• Amaya se detuvo unos metros más adelante, cuando el viento cambió de dirección y trajo consigo un susurro apenas audible, como una voz que el bosque intentaba ocultar. Sus dedos se tensaron, y un leve brillo etéreo recorrió la palma de su mano: el éter respondía a su inquietud. Había aprendido a no ignorar esos signos. Desde aquella noche en que su magia desató la tormenta, el mundo parecía hablarle de maneras que pocos podían comprender.

    El camino descendía hacia un valle cubierto por la neblina, donde se alzaban las ruinas de un antiguo santuario arcano. Era allí donde los ecos de su linaje la habían guiado, noche tras noche, en sueños imposibles de olvidar. Dio un paso al frente, y las runas de su capa cambiaron de color —del azul sereno al violeta profundo—, mientras murmuraba para sí:
    —Si el destino quiere respuestas… que las encuentre yo antes que La Orden, solo espero no arrepentirme al entrar aqui...- se decía Amaya para ella misma en voz baja.

    Amaya se detuvo unos metros más adelante, cuando el viento cambió de dirección y trajo consigo un susurro apenas audible, como una voz que el bosque intentaba ocultar. Sus dedos se tensaron, y un leve brillo etéreo recorrió la palma de su mano: el éter respondía a su inquietud. Había aprendido a no ignorar esos signos. Desde aquella noche en que su magia desató la tormenta, el mundo parecía hablarle de maneras que pocos podían comprender. El camino descendía hacia un valle cubierto por la neblina, donde se alzaban las ruinas de un antiguo santuario arcano. Era allí donde los ecos de su linaje la habían guiado, noche tras noche, en sueños imposibles de olvidar. Dio un paso al frente, y las runas de su capa cambiaron de color —del azul sereno al violeta profundo—, mientras murmuraba para sí: —Si el destino quiere respuestas… que las encuentre yo antes que La Orden, solo espero no arrepentirme al entrar aqui...- se decía Amaya para ella misma en voz baja.
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  • Solo reproduce cualquier canción

    No era raro que a inicio del invierno el grupo que lo conocían de la orquesta le invitaran a salir a beber, siempre lo hacían cuadrando los tiempos necesarios para que él saliera, como si estuviesen a una agrupación conspirativa que se enfoca única y exclusivamente en salir a beber juntos, lo agradecía, muchas veces se olvidaba de lo divertido que era no estar preocupado, con los tiempos sobre su espalda, agotando su cuerpo hasta más no poder. Esa noche ya todos estaban un poco pasados de copas, hablando algunos más coherentes que otros, pero Yuiichi solo estaba callado con una sonrisa boba que no mostraba los dientes, nunca le gusto mostrar los dientes por el colmillo que sobresalía de forma suave. Por lo general, mantenía su rostro sereno, caracterizado por la expresión que muchas veces solo denotaba incomodidad, pero en ese momento solo tenía la sonrisa por el obvio estado de ebriedad era bastante adorable de ver.

    No supo en qué momento, pero soltaron papelillo en el ambiente del bar en el que estaban, algo de verdad muy bonito de ver. Por lo general no bebía, y si lo hacía no era en exceso, no quería terminar muriendo tan joven, además de que tenía una resistencia al alcohol en números negativos, pero a veces le era difícil medirse, en especial cuando sus amigos hacían juegos tontos que todo el mundo pensaba que habían quedado en la universidad. A pesar de todo, no podía evitar la risa baja que le hacía mostrar su rostro más pequeño ante las expresiones que se le escapaban.

    Había tenido días tranquilos a pesar del ajetreo de la ciudad, apenas le dieran las vacaciones su primer viaje sería estar un tiempo en su casa de la infancia, cada navidad se juntaban todos en la familia y de verdad es que era algo agradable, salir al mar de vez en cuando con el aire gélido en su piel y el olor a salitre en el ambiente era algo que le llenaba. A pesar de eso, estar donde su padre había fallecido era algo que le oprimía el pecho de vez en cuando.

