• Texto no apto para gente aprensiva.

    Analepsis. "Historias de su pasado".

    𝓥𝓮𝓷𝓰𝓪𝓷𝔃𝓪 ( 𝓟𝓪𝓻𝓽𝓮 2 )

    Se había vengado... ¿Por qué entonces se sentía tan vacío?

    Habían muerto... Toda su familia humana habían muerto. Aquellos que le dieron un nombre, enseñado hablar y a ser invisible. Aquellos que les había enseñado que era amar. 

    No paraba de llover. Kazuo, transformado después de tantos años en un imponente zorro de dos colas, corría de forma frenética, zigzagueando entre los árboles del bosque, como si fuera una sombra entre estos. Su poder explotaba en una maraña salvaje, incontrolable y voraz.

    Podía olerlos... Podía oler a los culpables de aquel acto atroz, de aquel asesinato a sangre fría, sin compasión y brutal. No estaban lejos, su hedor cada vez más intenso, mezclado con la sangre de sus padres y sus hermanos. Sentía como le ardían los pulmones, como estos amenazaban por salir de su boca en un estallido. Pero no podía parar, estaba tan cerca de alcanzarlos que casi podía sentir la anticipación del crujir de sus huesos en su mandíbula.

    El cuerpo del zorro se movía solo. Su mente en modo automático, conectado con el botón de destruir activado. Oteando el horizonte, allí estaban, cuatro jinetes a caballo desbocado, riendo y hablando como si no acabarán de arrebatarles la vida a una familia entera, a su familia. La impotencia era desmedida, tan dolorosa que por unos instantes hubiese preferido la muerte al dolor que estaba experimentando. 

    Con cada zancada a cuatro patas, Kazuo comienza a acercarse peligrosamente, hasta que finalmente en un impulso la enorme criatura se alzaba por encima de estos, agarrando una de las cabezas de los jinetes entre sus fauces, arrancándosela de cuajo con una facilidad pasmosa. 

    El zorro aterrizaba frente a ellos, aun con la cabeza chorreante entre sus dientes, una imagen visceral, solo a la altura de la más tenebrosa de las pesadillas. Estaba nublado por la rabia, un sentimiento que descubrió ese mismo día, ya que ciento de años atrás no tenía consciencia de sus sentimientos, simplemente el de la pura supervivencia. Todos estos cambiaría después de conocer a su familia, ahora muerta, con sus cuerpos aún calientes en lo que era su hogar. 

    Kazuo daba un latigazo con su cuello, arrojando la cabeza del jinete frente a los otros que frenaban en seco sus caballos. El zorro rugía, un gutural sonido que emanaba de su pecho, ahora tintando por el líquido carmesí, ensuciando su pelaje blanco y puro como el color de la luna. Este hacía retroceder sus orejas hacia atrás, apretando sus colmillos mientras todo su gesto se tensaba en una amenaza, sintiendo el sabor metálico de la sangre ajena en su boca.

    Agazapado, listo para abalanzarse, este comienza a acercarse, lentamente, acechando a sus presas que comenzaban a jadear presas del pánico. Estos no sabían las razones por las que el demonio arremetía contra ellos, pero mientras estos murieran, el Yokai no necesitaba nada más. En un abrir y cerrar de ojos, como si de un espectro se tratase, el zorro se abalanzaba sobre otro de los jinetes, haciéndole caer a él y su caballo al suelo. Mientras el equino se ponía en pie y se marchaba, dejaba al descubierto la sanguinaria escena, mientras el asesino gritaba con desesperación, Kazuo mordía su estómago con saña, desperdigando sus tripas por la tierra, llenando esta de sus vísceras y su sangre. Había sido una muerte agónica, tortuosa, solo el primero de los jinetes que habían muerto había tenido la suerte de tener una muerte limpia y rápida. ¿El resto?; estos iban a sufrir, primero con el miedo, el miedo certero de la llegada de su muerte, y más tarde la consecuencia de esta con un dolor y sufrimiento cruel y despiadado.

    Mientras el zorro se volteaba, los otros dos hombres restantes había cardado sus arcos, y sin que este pudiera evitarlo, sentía los punzantes filos de hierro atravesar su carne. Las pupilas del zorro se dilataban y sin proliferar el más mínimo aullido de dolor, unas llamas azules envuelven su cuerpo, haciendo consumir las fechas, reduciéndolas a cenizas que la misma brisa del viento se llevaba. 

