• « El Caos reina, el orden es sólo un esclavo del caos.
    Así como la humanidad de su propia falsedad. »
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  • La batalla contra mi hermana Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar comenzó como un juego de provocaciones, pero pronto el acero y la sangre hablaron en serio. Su cuerpo se transformó en una colosal máquina de guerra orca, piel verde, músculos tensados como hierro, colmillos y una sonrisa de fiera que jamás se apagó. Su fuerza era aplastante: me hizo crujir costillas contra el suelo, escupir sangre y perder el aliento, mientras Arc, la dragóna ligada a mí, reía desde dentro como quien contempla un castigo justo.

    Pero en mi agonía, Veythra —la hermana de Jennifer, la espada de Elune— habló por primera vez con claridad: “Tú eres la espada”. Esa revelación rompió el sello y liberó la verdadera esencia que ardía en mí. La energía me devolvió de entre las ruinas y la regeneración me sostuvo. Me puse en pie y juré someter a mi hermana.

    Albedo no se detuvo; con una velocidad sobrehumana descargó una tormenta de puños que me arrojó lejos, su cuerpo cubierto por un aura implacable. Entonces invoqué el poder de la luna creciente: su luz hizo alzarse su propia sombra contra ella. Se enfrentó a sí misma en un duelo imposible, destrozando su reflejo entre rugidos, mientras yo aguardaba el momento justo.

    Cuando creyó haberme atravesado —ilusión mía, nada más—, fue mi espada la que de verdad se hundió en su espalda. Atrapé su cabello, doblé su cuello y posé el filo en su garganta bajo la mirada helada de la luna. “¿Querías matarme, hermanita? Puede que te la devuelva…” susurré.

    Pero Albedo no cedió. Con brutalidad me apartó de un golpe devastador, cerrando su herida lentamente con runas mientras reía con la sangre escurriendo por su piel. Me llamó mocosa y me desafió a levantarme, sedienta de supremacía, de forjar el legado de las Queen con sangre y sudor.

    Y entonces comprendí que ya no podía luchar con golpes. La luna, testigo implacable, me dio las palabras: le hablé de madre, de Selin, de Arc, de lo que fuimos de niñas, de lo que aún podíamos ser. Le pregunté: “¿Qué tipo de Reina quieres ser cuando las historias canten tu nombre?”

    Y le prometí que, si algún día madre nos deja, yo misma la llamaré con orgullo mi Reina: la auténtica heredera del Vacío y del Caos.
    La batalla contra mi hermana [Albedo1] comenzó como un juego de provocaciones, pero pronto el acero y la sangre hablaron en serio. Su cuerpo se transformó en una colosal máquina de guerra orca, piel verde, músculos tensados como hierro, colmillos y una sonrisa de fiera que jamás se apagó. Su fuerza era aplastante: me hizo crujir costillas contra el suelo, escupir sangre y perder el aliento, mientras Arc, la dragóna ligada a mí, reía desde dentro como quien contempla un castigo justo. Pero en mi agonía, Veythra —la hermana de Jennifer, la espada de Elune— habló por primera vez con claridad: “Tú eres la espada”. Esa revelación rompió el sello y liberó la verdadera esencia que ardía en mí. La energía me devolvió de entre las ruinas y la regeneración me sostuvo. Me puse en pie y juré someter a mi hermana. Albedo no se detuvo; con una velocidad sobrehumana descargó una tormenta de puños que me arrojó lejos, su cuerpo cubierto por un aura implacable. Entonces invoqué el poder de la luna creciente: su luz hizo alzarse su propia sombra contra ella. Se enfrentó a sí misma en un duelo imposible, destrozando su reflejo entre rugidos, mientras yo aguardaba el momento justo. Cuando creyó haberme atravesado —ilusión mía, nada más—, fue mi espada la que de verdad se hundió en su espalda. Atrapé su cabello, doblé su cuello y posé el filo en su garganta bajo la mirada helada de la luna. “¿Querías matarme, hermanita? Puede que te la devuelva…” susurré. Pero Albedo no cedió. Con brutalidad me apartó de un golpe devastador, cerrando su herida lentamente con runas mientras reía con la sangre escurriendo por su piel. Me llamó mocosa y me desafió a levantarme, sedienta de supremacía, de forjar el legado de las Queen con sangre y sudor. Y entonces comprendí que ya no podía luchar con golpes. La luna, testigo implacable, me dio las palabras: le hablé de madre, de Selin, de Arc, de lo que fuimos de niñas, de lo que aún podíamos ser. Le pregunté: “¿Qué tipo de Reina quieres ser cuando las historias canten tu nombre?” Y le prometí que, si algún día madre nos deja, yo misma la llamaré con orgullo mi Reina: la auténtica heredera del Vacío y del Caos.
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  • —Las deudas y las facturas pueden esperar, ¡Me he comprado un caballo!

