• Me preguntó, que estara a haciendo buddha .....

    - da un leve suspiro y luego sigue caminado por el bosque con los pies descalzos y tenia sus sandarias en su mano y también sacude la cabeza. -

    Que!?, eso no debe importame
    Me preguntó, que estara a haciendo buddha ..... - da un leve suspiro y luego sigue caminado por el bosque con los pies descalzos y tenia sus sandarias en su mano y también sacude la cabeza. - Que!?, eso no debe importame
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  • -Mira atentamente al intruso y deja de prestarle atención al dragón-
    "¿Que haces en estos bosques? No puedes estar aquí, vete."
    -Mira atentamente al intruso y deja de prestarle atención al dragón- "¿Que haces en estos bosques? No puedes estar aquí, vete."
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  • - nyx caminaba por el bosque pasando por un valle de flores , sintió una magia de demonios
    No le gustaba era aquella magia no había sentido antes y venía cerca de un pueblo , uso su magia de sombras para invocar un tigre blanco y ir hacia allá .-

    Esto es malo ....

    - mande a tigre blanco a exterminar aquellos creaturas demonios rojos aún así , ella le dolía que su gente sea manipulada así , asta que vio a alguien apunto de ser atacad@.-
    - nyx caminaba por el bosque pasando por un valle de flores , sintió una magia de demonios No le gustaba era aquella magia no había sentido antes y venía cerca de un pueblo , uso su magia de sombras para invocar un tigre blanco y ir hacia allá .- Esto es malo .... - mande a tigre blanco a exterminar aquellos creaturas demonios rojos aún así , ella le dolía que su gente sea manipulada así , asta que vio a alguien apunto de ser atacad@.-
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  • -¤sali corriendo a un bosque sercano y disminui mi tamaño a el de una niña pequeña, el laboratotio donde me crearon estaba en ruinas por mi culpa, pero no me importaba ya que al fin estaba fuera¤- al fin.. al fin pude escapar..
    -¤sali corriendo a un bosque sercano y disminui mi tamaño a el de una niña pequeña, el laboratotio donde me crearon estaba en ruinas por mi culpa, pero no me importaba ya que al fin estaba fuera¤- al fin.. al fin pude escapar..
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  • - al fin legos Asgard desde bosque allí se vería un poco Asgard, fue a buscar su ropa normal y sacarse eso vestidos tan bonitos que no era los míos -

    Bien, es hora de ir a mundo mortal antes de que se den cuenta que no estoy .
    - al fin legos Asgard desde bosque allí se vería un poco Asgard, fue a buscar su ropa normal y sacarse eso vestidos tan bonitos que no era los míos - Bien, es hora de ir a mundo mortal antes de que se den cuenta que no estoy .
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  • —Aún recordaba, tras incluso haber dormido más de cien años… Lo primero que pensó, cuando en su primera odisea (por qué si, salvar el reino con ocho años fue una odisea), lo dejaron durmiendo los años suficientes para que creciera y una vez despierto, regresó al pueblo kokiri y vio a quien de niño fue quien más le atormentaba por no tener un hada, Mido.

    << ¿Y este moco era el que me amargaba tanto? Diosas… no tiene ni media hostia. Bien… ahora la pregunta es: El puñetazo ¿A la mejilla izquierda o a la derecha? >> Por fortuna, no se lo llegó a dar, no podía perder tiempo y en el templo del bosque le necesitaban—
    —Aún recordaba, tras incluso haber dormido más de cien años… Lo primero que pensó, cuando en su primera odisea (por qué si, salvar el reino con ocho años fue una odisea), lo dejaron durmiendo los años suficientes para que creciera y una vez despierto, regresó al pueblo kokiri y vio a quien de niño fue quien más le atormentaba por no tener un hada, Mido. << ¿Y este moco era el que me amargaba tanto? Diosas… no tiene ni media hostia. Bien… ahora la pregunta es: El puñetazo ¿A la mejilla izquierda o a la derecha? >> Por fortuna, no se lo llegó a dar, no podía perder tiempo y en el templo del bosque le necesitaban—
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  • - En el Valhalla (cielo) el reino de los dioses,no tan dejos de Asgard,legos de las montañas y en el bosque la joven diosa estaba entrenando un poco no era muy sociable con los demás dioses por ser hija de un mounstro Pero siempre recibía amor de su Bisabuela, era la única manera de sacar ese dolor de ser rechazada por otros y sufrir -

