• No puedo evitar pensar.
    Que todos mis amigos serán empresarios, hombres con automóviles de lujo, trajes sastre, esposas hermosas, hijos en escuelas privadas.
    Pero yo... yo ni siquiera se qué deseo estudiar.
    ¿Cómo hacen todos para tener una visión a futuro tan clara?
    Yo solo veo oscuridad, improbabilidad.
    ¿Será que moriré pronto? Tal vez por eso mi cerebro no puede imaginarse en una carrera o viajando o con alguien...

    Me pregunto si el altar donde pongan mi foto será visitado por los gatoa que he rescatado. ¿Me dejarán ofrendas deliciosas? ¿Llorarán por mi?
    No puedo evitar pensar. Que todos mis amigos serán empresarios, hombres con automóviles de lujo, trajes sastre, esposas hermosas, hijos en escuelas privadas. Pero yo... yo ni siquiera se qué deseo estudiar. ¿Cómo hacen todos para tener una visión a futuro tan clara? Yo solo veo oscuridad, improbabilidad. ¿Será que moriré pronto? Tal vez por eso mi cerebro no puede imaginarse en una carrera o viajando o con alguien... Me pregunto si el altar donde pongan mi foto será visitado por los gatoa que he rescatado. ¿Me dejarán ofrendas deliciosas? ¿Llorarán por mi?
    0 turnos 0 maullidos
  • "El primer paso de Zagreus en la luz" (todos son recuerdos de ella)

    El aire, espeso y enrarecido por siglos de sombra, se disolvió con el primer suspiro de la madre. Perséfone, en su eterno silencio entre la luz y la oscuridad, sintió la pulsación de su hijo a su lado. Zagreus, el joven dios nacido del inframundo, caminaba a su lado como quien se enfrenta a lo inexplorado, sin temor ni duda, pero con esa curiosidad contenida propia de quien tiene el peso de ser el hijo de dos mundos.

    Salieron del palacio donde la oscuridad se dilataba en columnas de mármol negro, y el aire se volvió más ligero a medida que ascendían. Perséfone, serena y firme, no habló, pero su presencia era suficiente. Cada paso suyo era un acto de realeza tranquila, la seguridad de quien conoce el curso del mundo, de quien lo ve florecer y marchitarse en la misma respiración. Su hija, como testigo de los muertos, llevaba consigo la marca de lo eterno, y su hijo, como sangre de su misma carne, llevaba ya en su pecho la promesa de su destino.

    Zagreus, joven y despierto, no sentía el desconcierto que los hombres sentirían al estar fuera del Inframundo. Era un dios, y el mundo era suyo por derecho. Lo caminaba como quien se sabe parte de un ciclo sin fin. Pero todo a su alrededor era nuevo: la luz del sol le bañaba la piel, una luz que no conocía más allá de las sombras, y el viento, cargado con los aromas del mundo de los vivos, le erizaba los sentidos. El canto de los pájaros lo hizo detenerse un momento, pues sonaba distinto al eco muerto de las almas, como una vibración irrepetible, de esas que surgen solo en el tiempo.

    Perséfone no se volvió. Ella lo había visto nacer, pero no había esperado que su hijo sintiera el peso del mundo en ese instante. Ya lo había sentido ella, en su juventud, cuando abandonó la tierra de los dioses para unirse a Hades. Sabía lo que el sol podía hacer, cómo la luz invade cada rincón de la memoria, despertando recuerdos que dormían profundamente.

    Y en ese momento, la joven divinidad miró a su madre. No era una mirada de súplica ni de pregunta. Era simplemente un cruce de miradas entre ellos, un reconocimiento tácito de todo lo que el uno significaba para el otro. No hacía falta nada más. No hacía falta hablar.

    Caminaron sin prisa entre los vivos, y los caminos se llenaron de cosas nuevas para él: una anciana que se aferraba a la imagen de su hijo fallecido, los niños que reían sin miedo, las flores que brotaban de la tierra, humildes pero hermosas. Perséfone caminaba por entre ellos, en un suave equilibrio, como si ella misma aún estuviera en la franja entre lo vivo y lo muerto. Y su hijo la seguía, observando, aprendiendo, sin el peso de las palabras.

    Un hombre en el mercado, al ver a Perséfone, la reconoció y se arrodilló sin decir palabra. A su lado, Zagreus lo observó con una calma feroz. No necesitaba preguntar quién era él. Sabía que su madre había sido reina aquí, en la luz del mundo que tanto amaba y tanto odiaba, un lugar donde la vida nunca había sido tan fácil. La gente le temía, le deseaba y la veneraba, sin comprender del todo su origen ni el precio de su amor.

