• — de las pocas cosas que me gusta hacer es manejar
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  • — Sally aveces es algo molesta—
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  • — no recuerdo porque deje de usar este casco—
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  • — extraño pasar tiempo con ustedes chicas—

    [4lfa0megaGirl] Aikaterine Ouro
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  • — Hoy no tengo ganas de hacer nada...
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  • Aquel apartamento en Velaris
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    Categoría Slice of Life
    Amren estaba apoyada en la baranda de su apartamento, viento aquella noche de Velaris, amaba las noches de Velaris y eso que había visto muchas noches en su milenaria vida, había visto noches hasta de otros lugares mucho más lejanos, aunque tenía esas imágenes un tanto difusas.

    Tenía una copa de vino en la mano y repasaba mentalmente todo lo que había ocurrido hasta ahora, como salió del caldero de nuevo, sin casi poder pero... con una segunda oportunidad.

    Sonreía, muy levemente, apenas era una curvatura en sus rojos y carnosos labios.

    Aún tenían mucho por hacer, encontrar a aquella estúpida reina idiota que atentaba contra la seguridad de su familia, de su corte, bueno... y de otras tantas, claro, como la de Varian.

    Suspiró pesadamente tomando un largo sorbo de aquel vino que tenía en la copa de cristal.

    En su opinión Elain debería intentar "ver" qué ocurriría pero... algo le daba que aquello sería tan mala idea como obligar a aquella otra chiquilla, Nesta, a que usase su poder y terminase usándolo.

    ¿Qué tenían las hermanas Archeron que eran tan únicas?

    Se rio para sus adentros, las quería igual, tal vez quería un poco más a Nesta por que sentía una conexión especial con ella pero... já, la mente de las Archeron era fascinante a su manera.

    Una vez más se inclinó en la baranda del balcón para observar a quién paseaba por las calles de Velaris, tal vez viera alguna cara conocida.
    Amren estaba apoyada en la baranda de su apartamento, viento aquella noche de Velaris, amaba las noches de Velaris y eso que había visto muchas noches en su milenaria vida, había visto noches hasta de otros lugares mucho más lejanos, aunque tenía esas imágenes un tanto difusas. Tenía una copa de vino en la mano y repasaba mentalmente todo lo que había ocurrido hasta ahora, como salió del caldero de nuevo, sin casi poder pero... con una segunda oportunidad. Sonreía, muy levemente, apenas era una curvatura en sus rojos y carnosos labios. Aún tenían mucho por hacer, encontrar a aquella estúpida reina idiota que atentaba contra la seguridad de su familia, de su corte, bueno... y de otras tantas, claro, como la de Varian. Suspiró pesadamente tomando un largo sorbo de aquel vino que tenía en la copa de cristal. En su opinión Elain debería intentar "ver" qué ocurriría pero... algo le daba que aquello sería tan mala idea como obligar a aquella otra chiquilla, Nesta, a que usase su poder y terminase usándolo. ¿Qué tenían las hermanas Archeron que eran tan únicas? Se rio para sus adentros, las quería igual, tal vez quería un poco más a Nesta por que sentía una conexión especial con ella pero... já, la mente de las Archeron era fascinante a su manera. Una vez más se inclinó en la baranda del balcón para observar a quién paseaba por las calles de Velaris, tal vez viera alguna cara conocida.
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  • — Sonrie alex...ya no te tendras que preocupar de nada—
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  • La casa que más amo.
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    Nesta había vuelto de su, ya común, entrenamiento junto con Cassian y las Valkirias, estaba bastante cansada aquel día, demasiado a decir verdad, tanto que cuando entró dentro de la casa esta pareció darle la bienvenida con una suave brisa acariciándole los cabellos.

    — Hola a ti también.

    Dijo Nesta arrastrando las palabras con notable cansancio, la casa hizo aparecer sobre el escritorio de la habitación de Nesta un libro y una taza de té.

    Nesta no pudo no sonreir.

    — Empieza a darme miedo que me conozcas tan bien.

    La casa encendió el fuego, suave, apenas unas llamas como pidiéndole permiso a Nesta para encenderlo.

    — Adelante...

    Nesta se dejó caer en la cama unos segundos.

    — ¿Sería pedir demasiado un baño caliente?

    Todavía sentía que cuando le pedía cualquier cosa a la casa era sobrepasarse con ella, pero la casa, lejos de parecer molesta, hizo aparecer una bañera llena de agua caliente en aquella habitación, solo para que Nesta no tuviera que subir las escaleras hasta llegar al baño de la casa.

    — Eres la mejor...