    El zorro dirigía su mirada a uno de los atacantes, dejando que sus ojos penetraran en los del contrario. Este comenzaba a gritar, comenzaba a tocarse todo su cuerpo, arañar su carne con desesperación. Ampollas empezaban a adornar su piel, explotando, deja do escapar vapor con cada implosión. Le estaba quemando desde dentro, dejaba que una furiosa llama purificase su interior de dentro hacia afuera hasta que este explota en una llamarada, cayendo del caballo y retorciéndose en el suelo de dolor, arrastrándose por el suelo como la escoria que era. En algún momento este dejaba de gritar, y cuando esto ocurre Kazuo miraba al que quedaba, aparentemente el cabecilla del grupo.

    El asesino de su familia, temeroso, había emprendido una carrera frenética para intentar escapar. El zorro, con tranquilidad inquietante y pétrea, se desvanece entre llamas, desplazándose como si de un espectro se tratase. Finalmente, la figura de un joven de cabellos color plata se plantaba frente al jinete. Este, con sus cabellos plateados cayendo de sus hombros hasta su ventura, con dos puntiagudas orejas en lo alto de su cabeza y dos colas que oscilaban de un lado para el otro, ardoradas de llamas color zafiro, tan brillantes como sus ojos. La imponente presencia del zorro hacía que el caballo se alzase de sus patas delanteras, tirando al aquel temeroso hombre de su montura. Kazuo se aproxima con tanta calma que daba aún más miedo que en su forma más primitiva. Este se agacha a la altura del asesino, mirándolo a los ojos con una frialdad que casi se podían saborear.

    En un rápido movimiento toma al contrario del cuello, haciendo que se levante del suelo para después alzarlo con una sola mano por encima de su cabeza, lavando sus garras en el cuello de este. La mirada del zorro era vacía y distante, como el eco de una piedra cayendo en el fondo de un pozo. 

    - Ojo por ojo.-

    Aquella era una expresión tan humana. En el pasado no le encontraba sentido. No hasta ese momento. Mientras aquel hombre luchaba por respirar, la mano libre del zorro se posicionaba a la altura del corazón de la escoria que sostenía en el aire. Sus músculos tensos por el esfuerzo de la elevación, marchándose todos y cana unos de estos. Poco a poco sus garras penetraban su carne, abriéndose paso con la facilidad con la que los pies entraban al barro. 

    Este gritaba, gritaba tanto que el zorro incluso lo estaba disfrutando. Continuaba su perforación hasta que en un golpe seco toda la longitud de su mano se introducía en su pecho. Los ojos vidriosos de aquel hombre se clavaban en los fríos e inexpresivos del zorro. Este dejaba de patalear en el momento justo que Kazuo extrae su corazón, aún palpitante entre sus alargados dedos. Este deja caer el cuerpo inerte del cabecilla de los asesinos de su familia, como si fuera un muñeco de trapo, profiriendo un chasquido seco al contacto con el suelo. Instantes más tarde, mientras Kazuo seguía mirándolo, aprieta su puño, estrujando el corazón aún humeante con sus garras, transformando este en un amasijo de carne deshecha.

    Finalizada su venganza, se mira las manos, llena de la sangre de sus enemigos. Sentía el juicio de Inari sobre sus hombros, y sabía que necesitaría siglos de redención por sus actos. Después de hacer aquello esperaba sentir paz, su familia había sido vengada con creces, a costa del sufrimiento de sus asesinos. Pero el zorro no se sentía mejor, no encontraba consuelo en esas muertes. Lo único que veía era un animal que había perdido el control de sus actos, un ser que se había dejado llevar por la oscuridad de su corazón.

    La lluvia intentaba llevarse el rastro de lo acontecido, más era imposible borrar nada de aquella escena. Kazuo miraba al cielo, dejando que el agua se llevase la sangre de su cuerpo, que la frialdad de esta apagase su rabia y su fuego.

