• 𝙰𝚜 𝚋𝚊𝚓𝚘 𝚕𝚊 𝙼𝚊𝚗𝚐𝚊
    Categoría Ciencia ficción
    » Irina

    ──────────────────────────

    [𝙰ñ𝚘 𝟸𝟶𝟻𝟻 - 𝙿𝚊𝚜𝚊𝚍𝚘]

    Estaban tardando demasiado. Los experimentos no daban buenos resultados, no inmediatos. El tiempo se estaba acabando. Sin importar cuánto lo intentaron, el apresurar la reestructura del ADN humano de forma artificial terminaba en desastre y muertes.

    Habían comenzado con el Proyecto Evol, buscando hacer que las personas se adaptaran con facilidad al entorno; que las enfermedades y discapacidades se eliminaran. El mundo se estaba contaminando demasiado rápido: radiación, smog, deshechos, todo acumulándose de forma tal que la Tierra no daba abasto para poder purificar lo poco que podía. La vida iba a terminar más pronto de lo que calcularon.

    Criogenización. Esa fue la respuesta. Aquellos que contaban con los recursos, quienes eran “importantes” pudieron obtener el beneficio de pausar el tiempo en sus cuerpos y despertar cuando se haya encontrado una buena solución. Por supuesto que la élite estuvo de acuerdo.

    Así comenzaron, durmiendo a cada quien en lo más profundo de los laboratorios mientras seguían experimentando con voluntarios que apenas tenían recursos (claro que usarían a los “menos importantes”).

    Con el paso del tiempo, también encontraron la solución para purificar ciertas zonas y mantenerlas estables. Justo por eso, quienes podrían vivir allí se llamaban Estables. Valga la redundancia.

    Semi Esferas gigantes. Allí el aire no estaba contaminado, allí los pulmones dejaban de arder, se sentía más liviano, la naturaleza podía continuar. Un verde muy hermoso. Animales aún resistiendo. Humanos nuevos. NeoHumanos.

    La A.I.C.B., corporación esponsoreada por aquellos con más dinero, fue quien encontró todas las soluciones, quien comenzó a tener el control sobre el mundo. Una organización supranacional. Tuvo el “honor” de renombrar: los países y ciudades dejaron de tener nombre, ahora solo eran sectores. Las zonas seguras se llamaron Zonas Blancas. Luego estaban las Grises, allí donde estaban las fábricas y los trabajadores aún de clase media; Zonas Negras, donde iban los errores, los Desviados (donde la adaptación se fue a un extremo), algunos muriendo por la misma contaminación y radiación o por sus propias mutaciones, otros sobreviviendo a duras penas. Esas zonas eran ideales para la A.I.C.B.: sus fuerzas armadas se llevaban a los Desviados o los eliminaban directamente sin testigos.

    La ilusión de la buena vida se creó. Habían sido salvados. Pero se ocultó mucha información. A nadie iba a importarle, eso creyeron.

    ──────────────────────────


    [𝙰ñ𝚘 𝟸𝟷𝟾𝟽 - 𝙿𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚎]

    Los herederos de los NeoHumanos continuaron un linaje de adaptación, pero los Desviados también siguieron apareciendo. Portadores de fallas en el gen humano que debían ser eliminados para mantener la “pureza”.

    Tenían a alguien que podría hacerles un gran favor. Los de la élite ayudaron a que una persona en específico pudiera mantenerse en la criogenización. 𝙸𝚛𝚒𝚗𝚊. Alguien muy particular debido a su don de viajar al pasado. La mantuvieron en secreto hasta que decidieron que era tiempo de utilizarla. Así, la despertaron.

    Tuvieron que mantenerla al tanto para que comprendiera, pero solo lo justo y necesario. Luego le dieron objetivos. Pero claro, antes de enviarla al pasado, tenían que asegurarse que seguía siendo eficiente.

    Infiltrados, personas que, o eran familiares de Desviados, o quienes participaron en diferentes proyectos que decidieron no querían continuar con tanta crueldad y, en cambio, empezaron a ayudar a los errores. Esas personas debían ser eliminadas.

