• 【 𝐑𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨 𝐮𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐞𝐣𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐭𝐮 … ¿𝐃𝐞𝐛𝐞𝐫í𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞𝐫𝐭𝐞? 】







    Su primera mascota fue un conejo blanco. Para un niño de apenas ocho años, aquel animal era el regalo perfecto, el símbolo de una inocencia que aún no había aprendido a temer. Pero también sería la última.

    No entendía del todo a su madre; a menudo, sus ojos lo atravesaban con odio, desprecio y asco. Sin embargo, en la soledad de la noche, lejos de miradas ajenas, ella dejaba dulces y pequeños obsequios acompañados de notas cariñosas.

    En esas notas, le aseguraba que lo amaba, pero que su afecto debía mantenerse en secreto. Decía que era un "juego" y que, al final, habría una gran recompensa. El pequeño niño rubio se aferraba a esas palabras como un náufrago a una tabla, ignorando la confusión que su joven corazón albergaba. Porque, aunque lo emocionaban los gestos de su madre, le dolía la frialdad que mostraba ante los demás. Su padre tampoco era un refugio; lo obligaba a cumplir órdenes que él no entendía ni quería ejecutar.

    Ojalá hubiera sabido que, aquellas notas, nunca fueron escritas por su madre, sino, por su cuidadora Camile.

    Fue una tarde cuando su madre tomo el conejo, se lo arrebato de sus brazos. Antes de que pudiera reaccionar, vio cómo el animal era lanzado al patio, directo al territorio de los perros.

    Los gritos desesperados del niño llenaron el aire. Intentó correr tras Bianca, pero un tirón fuerte en su brazo lo detuvo. Sus pequeños ojos dorados miraron a su madre buscando alguna clase de explicación. Pero en cambio ella lo alzó como si fuera un muñeco de trapo y, sosteniéndolo con fuerza, lo obligó a mirar.

    —No apartes la vista — Las palabras de ella eran frías mientras lo forzaba a presenciar cómo los perros se abalanzaban sobre el pequeño cuerpo del conejo.

    El pequeño niño sollozaba, retorciéndose en un intento inútil por liberarse. Las lágrimas rodaban por su rostro mientras su voz se quebraba en súplicas. Pero su madre no cedió, sujetándolo con fuerza para que viera el cruel espectáculo hasta el final.

    Cuando los perros se dispersaron, lo dejaron acercarse. Con las manos temblorosas, recogió lo que quedaba de Bianca. Su pequeño cuerpo temblaba, incapaz de articular palabra. Solo el temblor de su labio inferior hablaba de su terror y de la angustia que lo ahogaba.

    Desde lejos, su padre observaba la escena con indiferencia, pero pronto una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios.
    La familia Conti había construido su legado sobre la frialdad, sobre una indiferencia brutal hacia los lazos de sangre. En sus ojos, endurecer la mente de un niño no era cruel; era necesario. Y Alessandro, apenas consciente de lo que significaba llevar ese apellido, estaba a punto de descubrirlo.

    . . .

    El lugar era lúgubre, saturado por los gritos desesperados de personas y las órdenes ásperas de otros. Ryan fijó la vista en la pared de piedra caliza frente a él, manchada de sangre y salpicada de trozos de carne. Su espalda descansaba contra la superficie fría mientras tarareaba una canción, indiferente al caos que lo rodeaba. Su ropa estaba desgarrada y cubierta de suciedad; las heridas en sus piernas palpitaban y una quemadura fresca en su espalda le recordaba lo mal que había terminado el intento de escape.


    Lentamente, sus ojos ámbar se posaron en el cadáver de un hombre corpulento, tendido en un charco de sangre con la cabeza hecha pedazos. A su lado, un martillo, el arma usada para dejarlo sin vida. Una sonrisa torcida apareció en sus labios. Ese hombre no era otro que el primer ex-prometido de su compañera. Había tantos secretos que ella había ocultado, sorpresitas que terminó descubriendo.

