[Truelover69]
Lanzó una flecha a una diana, para no pensar mucho en Oliver.
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- Tenlo en cuenta al responder.-En lo profundo del bosque, entre los murmullos de los árboles antiguos y el susurro de las hojas, se alzaba un santuario místico donde los tambores resonaban en la oscuridad de la noche. Allí, rodeada de lámparas de papel rojas que titilaban con una luz tenue, Yae, la joven sacerdotisa, se preparaba para cumplir su sagrado deber como guardiana de los Yokais y espíritus.
Vestida con un kimono blanco que ondeaba suavemente con la brisa nocturna, su cabello rosa largo como los pétalos de cerezo caídos, Yae irradiaba una belleza sobrenatural mientras danzaba con gracia y elegancia al ritmo de una antigua melodía japonesa. En sus manos, sostenía una varita adornada con campanillas que resonaban armoniosamente a su paso.
Aquella noche, en la que el mundo mortal se entrelazaba con el reino de lo sobrenatural, Yae se convertía en la guía de los Yokais por las tierras humanas. Cada uno de estos seres místicos depositaba ofrendas en los pequeños santuarios, recordando así su presencia en el mundo de los vivos.
Entre las sombras de los árboles milenarios, Yae avanzaba con paso ligero y seguro, guiando a los Yokais de regreso a su hogar antes de que el sol despuntara en el horizonte. Su sonrisa dulce y sus ojos brillantes reflejaban la sabiduría de la kitsune que era, la mensajera de los dioses y guardiana del equilibrio entre ambos mundos.
Cuando el alba despertaba con sus primeros destellos dorados sobre las montañas, Yae culminaba su danza sagrada, fusionando por un instante la esencia de los humanos y los Yokais en perfecta armonía. Esa única noche del año, donde lo divino y lo terrenal se entrelazaban en un baile mágico, recordando a todos que la unión de ambos era esencial para el equilibrio.
Y así, envuelta en la luz del amanecer, Yae se despedía de los Yokais con una reverencia respetuosa, prometiendo ser la guardiana de su mundo hasta que las estrellas volvieran a brillar en la próxima noche de encuentro. Con paso sereno, la sacerdotisa regresaba al santuario, dejando tras de sí el eco de los tambores y el perfume de las ofrendas, mientras los Yokais se desvanecían en las sombras, aguardando pacientemente el próximo ciclo de unión entre sus dos mundos.-🌸-En lo profundo del bosque, entre los murmullos de los árboles antiguos y el susurro de las hojas, se alzaba un santuario místico donde los tambores resonaban en la oscuridad de la noche. Allí, rodeada de lámparas de papel rojas que titilaban con una luz tenue, Yae, la joven sacerdotisa, se preparaba para cumplir su sagrado deber como guardiana de los Yokais y espíritus. Vestida con un kimono blanco que ondeaba suavemente con la brisa nocturna, su cabello rosa largo como los pétalos de cerezo caídos, Yae irradiaba una belleza sobrenatural mientras danzaba con gracia y elegancia al ritmo de una antigua melodía japonesa. En sus manos, sostenía una varita adornada con campanillas que resonaban armoniosamente a su paso. Aquella noche, en la que el mundo mortal se entrelazaba con el reino de lo sobrenatural, Yae se convertía en la guía de los Yokais por las tierras humanas. Cada uno de estos seres místicos depositaba ofrendas en los pequeños santuarios, recordando así su presencia en el mundo de los vivos. Entre las sombras de los árboles milenarios, Yae avanzaba con paso ligero y seguro, guiando a los Yokais de regreso a su hogar antes de que el sol despuntara en el horizonte. Su sonrisa dulce y sus ojos brillantes reflejaban la sabiduría de la kitsune que era, la mensajera de los dioses y guardiana del equilibrio entre ambos mundos. Cuando el alba despertaba con sus primeros destellos dorados sobre las montañas, Yae culminaba su danza sagrada, fusionando por un instante la esencia de los humanos y los Yokais en perfecta armonía. Esa única noche del año, donde lo divino y lo terrenal se entrelazaban en un baile mágico, recordando a todos que la unión de ambos era esencial para el equilibrio. Y así, envuelta en la luz del amanecer, Yae se despedía de los Yokais con una reverencia respetuosa, prometiendo ser la guardiana de su mundo hasta que las estrellas volvieran a brillar en la próxima noche de encuentro. Con paso sereno, la sacerdotisa regresaba al santuario, dejando tras de sí el eco de los tambores y el perfume de las ofrendas, mientras los Yokais se desvanecían en las sombras, aguardando pacientemente el próximo ciclo de unión entre sus dos mundos.- - Mako (oc)
-como me gustaría estar con mis hermanos... Pero sería casi imposible.... Pero a la vez no... Pero debo de aguantarme...aún no es el momento...
