• “𝓔𝓵 𝓢𝓾𝓼𝓾𝓻𝓻𝓸 𝓕𝓲𝓷𝓪𝓵: 𝓛𝓪 𝓒𝓪𝓻𝓲𝓬𝓲𝓪 𝓺𝓾𝓮 𝓝𝓸 𝓓𝓾𝓮𝓵𝓮”
    La noche se posa sobre el mundo con la delicadeza de un viejo amigo que sabe cuándo su presencia es necesaria. En el cuarto apenas iluminado, el anciano respira profundo, sintiendo en su piel el eco de los años que han quedado atrás. No hay resistencia en sus ojos, solo la aceptación tranquila de quien comprende que todo tiene su momento. Thanatos observa. No desde...
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 comentarios 0 compartidos
  • Tener un buen día y disfrutarlo es más fácil si estás a mi lado Elyana Serathiel
    Tener un buen día y disfrutarlo es más fácil si estás a mi lado [flash_gray_zebra_981]
    Me encocora
    1
    96 turnos 0 maullidos
  • Up the side of a mountain
      I   —Supongo que él me ha dejado contra la espada y la pared —murmuró Ciel con la voz ronca. Se hallaba postrado en la cama, su piel tan nívea como los copos de nieve que caían del cielo. En sus brazos, las venas se marcaban como ríos negros que fluían por cada rincón de su cuerpo, clamando ser alimentados. Aun...
    Me encocora
    Me gusta
    7
    1 comentario 1 compartido
  • +chibi se revolcaba en el lodo todo feliz +OuO
    +chibi se revolcaba en el lodo todo feliz +OuO
    Me enjaja
    Me gusta
    Me encocora
    4
    13 turnos 0 maullidos
  • Buenas tardes, o días , noches
    Que tengan un excelente inicio de semana.
    Buenas tardes, o días , noches Que tengan un excelente inicio de semana.
    0 turnos 0 maullidos
  • #desafiodivino #misiondiarialunes

    En la ribera gris y silenciosa del río Aqueronte, donde las almas errantes susurraban en un coro lúgubre, él emergió de las sombras con paso firme y ojos inquisitivos. Frente a él, el flujo constante de ánimas se movía con un ritmo frenético, atrapado en un orden caótico que tensaba la paciencia del joven príncipe del Inframundo. Con una ceja alzada y una sonrisa irónica, no pudo evitar comentar, con su habitual tono de ligera burla, que el río parecía más una procesión caótica en Atenas que el paso ordenado de las almas al juicio.

    Desde las sombras, la figura imponente de Hades apareció, respondiendo con un estoicismo profundo y una pizca de humor en su voz grave. Tras un breve intercambio cargado de sarcasmo, el dios aceptó acompañar a su hijo en aquella caminata inusual, una oportunidad para hablar después de siglos de silencio.

    Caminaron juntos, en medio del espeso aire donde las voces de los muertos formaban un tapiz de murmullos eternos. Por un instante, el flujo del Aqueronte se detuvo para ser testigo de una conversación largamente postergada. Hades, rompiendo el silencio con una pregunta aparentemente mundana, quiso saber si su hijo había encontrado ya a alguien con quien compartir su vida.

    Él no se detuvo ni desvió la mirada. Su respuesta, envuelta en desdén y burla, fue que no necesitaba esposa para cumplir sus obligaciones. Pero detrás de su indiferencia se ocultaba una verdad más profunda: no huía del compromiso, simplemente no había hallado ese amor capaz de conmoverlo.

    Hades, con su voz cargada de amargura disfrazada de humor, le recordó a su hijo que, aunque corría desafiando la muerte, evitaba los lazos afectivos, como si eligiera la soledad por sobre todo. Él replicó con firmeza, negando que huyera, defendiendo su derecho a caminar un sendero solitario hasta que apareciera algo que realmente moviera su alma.

    Entonces, una única lágrima escapó de sus ojos, revelando más que mil palabras. Por primera vez en mucho tiempo, Hades bajó su guardia y confesó que veía en su hijo el reflejo de su propio pasado, marcado por el miedo a amar y la soledad elegida.

