~ La niña que heredó la luna~

Mientras Lilith disfrutaba de tomar fotografías a la naturaleza y una que otra persona que pasaa por el bosque capturando la atención de la joven vio a un padre y su hija compartiendo un helado, un momento donde solo importaban ellos, recordando entonces aquel momento en que solo fueron ella y su padre.

"Una fría noche en el invernadero privado de la finca Blackwood una noche que prevee un cruel invierno por venir, pasadas las diez, la nieve cae suave. El mundo está en silencio.

Víctor Blackwood está sentado en un sillón de hierro forjado, rodeado de plantas dormidas. En sus manos, una copa de vino que no ha tocado. Frente a él, una pequeña figura se mueve entre las sombras con pasos suaves, como si el suelo la conociera.

Lilith, con su abrigo negro demasiado grande y su cabello blanco desordenado, aparece entre las ramas. Tiene una flor marchita en la mano.

—Papá… ¿las flores también se mueren cuando están tristes?— susurra en una tono suave y triste

Víctor la observa. Su rostro, siempre severo, se suaviza.

—Las flores mueren cuando dejan de luchar contra el frío, Pero algunas… renacen en primavera—

Lilith se acerca. Se sube al regazo de su padre sin pedir permiso. Él la acomoda con una naturalidad que no tiene con nadie más.

—¿Y mamá? ¿Ella era una flor?

Víctor cierra los ojos un instante. El vino sigue intacto.

—Tu madre era una tormenta disfrazada de jardín.... Y tú… tú eres su luna—

Lilith sonríe feliz de aquella respuesta pues conoció muy poco a su madre, cansada y con frío poya la cabeza en el pecho de su padre

—¿Entonces soy peligrosa?—

—Desde que naciste— musitó con una sonrisa triste

Ella saca un papel arrugado de su bolsillo. Es un dibujo: un castillo, una corona, y una figura pequeña con cabello blanco y con emoción y una brillo singular en su mirada se lo muestra a su padre

—Esta soy yo, Pero no tengo espada, porque no quiero pelear. Quiero mandar—

Víctor ríe, por primera vez en semanas. Una risa baja, rota, pero real.

—¿Y cómo mandarás sin pelear?—

—Con palabras. Y con miradas y si eso no funciona… con silencio.. como tú lo haces papá —

Víctor la abraza más fuerte. En ella ve a su esposa. En ella ve algo más peligroso: una heredera que no necesita gritar para ser escuchada.

—Prométeme que nunca dejarás que te apaguen— sus palabras mostraba nostálgia pero un amor sincero a la más pequeña de sus 11 hijos

—Solo si tú prometes que siempre me mirarás como ahora—

Él no responde. Solo la besa en la frente. La flor marchita cae al suelo. Y en ese instante, Víctor Blackwood deja de ser el hombre que gobierna imperios… y se convierte en un padre que teme perder lo único que aún le da luz. "


Apagó su cámara para bajarla y sacar su móvil con la única intension de llamar a su padre,

— papá ¿Estás ocupado? ... Genial ...tu luna te tiene una propuesta — sin más se alejaba lentamente del parque en dirección al estacionamiento para poder subir a su auto caminando con ese aire diversión y dulcura que solo ella sabía da a la perfección
~ La niña que heredó la luna~ Mientras Lilith disfrutaba de tomar fotografías a la naturaleza y una que otra persona que pasaa por el bosque capturando la atención de la joven vio a un padre y su hija compartiendo un helado, un momento donde solo importaban ellos, recordando entonces aquel momento en que solo fueron ella y su padre. "Una fría noche en el invernadero privado de la finca Blackwood una noche que prevee un cruel invierno por venir, pasadas las diez, la nieve cae suave. El mundo está en silencio. Víctor Blackwood está sentado en un sillón de hierro forjado, rodeado de plantas dormidas. En sus manos, una copa de vino que no ha tocado. Frente a él, una pequeña figura se mueve entre las sombras con pasos suaves, como si el suelo la conociera. Lilith, con su abrigo negro demasiado grande y su cabello blanco desordenado, aparece entre las ramas. Tiene una flor marchita en la mano. —Papá… ¿las flores también se mueren cuando están tristes?— susurra en una tono suave y triste Víctor la observa. Su rostro, siempre severo, se suaviza. —Las flores mueren cuando dejan de luchar contra el frío, Pero algunas… renacen en primavera— Lilith se acerca. Se sube al regazo de su padre sin pedir permiso. Él la acomoda con una naturalidad que no tiene con nadie más. —¿Y mamá? ¿Ella era una flor? Víctor cierra los ojos un instante. El vino sigue intacto. —Tu madre era una tormenta disfrazada de jardín.... Y tú… tú eres su luna— Lilith sonríe feliz de aquella respuesta pues conoció muy poco a su madre, cansada y con frío poya la cabeza en el pecho de su padre —¿Entonces soy peligrosa?— —Desde que naciste— musitó con una sonrisa triste Ella saca un papel arrugado de su bolsillo. Es un dibujo: un castillo, una corona, y una figura pequeña con cabello blanco y con emoción y una brillo singular en su mirada se lo muestra a su padre —Esta soy yo, Pero no tengo espada, porque no quiero pelear. Quiero mandar— Víctor ríe, por primera vez en semanas. Una risa baja, rota, pero real. —¿Y cómo mandarás sin pelear?— —Con palabras. Y con miradas y si eso no funciona… con silencio.. como tú lo haces papá — Víctor la abraza más fuerte. En ella ve a su esposa. En ella ve algo más peligroso: una heredera que no necesita gritar para ser escuchada. —Prométeme que nunca dejarás que te apaguen— sus palabras mostraba nostálgia pero un amor sincero a la más pequeña de sus 11 hijos —Solo si tú prometes que siempre me mirarás como ahora— Él no responde. Solo la besa en la frente. La flor marchita cae al suelo. Y en ese instante, Víctor Blackwood deja de ser el hombre que gobierna imperios… y se convierte en un padre que teme perder lo único que aún le da luz. " Apagó su cámara para bajarla y sacar su móvil con la única intension de llamar a su padre, — papá ¿Estás ocupado? ... Genial ...tu luna te tiene una propuesta — sin más se alejaba lentamente del parque en dirección al estacionamiento para poder subir a su auto caminando con ese aire diversión y dulcura que solo ella sabía da a la perfección
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