• Mistorioso ser
    Fandom cualquiera
    Categoría Slice of Life
    Había paz… pero de la frágil. De esa que se sostiene con clavos torcidos y rezos a medias. Heracles lo notó en cuanto pisó la aldea. Nadie gritaba. Nadie reía. Solo miradas bajadas y puertas entrecerradas. Ese silencio no era descanso. Era miedo.

    Se quitó el manto, sacudido por la escarcha, y lo colgó en la viga del albergue. Su silueta imponente llenó el marco de la entrada mientras caminaba al fuego común. Nadie habló, pero más de un niño lo observó desde detrás de los brazos de sus madres.

    Una anciana le ofreció pan. Él asintió, lo tomó con respeto y se sentó, sin palabra alguna. Su presencia no era ruidosa, pero pesaba como una promesa.

    —Dicen que eres Heracles —murmuró un joven herrero, finalmente, desde una esquina—. Que derrotaste a la hidra… que has caminado por el Inframundo y vuelto.

    Heracles alzó la mirada. Sus ojos no tenían soberbia. Solo cansancio, paciencia… y una voluntad inquebrantable.

    —He hecho muchas cosas. Pero ahora estoy aquí. ¿Qué amenaza esta tierra?

    Un anciano se aclaró la voz. —Hay algo… en los bosques. Algo que no teme ni al fuego ni al acero. Ha estado acechando el límite del valle. Nos quita animales. A uno le quitó el hijo.

    El héroe asintió con calma. No pidió más detalles. Se puso de pie, y al tomar su maza, el silencio de la sala se hizo reverente. Él no necesitaba jactarse. Su sola decisión de ayudar hablaba más que cien gestas.

    —Si aún vive, lo traeré. Si no... haré que no vuelva a ocurrir.

    Caminó hacia la salida, la niebla empezando a abrirse con sus pasos.

    Pero se detuvo.

    Giró levemente la cabeza, como si hubiera notado algo. Alguien.

    Sus ojos se clavaron en quien acababa de llegar. Un rostro nuevo entre tanta sombra.

    —¿Tú también has venido a ayudar… o solo a mirar cómo me adentro solo en la oscuridad?

    Su tono no fue hostil. Fue una invitación. Un reconocimiento.

    Porque incluso los héroes más grandes saben cuándo compartir el peso de una causa.
    Había paz… pero de la frágil. De esa que se sostiene con clavos torcidos y rezos a medias. Heracles lo notó en cuanto pisó la aldea. Nadie gritaba. Nadie reía. Solo miradas bajadas y puertas entrecerradas. Ese silencio no era descanso. Era miedo. Se quitó el manto, sacudido por la escarcha, y lo colgó en la viga del albergue. Su silueta imponente llenó el marco de la entrada mientras caminaba al fuego común. Nadie habló, pero más de un niño lo observó desde detrás de los brazos de sus madres. Una anciana le ofreció pan. Él asintió, lo tomó con respeto y se sentó, sin palabra alguna. Su presencia no era ruidosa, pero pesaba como una promesa. —Dicen que eres Heracles —murmuró un joven herrero, finalmente, desde una esquina—. Que derrotaste a la hidra… que has caminado por el Inframundo y vuelto. Heracles alzó la mirada. Sus ojos no tenían soberbia. Solo cansancio, paciencia… y una voluntad inquebrantable. —He hecho muchas cosas. Pero ahora estoy aquí. ¿Qué amenaza esta tierra? Un anciano se aclaró la voz. —Hay algo… en los bosques. Algo que no teme ni al fuego ni al acero. Ha estado acechando el límite del valle. Nos quita animales. A uno le quitó el hijo. El héroe asintió con calma. No pidió más detalles. Se puso de pie, y al tomar su maza, el silencio de la sala se hizo reverente. Él no necesitaba jactarse. Su sola decisión de ayudar hablaba más que cien gestas. —Si aún vive, lo traeré. Si no... haré que no vuelva a ocurrir. Caminó hacia la salida, la niebla empezando a abrirse con sus pasos. Pero se detuvo. Giró levemente la cabeza, como si hubiera notado algo. Alguien. Sus ojos se clavaron en quien acababa de llegar. Un rostro nuevo entre tanta sombra. —¿Tú también has venido a ayudar… o solo a mirar cómo me adentro solo en la oscuridad? Su tono no fue hostil. Fue una invitación. Un reconocimiento. Porque incluso los héroes más grandes saben cuándo compartir el peso de una causa.
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  • 陸峰 -
    𝐓𝐈𝐌𝐄 -


    Probablemente su vida era muy aburrida. No salía a beber con sus compañeros porque lo creían serio y alguien distante, algo que debía ser al ser la autoridad Suprema de protección civil. Tampoco salía a fiestas, los humanos no estaban de humor para hacer fiestas y era rara la vez que ocurría una. Así que no negaba cuando alguien le preguntaba cómo se divertía, no podía admitirlo directamente, pero lo hacía al visitar los bosques de especies mutantes.