    Murmuró Nesta con una sonrisa.
    Nesta había vuelto de su, ya común, entrenamiento junto con Cassian y las Valkirias, estaba bastante cansada aquel día, demasiado a decir verdad, tanto que cuando entró dentro de la casa esta pareció darle la bienvenida con una suave brisa acariciándole los cabellos. — Hola a ti también. Dijo Nesta arrastrando las palabras con notable cansancio, la casa hizo aparecer sobre el escritorio de la habitación de Nesta un libro y una taza de té. Nesta no pudo no sonreir. — Empieza a darme miedo que me conozcas tan bien. La casa encendió el fuego, suave, apenas unas llamas como pidiéndole permiso a Nesta para encenderlo. — Adelante... Nesta se dejó caer en la cama unos segundos. — ¿Sería pedir demasiado un baño caliente? Todavía sentía que cuando le pedía cualquier cosa a la casa era sobrepasarse con ella, pero la casa, lejos de parecer molesta, hizo aparecer una bañera llena de agua caliente en aquella habitación, solo para que Nesta no tuviera que subir las escaleras hasta llegar al baño de la casa. — Eres la mejor... Murmuró Nesta con una sonrisa.
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  • La luna llena brillaba en lo alto, iluminando el bosque con una luz fría y espectral. Cada sombra parecía alargarse y moverse, como si el propio bosque estuviera vivo. Él estaba ahí, en medio de la espesura, sintiendo cómo la energía de la luna lo atravesaba, llenando cada rincón de su ser.

    Respiró hondo, intentando resistir la transformación que sabía era inevitable. Con cada latido de su corazón, la presión dentro de su cuerpo aumentaba, exigiendo liberarse.

    —No esta vez— murmuró, clavando las uñas en la corteza de un árbol cercano, buscando algún tipo de ancla.

    El aire a su alrededor se cargaba de electricidad, y él luchaba por mantener su forma humana. Sabía que en el momento en que cediera, perdería el control, y cuando volviera a ser él mismo, estaría perdido, sin recordar cómo había llegado allí.

    —¡Vamos, aguanta!— se dijo en voz baja, apretando los dientes mientras sentía cómo sus huesos comenzaban a cambiar, el dolor recorriendo su cuerpo como un fuego ardiente.

    Sus manos comenzaron a transformarse, sus dedos alargándose y sus uñas convirtiéndose en afiladas garras. La piel le picaba mientras el pelaje empezaba a cubrir su cuerpo, y una sensación de desesperación lo invadió.

    —No quiero...— intentó decir, pero las palabras se ahogaron en un gruñido gutural que salió de su garganta.

    Su cuerpo se inclinó hacia adelante, forzando su columna a contorsionarse hasta que estuvo a cuatro patas. Cada músculo se hinchó y se tensó bajo su piel, la cual ahora estaba cubierta de un espeso pelaje negro. Sentía cómo la humanidad lo abandonaba, reemplazada por los instintos de la bestia.

    —¡No, no de nuevo!— intentó gritar, pero lo único que salió fue un aullido profundo que resonó entre los árboles.

    Ahora, completamente transformado, sus sentidos se agudizaron de una manera que solo experimentaba en esta forma. Podía oler la tierra húmeda, sentir el latido de la vida en el bosque, oír el crujido de las hojas bajo las patas de algún animal lejano. Pero con esos sentidos también venía el instinto abrumador, la necesidad de correr, cazar, y perderse en la noche.

    No era dueño de sí mismo. Sus patas comenzaron a moverse casi por voluntad propia, llevándolo rápidamente a través del bosque, sin un destino claro, solo impulsado por el deseo de escapar de lo que le rodeaba, de lo que había dejado atrás. Y, como temía, con cada paso, con cada zancada, se alejaba más de su hogar, sin control, sin dirección.

    Al final, cuando la luna descendiera y la transformación se desvaneciera, sabría que estaría solo y perdido una vez más. Pero por ahora, el lobo había tomado el control, y no había vuelta atrás.