    Después de una extensa conversación sobre qué harían para navidad que comenzó después de un largo rato jugando, Yuiichi se excusó un momento para salir a tomar aire, apenas podía caminar bien sin tropezar con sus propios zapatos y decidió no salir con su chaqueta, pero debido al alcohol no sentía con fuerza el clima gélido que estaba a su alrededor, sólo tenía su camisa blanca con un jean casual con algunos parches hechos en bordado tradicional que hacía su padre cuando él estaba más joven, tenía papelitos metalizados en el cabello y parte de la camisa al momento que salió del local, solo andaba sonriendo mientras miraba a la gente pasar por la calle, apoyado bajo los faroles neón del lugar siendo opacado por la leve capa de nieve vieja que se había asentado en distintos lugares.
    Solo reproduce cualquier canción No era raro que a inicio del invierno el grupo que lo conocían de la orquesta le invitaran a salir a beber, siempre lo hacían cuadrando los tiempos necesarios para que él saliera, como si estuviesen a una agrupación conspirativa que se enfoca única y exclusivamente en salir a beber juntos, lo agradecía, muchas veces se olvidaba de lo divertido que era no estar preocupado, con los tiempos sobre su espalda, agotando su cuerpo hasta más no poder. Esa noche ya todos estaban un poco pasados de copas, hablando algunos más coherentes que otros, pero Yuiichi solo estaba callado con una sonrisa boba que no mostraba los dientes, nunca le gusto mostrar los dientes por el colmillo que sobresalía de forma suave. Por lo general, mantenía su rostro sereno, caracterizado por la expresión que muchas veces solo denotaba incomodidad, pero en ese momento solo tenía la sonrisa por el obvio estado de ebriedad era bastante adorable de ver. No supo en qué momento, pero soltaron papelillo en el ambiente del bar en el que estaban, algo de verdad muy bonito de ver. Por lo general no bebía, y si lo hacía no era en exceso, no quería terminar muriendo tan joven, además de que tenía una resistencia al alcohol en números negativos, pero a veces le era difícil medirse, en especial cuando sus amigos hacían juegos tontos que todo el mundo pensaba que habían quedado en la universidad. A pesar de todo, no podía evitar la risa baja que le hacía mostrar su rostro más pequeño ante las expresiones que se le escapaban. Había tenido días tranquilos a pesar del ajetreo de la ciudad, apenas le dieran las vacaciones su primer viaje sería estar un tiempo en su casa de la infancia, cada navidad se juntaban todos en la familia y de verdad es que era algo agradable, salir al mar de vez en cuando con el aire gélido en su piel y el olor a salitre en el ambiente era algo que le llenaba. A pesar de eso, estar donde su padre había fallecido era algo que le oprimía el pecho de vez en cuando. Después de una extensa conversación sobre qué harían para navidad que comenzó después de un largo rato jugando, Yuiichi se excusó un momento para salir a tomar aire, apenas podía caminar bien sin tropezar con sus propios zapatos y decidió no salir con su chaqueta, pero debido al alcohol no sentía con fuerza el clima gélido que estaba a su alrededor, sólo tenía su camisa blanca con un jean casual con algunos parches hechos en bordado tradicional que hacía su padre cuando él estaba más joven, tenía papelitos metalizados en el cabello y parte de la camisa al momento que salió del local, solo andaba sonriendo mientras miraba a la gente pasar por la calle, apoyado bajo los faroles neón del lugar siendo opacado por la leve capa de nieve vieja que se había asentado en distintos lugares.
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  • ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores.

    "Dónde cesa el dolor"

    Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento.

    Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela.

    Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar.

    Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna.

    Fue entonces cuando Cillian llegó.

    No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella.

    "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era.

    La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito.

    Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito.

    Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería.

    "¿Vas a llevarme lejos?"

    Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche.

    Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya.

    "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más."

    Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto.

    Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás.

    "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz."

    La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera.

    Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo.

    Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento.

    "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir."

    Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones.

    Y entonces, se fueron.

    La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
    ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores. "Dónde cesa el dolor" Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento. Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela. Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar. Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna. Fue entonces cuando Cillian llegó. No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella. "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era. La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito. Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito. Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería. "¿Vas a llevarme lejos?" Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche. Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya. "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más." Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto. Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás. "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz." La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera. Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo. Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento. "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir." Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones. Y entonces, se fueron. La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
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  • "El beso final"

    El aire estaba quieto.
    Ni una hoja se movía, como si el mundo contuviera la respiración ante lo que estaba por suceder.

    Ella lo miró sin temblar, con los ojos llenos de esa calma que solo tienen los que ya comprendieron.
    Frente a él —a la Muerte misma— no hubo súplica ni llanto. Solo un susurro, suave, casi reverente:

    —Antes de irme… quiero saber cómo se siente un beso tuyo.