    Tenían un encanto natural a pesar de ser muy distintos a los bosques comunes. Era como si visitara otro mundo de Flora y Fauna, aunque la Fauna era peligrosa. Lu Feng sabía que éstos mutantes trataban de proteger su ahora "hogar", sin embargo, por más que le pareciera maravilloso en un principio, estaban en guerra, la cual tenía un sólo objetivo para cada parte; sobrevivir, vivir o matar.
    陸峰 - 𝐓𝐈𝐌𝐄 - Probablemente su vida era muy aburrida. No salía a beber con sus compañeros porque lo creían serio y alguien distante, algo que debía ser al ser la autoridad Suprema de protección civil. Tampoco salía a fiestas, los humanos no estaban de humor para hacer fiestas y era rara la vez que ocurría una. Así que no negaba cuando alguien le preguntaba cómo se divertía, no podía admitirlo directamente, pero lo hacía al visitar los bosques de especies mutantes. Tenían un encanto natural a pesar de ser muy distintos a los bosques comunes. Era como si visitara otro mundo de Flora y Fauna, aunque la Fauna era peligrosa. Lu Feng sabía que éstos mutantes trataban de proteger su ahora "hogar", sin embargo, por más que le pareciera maravilloso en un principio, estaban en guerra, la cual tenía un sólo objetivo para cada parte; sobrevivir, vivir o matar.
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  • —¿Un bosque? ¿¡Por qué siempre tiene que ser un bosque!? ¿Cuando será una mansión lujosa abandonada para variar un poco?
    —¿Un bosque? ¿¡Por qué siempre tiene que ser un bosque!? ¿Cuando será una mansión lujosa abandonada para variar un poco?
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  • "Una vez un niño, tonto y puro, me pidió que su madre volviera a caminar en el césped, que pudiera sentir de nuevo la luz de la luna en su piel. A cambio él sacrificaría todo su ser.
    Hoy en día él es el árbol más grande en el bosque, y su madre aún deambula por los prados a la luz de la luna llena... Con un miasma intenso por perfume "
    "Una vez un niño, tonto y puro, me pidió que su madre volviera a caminar en el césped, que pudiera sentir de nuevo la luz de la luna en su piel. A cambio él sacrificaría todo su ser. Hoy en día él es el árbol más grande en el bosque, y su madre aún deambula por los prados a la luz de la luna llena... Con un miasma intenso por perfume "
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  • Modo zorro activado... Como no me quiero mostrar ante los humanos con mi verdadera forma uso una cola, obviamente no es lo mismo usar una que usar 9, se me ralentiza la fuerza, meh soy un zorro común para los demás

    - Estaría en el bosque, como era de esperarse, al estar transformado y al ver a roedores su lado cazador se activaría e intentaría cazarlos pero... Obviamente sería otro fracaso para el
    Modo zorro activado... Como no me quiero mostrar ante los humanos con mi verdadera forma uso una cola, obviamente no es lo mismo usar una que usar 9, se me ralentiza la fuerza, meh soy un zorro común para los demás - Estaría en el bosque, como era de esperarse, al estar transformado y al ver a roedores su lado cazador se activaría e intentaría cazarlos pero... Obviamente sería otro fracaso para el
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  • Está es "???", más conocíada como Yoli según el futuro de la trama.

    Historia: Yoli era pricionera de un pueblo humano, aún no recuerda del todo como es que murió su familia porque era solo una bebé, pero tiene pesadillas sobre eso. La entrenaron sin su consentimiento, y aún así sus habilidades en batalla no son las mejores, de echo, prefiere correr por su vida en vez de defenderse, lo cual le ha funcionado bastante hasta ahora. Pudo escapar de su pueblo con la habilidad de correr y ahora ronda por el bosque de día y de noche buscando sus origines y a alguien que la quiera tal cual es.

    Inventario:

    Piedra preciosa: encontrada dentro de una cueva de gemas y cristales preciosos, lo usa para pagar cosas caras porque no sabe el valor del dinero.

    Fotos: recuerdos que tuvo de su "hermano" y tutor humano, aunque en las fotos donde aparece Yoli siempre es maltratada, a ella le parecen bonitas porque tenía un gran aprecio a tales personas a pesar de que a ella no la querían.