    Killman había atacado sin previo aviso, rompiendo el tratado con su padre. Aunque fue su culpa, era su intención después de todo. Solo basto decirle que "Vanya es muy bonita, tanto que la hice mi novia" "Oye, ¿Te gustaria ser el padrino de bodas?" y ese bastardo perdio la cabeza por completo. Obviamente todo era mentira, ella no era nada mas que su amiga, pero sabia donde golpear para que un hombre perdiera la cabeza. Golpear su orgullo. "Ella si se quiere casar conmigo, al menos podremos tener hijos bonitos ¿No lo crees?"

    Volvio a reir al solo recordar aquello. Risa que no duro mucho.

    — Creo que ya vienen por nosotros —murmuró al escuchar pasos apresurados acercándose.

    Su tono tranquilo y sereno tenía algo profundamente inquietante.

    — Nos van a llevar a una de las propiedades de Fabrizio —añadió.

    Esperó, pero no obtuvo respuesta. Su mirada se desvió hacia su compañera, quien yacía inmóvil a su lado. Ryan tomó su mano, notándola helada, sin vida. Sin embargo, no parecía alarmado. Solo tenía que esperar unos minutos.

    — Será mejor que despiertes. Te cargaría, pero mi espalda aún duele. La quemadura sigue latiendo, y tengo suerte de que mis pulmones no hayan explotado.

    Hizo una pausa, sus labios curvándose en una sonrisa casi divertida, no pudo evitar reír un poco.

    — Tenemos que volver con los chicos. Kiev y Rubí estarán molestos si seguimos aquí. Vayamos con Fabrizio y, una vez recompuestos, busquemos cómo volver a huir.

    Le dio unas suaves palmaditas en la mejilla. En ese momento, la puerta metálica se abrió de golpe. La luz de las linternas lo obligó a cerrar los ojos un instante mientras se acostumbraba al resplandor. Unos hombres armados entraron, soltando suspiros de alivio al ver que el hijo de su jefe seguía con vida. Fue entonces cuando el cuerpo de su compañera comenzó a moverse.

    . . .

    La mansión de los Conti permanecía oculta tras un extenso bosque, con altos muros que separaban la naturaleza salvaje de la fría opulencia de la propiedad. Era un lugar diseñado tanto para proteger como para encerrar.

    Estaba en el jardín, bebiendo té mientras miraba las murallas. La pelinegra estaba en una de las habitaciones.

    — Esto me trae recuerdos... —murmuró con una sonrisa —. Cuando tenía doce años, mi madre me lanzó a los lobos para matarme. Mi padre lo sabía y decidió usarlo como una lección.

    Bebió un sorbo de té antes de añadir con tono casual.

    — Así que la usé de carnada y corrí de vuelta mientras ellos se la comían. Lindos recuerdos.

    Sonrió aunque no pudo evitar reír ante lo recordado, la servidumbre permanecía inmóvil, escuchando la retorcida historia. Ryan volteo a mirarlos unos segundos, antes de volver su mirada en su zapato, habia un conejito ahi. No dijo nada, pero si le parecio curioso. — ¿Bianca? — Sabia que no era ella, pero era tan idéntica, bueno, era un simple conejo blanco.