    "Bien, una vez más"

    -la diosa no era simplemente habilidosa con su magia también quería mejorar su habitación con las espadas.-
    - En el Valhalla (cielo) el reino de los dioses,no tan dejos de Asgard,legos de las montañas y en el bosque la joven diosa estaba entrenando un poco no era muy sociable con los demás dioses por ser hija de un mounstro Pero siempre recibía amor de su Bisabuela, era la única manera de sacar ese dolor de ser rechazada por otros y sufrir - "Bien, una vez más" -la diosa no era simplemente habilidosa con su magia también quería mejorar su habitación con las espadas.-
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  • A la entrada del poblado, la líder de la aldea aguardaría con el peso de la preocupación sobre sus hombros. Había enviado un mensaje cargado de urgencia a quien solo conocía por rumores: una viajera, una sombra errante que

    comprendía lo inexplicable.

    Desde el sendero cubierto de escarcha emergía la figura esperada. Una mujer de andar sereno, el cabello negro le caía sobre los hombros, ondeando suavemente con la brisa. Sus ojos recorrerían el entorno con una calma extraña.

    La anciana, en su sabiduría, se acercaría con cautela.
    —Gracias por venir —susurraría, temiendo romper el aire quieto—. No sabemos qué ocurre. La aldea ha sido devorada por el silencio. Adultos y niños ya no hablan, los animales y la montaña han enmudecido… No sabemos qué hacer.

    La forastera permanecería en silencio unos segundos, como si escuchara algo más allá de lo que los demás podían percibir. Asintió sin pronunciar palabra, y comenzaría a recorrer la aldea y a examinar a los afectados. De su caja de madera extrajo una especie de otoscopio tallado, y uno a uno revisó los oídos de los aldeanos. En cada uno de ellos hallaría la misma huella: una sustancia verde amarillenta, viscosa, que brillaba débilmente en la penumbra.

    Frunció el ceño.
    —Se trata de una criatura que se alimenta del... sonido.

    Sin perder tiempo, pidió agua tibia mientras ella sacaba unos triángulos de papel que envolvían un polvo blanco. Mezclaría ambos en una taza y lo vertería en el oído del hombre.

    Lentamente, como si una venda invisible se deshiciera, el opresivo silencio comenzaría a desvanecerse. Las personas afectadas y los familiares estaban sorprendidos.

    —Es sal... Estas criaturas no la soportan.

    Así fue como ordenó que los afectados mojaran sus oídos, y rociaran las casas para evitar futuras afecciones.

    Cuando la calma regresó de forma frágil, la anciana se acercaría a la recién llegada, con la mirada baja y la voz casi quebrada.
    —Gracias… pero hay algo más. No podía decirlo antes. Mi nieta… está enferma. La he mantenido oculta. Sus padres murieron… por lo mismo.

    La mujer de cabello negro la observaría con gravedad y asintió. La anciana la guiaría a una cabaña apartada, donde la niña, frágil y temblorosa, permanecía acurrucada en un rincón oscuro.
    La visitante se arrodillaría frente a ella, y vería sus cuernos pequeños, lo cual la llevaría a examinar más, sobre todo porque los oídos contenían la misma sustancia viscosa, resplandeciente y pegajosa.

    Suspiró muy lentamente. Sabía lo que aquello significaba. La nueva criatura se alimentaba del silencio absoluto que provocó la otra, y no había cura conocida, solo la muerte.

    La anciana habló. —Antes de que mi hija muriera, sus cuernos desaparecieron días antes de irse de este mundo.

    —Una grieta en lo inevitable. Las personas mueren al siguiente invierno tras empezar los síntomas. —Dijo pensativa.

