• “Corre el rumor.”

    Aquella noche no era diferente de cualquier otra; Kazuo dormía junto a su prometida. Pero algo lo hizo inquietarse, haciendo que abriera sus brillantes ojos azules, los cuales resplandecían como los de un felino en la oscuridad.

    Se incorporó, sintiendo una leve taquicardia en el pecho. Miró a Elizabeth, cerciorándose de que todo estaba en orden. Su mirada se arrastró lentamente por su figura hasta que se detuvo en su vientre. Habían pasado ya más del primer trimestre, y su embarazo era más que evidente a estas alturas.

    Fue entonces cuando sintió una punzada de miedo. Aún no había encontrado a nadie que pudiera darle información sobre su caso. La descendencia de demonios era muy escasa, y la de humanos con estos, algo muy raro de ver.

    Se deslizó hasta salir del lecho, como una culebra silenciosa, teniendo especial cuidado en no despertar a Elizabeth de su profundo sueño. Como un gato, caminó hacia el exterior sin hacer un solo ruido. Era tan silencioso que ni siquiera la madera protestaba bajo el peso de sus pies.
    Caminó descalzo, sintiendo la hierba y la humedad de la tierra bajo sus pies. La noche estaba bastante iluminada, ya que tan solo faltaban cinco días para que la luna estuviera en su total plenitud.

    Siguió caminando, bajando una pequeña cuesta hasta dar con el torii de madera que daba la bienvenida a su templo. Tras este, un recorrido de escaleras de piedra descendía para permitir bajar del monte.
    Kazuo dirigió sus pasos hasta la estructura de madera, de un rojo desgastado por el paso de los siglos. Soltó un trémulo suspiro antes de flanquear sus columnas. Una luz cálida lo recibió, al igual que un bullicio constante. Había llegado al mundo de los espíritus.

    Se encontraba en una ciudad estancada en una perpetua noche. Yōkais, espíritus y criaturas de todas las clases y reinos deambulaban por sus calles. Puestos de comida, comercios y espectáculos callejeros eran los protagonistas, convirtiendo aquella ciudad en un festival sin intención de tocar fin.

    Así de fácil era para Kazuo caminar entre dos mundos, como si de alguna forma no fuera capaz de pertenecer del todo a ninguno de los dos.

    Caminó por la arteria principal de aquella ciudad nocturna, poniendo especial atención en las conversaciones que lo rodeaban. Su intención no era escuchar lo ajeno, sino buscar respuestas al desasosiego de su corazón.

    Mientras caminaba, no se hicieron esperar los seres que lo invitaban a sus negocios: mercaderes, restaurantes de comida… incluso un burdel que le ofrecía opio y buena compañía. En todas esas ocasiones, Kazuo declinó las ofertas con esa amabilidad que tanto lo caracterizaba.

    Pero el zorro no estaba allí por ocio. Había ido con un claro objetivo: buscar respuestas.
    El yōkai siguió recorriendo las intrincadas calles. Estas estaban tejidas de una forma que parecía que aquella ciudad no tuviese ni un principio ni un fin. Cualquier alma descarriada se habría perdido en la eternidad de estas, sin ser consciente del tiempo que había pasado en ellas. Por suerte, Kazuo no era un mero visitante.

    Frustrado al no obtener respuestas, se dirigió a la parte más alta de la ciudad. Allí observó cómo su luz iluminaba el cielo de una forma que ninguna otra ciudad podía hacer, ni siquiera las modernas que había podido ver en otros planos temporales. Necesitaba respuestas, y con la mayor premura posible.

    Kazuo juntó sus manos, dejando un hueco entre ellas, como si quisiera arropar algo. De pronto, un suave brillo dorado emergió desde el interior de sus manos, filtrándose la luz a través de los huecos entre sus dedos, como si un amanecer intentase abrirse paso entre un cielo encapotado por densas nubes.

    —Corre el rumor de que la semilla de un zorro floreció en el vientre de una joven humana… —comenzó a decir Kazuo, con los labios cerca de aquellas manos bañadas por el oro.

    —Corre el rumor de que este busca respuestas sobre cómo terminará todo aquello… —su voz vibraba de una forma diferente, como si la intención de esta calase como un antiguo hechizo.
    Kazuo comenzó a abrir sus manos lentamente, dejando salir el brillo de estas, acompañado de unos pétalos de cerezo que alzaron vuelo con la primera brisa del viento.

    El zorro siguió con la mirada cómo estos volaban, impregnados con una súplica.

    —Divulgad mi mensaje. Sed mis oídos en todas partes. Traedme lo que busco, pues lo anhelo con desespero. Solo y cuando hayáis finalizado vuestro cometido, seréis libres de marchitaros… —No era una orden como tal; más bien, se trataba de una súplica.

