•—El Lich III
Una gota se desliza silenciosamente a través de una de las púas de hielo cercanas al balrog, desde la punta hasta la base donde será seguida por otras más. El hielo está perdiendo fuerza y comienza a derretirse cediendo al calor que proyecta Khan.
Sucede también que el espíritu que está en posesión del cuerpo del brujo se muestra ya no sonriente y confiado. De pronto, su expresión ha cambiado a una de ligera confusión y algo de esfuerzo, al fin. Le está costando mantener las temperaturas bajas y, como siempre debió ser, el intenso poder del balrog se está poniendo por encima de sus capacidades y está consiguiendo que el hielo se derrita.
Poco después, una intensa explosión de pura energía toma lugar expandiéndose a varios kilómetros alrededor del usurpador, una que, sin embargo, no causa daño alguno a edificios, alimañas ni personas, mucho menos a almas o entidades.
No es otra cosa que la consciencia y espíritu del brujo abandonando al usurpador que, desprovisto tanto de su traje o más bien disfraz como de las habilidades y conocimientos que le concedía, se ve expuesto como el fantasma esquelético de lo que alguna vez fue un prodigioso brujo humano, ahora nada más que una atrocidad maloliente con despojos colgando de cada extremidad, rostro blanco de huesos y dientes roídos, y una corona de púas de hielo resquebrajadas por el paso del tiempo.
Sin voz, pues ni garganta le queda, suelta un aullido escalofriante cargado de frustración e ira. Jamás ninguna de sus víctimas había conseguido despertarse del fatídico trance que conjuraba en sus sueños. Jamás, porque ninguna había tenido la suerte de tener el amor de un dragón de luz ni nada similar de su lado.
#ElBrujoCojo •—El Lich III
Una gota se desliza silenciosamente a través de una de las púas de hielo cercanas al balrog, desde la punta hasta la base donde será seguida por otras más. El hielo está perdiendo fuerza y comienza a derretirse cediendo al calor que proyecta Khan.
Sucede también que el espíritu que está en posesión del cuerpo del brujo se muestra ya no sonriente y confiado. De pronto, su expresión ha cambiado a una de ligera confusión y algo de esfuerzo, al fin. Le está costando mantener las temperaturas bajas y, como siempre debió ser, el intenso poder del balrog se está poniendo por encima de sus capacidades y está consiguiendo que el hielo se derrita.
Poco después, una intensa explosión de pura energía toma lugar expandiéndose a varios kilómetros alrededor del usurpador, una que, sin embargo, no causa daño alguno a edificios, alimañas ni personas, mucho menos a almas o entidades.
No es otra cosa que la consciencia y espíritu del brujo abandonando al usurpador que, desprovisto tanto de su traje o más bien disfraz como de las habilidades y conocimientos que le concedía, se ve expuesto como el fantasma esquelético de lo que alguna vez fue un prodigioso brujo humano, ahora nada más que una atrocidad maloliente con despojos colgando de cada extremidad, rostro blanco de huesos y dientes roídos, y una corona de púas de hielo resquebrajadas por el paso del tiempo.
Sin voz, pues ni garganta le queda, suelta un aullido escalofriante cargado de frustración e ira. Jamás ninguna de sus víctimas había conseguido despertarse del fatídico trance que conjuraba en sus sueños. Jamás, porque ninguna había tenido la suerte de tener el amor de un dragón de luz ni nada similar de su lado.
#ElBrujoCojo