    Sin embargo, el hijo no era como ella. Aunque su esencia venía del mismo reino que su madre había abrazado, su forma, su paso por el mundo, era diferente. La luz no le quemaba, pero no era ella quien le llamaba; en él, el aire de los vivos se volvía una melodía extraña, una que ni siquiera su madre podría comprender completamente. Él estaba destinado a ser algo distinto.

    Al final de ese primer día, cuando el sol se retiró por detrás de las montañas y el cielo tomó un tono violeta, Perséfone posó su mirada en Zagreus. No era una mirada de aprobación o consuelo. No había necesidad de tales gestos. Era una mirada de conocimiento, de esa sabiduría ancestral que sólo puede venir de quien ha estado entre dos mundos y los ha dominado.

    Zagreus, sin apartar los ojos de su madre, supo lo que había aprendido, y lo que aún debía aprender. Ese paso entre los vivos no era más que el principio de un viaje mucho más largo, uno donde la luz y la oscuridad se entrelazarían constantemente, desdibujando los límites de lo que era, lo que sería y lo que podría ser.

    El regreso fue igual de callado. Perséfone no necesitaba mirar atrás, pues sabía que su hijo nunca dejaría de caminar, ni de aprender, ni de descubrir su lugar en el vasto e implacable círculo del destino.
    "El primer paso de Zagreus en la luz" (todos son recuerdos de ella) El aire, espeso y enrarecido por siglos de sombra, se disolvió con el primer suspiro de la madre. Perséfone, en su eterno silencio entre la luz y la oscuridad, sintió la pulsación de su hijo a su lado. Zagreus, el joven dios nacido del inframundo, caminaba a su lado como quien se enfrenta a lo inexplorado, sin temor ni duda, pero con esa curiosidad contenida propia de quien tiene el peso de ser el hijo de dos mundos. Salieron del palacio donde la oscuridad se dilataba en columnas de mármol negro, y el aire se volvió más ligero a medida que ascendían. Perséfone, serena y firme, no habló, pero su presencia era suficiente. Cada paso suyo era un acto de realeza tranquila, la seguridad de quien conoce el curso del mundo, de quien lo ve florecer y marchitarse en la misma respiración. Su hija, como testigo de los muertos, llevaba consigo la marca de lo eterno, y su hijo, como sangre de su misma carne, llevaba ya en su pecho la promesa de su destino. Zagreus, joven y despierto, no sentía el desconcierto que los hombres sentirían al estar fuera del Inframundo. Era un dios, y el mundo era suyo por derecho. Lo caminaba como quien se sabe parte de un ciclo sin fin. Pero todo a su alrededor era nuevo: la luz del sol le bañaba la piel, una luz que no conocía más allá de las sombras, y el viento, cargado con los aromas del mundo de los vivos, le erizaba los sentidos. El canto de los pájaros lo hizo detenerse un momento, pues sonaba distinto al eco muerto de las almas, como una vibración irrepetible, de esas que surgen solo en el tiempo. Perséfone no se volvió. Ella lo había visto nacer, pero no había esperado que su hijo sintiera el peso del mundo en ese instante. Ya lo había sentido ella, en su juventud, cuando abandonó la tierra de los dioses para unirse a Hades. Sabía lo que el sol podía hacer, cómo la luz invade cada rincón de la memoria, despertando recuerdos que dormían profundamente. Y en ese momento, la joven divinidad miró a su madre. No era una mirada de súplica ni de pregunta. Era simplemente un cruce de miradas entre ellos, un reconocimiento tácito de todo lo que el uno significaba para el otro. No hacía falta nada más. No hacía falta hablar. Caminaron sin prisa entre los vivos, y los caminos se llenaron de cosas nuevas para él: una anciana que se aferraba a la imagen de su hijo fallecido, los niños que reían sin miedo, las flores que brotaban de la tierra, humildes pero hermosas. Perséfone caminaba por entre ellos, en un suave equilibrio, como si ella misma aún estuviera en la franja entre lo vivo y lo muerto. Y su hijo la seguía, observando, aprendiendo, sin el peso de las palabras. Un hombre en el mercado, al ver a Perséfone, la reconoció y se arrodilló sin decir palabra. A su lado, Zagreus lo observó con una calma feroz. No necesitaba preguntar quién era él. Sabía que su madre había sido reina aquí, en la luz del mundo que tanto amaba y tanto odiaba, un lugar donde la vida nunca había sido tan fácil. La gente le temía, le deseaba y la veneraba, sin comprender del todo su origen ni el precio de su amor. Sin embargo, el hijo no era como ella. Aunque su esencia venía del mismo reino que su madre había abrazado, su forma, su paso por el mundo, era diferente. La luz no le quemaba, pero no era ella quien le llamaba; en él, el aire de los vivos se volvía una melodía extraña, una que ni siquiera su madre podría comprender completamente. Él estaba destinado a ser algo distinto. Al final de ese primer día, cuando el sol se retiró por detrás de las montañas y el cielo tomó un tono violeta, Perséfone posó su mirada en Zagreus. No era una mirada de aprobación o consuelo. No había necesidad de tales gestos. Era una mirada de conocimiento, de esa sabiduría ancestral que sólo puede venir de quien ha estado entre dos mundos y los ha dominado. Zagreus, sin apartar los ojos de su madre, supo lo que había aprendido, y lo que aún debía aprender. Ese paso entre los vivos no era más que el principio de un viaje mucho más largo, uno donde la luz y la oscuridad se entrelazarían constantemente, desdibujando los límites de lo que era, lo que sería y lo que podría ser. El regreso fue igual de callado. Perséfone no necesitaba mirar atrás, pues sabía que su hijo nunca dejaría de caminar, ni de aprender, ni de descubrir su lugar en el vasto e implacable círculo del destino.
    Me encocora
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Acabas de dejarme con la boca abierta
    Acabas de dejarme con la boca abierta
    Disfrutando de un merecido descanso y un delicioso café