    Kazuo observó cómo los pétalos de sakura se dispersaban en movimientos suaves, bajando hasta la ciudad, donde pensaban divulgar aquel rumor y así escuchar lo que los demonios y espíritus tenían que decir sobre aquello.
    Era su última esperanza. Si aun así no obtenía respuestas, el futuro que le esperaba a él y a su amada Elizabeth era totalmente incierto.
    “Corre el rumor.” Aquella noche no era diferente de cualquier otra; Kazuo dormía junto a su prometida. Pero algo lo hizo inquietarse, haciendo que abriera sus brillantes ojos azules, los cuales resplandecían como los de un felino en la oscuridad. Se incorporó, sintiendo una leve taquicardia en el pecho. Miró a Elizabeth, cerciorándose de que todo estaba en orden. Su mirada se arrastró lentamente por su figura hasta que se detuvo en su vientre. Habían pasado ya más del primer trimestre, y su embarazo era más que evidente a estas alturas. Fue entonces cuando sintió una punzada de miedo. Aún no había encontrado a nadie que pudiera darle información sobre su caso. La descendencia de demonios era muy escasa, y la de humanos con estos, algo muy raro de ver. Se deslizó hasta salir del lecho, como una culebra silenciosa, teniendo especial cuidado en no despertar a Elizabeth de su profundo sueño. Como un gato, caminó hacia el exterior sin hacer un solo ruido. Era tan silencioso que ni siquiera la madera protestaba bajo el peso de sus pies. Caminó descalzo, sintiendo la hierba y la humedad de la tierra bajo sus pies. La noche estaba bastante iluminada, ya que tan solo faltaban cinco días para que la luna estuviera en su total plenitud. Siguió caminando, bajando una pequeña cuesta hasta dar con el torii de madera que daba la bienvenida a su templo. Tras este, un recorrido de escaleras de piedra descendía para permitir bajar del monte. Kazuo dirigió sus pasos hasta la estructura de madera, de un rojo desgastado por el paso de los siglos. Soltó un trémulo suspiro antes de flanquear sus columnas. Una luz cálida lo recibió, al igual que un bullicio constante. Había llegado al mundo de los espíritus. Se encontraba en una ciudad estancada en una perpetua noche. Yōkais, espíritus y criaturas de todas las clases y reinos deambulaban por sus calles. Puestos de comida, comercios y espectáculos callejeros eran los protagonistas, convirtiendo aquella ciudad en un festival sin intención de tocar fin. Así de fácil era para Kazuo caminar entre dos mundos, como si de alguna forma no fuera capaz de pertenecer del todo a ninguno de los dos. Caminó por la arteria principal de aquella ciudad nocturna, poniendo especial atención en las conversaciones que lo rodeaban. Su intención no era escuchar lo ajeno, sino buscar respuestas al desasosiego de su corazón. Mientras caminaba, no se hicieron esperar los seres que lo invitaban a sus negocios: mercaderes, restaurantes de comida… incluso un burdel que le ofrecía opio y buena compañía. En todas esas ocasiones, Kazuo declinó las ofertas con esa amabilidad que tanto lo caracterizaba. Pero el zorro no estaba allí por ocio. Había ido con un claro objetivo: buscar respuestas. El yōkai siguió recorriendo las intrincadas calles. Estas estaban tejidas de una forma que parecía que aquella ciudad no tuviese ni un principio ni un fin. Cualquier alma descarriada se habría perdido en la eternidad de estas, sin ser consciente del tiempo que había pasado en ellas. Por suerte, Kazuo no era un mero visitante. Frustrado al no obtener respuestas, se dirigió a la parte más alta de la ciudad. Allí observó cómo su luz iluminaba el cielo de una forma que ninguna otra ciudad podía hacer, ni siquiera las modernas que había podido ver en otros planos temporales. Necesitaba respuestas, y con la mayor premura posible. Kazuo juntó sus manos, dejando un hueco entre ellas, como si quisiera arropar algo. De pronto, un suave brillo dorado emergió desde el interior de sus manos, filtrándose la luz a través de los huecos entre sus dedos, como si un amanecer intentase abrirse paso entre un cielo encapotado por densas nubes. —Corre el rumor de que la semilla de un zorro floreció en el vientre de una joven humana… —comenzó a decir Kazuo, con los labios cerca de aquellas manos bañadas por el oro. —Corre el rumor de que este busca respuestas sobre cómo terminará todo aquello… —su voz vibraba de una forma diferente, como si la intención de esta calase como un antiguo hechizo. Kazuo comenzó a abrir sus manos lentamente, dejando salir el brillo de estas, acompañado de unos pétalos de cerezo que alzaron vuelo con la primera brisa del viento. El zorro siguió con la mirada cómo estos volaban, impregnados con una súplica. —Divulgad mi mensaje. Sed mis oídos en todas partes. Traedme lo que busco, pues lo anhelo con desespero. Solo y cuando hayáis finalizado vuestro cometido, seréis libres de marchitaros… —No era una orden como tal; más bien, se trataba de una súplica. Kazuo observó cómo los pétalos de sakura se dispersaban en movimientos suaves, bajando hasta la ciudad, donde pensaban divulgar aquel rumor y así escuchar lo que los demonios y espíritus tenían que decir sobre aquello. Era su última esperanza. Si aun así no obtenía respuestas, el futuro que le esperaba a él y a su amada Elizabeth era totalmente incierto.
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  • El sol de la mañana acariciaba suavemente los jardines de la Villa Di Vincenzo, donde el perfume de las bugambilias se mezclaba con el aroma a café recién hecho y pan horneado. Una mesa dispuesta con impecable gusto esperaba bajo la sombra de una pérgola cubierta de glicinas. Frutas frescas, jugos naturales, embutidos finos, quesos artesanales y una selección de dulces italianos adornaban el mantel blanco con bordados dorados. Todo estaba dispuesto con precisión, sin excesos, pero con el refinamiento propio de una anfitriona como Elisabetta Di Vincenzo.

