezas útiles para nuevas armas.

    Mientras avanzaba, el crujido suave de la hierba bajo sus botas le recordó que aún quedaba un largo trayecto hasta casa, pero la noche estaba tranquila… al menos por ahora.

    Su jornada había llegado a su fin más pronto de lo esperado. Explorar lo vasto de Hyrule solía consumir la mayor parte de su día, en especial cuando debía encargarse de unos cuantos campamentos de bokoblins y moblins que se atravesaban en su camino. Y no solo las batallas absorbían su tiempo, su sensor cobraba vida con frecuencia, detectando templos y cofres cercanos. Pasar de una actividad a otra conforme avanzaba en su trayecto terminaba por mantenerlo lejos de su hogar en la aldea Arkadia hasta entrada la noche. Perder la noción del tiempo siempre era peligroso. Durante el día era común encontrarse con enemigos, pero las criaturas nocturnas que emergían de la tierra podían resultar aún más problemáticas. A diferencia de los monstruos que enfrentaba bajo la luz del sol, aquellos esqueletos eran más complicados de eliminar si no se les atacaba directamente en la cabeza. Un ruido seco interrumpió el silencio. Link se detuvo de inmediato, tensando la cuerda del arco sin pensarlo dos veces. Algo se movía entre los matorrales cercanos. Podía oír el crujido de huesos y el golpeteo irregular de una mandíbula abriéndose y cerrándose. Frunció el ceño y giró apenas el cuerpo hacia el origen del sonido. El brillo amarillento de unas cuencas vacías se asomó entre las sombras, confirmando lo que temía: un stalbokoblin. Y, por el sonido, no venía solo. Retrocedió con precisión medida, tomando una mejor posición. El aire frío de la noche rozó su rostro cuando volvió a tensar el arco. Su respiración se estabilizó; el pulso firme, como siempre antes de un disparo. El primero cayó sin dificultad, pero los demás comenzaron a surgir de la tierra, levantando polvo y hojas secas. Link apretó la mandíbula, la determinación encendida en su mirada. Sabía que no podía perder tiempo. Si no los eliminaba rápido, terminarían rodeándolo o rearmándose, prolongando una batalla interminable. El eco de las flechas resonó entre los árboles hasta que solo quedó el susurro del viento. Permaneció inmóvil unos segundos, observando los restos de los esqueletos esparcidos en la hierba mientras algunos cráneos se desvanecían en una nube de humo. Había aprendido a no celebrar victorias, en Hyrule, la calma rara vez duraba demasiado. Conforme el silencio regresó, dejó escapar una exhalación lenta que no sabía que había estado conteniendo. Sus hombros, tensos durante toda la pelea, bajaron apenas con un gesto casi imperceptible mientras ajustaba el agarre del arco y lo colocaba en su espalda. Alzó la vista hacia el cielo, dejando que el brillo de las estrellas guiara su camino de regreso, no sin antes recoger algunas piezas útiles para nuevas armas. Mientras avanzaba, el crujido suave de la hierba bajo sus botas le recordó que aún quedaba un largo trayecto hasta casa, pero la noche estaba tranquila… al menos por ahora.
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  • Mi concepto cambió completamente cuando me di cuenta que las mujeres, para algunos hombres sólo somos objeto de consumo, nuestra mera existencia se reduce a ser fetichizadas y en cuanto no se les da lo que quiere, simplemente se van en busca de alguien más que si lo haga y en el peor de los casos te insultan. Yo no soy ninguna clase de fetiche andante.

