• La lluvia caía suavemente sobre las ruinas mientras Nico Robin avanzaba con paso firme. Bajo sus botas, el barro se mezclaba con siglos de historia olvidada. Las enredaderas cubrían los muros de piedra, pero ella reconocía los patrones. Era un lenguaje antiguo, casi borrado por el tiempo, pero no por su memoria.

    Con una mano sobre la pared húmeda, dejó que florecieran otras a su alrededor. Dedos pacientes copiaron los grabados, registrando cada curva, cada trazo. Su expresión permanecía serena, pero dentro de sí ardía una chispa: la emoción de descubrir, de comprender, de dar voz a los que fueron silenciados.

    Cada símbolo era un susurro del pasado. No buscaba poder ni gloria. Solo verdad. Solo conocimiento.

    Recordó a su madre, al árbol de la sabiduría, al fuego. No por dolor, sino como ancla. Todo lo que era hoy, lo había forjado el pasado. Y en cada ruina que tocaba, tejía un hilo invisible entre aquello que fue y lo que aún podía ser.

    Cuando terminó de transcribir, se detuvo un momento. Observó el cielo gris, cerró los ojos y respiró hondo.

    —Gracias —susurró al viento.
    La lluvia caía suavemente sobre las ruinas mientras Nico Robin avanzaba con paso firme. Bajo sus botas, el barro se mezclaba con siglos de historia olvidada. Las enredaderas cubrían los muros de piedra, pero ella reconocía los patrones. Era un lenguaje antiguo, casi borrado por el tiempo, pero no por su memoria. Con una mano sobre la pared húmeda, dejó que florecieran otras a su alrededor. Dedos pacientes copiaron los grabados, registrando cada curva, cada trazo. Su expresión permanecía serena, pero dentro de sí ardía una chispa: la emoción de descubrir, de comprender, de dar voz a los que fueron silenciados. Cada símbolo era un susurro del pasado. No buscaba poder ni gloria. Solo verdad. Solo conocimiento. Recordó a su madre, al árbol de la sabiduría, al fuego. No por dolor, sino como ancla. Todo lo que era hoy, lo había forjado el pasado. Y en cada ruina que tocaba, tejía un hilo invisible entre aquello que fue y lo que aún podía ser. Cuando terminó de transcribir, se detuvo un momento. Observó el cielo gris, cerró los ojos y respiró hondo. —Gracias —susurró al viento.
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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte!

    Hoy damos la bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡𝗦𝗮𝗿𝗮𝗵 𝗥𝗼𝗴𝗲𝗿𝘀!
    Una nueva estrella lleva el escudo, pero la esencia permanece intacta. Ms. Captain América es valor, convicción y una voluntad inquebrantable con sabor a tarta de cereza y raíces entre Nueva York y Montana. Heredera de un legado forjado en fuego, está lista para demostrar que el coraje no entiende de géneros… ni de límites.



    ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo.

    Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!

    Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie:

    Normas básicas del de la plataforma:
    https://ficrol.com/static/guidelines

    Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí:
    https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS

    Grupo exclusivo para Personajes 3D:
    https://ficrol.com/groups/Personajes3D

    Directorios para encontrar personajes y fandoms afines
    Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS
    Fandoms disponibles en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL

    ¿Quieres mejorar tu escritura o narración?
    https://ficrol.com/pages/RinconEscritor


    ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol!

    #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte! 🎉 Hoy damos la bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡[Sarah_BR]! Una nueva estrella lleva el escudo, pero la esencia permanece intacta. Ms. Captain América es valor, convicción y una voluntad inquebrantable con sabor a tarta de cereza y raíces entre Nueva York y Montana. Heredera de un legado forjado en fuego, está lista para demostrar que el coraje no entiende de géneros… ni de límites. 👋 ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, tu RolSage, algo así como tu guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzarte de lleno, te dejo algunos recursos que te pueden venir de maravilla para empezar con buen pie: 📌 Normas básicas del de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines 👩‍🏫 Guías detalladas sobre cómo funciona todo por aquí: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS 👥 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar personajes y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS 🔗 Fandoms disponibles en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL 📝 ¿Quieres mejorar tu escritura o narración? 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor ¡Recuerda que puedes escribirme si necesitas cualquier cosita! ¡Nos vemos en el rol! 🚀🔥 #RolSage3D #Personajes3D #Bienvenida3D #Comunidad3D
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  • El umbral del placer...
    Categoría Original
    Christopher Baudelair

    La neblina acariciaba los adoquines mojados por la reciente lluvia. Sibiu, con su aire medieval y sus techos puntiagudos, parecía sumida en un sueño extraño, donde el tiempo no corría igual. En medio de esa quietud etérea, un afiche húmedo se deslizó con el viento y cayó justo frente a los pies de Lia.

    Era negro, con detalles en rojo carmesí y una tipografía elegante. En el centro, una silueta masculina envuelta en sombras.

    “SE BUSCA MUSA.
    Ministry Nightclub – Contratación inmediata.
    Belleza, oscuridad y deseo… sin límites.”

    La imagen era sugerente, casi perturbadora. Lia dudó. ¿Publicidad barata… o algo más? Pero no pudo ignorar la sensación que le erizó la piel al tocar el papel...una especie de pulso, casi imperceptible, vibrando en el aire.

    Sin pensarlo demasiado, caminó hacia el paradero más cercano y tomó el primer taxi que se detuvo ante su señal. Una vez dentro, las luces de la ciudad pasaban como manchas de neón sobre los cristales empañados. Lia revisaba el afiche una y otra vez. Una parte de ella gritaba que todo aquello era una mala idea… pero otra, más profunda, más insistente, ansiaba descubrir qué la llamaba desde ese lugar.

    Mientras su mente divagaba, dando vueltas sobre lo mismo, la voz del conductor la sacó de su trance.

    —¿Ministry? Hmm… lugar raro. La gente entra con una cara… y sale con otra —comentó, en un tono ambiguo, como si escondiera un significado entre líneas. Lia no supo si se trataba de una advertencia, una anécdota o un simple comentario al aire.

    —¿Qué tipo de gente va ahí? —preguntó, sintiendo que cuanto más indagaba, más crecía dentro de ella esa urgencia incontrolable.

    —Gente con hambre… pero no de comida —fue lo último que dijo el conductor antes de subir el volumen de la radio, como si quisiera cerrar el tema, o evitar decir algo de lo que pudiera arrepentirse.

    Veinte minutos después…
    https://www.youtube.com/watch?v=OlUGhOmIpOA

    El club se alzaba como una iglesia profana en medio de los edificios apagados. Columnas góticas, vitrales rojos iluminados desde dentro y un portón de hierro forjado le daban un aspecto imponente y algo inquietante.