    Ella ya estaba allí, sentada con elegancia en una silla de hierro forjado tapizada en terciopelo gris perla. Llevaba un conjunto cómodo pero cuidadosamente escogido: un pantalón palazzo color marfil, una blusa de seda verde esmeralda que resaltaba sus ojos violeta, y un chal ligero sobre los hombros. Su cabello rubio, suelto y ligeramente ondulado, caía con gracia por su espalda. Ni una joya de más, ni una arruga fuera de lugar.

    Aparentemente tranquila, sostenía una copa de jugo de naranja con una mano, mientras la otra pasaba lentamente las páginas de un libro antiguo de poesía italiana. Pero su mente no estaba en los versos de Petrarca. Su atención estaba puesta en la entrada de la villa, esperando el sonido de los pasos que anunciarían la llegada de su hermano Giovanni... y de ella. Su novia. La mujer que, según Giovanni, había logrado hacerlo feliz de nuevo.

    Elisabetta había sonreído por cortesía cuando recibió la noticia, pero por dentro, las alertas se encendieron de inmediato. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué quería realmente? Nadie se acercaba a un Di Vincenzo sin un motivo, y menos aún a Giovanni, que en los últimos años se había convertido en su único verdadero aliado, el único que no la había dejado tras la muerte de su padre.

    Naturalmente, Elisabetta no había esperado una presentación formal para comenzar a conocerla. Su equipo ya había investigado todo: nombre, familia, pasado, fotos antiguas, viajes, ex parejas, movimientos bancarios... Todo. Y aunque hasta ahora nada era "alarmante", el instinto de la Farfalla della Morte nunca se equivocaba.

    El canto lejano de un ruiseñor cesó cuando escuchó el ruido de un motor acercándose por el camino de grava. Cerró el libro con elegancia y lo dejó sobre la mesa, mientras una leve sonrisa, tan bella como inquietante, curvaba sus labios.

    —Finalmente, llegó el momento —susurró, tomando una aceituna entre sus dedos perfectamente cuidados.

    Elisabetta se puso de pie con la gracia de quien domina cada centímetro del terreno que pisa. Con el sol acariciando su silueta, parecía una diosa romana lista para recibir a sus invitados. Pero sus ojos... esos ojos color amatista, brillaban con la intensidad de quien va a juzgar, aunque no lo diga con palabras.

    Aquella mujer iba a conocer a Elisabetta Di Vincenzo.

    Y lo haría con desayuno... y con advertencia velada incluida.

    Yuki Prakliaty
    Gɪᴏᴠᴀɴɴɪ Dɪ Vɪɴᴄᴇɴᴢᴏ
    El sol de la mañana acariciaba suavemente los jardines de la Villa Di Vincenzo, donde el perfume de las bugambilias se mezclaba con el aroma a café recién hecho y pan horneado. Una mesa dispuesta con impecable gusto esperaba bajo la sombra de una pérgola cubierta de glicinas. Frutas frescas, jugos naturales, embutidos finos, quesos artesanales y una selección de dulces italianos adornaban el mantel blanco con bordados dorados. Todo estaba dispuesto con precisión, sin excesos, pero con el refinamiento propio de una anfitriona como Elisabetta Di Vincenzo. Ella ya estaba allí, sentada con elegancia en una silla de hierro forjado tapizada en terciopelo gris perla. Llevaba un conjunto cómodo pero cuidadosamente escogido: un pantalón palazzo color marfil, una blusa de seda verde esmeralda que resaltaba sus ojos violeta, y un chal ligero sobre los hombros. Su cabello rubio, suelto y ligeramente ondulado, caía con gracia por su espalda. Ni una joya de más, ni una arruga fuera de lugar. Aparentemente tranquila, sostenía una copa de jugo de naranja con una mano, mientras la otra pasaba lentamente las páginas de un libro antiguo de poesía italiana. Pero su mente no estaba en los versos de Petrarca. Su atención estaba puesta en la entrada de la villa, esperando el sonido de los pasos que anunciarían la llegada de su hermano Giovanni... y de ella. Su novia. La mujer que, según Giovanni, había logrado hacerlo feliz de nuevo. Elisabetta había sonreído por cortesía cuando recibió la noticia, pero por dentro, las alertas se encendieron de inmediato. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué quería realmente? Nadie se acercaba a un Di Vincenzo sin un motivo, y menos aún a Giovanni, que en los últimos años se había convertido en su único verdadero aliado, el único que no la había dejado tras la muerte de su padre. Naturalmente, Elisabetta no había esperado una presentación formal para comenzar a conocerla. Su equipo ya había investigado todo: nombre, familia, pasado, fotos antiguas, viajes, ex parejas, movimientos bancarios... Todo. Y aunque hasta ahora nada era "alarmante", el instinto de la Farfalla della Morte nunca se equivocaba. El canto lejano de un ruiseñor cesó cuando escuchó el ruido de un motor acercándose por el camino de grava. Cerró el libro con elegancia y lo dejó sobre la mesa, mientras una leve sonrisa, tan bella como inquietante, curvaba sus labios. —Finalmente, llegó el momento —susurró, tomando una aceituna entre sus dedos perfectamente cuidados. Elisabetta se puso de pie con la gracia de quien domina cada centímetro del terreno que pisa. Con el sol acariciando su silueta, parecía una diosa romana lista para recibir a sus invitados. Pero sus ojos... esos ojos color amatista, brillaban con la intensidad de quien va a juzgar, aunque no lo diga con palabras. Aquella mujer iba a conocer a Elisabetta Di Vincenzo. Y lo haría con desayuno... y con advertencia velada incluida. [Yuki2104] [Gi0vanni]
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  • El taller de Jett, ese rincón casi sagrado escondido entre riscos y placas oxidadas de ciudades olvidadas, olía a aceite quemado, metal viejo y frustración. El Deora II descansaba en el centro, elevado por soportes mientras chispas saltaban de las herramientas que Jett maniobraba con impaciencia. Llevaba horas allí, quizá más, con las mangas arremangadas, las manos ennegrecidas y la mandíbula tensa.

