Los ojos de Ysoria se clavaron en aquél hombre millonario que decía ser su "futuro esposo".
Pensar en estar casada con un viejo ludópata le molestaba. Sus manos viajaron hasta los costados de sus pantimedias frente a el, mostrándole de a poco sus piernas de forma seductora.
Todo iba bien para aquél anciano, hasta que mostró aquellas dos dagas que a ella tanto le encantaban. Se acercó al hombre con ellas, sentándose en su regazo y apoyando una en el cuello de éste.
— ¿Realmente quieres ser mi futuro esposo, viejito?
Preguntó, soltándo una risa ante el miedo que se veía en el varón. En cambio, la expresión de la chica era una de satisfacción. El brillo en sus ojos demostraba lo tanto que amaba su hobbie.
¿El resto? Es historia.
Los ojos de Ysoria se clavaron en aquél hombre millonario que decía ser su "futuro esposo".
Pensar en estar casada con un viejo ludópata le molestaba. Sus manos viajaron hasta los costados de sus pantimedias frente a el, mostrándole de a poco sus piernas de forma seductora.
Todo iba bien para aquél anciano, hasta que mostró aquellas dos dagas que a ella tanto le encantaban. Se acercó al hombre con ellas, sentándose en su regazo y apoyando una en el cuello de éste.
— ¿Realmente quieres ser mi futuro esposo, viejito?
Preguntó, soltándo una risa ante el miedo que se veía en el varón. En cambio, la expresión de la chica era una de satisfacción. El brillo en sus ojos demostraba lo tanto que amaba su hobbie.
¿El resto? Es historia.