Día libre. No tuvo ninguna llamada de su jefe ni tampoco un mensaje, así que podría hacer lo que se le diera en gana. En el momento solo quería tomar un paseo mientras escuchaba música, eso solía distraerlo lo suficiente y, de lo único que jamás se cansaba era de la música. Una creación del bien en todos los sentidos para él.
Así que por eso estaba en las calles de la ciudad, sin importar la hora. Sin embargo, al estar observando alrededor pudo notar que alguien se le acercó. Esto fue una molestia. Primero, era regla no molestar a alguien con auriculares. Segundo, ¿qué en todo su espendor estaba diciendo "acércate a hablarme"? No estaba haciendo uso de ninguna habilidad para llamar la atención.
Se quitó los cascos para ver de mala gana a la persona.
—No, no sé qué calle vas a decir y no conozco el lugar al que pretendes ir. Si necesitas direcciones ve a un puesto turístico, están en todos lados —soltó con un tono de clara molestia—. Tampoco nos conocemos, así que anda... busca a quien pueda ayudarte, yo no puedo.
"No quiero" era lo más exacto.
Día libre. No tuvo ninguna llamada de su jefe ni tampoco un mensaje, así que podría hacer lo que se le diera en gana. En el momento solo quería tomar un paseo mientras escuchaba música, eso solía distraerlo lo suficiente y, de lo único que jamás se cansaba era de la música. Una creación del bien en todos los sentidos para él.
Así que por eso estaba en las calles de la ciudad, sin importar la hora. Sin embargo, al estar observando alrededor pudo notar que alguien se le acercó. Esto fue una molestia. Primero, era regla no molestar a alguien con auriculares. Segundo, ¿qué en todo su espendor estaba diciendo "acércate a hablarme"? No estaba haciendo uso de ninguna habilidad para llamar la atención.
Se quitó los cascos para ver de mala gana a la persona.
—No, no sé qué calle vas a decir y no conozco el lugar al que pretendes ir. Si necesitas direcciones ve a un puesto turístico, están en todos lados —soltó con un tono de clara molestia—. Tampoco nos conocemos, así que anda... busca a quien pueda ayudarte, yo no puedo.
"No quiero" era lo más exacto.
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Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie:
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#RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento.
Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo.
Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos:
neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle.
Las luces parpadearon… y murieron.
Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles.
Toby no.
Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma.
Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él.
Afuera, las voces rompían la quietud.
Discusiones apresuradas.
Alguien llorando.
Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”.
Pero entre esas voces normales… había otra.
Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano.
Que no venía de ningún frente de la casa.
Que venía… de arriba, como si caminara por el techo.
Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver.
Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes.
Ya lo había vivido antes. Y lo había negado.
La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento.
Había entrado.
Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él.
¿Por qué demonios él podía verlos?
¿No era suficiente con su PTSD?
¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos?
Un golpe seco retumbó en el pasillo.
Otro.
Y luego arrastraron algo…
O alguien.
—oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…—
Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas.
El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él.
—… ya te vi…—
¡Ahí viene!
Hazte bolita, Toby.
No respires.
No tiembles.
Con suerte…
Con suerte desaparecerá.
Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
Había sido un buen día. Tan tranquilo, tan rutinario… casi demasiado. Al regresar a casa, todo parecía normal; las luces de las ventanas, los perros ladrando a lo lejos, el suave rumor del viento.
Sin embargo, entonces llegó >ese< estruendo.
Un sonido desgarrador, metálico, como si el mundo se partiera en dos:
neumáticos chillando, un motor rugiendo con furia, y luego un impacto tan brutal que hizo vibrar los cimientos de todas las casas de la calle.
Las luces parpadearon… y murieron.
Los vecinos salieron alarmados, envueltos en sombras, sus linternas temblando en manos que parecían demasiado frágiles.
Toby no.
Toby apenas se asomó por la ventana y, al sentir ese escalofrío recorriéndole la columna, retrocedió de inmediato. Cerró la puerta. Puso los cerrojos. Todos. Uno por uno, hasta escuchar el último clic que siempre le daba un poco de calma.
