• Fue una noche larga. Demasiado. Pero ahora más que nunca le constaba que debía ser el pilar y el soporte, más no solo de Angel, sino también de sus hijos.
    Como no podía ser de otra forma, ambos se despertaron demasiadas ocasiones en la noche, asustados, miedosos, inseguros... No le extrañaba que aquella noche y las posteriores ambos tuvieran pesadillas. Había sido demasiado para dos niños tan pequeños... Pero también se sabía culpable de esos acontecimientos.

    Los amaba, demasiado, igual que Angel. Y, al igual que su prometido, había criado a esos dos pequeños en una esfera de cristal demasiado frágil para el infernal mundo en el que ahora vivían. Creer que podrían mantener aquella inocencia por mucho tiempo fue, no solo egoísta, sino estúpido.
    ¿Las consecuencias? Allí estaba. Dos niños cuya ilusión se había desmoronado y ahora, desamparados, deberían enfrentarse a la crueldad del infierno sin haber tenido las herramientas necesarias para hacerlo. Y, para empeorar aún más la situación, Angel no se había sentido precisamente bien.

    La falta de sueño le estaba pasando factura ahora, pero se negaba a rendirse ante el sueño. Tras revisar los vendajes que mantenían en su sitio las alas de su pequeña, se quedó recostado a su lado en la cama. Ambos pequeños volviendo a dormir y no los culpaba.
    Los observó con cansancio angustioso. Casi pensativo... Entonces extendió una mano, tomando su celular que rara vez usaba y ni hablar de tenerlo encima. También debió de ponerse sus lentes para poder ver apropiadamente una letra tan pequeña... ¿Quién demonios había inventado ese sistema de mierda? También se había tomado el atrevimiento de tomar el móvil de Angel, rebuscando entre sus contactos hasta que encontró a quien buscaba.
    Tomando una foto de los niños, descansando, procedió a enviar la foto a Arackniss con un único texto que acompañaba la imagen con un "Estarán bien". No era idiota, a pesar de su actuada diferencia el día anterior, se había dado cuenta del aprecio por sus hijos.
    Fue una noche larga. Demasiado. Pero ahora más que nunca le constaba que debía ser el pilar y el soporte, más no solo de Angel, sino también de sus hijos. Como no podía ser de otra forma, ambos se despertaron demasiadas ocasiones en la noche, asustados, miedosos, inseguros... No le extrañaba que aquella noche y las posteriores ambos tuvieran pesadillas. Había sido demasiado para dos niños tan pequeños... Pero también se sabía culpable de esos acontecimientos. Los amaba, demasiado, igual que Angel. Y, al igual que su prometido, había criado a esos dos pequeños en una esfera de cristal demasiado frágil para el infernal mundo en el que ahora vivían. Creer que podrían mantener aquella inocencia por mucho tiempo fue, no solo egoísta, sino estúpido. ¿Las consecuencias? Allí estaba. Dos niños cuya ilusión se había desmoronado y ahora, desamparados, deberían enfrentarse a la crueldad del infierno sin haber tenido las herramientas necesarias para hacerlo. Y, para empeorar aún más la situación, Angel no se había sentido precisamente bien. La falta de sueño le estaba pasando factura ahora, pero se negaba a rendirse ante el sueño. Tras revisar los vendajes que mantenían en su sitio las alas de su pequeña, se quedó recostado a su lado en la cama. Ambos pequeños volviendo a dormir y no los culpaba. Los observó con cansancio angustioso. Casi pensativo... Entonces extendió una mano, tomando su celular que rara vez usaba y ni hablar de tenerlo encima. También debió de ponerse sus lentes para poder ver apropiadamente una letra tan pequeña... ¿Quién demonios había inventado ese sistema de mierda? También se había tomado el atrevimiento de tomar el móvil de Angel, rebuscando entre sus contactos hasta que encontró a quien buscaba. Tomando una foto de los niños, descansando, procedió a enviar la foto a [Grumpyspid3r] con un único texto que acompañaba la imagen con un "Estarán bien". No era idiota, a pesar de su actuada diferencia el día anterior, se había dado cuenta del aprecio por sus hijos.
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  • Escena con [masasita_masaru]

    Kazuo no solo era mensajero, también era guía.

    Nunca fue conducido por una mano amiga en sus primeros pasos. Al nacer, fue bendecido… una bendición que, a veces, se sentía como una maldición.

    En sus primeros cien años de vida aprendió solo, sin nadie que le explicase qué era y por qué estaba adquiriendo ese tipo de conciencia, una que un zorro salvaje jamás desarrollaría. Su camino no fue fácil, al contrario; la tragedia, la venganza y la muerte fueron sus mentores en sus primeros siglos de vida.

    No quería que ningún ser celestial pasara por lo mismo que él sufrió. En ocasiones, cuando la luna llena estaba en su punto más alto «la hora en que los espíritus se adueñaban de la oscuridad del bosque», Kazuo entonaba un llamado para que aquellos iguales a él sintieran que no estaban solos en este mundo cruel; que su diferencia no era un error, sino una bendición. Quería que, en sus primeros años, no se desarrollaran bajo la crueldad que el mundo les tenía reservado.

