• -¡Por fin! Un rayo de luz en medio de tantas penumbras. Había recibido la visita del médico de guardia y tras verificar su expediente, las heridas y la condición física de la mujer de melena escarlata, decidió que finalmente era hora de darla de alta.

    No podía evitar sentirse emocionada. El lunes por la mañana, finalmente podría dejar el hospital y volver a su casa. Odiaba la comida del hospital, la limitación de las visitas, el no poder usar ropa adecuada (No tenía siquiera ropa interior bajo la bata del hospital.) Llegando a casa, se daría un buen baño en la tina y dormiría durante dos días seguidos solo por el placer de hacerlo. ¿Debería llamar a Ryan ya, o esperar a que fuera una hora más prudente? Era domingo, seguramente estaría descansando.-
    -¡Por fin! Un rayo de luz en medio de tantas penumbras. Había recibido la visita del médico de guardia y tras verificar su expediente, las heridas y la condición física de la mujer de melena escarlata, decidió que finalmente era hora de darla de alta. No podía evitar sentirse emocionada. El lunes por la mañana, finalmente podría dejar el hospital y volver a su casa. Odiaba la comida del hospital, la limitación de las visitas, el no poder usar ropa adecuada (No tenía siquiera ropa interior bajo la bata del hospital.) Llegando a casa, se daría un buen baño en la tina y dormiría durante dos días seguidos solo por el placer de hacerlo. ¿Debería llamar a Ryan ya, o esperar a que fuera una hora más prudente? Era domingo, seguramente estaría descansando.-
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  • Bicho malo nunca muere
    Fandom X-Files & Supernatural
    Categoría Crossover
    𝘿𝙀𝘼𝙉 𝙒𝙄𝙉𝘾𝙃𝙀𝙎𝙏𝙀𝙍

    Samantha llegó aquella mañana a su oficina y encontró una carpeta típica del FBI encima de su mesa, encima de todos esos expedientes que le había dicho a la Subdirectora Harrison que terminaría y nunca llegaba a terminar. Sabía que era nuevo por la fecha que tenía, por lo visto había pasado por diversas manos, por diversos departamento, hasta que finalmente llegó a ella.

    Y pronto entendió el por qué la Subdirectora se lo había dado a ella.

    Knightdale, en Carolina del Norte, tenía dos casos de homicidio en menos de una semana y con un modus operandi bastante semejante como para pensar que se trataba del mismo perpetrador. A ambas víctimas les faltaba el hígado.

    Se podría pensar que se trataba de cualquier cosa, salvo por las huellas que habían podido encontrar en uno de los escenarios. Una huella parcial que al buscar coincidencias, como Samantha estaba leyendo al desentrañar aquel caso, había dado como resultado una persona que su padre había mencionado que llevaba muerta casi 30 años: Eugene Victor Tooms. Su padre había puesto en el caso cerrado que la subdirectora había adjuntado que se trataba de un mutante (y su madre había dado testimonio que aseguraba que no había otra forma de explicarlo).

    Lo primero que hizo Samantha fue llamar a su propio padre para preguntarle acerca del caso. Supuestamente le habían visto morir a causa de unas escaleras mecánicas que habían acabado con el ser. El accidente hubiera matado a cualquiera, pero, como el propio Mulder le confirmó a Samantha: "Parece que no lo mataron del todo".

    Le habló de la necesidad que había de encontrar al ser y detenerle, pues una vez encontrase cinco hígados, entraría en un período de letargo y no se despertaría hasta 30 años después.