    #SeductiveSunday
    0 comentarios 0 compartidos
  • Año 1240.

    No fue ambición lo que me llevó a desafiarlo, ni sed de poder, fue necesidad, fue instinto, fue la certeza de que, si no lo hacía, la manada terminaría fragmentada o peor, extinguida, él había sido fuerte una vez, respetado incluso, pero se volvió ciego, gobernaba con el miedo, no con el ejemplo, olvidó que un Alpha guía, no impone, que un líder se sacrifica, no se alimenta primero, y cuando lo vi dudar, cuando lo vi dejar atrás a los jóvenes y a los viejos en la última travesía, supe que el momento había llegado.

    No fue una decisión ligera, llevaba días sintiéndolo en la sangre, noches enteras sin dormir, escuchando a la manada respirar débil, o temerosa, el equilibrio se había roto y todos lo sabían, pero nadie se atrevía a decirlo en voz alta, hasta que lo hice yo.

    Lo enfrenté bajo la luna, como manda la ley de los nuestros, sin palabras, solo miradas, la suya desafiante, la mía firme, sin odio, solo verdad, cuando dimos el primer paso, el mundo pareció detenerse, no era solo una pelea por el liderazgo, era una lucha por el alma del grupo, por todo lo que éramos, por todo lo que merecíamos volver a ser.

    Sus colmillos eran veloces, su cuerpo aún fuerte, pero el miedo le temblaba bajo la piel, porque sabía que no luchaba contra un joven temerario, luchaba contra un lobo con propósito, contra uno que no se detenía por dolor, que no retrocedía por dudas, cada zarpazo mío llevaba una historia, cada embestida era el eco de los que había perdido, de los que él había olvidado.

    La pelea no duró una eternidad, pero dejó cicatrices como si lo hubiera hecho, y cuando lo hice caer, cuando su respiración se volvió débil y sus ojos dejaron de desafiarme, no hubo celebración, solo silencio, uno denso, solemne, como si la tierra misma reconociera el cambio.

    No fue el rugido lo que me hizo Alpha, fue la forma en que me mantuve en pie cuando todo dolía, fue mirar a la manada y ver que ya no tenían miedo, que sus ojos no buscaban fuerza, sino dirección, fue cuando los jóvenes se acercaron primero, no con sumisión, sino con confianza, y luego los viejos, inclinando apenas la cabeza, como quien acepta que el nuevo ciclo ha comenzado.