    ⚠️ Texto no apto para gente aprensiva.⚠️ Analepsis. "Historias de su pasado". 𝓥𝓮𝓷𝓰𝓪𝓷𝔃𝓪 ( 𝓟𝓪𝓻𝓽𝓮 2 ) Se había vengado... ¿Por qué entonces se sentía tan vacío? Habían muerto... Toda su familia humana habían muerto. Aquellos que le dieron un nombre, enseñado hablar y a ser invisible. Aquellos que les había enseñado que era amar.  No paraba de llover. Kazuo, transformado después de tantos años en un imponente zorro de dos colas, corría de forma frenética, zigzagueando entre los árboles del bosque, como si fuera una sombra entre estos. Su poder explotaba en una maraña salvaje, incontrolable y voraz. Podía olerlos... Podía oler a los culpables de aquel acto atroz, de aquel asesinato a sangre fría, sin compasión y brutal. No estaban lejos, su hedor cada vez más intenso, mezclado con la sangre de sus padres y sus hermanos. Sentía como le ardían los pulmones, como estos amenazaban por salir de su boca en un estallido. Pero no podía parar, estaba tan cerca de alcanzarlos que casi podía sentir la anticipación del crujir de sus huesos en su mandíbula. El cuerpo del zorro se movía solo. Su mente en modo automático, conectado con el botón de destruir activado. Oteando el horizonte, allí estaban, cuatro jinetes a caballo desbocado, riendo y hablando como si no acabarán de arrebatarles la vida a una familia entera, a su familia. La impotencia era desmedida, tan dolorosa que por unos instantes hubiese preferido la muerte al dolor que estaba experimentando.  Con cada zancada a cuatro patas, Kazuo comienza a acercarse peligrosamente, hasta que finalmente en un impulso la enorme criatura se alzaba por encima de estos, agarrando una de las cabezas de los jinetes entre sus fauces, arrancándosela de cuajo con una facilidad pasmosa.  El zorro aterrizaba frente a ellos, aun con la cabeza chorreante entre sus dientes, una imagen visceral, solo a la altura de la más tenebrosa de las pesadillas. Estaba nublado por la rabia, un sentimiento que descubrió ese mismo día, ya que ciento de años atrás no tenía consciencia de sus sentimientos, simplemente el de la pura supervivencia. Todos estos cambiaría después de conocer a su familia, ahora muerta, con sus cuerpos aún calientes en lo que era su hogar.  Kazuo daba un latigazo con su cuello, arrojando la cabeza del jinete frente a los otros que frenaban en seco sus caballos. El zorro rugía, un gutural sonido que emanaba de su pecho, ahora tintando por el líquido carmesí, ensuciando su pelaje blanco y puro como el color de la luna. Este hacía retroceder sus orejas hacia atrás, apretando sus colmillos mientras todo su gesto se tensaba en una amenaza, sintiendo el sabor metálico de la sangre ajena en su boca. Agazapado, listo para abalanzarse, este comienza a acercarse, lentamente, acechando a sus presas que comenzaban a jadear presas del pánico. Estos no sabían las razones por las que el demonio arremetía contra ellos, pero mientras estos murieran, el Yokai no necesitaba nada más. En un abrir y cerrar de ojos, como si de un espectro se tratase, el zorro se abalanzaba sobre otro de los jinetes, haciéndole caer a él y su caballo al suelo. Mientras el equino se ponía en pie y se marchaba, dejaba al descubierto la sanguinaria escena, mientras el asesino gritaba con desesperación, Kazuo mordía su estómago con saña, desperdigando sus tripas por la tierra, llenando esta de sus vísceras y su sangre. Había sido una muerte agónica, tortuosa, solo el primero de los jinetes que habían muerto había tenido la suerte de tener una muerte limpia y rápida. ¿El resto?; estos iban a sufrir, primero con el miedo, el miedo certero de la llegada de su muerte, y más tarde la consecuencia de esta con un dolor y sufrimiento cruel y despiadado. Mientras el zorro se volteaba, los otros dos hombres restantes había cardado sus arcos, y sin que este pudiera evitarlo, sentía los punzantes filos de hierro atravesar su carne. Las pupilas del zorro se dilataban y sin proliferar el más mínimo aullido de dolor, unas llamas azules envuelven su cuerpo, haciendo consumir las fechas, reduciéndolas a cenizas que la misma brisa del viento se llevaba.  El zorro dirigía su mirada a uno de los atacantes, dejando que sus ojos penetraran en los del contrario. Este comenzaba a gritar, comenzaba a tocarse todo su cuerpo, arañar su carne con desesperación. Ampollas empezaban a adornar su piel, explotando, deja do escapar vapor con cada implosión. Le estaba quemando desde dentro, dejaba que una furiosa llama purificase su interior de dentro hacia afuera hasta que este explota en una llamarada, cayendo del caballo y retorciéndose en el suelo de dolor, arrastrándose por el suelo como la escoria que era. En algún momento este dejaba de gritar, y cuando esto ocurre Kazuo miraba al que quedaba, aparentemente el cabecilla del grupo. El asesino de su familia, temeroso, había emprendido una carrera frenética para intentar escapar. El zorro, con tranquilidad inquietante y pétrea, se desvanece entre llamas, desplazándose como si de un espectro se tratase. Finalmente, la figura de un joven de cabellos color plata se plantaba frente al jinete. Este, con sus cabellos plateados cayendo de sus hombros hasta su ventura, con dos puntiagudas orejas en lo alto de su cabeza y dos colas que oscilaban de un lado para el otro, ardoradas de llamas color zafiro, tan brillantes como sus ojos. La imponente presencia del zorro hacía que el caballo se alzase de sus patas delanteras, tirando al aquel temeroso hombre de su montura. Kazuo se aproxima con tanta calma que daba aún más miedo que en su forma más primitiva. Este se agacha a la altura del asesino, mirándolo a los ojos con una frialdad que casi se podían saborear. En un rápido movimiento toma al contrario del cuello, haciendo que se levante del suelo para después alzarlo con una sola mano por encima de su cabeza, lavando sus garras en el cuello de este. La mirada del zorro era vacía y distante, como el eco de una piedra cayendo en el fondo de un pozo.  - Ojo por ojo.- Aquella era una expresión tan humana. En el pasado no le encontraba sentido. No hasta ese momento. Mientras aquel hombre luchaba por respirar, la mano libre del zorro se posicionaba a la altura del corazón de la escoria que sostenía en el aire. Sus músculos tensos por el esfuerzo de la elevación, marchándose todos y cana unos de estos. Poco a poco sus garras penetraban su carne, abriéndose paso con la facilidad con la que los pies entraban al barro.  Este gritaba, gritaba tanto que el zorro incluso lo estaba disfrutando. Continuaba su perforación hasta que en un golpe seco toda la longitud de su mano se introducía en su pecho. Los ojos vidriosos de aquel hombre se clavaban en los fríos e inexpresivos del zorro. Este dejaba de patalear en el momento justo que Kazuo extrae su corazón, aún palpitante entre sus alargados dedos. Este deja caer el cuerpo inerte del cabecilla de los asesinos de su familia, como si fuera un muñeco de trapo, profiriendo un chasquido seco al contacto con el suelo. Instantes más tarde, mientras Kazuo seguía mirándolo, aprieta su puño, estrujando el corazón aún humeante con sus garras, transformando este en un amasijo de carne deshecha. Finalizada su venganza, se mira las manos, llena de la sangre de sus enemigos. Sentía el juicio de Inari sobre sus hombros, y sabía que necesitaría siglos de redención por sus actos. Después de hacer aquello esperaba sentir paz, su familia había sido vengada con creces, a costa del sufrimiento de sus asesinos. Pero el zorro no se sentía mejor, no encontraba consuelo en esas muertes. Lo único que veía era un animal que había perdido el control de sus actos, un ser que se había dejado llevar por la oscuridad de su corazón. La lluvia intentaba llevarse el rastro de lo acontecido, más era imposible borrar nada de aquella escena. Kazuo miraba al cielo, dejando que el agua se llevase la sangre de su cuerpo, que la frialdad de esta apagase su rabia y su fuego.
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  • "Acércate, no te ciegues más por el destino del hombre,
    yo encuentro bajo las ramas del amor y el odio,
    en todas las pobres y tontas cosas que un día viven,
    eterna belleza vagando en su errante vía."
    -----------William B. Yeats

