• El palacio de Hades se alzaba en silencio, envuelto por la oscuridad del inframundo, como una fortaleza impenetrable construida en la roca misma del abismo. Las paredes de piedra negra reflejaban apenas una luz tenue, filtrada por las antorchas que ardían sin cesar, dando una suave luminosidad al espacio. Los pasillos eran largos y fríos, y aunque en cada rincón habitaba la quietud, una presencia inconfundible recorría el aire. La figura de Perséfone, la Reina del Inframundo, caminaba en solitario por el vasto salón, su figura elegante y serena contrastando con la dureza de las sombras a su alrededor.

    El palacio, que antes le resultaba ajeno, ahora era su hogar, un lugar que había llegado a conocer profundamente. A pesar de que el eco de su llegada había sido marcado por el rapto y el dolor de su separación, con el paso del tiempo había encontrado en ese reino de sombras un propósito. El lugar ahora resonaba con su presencia, como si cada rincón hubiera sido testigo de su transformación. Su hijo, Zagreus, ya no era un niño. Había crecido, forjado en las luchas y desafíos del inframundo, un hombre que, aunque nacido en este reino de muerte, representaba la esperanza de una vida nueva. Su existencia, como la de Perséfone, era un puente entre dos mundos.

    Hoy, ella se encontraba de nuevo en uno de esos momentos de reflexión, sentada cerca del umbral de la gran sala del trono, mirando hacia el vacío, donde las sombras parecían no tener fin. La presencia de Zagreus, aunque no visible, siempre estaba con ella, en sus pensamientos, en el eco de cada paso que daba. No era necesario que él estuviera presente para sentir su conexión; el lazo que los unía era más allá de lo físico, más allá de lo que las palabras podían explicar.

    Así, en este refugio de sombras, en este palacio que ya era suyo tanto como lo había sido del mismísimo Hades, Perséfone pensaba en su hijo. En su destino. En la vida que había nacido en un lugar tan oscuro, pero que siempre llevaría en sí la luz de la primavera. Y mientras las sombras del palacio danzaban al ritmo de la brisa fría, la Reina del Inframundo sentía que su corazón, aunque atrapado en este reino de muerte, seguía latiendo con la promesa eterna de vida.

    —Zagreus... —susurró, como si su nombre fuera un hechizo, un susurro que viajaba entre las paredes del palacio, hacia dondequiera que él estuviera—. Hoy, más que nunca, siento que estamos conectados. Y aunque tú no puedas oírme, te hablo, hijo mío.

    El aire a su alrededor se espesó con las palabras que siguieron, una historia que era suya y de él, una historia tejida entre las sombras y la luz, una historia de amor que ni el inframundo podría borrar.


