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{Isman había sido enviado a cuidar de los caballos, lejos de aquella conversación “para adultos”. El joven protestó al inicio, pero la mirada de Nutt fue suficiente para callarlo y hacerlo marchar.}
{Nutt y Zarek se acomodaron en el suelo frente a una pequeña mesa baja de madera. Sobre ella descansaba un ajedrez.
Nutt movió el primer peón con calma.}
—¿Recuerdas la última vez que jugamos? En ese entonces habíamos apostado que tu hermana tendría niñas antes de que nacieran los pequeños príncipes.
{Zarek hizo una breve mueca. Claro que lo recordaba. El recuerdo pesaba en su pecho como una cadena. Su hermana, marcada por lo que todos llamaban “La maldición de los mellizos" incapaz de dar a luz a niñas, condenada a parir solo varones. Una carga que él sentía como propia, casi un castigo divino paralelo al suyo: piel tan pálida como la nieve, vulnerable al sol como si fuese un pecador maldecido.}
—Lo recuerdo.
{Respondió al fin, con su voz cortante.
El juego avanzó lentamente. Zarek desplegó una defensa clásica, fría y calculadora, cerrando el centro con peones como si levantara murallas. Nutt, en cambio, movía con un aire despreocupado, casi burlón, sacrificando un alfil aquí, un peón allá.}
—Si gano, iré contigo al mundo humano.
{Dijo Nutt mientras avanzaba su caballo, clavándolo contra la reina rival.
Zarek detuvo su peón en el aire. Lo miró con sorpresa y un poco de desconfianza.}
—¿Qué estás diciendo? ¿Para qué querrías venir conmigo?
—Porque es mi deber cuidar de ti. No solo soy tu guardia mayor real, también soy tu amigo.
{Respondió Nutt, con una sonrisa orgullosa. Era obvio que la situación le divertía.
Zarek arqueó una ceja. El movimiento lo distrajo, y dejó a su rey ligeramente expuesto al enroque rival.
Nutt prosiguió, avanzando su torre.}
—Además… los humanos me despiertan curiosidad. He escuchado que han avanzado tanto que ya ni siquiera necesitan esforzarse para vivir. Sus máquinas, sus aparatos, hacen todo por ellos. ¿No sería sabio estudiarlos, descubrir si acaso no se preparan para una invasión humano-cósmica?
{Zarek lo observó unos segundos en silencio… y de pronto, estalló en una carcajada grave y sonora. El golpe de su puño contra la mesa hizo temblar las piezas, desacomodando algunas. Se estiró un poco para tomar el jarrón de vino y llenó una copa dorada hasta el borde.}
—Nutt, Nutt…
{Dijo, negando con la cabeza.}
—Los humanos conocerán sus juguetes mejor que nadie, pero han perdido algo esencial: la conexión con lo divino, con lo natural, con la magia. ¿Qué son ellos sin eso? Nada. ¿Crees que una máquina que solo funciona enchufada podría enfrentarse al caos, a los demonios, a los dioses mismos?
{El silencio cayó unos segundos entre ambos. Nutt no pudo negar que su rey tenía un punto. Aun así, no podía subestimar a los humanos. Había en ellos algo fascinante. Los admiraba y les temía al mismo tiempo.}
{El juego continuó. Zarek intentó un contraataque por el flanco derecho, avanzando su reina para presionar al rey enemigo. Nutt, sin embargo, lo dejó avanzar con aparente descuido, retrocediendo piezas, cediendo terreno, hasta que la trampa estuvo lista.}
{Un movimiento de caballo cortó toda vía de escape. Su torre, oculta hasta ese instante en la retaguardia, se deslizó con precisión.}
—De todas formas… iré contigo.
{Murmuró Nutt, inclinándose sobre el tablero, con una chispa de triunfo en los ojos.}
—Primero debes ganarme.
{Respondió Zarek con arrogancia, llevando su reina al ataque final.}
{Pero apenas terminó de pronunciar esas palabras, Nutt adelantó su alfil, encajando la pieza con un golpe suave contra el tablero.}
—Jaque mate.
{El rey, atrapado sin escapatoria, quedó inmóvil bajo las piezas enemigas.
