• Aunque no lo parezca, Usagi puede ser muy estudioso cuando se trata de las debilidades de los monstruos.
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  • Los días regresaron a una calma engañosa, y con ella, una confianza cautelosa la llevó a aventurarse más allá del corazón de su dominio. Caminó por los bordes de su territorio, allí donde el cementerio de huesos se alzaba como testimonio silencioso de cada victoria, de cada criatura que osó desafiar a la Madre de los Monstruos y cayó bajo su sombra.

    Aquella mañana, sin embargo, el aire estaba… mal. Un aroma metálico quebró la quietud. Sangre. Se detuvo en seco, inclinándose lentamente hasta confirmar lo impensable: un rastro oscuro manchaba la tierra, aún húmedo, pero ya frio.
    Reciente. Su corazón si se tensó. No era el dolor de una bestia desconocida lo que encendía su inquietud, sino una idea mucho más terrible, alguien viniendo por su cría.

    El rastro la obligó a avanzar con prisa, cada paso cargado de un temor que rara vez se permitía sentir. El olor a sangre llenaba el aire, guiándola como un sabuezo, sus sentidos se afinaron, alerta ante cualquier señal: huellas, respiraciones ajenas, la presencia de algo que no debería estar allí.


    ¿Hallaría al final del sendero a una criatura herida, luchando por aferrarse a la vida… o encontraría primero al insensato que se atrevió a derramar sangre tan cerca de su territorio?


    Y si ese alguien seguía respirando… ¿lo haría por mucho tiempo más?

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    Los días regresaron a una calma engañosa, y con ella, una confianza cautelosa la llevó a aventurarse más allá del corazón de su dominio. Caminó por los bordes de su territorio, allí donde el cementerio de huesos se alzaba como testimonio silencioso de cada victoria, de cada criatura que osó desafiar a la Madre de los Monstruos y cayó bajo su sombra. Aquella mañana, sin embargo, el aire estaba… mal. Un aroma metálico quebró la quietud. Sangre. Se detuvo en seco, inclinándose lentamente hasta confirmar lo impensable: un rastro oscuro manchaba la tierra, aún húmedo, pero ya frio. Reciente. Su corazón si se tensó. No era el dolor de una bestia desconocida lo que encendía su inquietud, sino una idea mucho más terrible, alguien viniendo por su cría. El rastro la obligó a avanzar con prisa, cada paso cargado de un temor que rara vez se permitía sentir. El olor a sangre llenaba el aire, guiándola como un sabuezo, sus sentidos se afinaron, alerta ante cualquier señal: huellas, respiraciones ajenas, la presencia de algo que no debería estar allí. ¿Hallaría al final del sendero a una criatura herida, luchando por aferrarse a la vida… o encontraría primero al insensato que se atrevió a derramar sangre tan cerca de su territorio? Y si ese alguien seguía respirando… ¿lo haría por mucho tiempo más? [Beast.tamer]
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  • Prólogo o inicio
    Fandom Propio
    Categoría Acción
    ​El silencio del *Pantano de los Espejos Negros* es más aterrador que los gritos que todavía resuenan en tu memoria.

    ​Hace solo unas horas, tu reino ardía. La guardia real te traicionó, y tú, la princesa heredera, huiste hacia lo único que ellos temían más que a la muerte: La Bruma.

    Viste cómo frenaban sus caballos ante la pared de humo, prefiriendo dejarte ir hacia una muerte segura a manos de los monstruos antes que cruzar.

    ​Ahora, la adrenalina se ha ido. Solo queda el frío.

    ​Tu vestido de seda azul real, pesado por el lodo y el agua, te arrastra hacia abajo. La madera podrida de tu balsa improvisada finalmente cede y se deshace, dejándote sumergida en el agua negra y helada hasta el pecho.

    Tus piernas están entumecidas; la hipotermia te cierra los ojos.
    ​Entonces, tu hombro choca contra algo sólido.
    ​A través de la niebla, ves una forma oscura y ancha que sobresale del agua como el lomo de una gran bestia de piedra o una roca plana y musgosa. No es una isla, es apenas una superficie lo bastante grande para sacarte del agua, quizás del tamaño de una cama grande de piedra.