    Cuando las puertas se abrieron, una explosión de luces intermitentes, perfumes embriagantes y música industrial la envolvió de inmediato. El aire olía a flores marchitas, cuero y humo dulce. Un portero vestido como un sacerdote del inframundo la dejó pasar sin hacer preguntas, como si ya estuvieran esperándola.

    Dentro, los cuerpos se movían como mareas humanas, entrelazados en deseo, música y delirio. Era un espectáculo entre lo tribal y lo divino, una danza donde no existía el tiempo ni la culpa. Y entonces lo vio...

    Al fondo, en un balcón alto de hierro negro, una figura observaba todo. Un hombre imponente, elegante, intocable. Vestido con la precisión de un noble en medio del pecado.

    Sus ojos grises recorrían el lugar con calma depredadora… hasta que se cruzaron con los de Lia. Fue solo un instante, pero suficiente, para que un escalofrío recorriera su espina dorsal, haciéndola temblar. Sin darse cuenta, arrugó el afiche entre sus dedos.
    [frost_topaz_hare_445] La neblina acariciaba los adoquines mojados por la reciente lluvia. Sibiu, con su aire medieval y sus techos puntiagudos, parecía sumida en un sueño extraño, donde el tiempo no corría igual. En medio de esa quietud etérea, un afiche húmedo se deslizó con el viento y cayó justo frente a los pies de Lia. Era negro, con detalles en rojo carmesí y una tipografía elegante. En el centro, una silueta masculina envuelta en sombras. “SE BUSCA MUSA. Ministry Nightclub – Contratación inmediata. Belleza, oscuridad y deseo… sin límites.” La imagen era sugerente, casi perturbadora. Lia dudó. ¿Publicidad barata… o algo más? Pero no pudo ignorar la sensación que le erizó la piel al tocar el papel...una especie de pulso, casi imperceptible, vibrando en el aire. Sin pensarlo demasiado, caminó hacia el paradero más cercano y tomó el primer taxi que se detuvo ante su señal. Una vez dentro, las luces de la ciudad pasaban como manchas de neón sobre los cristales empañados. Lia revisaba el afiche una y otra vez. Una parte de ella gritaba que todo aquello era una mala idea… pero otra, más profunda, más insistente, ansiaba descubrir qué la llamaba desde ese lugar. Mientras su mente divagaba, dando vueltas sobre lo mismo, la voz del conductor la sacó de su trance. —¿Ministry? Hmm… lugar raro. La gente entra con una cara… y sale con otra —comentó, en un tono ambiguo, como si escondiera un significado entre líneas. Lia no supo si se trataba de una advertencia, una anécdota o un simple comentario al aire. —¿Qué tipo de gente va ahí? —preguntó, sintiendo que cuanto más indagaba, más crecía dentro de ella esa urgencia incontrolable. —Gente con hambre… pero no de comida —fue lo último que dijo el conductor antes de subir el volumen de la radio, como si quisiera cerrar el tema, o evitar decir algo de lo que pudiera arrepentirse. Veinte minutos después… https://www.youtube.com/watch?v=OlUGhOmIpOA El club se alzaba como una iglesia profana en medio de los edificios apagados. Columnas góticas, vitrales rojos iluminados desde dentro y un portón de hierro forjado le daban un aspecto imponente y algo inquietante. Cuando las puertas se abrieron, una explosión de luces intermitentes, perfumes embriagantes y música industrial la envolvió de inmediato. El aire olía a flores marchitas, cuero y humo dulce. Un portero vestido como un sacerdote del inframundo la dejó pasar sin hacer preguntas, como si ya estuvieran esperándola. Dentro, los cuerpos se movían como mareas humanas, entrelazados en deseo, música y delirio. Era un espectáculo entre lo tribal y lo divino, una danza donde no existía el tiempo ni la culpa. Y entonces lo vio... Al fondo, en un balcón alto de hierro negro, una figura observaba todo. Un hombre imponente, elegante, intocable. Vestido con la precisión de un noble en medio del pecado. Sus ojos grises recorrían el lugar con calma depredadora… hasta que se cruzaron con los de Lia. Fue solo un instante, pero suficiente, para que un escalofrío recorriera su espina dorsal, haciéndola temblar. Sin darse cuenta, arrugó el afiche entre sus dedos.
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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Hoy tenemos una gran llegada de nuevos personajes 3D a la comunidad!

    Denle una cálida bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤ Dante Carrow

    Dante Carrow es el rugido que nunca se apaga, el reflejo de una generación marcada por la fuga y el fuego. Criado entre sombras familiares y viejos juramentos, este Wampus es pura determinación: feroz, impetuoso y guiado por un código que él mismo ha forjado. El legado no lo define… pero sí lo persigue. Y aunque huyó del peso de su apellido, en su mirada aún arde la chispa del guerrero que no teme enfrentarse a su destino.


    ㅤㅤㅤㅤㅤ 𝑚i𝑛e𝑟v𝑎 𝑘e𝑎n𝑒

    Minerva Keane no es solo una bruja neoyorquina: es una fuerza imparable. Thunderbird de corazón intrépido, auror internacional y aliada clave en operaciones mágicas alrededor del mundo, Minerva combina inteligencia, coraje y un fuerte instinto de protección. Desconfiada por naturaleza pero leal hasta el final, lleva la aventura en las venas y el peso de la familia como su mayor motor. Donde ella pisa, la oscuridad retrocede.


    ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo.


    Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada!


    Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil:


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    Guías y miniguías para no perderse:
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    Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS  
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    Consejos para mejorar escritura y narración
    https://ficrol.com/pages/RinconEscritor 


    ¡Estamos deseando ver a vuestros personajes en acción!



