• Género Femenino
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Otra información
  • Longitud narrativa
    Una línea , Semi-párrafo , Párrafo , Multi-párrafo
  • Categorías de rol
    Comedia , Contemporáneo , Drama , Romance , Slice of Life , Suspenso , Original
Fijado
Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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─── ⋆⋅ Reglamento ⋅⋆ ───

1.- Me reservo el derecho de admisión.
2.- No roleo lemon.
3.- Nada de meta-rol, es decir lo que tú sepas como usuario de mi personaje no tiene por qué saberlo tu personaje.
4.- Si me agregas tu inicia la interacción y viceversa.
5.- Respeta los tiempos. Tengo un trabajo exigente y no puedo estar al pendiente al rol todo el tiempo.
6.- El chat lo uso principalmente para planear tramar. Me gustan más los roles públicos por foto o estados.
7.- Son bienvenidos personajes dentro y fuera del fandom de JJK siempre y cuando vea que hay algo que pueda conectar ambos personajes de algún modo.
8.- No busco ships o partner. Me gusta desarrollar ese tipo de temas con paciencia y química entre personajes. No me niego, pero no son mi prioridad.
9.- No doy información personal.
10.- El acoso/amenaza/hostilidad o cualquier otro tipo de acto similar amerita el bloqueo inmediato y sin explicación. Salvo que algo de esto ocurra en una trama de rol que haya aceptado.
11. Limpieza de contacto cada cierto tiempo. No me gusta tener agregada gente solo para tener muchos –amigos--.
12. No pido biblias de rol, solo lógica en los mismos y coherencia en la escritura.

☠︎ Reglamente sujeto a cambios.


Gracias a 𝑵 𝒐 𝒃 𝒂 𝒓 𝒂 ˗ˏˋ ﹒ 。﹒ׅ𖥔 🥀 por el edit y la idea original de las reglas.
Y a [galaxy_crimson_eagle_799] que tambien le robe las reglas. (?)

─── ⋆⋅ Reglamento ⋅⋆ ─── 1.- Me reservo el derecho de admisión. 2.- No roleo lemon. 3.- Nada de meta-rol, es decir lo que tú sepas como usuario de mi personaje no tiene por qué saberlo tu personaje. 4.- Si me agregas tu inicia la interacción y viceversa. 5.- Respeta los tiempos. Tengo un trabajo exigente y no puedo estar al pendiente al rol todo el tiempo. 6.- El chat lo uso principalmente para planear tramar. Me gustan más los roles públicos por foto o estados. 7.- Son bienvenidos personajes dentro y fuera del fandom de JJK siempre y cuando vea que hay algo que pueda conectar ambos personajes de algún modo. 8.- No busco ships o partner. Me gusta desarrollar ese tipo de temas con paciencia y química entre personajes. No me niego, pero no son mi prioridad. 9.- No doy información personal. 10.- El acoso/amenaza/hostilidad o cualquier otro tipo de acto similar amerita el bloqueo inmediato y sin explicación. Salvo que algo de esto ocurra en una trama de rol que haya aceptado. 11. Limpieza de contacto cada cierto tiempo. No me gusta tener agregada gente solo para tener muchos –amigos--. 12. No pido biblias de rol, solo lógica en los mismos y coherencia en la escritura. ☠︎ Reglamente sujeto a cambios. Gracias a [Unbreakable_Rose] por el edit y la idea original de las reglas. Y a [galaxy_crimson_eagle_799] que tambien le robe las reglas. (?) ♡
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Publicaciones Recientes
  • Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días.

    Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto).

    Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello.

    Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.)

    Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie.

    Y luego estaba Geto.

    Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse.

    Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo.

    (Qué ingenua.)

    Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos.

    Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
    Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días. Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto). Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello. Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.) Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie. Y luego estaba Geto. Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse. Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo. (Qué ingenua.) Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos. Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
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  • Aquí debería insertar una reflexión sobre la vida adulta y la madurez. Pero no lo haré porque no me gusta ni una ni la otra. Solo me gusta el dinero de adulto.
    Aquí debería insertar una reflexión sobre la vida adulta y la madurez. Pero no lo haré porque no me gusta ni una ni la otra. Solo me gusta el dinero de adulto.
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  • Shoko entró a la habitación con pasos silenciosos, asegurándose de que no hubiera nadie cerca. La cama de Geto estaba impecablemente ordenada, como siempre.

    Sacó un pequeño encendedor de su bolsillo y lo dejó sobre la almohada. Junto a él, deslizó un trozo de papel doblado con un mensaje corto:

    "Por si algún día decides volverte un desastre como yo. Feliz cumpleaños."