    Algunos no trascenderían; vivirían más de lo normal sin llegar a ser conscientes del poder que albergaban. Pero para aquellos cuya cola se partiera en dos, Kazuo deseaba estar allí. Darles ese amor que a él nadie le dió, en una etapa totalmente crucial.

    Caminaba por el bosque entonando una melodía que solo aquellos que podían caminar entre dos mundos eran capaces de escuchar. A su paso, la tierra, que había cedido al frío invierno, volvía a llenarse de vida, como si la energía y la luz que emanaban los zorros hicieran que la naturaleza se abriera camino. Era un espectáculo visual, una experiencia casi religiosa y trascendental. Quien fuera testigo de aquel milagro podría considerarse afortunado, pues era algo sagrado, reservado solo para los ojos que miraban el mundo con inocencia, más allá de lo físico.

    De pronto se escuchó el crujir de las ramas del suelo, cediendo a un peso ajeno y desconocido. No pertenecía a ninguno de los presentes en aquella marcha celestial. Cuando los kitsunes caminaban, lo hacían con el silencio de un depredador nocturno, sin que la hojarasca protestase bajo sus patas. Aquel sonido hizo que todos los zorros, del color de la luna, corrieran espantados hacia el amparo del manto nocturno. Kazuo fue el único que permaneció allí, con sus nueve colas en un vaivén suave, casi ensayado, manteniendo una calma imperturbable.

    Bajó su flauta lentamente, pero con la decisión de quien no teme lo desconocido, mientras sus ojos color zafiro se dirigían hacia el origen del sonido que había perturbado su labor. Aquellas cuencas no eran ojos que perteneciesen del todo a este mundo: la luz interior que poseían se hacía visible en la oscuridad, como si dos luciérnagas azules volaran al mismo compás.

    —Has asustado a mis hermanos… ¿Podrías mostrarte para poder ponerte rostro? —musitó con serenidad. No había hostilidad alguna en su voz, tan solo esa calma intrínseca de su ser.
    Escena con [masasita_masaru] Kazuo no solo era mensajero, también era guía. Nunca fue conducido por una mano amiga en sus primeros pasos. Al nacer, fue bendecido… una bendición que, a veces, se sentía como una maldición. En sus primeros cien años de vida aprendió solo, sin nadie que le explicase qué era y por qué estaba adquiriendo ese tipo de conciencia, una que un zorro salvaje jamás desarrollaría. Su camino no fue fácil, al contrario; la tragedia, la venganza y la muerte fueron sus mentores en sus primeros siglos de vida. No quería que ningún ser celestial pasara por lo mismo que él sufrió. En ocasiones, cuando la luna llena estaba en su punto más alto «la hora en que los espíritus se adueñaban de la oscuridad del bosque», Kazuo entonaba un llamado para que aquellos iguales a él sintieran que no estaban solos en este mundo cruel; que su diferencia no era un error, sino una bendición. Quería que, en sus primeros años, no se desarrollaran bajo la crueldad que el mundo les tenía reservado. Algunos no trascenderían; vivirían más de lo normal sin llegar a ser conscientes del poder que albergaban. Pero para aquellos cuya cola se partiera en dos, Kazuo deseaba estar allí. Darles ese amor que a él nadie le dió, en una etapa totalmente crucial. Caminaba por el bosque entonando una melodía que solo aquellos que podían caminar entre dos mundos eran capaces de escuchar. A su paso, la tierra, que había cedido al frío invierno, volvía a llenarse de vida, como si la energía y la luz que emanaban los zorros hicieran que la naturaleza se abriera camino. Era un espectáculo visual, una experiencia casi religiosa y trascendental. Quien fuera testigo de aquel milagro podría considerarse afortunado, pues era algo sagrado, reservado solo para los ojos que miraban el mundo con inocencia, más allá de lo físico. De pronto se escuchó el crujir de las ramas del suelo, cediendo a un peso ajeno y desconocido. No pertenecía a ninguno de los presentes en aquella marcha celestial. Cuando los kitsunes caminaban, lo hacían con el silencio de un depredador nocturno, sin que la hojarasca protestase bajo sus patas. Aquel sonido hizo que todos los zorros, del color de la luna, corrieran espantados hacia el amparo del manto nocturno. Kazuo fue el único que permaneció allí, con sus nueve colas en un vaivén suave, casi ensayado, manteniendo una calma imperturbable. Bajó su flauta lentamente, pero con la decisión de quien no teme lo desconocido, mientras sus ojos color zafiro se dirigían hacia el origen del sonido que había perturbado su labor. Aquellas cuencas no eran ojos que perteneciesen del todo a este mundo: la luz interior que poseían se hacía visible en la oscuridad, como si dos luciérnagas azules volaran al mismo compás. —Has asustado a mis hermanos… ¿Podrías mostrarte para poder ponerte rostro? —musitó con serenidad. No había hostilidad alguna en su voz, tan solo esa calma intrínseca de su ser.
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    El cruce

    Salimos del castillo y el destino —o la crueldad del cosmos— decide jugar su carta.