Buscó la esquina más oscura de su habitación, abrazándose a sí mismo mientras la casa, ahora sumida en un silencio antinatural, parecía respirar con él.
Afuera, las voces rompían la quietud.
Discusiones apresuradas.
Alguien llorando.
Otra persona gritando: :¡que llamen a una ambulancia !" Y “¡hay demasiada sangre!”.
Pero entre esas voces normales… había otra.
Un susurro húmedo, arrastrado, que no sonaba humano.
Que no venía de ningún frente de la casa.
Que venía… de arriba, como si caminara por el techo.
Toby cerró los ojos. No quería escuchar. No quería recordar. No quería ver.
Porque él ya sabía lo que significaba ese frío helado que empezaba a condensarse en sus paredes.
Ya lo había vivido antes. Y lo había negado.
La persona que murió allá afuera no se había quedado en el pavimento.
Había entrado.
Y ahora, con un tono quebrado, una voz llena de dientes y huesos rotos, intentaba comunicarse con él.
¿Por qué demonios él podía verlos?
¿No era suficiente con su PTSD?
¿Tenía que cargar también con los muertos… y con lo que quedaba de ellos?
Un golpe seco retumbó en el pasillo.
Otro.
Y luego arrastraron algo…
O alguien.
—oye tu… —susurró la voz, desde la puerta misma—... Ayúdame…—
Él apretó los brazos contra sus piernas, intentando hacerse lo más pequeño posible, temblando, respirando apenas.
El aire se volvió pesado, como si una presencia enorme se inclinara hacia él.
—… ya te vi…—
¡Ahí viene!
Hazte bolita, Toby.
No respires.
No tiembles.
Con suerte…
Con suerte desaparecerá.
Pero esta noche, algo le dice que no piensa irse tan fácilmente.
Intentó abrir los párpados, pero enseguida arrugó el rostro al ser recibido por los azotes de los rayos del sol. Otra vez tuvo que frotarse con el dorso de las manos, solo que esta vez tendría una molestia mayor; ardor, el ardor provocado por el agua salada que se filtra entre los párpados y llega hasta los ojos.
Varios fueron los minutos de rodar y patalear, entre gruñidos y gimoteos. No fue hasta que la arena entró en sus narices que se levantó del suelo, tan fuerte como la tos que hacía doler su garganta.
¿Lágrimas? Si, deslizándose lentamente por las esquinas de aquellos dorados ojos. Respiró profundo hasta que sus jadeos lograron penetrar muy levemente el agua que tapaba sus alargadas orejas.
Decir que se veía deplorable era poco; su rostro pálido llevaba un tono rojizo por la agitación y su largo cabello lacio estaba despeinado, enredado y reseco por las sales del mar que lo arrastró hasta aquella orilla, y en su espalda yacen extendidas las heridas de su violento aterrizaje. Sanó lesiones a velocidades vertiginosa para un humano ordinario, pero para él se sintió lento y horrible ¿Por qué? Porque cada segundo parecía eterno por culpa de las partículas que la carne creciente arrastra sobre sus nervios expuestos. Las sintió salir una por una.
Descansó de rodillas, con los antebrazos sobre la arena. Los jadeos seguían saliendo de sus labios, pero poco a poco la respiración fue tomando un ritmo apropiado. Los ojos los tenía rojos, culpa de la sal y las lágrimas producidas por el dolor. Al rato tomó una postura erguida, con la cabeza tirada hacia atrás, y respiró profundo. Se sentía mejor, el alivio había tomado asiló en su cuerpo. Su recuperación estaba completa, y fue un total éxito; ni una marca, ni siquiera una costra que pudiera servir de recuerdo.
El sol ya avanzó más allá de su punto más alto, anunciando así su intención de perderse en el horizonte. Así que el chico de cabello rojo decidió ponerse de pie para emprender su camino a... A ningún lado en particular. Es incapaz de ubicar el área de donde proviene, mucho menos reconoce su paradero actual. Su única opción es seguir al gigante dorado, aquel que avanza sin esperar a nadie, ese que toma asiento en su trono en el punto más alto del firmamento.
Dejó atrás las arenas y se adentró en la hierba, plantas tan altas que acarician sus piernas hasta producirle comezón. Podría haber avanzado más pero cada tantos pasos se detenía a rascarse pies, rodillas y gemelos.