    —Si encuentras al Sujeto 0 no lo elimines. Trata de traerlo de vuelta. Sin embargo… si da muchas complicaciones, entonces tienes permiso de asesinarlo. —la última orden antes de dejarla salir. Le habían entregado un equipo especial para poder caminar en las Zonas Negras sin tener que preocuparse por quemar sus pulmones o que su piel se deshaga en cuestión de minutos. Además, también le agregaron el gen artificial para que pudiera adaptarse.
    » [Irin4] ────────────────────────── [𝙰ñ𝚘 𝟸𝟶𝟻𝟻 - 𝙿𝚊𝚜𝚊𝚍𝚘] Estaban tardando demasiado. Los experimentos no daban buenos resultados, no inmediatos. El tiempo se estaba acabando. Sin importar cuánto lo intentaron, el apresurar la reestructura del ADN humano de forma artificial terminaba en desastre y muertes. Habían comenzado con el Proyecto Evol, buscando hacer que las personas se adaptaran con facilidad al entorno; que las enfermedades y discapacidades se eliminaran. El mundo se estaba contaminando demasiado rápido: radiación, smog, deshechos, todo acumulándose de forma tal que la Tierra no daba abasto para poder purificar lo poco que podía. La vida iba a terminar más pronto de lo que calcularon. Criogenización. Esa fue la respuesta. Aquellos que contaban con los recursos, quienes eran “importantes” pudieron obtener el beneficio de pausar el tiempo en sus cuerpos y despertar cuando se haya encontrado una buena solución. Por supuesto que la élite estuvo de acuerdo. Así comenzaron, durmiendo a cada quien en lo más profundo de los laboratorios mientras seguían experimentando con voluntarios que apenas tenían recursos (claro que usarían a los “menos importantes”). Con el paso del tiempo, también encontraron la solución para purificar ciertas zonas y mantenerlas estables. Justo por eso, quienes podrían vivir allí se llamaban Estables. Valga la redundancia. Semi Esferas gigantes. Allí el aire no estaba contaminado, allí los pulmones dejaban de arder, se sentía más liviano, la naturaleza podía continuar. Un verde muy hermoso. Animales aún resistiendo. Humanos nuevos. NeoHumanos. La A.I.C.B., corporación esponsoreada por aquellos con más dinero, fue quien encontró todas las soluciones, quien comenzó a tener el control sobre el mundo. Una organización supranacional. Tuvo el “honor” de renombrar: los países y ciudades dejaron de tener nombre, ahora solo eran sectores. Las zonas seguras se llamaron Zonas Blancas. Luego estaban las Grises, allí donde estaban las fábricas y los trabajadores aún de clase media; Zonas Negras, donde iban los errores, los Desviados (donde la adaptación se fue a un extremo), algunos muriendo por la misma contaminación y radiación o por sus propias mutaciones, otros sobreviviendo a duras penas. Esas zonas eran ideales para la A.I.C.B.: sus fuerzas armadas se llevaban a los Desviados o los eliminaban directamente sin testigos. La ilusión de la buena vida se creó. Habían sido salvados. Pero se ocultó mucha información. A nadie iba a importarle, eso creyeron. ────────────────────────── [𝙰ñ𝚘 𝟸𝟷𝟾𝟽 - 𝙿𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚎] Los herederos de los NeoHumanos continuaron un linaje de adaptación, pero los Desviados también siguieron apareciendo. Portadores de fallas en el gen humano que debían ser eliminados para mantener la “pureza”. Tenían a alguien que podría hacerles un gran favor. Los de la élite ayudaron a que una persona en específico pudiera mantenerse en la criogenización. 𝙸𝚛𝚒𝚗𝚊. Alguien muy particular debido a su don de viajar al pasado. La mantuvieron en secreto hasta que decidieron que era tiempo de utilizarla. Así, la despertaron. Tuvieron que mantenerla al tanto para que comprendiera, pero solo lo justo y necesario. Luego le dieron objetivos. Pero claro, antes de enviarla al pasado, tenían que asegurarse que seguía siendo eficiente. Infiltrados, personas que, o eran familiares de Desviados, o quienes participaron en diferentes proyectos que decidieron no querían continuar con tanta crueldad y, en cambio, empezaron a ayudar a los errores. Esas personas debían ser eliminadas. —Si encuentras al Sujeto 0 no lo elimines. Trata de traerlo de vuelta. Sin embargo… si da muchas complicaciones, entonces tienes permiso de asesinarlo. —la última orden antes de dejarla salir. Le habían entregado un equipo especial para poder caminar en las Zonas Negras sin tener que preocuparse por quemar sus pulmones o que su piel se deshaga en cuestión de minutos. Además, también le agregaron el gen artificial para que pudiera adaptarse.
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  • Confesión.

    Imagina descubrir el castigo del cielo justo en el momento en que sientes cómo el ser al que amas deja escapar su último aliento contra tus labios.
    Así lo supe yo. Así comprendí la magnitud de mi pecado.