    En un pequeño y tradicional Café, solo esta él, una taza humeante, una libreta y su bolígrafo.
    Escribe, con tranquilidad, y la máscara protege todo su rostro. No hay preguntas, cosas mas raras ha visto la gente que un enmascarado elegante. Lo agradece, no busca problemas, no busca llamar la atención, ha tomado la forma menos disruptiva de todas, al menos, mas acorde al sitio, que un caballo blanco.
    La ciudad le encanta, las calles, la rutina de los ciudadanos, los sonidos de la urbanidad, la vida misma fluyendo.
    "Acércate, no te ciegues más por el destino del hombre, yo encuentro bajo las ramas del amor y el odio, en todas las pobres y tontas cosas que un día viven, eterna belleza vagando en su errante vía." -----------William B. Yeats En un pequeño y tradicional Café, solo esta él, una taza humeante, una libreta y su bolígrafo. Escribe, con tranquilidad, y la máscara protege todo su rostro. No hay preguntas, cosas mas raras ha visto la gente que un enmascarado elegante. Lo agradece, no busca problemas, no busca llamar la atención, ha tomado la forma menos disruptiva de todas, al menos, mas acorde al sitio, que un caballo blanco. La ciudad le encanta, las calles, la rutina de los ciudadanos, los sonidos de la urbanidad, la vida misma fluyendo.
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  • - Alaí había pasado por una compo abandonado , allí parecía que no vivía nadie un lugar donde antes abia caballos y animales también había dos tumbas por allí en eso sintió una tristeza y dolor a su pecho recordando a quel día hace 16 años cuando , aún era pequeña.-