    Desde fuera, el auto parecía haber sobrevivido con dignidad: unos rasguños, algunos paneles torcidos, el alerón un poco torcido… Pero debajo, en sus entrañas de titanio y sueños, la historia era otra.

    —Vamos, viejo amigo, no me hagas esto ahora… —susurró Jett, con el ceño fruncido mientras soltaba una cubierta lateral. Al quitarla, parte del chasis interno cayó con un sonido hueco, seco. Crujió.

    Se detuvo. Su respiración también.

    Levantó una plancha inferior y notó que varias soldaduras se habían fracturado, como cicatrices abiertas en la médula de su compañero de carretera. La columna de tracción estaba desgastada, la suspensión trasera oxidada en las juntas dimensionales, y lo peor: la fractura central se extendía como una grieta traicionera entre el corazón del motor y la caja de cambios multiversal.

    Jett maldijo, bajo y seco. Intentó una soldadura rápida, pero el calor hizo que la estructura gimiera.

    —No, no, no, no... —insistió, sudando, como si su voluntad pudiera sostener el metal quebrado. Colocó refuerzos, tornillos, selladores… una y otra vez.

    Pero nada sostuvo.

    Un último intento, desesperado, con una nueva placa de refuerzo... y entonces se oyó el estallido que destrozo el optimismo de Jett.

    Un crujido largo, profundo, como si el auto suspirara su último aliento.

    El Deora se había partidó en dos.

    Primero cayó el frente, luego la sección trasera, separándose de forma definitiva. Partes internas quedaron expuestas, cables colgando, fluidos goteando con lentitud sobre el suelo del taller. La imagen era la de un cadáver mecánico que se negó a fingir más.

    Jett se quedó de pie, inmóvil.

    Los sonidos del taller parecían haberse apagado. Solo el eco de su respiración agitada, los zumbidos de herramientas que ya no sostenía, y la visión de su más fiel compañero partido en dos.

    Se dejó caer al suelo, con las piernas estiradas, cubierto de grasa y frustración. No lloró. No hablaba. Pero sus ojos estaban vacíos, como si una parte de él se hubiera roto con el chasis.

    Acarició uno de los costados del Deora, manchando más aún su mano.

    —Te llevé a través del Reino Torcido, el laberinto de hielo en las nubes, incluso el circuito del tiempo invertido… Maldición sobrevivimos juntos a un hoyo negro—susurró con voz quebrada—. M..mi viejo amigo, almenos te f.. fuiste como un héroe, no es asi.

    El silencio fue la única respuesta.

