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Shawn Woodrow
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¤ La luz de la mañana ya se filtraba entre las cortinas entreabiertas de la habitación de Dominique. El reloj digital en su mesita de noche parpadeaba en números rojos, anunciando la llegada implacable de las 7:45 AM. Dom, con el cabello alborotado y una expresión de pánico en el rostro, se revolvió en su cama, ajena al zumbido insistente de su teléfono móvil.
-¡Oh, no, no, no! -exclamó Dom, como si hubiera sido sacudida repentinamente por una descarga eléctrica. Se levantó de un salto, pero sus pies tropezaron con las sábanas revueltas, amenazando con enviarla al suelo en un desordenado montón de extremidades. Con un esfuerzo titánico, logró estabilizarse y se precipitó hacia el baño, ignorando por completo su aspecto desaliñado en el proceso.
-Mierda, mierda, mierda- murmuraba entre dientes mientras se cepillaba los dientes con una ferocidad frenética, como si pudiera ahuyentar la tardanza con cada cerda del cepillo. El sonido del agua corriendo y el cepillo golpeando el lavabo crearon una cacofonía caótica en el pequeño espacio.
Después de una carrera frenética por su rutina de la mañana, que incluía una ducha express y una peinada con los dedos, Dom emergió del baño como una fuerza de la naturaleza en busca de ropa. Se enfundó en lo primero que encontró en su armario, sin importarle si combinaba o no, mientras su mente repetía un mantra constante de preocupación por el tiempo perdido.
-¡Espero que haya café! ¡Dios, necesito café!- exclamó Dom con desesperación mientras se abalanzaba hacia la cocina, donde la cafetera goteaba con impaciencia. La adrenalina fluía por sus venas mientras luchaba por mantener el control sobre las cosas, aunque fuera solo sobre el café.
Con un suspiro de alivio al sentir el líquido oscuro correr por su garganta, Dominique revisó el reloj de la cocina y se maldijo a sí misma por su constante retraso. "¿Por qué siempre hago esto? ¡Siempre llego tarde!", se lamentó con frustración, aunque sabía que lamentarse no cambiaría su situación.
Con un último sorbo de café y un vistazo rápido a su desordenado apartamento, Dom se lanzó hacia la puerta con su bolso colgando descuidadamente de su hombro.
-¡Adiós, desorden! ¡Hola, bronca por llegar tarde! - exclamó con un toque de humor mientras cerraba la puerta tras de sí con un portazo- Natalie me va a matar… -canturreaba mientras corría a toda velocidad por la acera.
Natalie habia entrado a trabajar en la librería solo unas semanas antes que ella pero, a todas luces -y debido a la torpeza innata de Dom- prácticamente y a todas luces la rubia iba a ser inminentemente ascendida al codiciando puesto de encargada. Aquello no era un problema para la morena, la verdad era que Dom nunca se vería encargándose de una librería, estaba segura de que no seria capaz de sacar ese lugar adelante y que confundiría sus proveedores y acabaría buscando sitio donde guardar cincuenta kilos de carne de ternera en lugar de los libros que tendría que haber pedido. Casi era un alivio saber que ni siquiera estaba considerada como opción para un puesto de tal responsabilidad.
¿La putada? Natalie habia tenido que abrir sola la tienda, con todo lo que eso conllevaba. La limpieza y orden, colocar el pedido que estaba a punto de llegar y… preparar la charla literaria que se llevaría a cabo ese fin de semana. No es que la librería fuera enorme, pero lo cierto era que iba a requerir cierta organización. Puede que Dom no fuera una ayuda en ese caso, pero no podía dejar que Natalie se comiera sola el marrón.
Como cada mañana pasó por delante de la furgoneta ambulante de la cafetería de Jerry, y como cada mañana pidió un expreso doble para llevar. Quizás no habia sido una buena idea comprarlo aquella mañana, pues cuando teléfono empezó a sonar en su bolso y, en vista de que a la carrera y sujetando su vaso de café no iba a poder contestar, Dom volteo su muñeca para ojear rápidamente en su smartwatch la identidad de la persona que la estaba llamando. Era su abuela, a la que tendría que haber llamado el día anterior ya que habia sido su cumpleaños y se le habia olvidado. Puñeta.
-¡Coño! -exclamó en mitad de la calle cuando el café ardiente quemó la piel de su pecho y empapó su camiseta- Mecaguen… -comentó llevándose dos dedos a la prenda para intentar separarla de su cuerpo.
No tenia tiempo que perder, no podía volver a casa y parar en una tienda a comprarse otra de urgencia la retrasaría mucho más. No queria ni imaginarse la cara de mosqueo de Natalie cuando llegara.