Un viaje sin destino u origen. Incierto, pero era suyo. Solo debía de seguir la guía del sol y consultar al viento cuando sienta inseguridad.
Cap: 01
Intentó abrir los párpados, pero enseguida arrugó el rostro al ser recibido por los azotes de los rayos del sol. Otra vez tuvo que frotarse con el dorso de las manos, solo que esta vez tendría una molestia mayor; ardor, el ardor provocado por el agua salada que se filtra entre los párpados y llega hasta los ojos.
Varios fueron los minutos de rodar y patalear, entre gruñidos y gimoteos. No fue hasta que la arena entró en sus narices que se levantó del suelo, tan fuerte como la tos que hacía doler su garganta.
¿Lágrimas? Si, deslizándose lentamente por las esquinas de aquellos dorados ojos. Respiró profundo hasta que sus jadeos lograron penetrar muy levemente el agua que tapaba sus alargadas orejas.
Decir que se veía deplorable era poco; su rostro pálido llevaba un tono rojizo por la agitación y su largo cabello lacio estaba despeinado, enredado y reseco por las sales del mar que lo arrastró hasta aquella orilla, y en su espalda yacen extendidas las heridas de su violento aterrizaje. Sanó lesiones a velocidades vertiginosa para un humano ordinario, pero para él se sintió lento y horrible ¿Por qué? Porque cada segundo parecía eterno por culpa de las partículas que la carne creciente arrastra sobre sus nervios expuestos. Las sintió salir una por una.
Descansó de rodillas, con los antebrazos sobre la arena. Los jadeos seguían saliendo de sus labios, pero poco a poco la respiración fue tomando un ritmo apropiado. Los ojos los tenía rojos, culpa de la sal y las lágrimas producidas por el dolor. Al rato tomó una postura erguida, con la cabeza tirada hacia atrás, y respiró profundo. Se sentía mejor, el alivio había tomado asiló en su cuerpo. Su recuperación estaba completa, y fue un total éxito; ni una marca, ni siquiera una costra que pudiera servir de recuerdo.
El sol ya avanzó más allá de su punto más alto, anunciando así su intención de perderse en el horizonte. Así que el chico de cabello rojo decidió ponerse de pie para emprender su camino a... A ningún lado en particular. Es incapaz de ubicar el área de donde proviene, mucho menos reconoce su paradero actual. Su única opción es seguir al gigante dorado, aquel que avanza sin esperar a nadie, ese que toma asiento en su trono en el punto más alto del firmamento.
Dejó atrás las arenas y se adentró en la hierba, plantas tan altas que acarician sus piernas hasta producirle comezón. Podría haber avanzado más pero cada tantos pasos se detenía a rascarse pies, rodillas y gemelos.
Un viaje sin destino u origen. Incierto, pero era suyo. Solo debía de seguir la guía del sol y consultar al viento cuando sienta inseguridad.
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#RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
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Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
los Elunai, habitantes lunares,
y los misteriosos Espíritus de la Luna,
criaturas antiguas como la noche.
Y entre ellos,
Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:
Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...
Selin: Déjame que te cuente...
La Leyenda de Shobu y Xinia
Eclipses de amor y guerra
Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
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y los misteriosos Espíritus de la Luna,
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Y entre ellos,
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Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.
Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
los Elunai, habitantes lunares,
y los misteriosos Espíritus de la Luna,
criaturas antiguas como la noche.
Y entre ellos,
Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:
Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.
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Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
los Elunai, habitantes lunares,
y los misteriosos Espíritus de la Luna,
criaturas antiguas como la noche.
Y entre ellos,
Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:
Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
Al caer la segunda noche, la vuelvo a ver...
Selin: Déjame que te cuente...
La Leyenda de Shobu y Xinia
Eclipses de amor y guerra
Antes de que el tiempo aprendiera a contarse,
cuando el cosmos aún era joven y silencioso,
existió un espíritu solar errante.
Shobu,
una chispa viva del Sol,
no era un habitante como los Phyros,
sino una de las entidades primordiales,
un Espíritu del Sol nacido del núcleo ardiente de la estrella.