    Libro: es un libro que le prestó Eraster Shineray Demon , contiene información valiosa del pasado.

    Peluche: ya tiene bastantes juguetitos y sigue siendo muy infantil, lo usa cuando se siente triste y sola.

    Monedas de oro: También se las regaló Eraster porque para él valían menos.

    ?: objeto misterioso seguramente...


    Habilidades:

    Vida: casi completamente sana

    Lucha: pésima luchando

    Correr: de larga duración y se regenera rápido, profecional en el escape.
    Está es "???", más conocíada como Yoli según el futuro de la trama. Historia: Yoli era pricionera de un pueblo humano, aún no recuerda del todo como es que murió su familia porque era solo una bebé, pero tiene pesadillas sobre eso. La entrenaron sin su consentimiento, y aún así sus habilidades en batalla no son las mejores, de echo, prefiere correr por su vida en vez de defenderse, lo cual le ha funcionado bastante hasta ahora. Pudo escapar de su pueblo con la habilidad de correr y ahora ronda por el bosque de día y de noche buscando sus origines y a alguien que la quiera tal cual es. Inventario: Piedra preciosa: encontrada dentro de una cueva de gemas y cristales preciosos, lo usa para pagar cosas caras porque no sabe el valor del dinero. Fotos: recuerdos que tuvo de su "hermano" y tutor humano, aunque en las fotos donde aparece Yoli siempre es maltratada, a ella le parecen bonitas porque tenía un gran aprecio a tales personas a pesar de que a ella no la querían. Libro: es un libro que le prestó [Erasdemon122], contiene información valiosa del pasado. Peluche: ya tiene bastantes juguetitos y sigue siendo muy infantil, lo usa cuando se siente triste y sola. Monedas de oro: También se las regaló Eraster porque para él valían menos. ?: objeto misterioso seguramente... Habilidades: Vida: casi completamente sana Lucha: pésima luchando Correr: de larga duración y se regenera rápido, profecional en el escape.
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  • Un encuentro fortuito en la selva invertida.
    Fandom Made in Abyss
    Categoría Aventura
    Rol con: Richard Karter

    La Selva Invertida – El Jardín de lo Que No Debería Crecer, la segunda capa del abismo, un bosque que ha olvidado el cielo, donde las raíces cuelgan desde las alturas como si la tierra hubiera sido volteada, y la gravedad respondiera a otra ley. Árboles imposibles se aferran a techos de roca, colgando boca abajo como condenados suspendidos en una danza sin fin. Sus ramas no buscan la luz: la rehúyen, enredándose en sí mismas como si quisieran ocultar su propia existencia.

    El aire aquí es denso, húmedo, cargado de una fragancia espesa, dulce como la descomposición de una flor demasiado madura. No hay brisa, solo el aliento caliente del Abismo, que exhala entre las hojas y murmura en lenguas vegetales a los que se atreven a cruzar su umbral.

    La luz apenas sobrevive en este mundo. La poca que logra filtrarse desde las capas superiores llega rota, teñida de verde y oro sucio, y cae en haces irregulares como manchas de pintura enferma. Bajo esa luz, la vegetación brilla con un tono malsano. Hojas que sudan savia negra, hongos que respiran con un latido lento, y flores que se abren solo cuando escuchan pasos.

    Aquí no hay depredadores ni presas, solo habitantes de un ecosistema que no perdona el error de existir sin entender sus reglas. Un paso en falso no lleva a la muerte, sino a una lenta digestión por parte de algo que no tiene rostro ni intención: solo hambre.

    Y sobre todo, la Selva Invertida escucha.
    Escucha los pasos, las respiraciones contenidas, las súplicas susurradas a una madre que no puede oír. Porque en este nivel, el Abismo ya te ha empezado a probar.

    En este despiadado lugar, un alma poco afortunada parece perdida, un hombre, proveniente de algún otro lugar desconocido pareció llegar a través de una brecha, y, tras su encuentro con Ozen La Inamovible, la actitud de la mujer le dejó claro que el abismo no es lugar para gente débil, o te devoran sus habitantes, o es el propio abismo el que lo hace... Y dicha persona estaba a punto de vivir la bienvenida que le da el abismo a todos.

    -------------------------------

    Ozen estaba desde su campamento observando tranquilamente los alrededores como solía hacer en momentos de aburrimiento, cosa que el abismo rara vez dejaba ocurrir.

    Desde la distancia observó al hombre que antes irrumpió en su hogar, ahora huyendo despavorido de una criatura.

    Ozen dejó salir un suspiro y se dirigió adentro, su forma desapareciendo en el laberinto de su hogar.