    【 𝐑𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐞𝐫 𝐭𝐞𝐧𝐢𝐝𝐨 𝐮𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐞𝐣𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐭𝐮 … ¿𝐃𝐞𝐛𝐞𝐫í𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞𝐫𝐭𝐞? 】 Su primera mascota fue un conejo blanco. Para un niño de apenas ocho años, aquel animal era el regalo perfecto, el símbolo de una inocencia que aún no había aprendido a temer. Pero también sería la última. No entendía del todo a su madre; a menudo, sus ojos lo atravesaban con odio, desprecio y asco. Sin embargo, en la soledad de la noche, lejos de miradas ajenas, ella dejaba dulces y pequeños obsequios acompañados de notas cariñosas. En esas notas, le aseguraba que lo amaba, pero que su afecto debía mantenerse en secreto. Decía que era un "juego" y que, al final, habría una gran recompensa. El pequeño niño rubio se aferraba a esas palabras como un náufrago a una tabla, ignorando la confusión que su joven corazón albergaba. Porque, aunque lo emocionaban los gestos de su madre, le dolía la frialdad que mostraba ante los demás. Su padre tampoco era un refugio; lo obligaba a cumplir órdenes que él no entendía ni quería ejecutar. Ojalá hubiera sabido que, aquellas notas, nunca fueron escritas por su madre, sino, por su cuidadora Camile. Fue una tarde cuando su madre tomo el conejo, se lo arrebato de sus brazos. Antes de que pudiera reaccionar, vio cómo el animal era lanzado al patio, directo al territorio de los perros. Los gritos desesperados del niño llenaron el aire. Intentó correr tras Bianca, pero un tirón fuerte en su brazo lo detuvo. Sus pequeños ojos dorados miraron a su madre buscando alguna clase de explicación. Pero en cambio ella lo alzó como si fuera un muñeco de trapo y, sosteniéndolo con fuerza, lo obligó a mirar. —No apartes la vista — Las palabras de ella eran frías mientras lo forzaba a presenciar cómo los perros se abalanzaban sobre el pequeño cuerpo del conejo. El pequeño niño sollozaba, retorciéndose en un intento inútil por liberarse. Las lágrimas rodaban por su rostro mientras su voz se quebraba en súplicas. Pero su madre no cedió, sujetándolo con fuerza para que viera el cruel espectáculo hasta el final. Cuando los perros se dispersaron, lo dejaron acercarse. Con las manos temblorosas, recogió lo que quedaba de Bianca. Su pequeño cuerpo temblaba, incapaz de articular palabra. Solo el temblor de su labio inferior hablaba de su terror y de la angustia que lo ahogaba. Desde lejos, su padre observaba la escena con indiferencia, pero pronto una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios. La familia Conti había construido su legado sobre la frialdad, sobre una indiferencia brutal hacia los lazos de sangre. En sus ojos, endurecer la mente de un niño no era cruel; era necesario. Y Alessandro, apenas consciente de lo que significaba llevar ese apellido, estaba a punto de descubrirlo. . . . El lugar era lúgubre, saturado por los gritos desesperados de personas y las órdenes ásperas de otros. Ryan fijó la vista en la pared de piedra caliza frente a él, manchada de sangre y salpicada de trozos de carne. Su espalda descansaba contra la superficie fría mientras tarareaba una canción, indiferente al caos que lo rodeaba. Su ropa estaba desgarrada y cubierta de suciedad; las heridas en sus piernas palpitaban y una quemadura fresca en su espalda le recordaba lo mal que había terminado el intento de escape. Lentamente, sus ojos ámbar se posaron en el cadáver de un hombre corpulento, tendido en un charco de sangre con la cabeza hecha pedazos. A su lado, un martillo, el arma usada para dejarlo sin vida. Una sonrisa torcida apareció en sus labios. Ese hombre no era otro que el primer ex-prometido de su compañera. Había tantos secretos que ella había ocultado, sorpresitas que terminó descubriendo. Killman había atacado sin previo aviso, rompiendo el tratado con su padre. Aunque fue su culpa, era su intención después de todo. Solo basto decirle que "Vanya es muy bonita, tanto que la hice mi novia" "Oye, ¿Te gustaria ser el padrino de bodas?" y ese bastardo perdio la cabeza por completo. Obviamente todo era mentira, ella no era nada mas que su amiga, pero sabia donde golpear para que un hombre perdiera la cabeza. Golpear su orgullo. "Ella si se quiere casar conmigo, al menos podremos tener hijos bonitos ¿No lo crees?" Volvio a reir al solo recordar aquello. Risa que no duro mucho. — Creo que ya vienen por nosotros —murmuró al escuchar pasos apresurados acercándose. Su tono tranquilo y sereno tenía algo profundamente inquietante. — Nos van a llevar a una de las propiedades de Fabrizio —añadió. Esperó, pero no obtuvo respuesta. Su mirada se desvió hacia su compañera, quien yacía inmóvil a su lado. Ryan tomó su mano, notándola helada, sin vida. Sin embargo, no parecía alarmado. Solo tenía que esperar unos minutos. — Será mejor que despiertes. Te cargaría, pero mi espalda aún duele. La quemadura sigue latiendo, y tengo suerte de que mis pulmones no hayan explotado. Hizo una pausa, sus labios curvándose en una sonrisa casi divertida, no pudo evitar reír un poco. — Tenemos que volver con los chicos. Kiev y Rubí estarán molestos si seguimos aquí. Vayamos con Fabrizio y, una vez recompuestos, busquemos cómo volver a huir. Le dio unas suaves palmaditas en la mejilla. En ese momento, la puerta metálica se abrió de golpe. La luz de las linternas lo obligó a cerrar los ojos un instante mientras se acostumbraba al resplandor. Unos hombres armados entraron, soltando suspiros de alivio al ver que el hijo de su jefe seguía con vida. Fue entonces cuando el cuerpo de su compañera comenzó a moverse. . . . La mansión de los Conti permanecía oculta tras un extenso bosque, con altos muros que separaban la naturaleza salvaje de la fría opulencia de la propiedad. Era un lugar diseñado tanto para proteger como para encerrar. Estaba en el jardín, bebiendo té mientras miraba las murallas. La pelinegra estaba en una de las habitaciones. — Esto me trae recuerdos... —murmuró con una sonrisa —. Cuando tenía doce años, mi madre me lanzó a los lobos para matarme. Mi padre lo sabía y decidió usarlo como una lección. Bebió un sorbo de té antes de añadir con tono casual. — Así que la usé de carnada y corrí de vuelta mientras ellos se la comían. Lindos recuerdos. Sonrió aunque no pudo evitar reír ante lo recordado, la servidumbre permanecía inmóvil, escuchando la retorcida historia. Ryan volteo a mirarlos unos segundos, antes de volver su mirada en su zapato, habia un conejito ahi. No dijo nada, pero si le parecio curioso. — ¿Bianca? — Sabia que no era ella, pero era tan idéntica, bueno, era un simple conejo blanco.
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  • Another Sick
    Fandom Cualquiera.
    Categoría Otros
    Noche de pecados, noche de excesos, noche de vicios. La ciudad presenta un cielo nocturno carente del brillo de las estrellas, parcialmente nublado y sin luna. El viento recorre sus calles, infiltrándose en sus deplorables callejones y propagando su peste a cada rincón que aún pueda considerarse puro. En su largo y ancho, hay fiestas, pero nos centraremos en una en particular, preocupantemente alejada de la mano de Dios, oculta de la cuestionable libertad de la sociedad, donde hay paredes con oídos que lo escuchan todo y bocas que impiden el escape de cualquier ruido. Allí, en el subterráneo abandonado, gente de todas las clases sociales, desde la baja hasta la alta, se reúne en busca de sentirse genuinamente libres, huyendo de la monotonía que los rodea.

