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    Cuando el blanco absoluto se disipa…
    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







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    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
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    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Cuando el blanco absoluto se disipa… No hay luna. No hay sol. No hay Veythra. Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire. Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza. Y entonces lo veo. Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada: una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar. Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo. Un instante. Un latido. Una repulsión que me revuelve la sangre. No hago nada. Aún no. Solo… me giro. Me alejo. No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí. Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo. Me acerco con cuidado. —¿Dónde estamos? —pregunto. La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros. —Me llamo… Selin —dice con voz rota. El nombre me corta la respiración. Selin. Como mi abuela. Como la Elunai. Como el origen de todo. Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin. Y Akane también. ¿Será…? ¿Puede ser…? La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo. La niña tiembla como un animalillo acorralado. Y entonces una voz irrumpe como un trueno: —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA! El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano. Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias. Mi visión se distorsiona. Mi corazón se enciende. Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno. Camino hacia él. No oigo mi respiración. No oigo al mundo. Solo siento una certeza fría. El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí. El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable. Una ejecución. Una sentencia. Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto. Y tomo la pequeña mano de Selin. —Vámonos —le digo. No pregunto. No dudo. Solo la saco de ese mundo de mierda. La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo. Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio. Una guerrera aparece frente a nosotras. Armadura negra. Ojos rojizos. Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire. Sus armas se levantan hacia mí. —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma. Mi sangre se hiela. Ella… es Jennifer. Mi madre. Pero joven. Feroz. Impiadosa. La Jennifer de las leyendas del Caos. Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere. La luna, el Caos, Elunai. Todo lo que soy. Ella se detiene. Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto. La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto. —Pido perdón. No sabía… —¿Quién eres? —pregunto. Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo. —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora— Levanta la vista, seria, solemne. —al servicio de su hija: Lili. Selin se esconde detrás de mí. Onix me mira, esperando órdenes. Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.
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  • —wow! El estilo de guerrera del cielo no me queda nada mal
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  • Dohanna en modo guerrera, lista para afrontar cualquier adversidad que intente irrumpir la armoniosa paz del universo.

    — Por el poder de la Luna, lograremos tener la victoria! —
    Dohanna en modo guerrera, lista para afrontar cualquier adversidad que intente irrumpir la armoniosa paz del universo. — Por el poder de la Luna, lograremos tener la victoria! —
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    La Última Santa, el Último Héroe. - Legado del Error.

    Hubo una vez un joven optimista, bendecido por la Diosa. Su destino era claro: traer la paz al mundo derrotando al Señor Demonio. Desde niño entrenó con fe, esperando el día en que su amiga de la infancia, elegida como la Santa a los diez años, regresara a su lado. Ella poseía la gracia divina, capaz de sanar casi cualquier herida… excepto las suyas propias.

    Separados por el deber, él recibió la bendición dos años después. Con ella, la espada sagrada capaz de herir al mal. Años pasaron. Cuando el héroe cumplió diecinueve, se reencontró con la Santa, ahora una joven de dieciocho. Junto a ellos se unió el hijo del maestro del héroe, un guerrero valiente. Los tres partieron en su misión sagrada.

    Derrotaron a los soldados del Señor Demonio, pero sabían que el verdadero enemigo no estaba en su continente. Solo sus generales cruzaban el mar. Para enfrentarlo, debían volverse más fuertes. Un sabio les enseñó entonces el ritual del sello: si el héroe fallaba, la Santa podría sellar al demonio. Ella aprendió a invocar el sello. Él, a debilitar al enemigo. El guerrero los protegía.

    Antes de partir al continente oscuro, buscaron el apoyo de los reinos. Si el reino Ishtar los respaldaba, los demás seguirían. Pero entonces, llegó la noticia: una general del Señor Demonio se acercaba a Ishtar. Los tres corrieron a advertirles, pero sabían que no llegarían a tiempo. Decidieron interceptarla en una aldea.

    La trampa estaba lista. Los aldeanos confiaron… demasiado. Al ver que la general era una jovencita, creyeron que podrían capturarla. Salieron a pelear, arruinando el plan. La general los derrotó con facilidad. El héroe tuvo que intervenir. En un acto desesperado, pidió a la Santa que usara el sello. El guerrero logró herir a la general, pero murió en el intento.

    El héroe, cegado por la rabia, luchó para vengarlo. La Santa invocó el sello. La general quedó inmovilizada. El héroe creyó que habían ganado. Pero no sabían que ella era la hija del Señor Demonio. Una híbrida. El sello no funcionó del todo.