    Fui creado con tanto amor que no supe contenerlo. Mientras mis hermanos elevaban himnos al Creador, yo miré más allá, hacia la tierra. Allí encontré algo que en el cielo jamás vi: la pasión con la que los humanos viven y aman, la entrega ciega con que se funden unos en otros, aun sabiendo que el tiempo les roba todo.

    Y entonces lo vi a él...
    Una sola mirada bastó para que mi existencia se incendiara. En aquel instante, el fuego del amor —ese que debía ser puro y divino— ardió con deseo humano. Y ya no hubo marcha atrás.

    Qué crueldad, ¿no? Haber sido creado para amar, pero tener prohibido hacerlo fuera del Reino de los Cielos. Prohibido amar a otro ser que no fuera mi creador.
    El amor que me dio vida fue el mismo que selló mi condena.

    Me arrancaron cuatro de mis seis alas para impedirme regresar a mi hogar.
    El dolor fue insoportable... no solo el físico, sino el del alma desgarrada al comprender que jamás volvería a sentir el toque de su piel.
    El cielo me maldijo con la eternidad y me despojó de todo, excepto de la memoria de su rostro.

    Y ahora vivo condenado: si alguna vez vuelvo a amar, si mi piel toca la de otro ser, le arrebataré un año de vida por cada minuto de contacto.
    Un castigo cruel… desproporcionado al crimen cometido.

    A veces pienso que el cielo no soportó ver lo que creó: un ángel capaz de amar más allá de sus límites.
    Y aunque la eternidad me pese, confieso que no me arrepiento.
    Porque aunque el amor me costó el cielo, su último aliento... aún arde en mis labios.
    Confesión. Imagina descubrir el castigo del cielo justo en el momento en que sientes cómo el ser al que amas deja escapar su último aliento contra tus labios. Así lo supe yo. Así comprendí la magnitud de mi pecado. Fui creado con tanto amor que no supe contenerlo. Mientras mis hermanos elevaban himnos al Creador, yo miré más allá, hacia la tierra. Allí encontré algo que en el cielo jamás vi: la pasión con la que los humanos viven y aman, la entrega ciega con que se funden unos en otros, aun sabiendo que el tiempo les roba todo. Y entonces lo vi a él... Una sola mirada bastó para que mi existencia se incendiara. En aquel instante, el fuego del amor —ese que debía ser puro y divino— ardió con deseo humano. Y ya no hubo marcha atrás. Qué crueldad, ¿no? Haber sido creado para amar, pero tener prohibido hacerlo fuera del Reino de los Cielos. Prohibido amar a otro ser que no fuera mi creador. El amor que me dio vida fue el mismo que selló mi condena. Me arrancaron cuatro de mis seis alas para impedirme regresar a mi hogar. El dolor fue insoportable... no solo el físico, sino el del alma desgarrada al comprender que jamás volvería a sentir el toque de su piel. El cielo me maldijo con la eternidad y me despojó de todo, excepto de la memoria de su rostro. Y ahora vivo condenado: si alguna vez vuelvo a amar, si mi piel toca la de otro ser, le arrebataré un año de vida por cada minuto de contacto. Un castigo cruel… desproporcionado al crimen cometido. A veces pienso que el cielo no soportó ver lo que creó: un ángel capaz de amar más allá de sus límites. Y aunque la eternidad me pese, confieso que no me arrepiento. Porque aunque el amor me costó el cielo, su último aliento... aún arde en mis labios.
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  • ✵ 𝙻𝚊 𝚎𝚜𝚝𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚘𝚍𝚒𝚊 ✵

    Brilla con un fulgor que no pertenece del todo al mundo de los vivos. Su risa resuena entre los árboles como una campanilla traviesa, y sus pasos parecen flotar entre el polvo y la neblina. Hay dulzura en su voz, pero tras ella acecha un hambre antigua, una sombra que sonríe mientras el alma se desvanece. Ama la compañía, odia el vacío, y en su inocencia danza la crueldad del fuego que desconoce su propio poder. Cuando su mirada se posa sobre ti, el tiempo se detiene: no por miedo, sino por fascinación. Es la luz que encandila, la vida que roza la muerte sin comprenderla… la risa que el día olvida antes de morir en el atardecer.
    ✵ 𝙻𝚊 𝚎𝚜𝚝𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚘𝚍𝚒𝚊 ✵ Brilla con un fulgor que no pertenece del todo al mundo de los vivos. Su risa resuena entre los árboles como una campanilla traviesa, y sus pasos parecen flotar entre el polvo y la neblina. Hay dulzura en su voz, pero tras ella acecha un hambre antigua, una sombra que sonríe mientras el alma se desvanece. Ama la compañía, odia el vacío, y en su inocencia danza la crueldad del fuego que desconoce su propio poder. Cuando su mirada se posa sobre ti, el tiempo se detiene: no por miedo, sino por fascinación. Es la luz que encandila, la vida que roza la muerte sin comprenderla… la risa que el día olvida antes de morir en el atardecer.
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  • El Dios del Inframundo se alzaba entre las sombras, su mirada tan serena como insondable.
    Cada paso suyo hacía temblar el velo que separaba la vida de la muerte. Sonreía, no con crueldad, sino con la calma de quien conoce todos los finales.