    El caballo relinchó, y ella acarició el hocico del animal con una ternura muy inusual en ella.

    —Me miró. En el corral, entre todos los demás. ¡Este ser entiende el Caos, y además le caigo muy bien, estoy segurísima de eso!

    Kazuha cree que el caballo la eligió porque reconoció su magia y poder, y claro que eso halaga su ego monumental. Claro que tampoco pensó en los costos de mantenimiento, ni en el veterinario, ni en el esfuerzo de criar un caballo. ¿Pero por qué se preocuparía por detalles aburridos cuando el universo le envía un alma que parece comprender la suya?
    —Las deudas y las facturas pueden esperar, ¡Me he comprado un caballo! El caballo relinchó, y ella acarició el hocico del animal con una ternura muy inusual en ella. —Me miró. En el corral, entre todos los demás. ¡Este ser entiende el Caos, y además le caigo muy bien, estoy segurísima de eso! Kazuha cree que el caballo la eligió porque reconoció su magia y poder, y claro que eso halaga su ego monumental. Claro que tampoco pensó en los costos de mantenimiento, ni en el veterinario, ni en el esfuerzo de criar un caballo. ¿Pero por qué se preocuparía por detalles aburridos cuando el universo le envía un alma que parece comprender la suya?
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    La Emperatriz de la Muerte vs La Reina Demonio
    Sasha Ishtar vs Seieki Yokin

    Escenario
    La nieve cae en un mundo desolado donde las estrellas se ocultan tras un cielo rojo carmesí. Un campo nevado, rodeado de ruinas antiguas cubiertas de escarcha, es testigo del choque de dos voluntades absolutas. Cada soplo del viento lleva el eco de antiguas batallas, pero ninguna tan decisiva como esta: la emperatriz contra la reina demonio.

    El Choque
    El silencio se rompe con un estallido de poder. Sasha Ishtar, con su aura dorada y celestial, ilumina el terreno con un resplandor que quema la oscuridad misma. Frente a ella, Seieki Yokin irradia un poder demoníaco que oscurece la nieve bajo sus pies, tiñéndola de sangre y fuego.

    Sus miradas se cruzan: una llena de firmeza imperial, la otra cargada de soberbia demoníaca.
    Cuando avanzan, el mundo parece quebrarse: hielo y fuego se mezclan, la tierra tiembla, y los cielos rugen.

    Habilidades de Sasha Ishtar – La Emperatriz Ishtar
    ⋆˙⟡ Corona de la Divinidad: Un aura sagrada que neutraliza la magia oscura y otorga energía a sus aliados.
    ⋆˙⟡ Juicio Celestial: Rayos de luz caen desde el cielo, precisos como lanzas divinas.
    ⋆˙⟡ Eterna Soberana: Capacidad de controlar el espacio en un área, ralentizando el tiempo alrededor suyo.
    ⋆˙⟡ Llama Blanca de Ishtar: Un fuego puro que consume no la carne, sino el alma, borrando toda corrupción.