    Zᴀɢʀᴇᴜs
    El palacio de Hades se alzaba en silencio, envuelto por la oscuridad del inframundo, como una fortaleza impenetrable construida en la roca misma del abismo. Las paredes de piedra negra reflejaban apenas una luz tenue, filtrada por las antorchas que ardían sin cesar, dando una suave luminosidad al espacio. Los pasillos eran largos y fríos, y aunque en cada rincón habitaba la quietud, una presencia inconfundible recorría el aire. La figura de Perséfone, la Reina del Inframundo, caminaba en solitario por el vasto salón, su figura elegante y serena contrastando con la dureza de las sombras a su alrededor. El palacio, que antes le resultaba ajeno, ahora era su hogar, un lugar que había llegado a conocer profundamente. A pesar de que el eco de su llegada había sido marcado por el rapto y el dolor de su separación, con el paso del tiempo había encontrado en ese reino de sombras un propósito. El lugar ahora resonaba con su presencia, como si cada rincón hubiera sido testigo de su transformación. Su hijo, Zagreus, ya no era un niño. Había crecido, forjado en las luchas y desafíos del inframundo, un hombre que, aunque nacido en este reino de muerte, representaba la esperanza de una vida nueva. Su existencia, como la de Perséfone, era un puente entre dos mundos. Hoy, ella se encontraba de nuevo en uno de esos momentos de reflexión, sentada cerca del umbral de la gran sala del trono, mirando hacia el vacío, donde las sombras parecían no tener fin. La presencia de Zagreus, aunque no visible, siempre estaba con ella, en sus pensamientos, en el eco de cada paso que daba. No era necesario que él estuviera presente para sentir su conexión; el lazo que los unía era más allá de lo físico, más allá de lo que las palabras podían explicar. Así, en este refugio de sombras, en este palacio que ya era suyo tanto como lo había sido del mismísimo Hades, Perséfone pensaba en su hijo. En su destino. En la vida que había nacido en un lugar tan oscuro, pero que siempre llevaría en sí la luz de la primavera. Y mientras las sombras del palacio danzaban al ritmo de la brisa fría, la Reina del Inframundo sentía que su corazón, aunque atrapado en este reino de muerte, seguía latiendo con la promesa eterna de vida. —Zagreus... —susurró, como si su nombre fuera un hechizo, un susurro que viajaba entre las paredes del palacio, hacia dondequiera que él estuviera—. Hoy, más que nunca, siento que estamos conectados. Y aunque tú no puedas oírme, te hablo, hijo mío. El aire a su alrededor se espesó con las palabras que siguieron, una historia que era suya y de él, una historia tejida entre las sombras y la luz, una historia de amor que ni el inframundo podría borrar. [InferZ96]
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  • El atardecer bañaba de rojo la azotea de la ciudad, pero Atropos ya no miraba el horizonte con la melancolía de otros tiempos. Sus ojos, que alguna vez encontraron belleza en el caos humano, ahora solo veían hastío. Harta del bullicio, del eco de vidas efímeras que no significaban nada, se levantó de su vieja silla de hierro forjado. No más paredes grafiteadas, no más humo, no más risas vacías flotando en el aire como burbujas a punto de estallar.

    Con un simple gesto, invocó las antiguas fuerzas que todavía recordaban su nombre. Los objetos en su pequeña guarida —libros encuadernados en piel, relojes detenidos, hilos de vida entrelazados— comenzaron a flotar a su alrededor, envueltos en un halo de sombras vivas. Atropos no necesitaba más de este mundo que su soledad y su propósito.

    Esa noche, mientras la ciudad dormía, abrió un portal que olía a tierra mojada, a raíces antiguas y a musgo. La entrada era apenas una grieta invisible para los ojos humanos, pero para ella era un camino abierto hacia un lugar olvidado: un bosque tan denso y oscuro que ni el sol se atrevía a filtrarse entre sus copas. Allí, en lo profundo, la esperaba una mansión antigua, de piedra negra y torres que rozaban las nubes bajas, como si quisieran desgarrarlas.

    La mansión era perfecta. Difícil de encontrar, aún más difícil de recordar. Sus muros susurraban nombres de aquellos que habían intentado acercarse y nunca regresaron. Atropos sonrió por primera vez en siglos. Aquí no habría gritos molestos, ni promesas rotas flotando en el aire. Solo el crujir del viento entre árboles muertos y el latido suave del tiempo detenido.

    Sus cosas aterrizaron suavemente dentro de la casa, ubicándose como si siempre hubieran pertenecido allí. Atropos cerró la pesada puerta de roble detrás de ella, dejando el mundo humano atrás, como un recuerdo desvaído y sin importancia.

