Era un pasillo amplio, con una alfombra roja de borde dorados. En ambos lados había bancos para la oración de los fieles. Frente a él la gran estatua de la diosa, habían dejado a los pies de esta velas, flores y distintos objetos a modo de ofrenda la vidriera de colores del lateral daba una sensación de calidez al visitante de aquella santa iglesia.
Se arrodillo en uno de los bancos aprovechando la madrugada y el vacío del lugar.
—Perdóname madre porque he pecado. He sentido la tentación carnal del cuerpo de una mujer. No he sido el mejor pastor de tu rebaño en tiempos atrás me parte de la luz y visite el oscuro abismo, creía haber vuelto a la luz, pero creo que las sombra del ser impío que yace dentro de mi se alargan, veo a veces mi fe temblar.
Una mano etérea de luz se apoyo en su hombro, le daba un calor agradable y paz.
—Ezequiel hijo mío, mírame. —No se movió no se sentía digno de mirarla y la diosa giro su cara con delicadeza obligando a mirar su luz y belleza, los ojos eran como galaxias. — No debes sentir pudor, nuestras leyes prácticamente os obligan a amar, por que te sientes mal si cumples nuestra palabra hijo mío.
—¿No hago mal?
—Hijo mío el amor, el respeto, todas esas sensaciones benévolas que naces de tu corazón son puras y son veneno para el ser que habita en ti, cuando tu fe tiembla y notas esas sombras alargarse, es porque te avergüenzas de algo bonito y puro hay le das vida a ese ser. Siente y disfruta de lo puro y no te avergüences, nosotros os obligamos a amar.
La figura de desvaneció saliendo por la vidriera como un manantial de luz, se sentía reconfortado en cierta forma y pensó largamente las palabras recibidas hasta que el sol empezó a alzarse en el cielo.
Era un pasillo amplio, con una alfombra roja de borde dorados. En ambos lados había bancos para la oración de los fieles. Frente a él la gran estatua de la diosa, habían dejado a los pies de esta velas, flores y distintos objetos a modo de ofrenda la vidriera de colores del lateral daba una sensación de calidez al visitante de aquella santa iglesia.
Se arrodillo en uno de los bancos aprovechando la madrugada y el vacío del lugar.
—Perdóname madre porque he pecado. He sentido la tentación carnal del cuerpo de una mujer. No he sido el mejor pastor de tu rebaño en tiempos atrás me parte de la luz y visite el oscuro abismo, creía haber vuelto a la luz, pero creo que las sombra del ser impío que yace dentro de mi se alargan, veo a veces mi fe temblar.
Una mano etérea de luz se apoyo en su hombro, le daba un calor agradable y paz.
—Ezequiel hijo mío, mírame. —No se movió no se sentía digno de mirarla y la diosa giro su cara con delicadeza obligando a mirar su luz y belleza, los ojos eran como galaxias. — No debes sentir pudor, nuestras leyes prácticamente os obligan a amar, por que te sientes mal si cumples nuestra palabra hijo mío.
—¿No hago mal?
—Hijo mío el amor, el respeto, todas esas sensaciones benévolas que naces de tu corazón son puras y son veneno para el ser que habita en ti, cuando tu fe tiembla y notas esas sombras alargarse, es porque te avergüenzas de algo bonito y puro hay le das vida a ese ser. Siente y disfruta de lo puro y no te avergüences, nosotros os obligamos a amar.
La figura de desvaneció saliendo por la vidriera como un manantial de luz, se sentía reconfortado en cierta forma y pensó largamente las palabras recibidas hasta que el sol empezó a alzarse en el cielo.