Corrió calle arriba esquivando como pudo peatones y a un par de ciclistas mosqueados por tener a una morena despeinada ocupando su única via por donde circular en toda la calle.
-¡Perdóóóóóón! -exclamó cuando uno de esos ciclistas la llamó “gilipollas” desde la distancia. No tenia tiempo para pararse, no ahora que ya solo unos cuantos metros la separaban de la puerta de la tienda. Con suerte habría alguna camiseta en el vestuario, y si no suya, de la propia Natalie… Y pronto podría quitarse esa prenda completamente empapada en café. Solo esperaba que nadie la viera de esa guisa. No a esas horas de la mañana.
El sonido de una moto aparcando en la acera llamó su atención, sobre todo al darse cuenta de que el motorista era el dueño de la tienda de artículos para motoristas que dirigía y llevaba el perfecto, guapo, divertido y sobre todo, sexy, Shawn Woodrow. El tio, literalmente, más bueno de toda la ciudad.
-Joder…- masculló entre dientes intentando que la tierra la tragara y hacerse invisible en aquel momento.
El rubio, varios años mayor que ella -aunque la verdad era que tratándose de él, la morena no le haría ascos a nada y dejaría que le hiciera un par de favores, hay que ser honestas- se quitó el casco y le dedicó una de esas sonrisas que quitaban el hipo.
Se giro cuando él la llamó, aunque sin detenerse en su avance.
-Llego tarde… Luego te veo…- le dijo con una brillante sonrisa y sus mejillas completamente ruborizadas esperando que Shawn no hubiera visto la enorme mancha de café que ella habia intentado cubrir a duras penas con su chaqueta. Se despidió de él con su mano diestra y, estaba a punto de girarse cuando impactó directamente con una pantalla de cristal.
La pantalla de cristal de la puerta roja de la librería donde ella trabajaba y la cual acababa de comerse entera.
-¡Coño, Dom! -escuchó la voz de Natalie, pero la verdad era que debido al impacto y a las lagrimas en sus ojos a causa de aquel soberano topetazo era incapaz de pronunciar palabra, solo podía llevarse la mano a la nariz rezando por no habérsela roto- ¿Estás… bien? -preguntó su compañera de trabajo al ver la guisa con la que habia aparecido en la librería- Sabes que el café se bebe, ¿no?
#Starter #RolPrivado #Partner #MagicWorld #OC ć
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¤ La luz de la mañana ya se filtraba entre las cortinas entreabiertas de la habitación de Dominique. El reloj digital en su mesita de noche parpadeaba en números rojos, anunciando la llegada implacable de las 7:45 AM. Dom, con el cabello alborotado y una expresión de pánico en el rostro, se revolvió en su cama, ajena al zumbido insistente de su teléfono móvil.
-¡Oh, no, no, no! -exclamó Dom, como si hubiera sido sacudida repentinamente por una descarga eléctrica. Se levantó de un salto, pero sus pies tropezaron con las sábanas revueltas, amenazando con enviarla al suelo en un desordenado montón de extremidades. Con un esfuerzo titánico, logró estabilizarse y se precipitó hacia el baño, ignorando por completo su aspecto desaliñado en el proceso.
-Mierda, mierda, mierda- murmuraba entre dientes mientras se cepillaba los dientes con una ferocidad frenética, como si pudiera ahuyentar la tardanza con cada cerda del cepillo. El sonido del agua corriendo y el cepillo golpeando el lavabo crearon una cacofonía caótica en el pequeño espacio.
Después de una carrera frenética por su rutina de la mañana, que incluía una ducha express y una peinada con los dedos, Dom emergió del baño como una fuerza de la naturaleza en busca de ropa. Se enfundó en lo primero que encontró en su armario, sin importarle si combinaba o no, mientras su mente repetía un mantra constante de preocupación por el tiempo perdido.
-¡Espero que haya café! ¡Dios, necesito café!- exclamó Dom con desesperación mientras se abalanzaba hacia la cocina, donde la cafetera goteaba con impaciencia. La adrenalina fluía por sus venas mientras luchaba por mantener el control sobre las cosas, aunque fuera solo sobre el café.
Con un suspiro de alivio al sentir el líquido oscuro correr por su garganta, Dominique revisó el reloj de la cocina y se maldijo a sí misma por su constante retraso. "¿Por qué siempre hago esto? ¡Siempre llego tarde!", se lamentó con frustración, aunque sabía que lamentarse no cambiaría su situación.
Con un último sorbo de café y un vistazo rápido a su desordenado apartamento, Dom se lanzó hacia la puerta con su bolso colgando descuidadamente de su hombro.
