Tenlo en cuenta al responder.
**La caída del ángel**
En el alba luminosa de un cielo perdido,
una doncella de luz pura y celestial,
seguía con devoción inmaculada
a su hermano amado en su divine sendero.
Sus alas, resplandecientes como astros,
susurraban plegarias en el silencio celeste,
testimonio de una fidelidad que trascendía la eternidad.
Mas la justicia, rígida y voraz,
la juzgó con rigor de piedra y ceniza,
y en un acto de crueldad insondable,
la expulsó, vil perro desterrado
de la morada de las estrellas,
rechazada por la candidez de su alma.
Sus alas, otrora faro de luz, se tiñeron
de un negro ceniciento, como ceniza del amor perdido,
reflejo de su descenso, de su caída inexorable.
Sobre su cabellera, en lugar de una aureola de paz,
Ahora adornan dos monstruosidades, devorando la pureza con su mirada;
símbolos de la vergüenza y el dolor que la consumen.
Su espíritu, antes etéreo, se oscureció en la sombra,
una criatura brotada del resentimiento y el odio,
latente en su pecho una llama de venganza,
que arde con furia en un cosmos de desesperanza.
La dulzura, su esencia, se convirtió en tormento,
un eco de lamentos en la penumbra eterna,
mientras los ecos celestiales se desvanecían,
dejando solo gritos dispersos en la noche infinita—
un alma caída en busca de redención y venganza.
---
En el alba luminosa de un cielo perdido,
una doncella de luz pura y celestial,
seguía con devoción inmaculada
a su hermano amado en su divine sendero.
Sus alas, resplandecientes como astros,
susurraban plegarias en el silencio celeste,
testimonio de una fidelidad que trascendía la eternidad.
Mas la justicia, rígida y voraz,
la juzgó con rigor de piedra y ceniza,
y en un acto de crueldad insondable,
la expulsó, vil perro desterrado
de la morada de las estrellas,
rechazada por la candidez de su alma.
Sus alas, otrora faro de luz, se tiñeron
de un negro ceniciento, como ceniza del amor perdido,
reflejo de su descenso, de su caída inexorable.
Sobre su cabellera, en lugar de una aureola de paz,
Ahora adornan dos monstruosidades, devorando la pureza con su mirada;
símbolos de la vergüenza y el dolor que la consumen.
Su espíritu, antes etéreo, se oscureció en la sombra,
una criatura brotada del resentimiento y el odio,
latente en su pecho una llama de venganza,
que arde con furia en un cosmos de desesperanza.
La dulzura, su esencia, se convirtió en tormento,
un eco de lamentos en la penumbra eterna,
mientras los ecos celestiales se desvanecían,
dejando solo gritos dispersos en la noche infinita—
un alma caída en busca de redención y venganza.
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**La caída del ángel**
En el alba luminosa de un cielo perdido,
una doncella de luz pura y celestial,
seguía con devoción inmaculada
a su hermano amado en su divine sendero.
Sus alas, resplandecientes como astros,
susurraban plegarias en el silencio celeste,
testimonio de una fidelidad que trascendía la eternidad.
Mas la justicia, rígida y voraz,
la juzgó con rigor de piedra y ceniza,
y en un acto de crueldad insondable,
la expulsó, vil perro desterrado
de la morada de las estrellas,
rechazada por la candidez de su alma.
Sus alas, otrora faro de luz, se tiñeron
de un negro ceniciento, como ceniza del amor perdido,
reflejo de su descenso, de su caída inexorable.
Sobre su cabellera, en lugar de una aureola de paz,
Ahora adornan dos monstruosidades, devorando la pureza con su mirada;
símbolos de la vergüenza y el dolor que la consumen.
Su espíritu, antes etéreo, se oscureció en la sombra,
una criatura brotada del resentimiento y el odio,
latente en su pecho una llama de venganza,
que arde con furia en un cosmos de desesperanza.
La dulzura, su esencia, se convirtió en tormento,
un eco de lamentos en la penumbra eterna,
mientras los ecos celestiales se desvanecían,
dejando solo gritos dispersos en la noche infinita—
un alma caída en busca de redención y venganza.
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