    Este lugar me recuerda mi viejo hogar, de pequeña.
    - Alaí había pasado por una compo abandonado , allí parecía que no vivía nadie un lugar donde antes abia caballos y animales también había dos tumbas por allí en eso sintió una tristeza y dolor a su pecho recordando a quel día hace 16 años cuando , aún era pequeña.- Este lugar me recuerda mi viejo hogar, de pequeña.
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  • Remanente
    Fandom OC
    Categoría Original
    //Siéntanse libres de consultar y/o responder~ //
    ----------------------------------------------

    " ... Desfilamos, y desfila con nosotros el mundo atareado
    entre las almas de los hombres, que se despiden y ceden su puesto
    como las pálidas aguas en su glacial carrera;
    Bajo estrellas que pasan, espuma de los cielos,
    sigue viviendo este rostro solitario. ... "
    W.B. Yeats
    -.-.-.-.-.-.-.-.-.-
    Bajo la luz de las estrellas galopa el rey fantasma, en su máscara de caballo, con crines plateadas al viento y el pelaje blanco, brillante de sudor.
    Explora los valles silenciosos en busca de esas puertas que lo llevan al otro mundo, el que es, el que debe de ser. Son hendiduras que se disfrazan de pequeños arroyos, que confunden a los caminantes. Da un paso cruzando el agua y te sentirás en un lugar diferente.
    Suena mágico, romántico. Pero aún él, en su forma equina, sigue sintiendo que ha cruzado un rio hace demasiado tiempo, y ha perdido su pertenencia.
    Correteando como una criatura salvaje, sabe que es propenso a encontrar la muerte, no es arrogante, tiene miedo como cualquier hombre, pero mas grande es la curiosidad de saber que o quién se halla, mas allá de los límites, mas grande el deseo de vivir, que el miedo a morir.
    Mientras sus patas sean fuertes, podrá correr lejos del peligro, por todo lo que no puede huir de sus propios pensamientos.
    //Siéntanse libres de consultar y/o responder~ // ---------------------------------------------- " ... Desfilamos, y desfila con nosotros el mundo atareado entre las almas de los hombres, que se despiden y ceden su puesto como las pálidas aguas en su glacial carrera; Bajo estrellas que pasan, espuma de los cielos, sigue viviendo este rostro solitario. ... " W.B. Yeats -.-.-.-.-.-.-.-.-.- Bajo la luz de las estrellas galopa el rey fantasma, en su máscara de caballo, con crines plateadas al viento y el pelaje blanco, brillante de sudor. Explora los valles silenciosos en busca de esas puertas que lo llevan al otro mundo, el que es, el que debe de ser. Son hendiduras que se disfrazan de pequeños arroyos, que confunden a los caminantes. Da un paso cruzando el agua y te sentirás en un lugar diferente. Suena mágico, romántico. Pero aún él, en su forma equina, sigue sintiendo que ha cruzado un rio hace demasiado tiempo, y ha perdido su pertenencia. Correteando como una criatura salvaje, sabe que es propenso a encontrar la muerte, no es arrogante, tiene miedo como cualquier hombre, pero mas grande es la curiosidad de saber que o quién se halla, mas allá de los límites, mas grande el deseo de vivir, que el miedo a morir. Mientras sus patas sean fuertes, podrá correr lejos del peligro, por todo lo que no puede huir de sus propios pensamientos.
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  • 𖨂 𝘛𝘩𝘦 𝘧𝘪𝘳𝘴𝘵 𝘵𝘪𝘮𝘦. ㅤ ; ㅤFB - Texas. (c/ Caleb Galloway)
    Fandom Lord Seventh ; AHS
    Categoría Slice of Life
    ㅤEl aire era nuevo, la vista era extraña, el camino que recorría era desconocido y aún así, su expresión se encontraba inmutable y seria. Sus ojos grises parecían apagados, mientras las miradas a su alrededor se posaban estupefactas sobre su persona.

    ㅤA sus 18 años ¿O quizás eran más de 800? La cuenta estaba perdida desde hace tiempo, pero en esta vida apenas había alcanzado la adultez. Ya había cruzado el océano cientos de veces, y aunque aquella región era nueva, la emoción estaba apagada, los viajes definitivamente no eran para él, y en las circunstancias actuales, la visita era mucho menos amena.

    ͏͏ㅤLa familia Jing llevaba siglos siendo representantes comerciales de la tribu chamánica de Nangjiang, lo que había iniciado en su séptima vida, ahora era nuevamente su responsabilidad, y era aquella palabra la que traía sus hombros pesados.