    La mujer mayor se asustó, aún ya sabiéndolo. Pero rápidamente caería en la aceptación. La curandera, en cambio, tenía muchas dudas y pocas respuestas.

    Sin más demora, la errante pediría permiso y se internaría sola en el oscuro bosque. Caminó lejos de la aldea, hasta que el aire se volvió más liviano. Al alzar la mirada, los vio: diminutos destellos de luz adheridos en las copas de los árboles. Eran hermosos.

    La pelinegra se detuvo. Cerró los ojos y permitió que aquellos seres etéreos se deslizaran suavemente en sus oídos.

    Pero no estaba sola. La niña la había seguido a escondidas, arrastrada por la curiosidad y el miedo. Al percatarse, la mujer hablaría con voz serena.

    —Acércate. Tápame los oídos.

    La pequeña titubeó, pero obedeció. Cubriría sus oídos con manos temblorosas. Entonces, un sonido sordo retumbaría, y la sustancia viscosa fue expulsada violentamente de los oídos de la extranjera, como si algo hubiese sido arrancado.

    La mujer abrió los ojos, comprendiendo.

    Sin perder tiempo, regresaron a la aldea. Frente a la anciana, la forastera elevaría sus manos y las colocaría suavemente sobre los oídos de la niña. La reacción fue inmediata. La sustancia verde amarillenta salió despedida, deslizándose como un eco roto. Y los cuernos cayeron sobre los muslos de la infante.

    La líder del poblado observó, atónita. —¿Está… curada?
    La mujer asintió. —No soportan el ruido interior que provoca otra persona, solo el del huésped.

    La anciana abrazaría a su nieta. —¿Cómo puedo pagarte?
    La curandera señalaría los cuernos. —Únicamente esto.

    La niña, con iniciativa, se los entregaría personalmente agradecida, y la viajera los guardaría en una cajita de madera.