    Con todos los datos, y con la carpeta en su mochila, Samantha puso rumbo a Knightdale con el fin de encontrar lo que fuera que estuviera sucediendo allí. Y sin saber cómo parar algo que ni siquiera su padre pudo detener treinta años atrás.
    [thxsoldier] Samantha llegó aquella mañana a su oficina y encontró una carpeta típica del FBI encima de su mesa, encima de todos esos expedientes que le había dicho a la Subdirectora Harrison que terminaría y nunca llegaba a terminar. Sabía que era nuevo por la fecha que tenía, por lo visto había pasado por diversas manos, por diversos departamento, hasta que finalmente llegó a ella. Y pronto entendió el por qué la Subdirectora se lo había dado a ella. Knightdale, en Carolina del Norte, tenía dos casos de homicidio en menos de una semana y con un modus operandi bastante semejante como para pensar que se trataba del mismo perpetrador. A ambas víctimas les faltaba el hígado. Se podría pensar que se trataba de cualquier cosa, salvo por las huellas que habían podido encontrar en uno de los escenarios. Una huella parcial que al buscar coincidencias, como Samantha estaba leyendo al desentrañar aquel caso, había dado como resultado una persona que su padre había mencionado que llevaba muerta casi 30 años: Eugene Victor Tooms. Su padre había puesto en el caso cerrado que la subdirectora había adjuntado que se trataba de un mutante (y su madre había dado testimonio que aseguraba que no había otra forma de explicarlo). Lo primero que hizo Samantha fue llamar a su propio padre para preguntarle acerca del caso. Supuestamente le habían visto morir a causa de unas escaleras mecánicas que habían acabado con el ser. El accidente hubiera matado a cualquiera, pero, como el propio Mulder le confirmó a Samantha: "Parece que no lo mataron del todo". Le habló de la necesidad que había de encontrar al ser y detenerle, pues una vez encontrase cinco hígados, entraría en un período de letargo y no se despertaría hasta 30 años después. Con todos los datos, y con la carpeta en su mochila, Samantha puso rumbo a Knightdale con el fin de encontrar lo que fuera que estuviera sucediendo allí. Y sin saber cómo parar algo que ni siquiera su padre pudo detener treinta años atrás.
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  • Ediciones, ponemos censurita pa qué no me vayan a regañar >w<

    Tenemos expediente limpio, pa no ser baneados ni borrados
    Ediciones, ponemos censurita pa qué no me vayan a regañar >w< Tenemos expediente limpio, pa no ser baneados ni borrados
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  • El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados.

    Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí.

    Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender.

    Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio.

    "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable?

    Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era.

    Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
    El reloj en la pared del hospital avanzaba con lentitud, marcando el ritmo de una noche silenciosa. Shoko se encontraba sentada en su escritorio, rodeada de expedientes, jeringas y botellas de alcohol desinfectante. El resplandor frío de la lámpara le proyectaba sombras suaves en el rostro mientras llenaba su último reporte del día. Su bata de laboratorio estaba ligeramente arrugada, y su cabello recogido de manera descuidada apenas contenía los mechones sueltos que se rebelaban hacia los lados. Alzó la mirada por un momento y dejó el bolígrafo sobre el escritorio, suspirando profundamente. La tranquilidad del lugar hacía eco de una soledad que ya le era demasiado familiar. Había aceptado esa parte de su vida con una indiferencia estudiada, pero en noches como esa, donde el silencio era abrumador, no podía evitar reflexionar en cómo había llegado hasta allí. Nunca había querido realmente el papel de médica en el mundo del jujutsu, pero ahí estaba. Su vida se había transformado en una constante de sangre, maldiciones y decisiones que no podía cambiar. Se preguntaba si alguna vez había tenido una verdadera elección, o si siempre había estado destinada a seguir ese camino, manteniéndose al margen, curando las heridas de los demás mientras dejaba las propias sin atender. Pensó en Geto y Gojo. En la juventud que compartieron, esos días cuando las cosas parecían tan sencillas y llenas de promesas. Las risas, las bromas pesadas, la camaradería que alguna vez le hizo pensar que todo tendría un propósito mayor. Pero las cosas habían cambiado. Geto se había desviado hacia un camino oscuro, Gojo se había vuelto cada vez más distante, y ella... ella había quedado varada en un espacio intermedio. "No soy como ellos", murmuró para sí misma, su tono más resignado que triste. Shoko nunca había querido estar en el centro de la acción, ni ser la heroína de la historia. Su trabajo era sencillo: salvar a los que podía, enmendar lo que estaba roto, y seguir adelante. Pero no podía evitar preguntarse, a veces, si ese enfoque desapegado era una forma de protegerse. ¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado decisiones diferentes? ¿Si hubiera sido más cercana, más abierta, más vulnerable? Las luces parpadeantes del quirófano al otro lado del pasillo rompieron su línea de pensamiento, recordándole que la noche aún no terminaba. Se levantó lentamente, estirándose mientras se dirigía a la máquina de café, sin mucha prisa. La soledad de la enfermería le daba espacio para pensar, para meditar en los fantasmas del pasado. Al menos, ahí, no tenía que fingir ser alguien que no era. Pero, aun así, mientras bebía el amargo café, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Cuánto más puedo seguir así?.
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  • - no se porque el jefe me aumento el sueldo en solo dos días, solo organizo expedientes y sirvo cafe...-
    - no se porque el jefe me aumento el sueldo en solo dos días, solo organizo expedientes y sirvo cafe...-
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  • El reloj de la pared marcaba las tres de la mañana cuando Shoko ajustó sus guantes de látex y se preparó para otra larga noche en la morgue. El frío del lugar era algo que ya había aprendido a ignorar, pero el silencio, ese silencio sepulcral, siempre le resultaba inquietante. El zumbido de las luces fluorescentes era el único sonido constante que le hacía compañía.