    Habilidades de Seieki Yokin – La Reina Demonio
    ── .✦ Reina del Caos: Desata ondas de energía demoníaca que distorsionan la realidad.
    ── .✦ Garras de la Noche: Crea armas de sombra capaces de atravesar incluso la luz más fuerte.
    ── .✦ Dominio Carmesí: Convierte el terreno en un infierno sangriento donde su poder se multiplica.
    ── .✦ Pacto Infernal: Invoca bestias demoníacas como extensiones de su voluntad.

    El Desenlace
    La batalla se extiende, luz contra oscuridad, hielo contra fuego, con cada choque estremeciendo los cielos. La energía de Seieki parece imparable, una ola infinita de caos que amenaza con devorar el mundo. Pero en el momento decisivo, Sasha invoca la Llama Blanca de Ishtar, envolviendo a la Reina Demonio en un fuego que no destruye, sino que purifica.
    ⚔️ La Emperatriz de la Muerte vs La Reina Demonio ⚔️ Sasha Ishtar vs Seieki Yokin 🌌 Escenario La nieve cae en un mundo desolado donde las estrellas se ocultan tras un cielo rojo carmesí. Un campo nevado, rodeado de ruinas antiguas cubiertas de escarcha, es testigo del choque de dos voluntades absolutas. Cada soplo del viento lleva el eco de antiguas batallas, pero ninguna tan decisiva como esta: la emperatriz contra la reina demonio. 💥 El Choque El silencio se rompe con un estallido de poder. Sasha Ishtar, con su aura dorada y celestial, ilumina el terreno con un resplandor que quema la oscuridad misma. Frente a ella, Seieki Yokin irradia un poder demoníaco que oscurece la nieve bajo sus pies, tiñéndola de sangre y fuego. Sus miradas se cruzan: una llena de firmeza imperial, la otra cargada de soberbia demoníaca. Cuando avanzan, el mundo parece quebrarse: hielo y fuego se mezclan, la tierra tiembla, y los cielos rugen. 🌟 Habilidades de Sasha Ishtar – La Emperatriz Ishtar ⋆˙⟡ Corona de la Divinidad: Un aura sagrada que neutraliza la magia oscura y otorga energía a sus aliados. ⋆˙⟡ Juicio Celestial: Rayos de luz caen desde el cielo, precisos como lanzas divinas. ⋆˙⟡ Eterna Soberana: Capacidad de controlar el espacio en un área, ralentizando el tiempo alrededor suyo. ⋆˙⟡ Llama Blanca de Ishtar: Un fuego puro que consume no la carne, sino el alma, borrando toda corrupción. 🔥 Habilidades de Seieki Yokin – La Reina Demonio ── .✦ Reina del Caos: Desata ondas de energía demoníaca que distorsionan la realidad. ── .✦ Garras de la Noche: Crea armas de sombra capaces de atravesar incluso la luz más fuerte. ── .✦ Dominio Carmesí: Convierte el terreno en un infierno sangriento donde su poder se multiplica. ── .✦ Pacto Infernal: Invoca bestias demoníacas como extensiones de su voluntad. 👑 El Desenlace La batalla se extiende, luz contra oscuridad, hielo contra fuego, con cada choque estremeciendo los cielos. La energía de Seieki parece imparable, una ola infinita de caos que amenaza con devorar el mundo. Pero en el momento decisivo, Sasha invoca la Llama Blanca de Ishtar, envolviendo a la Reina Demonio en un fuego que no destruye, sino que purifica.
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  • 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈𝐈 – “𝐃𝐢𝐨𝐬𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐂𝐚𝐨𝐬”

    La discoteca más exclusiva de Nueva York estaba hecha para ella. No para la alta sociedad, no para los artistas, no para los millonarios aburridos. No: para Deianira Zhorkeas. Su entrada al lugar fue una escena coreografiada por el destino; flashes, miradas, un vestido plateado que parecía derretirse sobre su piel, y una seguridad arrogante que convertía la pista en su pasarela privada.