    No esperaba una gran reacción de su parte. Quizás se reiría al leerlo o simplemente lo guardaría sin decir nada. A fin de cuentas, nunca habían sido de gestos exagerados.

    Con una última mirada a la habitación en penumbra, salió sin hacer ruido.
    Shoko entró a la habitación con pasos silenciosos, asegurándose de que no hubiera nadie cerca. La cama de Geto estaba impecablemente ordenada, como siempre. Sacó un pequeño encendedor de su bolsillo y lo dejó sobre la almohada. Junto a él, deslizó un trozo de papel doblado con un mensaje corto: "Por si algún día decides volverte un desastre como yo. Feliz cumpleaños." No esperaba una gran reacción de su parte. Quizás se reiría al leerlo o simplemente lo guardaría sin decir nada. A fin de cuentas, nunca habían sido de gestos exagerados. Con una última mirada a la habitación en penumbra, salió sin hacer ruido.
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  • I bet on losing dogs — Mitski

    Shoko se recostó en la fría banca del tejado, el filtro de un cigarrillo consumiéndose entre sus dedos. El humo ascendía en espirales, desdibujándose contra el cielo gris. La música de su teléfono, apenas audible, se mezclaba con los ecos del pasado que resonaban en su mente.

    "My baby, my baby..."

    Había apostado todo a perder. Siempre lo hacía. En sus recuerdos, Suguru y Satoru reían, sus figuras borrosas por la distancia de los años. Ellos eran los brillantes, los invencibles, mientras ella había sido la sombra, siempre al borde de desaparecer. Aun así, los amaba. Los amaba con una devoción que la asfixiaba, sabiendo que nunca sería suficiente para salvarlos, para retenerlos.

    "I bet on losing dogs..."

    Suguru, especialmente, se le aparecía en los momentos más inoportunos, como ahora. Su rostro, joven y lleno de promesas rotas, la observaba desde las volutas del humo. Shoko había apostado por él, incluso cuando el mundo gritaba que era una causa perdida. Lo había visto desmoronarse y no había hecho nada, atrapada entre su deber y su amor mal disimulado.

    "I know they’re losing and I’ll never win..."

    Exhaló, sintiendo cómo el peso en su pecho se expandía, llenando cada rincón de su ser. Ella no lloraba, no podía, no debía. Pero el vacío era constante, un agujero negro en el centro de su corazón. Amar a los perros perdidos significaba abrazar la ruina, pero esa era su elección. Y la elección de seguir adelante, de vivir con los fantasmas, era lo único que le quedaba.

    El cigarrillo llegó a su fin, y Shoko lo apagó contra la barandilla metálica. Cerró los ojos un momento, dejando que el eco de la música se desvaneciera. En silencio, se prometió no olvidar, porque aunque todo era pérdida, esas pérdidas eran suyas.

    Y las amaba.

    I bet on losing dogs — Mitski Shoko se recostó en la fría banca del tejado, el filtro de un cigarrillo consumiéndose entre sus dedos. El humo ascendía en espirales, desdibujándose contra el cielo gris. La música de su teléfono, apenas audible, se mezclaba con los ecos del pasado que resonaban en su mente. "My baby, my baby..." Había apostado todo a perder. Siempre lo hacía. En sus recuerdos, Suguru y Satoru reían, sus figuras borrosas por la distancia de los años. Ellos eran los brillantes, los invencibles, mientras ella había sido la sombra, siempre al borde de desaparecer. Aun así, los amaba. Los amaba con una devoción que la asfixiaba, sabiendo que nunca sería suficiente para salvarlos, para retenerlos. "I bet on losing dogs..." Suguru, especialmente, se le aparecía en los momentos más inoportunos, como ahora. Su rostro, joven y lleno de promesas rotas, la observaba desde las volutas del humo. Shoko había apostado por él, incluso cuando el mundo gritaba que era una causa perdida. Lo había visto desmoronarse y no había hecho nada, atrapada entre su deber y su amor mal disimulado. "I know they’re losing and I’ll never win..." Exhaló, sintiendo cómo el peso en su pecho se expandía, llenando cada rincón de su ser. Ella no lloraba, no podía, no debía. Pero el vacío era constante, un agujero negro en el centro de su corazón. Amar a los perros perdidos significaba abrazar la ruina, pero esa era su elección. Y la elección de seguir adelante, de vivir con los fantasmas, era lo único que le quedaba. El cigarrillo llegó a su fin, y Shoko lo apagó contra la barandilla metálica. Cerró los ojos un momento, dejando que el eco de la música se desvaneciera. En silencio, se prometió no olvidar, porque aunque todo era pérdida, esas pérdidas eran suyas. Y las amaba.
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