*Sonriendo melancólico y suspira pesadamente*
-De todas maneras ya no importa y para no perder tiempo....
*Respira hondo y sonríe feliz*
-se les presenta mi guardiana luna!!..
*Feliz presentando a la peli azul con orejas de conejo*
-espero y les agrade y sin más que decir!.... Se les desea buenas días/tardes y noches ^^Mako (oc) -como me gustaría estar con mis hermanos... Pero sería casi imposible.... Pero a la vez no... Pero debo de aguantarme...aún no es el momento... *Sonriendo melancólico y suspira pesadamente* -De todas maneras ya no importa y para no perder tiempo.... *Respira hondo y sonríe feliz* -se les presenta mi guardiana luna!!.. *Feliz presentando a la peli azul con orejas de conejo* -espero y les agrade y sin más que decir!.... Se les desea buenas días/tardes y noches ^^ - -Conducir era una de sus pasiones, sin embargo, no tenía problema en permitir a Elisabetta manejar su Lexus LS en color obsidiana.
Subió al automóvil y tras una pícara sonrisa, se colocó el cinturón de seguridad, dando a entender que estaba preparado para cualquier posible contratiempo con semejante piloto- (?)
—Bien, bolsas de aire funcionan, direccionales encendidas, llantas nuevas, claxon, gasolina hasta el tope. Nena, el mundo es nuestro, ¿nos vamos? —Ir de paseo luego de tanto estrés era algo que su cuerpo pedía a gritos y con tan hermosa compañía, todo un deleite.-
[Eᥣιsᥲbᥱttᥲ Dι Vιᥒᥴᥱᥒzo-Conducir era una de sus pasiones, sin embargo, no tenía problema en permitir a Elisabetta manejar su Lexus LS en color obsidiana. Subió al automóvil y tras una pícara sonrisa, se colocó el cinturón de seguridad, dando a entender que estaba preparado para cualquier posible contratiempo con semejante piloto- (?) —Bien, bolsas de aire funcionan, direccionales encendidas, llantas nuevas, claxon, gasolina hasta el tope. Nena, el mundo es nuestro, ¿nos vamos? —Ir de paseo luego de tanto estrés era algo que su cuerpo pedía a gritos y con tan hermosa compañía, todo un deleite.- [[ElisabettaDV1] - FandomOriginalBúsqueda dePersonajeEstadoCerrado♡ Se busca personaje masculino original que sea el enemigo y después amigo y/o novio de Diana ♡
Diana es una bruja bastante poderosa cuya patrona es la misma muerte, así que aparte de sus habilidades de nacimiento en la brujería, también tiene poderes que se ganó de su patrona.
Diana es una mujer asertiva, con criterio, severidad y sensualidad. En confianza es más risueña, divertida, muy comprometida con el peso de sus habilidades.
Ideas de personajes:
• Otro brujo rival que no acepta la patrona de Diana.
• Un ser "puro" o bueno que está en contra de la brujeria.
• Un vampiro u otro ser malo que desea robarle sus poderes.
• Un sirviente invocado por error.
• Puede ser un mafioso que la proteja y use su brujeria.
(Otras ideas Bienvenidas)
Ofrezco ship PERO deseo ver el nivel de rol, la interacción y el desarrollo antes de ofrecerlo por completo.
Solo personajes 2D.
No 3D ni IA.
Todo público.
No deseo que mi OC sea secreto o cause dramas.