    Ryu aparece a lo lejos.

    Mi corazón se desploma.
    Mis manos tiemblan.
    Siento que voy a romperme.
    Me imagino su enfado, su dolor, su decepción…
    Me imagino todo lo que merezco.

    Pero ella se acerca sonriendo.
    Sonriendo.

    Ryu:
    “¡He oído que Akane ha vuelto!
    Me alegro mucho.
    ¿Estás más contenta?”

    Su naturalidad me perfora.
    Me atraviesa.
    Me hace trizas.

    Y en mi cobardía, en mi miseria emocional, en esa incapacidad crónica de enfrentar lo que destruyo, elijo mentirle.

    Lili:
    “¡Síii! Muy bien!
    …Gracias.”

    Esa sonrisa falsa
    esa voz que no es la mía
    es el filo con el que me rajo por dentro.

    Porque en ese instante
    mi corazón se divide en dos.
    En dos mitades que se rechazan, que se odian, que no encajan.

    Se pudre algo en mi alma, lento, doloroso.
    Como si me mirara desde fuera y no reconociera lo que veo.


    ---

    ¿Qué soy?

    Camino, pero no siento los pasos.
    Respiro, pero no me entra el aire.
    Estoy viva, pero no estoy.

    ¿Por qué hago esto?
    ¿Por qué hiero a quien me cuida?
    ¿Por qué vuelvo a quien me abandona?

    ¿Qué soy…?
    ¿En qué me estoy convirtiendo…?

    Y la respuesta llega, fría como la sombra que me habló antes:

    Soy caos.
    Soy luna.
    Soy sombra.
    Soy contradicción.
    Soy hija de dos mundos que nunca coinciden.

    Pero sobre todo…

    Soy una niña que no sabe elegir,
    y mientras no lo sepa,
    seguiré rompiendo todo lo que toco.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El cruce Salimos del castillo y el destino —o la crueldad del cosmos— decide jugar su carta. Ryu aparece a lo lejos. Mi corazón se desploma. Mis manos tiemblan. Siento que voy a romperme. Me imagino su enfado, su dolor, su decepción… Me imagino todo lo que merezco. Pero ella se acerca sonriendo. Sonriendo. Ryu: “¡He oído que Akane ha vuelto! Me alegro mucho. ¿Estás más contenta?” Su naturalidad me perfora. Me atraviesa. Me hace trizas. Y en mi cobardía, en mi miseria emocional, en esa incapacidad crónica de enfrentar lo que destruyo, elijo mentirle. Lili: “¡Síii! Muy bien! …Gracias.” Esa sonrisa falsa esa voz que no es la mía es el filo con el que me rajo por dentro. Porque en ese instante mi corazón se divide en dos. En dos mitades que se rechazan, que se odian, que no encajan. Se pudre algo en mi alma, lento, doloroso. Como si me mirara desde fuera y no reconociera lo que veo. --- ¿Qué soy? Camino, pero no siento los pasos. Respiro, pero no me entra el aire. Estoy viva, pero no estoy. ¿Por qué hago esto? ¿Por qué hiero a quien me cuida? ¿Por qué vuelvo a quien me abandona? ¿Qué soy…? ¿En qué me estoy convirtiendo…? Y la respuesta llega, fría como la sombra que me habló antes: Soy caos. Soy luna. Soy sombra. Soy contradicción. Soy hija de dos mundos que nunca coinciden. Pero sobre todo… Soy una niña que no sabe elegir, y mientras no lo sepa, seguiré rompiendo todo lo que toco.
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    El cruce

    Salimos del castillo y el destino —o la crueldad del cosmos— decide jugar su carta.

    Ryu aparece a lo lejos.

    Mi corazón se desploma.
    Mis manos tiemblan.
    Siento que voy a romperme.
    Me imagino su enfado, su dolor, su decepción…
    Me imagino todo lo que merezco.

    Pero ella se acerca sonriendo.
    Sonriendo.

    Ryu:
    “¡He oído que Akane ha vuelto!
    Me alegro mucho.
    ¿Estás más contenta?”

    Su naturalidad me perfora.
    Me atraviesa.
    Me hace trizas.

    Y en mi cobardía, en mi miseria emocional, en esa incapacidad crónica de enfrentar lo que destruyo, elijo mentirle.

    Lili:
    “¡Síii! Muy bien!
    …Gracias.”

    Esa sonrisa falsa
    esa voz que no es la mía
    es el filo con el que me rajo por dentro.

    Porque en ese instante
    mi corazón se divide en dos.
    En dos mitades que se rechazan, que se odian, que no encajan.

    Se pudre algo en mi alma, lento, doloroso.
    Como si me mirara desde fuera y no reconociera lo que veo.


    ---

    ¿Qué soy?

    Camino, pero no siento los pasos.
    Respiro, pero no me entra el aire.
    Estoy viva, pero no estoy.