    Era un precio muy pequeño. Pero por primera vez en días, el aire vibraba débilmente con el sonido de un suspiro.
    A la entrada del poblado, la líder de la aldea aguardaría con el peso de la preocupación sobre sus hombros. Había enviado un mensaje cargado de urgencia a quien solo conocía por rumores: una viajera, una sombra errante que comprendía lo inexplicable. Desde el sendero cubierto de escarcha emergía la figura esperada. Una mujer de andar sereno, el cabello negro le caía sobre los hombros, ondeando suavemente con la brisa. Sus ojos recorrerían el entorno con una calma extraña. La anciana, en su sabiduría, se acercaría con cautela. —Gracias por venir —susurraría, temiendo romper el aire quieto—. No sabemos qué ocurre. La aldea ha sido devorada por el silencio. Adultos y niños ya no hablan, los animales y la montaña han enmudecido… No sabemos qué hacer. La forastera permanecería en silencio unos segundos, como si escuchara algo más allá de lo que los demás podían percibir. Asintió sin pronunciar palabra, y comenzaría a recorrer la aldea y a examinar a los afectados. De su caja de madera extrajo una especie de otoscopio tallado, y uno a uno revisó los oídos de los aldeanos. En cada uno de ellos hallaría la misma huella: una sustancia verde amarillenta, viscosa, que brillaba débilmente en la penumbra. Frunció el ceño. —Se trata de una criatura que se alimenta del... sonido. Sin perder tiempo, pidió agua tibia mientras ella sacaba unos triángulos de papel que envolvían un polvo blanco. Mezclaría ambos en una taza y lo vertería en el oído del hombre. Lentamente, como si una venda invisible se deshiciera, el opresivo silencio comenzaría a desvanecerse. Las personas afectadas y los familiares estaban sorprendidos. —Es sal... Estas criaturas no la soportan. Así fue como ordenó que los afectados mojaran sus oídos, y rociaran las casas para evitar futuras afecciones. Cuando la calma regresó de forma frágil, la anciana se acercaría a la recién llegada, con la mirada baja y la voz casi quebrada. —Gracias… pero hay algo más. No podía decirlo antes. Mi nieta… está enferma. La he mantenido oculta. Sus padres murieron… por lo mismo. La mujer de cabello negro la observaría con gravedad y asintió. La anciana la guiaría a una cabaña apartada, donde la niña, frágil y temblorosa, permanecía acurrucada en un rincón oscuro. La visitante se arrodillaría frente a ella, y vería sus cuernos pequeños, lo cual la llevaría a examinar más, sobre todo porque los oídos contenían la misma sustancia viscosa, resplandeciente y pegajosa. Suspiró muy lentamente. Sabía lo que aquello significaba. La nueva criatura se alimentaba del silencio absoluto que provocó la otra, y no había cura conocida, solo la muerte. La anciana habló. —Antes de que mi hija muriera, sus cuernos desaparecieron días antes de irse de este mundo. —Una grieta en lo inevitable. Las personas mueren al siguiente invierno tras empezar los síntomas. —Dijo pensativa. La mujer mayor se asustó, aún ya sabiéndolo. Pero rápidamente caería en la aceptación. La curandera, en cambio, tenía muchas dudas y pocas respuestas. Sin más demora, la errante pediría permiso y se internaría sola en el oscuro bosque. Caminó lejos de la aldea, hasta que el aire se volvió más liviano. Al alzar la mirada, los vio: diminutos destellos de luz adheridos en las copas de los árboles. Eran hermosos. La pelinegra se detuvo. Cerró los ojos y permitió que aquellos seres etéreos se deslizaran suavemente en sus oídos. Pero no estaba sola. La niña la había seguido a escondidas, arrastrada por la curiosidad y el miedo. Al percatarse, la mujer hablaría con voz serena. —Acércate. Tápame los oídos. La pequeña titubeó, pero obedeció. Cubriría sus oídos con manos temblorosas. Entonces, un sonido sordo retumbaría, y la sustancia viscosa fue expulsada violentamente de los oídos de la extranjera, como si algo hubiese sido arrancado. La mujer abrió los ojos, comprendiendo. Sin perder tiempo, regresaron a la aldea. Frente a la anciana, la forastera elevaría sus manos y las colocaría suavemente sobre los oídos de la niña. La reacción fue inmediata. La sustancia verde amarillenta salió despedida, deslizándose como un eco roto. Y los cuernos cayeron sobre los muslos de la infante. La líder del poblado observó, atónita. —¿Está… curada? La mujer asintió. —No soportan el ruido interior que provoca otra persona, solo el del huésped. La anciana abrazaría a su nieta. —¿Cómo puedo pagarte? La curandera señalaría los cuernos. —Únicamente esto. La niña, con iniciativa, se los entregaría personalmente agradecida, y la viajera los guardaría en una cajita de madera. Era un precio muy pequeño. Pero por primera vez en días, el aire vibraba débilmente con el sonido de un suspiro.
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  • Extraño aquello tiempos en el bosque rey hada , junto con mi hermana y mi mejor amigo .
    Extraño aquello tiempos en el bosque rey hada , junto con mi hermana y mi mejor amigo .
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  • El frío no le molestaba. Amaba los días de nieve, pues le recuerdan la pureza y la serenidad de su tierra natal en el monte Inari. Pasear por los bosques cubiertos de blanco, dejando que los copos se deslicen suavemente sobre su cabello, hasta que estos se precipitaban al suelo. Disfruta observando cómo la naturaleza queda en silencio, mientras su fuego zafiro iluminaba su siguiente paso. Estos momentos lo llenan de paz, permitiéndole reflexionar y conectar con la esencia de su ser.

    El frío no le molestaba. Amaba los días de nieve, pues le recuerdan la pureza y la serenidad de su tierra natal en el monte Inari. Pasear por los bosques cubiertos de blanco, dejando que los copos se deslicen suavemente sobre su cabello, hasta que estos se precipitaban al suelo. Disfruta observando cómo la naturaleza queda en silencio, mientras su fuego zafiro iluminaba su siguiente paso. Estos momentos lo llenan de paz, permitiéndole reflexionar y conectar con la esencia de su ser.
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