    El pasillo principal estaba alineado con filas de estanterías metálicas, cada una etiquetada meticulosamente. Los cuerpos yacían en su reposo final, envueltos en sábanas blancas. Shoko caminaba entre ellos con la precisión de alguien que conoce bien su oficio, pero con el respeto de quien entiende la solemnidad de su trabajo.

    La noche era su aliada. Sin las distracciones diurnas, podía concentrarse completamente en su labor. Tomó el expediente de su próximo caso y lo abrió con cuidado. El nombre del difunto no significaba nada para ella, pero cada detalle registrado en esas hojas era una pieza del rompecabezas que debía resolver.

    Con movimientos precisos, preparó sus instrumentos. La mesa de acero inoxidable brillaba bajo la luz blanca, y Shoko comenzó su trabajo. Cada corte, cada observación, era un paso más en la búsqueda de la verdad. Sus pensamientos fluían en silencio, analizando y registrando cada hallazgo.

    A veces, en esos momentos de quietud absoluta, Shoko sentía una conexión extraña con los cuerpos que examinaba. No era miedo ni superstición, sino una sensación de responsabilidad. Era la última persona en tocar sus vidas, en descubrir las historias que sus cuerpos aún podían contar.

    Afuera, la ciudad dormía, ajena a los misterios que se desentrañaban en esa sala fría y silenciosa. Para Shoko, esas horas de soledad eran un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la importancia de su trabajo. Con cada autopsia, con cada informe completado, rendía homenaje a los desconocidos que habían llegado a su mesa, asegurándose de que, al menos en la morgue, no fueran olvidados.

    Terminó su trabajo y miró el reloj de nuevo. El turno nocturno estaba lejos de terminar, pero para Shoko, la noche era joven y su misión, clara. Con un suspiro de determinación, se preparó para el siguiente caso, lista para seguir desentrañando los secretos de la muerte en la tranquilidad de la noche.
    El reloj de la pared marcaba las tres de la mañana cuando Shoko ajustó sus guantes de látex y se preparó para otra larga noche en la morgue. El frío del lugar era algo que ya había aprendido a ignorar, pero el silencio, ese silencio sepulcral, siempre le resultaba inquietante. El zumbido de las luces fluorescentes era el único sonido constante que le hacía compañía. El pasillo principal estaba alineado con filas de estanterías metálicas, cada una etiquetada meticulosamente. Los cuerpos yacían en su reposo final, envueltos en sábanas blancas. Shoko caminaba entre ellos con la precisión de alguien que conoce bien su oficio, pero con el respeto de quien entiende la solemnidad de su trabajo. La noche era su aliada. Sin las distracciones diurnas, podía concentrarse completamente en su labor. Tomó el expediente de su próximo caso y lo abrió con cuidado. El nombre del difunto no significaba nada para ella, pero cada detalle registrado en esas hojas era una pieza del rompecabezas que debía resolver. Con movimientos precisos, preparó sus instrumentos. La mesa de acero inoxidable brillaba bajo la luz blanca, y Shoko comenzó su trabajo. Cada corte, cada observación, era un paso más en la búsqueda de la verdad. Sus pensamientos fluían en silencio, analizando y registrando cada hallazgo. A veces, en esos momentos de quietud absoluta, Shoko sentía una conexión extraña con los cuerpos que examinaba. No era miedo ni superstición, sino una sensación de responsabilidad. Era la última persona en tocar sus vidas, en descubrir las historias que sus cuerpos aún podían contar. Afuera, la ciudad dormía, ajena a los misterios que se desentrañaban en esa sala fría y silenciosa. Para Shoko, esas horas de soledad eran un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la importancia de su trabajo. Con cada autopsia, con cada informe completado, rendía homenaje a los desconocidos que habían llegado a su mesa, asegurándose de que, al menos en la morgue, no fueran olvidados. Terminó su trabajo y miró el reloj de nuevo. El turno nocturno estaba lejos de terminar, pero para Shoko, la noche era joven y su misión, clara. Con un suspiro de determinación, se preparó para el siguiente caso, lista para seguir desentrañando los secretos de la muerte en la tranquilidad de la noche.
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  • Hay sucesos en la vida de una agente del FBI del departamento de los Expedientes X que no tienen explicación alguna.