    ¿Por qué hago esto?
    ¿Por qué hiero a quien me cuida?
    ¿Por qué vuelvo a quien me abandona?

    ¿Qué soy…?
    ¿En qué me estoy convirtiendo…?

    Y la respuesta llega, fría como la sombra que me habló antes:

    Soy caos.
    Soy luna.
    Soy sombra.
    Soy contradicción.
    Soy hija de dos mundos que nunca coinciden.

    Pero sobre todo…

    Soy una niña que no sabe elegir,
    y mientras no lo sepa,
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    Salimos del castillo y el destino —o la crueldad del cosmos— decide jugar su carta.

    Ryu aparece a lo lejos.

    Mi corazón se desploma.
    Mis manos tiemblan.
    Siento que voy a romperme.
    Me imagino su enfado, su dolor, su decepción…
    Me imagino todo lo que merezco.

    Pero ella se acerca sonriendo.
    Sonriendo.

    Ryu:
    “¡He oído que Akane ha vuelto!
    Me alegro mucho.
    ¿Estás más contenta?”

    Su naturalidad me perfora.
    Me atraviesa.
    Me hace trizas.

    Y en mi cobardía, en mi miseria emocional, en esa incapacidad crónica de enfrentar lo que destruyo, elijo mentirle.

    Lili:
    “¡Síii! Muy bien!
    …Gracias.”

    Esa sonrisa falsa
    esa voz que no es la mía
    es el filo con el que me rajo por dentro.

    Porque en ese instante
    mi corazón se divide en dos.
    En dos mitades que se rechazan, que se odian, que no encajan.

    Se pudre algo en mi alma, lento, doloroso.
    Como si me mirara desde fuera y no reconociera lo que veo.


    ---

    ¿Qué soy?

    Camino, pero no siento los pasos.
    Respiro, pero no me entra el aire.
    Estoy viva, pero no estoy.

    ¿Por qué hago esto?
    ¿Por qué hiero a quien me cuida?
    ¿Por qué vuelvo a quien me abandona?

    ¿Qué soy…?
    ¿En qué me estoy convirtiendo…?

    Y la respuesta llega, fría como la sombra que me habló antes:

    Soy caos.
    Soy luna.
    Soy sombra.
    Soy contradicción.
    Soy hija de dos mundos que nunca coinciden.

    Pero sobre todo…

    Soy una niña que no sabe elegir,
    y mientras no lo sepa,
    seguiré rompiendo todo lo que toco.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El cruce Salimos del castillo y el destino —o la crueldad del cosmos— decide jugar su carta. Ryu aparece a lo lejos. Mi corazón se desploma. Mis manos tiemblan. Siento que voy a romperme. Me imagino su enfado, su dolor, su decepción… Me imagino todo lo que merezco. Pero ella se acerca sonriendo. Sonriendo. Ryu: “¡He oído que Akane ha vuelto! Me alegro mucho. ¿Estás más contenta?” Su naturalidad me perfora. Me atraviesa. Me hace trizas. Y en mi cobardía, en mi miseria emocional, en esa incapacidad crónica de enfrentar lo que destruyo, elijo mentirle. Lili: “¡Síii! Muy bien! …Gracias.” Esa sonrisa falsa esa voz que no es la mía es el filo con el que me rajo por dentro. Porque en ese instante mi corazón se divide en dos. En dos mitades que se rechazan, que se odian, que no encajan. Se pudre algo en mi alma, lento, doloroso. Como si me mirara desde fuera y no reconociera lo que veo. --- ¿Qué soy? Camino, pero no siento los pasos. Respiro, pero no me entra el aire. Estoy viva, pero no estoy. ¿Por qué hago esto? ¿Por qué hiero a quien me cuida? ¿Por qué vuelvo a quien me abandona? ¿Qué soy…? ¿En qué me estoy convirtiendo…? Y la respuesta llega, fría como la sombra que me habló antes: Soy caos. Soy luna. Soy sombra. Soy contradicción. Soy hija de dos mundos que nunca coinciden. Pero sobre todo… Soy una niña que no sabe elegir, y mientras no lo sepa, seguiré rompiendo todo lo que toco.
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  • !! mientras lee en silencio un antiguo libro de su colección visualiza en su mente las palabras de aquel que plasma su odio y rabia en aquel libro, sus manos delicadamente recorren las hojas del viejo libro mientras su imaginación se deja ir °° !!

    (primeros versos del libro )
    Escriban en sus libros que fui la oscuridad,
    la Reina Demonio, la pura crueldad.
    Pinten mis retratos con ojos de hiel,
    la que hizo un pacto con sombras por poder.
    Cuenten que mi magia corrompió la raíz,
    y que de mi aliento nació la cicatriz
    que ahora parte en dos este reino de sol.
    Olviden mi nombre, solo pongan "rencor".

    (pasa la pagina al siguiente párrafo )
    Hablan de justicia, de un héroe y su fe,
    de la luz que trajeron y el monstruo que se fue.
    Pero su luz brillante es una gran mentira,
    que quema más fuerte que mi propia ira.