Viajaba libre,
cruzando reinos de fuego, polvo y vacío,
curioso ante todo aquello que no ardía como él.
Un día, su luz chocó contra una esfera
que no quemaba…
sino que reflejaba.
Había encontrado la Luna.
La superficie plateada escondía vida delicada y silenciosa:
los Elunai, habitantes lunares,
y los misteriosos Espíritus de la Luna,
criaturas antiguas como la noche.
Y entre ellos,
Shobu vio a una criatura cuya belleza anuló todo pensamiento:
Xinia,
espíritu lunar joven,
una raposa de pelaje blanco y brillo azul,
nacida de la calma de la Luna
y bendecida por la plata de los Espíritus Lunares.
Su luz no quemaba.
Su luz acariciaba.
Y Shobu, por primera vez, quiso ser acariciado.
---
El primer lazo entre Sol y Luna
Xinia se acercó sin temor alguno:
ella no conocía el fuego,
solo la quietud luminosa.
Cuando tocaron sus energías —fuego y plata—
el cosmos registró un suceso inédito:
dos espíritus de orígenes contrarios
hicieron armonía.
Su unión fue inmediata,
natural,
destinada.
Shobu deseó mostrarle su hogar en el Sol.
Xinia aceptó, curiosa…
y ese gesto inocente cambió para siempre el equilibrio de los mundos.
---
La ira de Phyros y Elunai
Cuando Shobu llevó a Xinia al Sol:
Los Phyros (habitantes solares) ardieron en rabia:
¿cómo podía una criatura lunar resistir el calor sagrado del Sol?
Lo consideraron un sacrilegio.
Los Espíritus del Sol vieron peligro:
“lo que es lunar no debe tocar lo solar”.
Mientras tanto,
Los Elunai (habitantes de la Luna)
se sintieron traicionados:
Shobu había arrebatado a su criatura más pura.
Y los Espíritus de la Luna,
orgullosos y fríos,
declararon que ningún ser solar debía volver a pisar sus dominios.
Fue entonces cuando ambos grupos superiores —solares y lunares—
tejieron un destino cruel:
un sello eterno
que impedía que lo solar tocara lo lunar
y que lo lunar tocara lo solar.
Los mundos quedaron separados
por la fuerza del miedo.
Y Shobu y Xinia quedaron separados
por la fuerza del amor.
---
El Primer Eclipse
Pero el amor, cuando es verdadero,
rompe incluso las órdenes de los dioses.
La Luna pasó frente al Sol.
El Sol abrazó a la Luna por la espalda.
Y en esa alineación perfecta,
por primera vez en la historia del cielo,
nació un camino imposible:
un puente de fuego y plata,
creado no por magia solar ni lunar,
sino
por la súplica unida
de dos espíritus que se negaban a olvidarse.
Xinia cruzó.
Shobu cruzó.
Y se encontraron en medio del eclipse,
en un territorio que no era del Sol ni de la Luna,
sino del amor prohibido.
Bajo aquel puente, se prometieron mil vidas.
Pero mil vidas no fueron suficientes para calmar a los mundos.
---
Los eclipses de amor y guerra
Cuando los Phyros y los Elunai vieron que el eclipse
había roto sus prohibiciones,
nació la primera guerra entre sus pueblos.
No una guerra de ejércitos,
sino una guerra de pensamiento:
unos defendiendo la unión,
otros exigiendo separación eterna.
Desde entonces,
cada eclipse repite la historia:
cuando Sol y Luna se tocan, se encuentran dos amantes;
cuando Sol y Luna se oscurecen, se confrontan dos pueblos.
Los eclipses son puentes.
Los eclipses son cicatrices.
Y en el corazón de cada uno
late todavía el juramento de Shobu y Xinia,
el primer amor entre fuego y plata.
— Ojeras de lujo, nariz roja de edición limitada. Una bata que claramente grita alta costura en desgracia… La decadencia también seduce ¿No? #SeductiveSunday
— Ojeras de lujo, nariz roja de edición limitada. Una bata que claramente grita alta costura en desgracia… La decadencia también seduce ¿No? #SeductiveSunday 😅