    Samantha recuerda varios, pero cada verano hay uno que llega a su mente, cuando todavía estaba en la universidad y formaba parte del club de Sucesos Paranormales. Todavía no se encontraba desencantada con aquel con aquel grupo y encontraba entrañable la falta de peligro que parecían ver en todo aquello.

    Habían seguido una pista. Alguien había dicho a otra persona que una amiga había escuchado de un tipo que había un fantasma merodeando por el parque de la facultad. Y claramente eso era motivo para ir a investigar.

    En la zona no había nadie. Sólo un viejo sombrero abandonado. Pusieron las cámaras, los micrófonos... Nada fue captado hasta que pasaron las horas.

    Finalmente decidieron abandonar la zona con la decisión de que allí no había nada.

    Fue mientras que Samantha se alejaba junto al resto que se decidió a darse la vuelta, sintiendo que algo raro pasaba y vio a una figura levantarse del banco de piedra. Figura que nunca había estado allí. Recuperó su sombrero y se fue caminando hasta desvanecerse.

    A veces, ya como agente, no puede evitar volverse a cada figura que encuentra por la calle y que luce un sombrero semejante al que vio en ese tiempo, pensando que se trata de aquel ser.
    Hay sucesos en la vida de una agente del FBI del departamento de los Expedientes X que no tienen explicación alguna. Samantha recuerda varios, pero cada verano hay uno que llega a su mente, cuando todavía estaba en la universidad y formaba parte del club de Sucesos Paranormales. Todavía no se encontraba desencantada con aquel con aquel grupo y encontraba entrañable la falta de peligro que parecían ver en todo aquello. Habían seguido una pista. Alguien había dicho a otra persona que una amiga había escuchado de un tipo que había un fantasma merodeando por el parque de la facultad. Y claramente eso era motivo para ir a investigar. En la zona no había nadie. Sólo un viejo sombrero abandonado. Pusieron las cámaras, los micrófonos... Nada fue captado hasta que pasaron las horas. Finalmente decidieron abandonar la zona con la decisión de que allí no había nada. Fue mientras que Samantha se alejaba junto al resto que se decidió a darse la vuelta, sintiendo que algo raro pasaba y vio a una figura levantarse del banco de piedra. Figura que nunca había estado allí. Recuperó su sombrero y se fue caminando hasta desvanecerse. A veces, ya como agente, no puede evitar volverse a cada figura que encuentra por la calle y que luce un sombrero semejante al que vio en ese tiempo, pensando que se trata de aquel ser.
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  • — Según estos reportes, hace años hubo secuestros de niños y pokemon en casi todas las regiones, Vortex logró encontrar algunos de esos niños y devolverlos a sus familiares pero... ya no eran los mismos, es como si estuviera en un trance, los pokemon nunca fueron encontrados hasta el día de hoy. Es más que obvio que existe una organización criminal que no solo hace experimentos con pokemon, también con humanos la pregunta aquí es ¿Que pretendían obtener? — Shadow sacó copias de los expedientes utilizando la cámara fotografía de su visor — Más tarde seguiré esta investigación — ordenó los archivos y se marchó rápido y en silencio.
    — Según estos reportes, hace años hubo secuestros de niños y pokemon en casi todas las regiones, Vortex logró encontrar algunos de esos niños y devolverlos a sus familiares pero... ya no eran los mismos, es como si estuviera en un trance, los pokemon nunca fueron encontrados hasta el día de hoy. Es más que obvio que existe una organización criminal que no solo hace experimentos con pokemon, también con humanos la pregunta aquí es ¿Que pretendían obtener? — Shadow sacó copias de los expedientes utilizando la cámara fotografía de su visor — Más tarde seguiré esta investigación — ordenó los archivos y se marchó rápido y en silencio.
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  • ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ "...𝑢𝑛𝑎 𝘩𝑒𝑟𝑚𝑜𝑠𝑎 𝑎𝑚𝑖𝑠𝑡𝑎𝑑"
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 para
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ˹ Emmeline Bletchley


