• Género Femenino
  • Raza humana
  • Fandom Jujutsu Kaisen
  • Doctora
  • Soltero(a)
  • Cumpleaños 7 de noviembre
  • 113 Publicaciones
  • 104 Escenas
  • Se unió en diciembre 2023
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Otra información
  • Longitud narrativa
    Una línea , Semi-párrafo , Párrafo , Multi-párrafo
  • Categorías de rol
    Comedia , Contemporáneo , Drama , Romance , Slice of Life , Suspenso , Original
Fijado
Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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─── ⋆⋅ Reglamento ⋅⋆ ───

1.- Me reservo el derecho de admisión.
2.- No roleo lemon.
3.- Nada de meta-rol, es decir lo que tú sepas como usuario de mi personaje no tiene por qué saberlo tu personaje.
4.- Si me agregas tu inicia la interacción y viceversa.
5.- Respeta los tiempos. Tengo un trabajo exigente y no puedo estar al pendiente al rol todo el tiempo.
6.- El chat lo uso principalmente para planear tramar. Me gustan más los roles públicos por foto o estados.
7.- Son bienvenidos personajes dentro y fuera del fandom de JJK siempre y cuando vea que hay algo que pueda conectar ambos personajes de algún modo.
8.- No busco ships o partner. Me gusta desarrollar ese tipo de temas con paciencia y química entre personajes. No me niego, pero no son mi prioridad.
9.- No doy información personal.
10.- El acoso/amenaza/hostilidad o cualquier otro tipo de acto similar amerita el bloqueo inmediato y sin explicación. Salvo que algo de esto ocurra en una trama de rol que haya aceptado.
11. Limpieza de contacto cada cierto tiempo. No me gusta tener agregada gente solo para tener muchos –amigos--.
12. No pido biblias de rol, solo lógica en los mismos y coherencia en la escritura.

☠︎ Reglamente sujeto a cambios.


Gracias a 𝑵 𝒐 𝒃 𝒂 𝒓 𝒂 ˗ˏˋ ﹒ 。﹒ׅ𖥔 🥀 por el edit y la idea original de las reglas.
Y a [galaxy_crimson_eagle_799] que tambien le robe las reglas. (?)

─── ⋆⋅ Reglamento ⋅⋆ ─── 1.- Me reservo el derecho de admisión. 2.- No roleo lemon. 3.- Nada de meta-rol, es decir lo que tú sepas como usuario de mi personaje no tiene por qué saberlo tu personaje. 4.- Si me agregas tu inicia la interacción y viceversa. 5.- Respeta los tiempos. Tengo un trabajo exigente y no puedo estar al pendiente al rol todo el tiempo. 6.- El chat lo uso principalmente para planear tramar. Me gustan más los roles públicos por foto o estados. 7.- Son bienvenidos personajes dentro y fuera del fandom de JJK siempre y cuando vea que hay algo que pueda conectar ambos personajes de algún modo. 8.- No busco ships o partner. Me gusta desarrollar ese tipo de temas con paciencia y química entre personajes. No me niego, pero no son mi prioridad. 9.- No doy información personal. 10.- El acoso/amenaza/hostilidad o cualquier otro tipo de acto similar amerita el bloqueo inmediato y sin explicación. Salvo que algo de esto ocurra en una trama de rol que haya aceptado. 11. Limpieza de contacto cada cierto tiempo. No me gusta tener agregada gente solo para tener muchos –amigos--. 12. No pido biblias de rol, solo lógica en los mismos y coherencia en la escritura. ☠︎ Reglamente sujeto a cambios. Gracias a [Unbreakable_Rose] por el edit y la idea original de las reglas. Y a [galaxy_crimson_eagle_799] que tambien le robe las reglas. (?) ♡
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  • El sol entraba por la ventana del cuarto de descanso, filtrándose a través de las persianas mal cerradas. Shoko Ieiri se estiró en el sillón, un cigarrillo apagado entre los dedos y una taza de café olvidada sobre la mesa. El hospital estaba inusualmente tranquilo ese día, sin urgencias, sin gritos ni maldiciones lanzadas por hechiceros malheridos. Solo el zumbido leve del aire acondicionado y el ocasional paso de alguien en los pasillos.

    Respiró hondo. No estaba acostumbrada al silencio. Su mente, siempre alerta, no sabía si relajarse o empezar a repasar mentalmente los informes pendientes. Pero no lo hizo. En cambio, cerró los ojos y dejó que su cabeza se recargara contra el respaldo. Pensó en los chicos, en cómo habían crecido. En cómo el tiempo no perdonaba a nadie, salvo a los que aprendían a mirar hacia otro lado.