Si hay ship, se tiene que colocar la relación, no se puede ser multi ship.♡ Se busca personaje masculino original que sea el enemigo y después amigo y/o novio de Diana ♡ Diana es una bruja bastante poderosa cuya patrona es la misma muerte, así que aparte de sus habilidades de nacimiento en la brujería, también tiene poderes que se ganó de su patrona. Diana es una mujer asertiva, con criterio, severidad y sensualidad. En confianza es más risueña, divertida, muy comprometida con el peso de sus habilidades. Ideas de personajes: • Otro brujo rival que no acepta la patrona de Diana. • Un ser "puro" o bueno que está en contra de la brujeria. • Un vampiro u otro ser malo que desea robarle sus poderes. • Un sirviente invocado por error. • Puede ser un mafioso que la proteja y use su brujeria. (Otras ideas Bienvenidas) Ofrezco ship PERO deseo ver el nivel de rol, la interacción y el desarrollo antes de ofrecerlo por completo. Solo personajes 2D. No 3D ni IA. Todo público. No deseo que mi OC sea secreto o cause dramas. Si hay ship, se tiene que colocar la relación, no se puede ser multi ship. - Soy Menardi Sakamaki Guardiana Vongola de la Lluvia guardiana de Seiko Asuka onceavo jefe de la mafia Vongola el cual es su tíoSoy Menardi Sakamaki Guardiana Vongola de la Lluvia guardiana de Seiko Asuka onceavo jefe de la mafia Vongola el cual es su tío
- El zorro estuvo casi dos días enteros descansando. Aún no estaba recuperado del todo, pero al menos ya estaba fuera de peligro. Elizabeth le había salvado la vida. Gracias a qué esta siguió su instinto pudo allarlo en la noche, bajo un aguacero castigador, frío cortante y noche sepulcral.
Lo cuidó incansablemente, hasta que este se encontró con las suficientes fuerzas para levantarse. Su mente ya estaba maquinando, pensando por donde empezaría a rastrear al Ōmukade. Le daría caza, pensaba exorcizar cada parte de su cuerpo hasta que no quedasen más que cenizas. Solo esperaba que la herida que le infligió en su ojo fuera lo suficientemente grave, para tenerlo fuera del combate el mismo tiempo que Kazuo había necesitado para encontrarse medianamente bien. No sé perdonaría que se cobrara más víctimas por no haber atajado el problema a tiempo, por haber fallado como guardián de aquella montaña y bosque.
Kazuo no era un demonio vengativo. Pero el solo pensar como Liz sufrió por todo aquello, le hizo ebullir la sangre. En él se instauró esa rabia vengativa, y por supuesto se la iba a cobrar con intereses.El zorro estuvo casi dos días enteros descansando. Aún no estaba recuperado del todo, pero al menos ya estaba fuera de peligro. Elizabeth le había salvado la vida. Gracias a qué esta siguió su instinto pudo allarlo en la noche, bajo un aguacero castigador, frío cortante y noche sepulcral. Lo cuidó incansablemente, hasta que este se encontró con las suficientes fuerzas para levantarse. Su mente ya estaba maquinando, pensando por donde empezaría a rastrear al Ōmukade. Le daría caza, pensaba exorcizar cada parte de su cuerpo hasta que no quedasen más que cenizas. Solo esperaba que la herida que le infligió en su ojo fuera lo suficientemente grave, para tenerlo fuera del combate el mismo tiempo que Kazuo había necesitado para encontrarse medianamente bien. No sé perdonaría que se cobrara más víctimas por no haber atajado el problema a tiempo, por haber fallado como guardián de aquella montaña y bosque. Kazuo no era un demonio vengativo. Pero el solo pensar como Liz sufrió por todo aquello, le hizo ebullir la sangre. En él se instauró esa rabia vengativa, y por supuesto se la iba a cobrar con intereses. - Carmina se sentó en su rincón favorito, donde la luz del atardecer entraba a raudales por la ventana, tiñendo la habitación de tonos dorados. Con los ojos cerrados, dejó que la melodía de la canción romántica que había escuchado unos momentos antes resonara en su mente. La voz suave del cantante hablaba de susurros, promesas y abrazos, y ella se sintió transportada a un mundo que, hasta entonces, le era ajeno.
Mientras la música envolvía su ser, Carmina meditaba sobre la idea del amor. A su edad, nunca había estado en una relación; su vida había estado marcada por la rutina de la escuela de mujeres, donde las conversaciones sobre corazones y pasiones eran más bien susurros en la penumbra. En su entorno, el amor parecía un concepto etéreo, un bello sueño del que solo podía ser espectadora.