    Quien te invita es el destino mismo, la casualidad de haber seguido a alguien más o de tener una amistad dudosa que asiste a ese tipo de fiestas. Ahí adentro ocurre de todo, desde lo sorprendente hasta lo preocupante. Es un espectáculo de luces, destellos por todos lados y de todos los colores, música a todo volumen que mueve los huesos, junto con olores variados que solo hacen que el evento pueda describirse con una palabra: psicodélico.

    Máquinas de humo, parlantes gigantes, barra de bebidas e incluso un extraño carrito donde la gente consigue bolsitas rebosantes de yerba y polvo blanquecino. Desentona con el lugar, pero nadie parece quejarse.

    Que no te sorprenda sentir una que otra mano traviesa, pues allí se pierde el sentido de lo común. Que no te parezca raro encontrar parejas de todo tipo, totalmente cariñosos, pues allí aprenden a olvidar el concepto de la vergüenza.

    En pleno apogeo, rodeados de personas eufóricas, dos hombres intercambian golpes a diestra y siniestra, con notable torpeza, en un intento de vencer al otro. Uno de ellos destaca por sus tatuajes, por esas cruces negras que rodean sus brazos, y su mirada de brillantes faros dorados. El público los alienta, gritan como simios amantes de la violencia, los encierran en un círculo de muerte.