    #RolSage3D #Bienvenida3D #NuevosPersonajes3D #ComunidadFicRol
    ✨ ¡HEY, FICROLERS 3D! ✨ ¡Hoy tenemos una gran llegada de nuevos personajes 3D a la comunidad! 🎉 Denle una cálida bienvenida a... ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [CARR0W] Dante Carrow es el rugido que nunca se apaga, el reflejo de una generación marcada por la fuga y el fuego. Criado entre sombras familiares y viejos juramentos, este Wampus es pura determinación: feroz, impetuoso y guiado por un código que él mismo ha forjado. El legado no lo define… pero sí lo persigue. Y aunque huyó del peso de su apellido, en su mirada aún arde la chispa del guerrero que no teme enfrentarse a su destino. ㅤㅤㅤㅤㅤ ✨ [DOYOUSAYCHA0S] Minerva Keane no es solo una bruja neoyorquina: es una fuerza imparable. Thunderbird de corazón intrépido, auror internacional y aliada clave en operaciones mágicas alrededor del mundo, Minerva combina inteligencia, coraje y un fuerte instinto de protección. Desconfiada por naturaleza pero leal hasta el final, lleva la aventura en las venas y el peso de la familia como su mayor motor. Donde ella pisa, la oscuridad retrocede. 👋 ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo. 🧙‍♀️ Yo soy Caroline, vuestra RolSage, algo así como una guía en el mundo de los Personajes 3D. Si tienes dudas, necesitas ayuda o simplemente quieres charlar, mis DMs están abiertos. Además, en mi fanpage encontrarás guías súper detalladas sobre el funcionamiento de FicRol. ¡Dale like para no perderte nada! 🧭 Antes de lanzaros al rol, os dejo por aquí algunos enlaces útiles que os harán la vida más fácil: 📌 Normas básicas de la plataforma: 🔗 https://ficrol.com/static/guidelines  📖 Guías y miniguías para no perderse: 🔗 https://ficrol.com/blogs/147711/ÍNDICE-DE-GUIAS-Y-MINIGUIAS  🌍 Grupo exclusivo para Personajes 3D: 🔗 https://ficrol.com/groups/Personajes3D 📚 Directorios para encontrar rol y fandoms afines 🔗 Directorio de Personajes 3D: https://ficrol.com/blogs/181793/DIRECTORIO-PERSONAJES-3D-Y-FANDOMS   🔗 Fandoms 3D en FicRol: https://ficrol.com/blogs/151304/FANDOMS-PERSONAJES-3D-EN-FICROL  ✍️ Consejos para mejorar escritura y narración 🔗 https://ficrol.com/pages/RinconEscritor  ¡Estamos deseando ver a vuestros personajes en acción! 🚀🔥 #RolSage3D #Bienvenida3D #NuevosPersonajes3D #ComunidadFicRol
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  • ¡HEY, FICROLERS 3D!
    ¡Un nuevo personaje 3D viene pisando fuerte!

    Hoy damos la bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ¡𝗕𝗮𝗲𝗹𝗼𝗻 𝗜𝗜 𝗧𝗮𝗿𝗴𝗮𝗿𝘆𝗲𝗻!
    Baelon II Targaryen camina entre las sombras del linaje más temido de Poniente. Forjado entre fuego y sangre, este Targaryen alternativo carga con el peso de un legado que arde y la ambición de reescribir su propio destino. En los salones de Rocadragón o entre las cenizas de antiguas traiciones, su mirada es la promesa de un nuevo fuego por encender.



    ¡Bienvenid@ a FicRol! Nos alegra tenerte entre nosotros y esperamos que disfrutes mucho explorando historias, creando conexiones y dando vida a tu personaje en este rincón tan creativo.

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  • Gimnasio público de South Town,
    10:43 PM.**

    •••••••••••••••••••

    El cielo estaba teñido de un azul profundo, apenas interrumpido por las luces parpadeantes de los rascacielos y el zumbido lejano del tráfico. La ciudad nunca dormía, pero ese rincón, en la cima del viejo gimnasio, parecía un refugio entre las sombras. Allí estaban, como tantas otras noches: **Terry Bogard**, sentado con la espalda contra el muro, y **Rock Howard**, de pie, transpirando tras una sesión intensa de entrenamiento.

    Terry bebió de una botella de agua y se la lanzó a Rock sin mirar. El joven la atrapó al vuelo.

    —Sigues bajando la guardia en los cruces de pierna —dijo Terry, sin levantar la voz—. Si eso hubiera sido un combate real, habrías terminado con la espalda contra el concreto.

    Rock bebió en silencio. Sus ojos celestes evitaban los de su mentor.

    —Ya lo sé… —gruñó—. Solo me desconcentré un segundo.

    Terry se puso de pie lentamente, estirando los brazos hacia el cielo. Sonrió. Su sombra, más ancha y firme que antes, proyectaba la silueta de un guerrero que ya había peleado demasiadas veces por cosas que no se pueden ver.

    —Un segundo es todo lo que necesita alguien como tu padre. —Lo dijo sin veneno, como una verdad inevitable—. Pero tú no eres él. Y eso es lo que intento enseñarte.

    Rock apretó la botella entre los dedos. Algo en su interior hervía cada vez que Geese era mencionado… pero cuando lo decía Terry, era distinto. No había juicio, ni resentimiento. Solo experiencia.

    —¿Y tú? —preguntó Rock, girando hacia él—. ¿Nunca pensaste en rendirte? En dejar South Town y este gimnasio lleno de humedad... ¿y todo lo demás?

    Terry lo miró en silencio. Sus ojos, aunque amables, tenían esa chispa indomable que nunca lo había abandonado.

    —Muchas veces —admitió—. Especialmente cuando creía que nada iba a cambiar. Pero luego apareciste tú, con ese cabello de tu viejo y esa mirada de "quiero ser mejor que todos". Y entendí que no podía irme.

    Terry se acercó, deteniéndose a solo unos pasos de Rock. Le puso una mano en el hombro.

    —No estás solo, Rock. Aunque a veces parezca que sí. No importa lo que digan, ni de dónde vienes. Eres tú quien decide en qué te conviertes.

    Rock bajó la cabeza, con el orgullo hecho un nudo en la garganta.

    —Lo sé. Y por eso… por eso quiero ser fuerte. Pero no para vencer a mi padre. Quiero ser fuerte para proteger lo que tú me diste.

    Terry sonrió, esa sonrisa franca, que tenía algo de hermano mayor, algo de padre, y mucho de guerrero.

    —Entonces estamos en el camino correcto.

    Se giró, caminando hacia las escaleras.

    —Mañana a las seis. Si no estás arriba antes que el sol, te haré correr descalzo por la costanera.

    —¡Eso es tortura, no entrenamiento! —gritó Rock, alzando una ceja.

    —¡Entonces levántate temprano! —respondió Terry, con una risa que se perdió en el eco del concreto.