    Sin dudarlo, la general lanzó su espada. Atravesó el pecho de la Santa. La mató al instante.

    El héroe gritó, maldijo, atacó. Pero fue derrotado. Herido en el suelo, escuchó la verdad: la general no pensaba atacar la aldea. Su misión era formar una alianza con Ishtar. Pero por culpa del héroe, ahora arrasaría con todo.

    Tomó su cabeza. Leyó su mente. Le dijo los nombres de sus amigos, de quienes lo cuidaron en el orfanato. Le prometió que cuando los matara, les diría que fue culpa suya.

    Y entonces lo mató.

    La general cayó al suelo, apoyándose con las manos. Su soldado más fiel, la guerrera Onix, se acercó.

    —¿De verdad harás todo eso? —preguntó.

    Jennifer, la hija del Señor Demonio, sonrió con cansancio.

    —No. Solo lo dije porque me hizo enojar.


    Loki al lector
    "Oh valla... ¿No es hermosa la ironía? El héroe murió creyendo que salvaría el mundo. La santa murió creyendo que sellaría al mal. Y al final… la hija del mal es la única capaz de hacerlo."

    "Ah, lector… ¿crees que el héroe y la santa merecían un final feliz? Él, cegado por su fe, provocó la ruina. Ella, incapaz de sanar sus propias heridas, murió por un destino impuesto. ¿De verdad llamas a eso justicia? Yo digo que la ironía es más honesta que la esperanza."
    La Última Santa, el Último Héroe. - Legado del Error. Hubo una vez un joven optimista, bendecido por la Diosa. Su destino era claro: traer la paz al mundo derrotando al Señor Demonio. Desde niño entrenó con fe, esperando el día en que su amiga de la infancia, elegida como la Santa a los diez años, regresara a su lado. Ella poseía la gracia divina, capaz de sanar casi cualquier herida… excepto las suyas propias. Separados por el deber, él recibió la bendición dos años después. Con ella, la espada sagrada capaz de herir al mal. Años pasaron. Cuando el héroe cumplió diecinueve, se reencontró con la Santa, ahora una joven de dieciocho. Junto a ellos se unió el hijo del maestro del héroe, un guerrero valiente. Los tres partieron en su misión sagrada. Derrotaron a los soldados del Señor Demonio, pero sabían que el verdadero enemigo no estaba en su continente. Solo sus generales cruzaban el mar. Para enfrentarlo, debían volverse más fuertes. Un sabio les enseñó entonces el ritual del sello: si el héroe fallaba, la Santa podría sellar al demonio. Ella aprendió a invocar el sello. Él, a debilitar al enemigo. El guerrero los protegía. Antes de partir al continente oscuro, buscaron el apoyo de los reinos. Si el reino Ishtar los respaldaba, los demás seguirían. Pero entonces, llegó la noticia: una general del Señor Demonio se acercaba a Ishtar. Los tres corrieron a advertirles, pero sabían que no llegarían a tiempo. Decidieron interceptarla en una aldea. La trampa estaba lista. Los aldeanos confiaron… demasiado. Al ver que la general era una jovencita, creyeron que podrían capturarla. Salieron a pelear, arruinando el plan. La general los derrotó con facilidad. El héroe tuvo que intervenir. En un acto desesperado, pidió a la Santa que usara el sello. El guerrero logró herir a la general, pero murió en el intento. El héroe, cegado por la rabia, luchó para vengarlo. La Santa invocó el sello. La general quedó inmovilizada. El héroe creyó que habían ganado. Pero no sabían que ella era la hija del Señor Demonio. Una híbrida. El sello no funcionó del todo. Sin dudarlo, la general lanzó su espada. Atravesó el pecho de la Santa. La mató al instante. El héroe gritó, maldijo, atacó. Pero fue derrotado. Herido en el suelo, escuchó la verdad: la general no pensaba atacar la aldea. Su misión era formar una alianza con Ishtar. Pero por culpa del héroe, ahora arrasaría con todo. Tomó su cabeza. Leyó su mente. Le dijo los nombres de sus amigos, de quienes lo cuidaron en el orfanato. Le prometió que cuando los matara, les diría que fue culpa suya. Y entonces lo mató. La general cayó al suelo, apoyándose con las manos. Su soldado más fiel, la guerrera Onix, se acercó. —¿De verdad harás todo eso? —preguntó. Jennifer, la hija del Señor Demonio, sonrió con cansancio. —No. Solo lo dije porque me hizo enojar. Loki al lector "Oh valla... ¿No es hermosa la ironía? El héroe murió creyendo que salvaría el mundo. La santa murió creyendo que sellaría al mal. Y al final… la hija del mal es la única capaz de hacerlo." "Ah, lector… ¿crees que el héroe y la santa merecían un final feliz? Él, cegado por su fe, provocó la ruina. Ella, incapaz de sanar sus propias heridas, murió por un destino impuesto. ¿De verdad llamas a eso justicia? Yo digo que la ironía es más honesta que la esperanza."
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  • ━━ Lo que ella tenía era lo que a los hombres con pocos pantalones les hace falta.