    Fue un mano a mano, hasta que alguien del público consideró que era buena idea armar a uno de los peleadores con una botella de vidrio vacía. El de los ojos de oro no alcanzó a reaccionar, no tuvo tiempo para esquivar el botellazo que le dieron en toda la cabeza. Pero, en contra de todo pronóstico, se mantuvo de pie, con casi que una docena de fragmentos de vidrio incrustados en su rostro que fue lentamente adornado con el rojo carmesí de su propia sangre.
    Noche de pecados, noche de excesos, noche de vicios. La ciudad presenta un cielo nocturno carente del brillo de las estrellas, parcialmente nublado y sin luna. El viento recorre sus calles, infiltrándose en sus deplorables callejones y propagando su peste a cada rincón que aún pueda considerarse puro. En su largo y ancho, hay fiestas, pero nos centraremos en una en particular, preocupantemente alejada de la mano de Dios, oculta de la cuestionable libertad de la sociedad, donde hay paredes con oídos que lo escuchan todo y bocas que impiden el escape de cualquier ruido. Allí, en el subterráneo abandonado, gente de todas las clases sociales, desde la baja hasta la alta, se reúne en busca de sentirse genuinamente libres, huyendo de la monotonía que los rodea. Quien te invita es el destino mismo, la casualidad de haber seguido a alguien más o de tener una amistad dudosa que asiste a ese tipo de fiestas. Ahí adentro ocurre de todo, desde lo sorprendente hasta lo preocupante. Es un espectáculo de luces, destellos por todos lados y de todos los colores, música a todo volumen que mueve los huesos, junto con olores variados que solo hacen que el evento pueda describirse con una palabra: psicodélico. Máquinas de humo, parlantes gigantes, barra de bebidas e incluso un extraño carrito donde la gente consigue bolsitas rebosantes de yerba y polvo blanquecino. Desentona con el lugar, pero nadie parece quejarse. Que no te sorprenda sentir una que otra mano traviesa, pues allí se pierde el sentido de lo común. Que no te parezca raro encontrar parejas de todo tipo, totalmente cariñosos, pues allí aprenden a olvidar el concepto de la vergüenza. En pleno apogeo, rodeados de personas eufóricas, dos hombres intercambian golpes a diestra y siniestra, con notable torpeza, en un intento de vencer al otro. Uno de ellos destaca por sus tatuajes, por esas cruces negras que rodean sus brazos, y su mirada de brillantes faros dorados. El público los alienta, gritan como simios amantes de la violencia, los encierran en un círculo de muerte. Fue un mano a mano, hasta que alguien del público consideró que era buena idea armar a uno de los peleadores con una botella de vidrio vacía. El de los ojos de oro no alcanzó a reaccionar, no tuvo tiempo para esquivar el botellazo que le dieron en toda la cabeza. Pero, en contra de todo pronóstico, se mantuvo de pie, con casi que una docena de fragmentos de vidrio incrustados en su rostro que fue lentamente adornado con el rojo carmesí de su propia sangre.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
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    Estado
    Disponible
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  • Always see you

    You can't escape

    You can't hide

    You simply can't 🩵
    👁️ Always see you You can't escape You can't hide You simply can't 🍷🩵
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  • — Oh little rabbit, jump, jump again, try to flee, to escape, while the sun is high, because if the moon crowns the pastures and the green plains, the wolf will eat you. —
    — Oh little rabbit, jump, jump again, try to flee, to escape, while the sun is high, because if the moon crowns the pastures and the green plains, the wolf will eat you. —
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  • "Cuando me corto me siento mucho mejor. Todas las pequeñas cosas que pudieron haber estado fastidiándome repentinamente parecen tan triviales porque me estoy concentrando en el dolor. No soy una persona que pueda chillar y gritar por eso éste es mi único escape. Todo está hecho lógicamente"

    Richey James Edward's.

