• No entiendo a los mortales que se resisten. Mira, esto no podría ser más fácil: Lo único que tienes que hacer es deshacerte de tu libre albredío, aceptarme como tu única Diosa y entregarte a mí.

    ¿De qué te sirve tu supuesta "libertad"? ¿Te ha traído algo más que desgracias? ~ Y en cambio, mira lo que yo te ofrezco.

    No necesitas pensar, yo lo haré por ti. Sólo haz todas y cada una de las cosas que te digo, sé mi fiel devoto, entrega tu alma y tu mente a mí. Nada más debe existir en tu vida además de adorarme... y te garantizo una eternidad de placer y felicidad. ~ Nadie podría hacerte una mejor oferta.
    No entiendo a los mortales que se resisten. Mira, esto no podría ser más fácil: Lo único que tienes que hacer es deshacerte de tu libre albredío, aceptarme como tu única Diosa y entregarte a mí. ¿De qué te sirve tu supuesta "libertad"? ¿Te ha traído algo más que desgracias? ~ Y en cambio, mira lo que yo te ofrezco. No necesitas pensar, yo lo haré por ti. Sólo haz todas y cada una de las cosas que te digo, sé mi fiel devoto, entrega tu alma y tu mente a mí. Nada más debe existir en tu vida además de adorarme... y te garantizo una eternidad de placer y felicidad. ~ Nadie podría hacerte una mejor oferta.
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  • 𝑳𝒆𝒕 𝒎𝒆 𝒃𝒆 𝒚𝒐𝒖𝒓 𝒘𝒐𝒎𝒂𝒏. ~
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  • — Esto. . . sabe horrible. Pero puedo entender, un poco, por qué lo consumen. —
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  • Mientras la Luna siga brillando, siempre estarás bajo mi protección.
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  • El timbre sonó a las 9:03 de la mañana, rompiendo el silencio perezoso de un domingo cualquiera. Sofía estaba en la cocina, todavía en pijama, con el cabello despeinado y una taza de café con leche entre las manos. No esperaba nada, o al menos eso se repetía para calmar el vértigo que sentía desde hacía semanas.

    Dejó la taza sobre la encimera, se limpió las manos en el pantalón del pijama y bajó las escaleras con el corazón golpeándole el pecho. Afuera, el aire era fresco y olía a tierra mojada. El cartero ya se había marchado, pero en el buzón asomaba un sobre blanco con el sello dorado de la University of Southern California.

    Por un momento no se movió. Solo lo miró, inmóvil, como si acercarse fuera un acto peligroso. Cuando por fin estiró la mano, la temblorosa emoción se mezcló con miedo puro. Rasgó el sobre con cuidado, como si el papel pudiera decidir su destino, y leyó.

    “We are pleased to inform you that you have been accepted into the USC School of Dramatic Arts…”

    El aire se le escapó de los pulmones.
    Durante unos segundos, no hubo sonido, ni casa, ni mundo: solo las letras flotando ante sus ojos, borroneadas por las lágrimas.

    Sofía soltó una risa entrecortada, una mezcla de incredulidad y felicidad tan intensa que dolía. Dejó caer el sobre en el suelo, cubriéndose la boca con las manos, y empezó a reír y llorar al mismo tiempo.

    —¡Lo conseguí! —susurró, casi sin voz—. ¡Lo conseguí, joder!

    Corrió hacia la cocina, el corazón desbocado, buscando su móvil para llamar a Rachel. Pero al abrir la galería de contactos, se detuvo por un momento.
    La imaginó allí, con su novia, quizá cocinando o trabajando, ajena a todo. Sofía quiso marcar igual, contarle lo que había pasado, gritarle entre risas que su sueño se había hecho real. Pero algo en su pecho se frenó.
    Rachel le diría que estaba orgullosa, sin dudarlo, pero también le preguntaría si ya se lo había contado a mamá.
    Y ella no estaba lista para eso.

