Nᴏ ᴛᴇ ᴍᴇᴛᴀs ᴄᴏɴ ʟᴏs ϙᴜᴇ ϙᴜɪᴇʀᴏ ᴘᴏʀϙᴜᴇ ɴᴏ ʀᴇsᴘᴏɴᴅᴏ.

———Acerca de mí———
⁠♡Nombre: Elisabetta Di Vincenzo Fitzgerald
⁠♡País natal: Italia (Cicilia)
⁠♡Estatura: 1.70 cm
⁠♡Peso: 59 kg
⁠♡Padre: Niccolò Di Vincenzo (Italia)
⁠♡Madre: Erin Fitzgerald (Irlanda)
⁠♡Familia / Mafia: La cosa nostra
⁠♡Apodo: farfalla della morte. (Mariposa de la muerte)
♡Sexo: Femenino
♡Cumpleaños: Octubre 29
♡Estado: Soltero
♡Religión: Ateo
♡Educación: Doctorado
♡Ubicación: Cicilia, Italia
♡Orientación Sexual: Heterosexual
♡Bebedor: Socialmente
♡Fumador: Socialmente
♡Políticas: Muy liberal
———Apariencia———
♡Etnia: Blanco/Caucásico
♡Tipo de Cuerpo: Delgado
♡Color de Cabello: Rubio
♡Color de Ojos: Morado
  • Género Femenino
  • Raza Humana
  • Fandom Fam. Di Vincenzo.
  • Lider "La cosa nostra"
  • Soltero(a)
  • Cumpleaños 29 de octubre
  • 205 Publicaciones
  • 238 Escenas
  • Se unió en agosto 2023
  • 93 Visitas perfil
Otra información
  • Tipo de personaje
    2D
  • Longitud narrativa
    Una línea , Semi-párrafo , Párrafo
  • Categorías de rol
    Acción , Aventura , Comedia , Drama , Romance , Slice of Life , Original , Otros , NSFW (+18)
Fijado
La mariposa de la muerte
HISTORIA:   Elisabetta Di Vincenzo nació en el seno de una de las familias mafiosas más poderosas de Italia. Desde pequeña, su mundo estuvo dividido entre la dulzura de su madre y la protección inquebrantable de su padre. A diferencia de la mayoría de los mafiosos, su padre nunca fue cruel con ella; al contrario, la trató como su tesoro...
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  • — ¿Que te cuesta andar así Khaleb Jaddour ? ¿Te vez genial?
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  • El sol del mediodía bañaba el penthouse con un resplandor casi celestial, haciendo relucir el mármol blanco y las molduras doradas que hablaban de un lujo sobrio, cuidadosamente calculado. Las cortinas se mecían con la brisa, y el murmullo lejano de la ciudad parecía un eco irrelevante frente al imperio silencioso que reinaba entre esas paredes.

    Elisabetta estaba sentada en su diván favorito, con una pierna cruzada sobre la otra, envuelta en una bata de seda marfil con bordes dorados. Sus uñas perfectas brillaban mientras sostenía la revista que uno de sus asistentes le había entregado minutos antes.

    EMPORIO MAGAZINE 2025.

    Ahí estaba ella, en la portada. Imponente, inalcanzable, con las gafas oscuras cubriéndole los ojos y una expresión que no dejaba espacio a dudas: era poder, era belleza, era peligro.

    "Moda, poder y muerte: la fórmula de Elisabetta di Vincenzo."
    "La mujer que convirtió los negocios en arte."

    Sus ojos amatistas recorrieron lentamente el titular. Ladeó el rostro apenas, como si saboreara cada palabra impresa con la misma intensidad con la que saboreaba una victoria bien ganada. Luego, sin apartar la mirada de la portada, dejó escapar una suave carcajada, apenas audible.

    —Les tomó tiempo entender... —musitó.