Zarek miró el tablero en silencio. Luego a su amigo. Y finalmente, bebió un largo trago de vino antes de dejar escapar una sonrisa ladeada, cansada y cómplice.}
{Isman había sido enviado a cuidar de los caballos, lejos de aquella conversación “para adultos”. El joven protestó al inicio, pero la mirada de Nutt fue suficiente para callarlo y hacerlo marchar.}
{Nutt y Zarek se acomodaron en el suelo frente a una pequeña mesa baja de madera. Sobre ella descansaba un ajedrez.
Nutt movió el primer peón con calma.}
—¿Recuerdas la última vez que jugamos? En ese entonces habíamos apostado que tu hermana tendría niñas antes de que nacieran los pequeños príncipes.
{Zarek hizo una breve mueca. Claro que lo recordaba. El recuerdo pesaba en su pecho como una cadena. Su hermana, marcada por lo que todos llamaban “La maldición de los mellizos" incapaz de dar a luz a niñas, condenada a parir solo varones. Una carga que él sentía como propia, casi un castigo divino paralelo al suyo: piel tan pálida como la nieve, vulnerable al sol como si fuese un pecador maldecido.}
—Lo recuerdo.
{Respondió al fin, con su voz cortante.
El juego avanzó lentamente. Zarek desplegó una defensa clásica, fría y calculadora, cerrando el centro con peones como si levantara murallas. Nutt, en cambio, movía con un aire despreocupado, casi burlón, sacrificando un alfil aquí, un peón allá.}
—Si gano, iré contigo al mundo humano.
{Dijo Nutt mientras avanzaba su caballo, clavándolo contra la reina rival.
Zarek detuvo su peón en el aire. Lo miró con sorpresa y un poco de desconfianza.}
—¿Qué estás diciendo? ¿Para qué querrías venir conmigo?
—Porque es mi deber cuidar de ti. No solo soy tu guardia mayor real, también soy tu amigo.
{Respondió Nutt, con una sonrisa orgullosa. Era obvio que la situación le divertía.
Zarek arqueó una ceja. El movimiento lo distrajo, y dejó a su rey ligeramente expuesto al enroque rival.
Nutt prosiguió, avanzando su torre.}
—Además… los humanos me despiertan curiosidad. He escuchado que han avanzado tanto que ya ni siquiera necesitan esforzarse para vivir. Sus máquinas, sus aparatos, hacen todo por ellos. ¿No sería sabio estudiarlos, descubrir si acaso no se preparan para una invasión humano-cósmica?
{Zarek lo observó unos segundos en silencio… y de pronto, estalló en una carcajada grave y sonora. El golpe de su puño contra la mesa hizo temblar las piezas, desacomodando algunas. Se estiró un poco para tomar el jarrón de vino y llenó una copa dorada hasta el borde.}
—Nutt, Nutt…
{Dijo, negando con la cabeza.}
—Los humanos conocerán sus juguetes mejor que nadie, pero han perdido algo esencial: la conexión con lo divino, con lo natural, con la magia. ¿Qué son ellos sin eso? Nada. ¿Crees que una máquina que solo funciona enchufada podría enfrentarse al caos, a los demonios, a los dioses mismos?
{El silencio cayó unos segundos entre ambos. Nutt no pudo negar que su rey tenía un punto. Aun así, no podía subestimar a los humanos. Había en ellos algo fascinante. Los admiraba y les temía al mismo tiempo.}
{El juego continuó. Zarek intentó un contraataque por el flanco derecho, avanzando su reina para presionar al rey enemigo. Nutt, sin embargo, lo dejó avanzar con aparente descuido, retrocediendo piezas, cediendo terreno, hasta que la trampa estuvo lista.}
{Un movimiento de caballo cortó toda vía de escape. Su torre, oculta hasta ese instante en la retaguardia, se deslizó con precisión.}
—De todas formas… iré contigo.
{Murmuró Nutt, inclinándose sobre el tablero, con una chispa de triunfo en los ojos.}
—Primero debes ganarme.
{Respondió Zarek con arrogancia, llevando su reina al ataque final.}
{Pero apenas terminó de pronunciar esas palabras, Nutt adelantó su alfil, encajando la pieza con un golpe suave contra el tablero.}
—Jaque mate.
{El rey, atrapado sin escapatoria, quedó inmóvil bajo las piezas enemigas.