    Las copas se alzaron en su honor. La gente susurraba su nombre como si fuese un conjuro. Y Deianira, con la pupila dilatada y la sonrisa de alguien que ya había probado demasiado de todo, absorbía cada segundo como un aplauso eterno.

    —Brindemos por mí —dijo, elevando una copa de vodka cristalino, con ese tono de broma que no era broma en absoluto.

    El DJ cambió la música solo porque ella había llegado, mezclando su voz en un “welcome queen” improvisado que hizo que el lugar estallara. Pero entre la euforia y los destellos, alguien la observaba desde el bar: un hombre trajeado, con mirada calculadora. No era fan. No era uno de esos que la deseaban como un trofeo. Era un competidor, un inversor de la industria cosmética que había querido comprar parte de Detroyer of Men y al que ella había rechazado con crueldad.

    Él levantó su vaso hacia ella con una media sonrisa. Ella, altiva, respondió con un movimiento de cejas, como quien pisa una hormiga invisible. Pero el gesto la perturbó más de lo que admitió.

    La noche siguió en espiral. Risas, drogas en el baño, besos robados a un desconocido que no recordaría en la mañana. Todo un espectáculo de excesos que ella sabía manejar como nadie. Pero en un rincón de su mente, esa mirada fría seguía clavada, como una advertencia: su imperio no era intocable.

    Deianira salió del club cuando amanecía, rodeada de un séquito de almas perdidas que la seguían como devotos de una diosa del caos. Subió a su coche con la carcajada todavía en los labios, pero al mirarse en el espejo retrovisor, se detuvo. El maquillaje estaba intacto, sí… pero había un cansancio extraño en sus ojos celestes.

    La diosa parecía humana por un instante.

    Sacó una bolsita plateada del bolso y la dejó sobre sus rodillas.

    —Aún no, cariño —susurró, como si hablara con ella. Y con un gesto brusco, la guardó de nuevo.

    El coche arrancó. Afuera, Nueva York despertaba. Y Deianira, entre humo y cristal, se convencía de que aún tenía el control.

    Aunque la grieta ya empezaba a abrirse.
    𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈𝐈 – “𝐃𝐢𝐨𝐬𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐂𝐚𝐨𝐬” La discoteca más exclusiva de Nueva York estaba hecha para ella. No para la alta sociedad, no para los artistas, no para los millonarios aburridos. No: para Deianira Zhorkeas. Su entrada al lugar fue una escena coreografiada por el destino; flashes, miradas, un vestido plateado que parecía derretirse sobre su piel, y una seguridad arrogante que convertía la pista en su pasarela privada. Las copas se alzaron en su honor. La gente susurraba su nombre como si fuese un conjuro. Y Deianira, con la pupila dilatada y la sonrisa de alguien que ya había probado demasiado de todo, absorbía cada segundo como un aplauso eterno. —Brindemos por mí —dijo, elevando una copa de vodka cristalino, con ese tono de broma que no era broma en absoluto. El DJ cambió la música solo porque ella había llegado, mezclando su voz en un “welcome queen” improvisado que hizo que el lugar estallara. Pero entre la euforia y los destellos, alguien la observaba desde el bar: un hombre trajeado, con mirada calculadora. No era fan. No era uno de esos que la deseaban como un trofeo. Era un competidor, un inversor de la industria cosmética que había querido comprar parte de Detroyer of Men y al que ella había rechazado con crueldad. Él levantó su vaso hacia ella con una media sonrisa. Ella, altiva, respondió con un movimiento de cejas, como quien pisa una hormiga invisible. Pero el gesto la perturbó más de lo que admitió. La noche siguió en espiral. Risas, drogas en el baño, besos robados a un desconocido que no recordaría en la mañana. Todo un espectáculo de excesos que ella sabía manejar como nadie. Pero en un rincón de su mente, esa mirada fría seguía clavada, como una advertencia: su imperio no era intocable. Deianira salió del club cuando amanecía, rodeada de un séquito de almas perdidas que la seguían como devotos de una diosa del caos. Subió a su coche con la carcajada todavía en los labios, pero al mirarse en el espejo retrovisor, se detuvo. El maquillaje estaba intacto, sí… pero había un cansancio extraño en sus ojos celestes. La diosa parecía humana por un instante. Sacó una bolsita plateada del bolso y la dejó sobre sus rodillas. —Aún no, cariño —susurró, como si hablara con ella. Y con un gesto brusco, la guardó de nuevo. El coche arrancó. Afuera, Nueva York despertaba. Y Deianira, entre humo y cristal, se convencía de que aún tenía el control. Aunque la grieta ya empezaba a abrirse.
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  • El Inicio de un Caos Espiritual parte 1