-¡Adiós, desorden! ¡Hola, bronca por llegar tarde! - exclamó con un toque de humor mientras cerraba la puerta tras de sí con un portazo- Natalie me va a matar… -canturreaba mientras corría a toda velocidad por la acera.
Natalie habia entrado a trabajar en la librería solo unas semanas antes que ella pero, a todas luces -y debido a la torpeza innata de Dom- prácticamente y a todas luces la rubia iba a ser inminentemente ascendida al codiciando puesto de encargada. Aquello no era un problema para la morena, la verdad era que Dom nunca se vería encargándose de una librería, estaba segura de que no seria capaz de sacar ese lugar adelante y que confundiría sus proveedores y acabaría buscando sitio donde guardar cincuenta kilos de carne de ternera en lugar de los libros que tendría que haber pedido. Casi era un alivio saber que ni siquiera estaba considerada como opción para un puesto de tal responsabilidad.
¿La putada? Natalie habia tenido que abrir sola la tienda, con todo lo que eso conllevaba. La limpieza y orden, colocar el pedido que estaba a punto de llegar y… preparar la charla literaria que se llevaría a cabo ese fin de semana. No es que la librería fuera enorme, pero lo cierto era que iba a requerir cierta organización. Puede que Dom no fuera una ayuda en ese caso, pero no podía dejar que Natalie se comiera sola el marrón.
Como cada mañana pasó por delante de la furgoneta ambulante de la cafetería de Jerry, y como cada mañana pidió un expreso doble para llevar. Quizás no habia sido una buena idea comprarlo aquella mañana, pues cuando teléfono empezó a sonar en su bolso y, en vista de que a la carrera y sujetando su vaso de café no iba a poder contestar, Dom volteo su muñeca para ojear rápidamente en su smartwatch la identidad de la persona que la estaba llamando. Era su abuela, a la que tendría que haber llamado el día anterior ya que habia sido su cumpleaños y se le habia olvidado. Puñeta.
-¡Coño! -exclamó en mitad de la calle cuando el café ardiente quemó la piel de su pecho y empapó su camiseta- Mecaguen… -comentó llevándose dos dedos a la prenda para intentar separarla de su cuerpo.
No tenia tiempo que perder, no podía volver a casa y parar en una tienda a comprarse otra de urgencia la retrasaría mucho más. No queria ni imaginarse la cara de mosqueo de Natalie cuando llegara.
Corrió calle arriba esquivando como pudo peatones y a un par de ciclistas mosqueados por tener a una morena despeinada ocupando su única via por donde circular en toda la calle.
-¡Perdóóóóóón! -exclamó cuando uno de esos ciclistas la llamó “gilipollas” desde la distancia. No tenia tiempo para pararse, no ahora que ya solo unos cuantos metros la separaban de la puerta de la tienda. Con suerte habría alguna camiseta en el vestuario, y si no suya, de la propia Natalie… Y pronto podría quitarse esa prenda completamente empapada en café. Solo esperaba que nadie la viera de esa guisa. No a esas horas de la mañana.
El sonido de una moto aparcando en la acera llamó su atención, sobre todo al darse cuenta de que el motorista era el dueño de la tienda de artículos para motoristas que dirigía y llevaba el perfecto, guapo, divertido y sobre todo, sexy, Shawn Woodrow. El tio, literalmente, más bueno de toda la ciudad.
-Joder…- masculló entre dientes intentando que la tierra la tragara y hacerse invisible en aquel momento.
El rubio, varios años mayor que ella -aunque la verdad era que tratándose de él, la morena no le haría ascos a nada y dejaría que le hiciera un par de favores, hay que ser honestas- se quitó el casco y le dedicó una de esas sonrisas que quitaban el hipo.
Se giro cuando él la llamó, aunque sin detenerse en su avance.
-Llego tarde… Luego te veo…- le dijo con una brillante sonrisa y sus mejillas completamente ruborizadas esperando que Shawn no hubiera visto la enorme mancha de café que ella habia intentado cubrir a duras penas con su chaqueta. Se despidió de él con su mano diestra y, estaba a punto de girarse cuando impactó directamente con una pantalla de cristal.
La pantalla de cristal de la puerta roja de la librería donde ella trabajaba y la cual acababa de comerse entera.
-¡Coño, Dom! -escuchó la voz de Natalie, pero la verdad era que debido al impacto y a las lagrimas en sus ojos a causa de aquel soberano topetazo era incapaz de pronunciar palabra, solo podía llevarse la mano a la nariz rezando por no habérsela roto- ¿Estás… bien? -preguntó su compañera de trabajo al ver la guisa con la que habia aparecido en la librería- Sabes que el café se bebe, ¿no?
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