    Cillian la observó en silencio.
    No había sorpresa en su expresión, ni compasión. Solo ese vacío sereno que se siente al borde del abismo.
    Sus pasos no hicieron ruido al acercarse. El mundo se volvió distante, gris, como si todo lo demás dejara de importar.

    —¿Un beso? —preguntó con voz baja, tan honda que parecía venir de otra época—.
    Sabes lo que eso significa.

    Ella asintió.
    —Lo sé. Es lo que deseo. No temo dejar de existir… temo no haberte conocido.

    Sus palabras lo atravesaron como un eco antiguo.
    Había escuchado muchas cosas a lo largo de los siglos: plegarias, insultos, ruegos… pero esa devoción pura, esa entrega sin drama, era un raro privilegio.

    Cillian levantó una mano y la posó en su mejilla. Su tacto era frío, pero no cruel.
    Sus labios se encontraron apenas, un roce sin tiempo, y el mundo se apagó.
    No hubo dolor, ni oscuridad… solo silencio.

    Cuando la separó de su abrazo, ella dormía ya en su eternidad.
    Cillian la sostuvo un instante, observando el rostro tranquilo, la curva de los labios aún curvada en una ligera sonrisa.

    —Ahora entiendes —murmuró—. La muerte no arrebata. Solo devuelve lo que el tiempo robó.

    Luego, el viento se alzó, y con él desapareció.
    Solo quedó el eco de su voz y el perfume leve de algo que ya no pertenecía a este mundo.
    "El beso final" El aire estaba quieto. Ni una hoja se movía, como si el mundo contuviera la respiración ante lo que estaba por suceder. Ella lo miró sin temblar, con los ojos llenos de esa calma que solo tienen los que ya comprendieron. Frente a él —a la Muerte misma— no hubo súplica ni llanto. Solo un susurro, suave, casi reverente: —Antes de irme… quiero saber cómo se siente un beso tuyo. Cillian la observó en silencio. No había sorpresa en su expresión, ni compasión. Solo ese vacío sereno que se siente al borde del abismo. Sus pasos no hicieron ruido al acercarse. El mundo se volvió distante, gris, como si todo lo demás dejara de importar. —¿Un beso? —preguntó con voz baja, tan honda que parecía venir de otra época—. Sabes lo que eso significa. Ella asintió. —Lo sé. Es lo que deseo. No temo dejar de existir… temo no haberte conocido. Sus palabras lo atravesaron como un eco antiguo. Había escuchado muchas cosas a lo largo de los siglos: plegarias, insultos, ruegos… pero esa devoción pura, esa entrega sin drama, era un raro privilegio. Cillian levantó una mano y la posó en su mejilla. Su tacto era frío, pero no cruel. Sus labios se encontraron apenas, un roce sin tiempo, y el mundo se apagó. No hubo dolor, ni oscuridad… solo silencio. Cuando la separó de su abrazo, ella dormía ya en su eternidad. Cillian la sostuvo un instante, observando el rostro tranquilo, la curva de los labios aún curvada en una ligera sonrisa. —Ahora entiendes —murmuró—. La muerte no arrebata. Solo devuelve lo que el tiempo robó. Luego, el viento se alzó, y con él desapareció. Solo quedó el eco de su voz y el perfume leve de algo que ya no pertenecía a este mundo.
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  • El agua apenas se mueve.
    La penumbra se curva a su alrededor, obediente, como si el aire mismo temiera perturbarlo.

    Apoya un brazo en el borde del estanque. La piel, pálida bajo la luz azul, deja ver las líneas que alguna vez fueron alas; ahora parecen cicatrices dibujadas por un dios que se arrepintió a medio trazo.

    Exhala el humo del cigarrillo que sostiene entre los dedos. No hay prisa en su gesto. Ni siquiera hay intención. El humo asciende despacio, se disuelve, y en ese instante, el mundo parece recordar lo que significa desaparecer.

    No necesita moverse.
    No necesita hablar.
    Las cosas simplemente se acomodan a su alrededor, como si cada átomo supiera que ha encontrado su lugar final.

    Su mirada, gris y profunda, se dirige hacia la puerta abierta. Una brisa entra, trayendo consigo un sonido leve: pasos.
    Vivos.

    No sonríe.
    Pero algo, muy en el fondo, parece despertar.
    Una sombra de curiosidad.
    Un susurro que apenas podría llamarse emoción.