Aun así, la letra de la canción la hizo reflexionar. Se preguntó cómo sería experimentar ese cosquilleo en el estómago que todos parecían describir. Se imaginó compartiendo momentos sencillos, como caminar de la mano, reírse de las mismas tonterías y sentir la calidez de un abrazo sincero. Pensó en las miradas cómplices, en la complicidad de un amor que florece en el día a día.
Carmina comprendió que, aunque no había vivido esa experiencia, su corazón aún podía anhelarla. El amor no era solo un vínculo físico; era una conexión profunda, un entendimiento sin palabras. Se dio cuenta de que sus sentimientos, sus sueños y sus anhelos podían existir incluso en la soledad de su habitación, en la quietud de su vida cotidiana.
A medida que la canción llegaba a su fin, Carmina sintió una mezcla de melancolía y esperanza. A veces, el amor parecía un horizonte distante, pero también era un campo fértil de posibilidades. Y tal vez, algún día, cuando menos lo esperara, el amor llegaría a su vida. Con esa idea en mente, sonrió suavemente, dejando que la música se desvaneciera en el aire, llevando consigo su meditación sobre el amor.Carmina se sentó en su rincón favorito, donde la luz del atardecer entraba a raudales por la ventana, tiñendo la habitación de tonos dorados. Con los ojos cerrados, dejó que la melodía de la canción romántica que había escuchado unos momentos antes resonara en su mente. La voz suave del cantante hablaba de susurros, promesas y abrazos, y ella se sintió transportada a un mundo que, hasta entonces, le era ajeno. Mientras la música envolvía su ser, Carmina meditaba sobre la idea del amor. A su edad, nunca había estado en una relación; su vida había estado marcada por la rutina de la escuela de mujeres, donde las conversaciones sobre corazones y pasiones eran más bien susurros en la penumbra. En su entorno, el amor parecía un concepto etéreo, un bello sueño del que solo podía ser espectadora. Aun así, la letra de la canción la hizo reflexionar. Se preguntó cómo sería experimentar ese cosquilleo en el estómago que todos parecían describir. Se imaginó compartiendo momentos sencillos, como caminar de la mano, reírse de las mismas tonterías y sentir la calidez de un abrazo sincero. Pensó en las miradas cómplices, en la complicidad de un amor que florece en el día a día. Carmina comprendió que, aunque no había vivido esa experiencia, su corazón aún podía anhelarla. El amor no era solo un vínculo físico; era una conexión profunda, un entendimiento sin palabras. Se dio cuenta de que sus sentimientos, sus sueños y sus anhelos podían existir incluso en la soledad de su habitación, en la quietud de su vida cotidiana. A medida que la canción llegaba a su fin, Carmina sintió una mezcla de melancolía y esperanza. A veces, el amor parecía un horizonte distante, pero también era un campo fértil de posibilidades. Y tal vez, algún día, cuando menos lo esperara, el amor llegaría a su vida. Con esa idea en mente, sonrió suavemente, dejando que la música se desvaneciera en el aire, llevando consigo su meditación sobre el amor. - Aquel día había despertado por el canto de feliz cumpleaños de su familia y de el personal de la casa, el cual realmente era poco, estaba feliz, pues era el primer año después de mucho tiempo que no pasaba su cumpleaños sola y lejos de su hogar.
-Gracias no se tenían que molestar...
Dijo para después soplar la vela de aquel lindo pastel, sus padres eran modestos y tranquilo en algunos aspectos y en otros era todos unos nobles. Sobre todo su padre que había nacido en noble cuna y criado como tal.
El resto del día se la paso recibiendo obsequios que llegaban a su hogar, tanto de nobles como de amigos cercanos, estaba feliz, los preparativos para su fiesta se llevaron acabo, fue a entrenar, trabajo en el despacho de su padre y tras terminar todos sus pendientes fue a la cripta familiar, a dejarle un ramo de lirios bancos a su abuela, quien tambien cumpliría años ese día.
-Gracias por todo... Te extraño lamento no poder despedirme de ti, pero tu sabes, mejor que nadie las razones por las que me fui... Prometo ser una guardiana excepcional y sanar a nuestro pueblo como tu lo hiciste siempre... Tus zapatos son difíciles de llenar pero lo intentare...