    Por primera vez en mucho tiempo, Jett no supo a dónde ir. Solo podía mirar las mitades de su viejo amigo, y preguntarse si algún viaje, algún día… podría continuar sin él.
    El taller de Jett, ese rincón casi sagrado escondido entre riscos y placas oxidadas de ciudades olvidadas, olía a aceite quemado, metal viejo y frustración. El Deora II descansaba en el centro, elevado por soportes mientras chispas saltaban de las herramientas que Jett maniobraba con impaciencia. Llevaba horas allí, quizá más, con las mangas arremangadas, las manos ennegrecidas y la mandíbula tensa. Desde fuera, el auto parecía haber sobrevivido con dignidad: unos rasguños, algunos paneles torcidos, el alerón un poco torcido… Pero debajo, en sus entrañas de titanio y sueños, la historia era otra. —Vamos, viejo amigo, no me hagas esto ahora… —susurró Jett, con el ceño fruncido mientras soltaba una cubierta lateral. Al quitarla, parte del chasis interno cayó con un sonido hueco, seco. Crujió. Se detuvo. Su respiración también. Levantó una plancha inferior y notó que varias soldaduras se habían fracturado, como cicatrices abiertas en la médula de su compañero de carretera. La columna de tracción estaba desgastada, la suspensión trasera oxidada en las juntas dimensionales, y lo peor: la fractura central se extendía como una grieta traicionera entre el corazón del motor y la caja de cambios multiversal. Jett maldijo, bajo y seco. Intentó una soldadura rápida, pero el calor hizo que la estructura gimiera. —No, no, no, no... —insistió, sudando, como si su voluntad pudiera sostener el metal quebrado. Colocó refuerzos, tornillos, selladores… una y otra vez. Pero nada sostuvo. Un último intento, desesperado, con una nueva placa de refuerzo... y entonces se oyó el estallido que destrozo el optimismo de Jett. Un crujido largo, profundo, como si el auto suspirara su último aliento. El Deora se había partidó en dos. Primero cayó el frente, luego la sección trasera, separándose de forma definitiva. Partes internas quedaron expuestas, cables colgando, fluidos goteando con lentitud sobre el suelo del taller. La imagen era la de un cadáver mecánico que se negó a fingir más. Jett se quedó de pie, inmóvil. Los sonidos del taller parecían haberse apagado. Solo el eco de su respiración agitada, los zumbidos de herramientas que ya no sostenía, y la visión de su más fiel compañero partido en dos. Se dejó caer al suelo, con las piernas estiradas, cubierto de grasa y frustración. No lloró. No hablaba. Pero sus ojos estaban vacíos, como si una parte de él se hubiera roto con el chasis. Acarició uno de los costados del Deora, manchando más aún su mano. —Te llevé a través del Reino Torcido, el laberinto de hielo en las nubes, incluso el circuito del tiempo invertido… Maldición sobrevivimos juntos a un hoyo negro—susurró con voz quebrada—. M..mi viejo amigo, almenos te f.. fuiste como un héroe, no es asi. El silencio fue la única respuesta. Por primera vez en mucho tiempo, Jett no supo a dónde ir. Solo podía mirar las mitades de su viejo amigo, y preguntarse si algún viaje, algún día… podría continuar sin él.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Morfeo comenzó a sentir una fisura en los cimientos de su imperio. Al principio fue sutil: un silencio anómalo en los corredores de la fantasía, una ausencia creciente de rostros humanos en los salones de la ensoñación. Luego vinieron las grietas, los cielos que antes se teñían de luz líquida comenzaron a desvanecerse, y los paisajes oníricos, antaño ricos y vibrantes, se marchitaban como pergaminos olvidados.

    Morfeo caminaba solo por lo que quedaba de su reino, y en cada paso percibía el peso de una realidad incuestionable: los humanos lo habían olvidado. Habían comenzado a temer al sueño, a rechazar la noche en favor de luces artificiales, de pantallas que nunca parpadeaban. Habían silenciado los cuentos, apagado la imaginación, desterrado los símbolos y los mitos. Ya no dormían para soñar; dormían apenas para sobrevivir.

    Los templos oníricos se desmoronaban en ruinas de niebla. Las bestias de los mitos, alimentadas por la fantasía humana, yacían en letargo eterno. El gran Árbol del Recuerdo, cuyas hojas contenían los secretos más antiguos de la humanidad, perdió su follaje en un lamento invisible.

    El principio de su fin estaba más cerca.
    Morfeo comenzó a sentir una fisura en los cimientos de su imperio. Al principio fue sutil: un silencio anómalo en los corredores de la fantasía, una ausencia creciente de rostros humanos en los salones de la ensoñación. Luego vinieron las grietas, los cielos que antes se teñían de luz líquida comenzaron a desvanecerse, y los paisajes oníricos, antaño ricos y vibrantes, se marchitaban como pergaminos olvidados. Morfeo caminaba solo por lo que quedaba de su reino, y en cada paso percibía el peso de una realidad incuestionable: los humanos lo habían olvidado. Habían comenzado a temer al sueño, a rechazar la noche en favor de luces artificiales, de pantallas que nunca parpadeaban. Habían silenciado los cuentos, apagado la imaginación, desterrado los símbolos y los mitos. Ya no dormían para soñar; dormían apenas para sobrevivir. Los templos oníricos se desmoronaban en ruinas de niebla. Las bestias de los mitos, alimentadas por la fantasía humana, yacían en letargo eterno. El gran Árbol del Recuerdo, cuyas hojas contenían los secretos más antiguos de la humanidad, perdió su follaje en un lamento invisible. El principio de su fin estaba más cerca.
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  • • Night of madness
    #libre


    No diría que no estaba cansado luego de su jornada de estudio, pero sus amigos le invitaron a salir y no pudo decir que no. Habían acordado hace aproximadamente una media hora, pero ellos nunca habían llegado. Se aburrió luego de maldecirlos y se puso a jugar un juego de máquina que había cerca del establecimiento porque los muy infelices nunca habían llegado. Debía admitir que era Asher quién se tardaba milenios en llegar a las salidas y los hacía esperar, ahora comenzaba a sospechar sobre el que ellos se estaban vengando de él...