    —Entrá —dice con voz fuerte pero serena.
    No hay amenaza. No hay promesa. Solo una verdad que cae con el peso del destino.

    Y el silencio vuelve a extenderse, expectante, esperando que alguien tenga el valor de cruzar el umbral.
    El agua apenas se mueve. La penumbra se curva a su alrededor, obediente, como si el aire mismo temiera perturbarlo. Apoya un brazo en el borde del estanque. La piel, pálida bajo la luz azul, deja ver las líneas que alguna vez fueron alas; ahora parecen cicatrices dibujadas por un dios que se arrepintió a medio trazo. Exhala el humo del cigarrillo que sostiene entre los dedos. No hay prisa en su gesto. Ni siquiera hay intención. El humo asciende despacio, se disuelve, y en ese instante, el mundo parece recordar lo que significa desaparecer. No necesita moverse. No necesita hablar. Las cosas simplemente se acomodan a su alrededor, como si cada átomo supiera que ha encontrado su lugar final. Su mirada, gris y profunda, se dirige hacia la puerta abierta. Una brisa entra, trayendo consigo un sonido leve: pasos. Vivos. No sonríe. Pero algo, muy en el fondo, parece despertar. Una sombra de curiosidad. Un susurro que apenas podría llamarse emoción. —Entrá —dice con voz fuerte pero serena. No hay amenaza. No hay promesa. Solo una verdad que cae con el peso del destino. Y el silencio vuelve a extenderse, expectante, esperando que alguien tenga el valor de cruzar el umbral.
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  • 🌊 “El Juego del Acantilado” Starter Individual ༻ 🇮🇪 Acantilados de Moher — Irlanda ༺
    Fandom OC
    Categoría Original
    Después de varios meses de trabajo intenso en Seúl, Yunseok Wang decidió que necesitaba un respiro.
    No conciertos, no cámaras, no reuniones.
    Solo naturaleza, aire frío y silencio.

    Aterrizó en Irlanda dos días atrás, buscando perderse entre paisajes que aún conservaban el pulso antiguo del mundo.
    Esa mañana, antes del amanecer, había salido con una mochila ligera y una cámara colgada del cuello.
    El sendero que tomaba comenzaba en un pequeño pueblo pesquero, ascendía entre colinas verdes cubiertas de niebla y terminaba en el punto más famoso de la costa oeste: los Acantilados de Moher.

    El recorrido había sido una mezcla de calma y desafío.
    El sonido del mar llegaba desde abajo como un rumor constante, y cada paso le recordaba por qué amaba estar en lugares donde el mundo parecía detenerse.

    Al llegar al mirador, descubrió una pequeña caseta de madera decorada con tréboles tallados.
    Sobre la mesa, un cartel captó su atención:

    “El Juego del Acantilado"
    Descubre las cinco reliquias perdidas y obtén la recompensa del guardián del viento.

    Frunció una ceja, curioso.
    Tomó una libreta de pistas y una bolsa de tela numerada. Dentro, encontró un papel amarillento escrito a mano, en inglés y en gaélico:

    “El primer recuerdo duerme donde las olas tocan el cielo.
    Sigue las piedras marcadas con espirales y escucha lo que el viento susurra.”

    —Interesante…

    murmuró con una media sonrisa, girando la hoja entre sus dedos.

    Entonces notó una presencia a su lado.
    Otra persona había tomado una libreta igual, observando las pistas con la misma mezcla de curiosidad y desconcierto.
    Yunseok levantó la vista, con el brillo tranquilo de quien disfruta del misterio.

    —Parece que no soy el único que ha decidido jugar al aventurero hoy

    Comentó con voz serena, cargada de humor

    —. ¿También vienes a por “la recompensa del guardián”?

    El viento levantó su abrigo oscuro mientras el sendero se extendía frente a ambos, flanqueado por cruces de piedra y el rugido del océano golpeando abajo.

    —Quizás… si lo descubrimos juntos, tengamos más suerte.

    El primer paso hacia la aventura acababa de empezar.