    Desde algún punto en que nunca me decidía, nada parecía preocuparme. Siempre me la pasaba cada noche mirando en Vallefresno cerca, justo en los pilotes más olvidados. Un islote donde siempre estaba para tener paz y tranquilidad. Incluso, las veladas en la avanzada de Zorangar son lo más maravilloso que hay en lo que se refiere al muelle cercano.

    Mis noches calaban con el frío hasta el tuétano de los huesos si no estabas bien abrigado, claramente. Pero los árboles de alrededor se ocupaban de que fuera fresco y no se transformase en un gélido infierno. Incluso, los animales también paseaban a plena vista a una distancia considerable. Ninguno era ingenuo como para acercarse... pero tal vez algo faltaba en la noche pesada.

    La luna era enorme y bañaba con su brillo hermoso el lugar, como un recordatorio de que siempre estaría ahí para consolarte. El recio viento suave no hacía más que mecer mi cabello como si de una caricia se tratase, haciendo que me acariciara el pelo por un instinto nato de darme algo de cariño. Pero ha cambiado el rumbo de mi tranquilidad. Las dos lunas restantes saldrían más tarde... pero algo no andaba bien para lo que era común. ¿Un instinto?... ¿Qué era...?

    —La noche está hermosa, aunque el frío no cesa con cada soplido... Es como si un espectro me quisiera hablar —dijo con algo de misterio.

    El calor de la fogata que ardía desde que empezó a caer y desatarse el velo de la noche era reconfortante. Sus manos suaves sostuvieron un cuenco de sopa y sus ojos azules cayeron ahí para mirar su reflejo, el cual era como sentir una caída en el precipicio más alto y sin fin... Algo se sintió tan vacío...

    —Hmmm... —gruñó, y con ello dio un sorbete del caldo que estaba hecho de ricas verduras que reservaba y un par de raíces, acompañado de un poco de carne de jabalí seca—. La sopa sabe amarga cuando no hay nadie con quien compartir...

    —Se siente un ambiente tan solitario... Es como si alguien quisiera manifestarse y con ello hablarme de algo. A lo mejor estoy muy cansado —se dijo una vez más, en cuanto se levantó después de tragar el sorbo del caliente caldo que ayudaría a regular su temperatura corporal.

    Pero eso no era algo que realmente le fuera de tanto interés o necesidad de hacer siempre. A pesar de todo, los orcos eran caracterizados por su resistencia y su piel gruesa, que era capaz de soportar el frío inusual que un humano no toleraría en segundos, o regular el calor que tal vez algún otro ser no haría más que tirar la toalla por el infernal clima flameante. Pero eso no era símbolo de que pudiera caminar sobre lava o vivir en un lugar volcánico.

    Se recompuso y, con sus suaves pasos, aún sostenía su sopa. El delicioso caldo temblaba mientras las ondas chocaban al ritmo de las paredes del tazón. Se sentó en su cama y miró con algo de curiosidad su dibujo en su carpa de pieles: el dibujo de su hermano, Thrall, líder de la Horda. Para él, es más que un tesoro. Era algo más que invaluable en lo que podría decirse del término valioso o de importancia material. Claramente es de un afecto enorme, en el que la familia podría identificarse, al ser lo único que le quedaba... Un lobo sobreviviente a tantas cosas que, aun así, en lo que era el lote de la vida, como un leve camino rocoso y con espinas, quizás trampas mortales, supo salir con vida y estar hasta ahora... lo que conoce como su hermano mayor... y para el otro, su hermano menor...