    ㅤEl pueblo de Nangjiang parecía haberse quedado en el tiempo, por lo que se negarían usar un auto de no ser extremadamente necesario, se negarían a hacer grandes negocios y en cambio preferirían invertir la fortuna de sus tierras en pequeños mercados, que aunque obtenía ganancias decentes, no representaba nada significativo. Pero por ello, aún debía tomarse la molestia de atravesar medio mundo, alquilar tres caballos para recorrer las zonas rurales, con dos estoicos guardias y un para nada sutil velo negro cubriendo su rostro, que llamaba la atención sobre su persona como si de una viuda en luto se trataba.

    ㅤAquella formal vestimenta le hacía sentir extraño, y en el momento en el que el tráfico de gente imposibilitaba el paso de los caballos, moverse a pie parecía aún más tortuoso.
    Solo por curiosidad, llevó su mano a su rostro, amenazando de despojarse de aquel velo, pero sus yemas no llegaron a tocar la tela en cuanto sintió que una fuerte presión rodeaba su muñeca. La amenazante mirada de aquel hombre de 1,90 que lo acompañaba le decía que sería imposible, lo había comprendido hace siglos, pero un pequeño intento no hacía daño a nadie.

    ㅤSoltó un suspiro agotado, pero debajo de aquella tela que solo dejaba su mirada libre había una pequeña sonrisa.
    No había nada que hacer, de su costado un abanico de papel se hizo presente y se abrió delante de su rostro. El príncipe era conocido por vivir en los extremos o sería invisible o sería llamativo. Si debía llevar aquel velo, no habría problema para él también extender su accesorio preferido a riesgo de que las voces consternadas fueran en aumento.

    ㅤDe por sí, en sus tierras era alguien excéntrico, ya nadie solía a llevar piezas tan distinguidas, más aquella costumbre estaba arraigada en su pecho, y junto al velo la gente solo podía pensar que era como alguno de aquellos jóvenes que en su adolescencia perdida vestían cosplays para viajar en tren. Lejos de ser algo espectacular, en el extranjero aprendió que eso no era algo demasiado respetable.

    ㅤRecorriendo puesto a puesto, buscando agricultores locales con los cuales asociarse, escuchaba las voces despectivas que se referían hacía su persona como “raro” y demás adjetivos ofensivos.

    ㅤLejos de enojarse, podría reírse en la cara de estos, frunciendo los ceños de los vendedores, pero seguro de que nadie se atrevería a lanzarle un golpe, no mientras aquellos corpulentos guardias tuvieran rostros de piedra.

    ㅤㅤ⸻ No hay nada interesante aquí, no vamos a desperdiciar dinero en tanta basura.

    ㅤExclamó a los dos hombres que lo acompañaban, quienes también servían como la rama más próxima al líder a quién servía. Sin embargo, aunque estos dos hombres no estuvieran dotados de ningún conocimiento en economía, ambos sacudieron su cabeza en modo negativo, sin estar dispuestos a marcharse tan prontamente. En cambio, uno de ellos elevó su dedo y señaló un puesto pequeño extendido sobre una manta. Su mirada decayó y su rostro se puso rígido. Lo veía y parecía una locura, pero como su rostro estaba privado de mostrar cualquier gesto, la desaprobación no era obvia y sus acompañantes se pusieron en marcha sin dejarle hablar siquiera.

    ㅤÉl, aunque con un respetable metro ochenta, aún era el más pequeño de la triada, y su masa muscular era apenas la mitad de lo que aquellos dos habían trabajado durante toda su vida. Si no podía oponerse con palabras, menos podría oponerse físicamente, pues aunque fuera un príncipe, nadie en Nangjiang temía aplicar el castigo físico, y si recordaba el modo en el que su apellido ganó su puesto en aquel territorio, ir en contra de ellos no sería de sus mejores ideas. Se sintió derrotado en ese instante mientras caminaba con un paso apresurado para ponerse al frente.

    ㅤCon su abanico abierto, el velo negro dejando solo un par de ojos similares a flores de melocotón, ofreció una sonrisa imperceptible, aunque un poco impactado debido a que el chico al frente no parecía mayor que él.

    ㅤㅤ⸻ ¿Qué tienes aquí?

    ㅤYendo directamente al grano, se colocó en cuclillas, seguido por el par de hombres detrás de él quienes se veían más interesados en la mercancía, tomando en manos algunas de estas, seguramente intentando corroborar la calidad del producto tal como acostumbraban en las tierras del sur de donde provenían.