    Desde entonces no he guiado con gritos, ni con castigos, sino con pasos firmes y presencia constante, me gané su respeto no solo porque vencí al anterior, sino porque cargué su sombra y la convertí en guía, porque aprendí que ser Alpha no es llegar arriba, sino quedarse ahí sin perder el alma.
    Año 1240. No fue ambición lo que me llevó a desafiarlo, ni sed de poder, fue necesidad, fue instinto, fue la certeza de que, si no lo hacía, la manada terminaría fragmentada o peor, extinguida, él había sido fuerte una vez, respetado incluso, pero se volvió ciego, gobernaba con el miedo, no con el ejemplo, olvidó que un Alpha guía, no impone, que un líder se sacrifica, no se alimenta primero, y cuando lo vi dudar, cuando lo vi dejar atrás a los jóvenes y a los viejos en la última travesía, supe que el momento había llegado. No fue una decisión ligera, llevaba días sintiéndolo en la sangre, noches enteras sin dormir, escuchando a la manada respirar débil, o temerosa, el equilibrio se había roto y todos lo sabían, pero nadie se atrevía a decirlo en voz alta, hasta que lo hice yo. Lo enfrenté bajo la luna, como manda la ley de los nuestros, sin palabras, solo miradas, la suya desafiante, la mía firme, sin odio, solo verdad, cuando dimos el primer paso, el mundo pareció detenerse, no era solo una pelea por el liderazgo, era una lucha por el alma del grupo, por todo lo que éramos, por todo lo que merecíamos volver a ser. Sus colmillos eran veloces, su cuerpo aún fuerte, pero el miedo le temblaba bajo la piel, porque sabía que no luchaba contra un joven temerario, luchaba contra un lobo con propósito, contra uno que no se detenía por dolor, que no retrocedía por dudas, cada zarpazo mío llevaba una historia, cada embestida era el eco de los que había perdido, de los que él había olvidado. La pelea no duró una eternidad, pero dejó cicatrices como si lo hubiera hecho, y cuando lo hice caer, cuando su respiración se volvió débil y sus ojos dejaron de desafiarme, no hubo celebración, solo silencio, uno denso, solemne, como si la tierra misma reconociera el cambio. No fue el rugido lo que me hizo Alpha, fue la forma en que me mantuve en pie cuando todo dolía, fue mirar a la manada y ver que ya no tenían miedo, que sus ojos no buscaban fuerza, sino dirección, fue cuando los jóvenes se acercaron primero, no con sumisión, sino con confianza, y luego los viejos, inclinando apenas la cabeza, como quien acepta que el nuevo ciclo ha comenzado. Desde entonces no he guiado con gritos, ni con castigos, sino con pasos firmes y presencia constante, me gané su respeto no solo porque vencí al anterior, sino porque cargué su sombra y la convertí en guía, porque aprendí que ser Alpha no es llegar arriba, sino quedarse ahí sin perder el alma.
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 2 maullidos
  • Tal cual lo pensó y por el insoportable calor, terminó yendo por sus medios a la playa en otro de los círculos del infierno, ya preparado con sus cosas, mirando que estaba mayormente solitario por la hora, sonriendo ampliamente.

    —Perfecto~

    Buscó el punto perfecto para dejar su pequeña maleta, acomodando las cosas antes de cambiarse por su bañador y entrar al agua, suspirando por lo fresco que se sentía.

    —Mucho mejor, este calor es insoportable~
    Tal cual lo pensó y por el insoportable calor, terminó yendo por sus medios a la playa en otro de los círculos del infierno, ya preparado con sus cosas, mirando que estaba mayormente solitario por la hora, sonriendo ampliamente. —Perfecto~ Buscó el punto perfecto para dejar su pequeña maleta, acomodando las cosas antes de cambiarse por su bañador y entrar al agua, suspirando por lo fresco que se sentía. —Mucho mejor, este calor es insoportable~
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    UNA ENORME FELICITACION A TODAS LAS MADRES.

    Independientemente de que creencia tengas sobre la proreacion u obedezcas a ierta ideología actual, quiero enfocarme exclusivamente a tdas aquellas que han dado todo de si para salir adelante con sus pequeños, desde que los trajeron al mundo y cuidan de ellos.

    Incluso a todos los que estamos aqui es porque nacimos de una "mujer" madre que nos dio el regalo mas bello, que es la vida y por ello creo que para honrar su memoria y sacrificio podriamos dejar de lado un poco el egoismo, y siempre procurar ser mejores.

    Agradeciendo su entrega, su sacrificio, su amor incondicional.