    —¿Vienes por temor… o porque ya no temes a nada?—

    murmuró, extendiendo su mano envuelta en una luz dorada que contrastaba con la oscuridad que lo rodeaba.
    El Dios del Inframundo se alzaba entre las sombras, su mirada tan serena como insondable. Cada paso suyo hacía temblar el velo que separaba la vida de la muerte. Sonreía, no con crueldad, sino con la calma de quien conoce todos los finales. —¿Vienes por temor… o porque ya no temes a nada?— murmuró, extendiendo su mano envuelta en una luz dorada que contrastaba con la oscuridad que lo rodeaba.
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  • 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈𝐈 – “𝐃𝐢𝐨𝐬𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐂𝐚𝐨𝐬”

    La discoteca más exclusiva de Nueva York estaba hecha para ella. No para la alta sociedad, no para los artistas, no para los millonarios aburridos. No: para Deianira Zhorkeas. Su entrada al lugar fue una escena coreografiada por el destino; flashes, miradas, un vestido plateado que parecía derretirse sobre su piel, y una seguridad arrogante que convertía la pista en su pasarela privada.

    Las copas se alzaron en su honor. La gente susurraba su nombre como si fuese un conjuro. Y Deianira, con la pupila dilatada y la sonrisa de alguien que ya había probado demasiado de todo, absorbía cada segundo como un aplauso eterno.

    —Brindemos por mí —dijo, elevando una copa de vodka cristalino, con ese tono de broma que no era broma en absoluto.

    El DJ cambió la música solo porque ella había llegado, mezclando su voz en un “welcome queen” improvisado que hizo que el lugar estallara. Pero entre la euforia y los destellos, alguien la observaba desde el bar: un hombre trajeado, con mirada calculadora. No era fan. No era uno de esos que la deseaban como un trofeo. Era un competidor, un inversor de la industria cosmética que había querido comprar parte de Detroyer of Men y al que ella había rechazado con crueldad.

    Él levantó su vaso hacia ella con una media sonrisa. Ella, altiva, respondió con un movimiento de cejas, como quien pisa una hormiga invisible. Pero el gesto la perturbó más de lo que admitió.

    La noche siguió en espiral. Risas, drogas en el baño, besos robados a un desconocido que no recordaría en la mañana. Todo un espectáculo de excesos que ella sabía manejar como nadie. Pero en un rincón de su mente, esa mirada fría seguía clavada, como una advertencia: su imperio no era intocable.

    Deianira salió del club cuando amanecía, rodeada de un séquito de almas perdidas que la seguían como devotos de una diosa del caos. Subió a su coche con la carcajada todavía en los labios, pero al mirarse en el espejo retrovisor, se detuvo. El maquillaje estaba intacto, sí… pero había un cansancio extraño en sus ojos celestes.

    La diosa parecía humana por un instante.

    Sacó una bolsita plateada del bolso y la dejó sobre sus rodillas.

    —Aún no, cariño —susurró, como si hablara con ella. Y con un gesto brusco, la guardó de nuevo.

    El coche arrancó. Afuera, Nueva York despertaba. Y Deianira, entre humo y cristal, se convencía de que aún tenía el control.