Lexy estaba cansada y feliz, algunas lagrimas surcaron su rostro por la emotividad de la situación, ella como única heredera mujer con vida de los Selene era la elegida para ser la guardiana del conocimiento, sacerdotisa del templo sagrado y sanadora del reino Fae, demasiada responsabilidad. Sin embargo siempre fue su sueño y deseaba cumplir con su deber así como su abuela lo hizo toda la vida, incluso cubriéndola durante su ausencia, el luto para su abuela terminaría pronto y la joven con ahora 27 años de edad tendría que asumir el puesto que por años había anhelado.
-Feliz cumpleaños abuela... Te amo.
Dijo aquello mientras estaba sentado en una pequeña banca frente a la tumba.Aquel día había despertado por el canto de feliz cumpleaños de su familia y de el personal de la casa, el cual realmente era poco, estaba feliz, pues era el primer año después de mucho tiempo que no pasaba su cumpleaños sola y lejos de su hogar. -Gracias no se tenían que molestar... Dijo para después soplar la vela de aquel lindo pastel, sus padres eran modestos y tranquilo en algunos aspectos y en otros era todos unos nobles. Sobre todo su padre que había nacido en noble cuna y criado como tal. El resto del día se la paso recibiendo obsequios que llegaban a su hogar, tanto de nobles como de amigos cercanos, estaba feliz, los preparativos para su fiesta se llevaron acabo, fue a entrenar, trabajo en el despacho de su padre y tras terminar todos sus pendientes fue a la cripta familiar, a dejarle un ramo de lirios bancos a su abuela, quien tambien cumpliría años ese día. -Gracias por todo... Te extraño lamento no poder despedirme de ti, pero tu sabes, mejor que nadie las razones por las que me fui... Prometo ser una guardiana excepcional y sanar a nuestro pueblo como tu lo hiciste siempre... Tus zapatos son difíciles de llenar pero lo intentare... Lexy estaba cansada y feliz, algunas lagrimas surcaron su rostro por la emotividad de la situación, ella como única heredera mujer con vida de los Selene era la elegida para ser la guardiana del conocimiento, sacerdotisa del templo sagrado y sanadora del reino Fae, demasiada responsabilidad. Sin embargo siempre fue su sueño y deseaba cumplir con su deber así como su abuela lo hizo toda la vida, incluso cubriéndola durante su ausencia, el luto para su abuela terminaría pronto y la joven con ahora 27 años de edad tendría que asumir el puesto que por años había anhelado. -Feliz cumpleaños abuela... Te amo. Dijo aquello mientras estaba sentado en una pequeña banca frente a la tumba. - Después de varias semanas de tensión creciente, el pequeño pueblo en los Cárpatos, que siempre había sido un refugio tranquilo y apacible, se encontraba sumido en el caos. Una banda de moteros había decidido asentarse en los márgenes, imponiendo su presencia con violencia y agresiones, transformando la vida cotidiana en una pesadilla para los habitantes. Robos, vandalismo y peleas se habían vuelto comunes, y la gente del pueblo, acostumbrada a una existencia tranquila, vivía ahora bajo el miedo constante. Khan, que había observado en silencio cómo el pueblo caía bajo el yugo de estos intrusos, no pudo quedarse de brazos cruzados.
Durante días, soportó la creciente amenaza, evitando el conflicto directo, esperando que la banda se fuera por su propia cuenta. Pero cuando una de sus vecinas, una anciana pronta a cumplir los cien años de edad, fue atacada injustificadamente, decidió que ya era suficiente.
Esa noche, bajo un cielo nublado, Khan caminó en dirección a la guarida improvisada de la banda, un viejo almacén abandonado a las afueras del pueblo. El aire era denso, y cada paso que daba resonaba en la quietud ominosa de la noche. Cuando llegó a la entrada, fue recibido con risas burlonas y miradas despectivas por parte de los guardias de la banda, quienes no se molestaron en ocultar su desprecio. Sin embargo, la presencia de Khan era imposible de ignorar. Su figura, aparentemente tranquila, emanaba una amenaza latente, un poder que los moteros no comprendían, pero que les incomodaba.
Dentro, el líder de la banda, un hombre arrogante y corpulento, lo esperaba en una actitud desdeñosa, sentado en un viejo sofá con un grupo de sus secuaces alrededor. Se levantó al verlo entrar, sonriendo con una mueca de superioridad.