    #BrokeSky
    "Cuando me corto me siento mucho mejor. Todas las pequeñas cosas que pudieron haber estado fastidiándome repentinamente parecen tan triviales porque me estoy concentrando en el dolor. No soy una persona que pueda chillar y gritar por eso éste es mi único escape. Todo está hecho lógicamente" Richey James Edward's. #BrokeSky
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  • Esa noche el club estaría cerrado, a ojos del público se diría que era para darles un día de descanso a todos los trabajadores. ¿La realidad? Iban a recibir una inspección por parte de la policía debido a ciertos altercados que no dejaban de ocurrir allí o cerca de la zona últimamente. Fuera como fuese no iban a dedicarse a perseguir y vigilar a los hosts, por lo que Shonobu pensaba aprovechar hasta el último minuto de ese día y esa noche de Sábado para disfrutarlo todo lo posible en la ciudad y sus alrededores.
    Primero dio un paseo por algunas de las zonas más antiguas de la ciudad, quería pasar por los viejos puestos de comida callejera a por un par de cosas que comer durante su caminata. Después de conseguir un poco de karaage, takoyakis y un taiyaki, siguió su camino tranquilamente por aquellas calles más antiguas y por ende, menos transitadas. Caminaba y comía tranquilo cuando... Un horrible dolor en la cabeza y todo se volvió negro.
    Abrió los ojos poco a poco, desconcertado, sintiendo como le daba punzadas la cabeza. Miró a su alrededor aún algo mareado para percatarse de que se encontraba en una pequeña habitación, una estancia que parecía algún tipo de trastero o almacén pequeño. ¿Qué había pasado? Intentó moverse un poco sintiendo el cuerpo entumecido. De pronto, la puerta frente a él se abrió y a quién vio... Dios... Jamás esperó volver a ver esa cara.

    -¡Hola, mi dulce Shin! ¿Me has echado de menos?

    -Tú... ¡Desgraciado!- El muchacho se acercó veloz, propinándole una patada.

    Ese hombre, ese mal nacido, era su tío. Por desgracia no venía sólo y un par de hombres se encargaron de parar a Shinobu y sujetarlo con fuerza para que no golpease más al hombre.

    -¡Soltadme! ¡Soltadme de una maldita vez, imbéciles!- Replicaba el muchacho forcejeando y gruñendo.

    -Joder... Eso dolió, ¿Sabes?... Oye, oye, relájate, ¿es esta forma de saludar a tu queridísimo tío? Cálmate y ponte cómodo, pequeño... Porque no pienso dejar que te escapes otra vez.

    ¿De verdad había vuelto a caer en las garras de ese hombre? No podía ser, esto no era posible. Necesitaba hacer algo, idear algún plan para salir de allí... Alguien acabaría dándose cuenta de que había desaparecido, ¿no? Y si... ¿Y si nadie se daba cuenta? Si debía volver al infierno antes preferiría morir y arrastrar al mal nacido de su tío al infierno con él.
    Esa noche el club estaría cerrado, a ojos del público se diría que era para darles un día de descanso a todos los trabajadores. ¿La realidad? Iban a recibir una inspección por parte de la policía debido a ciertos altercados que no dejaban de ocurrir allí o cerca de la zona últimamente. Fuera como fuese no iban a dedicarse a perseguir y vigilar a los hosts, por lo que Shonobu pensaba aprovechar hasta el último minuto de ese día y esa noche de Sábado para disfrutarlo todo lo posible en la ciudad y sus alrededores. Primero dio un paseo por algunas de las zonas más antiguas de la ciudad, quería pasar por los viejos puestos de comida callejera a por un par de cosas que comer durante su caminata. Después de conseguir un poco de karaage, takoyakis y un taiyaki, siguió su camino tranquilamente por aquellas calles más antiguas y por ende, menos transitadas. Caminaba y comía tranquilo cuando... Un horrible dolor en la cabeza y todo se volvió negro. Abrió los ojos poco a poco, desconcertado, sintiendo como le daba punzadas la cabeza. Miró a su alrededor aún algo mareado para percatarse de que se encontraba en una pequeña habitación, una estancia que parecía algún tipo de trastero o almacén pequeño. ¿Qué había pasado? Intentó moverse un poco sintiendo el cuerpo entumecido. De pronto, la puerta frente a él se abrió y a quién vio... Dios... Jamás esperó volver a ver esa cara. -¡Hola, mi dulce Shin! ¿Me has echado de menos? -Tú... ¡Desgraciado!- El muchacho se acercó veloz, propinándole una patada. Ese hombre, ese mal nacido, era su tío. Por desgracia no venía sólo y un par de hombres se encargaron de parar a Shinobu y sujetarlo con fuerza para que no golpease más al hombre. -¡Soltadme! ¡Soltadme de una maldita vez, imbéciles!- Replicaba el muchacho forcejeando y gruñendo. -Joder... Eso dolió, ¿Sabes?... Oye, oye, relájate, ¿es esta forma de saludar a tu queridísimo tío? Cálmate y ponte cómodo, pequeño... Porque no pienso dejar que te escapes otra vez. ¿De verdad había vuelto a caer en las garras de ese hombre? No podía ser, esto no era posible. Necesitaba hacer algo, idear algún plan para salir de allí... Alguien acabaría dándose cuenta de que había desaparecido, ¿no? Y si... ¿Y si nadie se daba cuenta? Si debía volver al infierno antes preferiría morir y arrastrar al mal nacido de su tío al infierno con él.
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  • —La gente me ve, pero nunca me mira realmente... solo soy un escape momentáneo.
    —La gente me ve, pero nunca me mira realmente... solo soy un escape momentáneo.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    || Off || Buenas con todos, para todos los que me conocen en verdad lamento la ausencia, pasé por muchos dilemas, entre cuestiones familiares, laborales y hasta personales, dilemas con los que he estado ya un año y algo más.... al final explotó todo y me puse fatal, me detectaron depresión clínica y ya estoy en tratamiento, lamento en verdad no venir pero no estoy en la facultad mental para hacer cosas elaboradas... o en general hacer algo, el rol era mi vía de escape para descansar mi mente pero al final también terminó por cansarme y me puso peor, de antemano, en verdad agradezco vuestra paciencia, y a esas pocas personas, su amistad sincera, se los aprecia a todos.
    || Off || Buenas con todos, para todos los que me conocen en verdad lamento la ausencia, pasé por muchos dilemas, entre cuestiones familiares, laborales y hasta personales, dilemas con los que he estado ya un año y algo más.... al final explotó todo y me puse fatal, me detectaron depresión clínica y ya estoy en tratamiento, lamento en verdad no venir pero no estoy en la facultad mental para hacer cosas elaboradas... o en general hacer algo, el rol era mi vía de escape para descansar mi mente pero al final también terminó por cansarme y me puso peor, de antemano, en verdad agradezco vuestra paciencia, y a esas pocas personas, su amistad sincera, se los aprecia a todos.
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  • "Día 6. Invasión de fantasmas! Los fantasmas invaden ficrol!
    Día 7. Vuélvete un cazafantasmas para detener la invasión! "