    Entrecerró sus ojos en la pequeña figura de conejo diabólico color blanco con morado que parecía burlarse de él debido a sus anteriores intentos fallidos y nuevamente cuando la garra mecánica la había sujetado, su mano resbaló sobre el control y la garra soltó la figura, quería decir, por octava vez. Asher se frotó el cabello frustrado mientras maldecía y algunas personas le daban miradas juzgándolo.

    — Maldita sea, debería de simplemente romper el maldito cristal.

    Murmuró observando fijamente el cristal que separaba esa figura de su mano, la cual ya la tenía cerrada en un puño. No había ningún inspector cerca, así que si rompía el cristal y tomaba la figura y luego huía, seguramente funcionaría. Además que su fuerza y velocidad era extrema al no ser humano, consideraba seriamente en intentarlo, no era un ser de paciencia.
    • Night of madness #libre No diría que no estaba cansado luego de su jornada de estudio, pero sus amigos le invitaron a salir y no pudo decir que no. Habían acordado hace aproximadamente una media hora, pero ellos nunca habían llegado. Se aburrió luego de maldecirlos y se puso a jugar un juego de máquina que había cerca del establecimiento porque los muy infelices nunca habían llegado. Debía admitir que era Asher quién se tardaba milenios en llegar a las salidas y los hacía esperar, ahora comenzaba a sospechar sobre el que ellos se estaban vengando de él... Entrecerró sus ojos en la pequeña figura de conejo diabólico color blanco con morado que parecía burlarse de él debido a sus anteriores intentos fallidos y nuevamente cuando la garra mecánica la había sujetado, su mano resbaló sobre el control y la garra soltó la figura, quería decir, por octava vez. Asher se frotó el cabello frustrado mientras maldecía y algunas personas le daban miradas juzgándolo. — Maldita sea, debería de simplemente romper el maldito cristal. Murmuró observando fijamente el cristal que separaba esa figura de su mano, la cual ya la tenía cerrada en un puño. No había ningún inspector cerca, así que si rompía el cristal y tomaba la figura y luego huía, seguramente funcionaría. Además que su fuerza y velocidad era extrema al no ser humano, consideraba seriamente en intentarlo, no era un ser de paciencia.
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  • Gracias, has convertido un día que odiaba en algo increíble y eso que acaba de empezar, te quiero muchísimo

    Aurora Cupper
    Gracias, has convertido un día que odiaba en algo increíble y eso que acaba de empezar, te quiero muchísimo 💘 [glow_beryl_hippo_480]
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  • °La tarde envolvía el parque en una mezcla de luces cálidas y sombras largas. Una farola titilaba suavemente, bañando de ámbar el rostro de una chica que se aferraba a su delgado poste metálico como si fuera su único ancla. Su cuerpo, medio recargado, medio abrazado a la farola, parecía estar ahí desde hacía rato, inmóvil, ajeno al paso del tiempo.

    El mundo seguía su curso a su alrededor. Gente caminaba entre risas y charlas apagadas, los autos zumbaban en la carretera cercana, y las hojas de los árboles susurraban con la brisa templada. Pero ella no los veía. Su mirada estaba fija, perdida en un solo punto del parque: una banca vacía.

    Era una banca como cualquier otra, vieja, con la pintura descascarada y marcas del tiempo, pero para ella era todo menos común. Sus ojos, cargados de algo más profundo que simple nostalgia, se mantenían clavados ahí, como si esperara que en cualquier momento alguien apareciera y tomara asiento. Alguien que tal vez ya no llegaría nunca.

    Entre sus dedos, un cigarro ardía con lentitud. De vez en cuando lo llevaba a sus labios, exhalando una nube de humo que flotaba en espirales perezosas antes de desvanecerse en el aire. Cada calada parecía un intento por calmar algo que no se calmaba.

    Y aún así, no decía nada, no se movía. Solo permanecía ahí, abrazada a la farola, mirando esa banca vacía como si el pasado pudiera volver a ocuparla.°

    –(" Soy tan estúpida..")
    °La tarde envolvía el parque en una mezcla de luces cálidas y sombras largas. Una farola titilaba suavemente, bañando de ámbar el rostro de una chica que se aferraba a su delgado poste metálico como si fuera su único ancla. Su cuerpo, medio recargado, medio abrazado a la farola, parecía estar ahí desde hacía rato, inmóvil, ajeno al paso del tiempo. El mundo seguía su curso a su alrededor. Gente caminaba entre risas y charlas apagadas, los autos zumbaban en la carretera cercana, y las hojas de los árboles susurraban con la brisa templada. Pero ella no los veía. Su mirada estaba fija, perdida en un solo punto del parque: una banca vacía. Era una banca como cualquier otra, vieja, con la pintura descascarada y marcas del tiempo, pero para ella era todo menos común. Sus ojos, cargados de algo más profundo que simple nostalgia, se mantenían clavados ahí, como si esperara que en cualquier momento alguien apareciera y tomara asiento. Alguien que tal vez ya no llegaría nunca. Entre sus dedos, un cigarro ardía con lentitud. De vez en cuando lo llevaba a sus labios, exhalando una nube de humo que flotaba en espirales perezosas antes de desvanecerse en el aire. Cada calada parecía un intento por calmar algo que no se calmaba. Y aún así, no decía nada, no se movía. Solo permanecía ahí, abrazada a la farola, mirando esa banca vacía como si el pasado pudiera volver a ocuparla.° –(" Soy tan estúpida..")
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  • KARA ZOR-EL – PERFIL PSICOLÓGICO Y MOTIVACIONAL