    Finalmente, estaba en casa.
    El atardecer bañaba de rojo la azotea de la ciudad, pero Atropos ya no miraba el horizonte con la melancolía de otros tiempos. Sus ojos, que alguna vez encontraron belleza en el caos humano, ahora solo veían hastío. Harta del bullicio, del eco de vidas efímeras que no significaban nada, se levantó de su vieja silla de hierro forjado. No más paredes grafiteadas, no más humo, no más risas vacías flotando en el aire como burbujas a punto de estallar. Con un simple gesto, invocó las antiguas fuerzas que todavía recordaban su nombre. Los objetos en su pequeña guarida —libros encuadernados en piel, relojes detenidos, hilos de vida entrelazados— comenzaron a flotar a su alrededor, envueltos en un halo de sombras vivas. Atropos no necesitaba más de este mundo que su soledad y su propósito. Esa noche, mientras la ciudad dormía, abrió un portal que olía a tierra mojada, a raíces antiguas y a musgo. La entrada era apenas una grieta invisible para los ojos humanos, pero para ella era un camino abierto hacia un lugar olvidado: un bosque tan denso y oscuro que ni el sol se atrevía a filtrarse entre sus copas. Allí, en lo profundo, la esperaba una mansión antigua, de piedra negra y torres que rozaban las nubes bajas, como si quisieran desgarrarlas. La mansión era perfecta. Difícil de encontrar, aún más difícil de recordar. Sus muros susurraban nombres de aquellos que habían intentado acercarse y nunca regresaron. Atropos sonrió por primera vez en siglos. Aquí no habría gritos molestos, ni promesas rotas flotando en el aire. Solo el crujir del viento entre árboles muertos y el latido suave del tiempo detenido. Sus cosas aterrizaron suavemente dentro de la casa, ubicándose como si siempre hubieran pertenecido allí. Atropos cerró la pesada puerta de roble detrás de ella, dejando el mundo humano atrás, como un recuerdo desvaído y sin importancia. Finalmente, estaba en casa.
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  • Una entidad más allá de la consciencia, considerada la madre forjadora del destino. Alabada y bendecida por sus seguidores, Maiev: La Bruja del Vórtice, empezó sus días con las intenciones más puras y solemnes, deseaba ayudar a la humanidad, encaminarla por un camino de esperanza y compasión.

    Pero hasta una mujer solitaria como ella necesita compañía. El día que nació, el reino tembló y los bosques susurraron su nombre: Chronos. Un bebé tan brillante como el Sol, ojos color carmín, fina piel blanca como porcelana y albino. Cayó rendida al encanto del infante, por primera vez en siglos de soledad nació el interés romántico de poseer a ese hombre.

    Se corrompió. Maquino todo un plan y se deshizo de sus padres apareciendo frente a él como un ángel guardián que le cuidaría hasta el fin de sus días. Chronos, era puro e inocente con una capacidad intelectual elevada a su corta edad. Le regaló compañía, conocimiento, comodidad y afecto que escaló hasta la intimidad cuando apenas el joven cumplió 15 años.

    Chronos deseaba explorar el mundo, deseaba encontrar su propósito, su propio camino. Pero Maiev se llenó de celos con la propuesta, lo dejaría partir siempre y cuando ella lo acompañará en su descubrimiento. Y juntos viajaron por el mundo corrupto.

    La putrefacción de la humanidad enfermo, sus guerras por pedazos de tierra, el odio, el dolor, la fatiga... Chronos en su inexperiencia sintió una cosa: placer. Amaba la sangre derramada sin sentido, los lamentos de un pueblo abandonado, la tiranía de los gobernantes, él quería tomar ese lugar y levantarse por encima de todos.

    Pero Maiev no estaba convencida del todo con esta versión, aunque lo amaba con locura.

