• Unas brochetas… ¿O tal vez unos nuggets?
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  • H-hola... Espero que disfrutes de lindo día en el parque... ¿Quieres comer helado junto a mí?.
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  • Here comes trouble
    Fandom The dysfunctional family from hell
    Categoría Comedia
    𝙰𝚜𝚖𝚘𝚍𝚎𝚞𝚜 —El tintineo de la puerta lo anunció antes de que el viento lo siguiera. Belial avanzó como si el lugar le perteneciera, sonrisa floja, mirada curiosa… de esas que desnudan sin tocar.—

    “Qué aburrido lugar… y aún así, aquí estás. Qué encantador teatro de humanidad… y tú, interpretando el papel principal.”

    —La vio enseguida. Su disfraz era correcto -demasiado correcto, quizás-, esa clase de pulcritud que solo intenta parecer invisible. Sonrió para sí. Ninguna piel humana, por bien que le quedara, podía apagar lo que ella era. Se acercó sin prisa, los dedos jugando con el borde del respaldo antes de inclinarse hacia ella, una ceja arqueada, y su voz cayó en un tono dulce, de esos que se quedan pegados. —¿Este asiento está libre? —preguntó, aunque ya arrastraba la silla para sentarse. No esperó respuesta; Belial nunca lo hacía. La luz de la mañana le recortaba la silueta, hacía brillar sus gafas de Sol y el metal de un anillo en su mano. Lo giró entre los dedos, distraído, mientras hablaba.

    —He oído que aquí sirven unos dulces pecaminosamente exquisitos y un café tan fuerte que puede revivir a cualquiera. —Una pausa, la sonrisa apenas torciéndose—. Supongo que necesitaba comprobarlo. —Dejó que la frase flotara, inocente a oídos humanos, un dardo envenenado a los suyos.—

    “Nada como probar los límites de una resurrección, ¿no?”

    —Tú estudias aquí, ¿verdad? —siguió, inclinándose un poco hacia adelante—. Debe de ser agotador. La universidad tiene esa manía de… consumir el alma. —El brillo en su mirada bastaba para que la palabra sonara demasiado literal. Se recostó de nuevo, cruzando las piernas, una postura entre relajada y dueña del espacio.

    —Yo, en cambio, sigo intentando acostumbrarme al trabajo. —Soltó una risita perezosa, como si de verdad fuera un empleado harto—. Pero ya sabes cómo es… cuando los compañeros desaparecen, alguien tiene que hacerse cargo. Qué tragedia.

    “Y qué conveniente que una vieja conocida vuelva a aparecer justo ahora.”

    No esperaba encontrarme con alguien tan familiar por aquí. — Se llevó una mano al pecho, teatral.—Aunque admito que te ves… distinta. Más viva, incluso de la última vez que te vi. —La sonrisa se afinó, un filo de burla en los labios—. Será el café. O los años de rehabilitación, quién sabe. —Bajó la voz, apenas un murmullo, pero con la precisión de una hoja deslizándose entre costillas.

    —De todos modos, me alegra verte. El infierno —corrigió con una ligera tos fingida—, digo, el trabajo… ha estado un poco vacío últimamente. —Luego la miró directamente, los ojos brillando con una chispa maliciosa tras sus gafas oscuras, que realmente servían más para ocultar el color de sus ojos.

    —¿No te parece curioso? Las cosas se desordenan allá abajo… y justo entonces, apareces aquí. —Dejó que la sonrisa se abriera, despreocupada—. Pero seguro que es coincidencia. —Se reclinó, tomando el menú como si nada hubiera pasado, o como si no acabara de clavarle cada palabra.

    “Juguemos, mi querida Asmody. Veamos cuánto dura tu pequeño disfraz.”