    (sigue pasando las hojas )
    Así que sí, ¡soy la villana de esta historia mal contada!
    La sombra que nace de su luz profanada.
    El eco de un grito que nadie escuchó,
    la justa consecuencia de lo que su rey sembró.
    Soy el monstruo que ustedes con sus manos crearon,
    ¡y ahora tiemblan por lo que al fin desataron!

    ( segundo párrafo )
    Recuerdo sus risas, sus copas de honor,
    mientras mi gente moría de hambre y dolor.
    Por su "bien mayor" y su falsa deidad,
    sacrificaron mi aldea, mi herencia, mi paz.
    El héroe de acero, con su espada tan santa,
    fue quien quemó mis campos y ahogó mi garganta.
    Y cuando imploré, me llamaron impura,
    sellando mi alma en esta armadura.

    ( 3 párrafo )
    Hablan de mi ejército, de bestias sin par,
    pero olvidan las jaulas de donde los fui a sacar.
    Eran sus trofeos, sus esclavos, su horror...
    y yo les di un propósito, un nombre y valor.

    ( siguiente paguina)
    Así que sí, ¡soy la villana de esta historia mal contada!
    La sombra que nace de su luz profanada.
    El eco de un grito que nadie escuchó,
    la justa consecuencia de lo que su rey sembró.
    Soy el monstruo que ustedes con sus manos crearon,
    ¡y ahora tiemblan por lo que al fin desataron!

    (Puente)
    Ahora los espectros que tanto temían,
    marchan a mi lado, me llaman su guía.
    Mi trono no es de oro, es de huesos y espinas,
    y mi corona, el miedo que a ustedes fascina.
    No busco perdón, no quiero su piedad,
    solo quiero que escriban... toda la verdad.

    (final)
    Graben mi nombre con odio y temor...
    Pero en el silencio, pregunten con honor...
    ¿Quién empuñó la primera espada?
    En esta historia...
    ...mal contada.
    !! mientras lee en silencio un antiguo libro de su colección visualiza en su mente las palabras de aquel que plasma su odio y rabia en aquel libro, sus manos delicadamente recorren las hojas del viejo libro mientras su imaginación se deja ir °° !! (primeros versos del libro ) Escriban en sus libros que fui la oscuridad, la Reina Demonio, la pura crueldad. Pinten mis retratos con ojos de hiel, la que hizo un pacto con sombras por poder. Cuenten que mi magia corrompió la raíz, y que de mi aliento nació la cicatriz que ahora parte en dos este reino de sol. Olviden mi nombre, solo pongan "rencor". (pasa la pagina al siguiente párrafo ) Hablan de justicia, de un héroe y su fe, de la luz que trajeron y el monstruo que se fue. Pero su luz brillante es una gran mentira, que quema más fuerte que mi propia ira. (sigue pasando las hojas ) Así que sí, ¡soy la villana de esta historia mal contada! La sombra que nace de su luz profanada. El eco de un grito que nadie escuchó, la justa consecuencia de lo que su rey sembró. Soy el monstruo que ustedes con sus manos crearon, ¡y ahora tiemblan por lo que al fin desataron! ( segundo párrafo ) Recuerdo sus risas, sus copas de honor, mientras mi gente moría de hambre y dolor. Por su "bien mayor" y su falsa deidad, sacrificaron mi aldea, mi herencia, mi paz. El héroe de acero, con su espada tan santa, fue quien quemó mis campos y ahogó mi garganta. Y cuando imploré, me llamaron impura, sellando mi alma en esta armadura. ( 3 párrafo ) Hablan de mi ejército, de bestias sin par, pero olvidan las jaulas de donde los fui a sacar. Eran sus trofeos, sus esclavos, su horror... y yo les di un propósito, un nombre y valor. ( siguiente paguina) Así que sí, ¡soy la villana de esta historia mal contada! La sombra que nace de su luz profanada. El eco de un grito que nadie escuchó, la justa consecuencia de lo que su rey sembró. Soy el monstruo que ustedes con sus manos crearon, ¡y ahora tiemblan por lo que al fin desataron! (Puente) Ahora los espectros que tanto temían, marchan a mi lado, me llaman su guía. Mi trono no es de oro, es de huesos y espinas, y mi corona, el miedo que a ustedes fascina. No busco perdón, no quiero su piedad, solo quiero que escriban... toda la verdad. (final) Graben mi nombre con odio y temor... Pero en el silencio, pregunten con honor... ¿Quién empuñó la primera espada? En esta historia... ...mal contada.
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  • 🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽

    Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres.

    Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘.

    Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador.

    Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací.

    Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas.

    El ultimátum fue demoledor. Dios habló:

    —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.—

    Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó.

    🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽

    Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará.

    Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar.

    A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados.

    Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color.

    🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios.

    Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo.