    Caleb Galloway
    ㅤEl aire era nuevo, la vista era extraña, el camino que recorría era desconocido y aún así, su expresión se encontraba inmutable y seria. Sus ojos grises parecían apagados, mientras las miradas a su alrededor se posaban estupefactas sobre su persona. ㅤA sus 18 años ¿O quizás eran más de 800? La cuenta estaba perdida desde hace tiempo, pero en esta vida apenas había alcanzado la adultez. Ya había cruzado el océano cientos de veces, y aunque aquella región era nueva, la emoción estaba apagada, los viajes definitivamente no eran para él, y en las circunstancias actuales, la visita era mucho menos amena. ͏͏ㅤLa familia Jing llevaba siglos siendo representantes comerciales de la tribu chamánica de Nangjiang, lo que había iniciado en su séptima vida, ahora era nuevamente su responsabilidad, y era aquella palabra la que traía sus hombros pesados. ㅤEl pueblo de Nangjiang parecía haberse quedado en el tiempo, por lo que se negarían usar un auto de no ser extremadamente necesario, se negarían a hacer grandes negocios y en cambio preferirían invertir la fortuna de sus tierras en pequeños mercados, que aunque obtenía ganancias decentes, no representaba nada significativo. Pero por ello, aún debía tomarse la molestia de atravesar medio mundo, alquilar tres caballos para recorrer las zonas rurales, con dos estoicos guardias y un para nada sutil velo negro cubriendo su rostro, que llamaba la atención sobre su persona como si de una viuda en luto se trataba. ㅤAquella formal vestimenta le hacía sentir extraño, y en el momento en el que el tráfico de gente imposibilitaba el paso de los caballos, moverse a pie parecía aún más tortuoso. Solo por curiosidad, llevó su mano a su rostro, amenazando de despojarse de aquel velo, pero sus yemas no llegaron a tocar la tela en cuanto sintió que una fuerte presión rodeaba su muñeca. La amenazante mirada de aquel hombre de 1,90 que lo acompañaba le decía que sería imposible, lo había comprendido hace siglos, pero un pequeño intento no hacía daño a nadie. ㅤSoltó un suspiro agotado, pero debajo de aquella tela que solo dejaba su mirada libre había una pequeña sonrisa. No había nada que hacer, de su costado un abanico de papel se hizo presente y se abrió delante de su rostro. El príncipe era conocido por vivir en los extremos o sería invisible o sería llamativo. Si debía llevar aquel velo, no habría problema para él también extender su accesorio preferido a riesgo de que las voces consternadas fueran en aumento. ㅤDe por sí, en sus tierras era alguien excéntrico, ya nadie solía a llevar piezas tan distinguidas, más aquella costumbre estaba arraigada en su pecho, y junto al velo la gente solo podía pensar que era como alguno de aquellos jóvenes que en su adolescencia perdida vestían cosplays para viajar en tren. Lejos de ser algo espectacular, en el extranjero aprendió que eso no era algo demasiado respetable. ㅤRecorriendo puesto a puesto, buscando agricultores locales con los cuales asociarse, escuchaba las voces despectivas que se referían hacía su persona como “raro” y demás adjetivos ofensivos. ㅤLejos de enojarse, podría reírse en la cara de estos, frunciendo los ceños de los vendedores, pero seguro de que nadie se atrevería a lanzarle un golpe, no mientras aquellos corpulentos guardias tuvieran rostros de piedra. ㅤㅤ⸻ No hay nada interesante aquí, no vamos a desperdiciar dinero en tanta basura. ㅤExclamó a los dos hombres que lo acompañaban, quienes también servían como la rama más próxima al líder a quién servía. Sin embargo, aunque estos dos hombres no estuvieran dotados de ningún conocimiento en economía, ambos sacudieron su cabeza en modo negativo, sin estar dispuestos a marcharse tan prontamente. En cambio, uno de ellos elevó su dedo y señaló un puesto pequeño extendido sobre una manta. Su mirada decayó y su rostro se puso rígido. Lo veía y parecía una locura, pero como su rostro estaba privado de mostrar cualquier gesto, la desaprobación no era obvia y sus acompañantes se pusieron en marcha sin dejarle hablar siquiera. ㅤÉl, aunque con un respetable metro ochenta, aún era el más pequeño de la triada, y su masa muscular era apenas la mitad de lo que aquellos dos habían trabajado durante toda su vida. Si no podía oponerse con palabras, menos podría oponerse físicamente, pues aunque fuera un príncipe, nadie en Nangjiang temía aplicar el castigo físico, y si recordaba el modo en el que su apellido ganó su puesto en aquel territorio, ir en contra de ellos no sería de sus mejores ideas. Se sintió derrotado en ese instante mientras caminaba con un paso apresurado para ponerse al frente. ㅤCon su abanico abierto, el velo negro dejando solo un par de ojos similares a flores de melocotón, ofreció una sonrisa imperceptible, aunque un poco impactado debido a que el chico al frente no parecía mayor que él. ㅤㅤ⸻ ¿Qué tienes aquí? ㅤYendo directamente al grano, se colocó en cuclillas, seguido por el par de hombres detrás de él quienes se veían más interesados en la mercancía, tomando en manos algunas de estas, seguramente intentando corroborar la calidad del producto tal como acostumbraban en las tierras del sur de donde provenían. [Otterlie_gj]
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  • — 𝒩𝑜 𝓈𝑜𝓁𝑜 𝒽𝑒𝓇𝒾𝓈𝓉𝑒 𝒶 𝓊𝓃 𝒶𝓂𝒾𝑔𝑜, 𝓈𝒾𝓃𝑜 𝒶 𝓂𝒾 𝓂𝒶́𝓈 𝑔𝓇𝒶𝓃𝒹𝑒 𝒹𝒾𝓈𝒸𝒾́𝓅𝓊𝓁𝑜. 𝒯𝑒 𝒶𝓉𝓇𝑒𝓋𝒾𝓈𝓉𝑒 𝒶 𝓂𝑒𝓃𝒸𝒾𝑜𝓃𝒶𝓇 𝒶 𝓂𝒾 𝒶𝒹𝑜𝓇𝒶𝒹𝒶 𝒥𝓊𝓁𝓎... 𝓃𝑜 𝒹𝑒𝒿𝒶𝓇𝑒́ 𝓆𝓊𝑒 𝓃𝒶𝒹𝒾𝑒 𝓂𝒶́𝓈 𝒸𝒶𝒾𝑔𝒶 𝒶𝓃𝓉𝑒 𝓉𝓊 𝓇𝒶𝓈𝓉𝓇𝑜 𝒹𝑒 𝓋𝒾𝑜𝓁𝑒𝓃𝒸𝒾𝒶. — Se preparó atando su cabello en una cola de caballoa nivel alto. Esa amenaza realmente le había encendido el ánimo que años atrás había sido apagado, o eso creía.