    Muchas gracias madre, felicidades a todas las madres en su dia (en México es el 10 de mayo) pero todos los dias les deseo mil bendiciones.
    UNA ENORME FELICITACION A TODAS LAS MADRES. Independientemente de que creencia tengas sobre la proreacion u obedezcas a ierta ideología actual, quiero enfocarme exclusivamente a tdas aquellas que han dado todo de si para salir adelante con sus pequeños, desde que los trajeron al mundo y cuidan de ellos. Incluso a todos los que estamos aqui es porque nacimos de una "mujer" madre que nos dio el regalo mas bello, que es la vida y por ello creo que para honrar su memoria y sacrificio podriamos dejar de lado un poco el egoismo, y siempre procurar ser mejores. Agradeciendo su entrega, su sacrificio, su amor incondicional. Muchas gracias madre, felicidades a todas las madres en su dia (en México es el 10 de mayo) pero todos los dias les deseo mil bendiciones.
    Me encocora
    2
    0 comentarios 0 compartidos
  • https://vm.tiktok.com/ZMSJhMVnj/

    Dejaré esto por aquí y no todo es ratón vaquero XDD ʕ⁠´⁠•⁠ᴥ⁠•⁠`⁠ʔ
    https://vm.tiktok.com/ZMSJhMVnj/ Dejaré esto por aquí y no todo es ratón vaquero XDD ʕ⁠´⁠•⁠ᴥ⁠•⁠`⁠ʔ
    @pitahayaloungeoficial

    ¡Nuevo show en Pitahaya Lounge, Miraflores! 🌟 Prepárate para un increíble espectáculo de Amor a la Mexicana con nuestros chicos de la noche. 💃🎉 Te esperamos en Calle Bolognesi 498 Miraflores, Lima, Perú📍 Reservas al 991 025 209📲 #mujeresempoderadas #despecho #fiestasinparar #pitahayalounge #miraflores #amoralamexicana #salónneón #fyp @Thalia

    ♬ sonido original - PitahayaLoungeOficial
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    3
    9 turnos 0 maullidos
  • Cuartel Bravo-1.
    Sala de Interrogatorio.
    Hora: 13:23.

    El sonido metálico de la puerta abriéndose lo despertó. Viper no sabía cómo o cuándo se quedó dormido sobre la mesa metálica.

    El capitán Delacroix tomó la palabra.

    — Han pasado poco más de seis horas desde que saliste de esa casa, Viper. Tú solo. ¿Qué demonios pasó con tu equipo?

    Delacroix no estaba poniendo ningún esfuerzo en entender la situación. Viper lo sabía de antemano.

    — Lo que dije —Viper insistió.

    Delacroix golpeó la mesa con la palma.

    — No puedes seguir diciendo eso, Viper. Tienes que darme algo que pueda poner en el informe.

    Viper no se inmutó, su mirada se clavó en la ajena, fría y persistente.

    — La casa se los llevó.

    Su voz era seria y oscura, sin dar lugar a dudas. Como las fechas grabadas en un lápida.

    Delacroix frunció aún más el entrecejo antes de alejarse de la mesa y de Viper. Pocos podían resistir esa mirada depredadora del naga cuando iba realmente en serio.

    — La casa se los llevó... —Delacroix repitió sus palabras en tono estéril, pero Viper sabía que no le creía—. ¿Eso es lo que vas a reportar? ¿Te das cuenta en la posición que eso te deja?

    Viper lo sabía. Su cordura sería la primera en ponerse en duda. Luego, cuando se aseguraran de que no está loco dudarían de su lealtad.

    No le importaba.

    Sin embargo, más tarde, cuando no encontraran pruebas y los ánimos se enfriaran, la decisión sería definitiva: sus compañeros serían declarados como MIA y el incidente sería sepultado sin ceremonia alguna.

    Eso sí le importaba.

    — ¿Por qué tú? —El silencio de Viper ponía a Delacroix impaciente—. Eres el único que no llevaba cámara térmica. No hay rastros de psicoactivos en tu sangre dado que las toxinas desaparecen de tu cuerpo naga en un tris. Tú evaluación psicológica es impecable, siempre lo ha sido, incluso durante tu pasado como sicario en Durga.

    Delacroix ya no quería una confesión. Quería una excusa, estaba acorralándole. Le estaba enseñando su futuro.

    — Tienes que darnos algo. Tenemos cuatro agentes desaparecidos y no hay registro de amenaza real alguna. Sólo tú, saliendo de esa casa por tus propios pies.

    Viper veía en los ojos de Delacroix el peso de la condena.

    No podía culparle, Delacroix prefería salvarse el culo antes de apoyarle. Viper ya estaba bien acostumbrado a no esperar nada de ningún superior.

    — La casa se los tragó.

    Firmó su sentencia.

    Delacroix soltó un largo suspiro justo antes de que se abriera la puerta de golpe. Dos agentes de trajes negros entraron en la sala.

    — Capitán Delacroix, esto es todo. A partir de ahora, el sargento NigDurgae está bajo nuestra supervisión.

    Viper arqueó una ceja. Delacroix frunció aún más el ceño.