    —Si Geto viera esto... —murmuró con una sonrisa apenas dibujada, sabiendo bien que él habría hecho algún comentario sarcástico sobre su “día libre”.

    El cigarrillo quedó sin encender. No tenía ganas. Afuera, una nube tapó brevemente el sol y el cambio de luz tiñó la sala de gris. Aun así, Shoko no se movió. Había aprendido que a veces el mayor lujo era simplemente estar. No sanar, no proteger, no pensar. Solo... existir un rato.

    Terminó su café frío sin quejarse. Observó la luz volver con la nube ya ida, como si el mundo le diera permiso para seguir respirando.
    Quizá más tarde saldría a caminar. Quizá no. Por ahora, ese rincón era todo lo que necesitaba.
    El sol entraba por la ventana del cuarto de descanso, filtrándose a través de las persianas mal cerradas. Shoko Ieiri se estiró en el sillón, un cigarrillo apagado entre los dedos y una taza de café olvidada sobre la mesa. El hospital estaba inusualmente tranquilo ese día, sin urgencias, sin gritos ni maldiciones lanzadas por hechiceros malheridos. Solo el zumbido leve del aire acondicionado y el ocasional paso de alguien en los pasillos. Respiró hondo. No estaba acostumbrada al silencio. Su mente, siempre alerta, no sabía si relajarse o empezar a repasar mentalmente los informes pendientes. Pero no lo hizo. En cambio, cerró los ojos y dejó que su cabeza se recargara contra el respaldo. Pensó en los chicos, en cómo habían crecido. En cómo el tiempo no perdonaba a nadie, salvo a los que aprendían a mirar hacia otro lado. —Si Geto viera esto... —murmuró con una sonrisa apenas dibujada, sabiendo bien que él habría hecho algún comentario sarcástico sobre su “día libre”. El cigarrillo quedó sin encender. No tenía ganas. Afuera, una nube tapó brevemente el sol y el cambio de luz tiñó la sala de gris. Aun así, Shoko no se movió. Había aprendido que a veces el mayor lujo era simplemente estar. No sanar, no proteger, no pensar. Solo... existir un rato. Terminó su café frío sin quejarse. Observó la luz volver con la nube ya ida, como si el mundo le diera permiso para seguir respirando. Quizá más tarde saldría a caminar. Quizá no. Por ahora, ese rincón era todo lo que necesitaba.
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  • ¿Moribundo? Bueno, quédate quieto, no quiero ensuciar más de lo necesario
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  • Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días.

    Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto).

    Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello.

    Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.)

    Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie.

    Y luego estaba Geto.

    Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse.

    Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo.

    (Qué ingenua.)

    Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos.

    Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
    Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días. Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto). Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello. Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.) Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie. Y luego estaba Geto. Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse. Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo. (Qué ingenua.) Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos. Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
    Me entristece
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  • Aquí debería insertar una reflexión sobre la vida adulta y la madurez. Pero no lo haré porque no me gusta ni una ni la otra. Solo me gusta el dinero de adulto.
    Aquí debería insertar una reflexión sobre la vida adulta y la madurez. Pero no lo haré porque no me gusta ni una ni la otra. Solo me gusta el dinero de adulto.
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  • Shoko entró a la habitación con pasos silenciosos, asegurándose de que no hubiera nadie cerca. La cama de Geto estaba impecablemente ordenada, como siempre.

    Sacó un pequeño encendedor de su bolsillo y lo dejó sobre la almohada. Junto a él, deslizó un trozo de papel doblado con un mensaje corto:

    "Por si algún día decides volverte un desastre como yo. Feliz cumpleaños."

    No esperaba una gran reacción de su parte. Quizás se reiría al leerlo o simplemente lo guardaría sin decir nada. A fin de cuentas, nunca habían sido de gestos exagerados.

    Con una última mirada a la habitación en penumbra, salió sin hacer ruido.
    Shoko entró a la habitación con pasos silenciosos, asegurándose de que no hubiera nadie cerca. La cama de Geto estaba impecablemente ordenada, como siempre. Sacó un pequeño encendedor de su bolsillo y lo dejó sobre la almohada. Junto a él, deslizó un trozo de papel doblado con un mensaje corto: "Por si algún día decides volverte un desastre como yo. Feliz cumpleaños." No esperaba una gran reacción de su parte. Quizás se reiría al leerlo o simplemente lo guardaría sin decir nada. A fin de cuentas, nunca habían sido de gestos exagerados. Con una última mirada a la habitación en penumbra, salió sin hacer ruido.
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