    —¿Dónde estaré cuando todo termine?— se preguntó en su mente, mientras sus patas lo llevaban más y más profundo en la oscuridad del bosque.
    La luna llena brillaba en lo alto, iluminando el bosque con una luz fría y espectral. Cada sombra parecía alargarse y moverse, como si el propio bosque estuviera vivo. Él estaba ahí, en medio de la espesura, sintiendo cómo la energía de la luna lo atravesaba, llenando cada rincón de su ser. Respiró hondo, intentando resistir la transformación que sabía era inevitable. Con cada latido de su corazón, la presión dentro de su cuerpo aumentaba, exigiendo liberarse. —No esta vez— murmuró, clavando las uñas en la corteza de un árbol cercano, buscando algún tipo de ancla. El aire a su alrededor se cargaba de electricidad, y él luchaba por mantener su forma humana. Sabía que en el momento en que cediera, perdería el control, y cuando volviera a ser él mismo, estaría perdido, sin recordar cómo había llegado allí. —¡Vamos, aguanta!— se dijo en voz baja, apretando los dientes mientras sentía cómo sus huesos comenzaban a cambiar, el dolor recorriendo su cuerpo como un fuego ardiente. Sus manos comenzaron a transformarse, sus dedos alargándose y sus uñas convirtiéndose en afiladas garras. La piel le picaba mientras el pelaje empezaba a cubrir su cuerpo, y una sensación de desesperación lo invadió. —No quiero...— intentó decir, pero las palabras se ahogaron en un gruñido gutural que salió de su garganta. Su cuerpo se inclinó hacia adelante, forzando su columna a contorsionarse hasta que estuvo a cuatro patas. Cada músculo se hinchó y se tensó bajo su piel, la cual ahora estaba cubierta de un espeso pelaje negro. Sentía cómo la humanidad lo abandonaba, reemplazada por los instintos de la bestia. —¡No, no de nuevo!— intentó gritar, pero lo único que salió fue un aullido profundo que resonó entre los árboles. Ahora, completamente transformado, sus sentidos se agudizaron de una manera que solo experimentaba en esta forma. Podía oler la tierra húmeda, sentir el latido de la vida en el bosque, oír el crujido de las hojas bajo las patas de algún animal lejano. Pero con esos sentidos también venía el instinto abrumador, la necesidad de correr, cazar, y perderse en la noche. No era dueño de sí mismo. Sus patas comenzaron a moverse casi por voluntad propia, llevándolo rápidamente a través del bosque, sin un destino claro, solo impulsado por el deseo de escapar de lo que le rodeaba, de lo que había dejado atrás. Y, como temía, con cada paso, con cada zancada, se alejaba más de su hogar, sin control, sin dirección. Al final, cuando la luna descendiera y la transformación se desvaneciera, sabría que estaría solo y perdido una vez más. Pero por ahora, el lobo había tomado el control, y no había vuelta atrás. —¿Dónde estaré cuando todo termine?— se preguntó en su mente, mientras sus patas lo llevaban más y más profundo en la oscuridad del bosque.
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  • Aunque extrañaba a su pequeño tesoro, debía admitir que ese tiempo "libre" de paternidad fue productivo para avanzar rápidamente con algunas renovaciones, la más importante obviamente en el palacio que era su hogar.
    No sólo se dedicó a reparar los destrozos que cierto pequeño tiburón hizo, cambió por completo aquel tétrico, solitario y lúgubre palacio por un pequeño Edén entre paredes, algo más adecuado tanto para su esposo como su hija.

    Toda la flora, que ahora decoraba los muros exteriores del palacio, era especial. Su poder, al igual que con las flores que eran destinadas a profesar el amor a su cervatillo, inundaba cada una para mantenerlas con vida hasta el día que él pereciera y, así, evitar que fueran a marchitarse con la energía demoniaca.
    Algunas fuentes de agua y pequeñas cascadas también fueron parte de la decoración y, como no podía faltar, un hermoso cielo azul que cubrió y reemplazó el monocromo rojo del infierno.

    Finalmente pudo abarcar una gran parte de lo que quería lograr para su familia, para el nuevo infierno que pretendía hacer, pero todo ello conllevaba un gran gasto de poder y energía al final del día, cosa que lo dejó agotado, optando por tomar una larga siesta para reponerse tras el arduo trabajo que apenas era la punta del iceberg.
    Aunque extrañaba a su pequeño tesoro, debía admitir que ese tiempo "libre" de paternidad fue productivo para avanzar rápidamente con algunas renovaciones, la más importante obviamente en el palacio que era su hogar. No sólo se dedicó a reparar los destrozos que cierto pequeño tiburón hizo, cambió por completo aquel tétrico, solitario y lúgubre palacio por un pequeño Edén entre paredes, algo más adecuado tanto para su esposo como su hija. Toda la flora, que ahora decoraba los muros exteriores del palacio, era especial. Su poder, al igual que con las flores que eran destinadas a profesar el amor a su cervatillo, inundaba cada una para mantenerlas con vida hasta el día que él pereciera y, así, evitar que fueran a marchitarse con la energía demoniaca. Algunas fuentes de agua y pequeñas cascadas también fueron parte de la decoración y, como no podía faltar, un hermoso cielo azul que cubrió y reemplazó el monocromo rojo del infierno. Finalmente pudo abarcar una gran parte de lo que quería lograr para su familia, para el nuevo infierno que pretendía hacer, pero todo ello conllevaba un gran gasto de poder y energía al final del día, cosa que lo dejó agotado, optando por tomar una larga siesta para reponerse tras el arduo trabajo que apenas era la punta del iceberg.
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