— ¿Tú eres el que ha venido a decirnos que nos vayamos? —se burló el líder, avanzando hacia Khan con pasos lentos y seguros, como un depredador que ya ha saboreado su presa.
Khan, firme y sereno, no respondió de inmediato. Sus ojos, grises y penetrantes, observaron al líder sin parpadear, dejando que el silencio hablara por él. Sabía que las palabras serían inútiles con esta clase de hombre que sólo entendía el lenguaje de la violencia.
Finalmente, su voz, grave y cargada de autoridad, rompió el aire:
— Este pueblo no te pertenece. Te doy una última oportunidad para que te vayas y no vuelvas.
El líder de la banda soltó una carcajada estruendosa, apoyado por los gruñidos de sus compañeros. La atmósfera se volvió aún más tensa. Con arrogancia, el líder sacó un cigarro y lo colocó entre sus labios, encendiendo un mechero para prenderlo. Fue entonces cuando Khan, con un leve gesto, extendió el fuego de la pequeña chispa. En un abrir y cerrar de ojos, el mechero se transformó en una llamarada violenta que no solo prendió el cigarro, sino que envolvió en llamas el brazo del líder. El pánico inundó el rostro del motero, quien retrocedió con un grito ahogado, intentando apagar el fuego que rápidamente consumía su brazo.Después de varias semanas de tensión creciente, el pequeño pueblo en los Cárpatos, que siempre había sido un refugio tranquilo y apacible, se encontraba sumido en el caos. Una banda de moteros había decidido asentarse en los márgenes, imponiendo su presencia con violencia y agresiones, transformando la vida cotidiana en una pesadilla para los habitantes. Robos, vandalismo y peleas se habían vuelto comunes, y la gente del pueblo, acostumbrada a una existencia tranquila, vivía ahora bajo el miedo constante. Khan, que había observado en silencio cómo el pueblo caía bajo el yugo de estos intrusos, no pudo quedarse de brazos cruzados. Durante días, soportó la creciente amenaza, evitando el conflicto directo, esperando que la banda se fuera por su propia cuenta. Pero cuando una de sus vecinas, una anciana pronta a cumplir los cien años de edad, fue atacada injustificadamente, decidió que ya era suficiente. Esa noche, bajo un cielo nublado, Khan caminó en dirección a la guarida improvisada de la banda, un viejo almacén abandonado a las afueras del pueblo. El aire era denso, y cada paso que daba resonaba en la quietud ominosa de la noche. Cuando llegó a la entrada, fue recibido con risas burlonas y miradas despectivas por parte de los guardias de la banda, quienes no se molestaron en ocultar su desprecio. Sin embargo, la presencia de Khan era imposible de ignorar. Su figura, aparentemente tranquila, emanaba una amenaza latente, un poder que los moteros no comprendían, pero que les incomodaba. Dentro, el líder de la banda, un hombre arrogante y corpulento, lo esperaba en una actitud desdeñosa, sentado en un viejo sofá con un grupo de sus secuaces alrededor. Se levantó al verlo entrar, sonriendo con una mueca de superioridad. — ¿Tú eres el que ha venido a decirnos que nos vayamos? —se burló el líder, avanzando hacia Khan con pasos lentos y seguros, como un depredador que ya ha saboreado su presa. Khan, firme y sereno, no respondió de inmediato. Sus ojos, grises y penetrantes, observaron al líder sin parpadear, dejando que el silencio hablara por él. Sabía que las palabras serían inútiles con esta clase de hombre que sólo entendía el lenguaje de la violencia. Finalmente, su voz, grave y cargada de autoridad, rompió el aire: — Este pueblo no te pertenece. Te doy una última oportunidad para que te vayas y no vuelvas. El líder de la banda soltó una carcajada estruendosa, apoyado por los gruñidos de sus compañeros. La atmósfera se volvió aún más tensa. Con arrogancia, el líder sacó un cigarro y lo colocó entre sus labios, encendiendo un mechero para prenderlo. Fue entonces cuando Khan, con un leve gesto, extendió el fuego de la pequeña chispa. En un abrir y cerrar de ojos, el mechero se transformó en una llamarada violenta que no solo prendió el cigarro, sino que envolvió en llamas el brazo del líder. El pánico inundó el rostro del motero, quien retrocedió con un grito ahogado, intentando apagar el fuego que rápidamente consumía su brazo.
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