    En el margen inferior de la portada, una frase resaltada con picardía captó su atención:

    “¿Quién es el hombre que siempre la acompaña a todos lados? ¿Será su guardaespaldas como ella dice, o será algo más?”

    Elisabetta entrecerró los ojos y su sonrisa se transformó en una línea seductora de malicia pura. Apoyó el mentón sobre la mano con gesto teatral y elegante, y murmuró como si hablara consigo misma, aunque sabía que él estaba allí:

    —Les fascina especular... pero nadie entiende que el peligro real nunca se ve venir.

    El guardaespaldas, apostado discretamente a unos pasos, no dijo una palabra. Pero en su postura relajada había tensión contenida, como la de un león que observa, callado, esperando que alguien cruce la línea equivocada.

    Ella lo sabía. Siempre lo sabía.

    —¿Y tú? —preguntó, sin volverse, con voz suave pero cortante—. ¿Te molesta que empiecen a sospechar?

    Khaleb Jaddour
    El sol del mediodía bañaba el penthouse con un resplandor casi celestial, haciendo relucir el mármol blanco y las molduras doradas que hablaban de un lujo sobrio, cuidadosamente calculado. Las cortinas se mecían con la brisa, y el murmullo lejano de la ciudad parecía un eco irrelevante frente al imperio silencioso que reinaba entre esas paredes. Elisabetta estaba sentada en su diván favorito, con una pierna cruzada sobre la otra, envuelta en una bata de seda marfil con bordes dorados. Sus uñas perfectas brillaban mientras sostenía la revista que uno de sus asistentes le había entregado minutos antes. EMPORIO MAGAZINE 2025. Ahí estaba ella, en la portada. Imponente, inalcanzable, con las gafas oscuras cubriéndole los ojos y una expresión que no dejaba espacio a dudas: era poder, era belleza, era peligro. "Moda, poder y muerte: la fórmula de Elisabetta di Vincenzo." "La mujer que convirtió los negocios en arte." Sus ojos amatistas recorrieron lentamente el titular. Ladeó el rostro apenas, como si saboreara cada palabra impresa con la misma intensidad con la que saboreaba una victoria bien ganada. Luego, sin apartar la mirada de la portada, dejó escapar una suave carcajada, apenas audible. —Les tomó tiempo entender... —musitó. En el margen inferior de la portada, una frase resaltada con picardía captó su atención: “¿Quién es el hombre que siempre la acompaña a todos lados? ¿Será su guardaespaldas como ella dice, o será algo más?” Elisabetta entrecerró los ojos y su sonrisa se transformó en una línea seductora de malicia pura. Apoyó el mentón sobre la mano con gesto teatral y elegante, y murmuró como si hablara consigo misma, aunque sabía que él estaba allí: —Les fascina especular... pero nadie entiende que el peligro real nunca se ve venir. El guardaespaldas, apostado discretamente a unos pasos, no dijo una palabra. Pero en su postura relajada había tensión contenida, como la de un león que observa, callado, esperando que alguien cruce la línea equivocada. Ella lo sabía. Siempre lo sabía. —¿Y tú? —preguntó, sin volverse, con voz suave pero cortante—. ¿Te molesta que empiecen a sospechar? [cosmic_beryl_zebra_425]
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    — A veces quisiera desaparecer sin dejar huella, luego recuerdo que para mí es casi imposible hacer eso y no se me pasa, pero lo trato de superar.

    Se habla a si misma viéndose a un espejo.
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    “Recuerdos de Elisabetta”

    Permanecía en silencio frente al ventanal antiguo del palazzo, donde la luz del atardecer entraba como oro líquido y acariciaba su piel. Vestía un delicado vestido de seda color champán, bordado con hilos dorados que parecían haber sido tejidos por los dioses mismos. Sus rizos rubios caían sobre sus hombros desnudos como cascadas de luz, y sus ojos, de un violeta profundo, parecían perdidos en otro tiempo.