    ¿Y los monstruos son los demonios o los vampiros como yo? Ojalá empezaran a ver a las personas como lo que son, personas, no como un consumible, que si te da o no lo que necesitas es totalmente descartable. De verdad, me asquea como se encuentra la sociedad y como siempre ha sido.
    Mi concepto cambió completamente cuando me di cuenta que las mujeres, para algunos hombres sólo somos objeto de consumo, nuestra mera existencia se reduce a ser fetichizadas y en cuanto no se les da lo que quiere, simplemente se van en busca de alguien más que si lo haga y en el peor de los casos te insultan. Yo no soy ninguna clase de fetiche andante. ¿Y los monstruos son los demonios o los vampiros como yo? Ojalá empezaran a ver a las personas como lo que son, personas, no como un consumible, que si te da o no lo que necesitas es totalmente descartable. De verdad, me asquea como se encuentra la sociedad y como siempre ha sido.
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  • ◁ •၊၊||၊|။||||။‌‌‌‌‌၊|၊||၊|။|||၊||၊|။|||၊||၊|။|||• 8030:01
    Todavía recuerdo al primer pueblo que me acogió. Había escapado de los monstruos de la noche con una flecha en el brazo y un arma de piedra que estaba hecha añicos. Corrí como nunca en mi vida, la adrenalina se volvió mi mejor aliado mientras seguía los carteles que me guiaron hacía mi primer hogar.
    Caí desmayada ni bien llegué, presa de la inanición y el dolor que me habían causado, despertando al día siguiente para ver como unos alquimistas me curaban las heridas con pociones y comida, es un recuerdo que sigue perdurando en mi memoria... Esa simple muestra de amabilidad hizo que me levantara y creara todo por lo que peleo hoy en día.
    ◁ •၊၊||၊|။||||။‌‌‌‌‌၊|၊||၊|။|||၊||၊|။|||၊||၊|။|||• 8030:01 Todavía recuerdo al primer pueblo que me acogió. Había escapado de los monstruos de la noche con una flecha en el brazo y un arma de piedra que estaba hecha añicos. Corrí como nunca en mi vida, la adrenalina se volvió mi mejor aliado mientras seguía los carteles que me guiaron hacía mi primer hogar. Caí desmayada ni bien llegué, presa de la inanición y el dolor que me habían causado, despertando al día siguiente para ver como unos alquimistas me curaban las heridas con pociones y comida, es un recuerdo que sigue perdurando en mi memoria... Esa simple muestra de amabilidad hizo que me levantara y creara todo por lo que peleo hoy en día.
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  • En la noche del 31,

    los monstruos salen a la luz.
    En la noche del 31, los monstruos salen a la luz.
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  • —Soy el rey de los monstruos... Y voy a encontrarte Tohru
    —Soy el rey de los monstruos... Y voy a encontrarte Tohru
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  • —¿Qué? ¿Que le temes a los monstruos? Tsk, ¡Que cliché! Con el pasar del tiempo he aprendido que algunos humanos son mucho más aterradores que cualquier monstruo...
    —¿Qué? ¿Que le temes a los monstruos? Tsk, ¡Que cliché! Con el pasar del tiempo he aprendido que algunos humanos son mucho más aterradores que cualquier monstruo...
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  • - había salido del territorio de aquellos monstruos Pero el bosque no tenía fin .-

    ¿Creo que por aquí ya pasé?

    -vio aquella marca que dejó en los árboles.-
    - había salido del territorio de aquellos monstruos Pero el bosque no tenía fin .- ¿Creo que por aquí ya pasé? -vio aquella marca que dejó en los árboles.-
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  • Cuando los monstruos puedan caminar por la ciudad sin necesidad de llevar máscara, lo primero que verás al dejar tu hogar será la verdadera cara de tus vecinos, no la mía.
    Cuando los monstruos puedan caminar por la ciudad sin necesidad de llevar máscara, lo primero que verás al dejar tu hogar será la verdadera cara de tus vecinos, no la mía.
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  • Antaño los llamaron «dioses». Ahora, son los susurros de la locura en tu oído, la tentación encarnada, los monstruos que la medianoche te devuelve en el espejo.

    Y serás la ofrenda perfecta para ellos.
    Antaño los llamaron «dioses». Ahora, son los susurros de la locura en tu oído, la tentación encarnada, los monstruos que la medianoche te devuelve en el espejo. Y serás la ofrenda perfecta para ellos.
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  • Eventualmente, este mundo será devorado por aquellos que se oponen a la creación. Ese dios del que me hablas, nos ha olvidado desde hace siglos.

    ¿La prueba? Es sencillo...

    Los monstruos como yo existen. Y tus rezos no te salvarán.
    Eventualmente, este mundo será devorado por aquellos que se oponen a la creación. Ese dios del que me hablas, nos ha olvidado desde hace siglos. ¿La prueba? Es sencillo... Los monstruos como yo existen. Y tus rezos no te salvarán.
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