    To be continued...
    Una entidad más allá de la consciencia, considerada la madre forjadora del destino. Alabada y bendecida por sus seguidores, Maiev: La Bruja del Vórtice, empezó sus días con las intenciones más puras y solemnes, deseaba ayudar a la humanidad, encaminarla por un camino de esperanza y compasión. Pero hasta una mujer solitaria como ella necesita compañía. El día que nació, el reino tembló y los bosques susurraron su nombre: Chronos. Un bebé tan brillante como el Sol, ojos color carmín, fina piel blanca como porcelana y albino. Cayó rendida al encanto del infante, por primera vez en siglos de soledad nació el interés romántico de poseer a ese hombre. Se corrompió. Maquino todo un plan y se deshizo de sus padres apareciendo frente a él como un ángel guardián que le cuidaría hasta el fin de sus días. Chronos, era puro e inocente con una capacidad intelectual elevada a su corta edad. Le regaló compañía, conocimiento, comodidad y afecto que escaló hasta la intimidad cuando apenas el joven cumplió 15 años. Chronos deseaba explorar el mundo, deseaba encontrar su propósito, su propio camino. Pero Maiev se llenó de celos con la propuesta, lo dejaría partir siempre y cuando ella lo acompañará en su descubrimiento. Y juntos viajaron por el mundo corrupto. La putrefacción de la humanidad enfermo, sus guerras por pedazos de tierra, el odio, el dolor, la fatiga... Chronos en su inexperiencia sintió una cosa: placer. Amaba la sangre derramada sin sentido, los lamentos de un pueblo abandonado, la tiranía de los gobernantes, él quería tomar ese lugar y levantarse por encima de todos. Pero Maiev no estaba convencida del todo con esta versión, aunque lo amaba con locura. To be continued...
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  • —Solo es otro tipo de cacería…

    Los que fuimos forjados para esto no nos detenemos a contemplar.

    Un cazador está hecho para cazar.
    —Solo es otro tipo de cacería… Los que fuimos forjados para esto no nos detenemos a contemplar. Un cazador está hecho para cazar.
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  • Observé el gran salón con una mezcla de orgullo y satisfacción. La restauración había sido un trabajo arduo, pero ahora todo brillaba con una elegancia atemporal.

    Los altos ventanales de vitral filtraban la luz con un resplandor dorado, mientras los espejos y las lámparas realzaban la calidez del lugar. Las mesas, dispuestas con precisión, esperaban a sus futuros comensales, y los detalles en hierro forjado en el balcón agregaban un aire refinado. Todo evocaba el esplendor del siglo XIX, pero con un toque de mi propia esencia.

    Después de meses de esfuerzo, mi visión se había materializado. Mi refugio, mi sueño… estaba listo.

    "La Maison Sucrée", pronto abriria sus puertas.
    Observé el gran salón con una mezcla de orgullo y satisfacción. La restauración había sido un trabajo arduo, pero ahora todo brillaba con una elegancia atemporal. Los altos ventanales de vitral filtraban la luz con un resplandor dorado, mientras los espejos y las lámparas realzaban la calidez del lugar. Las mesas, dispuestas con precisión, esperaban a sus futuros comensales, y los detalles en hierro forjado en el balcón agregaban un aire refinado. Todo evocaba el esplendor del siglo XIX, pero con un toque de mi propia esencia. Después de meses de esfuerzo, mi visión se había materializado. Mi refugio, mi sueño… estaba listo. "La Maison Sucrée", pronto abriria sus puertas.
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  • - No cuides de mi, no temas por mi, el acero puede ser forjado y transformado por fuego y aún asi carecerá de sentimientos, él que escribe versos vive no siente, ave mía ave Basilia que la vida te sonría y en el día no llores mi partida, porque todo acaba, todo es momento, sin más y sin menos somos ilusiones, aveces tiernas aveces perversas y ninguna ha de ser mi pertenecía .
    - No cuides de mi, no temas por mi, el acero puede ser forjado y transformado por fuego y aún asi carecerá de sentimientos, él que escribe versos vive no siente, ave mía ave Basilia que la vida te sonría y en el día no llores mi partida, porque todo acaba, todo es momento, sin más y sin menos somos ilusiones, aveces tiernas aveces perversas y ninguna ha de ser mi pertenecía .
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  • El lobo camina solo, pero su sombra cubre todo su territorio, en lo más profundo de los bosques canadienses, donde la luna ilumina la nieve y el viento lleva secretos antiguos, un nombre resuena entre los susurros de la noche, Anthork. Un Alpha nacido del rechazo, forjado en la soledad y temido por quienes han intentado desafiarlo. Su dominio no se basa en la clemencia, sino en la fuerza, en la mirada afilada de un depredador que no perdona debilidades.