    ​Con un gemido de esfuerzo, te impulsas y logras subir tu torso, arrastrando las piernas después. La superficie es dura, cubierta de placas rugosas y húmedas que te raspan la piel.

    ​Te acercas al centro de la "roca", tiritando violentamente. No hay mucho espacio; si te mueves demasiado, caerás al agua de nuevo. Buscando desesperadamente calor, te arrastras hacia la parte más alta (lo que sería la zona de los hombros de la bestia).

    Allí, tus manos encuentran una grieta profunda entre dos placas de blindaje.
    ​Al meter los dedos helados ahí, te detienes.
    ​De esa grieta emana un calor intenso, seco y poderoso. Es como encontrar una estufa encendida en medio del invierno. Sin pensarlo, pegas tu pecho y tu cara contra esa zona, abrazándote a la "roca" para absorber cada gramo de esa temperatura vital.

    ​[???????]

    ​El sueño de los Umbríos es profundo, sin sueños. Floto en suspensión, con el cuerpo sumergido y solo mi espalda expuesta al aire viciado del pantano, pareciendo un tronco a la deriva o una roca más. Soy paciente. El tiempo no significa nada para mí.

    *​Hasta ahora.*

    ​Siento una perturbación en el agua. Y luego... un peso.

    ​Algo torpe y pesado se sube a mi espalda. Mi cuerpo se hunde ligeramente bajo la carga, pero mis pies, plantados en el fondo del pantano, me sostienen.

    ​Mi primer instinto es sacudirme, sumergirme y dejar que el agua ahogue al intruso. Mis garras se contraen bajo el lodo, listas para matar. Pero entonces... lo siento.

    *​El contacto.*

    ​La criatura se arrastra hacia mi nuca. Su cuerpo es pequeño comparado con el mío, pero su calor es inmenso. Donde su piel suave y mojada toca las membranas sensibles entre mis placas dorsales, siento una descarga eléctrica.

    *​Es fuego.*

    Un calor vivo, desesperado y dulce que se filtra a través de mi piel fría y llega directo a mi sangre estancada.
    ​Me quedo totalmente inmóvil. La criatura se acurruca justo en la base de mi cuello, abrazándose a mis músculos dorsales como si yo fuera su salvación. Su corazón late tan rápido contra mi espalda que puedo sentirlo retumbar en mis propias costillas.

    ​Es tan frágil. Podría aplastarla con un solo giro. Pero el calor... el calor es embriagador.
    ​Abro mi ojo derecho lentamente. El iris azul brillante se clava en el agua oscura. Giro la cabeza muy despacio, lo justo para que mi hocico quede cerca de donde ella descansa.

    ​—... Caliente... —gruño.

    ​La voz no sale como palabras humanas, sino como una vibración profunda y ronca que nace de mi pecho. Al estar tú pegada a mi espalda, no solo escuchas el sonido: lo sientes vibrar a través de tus costillas y tu estómago, sacudiendo todo tu cuerpo helado.
    ​El silencio del *Pantano de los Espejos Negros* es más aterrador que los gritos que todavía resuenan en tu memoria. ​Hace solo unas horas, tu reino ardía. La guardia real te traicionó, y tú, la princesa heredera, huiste hacia lo único que ellos temían más que a la muerte: La Bruma. Viste cómo frenaban sus caballos ante la pared de humo, prefiriendo dejarte ir hacia una muerte segura a manos de los monstruos antes que cruzar. ​Ahora, la adrenalina se ha ido. Solo queda el frío. ​Tu vestido de seda azul real, pesado por el lodo y el agua, te arrastra hacia abajo. La madera podrida de tu balsa improvisada finalmente cede y se deshace, dejándote sumergida en el agua negra y helada hasta el pecho. Tus piernas están entumecidas; la hipotermia te cierra los ojos. ​Entonces, tu hombro choca contra algo sólido. ​A través de la niebla, ves una forma oscura y ancha que sobresale del agua como el lomo de una gran bestia de piedra o una roca plana y musgosa. No es una isla, es apenas una superficie lo bastante grande para sacarte del agua, quizás del tamaño de una cama grande de piedra. ​Con un gemido de esfuerzo, te impulsas y logras subir tu torso, arrastrando las piernas después. La superficie es dura, cubierta de placas rugosas y húmedas que te raspan la piel. ​Te acercas al centro de la "roca", tiritando violentamente. No hay mucho espacio; si te mueves demasiado, caerás al agua de nuevo. Buscando desesperadamente calor, te arrastras hacia la parte más alta (lo que sería la zona de los hombros de la bestia). Allí, tus manos encuentran una grieta profunda entre dos placas de blindaje. ​Al meter los dedos helados ahí, te detienes. ​De esa grieta emana un calor intenso, seco y poderoso. Es como encontrar una estufa encendida en medio del invierno. Sin pensarlo, pegas tu pecho y tu cara contra esa zona, abrazándote a la "roca" para absorber cada gramo de esa temperatura vital. ​[???????] ​El sueño de los Umbríos es profundo, sin sueños. Floto en suspensión, con el cuerpo sumergido y solo mi espalda expuesta al aire viciado del pantano, pareciendo un tronco a la deriva o una roca más. Soy paciente. El tiempo no significa nada para mí. *​Hasta ahora.* ​Siento una perturbación en el agua. Y luego... un peso. ​Algo torpe y pesado se sube a mi espalda. Mi cuerpo se hunde ligeramente bajo la carga, pero mis pies, plantados en el fondo del pantano, me sostienen. ​Mi primer instinto es sacudirme, sumergirme y dejar que el agua ahogue al intruso. Mis garras se contraen bajo el lodo, listas para matar. Pero entonces... lo siento. *​El contacto.* ​La criatura se arrastra hacia mi nuca. Su cuerpo es pequeño comparado con el mío, pero su calor es inmenso. Donde su piel suave y mojada toca las membranas sensibles entre mis placas dorsales, siento una descarga eléctrica. *​Es fuego.* Un calor vivo, desesperado y dulce que se filtra a través de mi piel fría y llega directo a mi sangre estancada. ​Me quedo totalmente inmóvil. La criatura se acurruca justo en la base de mi cuello, abrazándose a mis músculos dorsales como si yo fuera su salvación. Su corazón late tan rápido contra mi espalda que puedo sentirlo retumbar en mis propias costillas. ​Es tan frágil. Podría aplastarla con un solo giro. Pero el calor... el calor es embriagador. ​Abro mi ojo derecho lentamente. El iris azul brillante se clava en el agua oscura. Giro la cabeza muy despacio, lo justo para que mi hocico quede cerca de donde ella descansa. ​—... Caliente... —gruño. ​La voz no sale como palabras humanas, sino como una vibración profunda y ronca que nace de mi pecho. Al estar tú pegada a mi espalda, no solo escuchas el sonido: lo sientes vibrar a través de tus costillas y tu estómago, sacudiendo todo tu cuerpo helado.
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  • Su jornada había llegado a su fin más pronto de lo esperado.

    Explorar lo vasto de Hyrule solía consumir la mayor parte de su día, en especial cuando debía encargarse de unos cuantos campamentos de bokoblins y moblins que se atravesaban en su camino.

    Y no solo las batallas absorbían su tiempo, su sensor cobraba vida con frecuencia, detectando templos y cofres cercanos. Pasar de una actividad a otra conforme avanzaba en su trayecto terminaba por mantenerlo lejos de su hogar en la aldea Arkadia hasta entrada la noche.

    Perder la noción del tiempo siempre era peligroso. Durante el día era común encontrarse con enemigos, pero las criaturas nocturnas que emergían de la tierra podían resultar aún más problemáticas. A diferencia de los monstruos que enfrentaba bajo la luz del sol, aquellos esqueletos eran más complicados de eliminar si no se les atacaba directamente en la cabeza.

    Un ruido seco interrumpió el silencio.
    Link se detuvo de inmediato, tensando la cuerda del arco sin pensarlo dos veces.

    Algo se movía entre los matorrales cercanos. Podía oír el crujido de huesos y el golpeteo irregular de una mandíbula abriéndose y cerrándose.

    Frunció el ceño y giró apenas el cuerpo hacia el origen del sonido.
    El brillo amarillento de unas cuencas vacías se asomó entre las sombras, confirmando lo que temía: un stalbokoblin. Y, por el sonido, no venía solo.

    Retrocedió con precisión medida, tomando una mejor posición.
    El aire frío de la noche rozó su rostro cuando volvió a tensar el arco. Su respiración se estabilizó; el pulso firme, como siempre antes de un disparo.

    El primero cayó sin dificultad, pero los demás comenzaron a surgir de la tierra, levantando polvo y hojas secas. Link apretó la mandíbula, la determinación encendida en su mirada.

    Sabía que no podía perder tiempo.
    Si no los eliminaba rápido, terminarían rodeándolo o rearmándose, prolongando una batalla interminable.

    El eco de las flechas resonó entre los árboles hasta que solo quedó el susurro del viento.
    Permaneció inmóvil unos segundos, observando los restos de los esqueletos esparcidos en la hierba mientras algunos cráneos se desvanecían en una nube de humo. Había aprendido a no celebrar victorias, en Hyrule, la calma rara vez duraba demasiado.

    Conforme el silencio regresó, dejó escapar una exhalación lenta que no sabía que había estado conteniendo.
    Sus hombros, tensos durante toda la pelea, bajaron apenas con un gesto casi imperceptible mientras ajustaba el agarre del arco y lo colocaba en su espalda.

    Alzó la vista hacia el cielo, dejando que el brillo de las estrellas guiara su camino de regreso, no sin antes recoger algunas piezas útiles para nuevas armas.

    Mientras avanzaba, el crujido suave de la hierba bajo sus botas le recordó que aún quedaba un largo trayecto hasta casa, pero la noche estaba tranquila… al menos por ahora.

    Su jornada había llegado a su fin más pronto de lo esperado. Explorar lo vasto de Hyrule solía consumir la mayor parte de su día, en especial cuando debía encargarse de unos cuantos campamentos de bokoblins y moblins que se atravesaban en su camino. Y no solo las batallas absorbían su tiempo, su sensor cobraba vida con frecuencia, detectando templos y cofres cercanos. Pasar de una actividad a otra conforme avanzaba en su trayecto terminaba por mantenerlo lejos de su hogar en la aldea Arkadia hasta entrada la noche. Perder la noción del tiempo siempre era peligroso. Durante el día era común encontrarse con enemigos, pero las criaturas nocturnas que emergían de la tierra podían resultar aún más problemáticas. A diferencia de los monstruos que enfrentaba bajo la luz del sol, aquellos esqueletos eran más complicados de eliminar si no se les atacaba directamente en la cabeza. Un ruido seco interrumpió el silencio. Link se detuvo de inmediato, tensando la cuerda del arco sin pensarlo dos veces. Algo se movía entre los matorrales cercanos. Podía oír el crujido de huesos y el golpeteo irregular de una mandíbula abriéndose y cerrándose. Frunció el ceño y giró apenas el cuerpo hacia el origen del sonido. El brillo amarillento de unas cuencas vacías se asomó entre las sombras, confirmando lo que temía: un stalbokoblin. Y, por el sonido, no venía solo. Retrocedió con precisión medida, tomando una mejor posición. El aire frío de la noche rozó su rostro cuando volvió a tensar el arco. Su respiración se estabilizó; el pulso firme, como siempre antes de un disparo. El primero cayó sin dificultad, pero los demás comenzaron a surgir de la tierra, levantando polvo y hojas secas. Link apretó la mandíbula, la determinación encendida en su mirada. Sabía que no podía perder tiempo. Si no los eliminaba rápido, terminarían rodeándolo o rearmándose, prolongando una batalla interminable. El eco de las flechas resonó entre los árboles hasta que solo quedó el susurro del viento. Permaneció inmóvil unos segundos, observando los restos de los esqueletos esparcidos en la hierba mientras algunos cráneos se desvanecían en una nube de humo. Había aprendido a no celebrar victorias, en Hyrule, la calma rara vez duraba demasiado. Conforme el silencio regresó, dejó escapar una exhalación lenta que no sabía que había estado conteniendo. Sus hombros, tensos durante toda la pelea, bajaron apenas con un gesto casi imperceptible mientras ajustaba el agarre del arco y lo colocaba en su espalda. Alzó la vista hacia el cielo, dejando que el brillo de las estrellas guiara su camino de regreso, no sin antes recoger algunas piezas útiles para nuevas armas. Mientras avanzaba, el crujido suave de la hierba bajo sus botas le recordó que aún quedaba un largo trayecto hasta casa, pero la noche estaba tranquila… al menos por ahora.
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  • Mi concepto cambió completamente cuando me di cuenta que las mujeres, para algunos hombres sólo somos objeto de consumo, nuestra mera existencia se reduce a ser fetichizadas y en cuanto no se les da lo que quiere, simplemente se van en busca de alguien más que si lo haga y en el peor de los casos te insultan. Yo no soy ninguna clase de fetiche andante.

