Nᴏ ᴛᴇ ᴍᴇᴛᴀs ᴄᴏɴ ʟᴏs ϙᴜᴇ ϙᴜɪᴇʀᴏ ᴘᴏʀϙᴜᴇ ɴᴏ ʀᴇsᴘᴏɴᴅᴏ.

———Acerca de mí———
⁠♡Nombre: Elisabetta Di Vincenzo Fitzgerald
⁠♡País natal: Italia (Cicilia)
⁠♡Estatura: 1.70 cm
⁠♡Peso: 59 kg
⁠♡Padre: Niccolò Di Vincenzo (Italia)
⁠♡Madre: Erin Fitzgerald (Irlanda)
⁠♡Familia / Mafia: La cosa nostra
⁠♡Apodo: farfalla della morte. (Mariposa de la muerte)
♡Sexo: Femenino
♡Cumpleaños: Octubre 29
♡Estado: Soltero
♡Religión: Ateo
♡Educación: Doctorado
♡Ubicación: Cicilia, Italia
♡Orientación Sexual: Heterosexual
♡Bebedor: Socialmente
♡Fumador: Socialmente
♡Políticas: Muy liberal
———Apariencia———
♡Etnia: Blanco/Caucásico
♡Tipo de Cuerpo: Delgado
♡Color de Cabello: Rubio
♡Color de Ojos: Morado
  • Género Femenino
  • Raza Humana
  • Fandom Fam. Di Vincenzo.
  • Lider "La cosa nostra"
  • Soltero(a)
  • Cumpleaños 29 de octubre
  • 193 Publicaciones
  • 227 Escenas
  • Se unió en agosto 2023
  • 87 Visitas perfil
Otra información
  • Tipo de personaje
    2D
  • Longitud narrativa
    Una línea , Semi-párrafo , Párrafo
  • Categorías de rol
    Acción , Aventura , Comedia , Drama , Romance , Slice of Life , Original , Otros , NSFW (+18)
Publicaciones Recientes
  • Había viajado a Alemania para resolver ciertos asuntos que venían perturbando a los Di Vincenzo. El territorio italiano les pertenecía, pero los alemanes comenzaban, poco a poco, a disputarles terreno. La rubia no estaba dispuesta a permitirlo, así que decidió enfrentar directamente al líder de la mafia alemana, el reconocido Klaus Reichenbach.

    Sabía que nada sería fácil. El primer intento de asesinato se dio la misma noche de su llegada, en el hotel donde se hospedaba. Mientras se desvestía para tomar una ducha, percibió algo extraño. Una sombra, apenas visible, se ocultaba entre las puertas entreabiertas del inmenso clóset.

    Una sonrisa ladeada asomó en sus labios. Con la rapidez y destreza que la caracterizaban, se abalanzó sobre el intruso, lo sacó de su escondite y lo arrojó al suelo con fuerza, colocando su pie—todavía con zapatillas—sobre su garganta.

    —Vaya, qué seguridad tan lamentable tiene este lugar —soltó con desprecio—. ¿De verdad pensaste que soy solo una muñeca de porcelana sin cerebro? No, cariño... no soy solo eso.

    Con un gesto frío y calculado, retiró el pie de su garganta y lo ayudó a levantarse con una aparente cortesía que helaba la sangre.

    —Ahora lárgate, y dile a ese pendejo que no va a impedir que le arranque las tripas. Y si no lo haces… te buscaré, y te las sacaré a ti.