    Aunque la grieta ya empezaba a abrirse.
    𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈𝐈 – “𝐃𝐢𝐨𝐬𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐂𝐚𝐨𝐬” La discoteca más exclusiva de Nueva York estaba hecha para ella. No para la alta sociedad, no para los artistas, no para los millonarios aburridos. No: para Deianira Zhorkeas. Su entrada al lugar fue una escena coreografiada por el destino; flashes, miradas, un vestido plateado que parecía derretirse sobre su piel, y una seguridad arrogante que convertía la pista en su pasarela privada. Las copas se alzaron en su honor. La gente susurraba su nombre como si fuese un conjuro. Y Deianira, con la pupila dilatada y la sonrisa de alguien que ya había probado demasiado de todo, absorbía cada segundo como un aplauso eterno. —Brindemos por mí —dijo, elevando una copa de vodka cristalino, con ese tono de broma que no era broma en absoluto. El DJ cambió la música solo porque ella había llegado, mezclando su voz en un “welcome queen” improvisado que hizo que el lugar estallara. Pero entre la euforia y los destellos, alguien la observaba desde el bar: un hombre trajeado, con mirada calculadora. No era fan. No era uno de esos que la deseaban como un trofeo. Era un competidor, un inversor de la industria cosmética que había querido comprar parte de Detroyer of Men y al que ella había rechazado con crueldad. Él levantó su vaso hacia ella con una media sonrisa. Ella, altiva, respondió con un movimiento de cejas, como quien pisa una hormiga invisible. Pero el gesto la perturbó más de lo que admitió. La noche siguió en espiral. Risas, drogas en el baño, besos robados a un desconocido que no recordaría en la mañana. Todo un espectáculo de excesos que ella sabía manejar como nadie. Pero en un rincón de su mente, esa mirada fría seguía clavada, como una advertencia: su imperio no era intocable. Deianira salió del club cuando amanecía, rodeada de un séquito de almas perdidas que la seguían como devotos de una diosa del caos. Subió a su coche con la carcajada todavía en los labios, pero al mirarse en el espejo retrovisor, se detuvo. El maquillaje estaba intacto, sí… pero había un cansancio extraño en sus ojos celestes. La diosa parecía humana por un instante. Sacó una bolsita plateada del bolso y la dejó sobre sus rodillas. —Aún no, cariño —susurró, como si hablara con ella. Y con un gesto brusco, la guardó de nuevo. El coche arrancó. Afuera, Nueva York despertaba. Y Deianira, entre humo y cristal, se convencía de que aún tenía el control. Aunque la grieta ya empezaba a abrirse.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    **La caída del ángel**

    En el alba luminosa de un cielo perdido,
    una doncella de luz pura y celestial,
    seguía con devoción inmaculada
    a su hermano amado en su divine sendero.
    Sus alas, resplandecientes como astros,
    susurraban plegarias en el silencio celeste,
    testimonio de una fidelidad que trascendía la eternidad.

    Mas la justicia, rígida y voraz,
    la juzgó con rigor de piedra y ceniza,
    y en un acto de crueldad insondable,
    la expulsó, vil perro desterrado
    de la morada de las estrellas,
    rechazada por la candidez de su alma.

    Sus alas, otrora faro de luz, se tiñeron
    de un negro ceniciento, como ceniza del amor perdido,
    reflejo de su descenso, de su caída inexorable.
    Sobre su cabellera, en lugar de una aureola de paz,
    Ahora adornan dos monstruosidades, devorando la pureza con su mirada;
    símbolos de la vergüenza y el dolor que la consumen.

    Su espíritu, antes etéreo, se oscureció en la sombra,
    una criatura brotada del resentimiento y el odio,
    latente en su pecho una llama de venganza,
    que arde con furia en un cosmos de desesperanza.

    La dulzura, su esencia, se convirtió en tormento,
    un eco de lamentos en la penumbra eterna,
    mientras los ecos celestiales se desvanecían,
    dejando solo gritos dispersos en la noche infinita—
    un alma caída en busca de redención y venganza.

    ---
    **La caída del ángel** En el alba luminosa de un cielo perdido, una doncella de luz pura y celestial, seguía con devoción inmaculada a su hermano amado en su divine sendero. Sus alas, resplandecientes como astros, susurraban plegarias en el silencio celeste, testimonio de una fidelidad que trascendía la eternidad. Mas la justicia, rígida y voraz, la juzgó con rigor de piedra y ceniza, y en un acto de crueldad insondable, la expulsó, vil perro desterrado de la morada de las estrellas, rechazada por la candidez de su alma. Sus alas, otrora faro de luz, se tiñeron de un negro ceniciento, como ceniza del amor perdido, reflejo de su descenso, de su caída inexorable. Sobre su cabellera, en lugar de una aureola de paz, Ahora adornan dos monstruosidades, devorando la pureza con su mirada; símbolos de la vergüenza y el dolor que la consumen. Su espíritu, antes etéreo, se oscureció en la sombra, una criatura brotada del resentimiento y el odio, latente en su pecho una llama de venganza, que arde con furia en un cosmos de desesperanza. La dulzura, su esencia, se convirtió en tormento, un eco de lamentos en la penumbra eterna, mientras los ecos celestiales se desvanecían, dejando solo gritos dispersos en la noche infinita— un alma caída en busca de redención y venganza. ---
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  • Memorias de Madrugada.