    La criatura perseguía incansable, emitiendo chillidos provenientes de otro mundo, que harían temblar la mente de cualquiera.
    El hombre podía sentir su estómago revolverse y su cuerpo más pesado, probablemente debido a la maldición que carga el abismo.

    Su cuerpo pareció rendirse. La criatura saltó, con mandíbulas abiertas, preparadas para acabar con la vida del hombre, entonces...

    El suelo tembló.
    El aire se partió en dos.
    Y la bestia se detuvo en seco, su cabeza girando sin su cuerpo, su columna partida como una caña seca entre dedos de hierro.

    Ella estaba allí...

    Ozen.

    No llegó corriendo, no llegó gritando, simplemente estaba, como si siempre hubiera estado. Su silueta era una torre ennegrecida por la ceniza, envuelta en placas de hierro que no brillaban, pero que pesaban en el aire como un juicio. El cadáver del monstruo aún se estremecía a su lado, colapsando lentamente, como si se negara a morir del todo.

    Ozen no miró a la criatura, solo al hombre, como si el cádaver de esa criatura fuera algo común en su día a día.

    Su rostro era inexpresivo, inmóvil, más muerto que vivo, sus ojos no tenían ira, ni compasión, ni alivio, solo presencia. Un vacío que no juzga, no salva... solo decide.

    Se acercó y se inclinó un poco, el metal de su armadura crujió como una tumba abriéndose.

    — Sigues vivo. — Su voz fue un golpe seco. — Te había dicho que esperases a que hubiera una brecha, este lugar no está hecho para ti, ¿Qué es lo que buscas? — Su tono de voz era firme, no parecía enfadada, más bien parecía una advertencia.
    Rol con: [Skynight86] La Selva Invertida – El Jardín de lo Que No Debería Crecer, la segunda capa del abismo, un bosque que ha olvidado el cielo, donde las raíces cuelgan desde las alturas como si la tierra hubiera sido volteada, y la gravedad respondiera a otra ley. Árboles imposibles se aferran a techos de roca, colgando boca abajo como condenados suspendidos en una danza sin fin. Sus ramas no buscan la luz: la rehúyen, enredándose en sí mismas como si quisieran ocultar su propia existencia. El aire aquí es denso, húmedo, cargado de una fragancia espesa, dulce como la descomposición de una flor demasiado madura. No hay brisa, solo el aliento caliente del Abismo, que exhala entre las hojas y murmura en lenguas vegetales a los que se atreven a cruzar su umbral. La luz apenas sobrevive en este mundo. La poca que logra filtrarse desde las capas superiores llega rota, teñida de verde y oro sucio, y cae en haces irregulares como manchas de pintura enferma. Bajo esa luz, la vegetación brilla con un tono malsano. Hojas que sudan savia negra, hongos que respiran con un latido lento, y flores que se abren solo cuando escuchan pasos. Aquí no hay depredadores ni presas, solo habitantes de un ecosistema que no perdona el error de existir sin entender sus reglas. Un paso en falso no lleva a la muerte, sino a una lenta digestión por parte de algo que no tiene rostro ni intención: solo hambre. Y sobre todo, la Selva Invertida escucha. Escucha los pasos, las respiraciones contenidas, las súplicas susurradas a una madre que no puede oír. Porque en este nivel, el Abismo ya te ha empezado a probar. En este despiadado lugar, un alma poco afortunada parece perdida, un hombre, proveniente de algún otro lugar desconocido pareció llegar a través de una brecha, y, tras su encuentro con Ozen La Inamovible, la actitud de la mujer le dejó claro que el abismo no es lugar para gente débil, o te devoran sus habitantes, o es el propio abismo el que lo hace... Y dicha persona estaba a punto de vivir la bienvenida que le da el abismo a todos. ------------------------------- Ozen estaba desde su campamento observando tranquilamente los alrededores como solía hacer en momentos de aburrimiento, cosa que el abismo rara vez dejaba ocurrir. Desde la distancia observó al hombre que antes irrumpió en su hogar, ahora huyendo despavorido de una criatura. Ozen dejó salir un suspiro y se dirigió adentro, su forma desapareciendo en el laberinto de su hogar. La criatura perseguía incansable, emitiendo chillidos provenientes de otro mundo, que harían temblar la mente de cualquiera. El hombre podía sentir su estómago revolverse y su cuerpo más pesado, probablemente debido a la maldición que carga el abismo. Su cuerpo pareció rendirse. La criatura saltó, con mandíbulas abiertas, preparadas para acabar con la vida del hombre, entonces... El suelo tembló. El aire se partió en dos. Y la bestia se detuvo en seco, su cabeza girando sin su cuerpo, su columna partida como una caña seca entre dedos de hierro. Ella estaba allí... Ozen. No llegó corriendo, no llegó gritando, simplemente estaba, como si siempre hubiera estado. Su silueta era una torre ennegrecida por la ceniza, envuelta en placas de hierro que no brillaban, pero que pesaban en el aire como un juicio. El cadáver del monstruo aún se estremecía a su lado, colapsando lentamente, como si se negara a morir del todo. Ozen no miró a la criatura, solo al hombre, como si el cádaver de esa criatura fuera algo común en su día a día. Su rostro era inexpresivo, inmóvil, más muerto que vivo, sus ojos no tenían ira, ni compasión, ni alivio, solo presencia. Un vacío que no juzga, no salva... solo decide. Se acercó y se inclinó un poco, el metal de su armadura crujió como una tumba abriéndose. — Sigues vivo. — Su voz fue un golpe seco. — Te había dicho que esperases a que hubiera una brecha, este lugar no está hecho para ti, ¿Qué es lo que buscas? — Su tono de voz era firme, no parecía enfadada, más bien parecía una advertencia.
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  • Lo que acecha en la oscuridad
    Fandom Origina
    Categoría Fantasía
    En la fría ciudad, donde la niebla parecía lamer las paredes de las casas. Un silencio malsano había caído sobre las calles, como si la misma naturaleza contuviera la respiración. Blancanieves caminaba entre ellos con pasos apresurados, la capa empapada por la llovizna y el corazón martillándole el pecho con una urgencia que no entendía... pero sentía.