    Se dignó a contemplar la gracia de sus trazos mientras meditaba un poco con aprecio en silencio, bajo el chasquido de la fogata ruidosa y las velas que iluminaban sutilmente. Entonces se dijo para él, como si hablara con su hermano de verdad:

    —Desde que me alejé de ahí, no hago más que echarte de menos... Pero es difícil creer que preferirías más a otros antes que a tu hermano... Pero... de tal modo... —Hizo una pausa, volvió a mirar su reflejo en la luz tenue y con ello volvió a posar su vista en el dibujo. Su voz pragmática de apatía se tornó en lo que era nostalgia—. Te aprecio y admiro... No quería ponerte a escoger entre yo o la Horda... No hago más que decepcionarte, no te lo dije antes... Pero aun así no dejo siempre de dañar todo lo que está a mi paso...

    El dibujo cayó con una lentitud y una dramática caída lenta. Se sintió más que extraño... Fue un escalofrío lo que se desplegó sobre el joven orco y con ello, el material dibujado se acunó sobre el fuego de una vela cercana y ardió con furia. El instinto tomó el control, aunque muy tarde. El fuego comía el papel con hambre grotesca, mientras que, sin otro remedio, tiré el caldo de mis manos para apagar el fuego. El papel quedó reducido a cenizas. Lo único que sobrevivió fue un trozo del rostro de su hermano sonriendo, pero a media cara.

    El escalofrío recorrió una vez más su columna, sintiéndose más frío, y con ello, salió lleno de adrenalina desde la carpa y miró la luna una vez más, como si buscara la respuesta a lo que le había pasado hace un instante... Su corazón latió con algo más de prisa, como si de algún modo hubiera pasado algo mientras la noche transcurría con su frío desolador...