    —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
    🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽 Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres. Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘. Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador. Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací. Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas. El ultimátum fue demoledor. Dios habló: —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.— Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó. 🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽 Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará. Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar. A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados. Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color. 🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios. Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo. —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
    Me entristece
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  • 𝙰𝚜 𝚋𝚊𝚓𝚘 𝚕𝚊 𝙼𝚊𝚗𝚐𝚊
    Categoría Ciencia ficción
    » Irina

    ──────────────────────────

    [𝙰ñ𝚘 𝟸𝟶𝟻𝟻 - 𝙿𝚊𝚜𝚊𝚍𝚘]

    Estaban tardando demasiado. Los experimentos no daban buenos resultados, no inmediatos. El tiempo se estaba acabando. Sin importar cuánto lo intentaron, el apresurar la reestructura del ADN humano de forma artificial terminaba en desastre y muertes.

    Habían comenzado con el Proyecto Evol, buscando hacer que las personas se adaptaran con facilidad al entorno; que las enfermedades y discapacidades se eliminaran. El mundo se estaba contaminando demasiado rápido: radiación, smog, deshechos, todo acumulándose de forma tal que la Tierra no daba abasto para poder purificar lo poco que podía. La vida iba a terminar más pronto de lo que calcularon.

    Criogenización. Esa fue la respuesta. Aquellos que contaban con los recursos, quienes eran “importantes” pudieron obtener el beneficio de pausar el tiempo en sus cuerpos y despertar cuando se haya encontrado una buena solución. Por supuesto que la élite estuvo de acuerdo.

    Así comenzaron, durmiendo a cada quien en lo más profundo de los laboratorios mientras seguían experimentando con voluntarios que apenas tenían recursos (claro que usarían a los “menos importantes”).

    Con el paso del tiempo, también encontraron la solución para purificar ciertas zonas y mantenerlas estables. Justo por eso, quienes podrían vivir allí se llamaban Estables. Valga la redundancia.

    Semi Esferas gigantes. Allí el aire no estaba contaminado, allí los pulmones dejaban de arder, se sentía más liviano, la naturaleza podía continuar. Un verde muy hermoso. Animales aún resistiendo. Humanos nuevos. NeoHumanos.

    La A.I.C.B., corporación esponsoreada por aquellos con más dinero, fue quien encontró todas las soluciones, quien comenzó a tener el control sobre el mundo. Una organización supranacional. Tuvo el “honor” de renombrar: los países y ciudades dejaron de tener nombre, ahora solo eran sectores. Las zonas seguras se llamaron Zonas Blancas. Luego estaban las Grises, allí donde estaban las fábricas y los trabajadores aún de clase media; Zonas Negras, donde iban los errores, los Desviados (donde la adaptación se fue a un extremo), algunos muriendo por la misma contaminación y radiación o por sus propias mutaciones, otros sobreviviendo a duras penas. Esas zonas eran ideales para la A.I.C.B.: sus fuerzas armadas se llevaban a los Desviados o los eliminaban directamente sin testigos.

    La ilusión de la buena vida se creó. Habían sido salvados. Pero se ocultó mucha información. A nadie iba a importarle, eso creyeron.

    ──────────────────────────


    [𝙰ñ𝚘 𝟸𝟷𝟾𝟽 - 𝙿𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚎]

    Los herederos de los NeoHumanos continuaron un linaje de adaptación, pero los Desviados también siguieron apareciendo. Portadores de fallas en el gen humano que debían ser eliminados para mantener la “pureza”.

    Tenían a alguien que podría hacerles un gran favor. Los de la élite ayudaron a que una persona en específico pudiera mantenerse en la criogenización. 𝙸𝚛𝚒𝚗𝚊. Alguien muy particular debido a su don de viajar al pasado. La mantuvieron en secreto hasta que decidieron que era tiempo de utilizarla. Así, la despertaron.

    Tuvieron que mantenerla al tanto para que comprendiera, pero solo lo justo y necesario. Luego le dieron objetivos. Pero claro, antes de enviarla al pasado, tenían que asegurarse que seguía siendo eficiente.

    Infiltrados, personas que, o eran familiares de Desviados, o quienes participaron en diferentes proyectos que decidieron no querían continuar con tanta crueldad y, en cambio, empezaron a ayudar a los errores. Esas personas debían ser eliminadas.