    La casa estaba sin luz. La puerta entreabierta, algo insólito, el aire olía a algo que no pertenecía al mundo de los vivos.

    —Maestro... —susurró, cruzando el umbral con la voz apenas audible.

    La oscuridad dentro era densa. La lámpara apenas parpadeando, iluminando el horror.

    El anciano yacía tendido en el suelo de mayólica, rodeado por un círculo inacabado de sal y símbolos trazados con algo que ya no parecía sangre, sino tinta arrancada del alma, además de rastros de casquillos de balas esparcidos por el lugar, todo aquello daba indició que era premeditado.

    Su rostro... estaba congelado en una mueca de pavor. Sus ojos, esos ojos sabios que le enseñaron a leer las estrellas y a hablar con los árboles, miraban hacia un punto más allá de este mundo.

    Ella cayó de rodillas. El aire se volvió más denso, más frío.

    Y entonces lo vio.

    Sobre el escritorio, como si lo esperara a ella, descansaba un libro encuadernado en cuero oscuro, viejo, casi vivo. En su portada, letras doradas medio borradas.

    "Grimorio de Cipriano"

    Blancanieves extendió la mano, pero un escalofrío le atravesó la espalda antes de tocarlo. Había algo dormido allí dentro o algo despierto que fingía dormir.

    Se apresuró a salir de la casa y con las manos más temblorosas que tocar el hielo, marcó el número de emergencias. No supo cómo explicó lo que vio.

    -Hay un cadáver, creo que fue un asesinato, por favor…- susurró, sin más brindó el nombre de las calles y colgó.

    Media hora después, las luces azules de los patrulleros rompieron en las calles.

    Los oficiales hicieron preguntas rápidas, nerviosas. Un forense fotografió los símbolos con el ceño fruncido.

    —¿Convivía con él?- una de las oficiales la miro directamente a los ojos.

    —No. Él era como mi abuelo. Mi única familia —respondió ella, sin lágrimas aún. El llanto parecía lejano, como si ya no le perteneciera.

    —¿Sabe si practicaba… cosas? —susurró un agente joven, mientras observaba las marcas.

    - No- dijo seca, no quería sonar como una loca, además todo eso era demasiado confuso para ella. Su mirada era una mezcla de miedo y un silencio tan viejo como la tierra.

    No tardaron mucho tiempo en llevarse el cuerpo y la casa quedó vacía, todo se sentía sin vida, Blancanieves tomó el grimorio con cuidado, lo envolvió en un manto de lino y lo llevó consigo. No sabía por qué lo hacía. Solo sabía que no debía dejarlo solo allí.

    Llegó a su casa pasadas las tres de la madrugada. Las ventanas empañadas, las paredes frías. Se duchó con agua caliente, pero la sensación de suciedad era interna, como si algo invisible se hubiera adherido a su piel.

    Se acostó, el grimorio en la mesita de noche, y cerró los ojos con la esperanza de no soñar.

    Pero soñar fue inevitable...