    El Inicio de un Caos Espiritual parte 1 Desde algún punto en que nunca me decidía, nada parecía preocuparme. Siempre me la pasaba cada noche mirando en Vallefresno cerca, justo en los pilotes más olvidados. Un islote donde siempre estaba para tener paz y tranquilidad. Incluso, las veladas en la avanzada de Zorangar son lo más maravilloso que hay en lo que se refiere al muelle cercano. Mis noches calaban con el frío hasta el tuétano de los huesos si no estabas bien abrigado, claramente. Pero los árboles de alrededor se ocupaban de que fuera fresco y no se transformase en un gélido infierno. Incluso, los animales también paseaban a plena vista a una distancia considerable. Ninguno era ingenuo como para acercarse... pero tal vez algo faltaba en la noche pesada. La luna era enorme y bañaba con su brillo hermoso el lugar, como un recordatorio de que siempre estaría ahí para consolarte. El recio viento suave no hacía más que mecer mi cabello como si de una caricia se tratase, haciendo que me acariciara el pelo por un instinto nato de darme algo de cariño. Pero ha cambiado el rumbo de mi tranquilidad. Las dos lunas restantes saldrían más tarde... pero algo no andaba bien para lo que era común. ¿Un instinto?... ¿Qué era...? —La noche está hermosa, aunque el frío no cesa con cada soplido... Es como si un espectro me quisiera hablar —dijo con algo de misterio. El calor de la fogata que ardía desde que empezó a caer y desatarse el velo de la noche era reconfortante. Sus manos suaves sostuvieron un cuenco de sopa y sus ojos azules cayeron ahí para mirar su reflejo, el cual era como sentir una caída en el precipicio más alto y sin fin... Algo se sintió tan vacío... —Hmmm... —gruñó, y con ello dio un sorbete del caldo que estaba hecho de ricas verduras que reservaba y un par de raíces, acompañado de un poco de carne de jabalí seca—. La sopa sabe amarga cuando no hay nadie con quien compartir... —Se siente un ambiente tan solitario... Es como si alguien quisiera manifestarse y con ello hablarme de algo. A lo mejor estoy muy cansado —se dijo una vez más, en cuanto se levantó después de tragar el sorbo del caliente caldo que ayudaría a regular su temperatura corporal. Pero eso no era algo que realmente le fuera de tanto interés o necesidad de hacer siempre. A pesar de todo, los orcos eran caracterizados por su resistencia y su piel gruesa, que era capaz de soportar el frío inusual que un humano no toleraría en segundos, o regular el calor que tal vez algún otro ser no haría más que tirar la toalla por el infernal clima flameante. Pero eso no era símbolo de que pudiera caminar sobre lava o vivir en un lugar volcánico. Se recompuso y, con sus suaves pasos, aún sostenía su sopa. El delicioso caldo temblaba mientras las ondas chocaban al ritmo de las paredes del tazón. Se sentó en su cama y miró con algo de curiosidad su dibujo en su carpa de pieles: el dibujo de su hermano, Thrall, líder de la Horda. Para él, es más que un tesoro. Era algo más que invaluable en lo que podría decirse del término valioso o de importancia material. Claramente es de un afecto enorme, en el que la familia podría identificarse, al ser lo único que le quedaba... Un lobo sobreviviente a tantas cosas que, aun así, en lo que era el lote de la vida, como un leve camino rocoso y con espinas, quizás trampas mortales, supo salir con vida y estar hasta ahora... lo que conoce como su hermano mayor... y para el otro, su hermano menor... Se dignó a contemplar la gracia de sus trazos mientras meditaba un poco con aprecio en silencio, bajo el chasquido de la fogata ruidosa y las velas que iluminaban sutilmente. Entonces se dijo para él, como si hablara con su hermano de verdad: —Desde que me alejé de ahí, no hago más que echarte de menos... Pero es difícil creer que preferirías más a otros antes que a tu hermano... Pero... de tal modo... —Hizo una pausa, volvió a mirar su reflejo en la luz tenue y con ello volvió a posar su vista en el dibujo. Su voz pragmática de apatía se tornó en lo que era nostalgia—. Te aprecio y admiro... No quería ponerte a escoger entre yo o la Horda... No hago más que decepcionarte, no te lo dije antes... Pero aun así no dejo siempre de dañar todo lo que está a mi paso... El dibujo cayó con una lentitud y una dramática caída lenta. Se sintió más que extraño... Fue un escalofrío lo que se desplegó sobre el joven orco y con ello, el material dibujado se acunó sobre el fuego de una vela cercana y ardió con furia. El instinto tomó el control, aunque muy tarde. El fuego comía el papel con hambre grotesca, mientras que, sin otro remedio, tiré el caldo de mis manos para apagar el fuego. El papel quedó reducido a cenizas. Lo único que sobrevivió fue un trozo del rostro de su hermano sonriendo, pero a media cara. El escalofrío recorrió una vez más su columna, sintiéndose más frío, y con ello, salió lleno de adrenalina desde la carpa y miró la luna una vez más, como si buscara la respuesta a lo que le había pasado hace un instante... Su corazón latió con algo más de prisa, como si de algún modo hubiera pasado algo mientras la noche transcurría con su frío desolador...
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  • Parece que hay varios problemas que resolver , aveces me ausencia hace que todo se vuelva un caos ..
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  • Ryu es la musa que incendia mis frases,
    la calma en el caos, la luz en mis calles,
    su nombre retumba en mis notas salvajes,
    es fuerza que nace de rotos paisajes.

    No busco coraza, me visto de fe,
    cuando pienso en Ryu no sé lo que es perder,
    sus ojos son versos que saben doler,
    pero en cada herida me enseñan crecer.

    En la sombra florezco, en la rabia respiro,
    ella es la tinta que corre en mi filo,
    la razón de mis rimas, mi impulso divino,
    Ryu es la llama que escribe mi destino.