    ㅤㅤㅤㅤㅤPaseaba nervioso por el pequeño salón de su modesto apartamento -y eso que llamarlo apartamento era decir mucho-. Su mirada intentaba evitar por completo la portada de El Profeta donde la bonachona cara de Florean Bones sonreía a cámara en una de esas fotos de archivo que guarda el Ministerio de Magia para las fotos del carné profesional. Debía de ser el único mago que habia dedicado una sonrisa ingenua a cámara en la historia de la creación del propio Ministerio como institución. Y ahora el muy gilipollas estaba… ¿qué? ¿Muerto? No.

    Eso era lo que El Profeta intentaba hacer creer, como siempre. Tapándolo todo. Incapaces de ver una conspiración aunque se llevase a cabo delante de sus propias narices. No. Allí debía de haber algo más. Habia mucho más…

    Una semana antes, la ultima vez que Acheron habia visto a Bones este ultimo le habia insinuado que tenia conocimiento de un secreto, uno que podía poner en riesgo a muchas personas del mundo mágico. Un secreto que podía hacer tambalear y resquebrajar los, ya de por sí, débiles cimientos de la comunidad mágica británica. Decía que estaba cerca de desentrañar toda aquella maraña, que no podía compartirlo con nadie y… de pronto… puf.

    Desapareció.

    De él solo quedaba esa estúpida foto que Acheron estaba seguro el camarógrafo del Ministerio habia desistido de repetir una y otra vez…

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝘿𝙊𝙎 𝙎𝙀𝙈𝘼𝙉𝘼𝙎 𝘿𝙀𝙎𝙋𝙐𝙀́𝙎

    -Vamos, preciosa… ¿Dónde estás? -canturreaba Acheron en bajito

    Habia pasado cuatro años colaborando con Florean Bones y, tras su desaparición, todos sus casos abiertos habían pasado a manos de la joven, brillante y audaz Emmeline Bletchley. Una auror preciosa capaz de desentrañar cualquier misterio. Si ella habia hecho sus deberes cuando encontró el nombre del mago en la lista de informantes de Bones, Acheron tambien habia estado recopilando información acerca de la rubia. Y su expediente era… asombroso para una bruja de tan corta edad.

    Hasta el momento lo único que Acheron habia estado haciendo para Emmeline era… mero trabajo de campo, información “para niños”, nada difícil… Intentando poner a prueba a la rubia, intentando descubrir si era de confianza. Tanto como lo fue Florean. Y no habia decepcionado a Acheron. Para nada.

    Y ahora… Ahora… Acheron la necesitaba. Y puede que aquella decisión cambiase su vida. Sus vidas. Para siempre. Porque Acheron acababa de darse cuenta de algo… No podía seguir investigando solo. Era el momento de dejar de actuar como un zorro solitario. Si habia confiado en Florean… Ahora debía confiar en Emmeline….

    Ella era la única opción que Florean Bones tenía.