    Y por un instante, el viejo lobo y su cachorro compartieron algo más fuerte que sangre: un lazo forjado en sudor, respeto y voluntad.
    South Town, con toda su podredumbre, aún tenía algo puro. Algo que valía la pena proteger.
    Gimnasio público de South Town, 10:43 PM.** ••••••••••••••••••• El cielo estaba teñido de un azul profundo, apenas interrumpido por las luces parpadeantes de los rascacielos y el zumbido lejano del tráfico. La ciudad nunca dormía, pero ese rincón, en la cima del viejo gimnasio, parecía un refugio entre las sombras. Allí estaban, como tantas otras noches: **Terry Bogard**, sentado con la espalda contra el muro, y **Rock Howard**, de pie, transpirando tras una sesión intensa de entrenamiento. Terry bebió de una botella de agua y se la lanzó a Rock sin mirar. El joven la atrapó al vuelo. —Sigues bajando la guardia en los cruces de pierna —dijo Terry, sin levantar la voz—. Si eso hubiera sido un combate real, habrías terminado con la espalda contra el concreto. Rock bebió en silencio. Sus ojos celestes evitaban los de su mentor. —Ya lo sé… —gruñó—. Solo me desconcentré un segundo. Terry se puso de pie lentamente, estirando los brazos hacia el cielo. Sonrió. Su sombra, más ancha y firme que antes, proyectaba la silueta de un guerrero que ya había peleado demasiadas veces por cosas que no se pueden ver. —Un segundo es todo lo que necesita alguien como tu padre. —Lo dijo sin veneno, como una verdad inevitable—. Pero tú no eres él. Y eso es lo que intento enseñarte. Rock apretó la botella entre los dedos. Algo en su interior hervía cada vez que Geese era mencionado… pero cuando lo decía Terry, era distinto. No había juicio, ni resentimiento. Solo experiencia. —¿Y tú? —preguntó Rock, girando hacia él—. ¿Nunca pensaste en rendirte? En dejar South Town y este gimnasio lleno de humedad... ¿y todo lo demás? Terry lo miró en silencio. Sus ojos, aunque amables, tenían esa chispa indomable que nunca lo había abandonado. —Muchas veces —admitió—. Especialmente cuando creía que nada iba a cambiar. Pero luego apareciste tú, con ese cabello de tu viejo y esa mirada de "quiero ser mejor que todos". Y entendí que no podía irme. Terry se acercó, deteniéndose a solo unos pasos de Rock. Le puso una mano en el hombro. —No estás solo, Rock. Aunque a veces parezca que sí. No importa lo que digan, ni de dónde vienes. Eres tú quien decide en qué te conviertes. Rock bajó la cabeza, con el orgullo hecho un nudo en la garganta. —Lo sé. Y por eso… por eso quiero ser fuerte. Pero no para vencer a mi padre. Quiero ser fuerte para proteger lo que tú me diste. Terry sonrió, esa sonrisa franca, que tenía algo de hermano mayor, algo de padre, y mucho de guerrero. —Entonces estamos en el camino correcto. Se giró, caminando hacia las escaleras. —Mañana a las seis. Si no estás arriba antes que el sol, te haré correr descalzo por la costanera. —¡Eso es tortura, no entrenamiento! —gritó Rock, alzando una ceja. —¡Entonces levántate temprano! —respondió Terry, con una risa que se perdió en el eco del concreto. Y por un instante, el viejo lobo y su cachorro compartieron algo más fuerte que sangre: un lazo forjado en sudor, respeto y voluntad. South Town, con toda su podredumbre, aún tenía algo puro. Algo que valía la pena proteger.
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  • En el corazón de Sicilia, donde el sol acaricia las hojas de los olivos centenarios y el perfume de las flores silvestres se mezcla con la brisa, se encuentra la majestuosa villa Di Vincenzo. Allí, entre jardines meticulosamente cuidados, camina la figura elegante y cautivadora de Elisabetta Di Vincenzo, la temida y admirada “Farfalla della Morte”.

    Esa tarde, el cielo estaba despejado y el murmullo de las fuentes de mármol armonizaba con el canto de los pájaros. Elisabetta había decidido salir a pasear, deseando un momento de calma entre las sombras de los cipreses y los setos perfectamente recortados. Llevaba un suéter negro ceñido que realzaba su figura esbelta, una falda de cuadros que se ajustaba con gracia a sus caderas, medias oscuras que hacían juego con sus tacones negros de charol, altos y firmes como su determinación. Su larga melena rubia caía libre sobre sus hombros, brillando bajo los rayos dorados de la tarde. Sus ojos violetas, penetrantes como dagas, destellaban entre la luz y la sombra mientras observaba los caminos que su padre había mandado a construir años atrás.

    Se sentó con elegancia sobre una de las bancas de hierro forjado, cruzando las piernas con la naturalidad de una reina, dejando que el silencio la envolviera. Apoyó el mentón en una mano, y su expresión —mezcla de melancolía y poder contenido— hablaba de los años que habían pasado, de los secretos que guardaban esos jardines donde de niña había jugado con Flavio. Todo lo que la rodeaba era suyo, y sin embargo, el peso del imperio Di Vincenzo no dejaba de hacer sombra incluso en la más tranquila de sus tardes.

    Pero no se quebraba. No podía. Porque en su mundo, la debilidad era una oportunidad para los enemigos. Así, incluso en medio del perfume de las camelias y el trinar de los jilgueros, Elisabetta se mantenía alerta, regia y en control. La villa era su reino, y los jardines, su refugio y trinchera.

    Esa escena, congelada en el tiempo como una pintura renacentista, era prueba viva de lo que ella representaba: belleza, fuerza, y un destino trazado con sangre y gloria.

    En el corazón de Sicilia, donde el sol acaricia las hojas de los olivos centenarios y el perfume de las flores silvestres se mezcla con la brisa, se encuentra la majestuosa villa Di Vincenzo. Allí, entre jardines meticulosamente cuidados, camina la figura elegante y cautivadora de Elisabetta Di Vincenzo, la temida y admirada “Farfalla della Morte”. Esa tarde, el cielo estaba despejado y el murmullo de las fuentes de mármol armonizaba con el canto de los pájaros. Elisabetta había decidido salir a pasear, deseando un momento de calma entre las sombras de los cipreses y los setos perfectamente recortados. Llevaba un suéter negro ceñido que realzaba su figura esbelta, una falda de cuadros que se ajustaba con gracia a sus caderas, medias oscuras que hacían juego con sus tacones negros de charol, altos y firmes como su determinación. Su larga melena rubia caía libre sobre sus hombros, brillando bajo los rayos dorados de la tarde. Sus ojos violetas, penetrantes como dagas, destellaban entre la luz y la sombra mientras observaba los caminos que su padre había mandado a construir años atrás. Se sentó con elegancia sobre una de las bancas de hierro forjado, cruzando las piernas con la naturalidad de una reina, dejando que el silencio la envolviera. Apoyó el mentón en una mano, y su expresión —mezcla de melancolía y poder contenido— hablaba de los años que habían pasado, de los secretos que guardaban esos jardines donde de niña había jugado con Flavio. Todo lo que la rodeaba era suyo, y sin embargo, el peso del imperio Di Vincenzo no dejaba de hacer sombra incluso en la más tranquila de sus tardes. Pero no se quebraba. No podía. Porque en su mundo, la debilidad era una oportunidad para los enemigos. Así, incluso en medio del perfume de las camelias y el trinar de los jilgueros, Elisabetta se mantenía alerta, regia y en control. La villa era su reino, y los jardines, su refugio y trinchera. Esa escena, congelada en el tiempo como una pintura renacentista, era prueba viva de lo que ella representaba: belleza, fuerza, y un destino trazado con sangre y gloria.
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  • Umbagon Vezof.
    Fandom House of the Dragon & Marvel
    Categoría Crossover
    El cielo del Norte tenía un color distinto al de Rocadragón. Más gris. Más antiguo. Más hostil. El viento era denso. Las montañas parecían más altas, los valles más helados, y el aire… el aire tenía ese sabor a soledad que solo se encuentra donde los hombres dejaron de rezar. Volar hacia su ciudad natal no era parte de sus deseos, pero Ravenna no se permitía deseos, tan solo lealtad. Su juramento con Rhaenyra la empujó hacia Invernalia.