    — ¿Qué demonios...?

    Los agentes exhibieron un par de insignias que lograron relajarle el entrecejo a Delacroix. Después de echarle una última mirada en la que a Viper le pareció ver un perturbador rastro de lástima, el capitán se marchó.

    — Sargento, ¿Qué fue lo que vio?

    El agente tomó asiento frente a él, el otro se mantuvo de pie bloqueando la puerta de la sala.

    — La casa se los llevó —Viper repitió, por enésima vez.

    — ¿Cómo se los llevó? ¿Fue a través de espejos que mostraban reflejos irregulares? ¿Oyeron sus nombres? ¿O quizás vieron habitaciones con objetos demasiado personales como para pasar por alto?

    Viper mantuvo su estoicismo sin brecha alguna, pero sentía que este hombre frente a él sabía de lo que estaba hablando.

    — ¿Por qué cree que no se lo llevó a usted?

    Haciendo del silencio su apoyo, Viper esperó un momento antes de responder.

    — Porque no tuve miedo —los recuerdos volvieron a su mente—. Todo era normal en ese sitio hasta que uno de nosotros sintió miedo. Y mientras más miedo sentían, peor se volvía.

    El hombre de negro no reaccionó. ¿Quizás estaba acostumbrado a esta clase de cosas?

    — Sargento, como se habrá dado cuenta, la suya es una capacidad difícil de encontrar.

    La adulación del hombre misterioso cayó en saco roto. Viper no estaba dispuesto a dejarse engatusar.

    — Y aún así, no fue suficiente para sacarlos de ahí.

    Su equipo estaba compuesto por hombres bien experimentados y bien preparados, incluso Dorsey. Todos tuvieron que pasar por un cruel entrenamiento que los preparó hasta para resistir torturas. Pero sólo eran humanos comunes con vidas corrientes. Viper, en cambio, nació para ser convertido en un arma, adicto a la adrenalina, amo de sus emociones y altamente eficiente.

    Controlar su miedo era como dar un paseo por el parque.

    — Sargento, lo que quiero decir es que hay muchas más víctimas ahí fuera siendo tragados por edificios anómalos que gente preparada para protegerlas.

    El hombre dejó una carpeta sobre la mesa. Cuando la abrió, Viper pudo ver una serie de fotografías de diferentes ángulos de la mansión, esa misma mansión, en diferentes paisajes de fondo. Desierto, bosques, en medio de una ciudad...

    — Siempre es la misma casa que sólo aparece allí, en medio de la nada, sólo para cobrarse más y más víctimas desprevenidas.

    El hombre agregó una página con una serie de fotografías de los rostros de las víctimas.
    Su equipo estaba ahí, al final de la lista.

    En ese momento, Viper ató cabos.

    La Frontera. The Animals. Wolf ᴬᵁ . Su equipo podría no estar perdido del todo. Necesitaba personas preparadas de verdad, personas que no tuvieran miedo, que supieran a lo que se enfrentaban. Necesitaba a Wolf.

    El hombre de negro sonrió triunfal.

    — Sargento, necesitamos que nos acompañe. Su experiencia podría ser muy útil para nuestra organización.

    — No —Viper fue implacable.

    — Sargento, alguien como usted comprende las consecuencias de sus actos. Le juzgarán, le culparán, le tratarán de demente. Su vida jamás volverá a ser la mis-.