    (Lili modo street. Lil-Lili)
    Ryu es la musa que incendia mis frases, la calma en el caos, la luz en mis calles, su nombre retumba en mis notas salvajes, es fuerza que nace de rotos paisajes. No busco coraza, me visto de fe, cuando pienso en Ryu no sé lo que es perder, sus ojos son versos que saben doler, pero en cada herida me enseñan crecer. En la sombra florezco, en la rabia respiro, ella es la tinta que corre en mi filo, la razón de mis rimas, mi impulso divino, Ryu es la llama que escribe mi destino. (Lili modo street. Lil-Lili)
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  • ⠀⠀⠀⠀Moverse entre planos no era un viaje para Kazuha; era un simple cambio de peso. Sentía el mundo real y el de los sueños como dos telas finas superpuestas, y ella era como una aguja que podía deslizarse entre ellas, cosiendo realidades a su antojo. A veces, la frontera se difuminaba tanto que ya no sabía si sus propias sombras le pertenecían. Su propio cuerpo parecía ajeno, como si habitara otra versión de si misma. Y los recuerdos ajenos se enredaban con los suyos propios. En esos momentos, la realidad no dolía... pero tampoco respondía. Y el Caos, encantado, la dejaba flotar sin dirección. Hasta que algo la jalaba de vuelta. No siempre entera. No siempre sola.

    ⠀⠀⠀⠀𝘌𝘭 𝘮𝘢𝘺𝘰𝘳 𝘳𝘪𝘦𝘴𝘨𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦𝘥𝘢𝘳𝘴𝘦 𝘢𝘵𝘳𝘢𝘱𝘢𝘥𝘢; 𝘦𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘶 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘵𝘢𝘯 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘭 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘤𝘳𝘦𝘢𝘳 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥𝘦𝘴, 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘥𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘩𝘪𝘭𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘶𝘤𝘵𝘰𝘳 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘶𝘺𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢.
    ⠀⠀⠀⠀Moverse entre planos no era un viaje para Kazuha; era un simple cambio de peso. Sentía el mundo real y el de los sueños como dos telas finas superpuestas, y ella era como una aguja que podía deslizarse entre ellas, cosiendo realidades a su antojo. A veces, la frontera se difuminaba tanto que ya no sabía si sus propias sombras le pertenecían. Su propio cuerpo parecía ajeno, como si habitara otra versión de si misma. Y los recuerdos ajenos se enredaban con los suyos propios. En esos momentos, la realidad no dolía... pero tampoco respondía. Y el Caos, encantado, la dejaba flotar sin dirección. Hasta que algo la jalaba de vuelta. No siempre entera. No siempre sola. ⠀⠀⠀⠀𝘌𝘭 𝘮𝘢𝘺𝘰𝘳 𝘳𝘪𝘦𝘴𝘨𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦𝘥𝘢𝘳𝘴𝘦 𝘢𝘵𝘳𝘢𝘱𝘢𝘥𝘢; 𝘦𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘶 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘵𝘢𝘯 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘭 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘤𝘳𝘦𝘢𝘳 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥𝘦𝘴, 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘥𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘩𝘪𝘭𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘥𝘶𝘤𝘵𝘰𝘳 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘶𝘺𝘢 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢.
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  • Cabeza hecha trapo, recuerdos como humo. Me despierto en mi cama y al mirar, Ryu duerme tan cerca que casi puedo oler su calma. Me duele pensar que mi noche —la que la luna nueva alimenta— podría alcanzarla. No se merece mis sombras; no se merece el precio de mi caos. Mañana seré un poquito más cuidadosa.

    🩷 Ryu リュウ・イシュタル Ishtar 🩷
    Cabeza hecha trapo, recuerdos como humo. Me despierto en mi cama y al mirar, Ryu duerme tan cerca que casi puedo oler su calma. Me duele pensar que mi noche —la que la luna nueva alimenta— podría alcanzarla. No se merece mis sombras; no se merece el precio de mi caos. Mañana seré un poquito más cuidadosa. 🩷 [Ryu] 🩷
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