    Después de varios meses de trabajo intenso en Seúl, Yunseok Wang decidió que necesitaba un respiro. No conciertos, no cámaras, no reuniones. Solo naturaleza, aire frío y silencio. Aterrizó en Irlanda dos días atrás, buscando perderse entre paisajes que aún conservaban el pulso antiguo del mundo. Esa mañana, antes del amanecer, había salido con una mochila ligera y una cámara colgada del cuello. El sendero que tomaba comenzaba en un pequeño pueblo pesquero, ascendía entre colinas verdes cubiertas de niebla y terminaba en el punto más famoso de la costa oeste: los Acantilados de Moher. El recorrido había sido una mezcla de calma y desafío. El sonido del mar llegaba desde abajo como un rumor constante, y cada paso le recordaba por qué amaba estar en lugares donde el mundo parecía detenerse. Al llegar al mirador, descubrió una pequeña caseta de madera decorada con tréboles tallados. Sobre la mesa, un cartel captó su atención: “El Juego del Acantilado" ☘️ Descubre las cinco reliquias perdidas y obtén la recompensa del guardián del viento. Frunció una ceja, curioso. Tomó una libreta de pistas y una bolsa de tela numerada. Dentro, encontró un papel amarillento escrito a mano, en inglés y en gaélico: “El primer recuerdo duerme donde las olas tocan el cielo. Sigue las piedras marcadas con espirales y escucha lo que el viento susurra.” —Interesante… murmuró con una media sonrisa, girando la hoja entre sus dedos. Entonces notó una presencia a su lado. Otra persona había tomado una libreta igual, observando las pistas con la misma mezcla de curiosidad y desconcierto. Yunseok levantó la vista, con el brillo tranquilo de quien disfruta del misterio. —Parece que no soy el único que ha decidido jugar al aventurero hoy Comentó con voz serena, cargada de humor —. ¿También vienes a por “la recompensa del guardián”? El viento levantó su abrigo oscuro mientras el sendero se extendía frente a ambos, flanqueado por cruces de piedra y el rugido del océano golpeando abajo. —Quizás… si lo descubrimos juntos, tengamos más suerte. El primer paso hacia la aventura acababa de empezar. ༻ ☘️ ༺
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • — No eres malo... solamente no tomaste el camino correcto cuando tenias tiempo. Aunque...

    El erizo tuvo un rapido enfrentamiento contra Jacky, fue una derrota aplastante para el Leon

    Sonic solo se mantuvo sereno... a pesar de presenciar una muerte en frente de sus ojos. El leon no sabia lo que hacia, y Sonic planeaba llevarlo al camino correcto

    — ¡No estas del todo bien, regresa, Jacky!

    Jacky The Lion
    — No eres malo... solamente no tomaste el camino correcto cuando tenias tiempo. Aunque... El erizo tuvo un rapido enfrentamiento contra Jacky, fue una derrota aplastante para el Leon Sonic solo se mantuvo sereno... a pesar de presenciar una muerte en frente de sus ojos. El leon no sabia lo que hacia, y Sonic planeaba llevarlo al camino correcto — ¡No estas del todo bien, regresa, Jacky! [phantasm_titanium_spider_673]
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  • —¡Que horror, que horror! Este mundo gris se empeña en domesticar las almas, enjaular los éxtasis y los horrores en una prisión de minimalismo y serenidad insípida —se lleva el dorso de la mano a la frente— ¡Ah, qué tristeza! Han olvidado la belleza sublime del caos, el color vibrante de la locura... Por eso estoy aquí, como curadora de lo que rechazan, para recordarles la fragilidad de la cordura... y devolver al mundo su paleta de colores más intensa. ¡El rojo de la pasión, el negro de la desesperación, y el púrpura divino del Abismo!. Después de todo, ¿qué es un alma sino una obra de arte esperando ser...liberada~?
    —¡Que horror, que horror! Este mundo gris se empeña en domesticar las almas, enjaular los éxtasis y los horrores en una prisión de minimalismo y serenidad insípida —se lleva el dorso de la mano a la frente— ¡Ah, qué tristeza! Han olvidado la belleza sublime del caos, el color vibrante de la locura... Por eso estoy aquí, como curadora de lo que rechazan, para recordarles la fragilidad de la cordura... y devolver al mundo su paleta de colores más intensa. ¡El rojo de la pasión, el negro de la desesperación, y el púrpura divino del Abismo!. Después de todo, ¿qué es un alma sino una obra de arte esperando ser...liberada~?
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  • Inicio del Caos
    Categoría Terror
    Aquel día era frío, más de lo usual, y a pesar que el cielo no se dignara a dar su sentencia de diluvio, más de uno estaba preparado en caso de que el agua cayera desde las alturas.
    En una parada de autobuses, se encontraba una pobre víctima del frío, una joven hermosa y bien vestida que usaba un vestido de verano en pleno otoño. Era notable como temblaba sobre el metal del asiento de la parada, y eso no era un misterio para alguien que estuviera cerca de ella.