    Con una mano firme sobre el hombro de su hijo, Hades le dijo: “No tienes que cargar con todo solo”. Él permaneció en silencio, pero no se alejó. Y en ese gesto callado, ambos encontraron un puente para sanar las heridas del tiempo.


    ⧘⃟⁕ Moraleja:
    ‹A veces, lo que más nos distancia de aquellos que amamos no son los desacuerdos, sino los reflejos que tememos ver en ellos. Reconocer el dolor compartido es el primer paso para sanar las heridas del silencio.›
    #desafiodivino #misiondiarialunes En la ribera gris y silenciosa del río Aqueronte, donde las almas errantes susurraban en un coro lúgubre, él emergió de las sombras con paso firme y ojos inquisitivos. Frente a él, el flujo constante de ánimas se movía con un ritmo frenético, atrapado en un orden caótico que tensaba la paciencia del joven príncipe del Inframundo. Con una ceja alzada y una sonrisa irónica, no pudo evitar comentar, con su habitual tono de ligera burla, que el río parecía más una procesión caótica en Atenas que el paso ordenado de las almas al juicio. Desde las sombras, la figura imponente de Hades apareció, respondiendo con un estoicismo profundo y una pizca de humor en su voz grave. Tras un breve intercambio cargado de sarcasmo, el dios aceptó acompañar a su hijo en aquella caminata inusual, una oportunidad para hablar después de siglos de silencio. Caminaron juntos, en medio del espeso aire donde las voces de los muertos formaban un tapiz de murmullos eternos. Por un instante, el flujo del Aqueronte se detuvo para ser testigo de una conversación largamente postergada. Hades, rompiendo el silencio con una pregunta aparentemente mundana, quiso saber si su hijo había encontrado ya a alguien con quien compartir su vida. Él no se detuvo ni desvió la mirada. Su respuesta, envuelta en desdén y burla, fue que no necesitaba esposa para cumplir sus obligaciones. Pero detrás de su indiferencia se ocultaba una verdad más profunda: no huía del compromiso, simplemente no había hallado ese amor capaz de conmoverlo. Hades, con su voz cargada de amargura disfrazada de humor, le recordó a su hijo que, aunque corría desafiando la muerte, evitaba los lazos afectivos, como si eligiera la soledad por sobre todo. Él replicó con firmeza, negando que huyera, defendiendo su derecho a caminar un sendero solitario hasta que apareciera algo que realmente moviera su alma. Entonces, una única lágrima escapó de sus ojos, revelando más que mil palabras. Por primera vez en mucho tiempo, Hades bajó su guardia y confesó que veía en su hijo el reflejo de su propio pasado, marcado por el miedo a amar y la soledad elegida. Con una mano firme sobre el hombro de su hijo, Hades le dijo: “No tienes que cargar con todo solo”. Él permaneció en silencio, pero no se alejó. Y en ese gesto callado, ambos encontraron un puente para sanar las heridas del tiempo. ⧘⃟⁕ Moraleja: ‹A veces, lo que más nos distancia de aquellos que amamos no son los desacuerdos, sino los reflejos que tememos ver en ellos. Reconocer el dolor compartido es el primer paso para sanar las heridas del silencio.›
    Me encocora
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Katrin Ishtar
    Nombre: Katrin IshtarRaza: Humana/ Demonio ( híbrido)Clase : Maga ElementalLugar de nacimiento: Isla de Kagura.Afiliación : Clan IshtarRango de clan: Maestra de elementos y posicones Maestro : Ayane Ishtarprotector y tutor: Ren JingujiOrientación Sexual: BisexualApariencia : Cuerpo atlético bien definido. Cabello largo( o corto según el caso ) color rosa,...
    Me gusta
    Me encocora
    6
    0 comentarios 0 compartidos
  • Un encuentro fortuito en la selva invertida.
    Fandom Made in Abyss
    Categoría Aventura
    Rol con: Richard Karter

    La Selva Invertida – El Jardín de lo Que No Debería Crecer, la segunda capa del abismo, un bosque que ha olvidado el cielo, donde las raíces cuelgan desde las alturas como si la tierra hubiera sido volteada, y la gravedad respondiera a otra ley. Árboles imposibles se aferran a techos de roca, colgando boca abajo como condenados suspendidos en una danza sin fin. Sus ramas no buscan la luz: la rehúyen, enredándose en sí mismas como si quisieran ocultar su propia existencia.