    Le abrió la puerta con elegancia, como si lo estuviera despidiendo de una reunión de negocios, y esperó en silencio hasta que abandonara la habitación.
    Había viajado a Alemania para resolver ciertos asuntos que venían perturbando a los Di Vincenzo. El territorio italiano les pertenecía, pero los alemanes comenzaban, poco a poco, a disputarles terreno. La rubia no estaba dispuesta a permitirlo, así que decidió enfrentar directamente al líder de la mafia alemana, el reconocido Klaus Reichenbach. Sabía que nada sería fácil. El primer intento de asesinato se dio la misma noche de su llegada, en el hotel donde se hospedaba. Mientras se desvestía para tomar una ducha, percibió algo extraño. Una sombra, apenas visible, se ocultaba entre las puertas entreabiertas del inmenso clóset. Una sonrisa ladeada asomó en sus labios. Con la rapidez y destreza que la caracterizaban, se abalanzó sobre el intruso, lo sacó de su escondite y lo arrojó al suelo con fuerza, colocando su pie—todavía con zapatillas—sobre su garganta. —Vaya, qué seguridad tan lamentable tiene este lugar —soltó con desprecio—. ¿De verdad pensaste que soy solo una muñeca de porcelana sin cerebro? No, cariño... no soy solo eso. Con un gesto frío y calculado, retiró el pie de su garganta y lo ayudó a levantarse con una aparente cortesía que helaba la sangre. —Ahora lárgate, y dile a ese pendejo que no va a impedir que le arranque las tripas. Y si no lo haces… te buscaré, y te las sacaré a ti. Le abrió la puerta con elegancia, como si lo estuviera despidiendo de una reunión de negocios, y esperó en silencio hasta que abandonara la habitación.
    Me endiabla
    Me gusta
    Me encocora
    7
    0 turnos 0 maullidos
  • En el corazón de Sicilia, donde el sol acaricia las hojas de los olivos centenarios y el perfume de las flores silvestres se mezcla con la brisa, se encuentra la majestuosa villa Di Vincenzo. Allí, entre jardines meticulosamente cuidados, camina la figura elegante y cautivadora de Elisabetta Di Vincenzo, la temida y admirada “Farfalla della Morte”.

    Esa tarde, el cielo estaba despejado y el murmullo de las fuentes de mármol armonizaba con el canto de los pájaros. Elisabetta había decidido salir a pasear, deseando un momento de calma entre las sombras de los cipreses y los setos perfectamente recortados. Llevaba un suéter negro ceñido que realzaba su figura esbelta, una falda de cuadros que se ajustaba con gracia a sus caderas, medias oscuras que hacían juego con sus tacones negros de charol, altos y firmes como su determinación. Su larga melena rubia caía libre sobre sus hombros, brillando bajo los rayos dorados de la tarde. Sus ojos violetas, penetrantes como dagas, destellaban entre la luz y la sombra mientras observaba los caminos que su padre había mandado a construir años atrás.

    Se sentó con elegancia sobre una de las bancas de hierro forjado, cruzando las piernas con la naturalidad de una reina, dejando que el silencio la envolviera. Apoyó el mentón en una mano, y su expresión —mezcla de melancolía y poder contenido— hablaba de los años que habían pasado, de los secretos que guardaban esos jardines donde de niña había jugado con Flavio. Todo lo que la rodeaba era suyo, y sin embargo, el peso del imperio Di Vincenzo no dejaba de hacer sombra incluso en la más tranquila de sus tardes.

    Pero no se quebraba. No podía. Porque en su mundo, la debilidad era una oportunidad para los enemigos. Así, incluso en medio del perfume de las camelias y el trinar de los jilgueros, Elisabetta se mantenía alerta, regia y en control. La villa era su reino, y los jardines, su refugio y trinchera.

    Esa escena, congelada en el tiempo como una pintura renacentista, era prueba viva de lo que ella representaba: belleza, fuerza, y un destino trazado con sangre y gloria.