    —Si encuentras al Sujeto 0 no lo elimines. Trata de traerlo de vuelta. Sin embargo… si da muchas complicaciones, entonces tienes permiso de asesinarlo. —la última orden antes de dejarla salir. Le habían entregado un equipo especial para poder caminar en las Zonas Negras sin tener que preocuparse por quemar sus pulmones o que su piel se deshaga en cuestión de minutos. Además, también le agregaron el gen artificial para que pudiera adaptarse.
    » [Irin4] ────────────────────────── [𝙰ñ𝚘 𝟸𝟶𝟻𝟻 - 𝙿𝚊𝚜𝚊𝚍𝚘] Estaban tardando demasiado. Los experimentos no daban buenos resultados, no inmediatos. El tiempo se estaba acabando. Sin importar cuánto lo intentaron, el apresurar la reestructura del ADN humano de forma artificial terminaba en desastre y muertes. Habían comenzado con el Proyecto Evol, buscando hacer que las personas se adaptaran con facilidad al entorno; que las enfermedades y discapacidades se eliminaran. El mundo se estaba contaminando demasiado rápido: radiación, smog, deshechos, todo acumulándose de forma tal que la Tierra no daba abasto para poder purificar lo poco que podía. La vida iba a terminar más pronto de lo que calcularon. Criogenización. Esa fue la respuesta. Aquellos que contaban con los recursos, quienes eran “importantes” pudieron obtener el beneficio de pausar el tiempo en sus cuerpos y despertar cuando se haya encontrado una buena solución. Por supuesto que la élite estuvo de acuerdo. Así comenzaron, durmiendo a cada quien en lo más profundo de los laboratorios mientras seguían experimentando con voluntarios que apenas tenían recursos (claro que usarían a los “menos importantes”). Con el paso del tiempo, también encontraron la solución para purificar ciertas zonas y mantenerlas estables. Justo por eso, quienes podrían vivir allí se llamaban Estables. Valga la redundancia. Semi Esferas gigantes. Allí el aire no estaba contaminado, allí los pulmones dejaban de arder, se sentía más liviano, la naturaleza podía continuar. Un verde muy hermoso. Animales aún resistiendo. Humanos nuevos. NeoHumanos. La A.I.C.B., corporación esponsoreada por aquellos con más dinero, fue quien encontró todas las soluciones, quien comenzó a tener el control sobre el mundo. Una organización supranacional. Tuvo el “honor” de renombrar: los países y ciudades dejaron de tener nombre, ahora solo eran sectores. Las zonas seguras se llamaron Zonas Blancas. Luego estaban las Grises, allí donde estaban las fábricas y los trabajadores aún de clase media; Zonas Negras, donde iban los errores, los Desviados (donde la adaptación se fue a un extremo), algunos muriendo por la misma contaminación y radiación o por sus propias mutaciones, otros sobreviviendo a duras penas. Esas zonas eran ideales para la A.I.C.B.: sus fuerzas armadas se llevaban a los Desviados o los eliminaban directamente sin testigos. La ilusión de la buena vida se creó. Habían sido salvados. Pero se ocultó mucha información. A nadie iba a importarle, eso creyeron. ────────────────────────── [𝙰ñ𝚘 𝟸𝟷𝟾𝟽 - 𝙿𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚎] Los herederos de los NeoHumanos continuaron un linaje de adaptación, pero los Desviados también siguieron apareciendo. Portadores de fallas en el gen humano que debían ser eliminados para mantener la “pureza”. Tenían a alguien que podría hacerles un gran favor. Los de la élite ayudaron a que una persona en específico pudiera mantenerse en la criogenización. 𝙸𝚛𝚒𝚗𝚊. Alguien muy particular debido a su don de viajar al pasado. La mantuvieron en secreto hasta que decidieron que era tiempo de utilizarla. Así, la despertaron. Tuvieron que mantenerla al tanto para que comprendiera, pero solo lo justo y necesario. Luego le dieron objetivos. Pero claro, antes de enviarla al pasado, tenían que asegurarse que seguía siendo eficiente. Infiltrados, personas que, o eran familiares de Desviados, o quienes participaron en diferentes proyectos que decidieron no querían continuar con tanta crueldad y, en cambio, empezaron a ayudar a los errores. Esas personas debían ser eliminadas. —Si encuentras al Sujeto 0 no lo elimines. Trata de traerlo de vuelta. Sin embargo… si da muchas complicaciones, entonces tienes permiso de asesinarlo. —la última orden antes de dejarla salir. Le habían entregado un equipo especial para poder caminar en las Zonas Negras sin tener que preocuparse por quemar sus pulmones o que su piel se deshaga en cuestión de minutos. Además, también le agregaron el gen artificial para que pudiera adaptarse.
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  • Confesión.

    Imagina descubrir el castigo del cielo justo en el momento en que sientes cómo el ser al que amas deja escapar su último aliento contra tus labios.
    Así lo supe yo. Así comprendí la magnitud de mi pecado.

    Fui creado con tanto amor que no supe contenerlo. Mientras mis hermanos elevaban himnos al Creador, yo miré más allá, hacia la tierra. Allí encontré algo que en el cielo jamás vi: la pasión con la que los humanos viven y aman, la entrega ciega con que se funden unos en otros, aun sabiendo que el tiempo les roba todo.

    Y entonces lo vi a él...
    Una sola mirada bastó para que mi existencia se incendiara. En aquel instante, el fuego del amor —ese que debía ser puro y divino— ardió con deseo humano. Y ya no hubo marcha atrás.

    Qué crueldad, ¿no? Haber sido creado para amar, pero tener prohibido hacerlo fuera del Reino de los Cielos. Prohibido amar a otro ser que no fuera mi creador.
    El amor que me dio vida fue el mismo que selló mi condena.