    El Ravenclaw habia pasado las ultimas semanas investigando en cada rincón del país, en cada esquina, en cada bar, cantina o callejuela. Habia reunido informes, testimonios y, no podemos revelar como lo hizo, tenia los archivos del propio Florean.

    Y habia encontrado… patrones sospechosos en todos estos casos… Los informes habían sido manipulados… Varias hojas, archivos y datos habían desaparecido… Se habían esfumado. Sin más.

    La única opción que tenia Acheron era que alguien lo colase en el Ministerio. Y ella era su única opción. Sabía que tendría que trabajar con Emmeline, que tendría que confiar en ella, y que ella tendría que confiar en él…

    Aquella era la razon por la cual habia enviado un patronus, la noche anterior, al despacho de la rubia citándola en aquella cantina de un pueblecito perdido al oeste de Gales, sabiendo que allí seria menos probable que alguien pudiera escucharlos. Y, por si acaso habia creado un hechizo burbuja que haría que ningún ser mágico pudiera verlos sentados a aquella mesa. Aquello tenía que servir..
    ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ "...𝑢𝑛𝑎 𝘩𝑒𝑟𝑚𝑜𝑠𝑎 𝑎𝑚𝑖𝑠𝑡𝑎𝑑" ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ⧽ 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 para ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ˹ [3mmlineB] ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤPaseaba nervioso por el pequeño salón de su modesto apartamento -y eso que llamarlo apartamento era decir mucho-. Su mirada intentaba evitar por completo la portada de El Profeta donde la bonachona cara de Florean Bones sonreía a cámara en una de esas fotos de archivo que guarda el Ministerio de Magia para las fotos del carné profesional. Debía de ser el único mago que habia dedicado una sonrisa ingenua a cámara en la historia de la creación del propio Ministerio como institución. Y ahora el muy gilipollas estaba… ¿qué? ¿Muerto? No. Eso era lo que El Profeta intentaba hacer creer, como siempre. Tapándolo todo. Incapaces de ver una conspiración aunque se llevase a cabo delante de sus propias narices. No. Allí debía de haber algo más. Habia mucho más… Una semana antes, la ultima vez que Acheron habia visto a Bones este ultimo le habia insinuado que tenia conocimiento de un secreto, uno que podía poner en riesgo a muchas personas del mundo mágico. Un secreto que podía hacer tambalear y resquebrajar los, ya de por sí, débiles cimientos de la comunidad mágica británica. Decía que estaba cerca de desentrañar toda aquella maraña, que no podía compartirlo con nadie y… de pronto… puf. Desapareció. De él solo quedaba esa estúpida foto que Acheron estaba seguro el camarógrafo del Ministerio habia desistido de repetir una y otra vez… ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝘿𝙊𝙎 𝙎𝙀𝙈𝘼𝙉𝘼𝙎 𝘿𝙀𝙎𝙋𝙐𝙀́𝙎 -Vamos, preciosa… ¿Dónde estás? -canturreaba Acheron en bajito Habia pasado cuatro años colaborando con Florean Bones y, tras su desaparición, todos sus casos abiertos habían pasado a manos de la joven, brillante y audaz Emmeline Bletchley. Una auror preciosa capaz de desentrañar cualquier misterio. Si ella habia hecho sus deberes cuando encontró el nombre del mago en la lista de informantes de Bones, Acheron tambien habia estado recopilando información acerca de la rubia. Y su expediente era… asombroso para una bruja de tan corta edad. Hasta el momento lo único que Acheron habia estado haciendo para Emmeline era… mero trabajo de campo, información “para niños”, nada difícil… Intentando poner a prueba a la rubia, intentando descubrir si era de confianza. Tanto como lo fue Florean. Y no habia decepcionado a Acheron. Para nada. Y ahora… Ahora… Acheron la necesitaba. Y puede que aquella decisión cambiase su vida. Sus vidas. Para siempre. Porque Acheron acababa de darse cuenta de algo… No podía seguir investigando solo. Era el momento de dejar de actuar como un zorro solitario. Si habia confiado en Florean… Ahora debía confiar en Emmeline…. Ella era la única opción que Florean Bones tenía. El Ravenclaw habia pasado las ultimas semanas investigando en cada rincón del país, en cada esquina, en cada bar, cantina o callejuela. Habia reunido informes, testimonios y, no podemos revelar como lo hizo, tenia los archivos del propio Florean. Y habia encontrado… patrones sospechosos en todos estos casos… Los informes habían sido manipulados… Varias hojas, archivos y datos habían desaparecido… Se habían esfumado. Sin más. La única opción que tenia Acheron era que alguien lo colase en el Ministerio. Y ella era su única opción. Sabía que tendría que trabajar con Emmeline, que tendría que confiar en ella, y que ella tendría que confiar en él… Aquella era la razon por la cual habia enviado un patronus, la noche anterior, al despacho de la rubia citándola en aquella cantina de un pueblecito perdido al oeste de Gales, sabiendo que allí seria menos probable que alguien pudiera escucharlos. Y, por si acaso habia creado un hechizo burbuja que haría que ningún ser mágico pudiera verlos sentados a aquella mesa. Aquello tenía que servir..
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  • Sentada esperando que la llamen para cambiarse de vendas. Allí estaba ella esperando en la sala de espera de un hospital, mientras escuchaba a todos hablar al mismo tiempo; llantos de niños, de enfermos, de gente que se entera que su familiar acaba de morir. Eso le desespera y quiere salir huyendo de allí, antes de que se ponga de pie, la enfermera la llama y la insta a acostarse en una de las camillas.