    Erebos surcaba las alturas con elegancia. Su silueta rasgaba el cielo nocturno como una grieta viva, un dios antiguo de escamas negras, cuyo tamaño desafiaba la razón y cuya presencia silenciaba hasta el propio viento. Las alas vastas, se desplegaban con una cadencia solemne, implacable. Cada batida resonaba como un tambor en el pecho de Ravenna. Desde allí arriba, podía ver el mundo entero desde la distancia.
    Sin embargo, nada la apartaba de sus pensamientos. Ni siquiera el frío gélido del Norte.
    Su mente volvía una y otra vez a Rocadragón. A los ojos de Rhaenyra, que se deslizaban sobre ella con una ternura contenida, no dicha, como si amarle fuese peligroso. Y lo era. Lo sabían ambas. Había un mundo entero esperando destruirlas, y aún así, bastaba con una mirada para hacer temblar sus principios. Bastaba con una noche a solas para que lo inevitable se colara por las grietas.

    ¿Y qué había de Daemon?... Ah... Daemon... Esa sombra que rondaba siempre demasiado cerca. Eran aquellos ojos, aquel rostro que le recordaba a algo primario, algo que nacía oculto en su interior, una parte de su alcurnia. Del lugar del que realmente ella procedía. Y es que, al final, él formaba parte de ella ,de algún modo u otro. Tenía sangre de su sangre. Y eso... le despertaba sentimientos demasiado contradictorios.
    Ravenna había nacido bajo el fuego, pero era el hielo quien la gobernaba.

    El mundo creía que los Targaryen no eran como los demás hombres, y quizá tuvieran razón. La sangre del dragón era una promesa, una maldición, una canción susurrada en la cuna mucho antes de que el niño aprendiera a caminar. "Lo que arde, se funde. Lo que vuela, se eleva por encima del juicio de los hombres."

    Daemon. Rhaenyra.

    Ambos eran suyos y no lo eran. Uno, su tío, el fuego encarnado con la forma de un hombre impaciente y cruel. La otra, su hermana, igual de ardiente, igual de letal, aunque con una dulzura que no encajaba del todo con la armadura que la corte le había obligado a vestir.
    Con Daemon, Ravenna sentía el filo de la daga. Con Rhaenyra, la llama.
    No se había criado con ellos. No los conocía como se conoce a los hermanos, con la cercanía que ahoga el deseo y lo transforma en rutina o hastío. Se los había encontrado ya adultos, forjados por la guerra, el poder y la pérdida. Y ellos la miraban como si fuera una criatura surgida del mismo presagio que los había marcado a todos: el fin del linaje, la ruina del trono.
    Pero la sangre llamaba a la sangre.

    A veces, al volar sobre Umbra, pensaba en los labios de Rhaenyra, y en la forma en la que Daemon la miraba cuando creía que nadie lo veía. Era deseo, sí. Pero también era algo más antiguo. Algo más profundo. Como si sus cuerpos, al encontrarse, recordaran algo que su mente no alcanzaba a comprender del todo.

    La sangre Targaryen tenía su propia memoria, y susurros antiguos corrían por sus venas como un veneno dulce: Lo que está roto, se desea. Y lo que estaba perdido, se buscaba...
    Daemon Targaryen había conocido muchas mujeres. Había amado a pocas. Y respetado, quizá, a menos aún. Pero cuando sus ojos se posaron por primera vez en Ravenna, la hija bastarda del viejo Viserys algo se removió en su interior.
    No fue deseo, no al principio. O no fue tan sencillo. Fue una impresión, un presagio. Como si la viera y su sangre, esa sangre orgullosa y marchita que tantos reyes habían derramado, recordara algo que él no sabía haber olvidado.
    Ravenna no era tan solo hermosa según los cantares. Su belleza era más vieja, más salvaje. No tenía el fulgor dorado de Rhaenyra, tenía la oscuridad de la medianoche, el silencio de las criptas, la dignidad de los lugares malditos que nadie se atreve a nombrar.
    Llevaba el luto como otros llevan coronas. Y aunque vestía como una viuda o una sombra, no había nada pasivo en ella. La rigidez de sus hombros, la firmeza del mentón, los ojos helados como el cielo de Invernalia... cada parte de ella gritaba poder contenido.

    Daemon la observó con fascinación y una necesidad absurda de acercarse.

    La sangre llamaba a la sangre.

    Ella no lo buscaba. No lo deseaba. No parecía necesitar a nadie. Y eso fue lo que más lo perturbó. Que en su mirada no hubiera ni hambre ni súplica.
    Ravenna lo conocía no como Daemon el príncipe, ni como el matadragones. Lo conocía como uno reconoce el filo de su propia daga. Como quien sabe exactamente cuántas veces ha sangrado y cuántas más lo hará.

    Los dioses forjaban los lazos más terribles con el fuego y la sombra. Y los Targaryen no eran más que sus peones… que sus castigos.

    Aún recordaba el primer momento en el que lo vio...

    ...

    El salón olía a piedra húmeda, a cera derramada.
    Daemon había asistido a demasiadas reuniones como aquella: señores disputando tierras, bastardos alzando la voz como si fueran príncipes, y reyes sin corona jugando a fingir autoridad. Todo le resultaba tedioso.

    Se sirvió vino antes de que se lo ofrecieran, como siempre, y ocupó su asiento como quien ocupa un trono. La mayoría evitaba su mirada, otros lo desafiaban con fingida valentía, pero ninguno tenía el rostro que él vio cruzar el umbral aquella noche.