    La oscuridad se abrió ante ella como un telón de teatro. Estaba en un claro del bosque que no reconocía, bajo un cielo sin estrellas. En el centro, rodeado por antorchas de fuego azul, había un altar de piedra. Un muchacho de cabellos rojos, intensos como brasas, se arrodillaba ante él. Tenía los ojos azules, encendidos por una devoción enfermiza.

    Frente al altar, una cabra negra respiraba con dificultad, atada de patas. Sobre una piedra a un costado, el mismo grimorio reposaba abierto, sus páginas pasando solas, como si el viento viniera desde adentro.

    El muchacho murmuraba palabras en un idioma que Blancanieves no entendía, pero sentía. Cada sílaba le helaba la sangre.

    Con un movimiento lento, casi ceremonial, levantó un cuchillo curvado. La cabra no luchó. No hizo falta, el corte fue limpio. La sangre cayó sobre el grimorio, que brilló brevemente como si la tinta lo alimentara.

    Y entonces, el joven levantó la vista… y la miró directamente a ella.

    No como un personaje de un sueño. No como una visión.

    La miró.

    —Despierta, niña... —dijo, con voz suave pero profunda, como si hablara junto a algo que no era humano— el vínculo ya está hecho. Él vendrá por ti también.

    Aquello le dio escalofrió y cuando quiso acercase a él, todo se volvió negro y está vez apareció por un largo pasillo cubierto de estanterías infinitas. Estaba en una biblioteca que no reconocía, pero que olía a lo antiguo, a papel húmedo y a tinta de siglos. Las lámparas colgantes emitían una luz cálida y parpadeante, como si dudaran entre existir y extinguirse. Sus pasos no hacían ruido. El silencio era absoluto.

    Y entonces lo vio.

    Un joven, de cabello cobrizo y ligeramente desordenado, estaba de pie frente a una mesa, hojeando un libro con calma. Vestía con una túnica. Nada en él gritaba “brujo” o “demonólogo”. Al contrario, parecía un simple cura, perdido en una biblioteca cualquiera.

    Pero sus ojos… azules como vidrio iluminado por fuego. Eran los mismos del joven del sacrificio, Blancanieves dio un paso hacia él. El muchacho levantó la vista, y al verla, no se sobresaltó.

    Le sonrió.

    —¿Otra vez tú? —dijo, como si ya se hubieran cruzado antes.

    Ella quiso hablar, pero no podía.

    El muchacho levantó el libro que leía, mostró la portada. Solo alcanzó a ver el título “Las Crónicas del Cipriano Menor” y entonces, todo cambió.

    La biblioteca se oscureció en un segundo. Las estanterías se torcieron, el techo desapareció. Voces salieron desde los libros. El muchacho fue tragado por la sombra detrás de él, pero su sonrisa permaneció… demasiado tiempo.

    Blancanieves se despertó de golpe, el corazón martillando en el pecho. Las manos le temblaban. Saltó de la cama, tomó papel y lápiz y escribió.

    “Cipriano, brujo, cura - biblioteca - chico pelirrojo”

    Abrió su laptop y en el navegador escribió "Cipriano brujo demonios grimorio" entre página y página seguía escribiendo “Cipriano + grimorio + biblioteca + sacrificios”

    Uno de los primeros resultados la hizo detenerse. Era una entrada en un blog ocultista, con una ilustración de un hombre parecido al del primer sueño, pero con ropas antiguas. Aquel que entregó el nombre del Diablo a cambio de conocimiento eterno. Su legado vive en las páginas, libros que se encuentran esparcidos en el mundo y buscan ser abiertos por las manos correctas…

    Pero no se detuvo ahí, busco al del segundo sueño, está vez escribió “El Joven Cipriano: cura, exorcista, iglesia". En los apartados habían números a que llamar y lugares a los que ir para contactar con él, Blancanieves se apresuró a copiar todo en la libreta. Y sin darse cuenta, ahora era el sol quién se colaba por su ventana, antes de poder alistarse y comprar vuelos, agarró su móvil y escribió a los números de la página.

    <<SMS>>

    Mi nombres es Blancanieves Serin, el propósito de este mensaje es encontrarme contigo, necesito tu ayuda urgentemente. No puedo decírtelo por aquí, pero tiene que ver con un grimorio. Tomaré el primer vuelo a Italia, te daré más respuestas estando allá.

    Sin más propósito o destinatario, envió el mensaje y se apresuró a alistarse.