    En el corazón de Sicilia, donde el sol acaricia las hojas de los olivos centenarios y el perfume de las flores silvestres se mezcla con la brisa, se encuentra la majestuosa villa Di Vincenzo. Allí, entre jardines meticulosamente cuidados, camina la figura elegante y cautivadora de Elisabetta Di Vincenzo, la temida y admirada “Farfalla della Morte”. Esa tarde, el cielo estaba despejado y el murmullo de las fuentes de mármol armonizaba con el canto de los pájaros. Elisabetta había decidido salir a pasear, deseando un momento de calma entre las sombras de los cipreses y los setos perfectamente recortados. Llevaba un suéter negro ceñido que realzaba su figura esbelta, una falda de cuadros que se ajustaba con gracia a sus caderas, medias oscuras que hacían juego con sus tacones negros de charol, altos y firmes como su determinación. Su larga melena rubia caía libre sobre sus hombros, brillando bajo los rayos dorados de la tarde. Sus ojos violetas, penetrantes como dagas, destellaban entre la luz y la sombra mientras observaba los caminos que su padre había mandado a construir años atrás. Se sentó con elegancia sobre una de las bancas de hierro forjado, cruzando las piernas con la naturalidad de una reina, dejando que el silencio la envolviera. Apoyó el mentón en una mano, y su expresión —mezcla de melancolía y poder contenido— hablaba de los años que habían pasado, de los secretos que guardaban esos jardines donde de niña había jugado con Flavio. Todo lo que la rodeaba era suyo, y sin embargo, el peso del imperio Di Vincenzo no dejaba de hacer sombra incluso en la más tranquila de sus tardes. Pero no se quebraba. No podía. Porque en su mundo, la debilidad era una oportunidad para los enemigos. Así, incluso en medio del perfume de las camelias y el trinar de los jilgueros, Elisabetta se mantenía alerta, regia y en control. La villa era su reino, y los jardines, su refugio y trinchera. Esa escena, congelada en el tiempo como una pintura renacentista, era prueba viva de lo que ella representaba: belleza, fuerza, y un destino trazado con sangre y gloria.
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    8
    4 turnos 0 maullidos
  • Me gusta
    Me encocora
    5
    0 comentarios 0 compartidos
  • Elisabetta caminaba por las calles de Trastevere con un leve cosquilleo en el estómago. No era una sensación que conociera bien; el nerviosismo no solía tener cabida en su vida. Y sin embargo, ahí estaba: apretando suavemente las correas de su mochila de mezclilla mientras recorría el adoquinado con sus botines negros resonando suavemente en cada paso. Vestía de manera sorprendentemente casual para ser ella: jeans ajustados, una blusa de algodón de manga tres cuartos y cuello ligeramente alto que abrazaba su figura con discreción, y el cabello rubio cayendo suelto sobre su espalda.

    Esa noche no era la Farfalla della Morte, líder implacable de una de las organizaciones más temidas de Italia. Esa noche, era solo Elisabetta. Una mujer que esperaba una cita.

    Eligió un pequeño restaurante que había visitado años atrás, cuando la vida era más sencilla. La Lanterna Verde, un rincón discreto en una calle estrecha, adornado con faroles de hierro forjado y parras trepando por la fachada. Afuera, las mesas se acomodaban bajo una pérgola cubierta de luces cálidas que titilaban como luciérnagas suspendidas en el aire. El aroma a albahaca fresca y pan recién horneado impregnaba el ambiente.

    Se sentó en una mesa cerca de la esquina, desde donde podía ver claramente la entrada, y sacó su celular. Sus dedos dudaron un instante antes de escribirle a Ryan:

    "Buonasera, Ryan . Estoy en un lugar encantador en Trastevere que se llama La Lanterna Verde. Es tranquilo, acogedor… pensé que podríamos conversar sin prisas. Estoy en la terraza, en una mesa hacia la esquina. Te estaré esperando."

    Le dio a enviar y apoyó el teléfono sobre la mesa con un leve suspiro. Sus ojos violetas recorrían distraídamente el entorno, sin dejar de lanzar miradas hacia la entrada cada tanto. Había algo casi adolescente en esa espera, una inquietud que no lograba calmar ni siquiera con la familiaridad del entorno.

    Cuando lo viera llegar, pensó, lo recibiría con una sonrisa serena. No fingida, no forzada. Cordial, sí, pero también honesta. Porque esa noche, por muy extraño que le pareciera, quería compartir un pedacito de su mundo con alguien… sin necesidad de protegerse. Solo ella. Solo Elisabetta.