    Las palabras del agente se interrumpieron de forma abrupta cuando Viper, de pronto, desapareció. Sólo quedó un leve rastro de humo negro que se desvaneció rápidamente.
    Cuartel Bravo-1. Sala de Interrogatorio. Hora: 13:23. El sonido metálico de la puerta abriéndose lo despertó. Viper no sabía cómo o cuándo se quedó dormido sobre la mesa metálica. El capitán Delacroix tomó la palabra. — Han pasado poco más de seis horas desde que saliste de esa casa, Viper. Tú solo. ¿Qué demonios pasó con tu equipo? Delacroix no estaba poniendo ningún esfuerzo en entender la situación. Viper lo sabía de antemano. — Lo que dije —Viper insistió. Delacroix golpeó la mesa con la palma. — No puedes seguir diciendo eso, Viper. Tienes que darme algo que pueda poner en el informe. Viper no se inmutó, su mirada se clavó en la ajena, fría y persistente. — La casa se los llevó. Su voz era seria y oscura, sin dar lugar a dudas. Como las fechas grabadas en un lápida. Delacroix frunció aún más el entrecejo antes de alejarse de la mesa y de Viper. Pocos podían resistir esa mirada depredadora del naga cuando iba realmente en serio. — La casa se los llevó... —Delacroix repitió sus palabras en tono estéril, pero Viper sabía que no le creía—. ¿Eso es lo que vas a reportar? ¿Te das cuenta en la posición que eso te deja? Viper lo sabía. Su cordura sería la primera en ponerse en duda. Luego, cuando se aseguraran de que no está loco dudarían de su lealtad. No le importaba. Sin embargo, más tarde, cuando no encontraran pruebas y los ánimos se enfriaran, la decisión sería definitiva: sus compañeros serían declarados como MIA y el incidente sería sepultado sin ceremonia alguna. Eso sí le importaba. — ¿Por qué tú? —El silencio de Viper ponía a Delacroix impaciente—. Eres el único que no llevaba cámara térmica. No hay rastros de psicoactivos en tu sangre dado que las toxinas desaparecen de tu cuerpo naga en un tris. Tú evaluación psicológica es impecable, siempre lo ha sido, incluso durante tu pasado como sicario en Durga. Delacroix ya no quería una confesión. Quería una excusa, estaba acorralándole. Le estaba enseñando su futuro. — Tienes que darnos algo. Tenemos cuatro agentes desaparecidos y no hay registro de amenaza real alguna. Sólo tú, saliendo de esa casa por tus propios pies. Viper veía en los ojos de Delacroix el peso de la condena. No podía culparle, Delacroix prefería salvarse el culo antes de apoyarle. Viper ya estaba bien acostumbrado a no esperar nada de ningún superior. — La casa se los tragó. Firmó su sentencia. Delacroix soltó un largo suspiro justo antes de que se abriera la puerta de golpe. Dos agentes de trajes negros entraron en la sala. — Capitán Delacroix, esto es todo. A partir de ahora, el sargento NigDurgae está bajo nuestra supervisión. Viper arqueó una ceja. Delacroix frunció aún más el ceño. — ¿Qué demonios...? Los agentes exhibieron un par de insignias que lograron relajarle el entrecejo a Delacroix. Después de echarle una última mirada en la que a Viper le pareció ver un perturbador rastro de lástima, el capitán se marchó. — Sargento, ¿Qué fue lo que vio? El agente tomó asiento frente a él, el otro se mantuvo de pie bloqueando la puerta de la sala. — La casa se los llevó —Viper repitió, por enésima vez. — ¿Cómo se los llevó? ¿Fue a través de espejos que mostraban reflejos irregulares? ¿Oyeron sus nombres? ¿O quizás vieron habitaciones con objetos demasiado personales como para pasar por alto? Viper mantuvo su estoicismo sin brecha alguna, pero sentía que este hombre frente a él sabía de lo que estaba hablando. — ¿Por qué cree que no se lo llevó a usted? Haciendo del silencio su apoyo, Viper esperó un momento antes de responder. — Porque no tuve miedo —los recuerdos volvieron a su mente—. Todo era normal en ese sitio hasta que uno de nosotros sintió miedo. Y mientras más miedo sentían, peor se volvía. El hombre de negro no reaccionó. ¿Quizás estaba acostumbrado a esta clase de cosas? — Sargento, como se habrá dado cuenta, la suya es una capacidad difícil de encontrar. La adulación del hombre misterioso cayó en saco roto. Viper no estaba dispuesto a dejarse engatusar. — Y aún así, no fue suficiente para sacarlos de ahí. Su equipo estaba compuesto por hombres bien experimentados y bien preparados, incluso Dorsey. Todos tuvieron que pasar por un cruel entrenamiento que los preparó hasta para resistir torturas. Pero sólo eran humanos comunes con vidas corrientes. Viper, en cambio, nació para ser convertido en un arma, adicto a la adrenalina, amo de sus emociones y altamente eficiente. Controlar su miedo era como dar un paseo por el parque. — Sargento, lo que quiero decir es que hay muchas más víctimas ahí fuera siendo tragados por edificios anómalos que gente preparada para protegerlas. El hombre dejó una carpeta sobre la mesa. Cuando la abrió, Viper pudo ver una serie de fotografías de diferentes ángulos de la mansión, esa misma mansión, en diferentes paisajes de fondo. Desierto, bosques, en medio de una ciudad... — Siempre es la misma casa que sólo aparece allí, en medio de la nada, sólo para cobrarse más y más víctimas desprevenidas. El hombre agregó una página con una serie de fotografías de los rostros de las víctimas. Su equipo estaba ahí, al final de la lista. En ese momento, Viper ató cabos. La Frontera. The Animals. [Wolfy]. Su equipo podría no estar perdido del todo. Necesitaba personas preparadas de verdad, personas que no tuvieran miedo, que supieran a lo que se enfrentaban. Necesitaba a Wolf. El hombre de negro sonrió triunfal. — Sargento, necesitamos que nos acompañe. Su experiencia podría ser muy útil para nuestra organización. — No —Viper fue implacable. — Sargento, alguien como usted comprende las consecuencias de sus actos. Le juzgarán, le culparán, le tratarán de demente. Su vida jamás volverá a ser la mis-. Las palabras del agente se interrumpieron de forma abrupta cuando Viper, de pronto, desapareció. Sólo quedó un leve rastro de humo negro que se desvaneció rápidamente.
    Me gusta
    Me endiabla
    Me emputece
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • Kaori observaba el mundo con una mezcla de hastío y burla apenas disimulada. Le resultaba casi cómico —casi trágico— ver cómo la humanidad se revolcaba en su propia mediocridad con una sonrisa en la cara. La falta de originalidad no era un defecto, no para ellos; era un estandarte. Imitaban, copiaban, repetían patrones sin cuestionar nada, y luego se justificaban con un patético: “Es que soy así”. Como si la estupidez fuera un rasgo de personalidad digno de orgullo.