    ¿Y los monstruos son los demonios o los vampiros como yo? Ojalá empezaran a ver a las personas como lo que son, personas, no como un consumible, que si te da o no lo que necesitas es totalmente descartable. De verdad, me asquea como se encuentra la sociedad y como siempre ha sido.
    Mi concepto cambió completamente cuando me di cuenta que las mujeres, para algunos hombres sólo somos objeto de consumo, nuestra mera existencia se reduce a ser fetichizadas y en cuanto no se les da lo que quiere, simplemente se van en busca de alguien más que si lo haga y en el peor de los casos te insultan. Yo no soy ninguna clase de fetiche andante. ¿Y los monstruos son los demonios o los vampiros como yo? Ojalá empezaran a ver a las personas como lo que son, personas, no como un consumible, que si te da o no lo que necesitas es totalmente descartable. De verdad, me asquea como se encuentra la sociedad y como siempre ha sido.
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  • ◁ •၊၊||၊|။||||။‌‌‌‌‌၊|၊||၊|။|||၊||၊|။|||၊||၊|။|||• 8030:01
    Todavía recuerdo al primer pueblo que me acogió. Había escapado de los monstruos de la noche con una flecha en el brazo y un arma de piedra que estaba hecha añicos. Corrí como nunca en mi vida, la adrenalina se volvió mi mejor aliado mientras seguía los carteles que me guiaron hacía mi primer hogar.
    Caí desmayada ni bien llegué, presa de la inanición y el dolor que me habían causado, despertando al día siguiente para ver como unos alquimistas me curaban las heridas con pociones y comida, es un recuerdo que sigue perdurando en mi memoria... Esa simple muestra de amabilidad hizo que me levantara y creara todo por lo que peleo hoy en día.
    ◁ •၊၊||၊|။||||။‌‌‌‌‌၊|၊||၊|။|||၊||၊|။|||၊||၊|။|||• 8030:01 Todavía recuerdo al primer pueblo que me acogió. Había escapado de los monstruos de la noche con una flecha en el brazo y un arma de piedra que estaba hecha añicos. Corrí como nunca en mi vida, la adrenalina se volvió mi mejor aliado mientras seguía los carteles que me guiaron hacía mi primer hogar. Caí desmayada ni bien llegué, presa de la inanición y el dolor que me habían causado, despertando al día siguiente para ver como unos alquimistas me curaban las heridas con pociones y comida, es un recuerdo que sigue perdurando en mi memoria... Esa simple muestra de amabilidad hizo que me levantara y creara todo por lo que peleo hoy en día.
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  • En la noche del 31,

    los monstruos salen a la luz.
    En la noche del 31, los monstruos salen a la luz.
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  • —Soy el rey de los monstruos... Y voy a encontrarte Tohru
    —Soy el rey de los monstruos... Y voy a encontrarte Tohru
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  • —¿Qué? ¿Que le temes a los monstruos? Tsk, ¡Que cliché! Con el pasar del tiempo he aprendido que algunos humanos son mucho más aterradores que cualquier monstruo...
    —¿Qué? ¿Que le temes a los monstruos? Tsk, ¡Que cliché! Con el pasar del tiempo he aprendido que algunos humanos son mucho más aterradores que cualquier monstruo...
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  • - había salido del territorio de aquellos monstruos Pero el bosque no tenía fin .-

    ¿Creo que por aquí ya pasé?

    -vio aquella marca que dejó en los árboles.-
    - había salido del territorio de aquellos monstruos Pero el bosque no tenía fin .- ¿Creo que por aquí ya pasé? -vio aquella marca que dejó en los árboles.-
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