    Dicen que su sangre lleva la herencia de los antiguos lobos, aquellos que cazaban bajo el manto de la luna roja. Que su instinto es letal, su juicio inquebrantable, y su furia… incontrolable. Pero en su interior arde un dilema más feroz que cualquier batalla, la lucha entre la bestia y el hombre. Porque aunque su esencia es salvaje, su alma todavía recuerda lo que significa proteger.

    No es un héroe. No es un villano. Es el equilibrio entre la oscuridad y la luz.
    Y si decides cruzarte en su camino, más te vale saber en qué lado quieres estar, por las buenas puede ser muy bueno, pero por las malas.. es aún peor.

    ¿Qué decides?
    ➰El lobo camina solo, pero su sombra cubre todo su territorio, en lo más profundo de los bosques canadienses, donde la luna ilumina la nieve y el viento lleva secretos antiguos, un nombre resuena entre los susurros de la noche, Anthork. Un Alpha nacido del rechazo, forjado en la soledad y temido por quienes han intentado desafiarlo. Su dominio no se basa en la clemencia, sino en la fuerza, en la mirada afilada de un depredador que no perdona debilidades. Dicen que su sangre lleva la herencia de los antiguos lobos, aquellos que cazaban bajo el manto de la luna roja. Que su instinto es letal, su juicio inquebrantable, y su furia… incontrolable. Pero en su interior arde un dilema más feroz que cualquier batalla, la lucha entre la bestia y el hombre. Porque aunque su esencia es salvaje, su alma todavía recuerda lo que significa proteger. No es un héroe. No es un villano. Es el equilibrio entre la oscuridad y la luz. Y si decides cruzarte en su camino, más te vale saber en qué lado quieres estar, por las buenas puede ser muy bueno, pero por las malas.. es aún peor. ¿Qué decides?
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  • Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia.

    Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo.

    Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera.

    La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada?

    Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas.

    Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos.

    Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
    Jimoto llevaba años recorriendo el mundo, documentando sus viajes, conociendo nuevas culturas y enfrentando desafíos que pusieran a prueba su espíritu aventurero. Sin embargo, en su interior, siempre había sentido que algo le faltaba, una pieza perdida en el rompecabezas de su existencia. Desde pequeño, recordaba haber visto una fotografía en la habitación de su madre adoptiva, Mikasa. En la imagen, ella aparecía junto a un grupo de personas que Jimoto no reconocía, todos sonriendo mientras sostenían siete esferas brillantes de color ámbar, cada una decorada con pequeñas estrellas. Cuando era niño, había preguntado por aquella foto, pero Mikasa solo sonreía con nostalgia y le decía que era un recuerdo de otro tiempo. Años después, mientras exploraba una biblioteca antigua en un pueblo remoto, Jimoto encontró un manuscrito que hablaba de aquellas misteriosas esferas. Según el relato, quien reuniera las siete recibiría la oportunidad de ver cumplido un único deseo, sin importar cuán imposible pareciera. La revelación lo dejó inquieto. ¿Por qué Mikasa tenía una foto con esas esferas? ¿Quiénes eran las personas que la acompañaban? Y lo más importante, ¿qué había ocurrido con ellas y con las esferas después de que la foto fuera tomada? Sin recuerdos de su infancia más temprana, Jimoto siempre había sentido que su pasado estaba lleno de sombras. Había fragmentos de memorias que no lograba conectar, preguntas que nadie podía responder. Ahora, tenía un objetivo claro: encontrar las siete esferas y pedir como deseo la recuperación de sus memorias perdidas. Su travesía lo llevaría a cruzarse con aliados y enemigos, desde mercenarios que también codiciaban su poder hasta sabios que custodiaban antiguos secretos. Entre ellos, Shunrei, el dragón azul con el que había forjado una inquebrantable amistad, sería su mayor apoyo, ayudándolo a descifrar los enigmas ocultos y protegiéndolo en los momentos más críticos. Pero conforme Jimoto se acercaba más a la verdad, no podía evitar preguntarse: si recuperaba sus memorias… ¿estaría preparado para enfrentarlas?
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  • Aquel día llovía de una forma implacable. Derritiendo la nieve residual que se había acumulado días atrás.