    ✽ Edad: 22-23 años krono-kryptonianos al momento de salir.

    ✽ Cultura de origen: Hija de científicos, clase media alta kryptoniana, criada en una sociedad autoritaria marcada por la propaganda de Zod.

    ✽ Educación: Muy preparada científicamente, pero socialmente ingenua. Le enseñaron lo que “el Estado” quería que creyera.

    ✽ Crisis de fe: Al llegar a la Tierra y ver a “Superman”, su mundo se quiebra. Todo lo que sabe de Krypton y de Kal-El se vuelve dudoso. La propaganda la educó para una realidad que ya no existe.

    LLEGADA A LA TIERRA – TRAMAS CENTRALES INICIALES
    1. El Desfase Temporal

    ✽ Ella no sabe que pasaron 30 años. Cree que Kal-El debe estar cerca, posiblemente en peligro. La urgencia emocional de encontrarlo la impulsa.

    2. La Tierra como Terreno Hostil

    ✽ El sol, la comida, el idioma, la atmósfera, el clima. Todo le exige una adaptación dura y dolorosa.

    ✽ Sufre: vómitos, fiebre, alucinaciones, debilidad sensorial. Tal vez algo parecido al “mal de altura perpetuo” o como intoxicación solar lenta.

    3. El Refugio Rural

    ✽ Se esconde trabajando en una granja, sin papeles, sin ID, sin idioma.

    ✽ Vive con miedo constante de ser descubierta. La paranoia es doble: por su origen y por el “monstruo” que viste disfrazado de kryptoniano.


    🪫 DESARROLLO DE PODERES – FASES

    Fase 1: Descompensación física

    ✽ Dolores musculares, cambios en la piel, sueño alterado, hipersensibilidad auditiva o lumínica.

    Fase 2: Emergencia peligrosa

    ✽ Rompe una herramienta por accidente. Deja una abolladura en un tractor. Causa un accidente pequeño.

    ✽ Empieza a aislarse más. Tiene miedo de sí misma.

    Fase 3: Realización y negación

    ✽ Comprende que algo está cambiando en ella. Pero no quiere que sea cierto. No quiere ser “como él”.

    Fase 4: Adaptación forzada

    ✽ La necesidad la obliga a usar su fuerza (rescate, defensa, huida), y empieza a aceptarse, pero con culpa.



    TEMAS Y CONFLICTOS CLAVE

    El duelo por Kal-El

    ✽ Cuando finalmente entienda que el hombre que vio no es un monstruo, sino Kal... ya no será su bebé. Ya no lo necesitará. Y eso la destroza.

    El trauma del exilio

    ✽ Vive como una refugiada sin identidad. Cero derechos. Cero raíces. Cero red de contención.

    La pérdida de fe

    ✽ Krypton no era lo que pensaba. Tal vez los terroristas tenían razón. Tal vez su cultura cayó porque debía caer.

    El temor a sí misma

    ✽ ¿Y si el monstruo que vio no es él, sino lo que ella va a convertirse?

    POSIBLES CAPÍTULOS INICIALES

    “El aterrizaje”
    Llega al planeta, herida, confundida. Cae en un lago o pantano. Es recogida por un anciano granjero que cree que es una chica amnésica o inmigrante perdida.

    “La granja”
    Aprende a vivir, a trabajar. Tiene pesadillas con Krypton. Duda si debe buscar a Kal. Habla consigo misma en kryptoniano. Ve a Superman en una pantalla. Entra el pánico.

    “El primer quiebre”
    Una emergencia (animal herido, incendio, tornado) la obliga a usar su fuerza sin saber que la tiene. No puede negarlo más. ¿Es como él?

    “El miedo”
    Huye del lugar. Encuentra a alguien que la ayuda a ocultarse. Comienza a investigar a Superman, a Kal-El. Y lo que descubre la destruye.