    — Nunca planeé ser el hombre que entra en la vida de una mujer solo por una noche… pero con el tiempo entendí que algunas máscaras se vuelven piel, y que hay heridas que el amor no puede tocar. Me volví experto en prometer sin palabras, en desaparecer sin dejar rastro. No por crueldad, sino por miedo. Miedo a que alguien vea más allá del deseo, que atraviese la fachada y encuentre al hombre roto, al que ya no cree en el mañana.

    La carretera siempre me espera con su abrazo frío, y esas camas temporales son estaciones de paso, refugios donde dejo el cuerpo y escondo el alma. Me pierdo en ellas, en sus risas, en su calor, porque por un instante me hacen olvidar quién soy. Pero cuando todo termina, cuando el mundo vuelve a ser silencioso y real, me doy cuenta de que nunca fui suyo… y que quizás ya no soy de nadie.

    Ser un hombre de una noche no es una elección, es una consecuencia. La máscara que llevo no es para engañarlas. Es para no enfrentarme al reflejo que me devuelve el retrovisor cada vez que arranco el motor y sigo huyendo.
    Memorias de Madrugada. — Nunca planeé ser el hombre que entra en la vida de una mujer solo por una noche… pero con el tiempo entendí que algunas máscaras se vuelven piel, y que hay heridas que el amor no puede tocar. Me volví experto en prometer sin palabras, en desaparecer sin dejar rastro. No por crueldad, sino por miedo. Miedo a que alguien vea más allá del deseo, que atraviese la fachada y encuentre al hombre roto, al que ya no cree en el mañana. La carretera siempre me espera con su abrazo frío, y esas camas temporales son estaciones de paso, refugios donde dejo el cuerpo y escondo el alma. Me pierdo en ellas, en sus risas, en su calor, porque por un instante me hacen olvidar quién soy. Pero cuando todo termina, cuando el mundo vuelve a ser silencioso y real, me doy cuenta de que nunca fui suyo… y que quizás ya no soy de nadie. Ser un hombre de una noche no es una elección, es una consecuencia. La máscara que llevo no es para engañarlas. Es para no enfrentarme al reflejo que me devuelve el retrovisor cada vez que arranco el motor y sigo huyendo.
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  • La vi.

    Vi cómo le ofrecía los hilos de su alma,
    deshilando su esencia poco a poco
    como si de remiendos pudieran nacer milagros.

    Él…
    Un hombre quebrado por sus propios silencios, astillado en rincones que ya ni recordaba, y ella, torpe en su ternura, creyó que podía reconstruirlo con amor.

    Le dio comprensión donde él ofrecía evasivas.
    Le dio calma cuando él respondía con muros.
    Le entregó trozos de sí
    para llenar los huecos que otros le dejaron… y él los tomó sin mirar.

    No por maldad.
    No por crueldad.
    Sino por la costumbre de quien ya no sabe recibir
    y solo sabe absorber.

    Y así la vi marchitarse.
    No por falta de amor, sino por el exceso de darlo sin retorno.

    ¿Sabes?
    El amor no basta para quien no quiere ser amado.
    La comprensión no repara a quien no desea ser entendido.
    Y a veces, el intento de salvar a otro
    es la forma más lenta de ahogarse.

    Ella no entendía por qué dolía.
    Por qué él se iba más completo
    y ella se quedaba en ruinas.
    Pero yo sí lo supe.

    Le tejió alas con sus propias fibras,
    y cuando él voló, no volteó a mirar que ella ya no tenía cómo sostenerse.

    No todas las reparaciones son justas.
    No todo el amor dado regresa.
    Y algunas veces, el alma no se rompe por el abandono, sino por haber amado a quien nunca tuvo la intención de quedarse.

    Y cuando corté su hilo, no lloró por él.
    Lloró por ella.
    Por todo lo que dio…
    y por todo lo que nunca volvería.
    La vi. Vi cómo le ofrecía los hilos de su alma, deshilando su esencia poco a poco como si de remiendos pudieran nacer milagros. Él… Un hombre quebrado por sus propios silencios, astillado en rincones que ya ni recordaba, y ella, torpe en su ternura, creyó que podía reconstruirlo con amor. Le dio comprensión donde él ofrecía evasivas. Le dio calma cuando él respondía con muros. Le entregó trozos de sí para llenar los huecos que otros le dejaron… y él los tomó sin mirar. No por maldad. No por crueldad. Sino por la costumbre de quien ya no sabe recibir y solo sabe absorber. Y así la vi marchitarse. No por falta de amor, sino por el exceso de darlo sin retorno. ¿Sabes? El amor no basta para quien no quiere ser amado. La comprensión no repara a quien no desea ser entendido. Y a veces, el intento de salvar a otro es la forma más lenta de ahogarse. Ella no entendía por qué dolía. Por qué él se iba más completo y ella se quedaba en ruinas. Pero yo sí lo supe. Le tejió alas con sus propias fibras, y cuando él voló, no volteó a mirar que ella ya no tenía cómo sostenerse. No todas las reparaciones son justas. No todo el amor dado regresa. Y algunas veces, el alma no se rompe por el abandono, sino por haber amado a quien nunca tuvo la intención de quedarse. Y cuando corté su hilo, no lloró por él. Lloró por ella. Por todo lo que dio… y por todo lo que nunca volvería.
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  • La Niñez Maldita de Luna

