• —¿Tienes idea de quién soy? ¿De 𝙦𝙪𝙚́ soy?

    Soy el eco de la Creación al que se la ha dado una voz y una forma. Soy todo lo que has visto, lo que has tocado, lo que conoces y conocerás.

    Yo no represento el universo. Yo 𝙨𝙤𝙮 el universo. Contenido, empacado, diluído en una forma que te es fácil comprender, a la que le es natural vivir, sonreír, amar y sufrir. Una forma como la tuya, de carne y deseos, de lágrimas y vulnerabilidad.

    Una forma, como la tuya, limitada. Pero, a diferencia de la tuya, por elección propia.
    —¿Tienes idea de quién soy? ¿De 𝙦𝙪𝙚́ soy? Soy el eco de la Creación al que se la ha dado una voz y una forma. Soy todo lo que has visto, lo que has tocado, lo que conoces y conocerás. Yo no represento el universo. Yo 𝙨𝙤𝙮 el universo. Contenido, empacado, diluído en una forma que te es fácil comprender, a la que le es natural vivir, sonreír, amar y sufrir. Una forma como la tuya, de carne y deseos, de lágrimas y vulnerabilidad. Una forma, como la tuya, limitada. Pero, a diferencia de la tuya, por elección propia.
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  • Hola gente me presento, no sé que más decir me quedé en blanco
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  • ──────Ey, es muy agradable y cálido aquí. ¿Sabías que en el lenguaje de las flores el girasol simboliza adoración? Regalar un girasol amarillo a alguien es una forma de decirle a esa persona que es como un sol para ti. Y, que al igual que uno, a donde quiera que vaya, siempre giras en su dirección.
    ──────Ey, es muy agradable y cálido aquí. ¿Sabías que en el lenguaje de las flores el girasol simboliza adoración? Regalar un girasol amarillo a alguien es una forma de decirle a esa persona que es como un sol para ti. Y, que al igual que uno, a donde quiera que vaya, siempre giras en su dirección.
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  • Luciendo con orgullo mi cola de mono que es larga, fuerte y flexible.
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  • El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado.

    "¿Cuántas veces hemos muerto ya?"

    La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices.

    Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura.

    — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos.

    Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos.

    Algo crecía dentro de ella.

    No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz.

    — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir.

    Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho.

    Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección.

    — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción...

    Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules.

    — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual?

    No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento.

    — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
    El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado. "¿Cuántas veces hemos muerto ya?" La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices. Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura. — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos. Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos. Algo crecía dentro de ella. No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz. — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir. Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho. Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección. — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción... Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules. — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual? No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento. — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
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  • ♠ Solo tengo dos preguntas...
    Que haces aquí
    Y
    Te gusta el agua fría ♣.

    [Riéndo abre lentamente la llave del agua fría de la ducha].
    ♠ Solo tengo dos preguntas... Que haces aquí Y Te gusta el agua fría ♣. [Riéndo abre lentamente la llave del agua fría de la ducha].
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  • Date base
    Nombre: Nolan ReinhaferAlias: Lightborn OverrideFecha de nacimiento: Siglo XIIIOcupación: Cazador del makaiAfiliación:Lightborn'sEspecie: Vampiro purasangreRelaciones: Margarett Reinhafer - madre (fallecida)Elias Reinhafer - padre (fallecido)Nadia Reinhafer - hermana menor (fallecida)Mirā Hanasekawa - novia (paradero desconocido) Apariencia fisica:Es un joven de mediana edad...
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  • Noches, por qué para buenos tú. ¿ o como era?
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  • Ya había buscado en todas partes y Pipo no estaba, ese hurón era mas travieso que "Daniel el travieso", ya lo había buscado por toda la casa y nada, se asomó completamente por la venta a aver si por casualidad estaba afuera aferrado a la pared. —Pipo! Verás cuando te encuentre.... Te voy a dar muchis besos— Dice con un puchero.
    Ya había buscado en todas partes y Pipo no estaba, ese hurón era mas travieso que "Daniel el travieso", ya lo había buscado por toda la casa y nada, se asomó completamente por la venta a aver si por casualidad estaba afuera aferrado a la pared. —Pipo! Verás cuando te encuentre.... Te voy a dar muchis besos— Dice con un puchero.
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  • El Demonio ha llegado.
    Categoría Otros
    <Rol para: Joon Bokkel >

    De entre tantos problemas, tantos dolores de cabeza, había uno en particular que estuvo jodiendo mucho a la CIA, no solo porque era uno de los asesinos a sueldo más buscado, sino porque parecía conseguir cualquier tipo de información también, rompiendo cualquier tipo de seguridad. No sabían si eran por contactos o por cuenta propia, pero el Demonio Azul no iba con juegos. Además, no dejaba nada a descuido, solo lo que quería que otros vieran. Eso lo hacía aún más molesto.

    Los asesinatos comenzaron en una nueva ciudad. Al principio se creyó que solo era alguna pelea entre pandillas o mafias, enviando mensajes y advertencias. Sin embargo, los asesinatos tenían una firma en particular. Un modus operandi que no dejaba dudas.