    Entre sus dedos sostenía un colgante antiguo: una mariposa en filigrana de oro, el mismo que solía llevar su madre, Erin Fitzgerald, antes de que la muerte se la llevara tan temprano. Aquella joya no tenía precio para Elisabetta. No por su valor material, sino por los recuerdos que cargaba en silencio.

    —“Mamá…”, murmuró, con una voz tan suave que apenas fue un suspiro. “¿Serías feliz si vieras en lo que me he convertido?”

    La habitación estaba en calma, pero en su mente resonaban risas pasadas. El eco de los pasos de su madre al entrar en la misma sala, el perfume a gardenias, la calidez de sus brazos. Todo eso estaba lejos… y sin embargo, tan presente como su propia piel.

    Elisabetta cerró los ojos, dejando que una sola lágrima cayera por su mejilla. No lloraba a menudo. Ser la “Farfalla della Morte” no le permitía tales debilidades. Pero en esos breves instantes de soledad, cuando la máscara se desvanecía, la niña que había perdido a su madre volvía a asomar.

    Se giró hacia el retrato colgado en la pared: Erin, joven, sonriente, abrazando a dos niños gemelos. Flavio y ella, cuando el mundo aún era cálido.

    —“He tomado el poder, mamma… como tú decías que haría. Pero a veces…” —su voz se quebró— “a veces solo quisiera volver a esos días en los que lo único que importaba era tu abrazo.”

    Elisabetta besó el colgante, luego lo dejó caer sobre su pecho, brillando con la misma intensidad que sus ojos.

    Y entonces, se giró hacia la puerta, su mirada endureciéndose de nuevo. La reina volvía al trono.

    Pero el recuerdo… ese nunca la abandonaría.
    “Recuerdos de Elisabetta” Permanecía en silencio frente al ventanal antiguo del palazzo, donde la luz del atardecer entraba como oro líquido y acariciaba su piel. Vestía un delicado vestido de seda color champán, bordado con hilos dorados que parecían haber sido tejidos por los dioses mismos. Sus rizos rubios caían sobre sus hombros desnudos como cascadas de luz, y sus ojos, de un violeta profundo, parecían perdidos en otro tiempo. Entre sus dedos sostenía un colgante antiguo: una mariposa en filigrana de oro, el mismo que solía llevar su madre, Erin Fitzgerald, antes de que la muerte se la llevara tan temprano. Aquella joya no tenía precio para Elisabetta. No por su valor material, sino por los recuerdos que cargaba en silencio. —“Mamá…”, murmuró, con una voz tan suave que apenas fue un suspiro. “¿Serías feliz si vieras en lo que me he convertido?” La habitación estaba en calma, pero en su mente resonaban risas pasadas. El eco de los pasos de su madre al entrar en la misma sala, el perfume a gardenias, la calidez de sus brazos. Todo eso estaba lejos… y sin embargo, tan presente como su propia piel. Elisabetta cerró los ojos, dejando que una sola lágrima cayera por su mejilla. No lloraba a menudo. Ser la “Farfalla della Morte” no le permitía tales debilidades. Pero en esos breves instantes de soledad, cuando la máscara se desvanecía, la niña que había perdido a su madre volvía a asomar. Se giró hacia el retrato colgado en la pared: Erin, joven, sonriente, abrazando a dos niños gemelos. Flavio y ella, cuando el mundo aún era cálido. —“He tomado el poder, mamma… como tú decías que haría. Pero a veces…” —su voz se quebró— “a veces solo quisiera volver a esos días en los que lo único que importaba era tu abrazo.” Elisabetta besó el colgante, luego lo dejó caer sobre su pecho, brillando con la misma intensidad que sus ojos. Y entonces, se giró hacia la puerta, su mirada endureciéndose de nuevo. La reina volvía al trono. Pero el recuerdo… ese nunca la abandonaría.
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  • Gracias, te quedó preciosa.
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