    ------

    Las explicaciones lógicas, en este momento, no existían.
    De un momento para el otro, la mansión Phantomhive se vio invadida por fantasmas.
    Estos se hallaban en el salón, en los dormitorios, en la cocina, ¡hasta en el baño!
    Merodeaban en cada rincón, en cada pasillo y en cada lugar donde mirasen e intentasen esconderse.
    —¡Padre, la mansión ya no es segura! —gritó Junior mientras corría junto el adulto. —¡Debemos ir al exterior!
    Era la opción más viable, un espacio abierto les permitiría mayores posibilidades de escape.

    ------
    Charles Grey
    #Inkfest
    "Día 6. Invasión de fantasmas! Los fantasmas invaden ficrol! Día 7. Vuélvete un cazafantasmas para detener la invasión! " ------ Las explicaciones lógicas, en este momento, no existían. De un momento para el otro, la mansión Phantomhive se vio invadida por fantasmas. Estos se hallaban en el salón, en los dormitorios, en la cocina, ¡hasta en el baño! Merodeaban en cada rincón, en cada pasillo y en cada lugar donde mirasen e intentasen esconderse. —¡Padre, la mansión ya no es segura! —gritó Junior mientras corría junto el adulto. —¡Debemos ir al exterior! Era la opción más viable, un espacio abierto les permitiría mayores posibilidades de escape. ------ [EarlGrey] #Inkfest
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  • ᴛʜᴇʀᴇ ɪꜱ ɴᴏ ᴇꜱᴄᴀᴘᴇ

    No escape

    No escape

    🆂🅴🅴 🆆🅸🆃🅷 🆈🅾🆄🆁 🅴🆈🅴🆂
    💀 ᴛʜᴇʀᴇ ɪꜱ ɴᴏ ᴇꜱᴄᴀᴘᴇ No escape No escape 🆂🅴🅴 🆆🅸🆃🅷 🆈🅾🆄🆁 🅴🆈🅴🆂 👁️
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