    Primero, los cuerpos encontrados estaban en lugares públicos, dispuestos de manera que pareciera que estaban sentados esperando o similar, al inicio nadie se daba cuenta que eran cadáveres, hasta que se fijaban mejor en la ropa, completamente teñida de un color carmesí oscuro, como si hubieran sido sumergidas en la sangre de las víctimas para dar un acabado uniforme. Luego, más a detalle, el hecho que sus cuellos estaban cortados desde la nuca, pero dejando apenas una capa de piel y carne que más o menos lograba sostener la cabeza en lugar. Hasta los huesos de la cervical tenían un corte limpio, justo en la unión de la segunda y tercer vértebra.

    Aunque todos se veían con ojos cerrados, al abrirlos se podían ver que los globos oculares estaban completamente en blanco, pero no de forma que uno podría dejarlos a voluntad, no. Era notorio que primero eran arrancados para luego ser colocados de nuevo, al revés. Lo que siempre faltaba eran los nervios oculares.

    Finalmente, en la espalda, la zona lumbar, una marca de una cara sonriente.

    Y los asesinatos fueron progresivos, primero uno a la semana, luego dos, hasta que llegaron tres e incluso con más de dos víctimas en ocasiones. Los últimos dos fueron encontrados en una estación de metro.

    Finalmente, terminaron por enviar a Felix. Él sabía absolutamente todo lo que se podía de ese asesino, tanto detalle como pudo encontrar. Y es que parecía guiarlo una rabia profunda cada vez que se trataba del Demonio Azul. Nadie quería dar con la persona más que él. Y a saber, quizás hasta ni lo quería tras las rejas, si no que muerto.

    Llegó a la escena de la estación un miércoles por la mañana, con su mochila colgando sobre sus hombros. Un aspecto algo descuidado (las ojeras en su rostro decían que no durmió en semanas) y su cabello algo alborotado. Ciertamente, no era alguien que le importaban mucho las apariencias.

    Se acercó con pasos silenciosos, mostrando la credencial que colgaba de su cuello, hasta llegar a donde estaban los cuerpos, sentados al lado del otro. Aunque apenas parecía mostrar emoción, el resto de su cuerpo estaba rígido y el fuego en sus ojos grises era intenso.
    <Rol para: [nightfall_boy] > De entre tantos problemas, tantos dolores de cabeza, había uno en particular que estuvo jodiendo mucho a la CIA, no solo porque era uno de los asesinos a sueldo más buscado, sino porque parecía conseguir cualquier tipo de información también, rompiendo cualquier tipo de seguridad. No sabían si eran por contactos o por cuenta propia, pero el Demonio Azul no iba con juegos. Además, no dejaba nada a descuido, solo lo que quería que otros vieran. Eso lo hacía aún más molesto. Los asesinatos comenzaron en una nueva ciudad. Al principio se creyó que solo era alguna pelea entre pandillas o mafias, enviando mensajes y advertencias. Sin embargo, los asesinatos tenían una firma en particular. Un modus operandi que no dejaba dudas. Primero, los cuerpos encontrados estaban en lugares públicos, dispuestos de manera que pareciera que estaban sentados esperando o similar, al inicio nadie se daba cuenta que eran cadáveres, hasta que se fijaban mejor en la ropa, completamente teñida de un color carmesí oscuro, como si hubieran sido sumergidas en la sangre de las víctimas para dar un acabado uniforme. Luego, más a detalle, el hecho que sus cuellos estaban cortados desde la nuca, pero dejando apenas una capa de piel y carne que más o menos lograba sostener la cabeza en lugar. Hasta los huesos de la cervical tenían un corte limpio, justo en la unión de la segunda y tercer vértebra. Aunque todos se veían con ojos cerrados, al abrirlos se podían ver que los globos oculares estaban completamente en blanco, pero no de forma que uno podría dejarlos a voluntad, no. Era notorio que primero eran arrancados para luego ser colocados de nuevo, al revés. Lo que siempre faltaba eran los nervios oculares. Finalmente, en la espalda, la zona lumbar, una marca de una cara sonriente. Y los asesinatos fueron progresivos, primero uno a la semana, luego dos, hasta que llegaron tres e incluso con más de dos víctimas en ocasiones. Los últimos dos fueron encontrados en una estación de metro. Finalmente, terminaron por enviar a Felix. Él sabía absolutamente todo lo que se podía de ese asesino, tanto detalle como pudo encontrar. Y es que parecía guiarlo una rabia profunda cada vez que se trataba del Demonio Azul. Nadie quería dar con la persona más que él. Y a saber, quizás hasta ni lo quería tras las rejas, si no que muerto. Llegó a la escena de la estación un miércoles por la mañana, con su mochila colgando sobre sus hombros. Un aspecto algo descuidado (las ojeras en su rostro decían que no durmió en semanas) y su cabello algo alborotado. Ciertamente, no era alguien que le importaban mucho las apariencias. Se acercó con pasos silenciosos, mostrando la credencial que colgaba de su cuello, hasta llegar a donde estaban los cuerpos, sentados al lado del otro. Aunque apenas parecía mostrar emoción, el resto de su cuerpo estaba rígido y el fuego en sus ojos grises era intenso.
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