El zorro estuvo casi dos días enteros descansando. Aún no estaba recuperado del todo, pero al menos ya estaba fuera de peligro. Elizabeth le había salvado la vida. Gracias a qué esta siguió su instinto pudo allarlo en la noche, bajo un aguacero castigador, frío cortante y noche sepulcral.
Lo cuidó incansablemente, hasta que este se encontró con las suficientes fuerzas para levantarse. Su mente ya estaba maquinando, pensando por donde empezaría a rastrear al Ōmukade. Le daría caza, pensaba exorcizar cada parte de su cuerpo hasta que no quedasen más que cenizas. Solo esperaba que la herida que le infligió en su ojo fuera lo suficientemente grave, para tenerlo fuera del combate el mismo tiempo que Kazuo había necesitado para encontrarse medianamente bien. No sé perdonaría que se cobrara más víctimas por no haber atajado el problema a tiempo, por haber fallado como guardián de aquella montaña y bosque.
Kazuo no era un demonio vengativo. Pero el solo pensar como Liz sufrió por todo aquello, le hizo ebullir la sangre. En él se instauró esa rabia vengativa, y por supuesto se la iba a cobrar con intereses.
Lo cuidó incansablemente, hasta que este se encontró con las suficientes fuerzas para levantarse. Su mente ya estaba maquinando, pensando por donde empezaría a rastrear al Ōmukade. Le daría caza, pensaba exorcizar cada parte de su cuerpo hasta que no quedasen más que cenizas. Solo esperaba que la herida que le infligió en su ojo fuera lo suficientemente grave, para tenerlo fuera del combate el mismo tiempo que Kazuo había necesitado para encontrarse medianamente bien. No sé perdonaría que se cobrara más víctimas por no haber atajado el problema a tiempo, por haber fallado como guardián de aquella montaña y bosque.
Kazuo no era un demonio vengativo. Pero el solo pensar como Liz sufrió por todo aquello, le hizo ebullir la sangre. En él se instauró esa rabia vengativa, y por supuesto se la iba a cobrar con intereses.
El zorro estuvo casi dos días enteros descansando. Aún no estaba recuperado del todo, pero al menos ya estaba fuera de peligro. Elizabeth le había salvado la vida. Gracias a qué esta siguió su instinto pudo allarlo en la noche, bajo un aguacero castigador, frío cortante y noche sepulcral.
Lo cuidó incansablemente, hasta que este se encontró con las suficientes fuerzas para levantarse. Su mente ya estaba maquinando, pensando por donde empezaría a rastrear al Ōmukade. Le daría caza, pensaba exorcizar cada parte de su cuerpo hasta que no quedasen más que cenizas. Solo esperaba que la herida que le infligió en su ojo fuera lo suficientemente grave, para tenerlo fuera del combate el mismo tiempo que Kazuo había necesitado para encontrarse medianamente bien. No sé perdonaría que se cobrara más víctimas por no haber atajado el problema a tiempo, por haber fallado como guardián de aquella montaña y bosque.
Kazuo no era un demonio vengativo. Pero el solo pensar como Liz sufrió por todo aquello, le hizo ebullir la sangre. En él se instauró esa rabia vengativa, y por supuesto se la iba a cobrar con intereses.