    A Kazuo los días así le hacían tener sentimientos encontrados. Antes los odiaba, pues bajo el manto del agua, había vivido uno de los peores momentos de su existencia. Las inocentes gotas abrian unas cicatrices que, a pesar de los siglos, seguían sin sanar, sin dejar de doler. Muerte, desesperación, rabia, tristeza... Un cúmulo de hechos y sentimientos que se agolpaban uno detrás de otro sin dar opción a desconexión.

    Pero entonces; ¿Por qué veía algo de luz en aquellos días sombríos?.

    Era por qué en estos había forjados nuevos recuerdos; Amor, pasión, felicidad plena y real. Unos recuerdos que contrastaban con con otros que parecían pertenecer a otra vida totalmente distinta.

    Este recibida bajo el torrente aquella vorágine de sentimientos. Sus lágrimas eran camufladas por las cristalinas gotas, y sus suspiros enmudecidos por los truenos que reverberaba sin cesar; ahogando cualquier indicio de su mal estar.

    Al zorro seguía sin gustarle los días de lluvia. Pero esto quizás podría cambiar con el paso del tiempo. Ahora, más que nunca, sentía que comenzaba a vivir.
    Aquel día llovía de una forma implacable. Derritiendo la nieve residual que se había acumulado días atrás. A Kazuo los días así le hacían tener sentimientos encontrados. Antes los odiaba, pues bajo el manto del agua, había vivido uno de los peores momentos de su existencia. Las inocentes gotas abrian unas cicatrices que, a pesar de los siglos, seguían sin sanar, sin dejar de doler. Muerte, desesperación, rabia, tristeza... Un cúmulo de hechos y sentimientos que se agolpaban uno detrás de otro sin dar opción a desconexión. Pero entonces; ¿Por qué veía algo de luz en aquellos días sombríos?. Era por qué en estos había forjados nuevos recuerdos; Amor, pasión, felicidad plena y real. Unos recuerdos que contrastaban con con otros que parecían pertenecer a otra vida totalmente distinta. Este recibida bajo el torrente aquella vorágine de sentimientos. Sus lágrimas eran camufladas por las cristalinas gotas, y sus suspiros enmudecidos por los truenos que reverberaba sin cesar; ahogando cualquier indicio de su mal estar. Al zorro seguía sin gustarle los días de lluvia. Pero esto quizás podría cambiar con el paso del tiempo. Ahora, más que nunca, sentía que comenzaba a vivir.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Soy el hueso de mi espada...
    Acero es mi cuerpo y fuego es mi sangre.
    He creado más de mil espadas.
    Desconocido por la muerte.
    Ignorado por la vida.
    He soportado gran dolor para crear infinidad de armas.
    Sin embargo, estas manos jamás sostendrán nada.
    Así que rezo... ¡Unlimited Blade Works!

    https://www.youtube.com/watch?v=edVqZNTxCn4

    Archer el Héroe de Hierro Forjado
    Soy el hueso de mi espada... Acero es mi cuerpo y fuego es mi sangre. He creado más de mil espadas. Desconocido por la muerte. Ignorado por la vida. He soportado gran dolor para crear infinidad de armas. Sin embargo, estas manos jamás sostendrán nada. Así que rezo... ¡Unlimited Blade Works! https://www.youtube.com/watch?v=edVqZNTxCn4 Archer el Héroe de Hierro Forjado :STK-13:
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