    [THELUSTSIN] —El tintineo de la puerta lo anunció antes de que el viento lo siguiera. Belial avanzó como si el lugar le perteneciera, sonrisa floja, mirada curiosa… de esas que desnudan sin tocar.— “Qué aburrido lugar… y aún así, aquí estás. Qué encantador teatro de humanidad… y tú, interpretando el papel principal.” —La vio enseguida. Su disfraz era correcto -demasiado correcto, quizás-, esa clase de pulcritud que solo intenta parecer invisible. Sonrió para sí. Ninguna piel humana, por bien que le quedara, podía apagar lo que ella era. Se acercó sin prisa, los dedos jugando con el borde del respaldo antes de inclinarse hacia ella, una ceja arqueada, y su voz cayó en un tono dulce, de esos que se quedan pegados. —¿Este asiento está libre? —preguntó, aunque ya arrastraba la silla para sentarse. No esperó respuesta; Belial nunca lo hacía. La luz de la mañana le recortaba la silueta, hacía brillar sus gafas de Sol y el metal de un anillo en su mano. Lo giró entre los dedos, distraído, mientras hablaba. —He oído que aquí sirven unos dulces pecaminosamente exquisitos y un café tan fuerte que puede revivir a cualquiera. —Una pausa, la sonrisa apenas torciéndose—. Supongo que necesitaba comprobarlo. —Dejó que la frase flotara, inocente a oídos humanos, un dardo envenenado a los suyos.— “Nada como probar los límites de una resurrección, ¿no?” —Tú estudias aquí, ¿verdad? —siguió, inclinándose un poco hacia adelante—. Debe de ser agotador. La universidad tiene esa manía de… consumir el alma. —El brillo en su mirada bastaba para que la palabra sonara demasiado literal. Se recostó de nuevo, cruzando las piernas, una postura entre relajada y dueña del espacio. —Yo, en cambio, sigo intentando acostumbrarme al trabajo. —Soltó una risita perezosa, como si de verdad fuera un empleado harto—. Pero ya sabes cómo es… cuando los compañeros desaparecen, alguien tiene que hacerse cargo. Qué tragedia. “Y qué conveniente que una vieja conocida vuelva a aparecer justo ahora.” No esperaba encontrarme con alguien tan familiar por aquí. — Se llevó una mano al pecho, teatral.—Aunque admito que te ves… distinta. Más viva, incluso de la última vez que te vi. —La sonrisa se afinó, un filo de burla en los labios—. Será el café. O los años de rehabilitación, quién sabe. —Bajó la voz, apenas un murmullo, pero con la precisión de una hoja deslizándose entre costillas. —De todos modos, me alegra verte. El infierno —corrigió con una ligera tos fingida—, digo, el trabajo… ha estado un poco vacío últimamente. —Luego la miró directamente, los ojos brillando con una chispa maliciosa tras sus gafas oscuras, que realmente servían más para ocultar el color de sus ojos. —¿No te parece curioso? Las cosas se desordenan allá abajo… y justo entonces, apareces aquí. —Dejó que la sonrisa se abriera, despreocupada—. Pero seguro que es coincidencia. —Se reclinó, tomando el menú como si nada hubiera pasado, o como si no acabara de clavarle cada palabra. “Juguemos, mi querida Asmody. Veamos cuánto dura tu pequeño disfraz.”
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    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • Estaba en su habitación, el reflejo del espejo capturando cada movimiento con detalle. Primero pasó sus dedos por su cabello largo y oscuro, dejándolo caer en ondas naturales que enmarcaban su rostro con suavidad. Tomó el vestido que había elegido para la salida con Darküs Volkøv : un vestido ligero, de tela fluida, que abrazaba su figura sin apretar, dejando ver parte de sus tatuajes y sus piernas.

    Con movimientos delicados, se deslizó el vestido sobre su cuerpo, sintiendo cómo la tela rozaba su piel y acomodando lo igual para que nada se viera demás. Mientras se acomodaba el vestido, hizo una pausa frente al espejo, admirando ese vestido y mi cuerpo.

    Con una sonrisa suave, comenzó a hablarse en voz baja, casi para sí misma:

    —Este vestido... me hace sentir cómoda pero no resultará demasiado?.

    Aurora hizo un pequeño giro frente al espejo, dejando que el vestido se moviera con ella, y luego acarició suavemente el cabello que caía suelto, brillando bajo la luz tenue. Sus ojos brillaban bajo la luz de la habitación y el leve maquillaje resaltaba lo justo y necesario.

    —No lo voy a saber hasta que el llegue pero voy a disfrutar esta noche sin duda alguna por lo cómoda que el me hace sentir.

    Tomó su cartera y luego escucho la puerta de la casa, se dió una última mirada al espejo con una sonrisa y fue a abrir a ver quién era.
    Estaba en su habitación, el reflejo del espejo capturando cada movimiento con detalle. Primero pasó sus dedos por su cabello largo y oscuro, dejándolo caer en ondas naturales que enmarcaban su rostro con suavidad. Tomó el vestido que había elegido para la salida con [Darkus] : un vestido ligero, de tela fluida, que abrazaba su figura sin apretar, dejando ver parte de sus tatuajes y sus piernas. Con movimientos delicados, se deslizó el vestido sobre su cuerpo, sintiendo cómo la tela rozaba su piel y acomodando lo igual para que nada se viera demás. Mientras se acomodaba el vestido, hizo una pausa frente al espejo, admirando ese vestido y mi cuerpo. Con una sonrisa suave, comenzó a hablarse en voz baja, casi para sí misma: —Este vestido... me hace sentir cómoda pero no resultará demasiado?. Aurora hizo un pequeño giro frente al espejo, dejando que el vestido se moviera con ella, y luego acarició suavemente el cabello que caía suelto, brillando bajo la luz tenue. Sus ojos brillaban bajo la luz de la habitación y el leve maquillaje resaltaba lo justo y necesario. —No lo voy a saber hasta que el llegue pero voy a disfrutar esta noche sin duda alguna por lo cómoda que el me hace sentir. Tomó su cartera y luego escucho la puerta de la casa, se dió una última mirada al espejo con una sonrisa y fue a abrir a ver quién era.
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  • Y empezamos un hermoso día, o tal vez no tanto. Es el momento de dar las ultimas noticias y... No son muy buenas la verdad, no querría estar en la piel de esos pobres diablos.
    Y empezamos un hermoso día, o tal vez no tanto. Es el momento de dar las ultimas noticias y... No son muy buenas la verdad, no querría estar en la piel de esos pobres diablos.
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  • Darküs no podía dejar de maravillarse ante la fortaleza de su hembra. Cada día veía en ella una mezcla de dulzura y poder, de ternura y resistencia. Admiraba no solo a ella, sino a todas las mujeres embarazadas, porque comprendía que el embarazo, aunque muchas veces se pinta como algo simplemente hermoso, también es una travesía de sacrificio, dolor y coraje silencioso.