    — ¿Desde cuándo te haces esto?

    — No sé, sólo lo hago.

    — ¿Tienes problemas en casa? ¿Dónde están tus padres?

    — Mis padres me maltrataron desde que me acuerdo, ¿eso cuenta en tu expediente, enfermera?

    — Vi en tus muslos mordidas, ¿abusaron de ti?

    — Sí, a cambio de techo y comida.

    — Tus respuesta me preocupan, ¿Cómo dices que te llamas? ¿Skylar?, te curaré, pero también daré aviso a que te internen en una institución para enfermos mentales, ahí podrán tratar tu obsesión por hacerte daño.

    La enfermera la deja allí después de haberle cambiado las vendas. Ella se pone de pie y coge su mochila aprovechando un descuido de la enfermera para huir raudamente del lugar hacia la calle y escucha el grito de algunos enfermeros ordenando a que se detenga. Ella sigue corriendo y aprovecha que hay un cúmulo de gente que se arremolina curiosa para ver la escena de un robo para escabullirse entre la multitud. Una vez que siente que no está en peligro, sigue su rumbo por las calles.


    #BrokeGirl

    Sentada esperando que la llamen para cambiarse de vendas. Allí estaba ella esperando en la sala de espera de un hospital, mientras escuchaba a todos hablar al mismo tiempo; llantos de niños, de enfermos, de gente que se entera que su familiar acaba de morir. Eso le desespera y quiere salir huyendo de allí, antes de que se ponga de pie, la enfermera la llama y la insta a acostarse en una de las camillas. — ¿Desde cuándo te haces esto? — No sé, sólo lo hago. — ¿Tienes problemas en casa? ¿Dónde están tus padres? — Mis padres me maltrataron desde que me acuerdo, ¿eso cuenta en tu expediente, enfermera? — Vi en tus muslos mordidas, ¿abusaron de ti? — Sí, a cambio de techo y comida. — Tus respuesta me preocupan, ¿Cómo dices que te llamas? ¿Skylar?, te curaré, pero también daré aviso a que te internen en una institución para enfermos mentales, ahí podrán tratar tu obsesión por hacerte daño. La enfermera la deja allí después de haberle cambiado las vendas. Ella se pone de pie y coge su mochila aprovechando un descuido de la enfermera para huir raudamente del lugar hacia la calle y escucha el grito de algunos enfermeros ordenando a que se detenga. Ella sigue corriendo y aprovecha que hay un cúmulo de gente que se arremolina curiosa para ver la escena de un robo para escabullirse entre la multitud. Una vez que siente que no está en peligro, sigue su rumbo por las calles. #BrokeGirl
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