Zarek miró el tablero en silencio. Luego a su amigo. Y finalmente, bebió un largo trago de vino antes de dejar escapar una sonrisa ladeada, cansada y cómplice.}
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{Isman había sido enviado a cuidar de los caballos, lejos de aquella conversación “para adultos”. El joven protestó al inicio, pero la mirada de Nutt fue suficiente para callarlo y hacerlo marchar.}
{Nutt y Zarek se acomodaron en el suelo frente a una pequeña mesa baja de madera. Sobre ella descansaba un ajedrez.
Nutt movió el primer peón con calma.}
—¿Recuerdas la última vez que jugamos? En ese entonces habíamos apostado que tu hermana tendría niñas antes de que nacieran los pequeños príncipes.
{Zarek hizo una breve mueca. Claro que lo recordaba. El recuerdo pesaba en su pecho como una cadena. Su hermana, marcada por lo que todos llamaban “La maldición de los mellizos" incapaz de dar a luz a niñas, condenada a parir solo varones. Una carga que él sentía como propia, casi un castigo divino paralelo al suyo: piel tan pálida como la nieve, vulnerable al sol como si fuese un pecador maldecido.}
—Lo recuerdo.
{Respondió al fin, con su voz cortante.
El juego avanzó lentamente. Zarek desplegó una defensa clásica, fría y calculadora, cerrando el centro con peones como si levantara murallas. Nutt, en cambio, movía con un aire despreocupado, casi burlón, sacrificando un alfil aquí, un peón allá.}
—Si gano, iré contigo al mundo humano.
{Dijo Nutt mientras avanzaba su caballo, clavándolo contra la reina rival.
Zarek detuvo su peón en el aire. Lo miró con sorpresa y un poco de desconfianza.}
—¿Qué estás diciendo? ¿Para qué querrías venir conmigo?
—Porque es mi deber cuidar de ti. No solo soy tu guardia mayor real, también soy tu amigo.
{Respondió Nutt, con una sonrisa orgullosa. Era obvio que la situación le divertía.
Zarek arqueó una ceja. El movimiento lo distrajo, y dejó a su rey ligeramente expuesto al enroque rival.
Nutt prosiguió, avanzando su torre.}
—Además… los humanos me despiertan curiosidad. He escuchado que han avanzado tanto que ya ni siquiera necesitan esforzarse para vivir. Sus máquinas, sus aparatos, hacen todo por ellos. ¿No sería sabio estudiarlos, descubrir si acaso no se preparan para una invasión humano-cósmica?
{Zarek lo observó unos segundos en silencio… y de pronto, estalló en una carcajada grave y sonora. El golpe de su puño contra la mesa hizo temblar las piezas, desacomodando algunas. Se estiró un poco para tomar el jarrón de vino y llenó una copa dorada hasta el borde.}
—Nutt, Nutt…
{Dijo, negando con la cabeza.}
—Los humanos conocerán sus juguetes mejor que nadie, pero han perdido algo esencial: la conexión con lo divino, con lo natural, con la magia. ¿Qué son ellos sin eso? Nada. ¿Crees que una máquina que solo funciona enchufada podría enfrentarse al caos, a los demonios, a los dioses mismos?
{El silencio cayó unos segundos entre ambos. Nutt no pudo negar que su rey tenía un punto. Aun así, no podía subestimar a los humanos. Había en ellos algo fascinante. Los admiraba y les temía al mismo tiempo.}
{El juego continuó. Zarek intentó un contraataque por el flanco derecho, avanzando su reina para presionar al rey enemigo. Nutt, sin embargo, lo dejó avanzar con aparente descuido, retrocediendo piezas, cediendo terreno, hasta que la trampa estuvo lista.}
{Un movimiento de caballo cortó toda vía de escape. Su torre, oculta hasta ese instante en la retaguardia, se deslizó con precisión.}
—De todas formas… iré contigo.
{Murmuró Nutt, inclinándose sobre el tablero, con una chispa de triunfo en los ojos.}
—Primero debes ganarme.
{Respondió Zarek con arrogancia, llevando su reina al ataque final.}
{Pero apenas terminó de pronunciar esas palabras, Nutt adelantó su alfil, encajando la pieza con un golpe suave contra el tablero.}
—Jaque mate.
{El rey, atrapado sin escapatoria, quedó inmóvil bajo las piezas enemigas.
Zarek miró el tablero en silencio. Luego a su amigo. Y finalmente, bebió un largo trago de vino antes de dejar escapar una sonrisa ladeada, cansada y cómplice.}