    Lorenzo A Benedetti


    En la fría ciudad, donde la niebla parecía lamer las paredes de las casas. Un silencio malsano había caído sobre las calles, como si la misma naturaleza contuviera la respiración. Blancanieves caminaba entre ellos con pasos apresurados, la capa empapada por la llovizna y el corazón martillándole el pecho con una urgencia que no entendía... pero sentía. La casa estaba sin luz. La puerta entreabierta, algo insólito, el aire olía a algo que no pertenecía al mundo de los vivos. —Maestro... —susurró, cruzando el umbral con la voz apenas audible. La oscuridad dentro era densa. La lámpara apenas parpadeando, iluminando el horror. El anciano yacía tendido en el suelo de mayólica, rodeado por un círculo inacabado de sal y símbolos trazados con algo que ya no parecía sangre, sino tinta arrancada del alma, además de rastros de casquillos de balas esparcidos por el lugar, todo aquello daba indició que era premeditado. Su rostro... estaba congelado en una mueca de pavor. Sus ojos, esos ojos sabios que le enseñaron a leer las estrellas y a hablar con los árboles, miraban hacia un punto más allá de este mundo. Ella cayó de rodillas. El aire se volvió más denso, más frío. Y entonces lo vio. Sobre el escritorio, como si lo esperara a ella, descansaba un libro encuadernado en cuero oscuro, viejo, casi vivo. En su portada, letras doradas medio borradas. "Grimorio de Cipriano" Blancanieves extendió la mano, pero un escalofrío le atravesó la espalda antes de tocarlo. Había algo dormido allí dentro o algo despierto que fingía dormir. Se apresuró a salir de la casa y con las manos más temblorosas que tocar el hielo, marcó el número de emergencias. No supo cómo explicó lo que vio. -Hay un cadáver, creo que fue un asesinato, por favor…- susurró, sin más brindó el nombre de las calles y colgó. Media hora después, las luces azules de los patrulleros rompieron en las calles. Los oficiales hicieron preguntas rápidas, nerviosas. Un forense fotografió los símbolos con el ceño fruncido. —¿Convivía con él?- una de las oficiales la miro directamente a los ojos. —No. Él era como mi abuelo. Mi única familia —respondió ella, sin lágrimas aún. El llanto parecía lejano, como si ya no le perteneciera. —¿Sabe si practicaba… cosas? —susurró un agente joven, mientras observaba las marcas. - No- dijo seca, no quería sonar como una loca, además todo eso era demasiado confuso para ella. Su mirada era una mezcla de miedo y un silencio tan viejo como la tierra. No tardaron mucho tiempo en llevarse el cuerpo y la casa quedó vacía, todo se sentía sin vida, Blancanieves tomó el grimorio con cuidado, lo envolvió en un manto de lino y lo llevó consigo. No sabía por qué lo hacía. Solo sabía que no debía dejarlo solo allí. Llegó a su casa pasadas las tres de la madrugada. Las ventanas empañadas, las paredes frías. Se duchó con agua caliente, pero la sensación de suciedad era interna, como si algo invisible se hubiera adherido a su piel. Se acostó, el grimorio en la mesita de noche, y cerró los ojos con la esperanza de no soñar. Pero soñar fue inevitable... La oscuridad se abrió ante ella como un telón de teatro. Estaba en un claro del bosque que no reconocía, bajo un cielo sin estrellas. En el centro, rodeado por antorchas de fuego azul, había un altar de piedra. Un muchacho de cabellos rojos, intensos como brasas, se arrodillaba ante él. Tenía los ojos azules, encendidos por una devoción enfermiza. Frente al altar, una cabra negra respiraba con dificultad, atada de patas. Sobre una piedra a un costado, el mismo grimorio reposaba abierto, sus páginas pasando solas, como si el viento viniera desde adentro. El muchacho murmuraba palabras en un idioma que Blancanieves no entendía, pero sentía. Cada sílaba le helaba la sangre. Con un movimiento lento, casi ceremonial, levantó un cuchillo curvado. La cabra no luchó. No hizo falta, el corte fue limpio. La sangre cayó sobre el grimorio, que brilló brevemente como si la tinta lo alimentara. Y entonces, el joven levantó la vista… y la miró directamente a ella. No como un personaje de un sueño. No como una visión. La miró. —Despierta, niña... —dijo, con voz suave pero profunda, como si hablara junto a algo que no era humano— el vínculo ya está hecho. Él vendrá por ti también. Aquello le dio escalofrió y cuando quiso acercase a él, todo se volvió negro y está vez apareció por un largo pasillo cubierto de estanterías infinitas. Estaba en una biblioteca que no reconocía, pero que olía a lo antiguo, a papel húmedo y a tinta de siglos. Las lámparas colgantes emitían una luz cálida y parpadeante, como si dudaran entre existir y extinguirse. Sus pasos no hacían ruido. El silencio era absoluto. Y entonces lo vio. Un joven, de cabello cobrizo y ligeramente desordenado, estaba de pie frente a una mesa, hojeando un libro con calma. Vestía con una túnica. Nada en él gritaba “brujo” o “demonólogo”. Al contrario, parecía un simple cura, perdido en una biblioteca cualquiera. Pero sus ojos… azules como vidrio iluminado por fuego. Eran los mismos del joven del sacrificio, Blancanieves dio un paso hacia él. El muchacho levantó la vista, y al verla, no se sobresaltó. Le sonrió. —¿Otra vez tú? —dijo, como si ya se hubieran cruzado antes. Ella quiso hablar, pero no podía. El muchacho levantó el libro que leía, mostró la portada. Solo alcanzó a ver el título “Las Crónicas del Cipriano Menor” y entonces, todo cambió. La biblioteca se oscureció en un segundo. Las estanterías se torcieron, el techo desapareció. Voces salieron desde los libros. El muchacho fue tragado por la sombra detrás de él, pero su sonrisa permaneció… demasiado tiempo. Blancanieves se despertó de golpe, el corazón martillando en el pecho. Las manos le temblaban. Saltó de la cama, tomó papel y lápiz y escribió. “Cipriano, brujo, cura - biblioteca - chico pelirrojo” Abrió su laptop y en el navegador escribió "Cipriano brujo demonios grimorio" entre página y página seguía escribiendo “Cipriano + grimorio + biblioteca + sacrificios” Uno de los primeros resultados la hizo detenerse. Era una entrada en un blog ocultista, con una ilustración de un hombre parecido al del primer sueño, pero con ropas antiguas. Aquel que entregó el nombre del Diablo a cambio de conocimiento eterno. Su legado vive en las páginas, libros que se encuentran esparcidos en el mundo y buscan ser abiertos por las manos correctas… Pero no se detuvo ahí, busco al del segundo sueño, está vez escribió “El Joven Cipriano: cura, exorcista, iglesia". En los apartados habían números a que llamar y lugares a los que ir para contactar con él, Blancanieves se apresuró a copiar todo en la libreta. Y sin darse cuenta, ahora era el sol quién se colaba por su ventana, antes de poder alistarse y comprar vuelos, agarró su móvil y escribió a los números de la página. <<SMS>> Mi nombres es Blancanieves Serin, el propósito de este mensaje es encontrarme contigo, necesito tu ayuda urgentemente. No puedo decírtelo por aquí, pero tiene que ver con un grimorio. Tomaré el primer vuelo a Italia, te daré más respuestas estando allá. Sin más propósito o destinatario, envió el mensaje y se apresuró a alistarse. [sinner_without_sin]
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  • Era de tarde, había llovido un rato en el bosque y a Annabeth le gustaba. Hacía mucho que no se permitía la lluvia en aquel campamento, y esta habia sido suave y muy leve. Ahora el sol brillaba cálido, empezando a bajar por el cielo. El aire olía a madera, tierra húmida y café. Parecía otoño. Annabeth estaba sentada en el porche de la cabaña, envuelta en su sueter de franjas color miel, sosteniendo una taza humeante entre las manos. Tomó un sorbo y dejó escapar un suspiro.