    Un joven hombre trató de ser su salvador, cautivado por su belleza, ofreciéndole su abrigo y compañía hasta que llegara el pertinente autobús. Ella aceptó, su rostro siendo un poema de fragilidad y preocupación en la forma como lo miraba.

    Estuvieron mucho tiempo en la parada, pasando las horas, autobús tras autobús, pero en ningún momento parecía llegar el indicado para ella. Estos hacía al hombre desesperar mientras más tiempo pasaba con ella, pues el primer autobús que había pasado pudo ser perfecto para él regresar a casa, y aún así, él se empeñaba en ser un caballero y no "cuidarla a medias".

    — Este tampoco es.— dijo suavemente la joven, aferrada al cuerpo del hombre.

    El hombre temblaba, estresado y harto, sintiendo las uñas de la joven mujer clavarse en su torso.
    La joven solo se mantuvo serena, completamente firme ysegura como si no fuese ridículo que no hubiera llegado el autobús que necesitaba.

    La mujer estuvo a punto de hablar, notando que venía otro autobús a toda velocidad, sin embargo, el hombre rápidamente se levantó y la arrojó hacia adelante, dejándola herida al caer, resultando en ser incapaz de levantarse a tiempo y, por ende, terminar su cabeza siendo aplastada por el autobús.
    El hombre solo se subió al vehículo, y su cuerpo quedó ahí.

    Sin embargo, a pesar de la muerte inminente, su cuerpo no había acabado inerte y sin vida. El cuerpo se levantó lentamente, falto de cabeza mientras una nueva se asomaba a emerger desde el cuello expuesto. Los sesos y la sangre esparcida se retorcían, y la boca que salía de primera en la nueva cabeza comenzaba a reír.
    Aquel día era frío, más de lo usual, y a pesar que el cielo no se dignara a dar su sentencia de diluvio, más de uno estaba preparado en caso de que el agua cayera desde las alturas. En una parada de autobuses, se encontraba una pobre víctima del frío, una joven hermosa y bien vestida que usaba un vestido de verano en pleno otoño. Era notable como temblaba sobre el metal del asiento de la parada, y eso no era un misterio para alguien que estuviera cerca de ella. Un joven hombre trató de ser su salvador, cautivado por su belleza, ofreciéndole su abrigo y compañía hasta que llegara el pertinente autobús. Ella aceptó, su rostro siendo un poema de fragilidad y preocupación en la forma como lo miraba. Estuvieron mucho tiempo en la parada, pasando las horas, autobús tras autobús, pero en ningún momento parecía llegar el indicado para ella. Estos hacía al hombre desesperar mientras más tiempo pasaba con ella, pues el primer autobús que había pasado pudo ser perfecto para él regresar a casa, y aún así, él se empeñaba en ser un caballero y no "cuidarla a medias". — Este tampoco es.— dijo suavemente la joven, aferrada al cuerpo del hombre. El hombre temblaba, estresado y harto, sintiendo las uñas de la joven mujer clavarse en su torso. La joven solo se mantuvo serena, completamente firme ysegura como si no fuese ridículo que no hubiera llegado el autobús que necesitaba. La mujer estuvo a punto de hablar, notando que venía otro autobús a toda velocidad, sin embargo, el hombre rápidamente se levantó y la arrojó hacia adelante, dejándola herida al caer, resultando en ser incapaz de levantarse a tiempo y, por ende, terminar su cabeza siendo aplastada por el autobús. El hombre solo se subió al vehículo, y su cuerpo quedó ahí. Sin embargo, a pesar de la muerte inminente, su cuerpo no había acabado inerte y sin vida. El cuerpo se levantó lentamente, falto de cabeza mientras una nueva se asomaba a emerger desde el cuello expuesto. Los sesos y la sangre esparcida se retorcían, y la boca que salía de primera en la nueva cabeza comenzaba a reír.
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  • -Toc toc..alguien en casa ?

    Se mira un escenario lleno de sangre mientras tiene una mirada serena

    -voy a entrar ..
    -Toc toc..alguien en casa ? Se mira un escenario lleno de sangre mientras tiene una mirada serena -voy a entrar ..
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