    [ Tema de fondo: https://youtu.be/S_RABs8wP14?si=KhST0quDuxNE4uck]
    — 𝒩𝑜 𝓈𝑜𝓁𝑜 𝒽𝑒𝓇𝒾𝓈𝓉𝑒 𝒶 𝓊𝓃 𝒶𝓂𝒾𝑔𝑜, 𝓈𝒾𝓃𝑜 𝒶 𝓂𝒾 𝓂𝒶́𝓈 𝑔𝓇𝒶𝓃𝒹𝑒 𝒹𝒾𝓈𝒸𝒾́𝓅𝓊𝓁𝑜. 𝒯𝑒 𝒶𝓉𝓇𝑒𝓋𝒾𝓈𝓉𝑒 𝒶 𝓂𝑒𝓃𝒸𝒾𝑜𝓃𝒶𝓇 𝒶 𝓂𝒾 𝒶𝒹𝑜𝓇𝒶𝒹𝒶 𝒥𝓊𝓁𝓎... 𝓃𝑜 𝒹𝑒𝒿𝒶𝓇𝑒́ 𝓆𝓊𝑒 𝓃𝒶𝒹𝒾𝑒 𝓂𝒶́𝓈 𝒸𝒶𝒾𝑔𝒶 𝒶𝓃𝓉𝑒 𝓉𝓊 𝓇𝒶𝓈𝓉𝓇𝑜 𝒹𝑒 𝓋𝒾𝑜𝓁𝑒𝓃𝒸𝒾𝒶. — Se preparó atando su cabello en una cola de caballoa nivel alto. Esa amenaza realmente le había encendido el ánimo que años atrás había sido apagado, o eso creía. [ Tema de fondo: https://youtu.be/S_RABs8wP14?si=KhST0quDuxNE4uck]
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  • ⸻ ¿Por que hay tantos caballos pequeños (Pony´s) en todos lados? ¿Se volcó un camión de esas cosas o que rayos?
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  • ¿Un caballo parlante? ¡Patrañas! ¡Si Naraku cree que voy a caer en esa está muy equivocado!
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  • Vaya , caía deberías fijarte no ese barranco era algo bajo por suerte pero ¿Por qué corrías? , ¿Por qué te seguían esos caballos sacros?

    - quedó viendo a chic@ que se abia despertado del golpe a verla -

    No debería meterme es esos asuntos.
    Vaya , caía deberías fijarte no ese barranco era algo bajo por suerte pero ¿Por qué corrías? , ¿Por qué te seguían esos caballos sacros? - quedó viendo a chic@ que se abia despertado del golpe a verla - No debería meterme es esos asuntos.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || Vuelvo a ser Geto. Me encanta la trama de Choso, pero mi caballo de batalla es Geto.
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