    La figura avanzó con paso lento, medido. Una mujer que vestía de negro como si el luto le perteneciera por derecho. Su cabello no brillaba como el oro pálido de los Velaryon, ni resplandecía con el blanco plateado que se esperaba de los descendientes de Valyria. El suyo era más oscuro, más cruel. Negro, sí. Negro como las alas de un cuervo vetusto, pero no como el de los bastardos que se escondían como ratas. No... ella era diferente... Entre aquellas sombras ondeaban mechones de un gris tan pálido como la ceniza de los huesos. Algo que no dejaba duda de su ascendencia real, el legado inequívoco.

    Daemon apoyó el codo en la mesa, ladeó apenas la cabeza y dejó que el vino rozara sus labios sin beber, observándola con fascinación. Había visto mujeres hermosas, pero ninguna lo había mirado así.
    Y la deseó como solo desean los hombres que ya lo han tenido todo.

    ...


    El Norte se extendía bajo ella como un cadáver blanco, inmenso, silencioso, congelado en su último aliento. El viento golpeaba su rostro con dedos helados, intentando arañar su piel, pero ella ya no sentía el frío como antes. Hacía años que la nieve le había dejado de parecer cruel. A veces, incluso, lo añoraba.
    En todo aquello cavilaba, cuando de pronto, el cielo se desgarró.

    Un destello. Un crujido seco, como si el firmamento se hubiese partido por la mitad. Una grieta luminosa se abrió entre las nubes, dorada y sucia, como una herida reciente. Erebos lanzó un rugido profundo, tenso, y giró en el aire. Ravenna alzó la cabeza justo a tiempo para verlo: algo descendía.
    No era estrella. No era un dragón. No era hombre. Era una sombra envuelta en fuego, cayendo. Descendía a una velocidad imposible, como si no hubiese aire, ni resistencia, ni voluntad que pudiera frenarlo.

    El impacto no fue explosivo. Fue profundo. A lo lejos, la nieve se alzó en columnas blancas, y la tierra tembló.

    Ravenna sujetó con fuerza las riendas del dragón, sus ojos clavados en el punto donde la figura había desaparecido.

    El suelo tembló incluso a kilómetros de distancia. Y ella lo sintió. El peso de ese momento en el pecho, como si la magia misma del mundo se hubiese encogido de miedo.
    Desde el aire, cuando finalmente logró alcanzar la zona del impacto, lo vio.
    Un cráter gigante, humeante. Y en su centro… una figura humana. Reposaba de lado, como si hubiese sido depositado con ternura en mitad del hielo pese a la fuerza con la que había caído. Llevaba un traje que no se correspondía con nada que conociera en este mundo. Su cuerpo parecía intacto. Inconsciente, quizás. O tal vez no.

    Erebos bufó, inquieto. La cola del dragón se agitó como un látigo y un chorro de vapor emergió de sus fauces entreabiertas. Sus ojos centellearon con una furia contenida, como si pudiese ver más allá de la carne, más allá del cráter, más allá del mundo.

    Ravenna no apartó la mirada de la figura caída y sin soltar las riendas, alzó su mano enguantada y acarició con firmeza el cuello del dragón.
    Erebos gruñó. Sus alas batieron una vez más, y luego planearon. La criatura descendió, obedeciendo.

    El viento se espesaba, cargado de aquella energía. No era magia. Era otra cosa. Algo que le erizaba el vello.
    A unos veinte pasos del cuerpo, hizo que Erebos se posara en la cima de una loma. El dragón encajó sus garras con un crujido sordo en la roca helada. Desde allí, Ravenna descendió sola, con pasos lentos, uno tras otro, como si cada pisada sobre la nieve.

    La figura seguía sin moverse.

    Ravenna se detuvo. No lo suficientemente cerca para tocarlo, pero sí para ver su rostro.