    Nadie habla lo suficiente de los vómitos, del cansancio, de las noches interminables sin poder dormir, de la angustia que a veces acompaña la espera. Pero él sí lo veía, lo sentía, y por eso la cuidaba con devoción. Porque sabía que dentro de ella se estaba gestando una vida, y con cada respiración, con cada esfuerzo, ella estaba construyendo el futuro que ambos soñaban.

    Darküs entendía que lo mínimo que podía hacer era mimarla, consentirla y acompañarla. Porque mientras ella llevaba el peso —literal y emocional— del embarazo, él se esforzaba por aligerarle el camino, por recordarle que no estaba sola. Y en cada gesto, en cada caricia, en cada palabra, crecía su orgullo y su amor.



    Darküs no podía dejar de maravillarse ante la fortaleza de su hembra. Cada día veía en ella una mezcla de dulzura y poder, de ternura y resistencia. Admiraba no solo a ella, sino a todas las mujeres embarazadas, porque comprendía que el embarazo, aunque muchas veces se pinta como algo simplemente hermoso, también es una travesía de sacrificio, dolor y coraje silencioso. Nadie habla lo suficiente de los vómitos, del cansancio, de las noches interminables sin poder dormir, de la angustia que a veces acompaña la espera. Pero él sí lo veía, lo sentía, y por eso la cuidaba con devoción. Porque sabía que dentro de ella se estaba gestando una vida, y con cada respiración, con cada esfuerzo, ella estaba construyendo el futuro que ambos soñaban. Darküs entendía que lo mínimo que podía hacer era mimarla, consentirla y acompañarla. Porque mientras ella llevaba el peso —literal y emocional— del embarazo, él se esforzaba por aligerarle el camino, por recordarle que no estaba sola. Y en cada gesto, en cada caricia, en cada palabra, crecía su orgullo y su amor.
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  • Entra en los aposentos de la rubia a la hora del lobo. A esa hora en la que aun no ha amanecido, pero no puede considerarse noche.

    Nunca se le han dado bien esa clase de detalles, pero sin ánimos de enturbiar más el encierro de la joven, imaginó que un regalo en su Dia del Nombre no perturbaría los ánimos.

    Por lo que, sin hacer ruido (algo asombroso dado su enorme tamaño) y con cuidado de no despertarla, camina hasta la mesilla de noche y sobre esta deja una figura tallada de forma algo hosca de una serpiente marina. El emblema de la casa Velaryon. Sin notas. Sin nombres. Nada más...
    Entra en los aposentos de la rubia a la hora del lobo. A esa hora en la que aun no ha amanecido, pero no puede considerarse noche. Nunca se le han dado bien esa clase de detalles, pero sin ánimos de enturbiar más el encierro de la joven, imaginó que un regalo en su Dia del Nombre no perturbaría los ánimos. Por lo que, sin hacer ruido (algo asombroso dado su enorme tamaño) y con cuidado de no despertarla, camina hasta la mesilla de noche y sobre esta deja una figura tallada de forma algo hosca de una serpiente marina. El emblema de la casa Velaryon. Sin notas. Sin nombres. Nada más...
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  • A veces las cosas nunca salen como uno las había planeado


    Dejo las bolsas encima de la mesa del comedor acabo de venir del centro comercial, Alex Roberts todavía sigue en el gimnasio, vamos a pasar la noche en un lujoso hotel.
    Con la mudanza y los trabajos no hemos tenido tiempo de calidad en pareja.
    A veces las cosas nunca salen como uno las había planeado Dejo las bolsas encima de la mesa del comedor acabo de venir del centro comercial, [Blackthcx_2] todavía sigue en el gimnasio, vamos a pasar la noche en un lujoso hotel. Con la mudanza y los trabajos no hemos tenido tiempo de calidad en pareja.
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  • Un maravilloso dia ..... para hoy espero y les deseo lo mejor .
    Un maravilloso dia ..... para hoy espero y les deseo lo mejor .
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  • Bueno un dia mas, para animar las cosas no?
    Bueno un dia mas, para animar las cosas no?
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