    Lo que más le irritaba no era que fueran vacíos. Era que fingieran no serlo. Se disfrazaban de interesantes, como niños usando la ropa de sus padres, creyendo que con eso bastaba para ser adultos. Se llenaban la boca con frases que no entendían, referencias que no les pertenecían, estilos que les quedaban grandes. Y cuando alguien les señalaba la falta de sustancia, se defendían con arrogancia, no con argumentos.

    Para Kaori, era simple: no todos merecían llamarse individuos. Algunos eran solo sombras de otros, un eco mal construido de ideas robadas. No les molestaba no pensar, les molestaba que otros lo notaran. Porque, al final del día, era más fácil fingir que lo suyo era una elección que aceptar que no tenían ni imaginación ni inteligencia suficiente para crear algo propio.

    Ella no tenía paciencia para adornos ni para excusas. Si ibas a ser parte del ruido, al menos que tu voz tuviera sentido. De lo contrario, que te callaras. Que te apartaras. Que dejaras de ocupar espacio en un mundo que, con suerte, aún podría salvarse si los huecos dejaran de fingir que están llenos.
    Kaori observaba el mundo con una mezcla de hastío y burla apenas disimulada. Le resultaba casi cómico —casi trágico— ver cómo la humanidad se revolcaba en su propia mediocridad con una sonrisa en la cara. La falta de originalidad no era un defecto, no para ellos; era un estandarte. Imitaban, copiaban, repetían patrones sin cuestionar nada, y luego se justificaban con un patético: “Es que soy así”. Como si la estupidez fuera un rasgo de personalidad digno de orgullo. Lo que más le irritaba no era que fueran vacíos. Era que fingieran no serlo. Se disfrazaban de interesantes, como niños usando la ropa de sus padres, creyendo que con eso bastaba para ser adultos. Se llenaban la boca con frases que no entendían, referencias que no les pertenecían, estilos que les quedaban grandes. Y cuando alguien les señalaba la falta de sustancia, se defendían con arrogancia, no con argumentos. Para Kaori, era simple: no todos merecían llamarse individuos. Algunos eran solo sombras de otros, un eco mal construido de ideas robadas. No les molestaba no pensar, les molestaba que otros lo notaran. Porque, al final del día, era más fácil fingir que lo suyo era una elección que aceptar que no tenían ni imaginación ni inteligencia suficiente para crear algo propio. Ella no tenía paciencia para adornos ni para excusas. Si ibas a ser parte del ruido, al menos que tu voz tuviera sentido. De lo contrario, que te callaras. Que te apartaras. Que dejaras de ocupar espacio en un mundo que, con suerte, aún podría salvarse si los huecos dejaran de fingir que están llenos.
    Me gusta
    Me encocora
    12
    0 turnos 0 maullidos
  • Debo enseñar a este hijo mío que debe dejar de jugar con la comida jxjxjxjxjx aunque encuentro adorable como despedaza a su presa

    -Sigo limpiando la sangre y restos de carne que habían regados por la habitación -
    Debo enseñar a este hijo mío que debe dejar de jugar con la comida jxjxjxjxjx aunque encuentro adorable como despedaza a su presa -Sigo limpiando la sangre y restos de carne que habían regados por la habitación -
    Me gusta
    Me encocora
    2
    15 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados