• —¿Qué? ¿Que le temes a los monstruos? Tsk, ¡Que cliché! Con el pasar del tiempo he aprendido que algunos humanos son mucho más aterradores que cualquier monstruo...
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  • - había salido del territorio de aquellos monstruos Pero el bosque no tenía fin .-

    ¿Creo que por aquí ya pasé?

    -vio aquella marca que dejó en los árboles.-
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  • Cuando los monstruos puedan caminar por la ciudad sin necesidad de llevar máscara, lo primero que verás al dejar tu hogar será la verdadera cara de tus vecinos, no la mía.
    Cuando los monstruos puedan caminar por la ciudad sin necesidad de llevar máscara, lo primero que verás al dejar tu hogar será la verdadera cara de tus vecinos, no la mía.
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  • Antaño los llamaron «dioses». Ahora, son los susurros de la locura en tu oído, la tentación encarnada, los monstruos que la medianoche te devuelve en el espejo.

    Y serás la ofrenda perfecta para ellos.
    Antaño los llamaron «dioses». Ahora, son los susurros de la locura en tu oído, la tentación encarnada, los monstruos que la medianoche te devuelve en el espejo. Y serás la ofrenda perfecta para ellos.
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  • Eventualmente, este mundo será devorado por aquellos que se oponen a la creación. Ese dios del que me hablas, nos ha olvidado desde hace siglos.

    ¿La prueba? Es sencillo...

    Los monstruos como yo existen. Y tus rezos no te salvarán.
    Eventualmente, este mundo será devorado por aquellos que se oponen a la creación. Ese dios del que me hablas, nos ha olvidado desde hace siglos. ¿La prueba? Es sencillo... Los monstruos como yo existen. Y tus rezos no te salvarán.
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  • La ciudad no cambió. O tal vez sí. Los reflejos en los vidrios son más fríos, los callejones más angostos, y el silencio entre las palabras se volvió rutina en lugar de excepción.

    Silver St. Cloud caminó entre las sombras con la cabeza erguida, como quien sabe que no pertenece al mundo por el que transita... pero decide enfrentarlo igual. Su nombre aún abría puertas —a veces—, aunque ya no se apoyaba en eso. Esta vez no vino a buscar un titular, ni un escándalo, ni una segunda oportunidad.

    Esta vez, vino a ver si alguien —si algo— seguía en pie.

    Su elegancia no era ostentación, sino defensa. Y su sonrisa, esa discreta línea entre la ironía y la esperanza, solo se curvaba cuando realmente valía la pena.

    Gotham tenía cicatrices. Ella también.
    Pero Silver aprendió que hay heridas que solo cicatrizan si alguien las nombra en voz alta.
    Y si hay algo que aún sabe hacer, es mirar a los monstruos a los ojos... y no parpadear primero.
    La ciudad no cambió. O tal vez sí. Los reflejos en los vidrios son más fríos, los callejones más angostos, y el silencio entre las palabras se volvió rutina en lugar de excepción. Silver St. Cloud caminó entre las sombras con la cabeza erguida, como quien sabe que no pertenece al mundo por el que transita... pero decide enfrentarlo igual. Su nombre aún abría puertas —a veces—, aunque ya no se apoyaba en eso. Esta vez no vino a buscar un titular, ni un escándalo, ni una segunda oportunidad. Esta vez, vino a ver si alguien —si algo— seguía en pie. Su elegancia no era ostentación, sino defensa. Y su sonrisa, esa discreta línea entre la ironía y la esperanza, solo se curvaba cuando realmente valía la pena. Gotham tenía cicatrices. Ella también. Pero Silver aprendió que hay heridas que solo cicatrizan si alguien las nombra en voz alta. Y si hay algo que aún sabe hacer, es mirar a los monstruos a los ojos... y no parpadear primero.
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  • Los monstruos son producto de la imaginación a causa del miedo, ¿no?
    No pueden ser algo real... O bien, son producto de la esquizofrenia...
    Hace poco vi a una chica con agilidad sobrehumana haciendo trucos con fuego, luchando contra algo, un monstruo en la oscuridad, pero lo que vi no puede ser real... ¿No es así, 𝕸𝐞𝐥𝐢𝐧𝐚 𝕱𝐢𝐫𝐞𝐛𝐥𝐨𝐨𝐦 ?
    Tal vez debería considerar tomar algún tipo de medicación... Porque estas alucinaciones esquizofrénicas comienzan a fastidiarme...
    Los monstruos son producto de la imaginación a causa del miedo, ¿no? No pueden ser algo real... O bien, son producto de la esquizofrenia... Hace poco vi a una chica con agilidad sobrehumana haciendo trucos con fuego, luchando contra algo, un monstruo en la oscuridad, pero lo que vi no puede ser real... ¿No es así, [Fire.bl00m] ? Tal vez debería considerar tomar algún tipo de medicación... Porque estas alucinaciones esquizofrénicas comienzan a fastidiarme...
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  • La Niñez Maldita de Luna

    Luna nació bajo el amparo de la luna llena, en lo profundo de un bosque donde el silencio era tan espeso como la niebla. Su madre, Elira, una humana con un corazón tan puro como el agua de manantial, se enamoró de un ser que no debía existir: Kaelthar, un dios olvidado por el tiempo, exiliado del panteón celestial por oponerse a la crueldad de sus iguales.

    Kaelthar amaba a Elira con una devoción que desafiaba la eternidad. Cuando Luna nació, el cielo tembló. Era una criatura imposible: hija de lo mortal y lo divino, portadora de un poder ancestral que podía desatar el fin o el renacer de los dioses antiguos. Por eso, al primer aliento de Luna, su existencia fue considerada una abominación.

    Sus padres huyeron. Se ocultaron en cuevas selladas por runas, en ciudades fantasmas y bajo el mar. Pero los dioses siempre encuentran lo que quieren destruir.

    Cuando Luna cumplió cinco años, los encontraron. El castigo fue cruel, inhumano:

    Elira fue devorada viva por una tribu de caníbales bendecidos por los dioses, obligando a Luna a oír sus gritos.

    Kaelthar fue reducido a polvo, su alma disuelta en el viento frente a los ojos de su hija.

    Luna fue atada a una roca, obligada a ver todo, sin poder cerrar los ojos por obra de una maldición.

    Los dioses no la mataron. La maldecían por existir. Le impusieron un castigo peor que la muerte:

    “Nunca serás adorada como tu padre. Tu nombre será sinónimo de temor. Llevarás tres caras, tres verdades:
    Una humana, para ser rechazada por los hombres.
    Una celestial, para recordar lo que jamás tendrás.
    Una demoníaca, para que hasta los monstruos huyan de ti.”

    Después de aquello, la dejaron sola. Fue su abuelo materno, un hombre duro como la piedra, el que la rescató. No sabía amar, pero sí enseñar. La entrenó en idiomas, tecnología, combate y negocios. Le enseñó a sobrevivir. Le enseñó que el mundo no es un lugar para los buenos, sino para los decididos.

    A los 16 años, Luna fundó su primera empresa: "NoxTech International", una corporación de tecnología y comercio global. En pocos años, superó fronteras y gobiernos. A sus espaldas, nadie sabía que las sombras la seguían.

    Aunque parecía humana, a veces su rostro cambiaba sin aviso:

    En la noche, su rostro celestial brillaba, con ojos plateados como estrellas, atrayendo sueños y visiones.

    En la furia o en el miedo, su rostro demoníaco emergía, con cuernos oscuros, piel de obsidiana y voz de ecos rotos.

    Solo en la rutina, entre computadoras y contratos, su rostro humano le permitía pasar desapercibida.

    Luna no tenía aliados, solo empleados, enemigos y secretos. Era rica, poderosa y hermosa, pero no podía tocar a nadie sin que su piel ardiera o sus ojos revelaran la verdad.

    Los dioses la miraban desde sus tronos con desprecio. Pero también con miedo. Porque sabían que la hija del dios olvidado… nunca olvidó lo que le hicieron.

    Y en su silencio, Luna prepara su venganza. No por adoración, ni por amor.
    Sino por justicia.

    La Niñez Maldita de Luna Luna nació bajo el amparo de la luna llena, en lo profundo de un bosque donde el silencio era tan espeso como la niebla. Su madre, Elira, una humana con un corazón tan puro como el agua de manantial, se enamoró de un ser que no debía existir: Kaelthar, un dios olvidado por el tiempo, exiliado del panteón celestial por oponerse a la crueldad de sus iguales. Kaelthar amaba a Elira con una devoción que desafiaba la eternidad. Cuando Luna nació, el cielo tembló. Era una criatura imposible: hija de lo mortal y lo divino, portadora de un poder ancestral que podía desatar el fin o el renacer de los dioses antiguos. Por eso, al primer aliento de Luna, su existencia fue considerada una abominación. Sus padres huyeron. Se ocultaron en cuevas selladas por runas, en ciudades fantasmas y bajo el mar. Pero los dioses siempre encuentran lo que quieren destruir. Cuando Luna cumplió cinco años, los encontraron. El castigo fue cruel, inhumano: Elira fue devorada viva por una tribu de caníbales bendecidos por los dioses, obligando a Luna a oír sus gritos. Kaelthar fue reducido a polvo, su alma disuelta en el viento frente a los ojos de su hija. Luna fue atada a una roca, obligada a ver todo, sin poder cerrar los ojos por obra de una maldición. Los dioses no la mataron. La maldecían por existir. Le impusieron un castigo peor que la muerte: “Nunca serás adorada como tu padre. Tu nombre será sinónimo de temor. Llevarás tres caras, tres verdades: Una humana, para ser rechazada por los hombres. Una celestial, para recordar lo que jamás tendrás. Una demoníaca, para que hasta los monstruos huyan de ti.” Después de aquello, la dejaron sola. Fue su abuelo materno, un hombre duro como la piedra, el que la rescató. No sabía amar, pero sí enseñar. La entrenó en idiomas, tecnología, combate y negocios. Le enseñó a sobrevivir. Le enseñó que el mundo no es un lugar para los buenos, sino para los decididos. A los 16 años, Luna fundó su primera empresa: "NoxTech International", una corporación de tecnología y comercio global. En pocos años, superó fronteras y gobiernos. A sus espaldas, nadie sabía que las sombras la seguían. Aunque parecía humana, a veces su rostro cambiaba sin aviso: En la noche, su rostro celestial brillaba, con ojos plateados como estrellas, atrayendo sueños y visiones. En la furia o en el miedo, su rostro demoníaco emergía, con cuernos oscuros, piel de obsidiana y voz de ecos rotos. Solo en la rutina, entre computadoras y contratos, su rostro humano le permitía pasar desapercibida. Luna no tenía aliados, solo empleados, enemigos y secretos. Era rica, poderosa y hermosa, pero no podía tocar a nadie sin que su piel ardiera o sus ojos revelaran la verdad. Los dioses la miraban desde sus tronos con desprecio. Pero también con miedo. Porque sabían que la hija del dios olvidado… nunca olvidó lo que le hicieron. Y en su silencio, Luna prepara su venganza. No por adoración, ni por amor. Sino por justicia.
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  • ¿Los humanos somos los monstruos?
    Nunca tenemos suficiente, siempre queremos más, y más, y más y más...

    *Adam reflexiona.*

    Terminé de leer hace unos días el libro de Shinei, "Dulce hogar", y los monstruos tienen un enfoque interesante sobre los humanos...
    Además debo decir que Shinei es alguien instruido. La carrera militar en verdad ofrece una buena formación eh?
    Pero, ¿Y qué si nunca tenemos suficiente? ¿Y qué si siempre queremos más?
    Como me dijo Shinei sobre los griegos de Pericles, debe dominarse todo aquello que sea susceptible de dominación...
    Y yo también nunca tengo suficiente, siempre quiero más...
    Los deseos de los humanos son insaciables. Siempre buscamos más...
    Linda poesía de otro viejo sabio heleno, pero muy cierta: "el fuego todo lo consume...*
    ¿Los humanos somos los monstruos? Nunca tenemos suficiente, siempre queremos más, y más, y más y más... *Adam reflexiona.* Terminé de leer hace unos días el libro de Shinei, "Dulce hogar", y los monstruos tienen un enfoque interesante sobre los humanos... Además debo decir que Shinei es alguien instruido. La carrera militar en verdad ofrece una buena formación eh? Pero, ¿Y qué si nunca tenemos suficiente? ¿Y qué si siempre queremos más? Como me dijo Shinei sobre los griegos de Pericles, debe dominarse todo aquello que sea susceptible de dominación... Y yo también nunca tengo suficiente, siempre quiero más... Los deseos de los humanos son insaciables. Siempre buscamos más... Linda poesía de otro viejo sabio heleno, pero muy cierta: "el fuego todo lo consume...*
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  • El mar rugía con un ritmo tranquilo cuando el pequeño vagabundo, acurrucado dentro de un tonel lleno de cebollas, sintió que el barco se detenía. Apenas escuchó el rechinar de las cuerdas, se incorporó como un resorte y trepó por la escotilla. Sus ojos grandes y llenos de asombro brillaron al ver **una isla desconocida**, envuelta por una niebla suave y árboles que parecían cantar con el viento.

    —¡Tierraaa! —dijo con emoción, lanzándose del barco con un salto ágil. Rodó al caer en la arena y corrió directo hacia lo desconocido con su mochila parchada y la brújula rota tintineando en su cuello.

    Pronto encontró una **aldea sencilla pero alegre**, de casas de madera y faroles colgantes. La gente, con sonrisas honestas, lo recibió con calidez. Le dieron fruta, pan suave, e incluso un par de botones brillantes como regalo.

    —¡Son tan buenas personas! —decía el Pequeño Vagabundo mientras giraba sobre sí mismo, sosteniendo una manzana como si fuera un trofeo.

    Pero la alegría se rompió de pronto.

    Un sonido rasposo y antinatural emergió del bosque cercano, como si alguien chirriara metal oxidado con insectos. Desde entre los árboles aparecieron criaturas horribles: **monstruos híbridos**, retorcidos, con cuerpos grotescos. Uno de ellos tenía **orejas largas como un conejo, patas traseras de grillo, torso humanoide y una sonrisa malvada**.

    —¡NOOOO! —gritaron algunos aldeanos, mientras corrían. Otros fueron atrapados, arrastrados por los monstruos. Algunos, sin suerte, eran devorados frente a sus ojos.

    El pequeño vagabundo tembló…



    pero no de miedo.

    —Eso no se hace… eso... ¡ESTÁ MAL!

    Sus ojos se llenaron de una determinación feroz. La brisa agitó su cabello y sus pecas parecieron encenderse como estrellas diminutas. Apretó sus puños.

    Con un grito potente, cargado de emoción y furia, corrió directo hacia el monstruo conejo-grillo que se relamía los dientes, acercándose a un anciano caído. El pequeño saltó con una pierna por delante.

    —★ ¡YA BASTA, TONTOS MONSTRUOS! —gritó con toda su alma.

    **¡CRACK!**
    La patada golpeó al monstruo justo en el rostro, enviándolo hacia atrás como un saco de huesos retorcidos, haciéndolo estrellarse contra un carrito de frutas.

    El polvo se levantó. Los aldeanos lo miraban sin comprender del todo la. "Valentía del pequeño".
    El mar rugía con un ritmo tranquilo cuando el pequeño vagabundo, acurrucado dentro de un tonel lleno de cebollas, sintió que el barco se detenía. Apenas escuchó el rechinar de las cuerdas, se incorporó como un resorte y trepó por la escotilla. Sus ojos grandes y llenos de asombro brillaron al ver **una isla desconocida**, envuelta por una niebla suave y árboles que parecían cantar con el viento. —¡Tierraaa! —dijo con emoción, lanzándose del barco con un salto ágil. Rodó al caer en la arena y corrió directo hacia lo desconocido con su mochila parchada y la brújula rota tintineando en su cuello. Pronto encontró una **aldea sencilla pero alegre**, de casas de madera y faroles colgantes. La gente, con sonrisas honestas, lo recibió con calidez. Le dieron fruta, pan suave, e incluso un par de botones brillantes como regalo. —¡Son tan buenas personas! —decía el Pequeño Vagabundo mientras giraba sobre sí mismo, sosteniendo una manzana como si fuera un trofeo. Pero la alegría se rompió de pronto. Un sonido rasposo y antinatural emergió del bosque cercano, como si alguien chirriara metal oxidado con insectos. Desde entre los árboles aparecieron criaturas horribles: **monstruos híbridos**, retorcidos, con cuerpos grotescos. Uno de ellos tenía **orejas largas como un conejo, patas traseras de grillo, torso humanoide y una sonrisa malvada**. —¡NOOOO! —gritaron algunos aldeanos, mientras corrían. Otros fueron atrapados, arrastrados por los monstruos. Algunos, sin suerte, eran devorados frente a sus ojos. El pequeño vagabundo tembló… pero no de miedo. —Eso no se hace… eso... ¡ESTÁ MAL! Sus ojos se llenaron de una determinación feroz. La brisa agitó su cabello y sus pecas parecieron encenderse como estrellas diminutas. Apretó sus puños. Con un grito potente, cargado de emoción y furia, corrió directo hacia el monstruo conejo-grillo que se relamía los dientes, acercándose a un anciano caído. El pequeño saltó con una pierna por delante. —★ ¡YA BASTA, TONTOS MONSTRUOS! —gritó con toda su alma. **¡CRACK!** La patada golpeó al monstruo justo en el rostro, enviándolo hacia atrás como un saco de huesos retorcidos, haciéndolo estrellarse contra un carrito de frutas. El polvo se levantó. Los aldeanos lo miraban sin comprender del todo la. "Valentía del pequeño".
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