    La imagen de Elena James apareció en su mente: su tono frío, su mirada cargada de juicio, la misma que había usado la última vez que hablaron del tema.
    “Te estás engañando, Sofía. El teatro no da de comer. Eres inteligente, podrías hacer algo útil, algo serio.”

    Sofía apretó el teléfono entre los dedos. No quería escuchar esa voz hoy. No cuando, por primera vez, sentía que el mundo le daba la razón.

    Respiró hondo y volvió a mirar el sobre caído en el suelo. Lo recogió con cuidado y lo apoyó contra la ventana, justo donde entraba la luz del sol.

    Esa carta era su puerta, su billete, su promesa.
    Y aunque nadie más lo supiera todavía, ella se permitió celebrarlo igual.

    Encendió el altavoz, buscó una lista de reproducción vieja y dejó que sonara Golden Hour. Subió el volumen, cerró los ojos y se dejó llevar, girando sobre sí misma entre risas y lágrimas.

    Por fin, el sueño que todos consideraban una pérdida de tiempo se había convertido en su realidad.
    Y aunque no pudiera compartirlo aún, Sofía sabía que su historia había empezado.
    El timbre sonó a las 9:03 de la mañana, rompiendo el silencio perezoso de un domingo cualquiera. Sofía estaba en la cocina, todavía en pijama, con el cabello despeinado y una taza de café con leche entre las manos. No esperaba nada, o al menos eso se repetía para calmar el vértigo que sentía desde hacía semanas. Dejó la taza sobre la encimera, se limpió las manos en el pantalón del pijama y bajó las escaleras con el corazón golpeándole el pecho. Afuera, el aire era fresco y olía a tierra mojada. El cartero ya se había marchado, pero en el buzón asomaba un sobre blanco con el sello dorado de la University of Southern California. Por un momento no se movió. Solo lo miró, inmóvil, como si acercarse fuera un acto peligroso. Cuando por fin estiró la mano, la temblorosa emoción se mezcló con miedo puro. Rasgó el sobre con cuidado, como si el papel pudiera decidir su destino, y leyó. “We are pleased to inform you that you have been accepted into the USC School of Dramatic Arts…” El aire se le escapó de los pulmones. Durante unos segundos, no hubo sonido, ni casa, ni mundo: solo las letras flotando ante sus ojos, borroneadas por las lágrimas. Sofía soltó una risa entrecortada, una mezcla de incredulidad y felicidad tan intensa que dolía. Dejó caer el sobre en el suelo, cubriéndose la boca con las manos, y empezó a reír y llorar al mismo tiempo. —¡Lo conseguí! —susurró, casi sin voz—. ¡Lo conseguí, joder! Corrió hacia la cocina, el corazón desbocado, buscando su móvil para llamar a Rachel. Pero al abrir la galería de contactos, se detuvo por un momento. La imaginó allí, con su novia, quizá cocinando o trabajando, ajena a todo. Sofía quiso marcar igual, contarle lo que había pasado, gritarle entre risas que su sueño se había hecho real. Pero algo en su pecho se frenó. Rachel le diría que estaba orgullosa, sin dudarlo, pero también le preguntaría si ya se lo había contado a mamá. Y ella no estaba lista para eso. La imagen de Elena James apareció en su mente: su tono frío, su mirada cargada de juicio, la misma que había usado la última vez que hablaron del tema. “Te estás engañando, Sofía. El teatro no da de comer. Eres inteligente, podrías hacer algo útil, algo serio.” Sofía apretó el teléfono entre los dedos. No quería escuchar esa voz hoy. No cuando, por primera vez, sentía que el mundo le daba la razón. Respiró hondo y volvió a mirar el sobre caído en el suelo. Lo recogió con cuidado y lo apoyó contra la ventana, justo donde entraba la luz del sol. Esa carta era su puerta, su billete, su promesa. Y aunque nadie más lo supiera todavía, ella se permitió celebrarlo igual. Encendió el altavoz, buscó una lista de reproducción vieja y dejó que sonara Golden Hour. Subió el volumen, cerró los ojos y se dejó llevar, girando sobre sí misma entre risas y lágrimas. Por fin, el sueño que todos consideraban una pérdida de tiempo se había convertido en su realidad. Y aunque no pudiera compartirlo aún, Sofía sabía que su historia había empezado.
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  • -asi que escondiste tu estrella en tu cola?- el cachorro asintio con la cabeza bastante comodo con su nueva forma -bueno Huesos El Mercader aun no se separa de su estrella pero ya es capaz de mantener una forma estable, parece ser que el si prefiere los pronombres masculinos, aun no desea regresar al mar de las brujas asi que, tendras un compañero de clases de ahora en adelante-
    -asi que escondiste tu estrella en tu cola?- el cachorro asintio con la cabeza bastante comodo con su nueva forma -bueno [Huesos_27666] aun no se separa de su estrella pero ya es capaz de mantener una forma estable, parece ser que el si prefiere los pronombres masculinos, aun no desea regresar al mar de las brujas asi que, tendras un compañero de clases de ahora en adelante-
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  • -Sentadas cerca de la fuente que da a la aldea donde ambas vigilan, las dos hermanas se dispusieron a cantar la canción que solo ambas saben, mientras una de ellas, también tocaba el ukelele, dando un ambiente bastate armónico al lugar.