    Luna nació bajo el amparo de la luna llena, en lo profundo de un bosque donde el silencio era tan espeso como la niebla. Su madre, Elira, una humana con un corazón tan puro como el agua de manantial, se enamoró de un ser que no debía existir: Kaelthar, un dios olvidado por el tiempo, exiliado del panteón celestial por oponerse a la crueldad de sus iguales.

    Kaelthar amaba a Elira con una devoción que desafiaba la eternidad. Cuando Luna nació, el cielo tembló. Era una criatura imposible: hija de lo mortal y lo divino, portadora de un poder ancestral que podía desatar el fin o el renacer de los dioses antiguos. Por eso, al primer aliento de Luna, su existencia fue considerada una abominación.

    Sus padres huyeron. Se ocultaron en cuevas selladas por runas, en ciudades fantasmas y bajo el mar. Pero los dioses siempre encuentran lo que quieren destruir.

    Cuando Luna cumplió cinco años, los encontraron. El castigo fue cruel, inhumano:

    Elira fue devorada viva por una tribu de caníbales bendecidos por los dioses, obligando a Luna a oír sus gritos.

    Kaelthar fue reducido a polvo, su alma disuelta en el viento frente a los ojos de su hija.

    Luna fue atada a una roca, obligada a ver todo, sin poder cerrar los ojos por obra de una maldición.

    Los dioses no la mataron. La maldecían por existir. Le impusieron un castigo peor que la muerte:

    “Nunca serás adorada como tu padre. Tu nombre será sinónimo de temor. Llevarás tres caras, tres verdades:
    Una humana, para ser rechazada por los hombres.
    Una celestial, para recordar lo que jamás tendrás.
    Una demoníaca, para que hasta los monstruos huyan de ti.”

    Después de aquello, la dejaron sola. Fue su abuelo materno, un hombre duro como la piedra, el que la rescató. No sabía amar, pero sí enseñar. La entrenó en idiomas, tecnología, combate y negocios. Le enseñó a sobrevivir. Le enseñó que el mundo no es un lugar para los buenos, sino para los decididos.

    A los 16 años, Luna fundó su primera empresa: "NoxTech International", una corporación de tecnología y comercio global. En pocos años, superó fronteras y gobiernos. A sus espaldas, nadie sabía que las sombras la seguían.

    Aunque parecía humana, a veces su rostro cambiaba sin aviso:

    En la noche, su rostro celestial brillaba, con ojos plateados como estrellas, atrayendo sueños y visiones.

    En la furia o en el miedo, su rostro demoníaco emergía, con cuernos oscuros, piel de obsidiana y voz de ecos rotos.

    Solo en la rutina, entre computadoras y contratos, su rostro humano le permitía pasar desapercibida.

    Luna no tenía aliados, solo empleados, enemigos y secretos. Era rica, poderosa y hermosa, pero no podía tocar a nadie sin que su piel ardiera o sus ojos revelaran la verdad.

    Los dioses la miraban desde sus tronos con desprecio. Pero también con miedo. Porque sabían que la hija del dios olvidado… nunca olvidó lo que le hicieron.

    Y en su silencio, Luna prepara su venganza. No por adoración, ni por amor.
    Sino por justicia.