    🧬 KARA ZOR-EL – PERFIL PSICOLÓGICO Y MOTIVACIONAL ✽ Edad: 22-23 años krono-kryptonianos al momento de salir. ✽ Cultura de origen: Hija de científicos, clase media alta kryptoniana, criada en una sociedad autoritaria marcada por la propaganda de Zod. ✽ Educación: Muy preparada científicamente, pero socialmente ingenua. Le enseñaron lo que “el Estado” quería que creyera. ✽ Crisis de fe: Al llegar a la Tierra y ver a “Superman”, su mundo se quiebra. Todo lo que sabe de Krypton y de Kal-El se vuelve dudoso. La propaganda la educó para una realidad que ya no existe. 🚀 LLEGADA A LA TIERRA – TRAMAS CENTRALES INICIALES 1. El Desfase Temporal ✽ Ella no sabe que pasaron 30 años. Cree que Kal-El debe estar cerca, posiblemente en peligro. La urgencia emocional de encontrarlo la impulsa. 2. La Tierra como Terreno Hostil ✽ El sol, la comida, el idioma, la atmósfera, el clima. Todo le exige una adaptación dura y dolorosa. ✽ Sufre: vómitos, fiebre, alucinaciones, debilidad sensorial. Tal vez algo parecido al “mal de altura perpetuo” o como intoxicación solar lenta. 3. El Refugio Rural ✽ Se esconde trabajando en una granja, sin papeles, sin ID, sin idioma. ✽ Vive con miedo constante de ser descubierta. La paranoia es doble: por su origen y por el “monstruo” que viste disfrazado de kryptoniano. 🪫 DESARROLLO DE PODERES – FASES Fase 1: Descompensación física ✽ Dolores musculares, cambios en la piel, sueño alterado, hipersensibilidad auditiva o lumínica. Fase 2: Emergencia peligrosa ✽ Rompe una herramienta por accidente. Deja una abolladura en un tractor. Causa un accidente pequeño. ✽ Empieza a aislarse más. Tiene miedo de sí misma. Fase 3: Realización y negación ✽ Comprende que algo está cambiando en ella. Pero no quiere que sea cierto. No quiere ser “como él”. Fase 4: Adaptación forzada ✽ La necesidad la obliga a usar su fuerza (rescate, defensa, huida), y empieza a aceptarse, pero con culpa. 🧠 TEMAS Y CONFLICTOS CLAVE El duelo por Kal-El ✽ Cuando finalmente entienda que el hombre que vio no es un monstruo, sino Kal... ya no será su bebé. Ya no lo necesitará. Y eso la destroza. El trauma del exilio ✽ Vive como una refugiada sin identidad. Cero derechos. Cero raíces. Cero red de contención. La pérdida de fe ✽ Krypton no era lo que pensaba. Tal vez los terroristas tenían razón. Tal vez su cultura cayó porque debía caer. El temor a sí misma ✽ ¿Y si el monstruo que vio no es él, sino lo que ella va a convertirse? 📚 POSIBLES CAPÍTULOS INICIALES “El aterrizaje” Llega al planeta, herida, confundida. Cae en un lago o pantano. Es recogida por un anciano granjero que cree que es una chica amnésica o inmigrante perdida. “La granja” Aprende a vivir, a trabajar. Tiene pesadillas con Krypton. Duda si debe buscar a Kal. Habla consigo misma en kryptoniano. Ve a Superman en una pantalla. Entra el pánico. “El primer quiebre” Una emergencia (animal herido, incendio, tornado) la obliga a usar su fuerza sin saber que la tiene. No puede negarlo más. ¿Es como él? “El miedo” Huye del lugar. Encuentra a alguien que la ayuda a ocultarse. Comienza a investigar a Superman, a Kal-El. Y lo que descubre la destruye.
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  • Sé que soy alguién fácil de olvidar... Después de todo, soy invisible para el resto... Soy un meta-animal, un animal... Alguién cómo yo debe estar en las sombras y ver desde la distancia a los demás hacer sus vidas... Sólo sé que me tengo a mí mísma.
    -La puercoespín con las rodillas apegadas a su cuerpo, abraza sus piernas para esconder su rostro y llorar en silencio.-
    Sé que soy alguién fácil de olvidar... Después de todo, soy invisible para el resto... Soy un meta-animal, un animal... Alguién cómo yo debe estar en las sombras y ver desde la distancia a los demás hacer sus vidas... Sólo sé que me tengo a mí mísma. -La puercoespín con las rodillas apegadas a su cuerpo, abraza sus piernas para esconder su rostro y llorar en silencio.-
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    // holi holi~ paso rápido a saludarlos y desearles una hermosa jornada.
    Quería invitar a quienes vean que se animen a interactuar con mis post ya que ando de nuevito por aquí y me gustaría hacer amigos :)
    Aún no he tenido respiro para hacer una ficha pero siempre aclaro brevemente las pautas de mi personaje.
    Sin más que agregar, estoy con muchas ganas de interactuar y divertirme, así que sin miedo!! //

    Att: Esky~
    // holi holi~ paso rápido a saludarlos y desearles una hermosa jornada. Quería invitar a quienes vean que se animen a interactuar con mis post ya que ando de nuevito por aquí y me gustaría hacer amigos :) Aún no he tenido respiro para hacer una ficha pero siempre aclaro brevemente las pautas de mi personaje. Sin más que agregar, estoy con muchas ganas de interactuar y divertirme, así que sin miedo!! // Att: Esky~ :STK-13:
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