    El aire aquí es denso, húmedo, cargado de una fragancia espesa, dulce como la descomposición de una flor demasiado madura. No hay brisa, solo el aliento caliente del Abismo, que exhala entre las hojas y murmura en lenguas vegetales a los que se atreven a cruzar su umbral.

    La luz apenas sobrevive en este mundo. La poca que logra filtrarse desde las capas superiores llega rota, teñida de verde y oro sucio, y cae en haces irregulares como manchas de pintura enferma. Bajo esa luz, la vegetación brilla con un tono malsano. Hojas que sudan savia negra, hongos que respiran con un latido lento, y flores que se abren solo cuando escuchan pasos.

    Aquí no hay depredadores ni presas, solo habitantes de un ecosistema que no perdona el error de existir sin entender sus reglas. Un paso en falso no lleva a la muerte, sino a una lenta digestión por parte de algo que no tiene rostro ni intención: solo hambre.

    Y sobre todo, la Selva Invertida escucha.
    Escucha los pasos, las respiraciones contenidas, las súplicas susurradas a una madre que no puede oír. Porque en este nivel, el Abismo ya te ha empezado a probar.

    En este despiadado lugar, un alma poco afortunada parece perdida, un hombre, proveniente de algún otro lugar desconocido pareció llegar a través de una brecha, y, tras su encuentro con Ozen La Inamovible, la actitud de la mujer le dejó claro que el abismo no es lugar para gente débil, o te devoran sus habitantes, o es el propio abismo el que lo hace... Y dicha persona estaba a punto de vivir la bienvenida que le da el abismo a todos.

    -------------------------------

    Ozen estaba desde su campamento observando tranquilamente los alrededores como solía hacer en momentos de aburrimiento, cosa que el abismo rara vez dejaba ocurrir.

    Desde la distancia observó al hombre que antes irrumpió en su hogar, ahora huyendo despavorido de una criatura.

    Ozen dejó salir un suspiro y se dirigió adentro, su forma desapareciendo en el laberinto de su hogar.

    La criatura perseguía incansable, emitiendo chillidos provenientes de otro mundo, que harían temblar la mente de cualquiera.
    El hombre podía sentir su estómago revolverse y su cuerpo más pesado, probablemente debido a la maldición que carga el abismo.

    Su cuerpo pareció rendirse. La criatura saltó, con mandíbulas abiertas, preparadas para acabar con la vida del hombre, entonces...

    El suelo tembló.
    El aire se partió en dos.
    Y la bestia se detuvo en seco, su cabeza girando sin su cuerpo, su columna partida como una caña seca entre dedos de hierro.

    Ella estaba allí...

    Ozen.

    No llegó corriendo, no llegó gritando, simplemente estaba, como si siempre hubiera estado. Su silueta era una torre ennegrecida por la ceniza, envuelta en placas de hierro que no brillaban, pero que pesaban en el aire como un juicio. El cadáver del monstruo aún se estremecía a su lado, colapsando lentamente, como si se negara a morir del todo.

    Ozen no miró a la criatura, solo al hombre, como si el cádaver de esa criatura fuera algo común en su día a día.

    Su rostro era inexpresivo, inmóvil, más muerto que vivo, sus ojos no tenían ira, ni compasión, ni alivio, solo presencia. Un vacío que no juzga, no salva... solo decide.

    Se acercó y se inclinó un poco, el metal de su armadura crujió como una tumba abriéndose.