    Me arrancaron cuatro de mis seis alas para impedirme regresar a mi hogar.
    El dolor fue insoportable... no solo el físico, sino el del alma desgarrada al comprender que jamás volvería a sentir el toque de su piel.
    El cielo me maldijo con la eternidad y me despojó de todo, excepto de la memoria de su rostro.

    Y ahora vivo condenado: si alguna vez vuelvo a amar, si mi piel toca la de otro ser, le arrebataré un año de vida por cada minuto de contacto.
    Un castigo cruel… desproporcionado al crimen cometido.

    A veces pienso que el cielo no soportó ver lo que creó: un ángel capaz de amar más allá de sus límites.
    Y aunque la eternidad me pese, confieso que no me arrepiento.
    Porque aunque el amor me costó el cielo, su último aliento... aún arde en mis labios.
    Confesión. Imagina descubrir el castigo del cielo justo en el momento en que sientes cómo el ser al que amas deja escapar su último aliento contra tus labios. Así lo supe yo. Así comprendí la magnitud de mi pecado. Fui creado con tanto amor que no supe contenerlo. Mientras mis hermanos elevaban himnos al Creador, yo miré más allá, hacia la tierra. Allí encontré algo que en el cielo jamás vi: la pasión con la que los humanos viven y aman, la entrega ciega con que se funden unos en otros, aun sabiendo que el tiempo les roba todo. Y entonces lo vi a él... Una sola mirada bastó para que mi existencia se incendiara. En aquel instante, el fuego del amor —ese que debía ser puro y divino— ardió con deseo humano. Y ya no hubo marcha atrás. Qué crueldad, ¿no? Haber sido creado para amar, pero tener prohibido hacerlo fuera del Reino de los Cielos. Prohibido amar a otro ser que no fuera mi creador. El amor que me dio vida fue el mismo que selló mi condena. Me arrancaron cuatro de mis seis alas para impedirme regresar a mi hogar. El dolor fue insoportable... no solo el físico, sino el del alma desgarrada al comprender que jamás volvería a sentir el toque de su piel. El cielo me maldijo con la eternidad y me despojó de todo, excepto de la memoria de su rostro. Y ahora vivo condenado: si alguna vez vuelvo a amar, si mi piel toca la de otro ser, le arrebataré un año de vida por cada minuto de contacto. Un castigo cruel… desproporcionado al crimen cometido. A veces pienso que el cielo no soportó ver lo que creó: un ángel capaz de amar más allá de sus límites. Y aunque la eternidad me pese, confieso que no me arrepiento. Porque aunque el amor me costó el cielo, su último aliento... aún arde en mis labios.
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  • ✵ 𝙻𝚊 𝚎𝚜𝚝𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚘𝚍𝚒𝚊 ✵

    Brilla con un fulgor que no pertenece del todo al mundo de los vivos. Su risa resuena entre los árboles como una campanilla traviesa, y sus pasos parecen flotar entre el polvo y la neblina. Hay dulzura en su voz, pero tras ella acecha un hambre antigua, una sombra que sonríe mientras el alma se desvanece. Ama la compañía, odia el vacío, y en su inocencia danza la crueldad del fuego que desconoce su propio poder. Cuando su mirada se posa sobre ti, el tiempo se detiene: no por miedo, sino por fascinación. Es la luz que encandila, la vida que roza la muerte sin comprenderla… la risa que el día olvida antes de morir en el atardecer.
    ✵ 𝙻𝚊 𝚎𝚜𝚝𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚘𝚍𝚒𝚊 ✵ Brilla con un fulgor que no pertenece del todo al mundo de los vivos. Su risa resuena entre los árboles como una campanilla traviesa, y sus pasos parecen flotar entre el polvo y la neblina. Hay dulzura en su voz, pero tras ella acecha un hambre antigua, una sombra que sonríe mientras el alma se desvanece. Ama la compañía, odia el vacío, y en su inocencia danza la crueldad del fuego que desconoce su propio poder. Cuando su mirada se posa sobre ti, el tiempo se detiene: no por miedo, sino por fascinación. Es la luz que encandila, la vida que roza la muerte sin comprenderla… la risa que el día olvida antes de morir en el atardecer.
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  • El Dios del Inframundo se alzaba entre las sombras, su mirada tan serena como insondable.
    Cada paso suyo hacía temblar el velo que separaba la vida de la muerte. Sonreía, no con crueldad, sino con la calma de quien conoce todos los finales.

    —¿Vienes por temor… o porque ya no temes a nada?—

    murmuró, extendiendo su mano envuelta en una luz dorada que contrastaba con la oscuridad que lo rodeaba.
    El Dios del Inframundo se alzaba entre las sombras, su mirada tan serena como insondable. Cada paso suyo hacía temblar el velo que separaba la vida de la muerte. Sonreía, no con crueldad, sino con la calma de quien conoce todos los finales. —¿Vienes por temor… o porque ya no temes a nada?— murmuró, extendiendo su mano envuelta en una luz dorada que contrastaba con la oscuridad que lo rodeaba.
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