    Coraje, valentía, determinación. Sin dudar entrego su vida por nosotros, es por ella que estamos vivos hoy en día. Edeline, aunque tu cuerpo se desvaneció aunque quizás creas que nadie recordará tu nombre; en este tramo de tierra alto donde celebramos con cerveza, carne y pan nuestra amistad aquí, es donde descansarán tus logros.

    Algún día volveremos a encontrarnos, mientras tanto guía mi camino con tu sabiduría que nosotros jamás te olvidaremos.


    - Tumba en honor a una guerrera, amiga, hermana, compañera de armas y protectora.-
    ━━ Lo que ella tenía era lo que a los hombres con pocos pantalones les hace falta. Coraje, valentía, determinación. Sin dudar entrego su vida por nosotros, es por ella que estamos vivos hoy en día. Edeline, aunque tu cuerpo se desvaneció aunque quizás creas que nadie recordará tu nombre; en este tramo de tierra alto donde celebramos con cerveza, carne y pan nuestra amistad aquí, es donde descansarán tus logros. Algún día volveremos a encontrarnos, mientras tanto guía mi camino con tu sabiduría que nosotros jamás te olvidaremos. - Tumba en honor a una guerrera, amiga, hermana, compañera de armas y protectora.-
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  • — La luz tenue del atardecer apenas lograba perforar la pesada atmósfera de la sala del trono. Artoria, ataviada con su armadura de combate, pero con la capa de piel cubriendo sus hombros para resguardarse del frío que comenzaba a calar, se encontraba reclinada en su asiento. No era el trono formal, sino una silla auxiliar más cómoda, diseñada para los momentos de reflexión o de espera.
    ​Sus ojos, un matiz melancólico de azul, observaban un punto indefinido en la distancia, perdidos en pensamientos que solo ella conocía. El brillo metálico de su armadura, pulida hasta el extremo, contrastaba con la suavidad de la piel de su capa, creando un aura de fuerza y, a la vez, de una cierta vulnerabilidad oculta.
    ​Un leve suspiro escapó de sus labios. La corona, siempre presente, parecía pesar más de lo habitual esta noche. Las decisiones del día, las preocupaciones por el reino y las cargas de su destino se agolpaban en su mente. A pesar de la imponente presencia que irradiaba, había un instante de quietud, una pausa en la eterna vigilancia de la realeza. La imagen de la monarca guerrera, en un raro momento de introspección, llenaba la sala, silenciosa y majestuosa.—
    — La luz tenue del atardecer apenas lograba perforar la pesada atmósfera de la sala del trono. Artoria, ataviada con su armadura de combate, pero con la capa de piel cubriendo sus hombros para resguardarse del frío que comenzaba a calar, se encontraba reclinada en su asiento. No era el trono formal, sino una silla auxiliar más cómoda, diseñada para los momentos de reflexión o de espera. ​Sus ojos, un matiz melancólico de azul, observaban un punto indefinido en la distancia, perdidos en pensamientos que solo ella conocía. El brillo metálico de su armadura, pulida hasta el extremo, contrastaba con la suavidad de la piel de su capa, creando un aura de fuerza y, a la vez, de una cierta vulnerabilidad oculta. ​Un leve suspiro escapó de sus labios. La corona, siempre presente, parecía pesar más de lo habitual esta noche. Las decisiones del día, las preocupaciones por el reino y las cargas de su destino se agolpaban en su mente. A pesar de la imponente presencia que irradiaba, había un instante de quietud, una pausa en la eterna vigilancia de la realeza. La imagen de la monarca guerrera, en un raro momento de introspección, llenaba la sala, silenciosa y majestuosa.—
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  • Cuidare a la humanidad,hasta mi ultimo aliento ..... como diosa y guerrera.
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    Ishtar’s Demonic Dèesse – Infernal Glamour
    ✦ Sesión de Modelaje: “Divine Grace of the Infernal Silk”

    Modelo: Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar

    Descripción General
    Bajo el suave resplandor que atraviesa el bosque envuelto en bruma, Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar emerge como una diosa guerrera de otro mundo. Con su traje ceremonial azul cobalto de seda infernal, bordado con hilos dorados y sellos antiguos del linaje Ishtar, encarna la unión entre la elegancia divina y la fuerza demoníaca. Su porte majestuoso y mirada de jade imponen respeto, mientras su aura exhala una energía irresistible y peligrosa.