    — Sigues vivo. — Su voz fue un golpe seco. — Te había dicho que esperases a que hubiera una brecha, este lugar no está hecho para ti, ¿Qué es lo que buscas? — Su tono de voz era firme, no parecía enfadada, más bien parecía una advertencia.
    Rol con: [Skynight86] La Selva Invertida – El Jardín de lo Que No Debería Crecer, la segunda capa del abismo, un bosque que ha olvidado el cielo, donde las raíces cuelgan desde las alturas como si la tierra hubiera sido volteada, y la gravedad respondiera a otra ley. Árboles imposibles se aferran a techos de roca, colgando boca abajo como condenados suspendidos en una danza sin fin. Sus ramas no buscan la luz: la rehúyen, enredándose en sí mismas como si quisieran ocultar su propia existencia. El aire aquí es denso, húmedo, cargado de una fragancia espesa, dulce como la descomposición de una flor demasiado madura. No hay brisa, solo el aliento caliente del Abismo, que exhala entre las hojas y murmura en lenguas vegetales a los que se atreven a cruzar su umbral. La luz apenas sobrevive en este mundo. La poca que logra filtrarse desde las capas superiores llega rota, teñida de verde y oro sucio, y cae en haces irregulares como manchas de pintura enferma. Bajo esa luz, la vegetación brilla con un tono malsano. Hojas que sudan savia negra, hongos que respiran con un latido lento, y flores que se abren solo cuando escuchan pasos. Aquí no hay depredadores ni presas, solo habitantes de un ecosistema que no perdona el error de existir sin entender sus reglas. Un paso en falso no lleva a la muerte, sino a una lenta digestión por parte de algo que no tiene rostro ni intención: solo hambre. Y sobre todo, la Selva Invertida escucha. Escucha los pasos, las respiraciones contenidas, las súplicas susurradas a una madre que no puede oír. Porque en este nivel, el Abismo ya te ha empezado a probar. En este despiadado lugar, un alma poco afortunada parece perdida, un hombre, proveniente de algún otro lugar desconocido pareció llegar a través de una brecha, y, tras su encuentro con Ozen La Inamovible, la actitud de la mujer le dejó claro que el abismo no es lugar para gente débil, o te devoran sus habitantes, o es el propio abismo el que lo hace... Y dicha persona estaba a punto de vivir la bienvenida que le da el abismo a todos. ------------------------------- Ozen estaba desde su campamento observando tranquilamente los alrededores como solía hacer en momentos de aburrimiento, cosa que el abismo rara vez dejaba ocurrir. Desde la distancia observó al hombre que antes irrumpió en su hogar, ahora huyendo despavorido de una criatura. Ozen dejó salir un suspiro y se dirigió adentro, su forma desapareciendo en el laberinto de su hogar. La criatura perseguía incansable, emitiendo chillidos provenientes de otro mundo, que harían temblar la mente de cualquiera. El hombre podía sentir su estómago revolverse y su cuerpo más pesado, probablemente debido a la maldición que carga el abismo. Su cuerpo pareció rendirse. La criatura saltó, con mandíbulas abiertas, preparadas para acabar con la vida del hombre, entonces... El suelo tembló. El aire se partió en dos. Y la bestia se detuvo en seco, su cabeza girando sin su cuerpo, su columna partida como una caña seca entre dedos de hierro. Ella estaba allí... Ozen. No llegó corriendo, no llegó gritando, simplemente estaba, como si siempre hubiera estado. Su silueta era una torre ennegrecida por la ceniza, envuelta en placas de hierro que no brillaban, pero que pesaban en el aire como un juicio. El cadáver del monstruo aún se estremecía a su lado, colapsando lentamente, como si se negara a morir del todo. Ozen no miró a la criatura, solo al hombre, como si el cádaver de esa criatura fuera algo común en su día a día. Su rostro era inexpresivo, inmóvil, más muerto que vivo, sus ojos no tenían ira, ni compasión, ni alivio, solo presencia. Un vacío que no juzga, no salva... solo decide. Se acercó y se inclinó un poco, el metal de su armadura crujió como una tumba abriéndose. — Sigues vivo. — Su voz fue un golpe seco. — Te había dicho que esperases a que hubiera una brecha, este lugar no está hecho para ti, ¿Qué es lo que buscas? — Su tono de voz era firme, no parecía enfadada, más bien parecía una advertencia.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me encocora
    Me gusta
    3
    9 turnos 0 maullidos
  • Alguién siente celos sólo cuando está enamorado o le interesa la otra persona.
    Alguién siente celos sólo cuando está enamorado o le interesa la otra persona.
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • Seres vulgares, sucios e impíos.
    Ni reencarnando son dignos de salvación.
    Salgan de mi vista.
    Para siempre.
    Seres vulgares, sucios e impíos. Ni reencarnando son dignos de salvación. Salgan de mi vista. Para siempre.
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos
Patrocinados