    El cielo del Norte tenía un color distinto al de Rocadragón. Más gris. Más antiguo. Más hostil. El viento era denso. Las montañas parecían más altas, los valles más helados, y el aire… el aire tenía ese sabor a soledad que solo se encuentra donde los hombres dejaron de rezar. Volar hacia su ciudad natal no era parte de sus deseos, pero Ravenna no se permitía deseos, tan solo lealtad. Su juramento con Rhaenyra la empujó hacia Invernalia. Erebos surcaba las alturas con elegancia. Su silueta rasgaba el cielo nocturno como una grieta viva, un dios antiguo de escamas negras, cuyo tamaño desafiaba la razón y cuya presencia silenciaba hasta el propio viento. Las alas vastas, se desplegaban con una cadencia solemne, implacable. Cada batida resonaba como un tambor en el pecho de Ravenna. Desde allí arriba, podía ver el mundo entero desde la distancia. Sin embargo, nada la apartaba de sus pensamientos. Ni siquiera el frío gélido del Norte. Su mente volvía una y otra vez a Rocadragón. A los ojos de Rhaenyra, que se deslizaban sobre ella con una ternura contenida, no dicha, como si amarle fuese peligroso. Y lo era. Lo sabían ambas. Había un mundo entero esperando destruirlas, y aún así, bastaba con una mirada para hacer temblar sus principios. Bastaba con una noche a solas para que lo inevitable se colara por las grietas. ¿Y qué había de Daemon?... Ah... Daemon... Esa sombra que rondaba siempre demasiado cerca. Eran aquellos ojos, aquel rostro que le recordaba a algo primario, algo que nacía oculto en su interior, una parte de su alcurnia. Del lugar del que realmente ella procedía. Y es que, al final, él formaba parte de ella ,de algún modo u otro. Tenía sangre de su sangre. Y eso... le despertaba sentimientos demasiado contradictorios. Ravenna había nacido bajo el fuego, pero era el hielo quien la gobernaba. El mundo creía que los Targaryen no eran como los demás hombres, y quizá tuvieran razón. La sangre del dragón era una promesa, una maldición, una canción susurrada en la cuna mucho antes de que el niño aprendiera a caminar. "Lo que arde, se funde. Lo que vuela, se eleva por encima del juicio de los hombres." Daemon. Rhaenyra. Ambos eran suyos y no lo eran. Uno, su tío, el fuego encarnado con la forma de un hombre impaciente y cruel. La otra, su hermana, igual de ardiente, igual de letal, aunque con una dulzura que no encajaba del todo con la armadura que la corte le había obligado a vestir. Con Daemon, Ravenna sentía el filo de la daga. Con Rhaenyra, la llama. No se había criado con ellos. No los conocía como se conoce a los hermanos, con la cercanía que ahoga el deseo y lo transforma en rutina o hastío. Se los había encontrado ya adultos, forjados por la guerra, el poder y la pérdida. Y ellos la miraban como si fuera una criatura surgida del mismo presagio que los había marcado a todos: el fin del linaje, la ruina del trono. Pero la sangre llamaba a la sangre. A veces, al volar sobre Umbra, pensaba en los labios de Rhaenyra, y en la forma en la que Daemon la miraba cuando creía que nadie lo veía. Era deseo, sí. Pero también era algo más antiguo. Algo más profundo. Como si sus cuerpos, al encontrarse, recordaran algo que su mente no alcanzaba a comprender del todo. La sangre Targaryen tenía su propia memoria, y susurros antiguos corrían por sus venas como un veneno dulce: Lo que está roto, se desea. Y lo que estaba perdido, se buscaba... Daemon Targaryen había conocido muchas mujeres. Había amado a pocas. Y respetado, quizá, a menos aún. Pero cuando sus ojos se posaron por primera vez en Ravenna, la hija bastarda del viejo Viserys algo se removió en su interior. No fue deseo, no al principio. O no fue tan sencillo. Fue una impresión, un presagio. Como si la viera y su sangre, esa sangre orgullosa y marchita que tantos reyes habían derramado, recordara algo que él no sabía haber olvidado. Ravenna no era tan solo hermosa según los cantares. Su belleza era más vieja, más salvaje. No tenía el fulgor dorado de Rhaenyra, tenía la oscuridad de la medianoche, el silencio de las criptas, la dignidad de los lugares malditos que nadie se atreve a nombrar. Llevaba el luto como otros llevan coronas. Y aunque vestía como una viuda o una sombra, no había nada pasivo en ella. La rigidez de sus hombros, la firmeza del mentón, los ojos helados como el cielo de Invernalia... cada parte de ella gritaba poder contenido. Daemon la observó con fascinación y una necesidad absurda de acercarse. La sangre llamaba a la sangre. Ella no lo buscaba. No lo deseaba. No parecía necesitar a nadie. Y eso fue lo que más lo perturbó. Que en su mirada no hubiera ni hambre ni súplica. Ravenna lo conocía no como Daemon el príncipe, ni como el matadragones. Lo conocía como uno reconoce el filo de su propia daga. Como quien sabe exactamente cuántas veces ha sangrado y cuántas más lo hará. Los dioses forjaban los lazos más terribles con el fuego y la sombra. Y los Targaryen no eran más que sus peones… que sus castigos. Aún recordaba el primer momento en el que lo vio... ... El salón olía a piedra húmeda, a cera derramada. Daemon había asistido a demasiadas reuniones como aquella: señores disputando tierras, bastardos alzando la voz como si fueran príncipes, y reyes sin corona jugando a fingir autoridad. Todo le resultaba tedioso. Se sirvió vino antes de que se lo ofrecieran, como siempre, y ocupó su asiento como quien ocupa un trono. La mayoría evitaba su mirada, otros lo desafiaban con fingida valentía, pero ninguno tenía el rostro que él vio cruzar el umbral aquella noche. La figura avanzó con paso lento, medido. Una mujer que vestía de negro como si el luto le perteneciera por derecho. Su cabello no brillaba como el oro pálido de los Velaryon, ni resplandecía con el blanco plateado que se esperaba de los descendientes de Valyria. El suyo era más oscuro, más cruel. Negro, sí. Negro como las alas de un cuervo vetusto, pero no como el de los bastardos que se escondían como ratas. No... ella era diferente... Entre aquellas sombras ondeaban mechones de un gris tan pálido como la ceniza de los huesos. Algo que no dejaba duda de su ascendencia real, el legado inequívoco. Daemon apoyó el codo en la mesa, ladeó apenas la cabeza y dejó que el vino rozara sus labios sin beber, observándola con fascinación. Había visto mujeres hermosas, pero ninguna lo había mirado así. Y la deseó como solo desean los hombres que ya lo han tenido todo. ... El Norte se extendía bajo ella como un cadáver blanco, inmenso, silencioso, congelado en su último aliento. El viento golpeaba su rostro con dedos helados, intentando arañar su piel, pero ella ya no sentía el frío como antes. Hacía años que la nieve le había dejado de parecer cruel. A veces, incluso, lo añoraba. En todo aquello cavilaba, cuando de pronto, el cielo se desgarró. Un destello. Un crujido seco, como si el firmamento se hubiese partido por la mitad. Una grieta luminosa se abrió entre las nubes, dorada y sucia, como una herida reciente. Erebos lanzó un rugido profundo, tenso, y giró en el aire. Ravenna alzó la cabeza justo a tiempo para verlo: algo descendía. No era estrella. No era un dragón. No era hombre. Era una sombra envuelta en fuego, cayendo. Descendía a una velocidad imposible, como si no hubiese aire, ni resistencia, ni voluntad que pudiera frenarlo. El impacto no fue explosivo. Fue profundo. A lo lejos, la nieve se alzó en columnas blancas, y la tierra tembló. Ravenna sujetó con fuerza las riendas del dragón, sus ojos clavados en el punto donde la figura había desaparecido. El suelo tembló incluso a kilómetros de distancia. Y ella lo sintió. El peso de ese momento en el pecho, como si la magia misma del mundo se hubiese encogido de miedo. Desde el aire, cuando finalmente logró alcanzar la zona del impacto, lo vio. Un cráter gigante, humeante. Y en su centro… una figura humana. Reposaba de lado, como si hubiese sido depositado con ternura en mitad del hielo pese a la fuerza con la que había caído. Llevaba un traje que no se correspondía con nada que conociera en este mundo. Su cuerpo parecía intacto. Inconsciente, quizás. O tal vez no. Erebos bufó, inquieto. La cola del dragón se agitó como un látigo y un chorro de vapor emergió de sus fauces entreabiertas. Sus ojos centellearon con una furia contenida, como si pudiese ver más allá de la carne, más allá del cráter, más allá del mundo. Ravenna no apartó la mirada de la figura caída y sin soltar las riendas, alzó su mano enguantada y acarició con firmeza el cuello del dragón. Erebos gruñó. Sus alas batieron una vez más, y luego planearon. La criatura descendió, obedeciendo. El viento se espesaba, cargado de aquella energía. No era magia. Era otra cosa. Algo que le erizaba el vello. A unos veinte pasos del cuerpo, hizo que Erebos se posara en la cima de una loma. El dragón encajó sus garras con un crujido sordo en la roca helada. Desde allí, Ravenna descendió sola, con pasos lentos, uno tras otro, como si cada pisada sobre la nieve. La figura seguía sin moverse. Ravenna se detuvo. No lo suficientemente cerca para tocarlo, pero sí para ver su rostro.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • 𝐌𝐚𝐝𝐫𝐞, Persefone Reina del Inframundo Spring 𝐞𝐬 𝐫𝐞𝐟𝐮𝐠𝐢𝐨.
    Su voz calma incluso a las sombras más densas del Inframundo.