    —No siempre tengo días así. El café sabe mejor cuando no estás huyendo de ningún monstruo.
    Era de tarde, había llovido un rato en el bosque y a Annabeth le gustaba. Hacía mucho que no se permitía la lluvia en aquel campamento, y esta habia sido suave y muy leve. Ahora el sol brillaba cálido, empezando a bajar por el cielo. El aire olía a madera, tierra húmida y café. Parecía otoño. Annabeth estaba sentada en el porche de la cabaña, envuelta en su sueter de franjas color miel, sosteniendo una taza humeante entre las manos. Tomó un sorbo y dejó escapar un suspiro. —No siempre tengo días así. El café sabe mejor cuando no estás huyendo de ningún monstruo.
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  • "Desear es tan... Humano. Claro que cualquier otro mortal puede desear, anhelar, pero el humano es el ser más inconformista que hay"

    -Las ideas nacen entre las hojas sangrientas, pero mueren en ellas. Su voz es arrastrada en el viento, pero nunca llegan más allá del bosque. No hay quien escuche, no hay quien responda.
    "Desear es tan... Humano. Claro que cualquier otro mortal puede desear, anhelar, pero el humano es el ser más inconformista que hay" -Las ideas nacen entre las hojas sangrientas, pero mueren en ellas. Su voz es arrastrada en el viento, pero nunca llegan más allá del bosque. No hay quien escuche, no hay quien responda.
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