    Elisabetta caminaba por las calles de Trastevere con un leve cosquilleo en el estómago. No era una sensación que conociera bien; el nerviosismo no solía tener cabida en su vida. Y sin embargo, ahí estaba: apretando suavemente las correas de su mochila de mezclilla mientras recorría el adoquinado con sus botines negros resonando suavemente en cada paso. Vestía de manera sorprendentemente casual para ser ella: jeans ajustados, una blusa de algodón de manga tres cuartos y cuello ligeramente alto que abrazaba su figura con discreción, y el cabello rubio cayendo suelto sobre su espalda. Esa noche no era la Farfalla della Morte, líder implacable de una de las organizaciones más temidas de Italia. Esa noche, era solo Elisabetta. Una mujer que esperaba una cita. Eligió un pequeño restaurante que había visitado años atrás, cuando la vida era más sencilla. La Lanterna Verde, un rincón discreto en una calle estrecha, adornado con faroles de hierro forjado y parras trepando por la fachada. Afuera, las mesas se acomodaban bajo una pérgola cubierta de luces cálidas que titilaban como luciérnagas suspendidas en el aire. El aroma a albahaca fresca y pan recién horneado impregnaba el ambiente. Se sentó en una mesa cerca de la esquina, desde donde podía ver claramente la entrada, y sacó su celular. Sus dedos dudaron un instante antes de escribirle a Ryan: "Buonasera, [Ryan_Al_72]. Estoy en un lugar encantador en Trastevere que se llama La Lanterna Verde. Es tranquilo, acogedor… pensé que podríamos conversar sin prisas. Estoy en la terraza, en una mesa hacia la esquina. Te estaré esperando." Le dio a enviar y apoyó el teléfono sobre la mesa con un leve suspiro. Sus ojos violetas recorrían distraídamente el entorno, sin dejar de lanzar miradas hacia la entrada cada tanto. Había algo casi adolescente en esa espera, una inquietud que no lograba calmar ni siquiera con la familiaridad del entorno. Cuando lo viera llegar, pensó, lo recibiría con una sonrisa serena. No fingida, no forzada. Cordial, sí, pero también honesta. Porque esa noche, por muy extraño que le pareciera, quería compartir un pedacito de su mundo con alguien… sin necesidad de protegerse. Solo ella. Solo Elisabetta.
    Me endiabla
    Me gusta
    Me encocora
    4
    8 turnos 0 maullidos
  • Elisabetta Di Vincenzo @farfalladellamorte

    A veces me pregunto si el camino que elegí fue realmente mío… o si simplemente seguí los pasos que el destino —o mi apellido— me trazaron.

    Lidero La Cosa Nostra. Soy el poder, el respeto, el temor. Cada decisión que tomo pesa como plomo y deja huella. Y sin embargo… en medio de todo eso, hay algo más que late dentro de mí.

    Diseñar. Crear. Soñar con telas, formas, pasarelas. Quiero ser más que una sombra elegante con un revólver escondido bajo el abrigo de lujo. Quiero vestir al mundo con lo que llevo en el alma.

    Pero, ¿puede una mariposa salir del capullo cuando ya ha aprendido a volar entre las sombras?
    ¿Puedo ser ambas cosas? ¿O tendré que elegir entre la sangre… y la seda?

    No tengo la respuesta. Solo sé que algo dentro de mí pide un nuevo comienzo.

    —E.


    🦋 Elisabetta Di Vincenzo 🦋@farfalladellamorte A veces me pregunto si el camino que elegí fue realmente mío… o si simplemente seguí los pasos que el destino —o mi apellido— me trazaron. Lidero La Cosa Nostra. Soy el poder, el respeto, el temor. Cada decisión que tomo pesa como plomo y deja huella. Y sin embargo… en medio de todo eso, hay algo más que late dentro de mí. Diseñar. Crear. Soñar con telas, formas, pasarelas. Quiero ser más que una sombra elegante con un revólver escondido bajo el abrigo de lujo. Quiero vestir al mundo con lo que llevo en el alma. Pero, ¿puede una mariposa salir del capullo cuando ya ha aprendido a volar entre las sombras? ¿Puedo ser ambas cosas? ¿O tendré que elegir entre la sangre… y la seda? No tengo la respuesta. Solo sé que algo dentro de mí pide un nuevo comienzo. —E.
    Me gusta
    Me endiabla
    Me encocora
    8
    0 turnos 0 maullidos
  • Un pequeño descanso antes de volver a mi ritmo de trabajo habitual, los enemigos están al acecho.
    Un pequeño descanso antes de volver a mi ritmo de trabajo habitual, los enemigos están al acecho.
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    10
    6 turnos 0 maullidos
Ver más…