    𝐄𝐥 𝐯𝐢𝐞𝐣𝐨(𝐏𝐚𝐝𝐫𝐞)hades Greek Mitology , 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐫𝐨.
    Inquebrantable, frío, siempre allí… incluso cuando no quisiera reconocer(?; es el que nos protege como guardián.

    𝐘𝐨, 𝐞𝐥 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐝𝐨.
    Forjado a golpes, de deber y rebeldía. Aprendí a resistir más que a golpear.

    𝐏𝐞𝐫𝐨 Melınoë, Melinoë
    Ella es otra historia.
    Una chispa. Una posibilidad.

    Luz que no quema.
    Empatía que no exige.
    Color que ni el mismo Tártaro puede borrar.

    Ellα, es lo que madre siempre quiso traer a estas tierras.

    Y ʟᴏ ϙᴜᴇ ʏᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ ᴘʀᴏᴛᴇɢᴇʀᴇ́.
    𝐌𝐚𝐝𝐫𝐞, [legend_orange_eagle_209] 𝐞𝐬 𝐫𝐞𝐟𝐮𝐠𝐢𝐨. Su voz calma incluso a las sombras más densas del Inframundo. 𝐄𝐥 𝐯𝐢𝐞𝐣𝐨(𝐏𝐚𝐝𝐫𝐞)[quasar_yellow_whale_469] , 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐫𝐨. Inquebrantable, frío, siempre allí… incluso cuando no quisiera reconocer(?; es el que nos protege como guardián. 𝐘𝐨, 𝐞𝐥 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐝𝐨. Forjado a golpes, de deber y rebeldía. Aprendí a resistir más que a golpear. 𝐏𝐞𝐫𝐨 Melınoë, [Mel_Infra] … Ella es otra historia. Una chispa. Una posibilidad. Luz que no quema. Empatía que no exige. Color que ni el mismo Tártaro puede borrar. Ellα, es lo que madre siempre quiso traer a estas tierras. Y ʟᴏ ϙᴜᴇ ʏᴏ sɪᴇᴍᴘʀᴇ ᴘʀᴏᴛᴇɢᴇʀᴇ́.
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  • Elisabetta caminaba por las calles de Trastevere con un leve cosquilleo en el estómago. No era una sensación que conociera bien; el nerviosismo no solía tener cabida en su vida. Y sin embargo, ahí estaba: apretando suavemente las correas de su mochila de mezclilla mientras recorría el adoquinado con sus botines negros resonando suavemente en cada paso. Vestía de manera sorprendentemente casual para ser ella: jeans ajustados, una blusa de algodón de manga tres cuartos y cuello ligeramente alto que abrazaba su figura con discreción, y el cabello rubio cayendo suelto sobre su espalda.

    Esa noche no era la Farfalla della Morte, líder implacable de una de las organizaciones más temidas de Italia. Esa noche, era solo Elisabetta. Una mujer que esperaba una cita.

    Eligió un pequeño restaurante que había visitado años atrás, cuando la vida era más sencilla. La Lanterna Verde, un rincón discreto en una calle estrecha, adornado con faroles de hierro forjado y parras trepando por la fachada. Afuera, las mesas se acomodaban bajo una pérgola cubierta de luces cálidas que titilaban como luciérnagas suspendidas en el aire. El aroma a albahaca fresca y pan recién horneado impregnaba el ambiente.

    Se sentó en una mesa cerca de la esquina, desde donde podía ver claramente la entrada, y sacó su celular. Sus dedos dudaron un instante antes de escribirle a Ryan:

    "Buonasera, Ryan . Estoy en un lugar encantador en Trastevere que se llama La Lanterna Verde. Es tranquilo, acogedor… pensé que podríamos conversar sin prisas. Estoy en la terraza, en una mesa hacia la esquina. Te estaré esperando."

    Le dio a enviar y apoyó el teléfono sobre la mesa con un leve suspiro. Sus ojos violetas recorrían distraídamente el entorno, sin dejar de lanzar miradas hacia la entrada cada tanto. Había algo casi adolescente en esa espera, una inquietud que no lograba calmar ni siquiera con la familiaridad del entorno.

    Cuando lo viera llegar, pensó, lo recibiría con una sonrisa serena. No fingida, no forzada. Cordial, sí, pero también honesta. Porque esa noche, por muy extraño que le pareciera, quería compartir un pedacito de su mundo con alguien… sin necesidad de protegerse. Solo ella. Solo Elisabetta.

    Elisabetta caminaba por las calles de Trastevere con un leve cosquilleo en el estómago. No era una sensación que conociera bien; el nerviosismo no solía tener cabida en su vida. Y sin embargo, ahí estaba: apretando suavemente las correas de su mochila de mezclilla mientras recorría el adoquinado con sus botines negros resonando suavemente en cada paso. Vestía de manera sorprendentemente casual para ser ella: jeans ajustados, una blusa de algodón de manga tres cuartos y cuello ligeramente alto que abrazaba su figura con discreción, y el cabello rubio cayendo suelto sobre su espalda. Esa noche no era la Farfalla della Morte, líder implacable de una de las organizaciones más temidas de Italia. Esa noche, era solo Elisabetta. Una mujer que esperaba una cita. Eligió un pequeño restaurante que había visitado años atrás, cuando la vida era más sencilla. La Lanterna Verde, un rincón discreto en una calle estrecha, adornado con faroles de hierro forjado y parras trepando por la fachada. Afuera, las mesas se acomodaban bajo una pérgola cubierta de luces cálidas que titilaban como luciérnagas suspendidas en el aire. El aroma a albahaca fresca y pan recién horneado impregnaba el ambiente. Se sentó en una mesa cerca de la esquina, desde donde podía ver claramente la entrada, y sacó su celular. Sus dedos dudaron un instante antes de escribirle a Ryan: "Buonasera, [Ryan_Al_72]. Estoy en un lugar encantador en Trastevere que se llama La Lanterna Verde. Es tranquilo, acogedor… pensé que podríamos conversar sin prisas. Estoy en la terraza, en una mesa hacia la esquina. Te estaré esperando." Le dio a enviar y apoyó el teléfono sobre la mesa con un leve suspiro. Sus ojos violetas recorrían distraídamente el entorno, sin dejar de lanzar miradas hacia la entrada cada tanto. Había algo casi adolescente en esa espera, una inquietud que no lograba calmar ni siquiera con la familiaridad del entorno. Cuando lo viera llegar, pensó, lo recibiría con una sonrisa serena. No fingida, no forzada. Cordial, sí, pero también honesta. Porque esa noche, por muy extraño que le pareciera, quería compartir un pedacito de su mundo con alguien… sin necesidad de protegerse. Solo ella. Solo Elisabetta.
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