    Algunos aldeanos al escucharlas cantar, se acercan a donde ellas, poco a poco, las gemelas estaba rodeadas de gente mientras Devola y Popola seguían cantado para deleite de los aldeanos, que solo estaban presentes por las hermosas voces de las hermanas-.
    -Sentadas cerca de la fuente que da a la aldea donde ambas vigilan, las dos hermanas se dispusieron a cantar la canción que solo ambas saben, mientras una de ellas, también tocaba el ukelele, dando un ambiente bastate armónico al lugar. Algunos aldeanos al escucharlas cantar, se acercan a donde ellas, poco a poco, las gemelas estaba rodeadas de gente mientras Devola y Popola seguían cantado para deleite de los aldeanos, que solo estaban presentes por las hermosas voces de las hermanas-.
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  • ๑⁠˙⁠❥ ¡Te encontré! Ahora te voy a trenzar el cabello y ponerte una mascarilla facial. No te dejaré escapar~

    - Levanto las manos mientras las abría y cerraba lista para empezar con su plan -

    ๑⁠˙⁠❥ No te preocupes, te verás muy bien cuando todo termine~ ♡
    ๑⁠˙⁠❥ ¡Te encontré! Ahora te voy a trenzar el cabello y ponerte una mascarilla facial. No te dejaré escapar~ - Levanto las manos mientras las abría y cerraba lista para empezar con su plan - ๑⁠˙⁠❥ No te preocupes, te verás muy bien cuando todo termine~ ♡
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  • ━━ No codicio lo ajeno, tengo a mis padres, mis hermanos y una preciosa novia, es justo poner los pies en la tierra.


    Procede a agarrar a besos a su novia. 𝑴𝒊𝒌𝒂 大沢
    ━━ No codicio lo ajeno, tengo a mis padres, mis hermanos y una preciosa novia, es justo poner los pies en la tierra. Procede a agarrar a besos a su novia. [Mika.O]
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  • ━━ La edad es lo único que no nos perdona, pero mi vida está llena de dicha: mi esposa, compañera de vida, madre de mis dos adoraciones. Y mis dos retoños que si no hay parentesco son mi sagrado tesoro. Mi familia es todo para mí, a quienes les agradezco.
    ━━ La edad es lo único que no nos perdona, pero mi vida está llena de dicha: mi esposa, compañera de vida, madre de mis dos adoraciones. Y mis dos retoños que si no hay parentesco son mi sagrado tesoro. Mi familia es todo para mí, a quienes les agradezco.
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