    La sesión se centra en su dualidad: la reina celestial y la guardiana del deseo oscuro, símbolo del poder que fluye entre la gracia y la tentación. La atmósfera está diseñada para capturar la pureza del río místico detrás de ella, contrastando con su presencia dominante y su postura desafiante.

    Perfil Extendido de la Modelo
    ❥ Nombre completo: Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    ❥ Título en la agencia: La “Diosa del Equilibrio y la Seducción”
    ❥ Afiliación: Linaje Real Ishtar – Rama de la Devoción Eterna
    ❥ Altura: 1.77 m
    ❥ Raza: Demonio celestial de la línea de pureza arcana
    ❥ Cabello: Verde esmeralda, símbolo del renacer de la energía vital
    ❥ Ojos: Verde jade brillante — reflejan la voluntad de los reyes caídos
    ❥ Aura cromática: Dorado-azul con destellos de energía oscura
    Elemento dominante: Gracia infernal y manipulación ❥ de energía vital

    Personalidad:
    Albedo Qᵘᵉⁿ Ishtar es la encarnación de la elegancia y el poder contenido. Su carácter sereno oculta una mente estratégica, seductora y dominante. En la pasarela, su sola presencia impone respeto; en cámara, convierte la quietud en arte y el deseo en culto.

    Mensaje de la Sesión
    “La divinidad no teme al deseo. Lo domina.
    Porque en cada mirada que me observa, el poder vuelve a mí.”
    — Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    🖤 Ishtar’s Demonic Dèesse – Infernal Glamour ✦ Sesión de Modelaje: “Divine Grace of the Infernal Silk” 👑 Modelo: Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar 🔱 Descripción General Bajo el suave resplandor que atraviesa el bosque envuelto en bruma, Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar emerge como una diosa guerrera de otro mundo. Con su traje ceremonial azul cobalto de seda infernal, bordado con hilos dorados y sellos antiguos del linaje Ishtar, encarna la unión entre la elegancia divina y la fuerza demoníaca. Su porte majestuoso y mirada de jade imponen respeto, mientras su aura exhala una energía irresistible y peligrosa. La sesión se centra en su dualidad: la reina celestial y la guardiana del deseo oscuro, símbolo del poder que fluye entre la gracia y la tentación. La atmósfera está diseñada para capturar la pureza del río místico detrás de ella, contrastando con su presencia dominante y su postura desafiante. 💋 Perfil Extendido de la Modelo ❥ Nombre completo: Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar ❥ Título en la agencia: La “Diosa del Equilibrio y la Seducción” ❥ Afiliación: Linaje Real Ishtar – Rama de la Devoción Eterna ❥ Altura: 1.77 m ❥ Raza: Demonio celestial de la línea de pureza arcana ❥ Cabello: Verde esmeralda, símbolo del renacer de la energía vital ❥ Ojos: Verde jade brillante — reflejan la voluntad de los reyes caídos ❥ Aura cromática: Dorado-azul con destellos de energía oscura Elemento dominante: Gracia infernal y manipulación ❥ de energía vital Personalidad: Albedo Qᵘᵉⁿ Ishtar es la encarnación de la elegancia y el poder contenido. Su carácter sereno oculta una mente estratégica, seductora y dominante. En la pasarela, su sola presencia impone respeto; en cámara, convierte la quietud en arte y el deseo en culto. 🕯️ Mensaje de la Sesión “La divinidad no teme al deseo. Lo domina. Porque en cada mirada que me observa, el poder vuelve a mí.” — Albedo Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
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  • -era un dia mas en asgard , el sol siempre salia antes su padre , el dios de la luna y guadian como siempre estaba entrenando con su hija Ylva , no solo era ella misma como diosa tambien como guerrera de los dioses
    Cada salida de sol.-
    -era un dia mas en asgard , el sol siempre salia antes su padre , el dios de la luna y guadian como siempre estaba entrenando con su hija Ylva , no solo era ella misma como diosa tambien como guerrera de los dioses Cada salida de sol.-
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