    La Niñez Maldita de Luna Luna nació bajo el amparo de la luna llena, en lo profundo de un bosque donde el silencio era tan espeso como la niebla. Su madre, Elira, una humana con un corazón tan puro como el agua de manantial, se enamoró de un ser que no debía existir: Kaelthar, un dios olvidado por el tiempo, exiliado del panteón celestial por oponerse a la crueldad de sus iguales. Kaelthar amaba a Elira con una devoción que desafiaba la eternidad. Cuando Luna nació, el cielo tembló. Era una criatura imposible: hija de lo mortal y lo divino, portadora de un poder ancestral que podía desatar el fin o el renacer de los dioses antiguos. Por eso, al primer aliento de Luna, su existencia fue considerada una abominación. Sus padres huyeron. Se ocultaron en cuevas selladas por runas, en ciudades fantasmas y bajo el mar. Pero los dioses siempre encuentran lo que quieren destruir. Cuando Luna cumplió cinco años, los encontraron. El castigo fue cruel, inhumano: Elira fue devorada viva por una tribu de caníbales bendecidos por los dioses, obligando a Luna a oír sus gritos. Kaelthar fue reducido a polvo, su alma disuelta en el viento frente a los ojos de su hija. Luna fue atada a una roca, obligada a ver todo, sin poder cerrar los ojos por obra de una maldición. Los dioses no la mataron. La maldecían por existir. Le impusieron un castigo peor que la muerte: “Nunca serás adorada como tu padre. Tu nombre será sinónimo de temor. Llevarás tres caras, tres verdades: Una humana, para ser rechazada por los hombres. Una celestial, para recordar lo que jamás tendrás. Una demoníaca, para que hasta los monstruos huyan de ti.” Después de aquello, la dejaron sola. Fue su abuelo materno, un hombre duro como la piedra, el que la rescató. No sabía amar, pero sí enseñar. La entrenó en idiomas, tecnología, combate y negocios. Le enseñó a sobrevivir. Le enseñó que el mundo no es un lugar para los buenos, sino para los decididos. A los 16 años, Luna fundó su primera empresa: "NoxTech International", una corporación de tecnología y comercio global. En pocos años, superó fronteras y gobiernos. A sus espaldas, nadie sabía que las sombras la seguían. Aunque parecía humana, a veces su rostro cambiaba sin aviso: En la noche, su rostro celestial brillaba, con ojos plateados como estrellas, atrayendo sueños y visiones. En la furia o en el miedo, su rostro demoníaco emergía, con cuernos oscuros, piel de obsidiana y voz de ecos rotos. Solo en la rutina, entre computadoras y contratos, su rostro humano le permitía pasar desapercibida. Luna no tenía aliados, solo empleados, enemigos y secretos. Era rica, poderosa y hermosa, pero no podía tocar a nadie sin que su piel ardiera o sus ojos revelaran la verdad. Los dioses la miraban desde sus tronos con desprecio. Pero también con miedo. Porque sabían que la hija del dios olvidado… nunca olvidó lo que le hicieron. Y en su silencio, Luna prepara su venganza. No por adoración, ni por amor. Sino por justicia.
    Me entristece
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    // Se vienen cositas.//

    // El otro día comencé con esto https://ficrol.com/posts/278029 . No es un simple escrito.

    Va a comenzar una trama densa donde acontecimientos del pasado van a comenzar a afectar el presente.

    Seguramente no sea una lectura para todos los públicos. Habrá escenas de crueldad y abuso de todo tipo (ya os lo podéis imaginar).

    Intentaré que no sea demasiado explícito para evitar baneos, pero el desarrollo de Kazuo lo requiere.

    Hay una historia muy cruda detrás de este personaje que me encantaría mostraros a todos aquellos dispuestos a descubrirla.

    No todo fué un camino de rosas. No siempre hubo una luz inmaculada en su corazón. Es un ser incompleto y pronto sabréis por qué.

    ¿Cómo terminará?; No hay nada planeado. Su pasado es el que es, pero el futuro será la consecuencia de lo que rolee en el presente.

    Espero que disfrutéis de la lectura tanto como yo disfruto escribiéndola .//

    Atte; User del zorrito.

    // Se vienen cositas.// // El otro día comencé con esto https://ficrol.com/posts/278029 . No es un simple escrito. Va a comenzar una trama densa donde acontecimientos del pasado van a comenzar a afectar el presente. Seguramente no sea una lectura para todos los públicos. Habrá escenas de crueldad y abuso de todo tipo (ya os lo podéis imaginar). Intentaré que no sea demasiado explícito para evitar baneos, pero el desarrollo de Kazuo lo requiere. Hay una historia muy cruda detrás de este personaje que me encantaría mostraros a todos aquellos dispuestos a descubrirla. No todo fué un camino de rosas. No siempre hubo una luz inmaculada en su corazón. Es un ser incompleto y pronto sabréis por qué. ¿Cómo terminará?; No hay nada planeado. Su pasado es el que es, pero el futuro será la consecuencia de lo que rolee en el presente. Espero que disfrutéis de la lectura tanto como yo disfruto escribiéndola 🦊❣️.// Atte; User del zorrito.
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