• La puerta de la pequeña cafetería se abrió con un leve tintineo, y Yūrei Veyrith cruzó el umbral como quien pisa un terreno desconocido y fascinante a la vez. Sus cabellos plateados brillaban tenuemente bajo la luz cálida del local, y sus ojos, que guardaban constelaciones apagadas, recorrían cada rincón con una mezcla de curiosidad y cautela. Por siglos había habitado entre mundos que los humanos no podían imaginar, y la vida cotidiana de ellos, con sus aromas, colores y sabores, era un misterio recién descubierto.

    El olor a café recién molido y pan horneado despertó algo en ella que hacía mucho tiempo no sentía: interés genuino. Se acercó al mostrador, moviéndose con la elegancia silenciosa que caracterizaba cada uno de sus pasos. Observó los pasteles, los bollos y los pequeños dulces dispuestos cuidadosamente, como si cada uno guardara un secreto del mundo humano. Tomó uno con delicadeza, apenas rozándolo con sus dedos largos y finos, y lo llevó a sus labios.

    —Entonces… esto es dulce —susurró para sí misma, más para confirmar que era real que por curiosidad. Su voz era suave, etérea, y resonaba con la calma de alguien que ha vivido siglos, pero que aún puede sorprenderse. El primer bocado fue ligero, y sus ojos se iluminaron con una chispa de algo casi infantil: fascinación. Nunca había necesitado sabores simples como este; en su mundo, la esencia de la vida no venía envuelta en azúcar o harina, sino en energías, rituales y secretos que solo los seres sobrenaturales podían percibir.

    Se sentó junto a la ventana, dejando que la luz de la tarde acariciara su rostro. Cada detalle del lugar, desde los murmullos de los clientes hasta la manera en que el vapor del café se elevaba en espirales, parecía nuevo y maravilloso. Por un momento, la eternidad que cargaba en su ser se diluyó frente a un simple bocado y un sorbo de té, y la mujer que caminaba entre mundos se permitió sentir algo tan humano como el placer de una comida.

    Yūrei sonrió apenas, una curva de labios que no necesitaba palabras para transmitir todo lo que sentía: curiosidad, sorpresa y una leve satisfacción. En ese instante, la eternidad se mezclaba con la cotidianidad, y ella, madre de lo imposible, se encontraba aprendiendo de algo tan sencillo que la hacía sentir… viva.
    La puerta de la pequeña cafetería se abrió con un leve tintineo, y Yūrei Veyrith cruzó el umbral como quien pisa un terreno desconocido y fascinante a la vez. Sus cabellos plateados brillaban tenuemente bajo la luz cálida del local, y sus ojos, que guardaban constelaciones apagadas, recorrían cada rincón con una mezcla de curiosidad y cautela. Por siglos había habitado entre mundos que los humanos no podían imaginar, y la vida cotidiana de ellos, con sus aromas, colores y sabores, era un misterio recién descubierto. El olor a café recién molido y pan horneado despertó algo en ella que hacía mucho tiempo no sentía: interés genuino. Se acercó al mostrador, moviéndose con la elegancia silenciosa que caracterizaba cada uno de sus pasos. Observó los pasteles, los bollos y los pequeños dulces dispuestos cuidadosamente, como si cada uno guardara un secreto del mundo humano. Tomó uno con delicadeza, apenas rozándolo con sus dedos largos y finos, y lo llevó a sus labios. —Entonces… esto es dulce —susurró para sí misma, más para confirmar que era real que por curiosidad. Su voz era suave, etérea, y resonaba con la calma de alguien que ha vivido siglos, pero que aún puede sorprenderse. El primer bocado fue ligero, y sus ojos se iluminaron con una chispa de algo casi infantil: fascinación. Nunca había necesitado sabores simples como este; en su mundo, la esencia de la vida no venía envuelta en azúcar o harina, sino en energías, rituales y secretos que solo los seres sobrenaturales podían percibir. Se sentó junto a la ventana, dejando que la luz de la tarde acariciara su rostro. Cada detalle del lugar, desde los murmullos de los clientes hasta la manera en que el vapor del café se elevaba en espirales, parecía nuevo y maravilloso. Por un momento, la eternidad que cargaba en su ser se diluyó frente a un simple bocado y un sorbo de té, y la mujer que caminaba entre mundos se permitió sentir algo tan humano como el placer de una comida. Yūrei sonrió apenas, una curva de labios que no necesitaba palabras para transmitir todo lo que sentía: curiosidad, sorpresa y una leve satisfacción. En ese instante, la eternidad se mezclaba con la cotidianidad, y ella, madre de lo imposible, se encontraba aprendiendo de algo tan sencillo que la hacía sentir… viva.
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  • Bailar es mi pasión

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  • 生きる逆説 (Ikiru Gyakusetsu) – “Paradoja viviente”
    Yūrei Veyrith nació el 7 de diciembre, bajo un eclipse lunar que tiñó el cielo de tonos grises y azules, como si el universo mismo quisiera marcar la llegada de algo imposible. Aunque su apariencia humana muestra a una mujer de 30 a 35 años, en realidad su existencia se extiende por siglos, más allá del tiempo que los mortales pueden comprender. De...
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  • -Llegue a casa de vik, ya que traía algunos juguetes a su lobo, y ropa para el, cuando entró al baño viendo al hombre, de cabello blanco descargo las bolsas, acercándome a el-

    Y ese exhibiciónismo?

    Viktor Kaelith Veyrith
    -Llegue a casa de vik, ya que traía algunos juguetes a su lobo, y ropa para el, cuando entró al baño viendo al hombre, de cabello blanco descargo las bolsas, acercándome a el- Y ese exhibiciónismo? [fusion_pearl_frog_373]
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  • Cada flash de las cámaras parecía cegarlo un poco más, sin importar a dónde mirara. En realidad, no era algo que le molestaba. De hecho, amaba ser el centro de atención y que los flashes lo inundaran, pero no en ese momento. No con tantas estupideces por preguntas.

    —Jack, ¿acaso no te interesa el poner las personas a salvo?

    —¿No puedes controlar tus poderes?

    —¿Por qué los civiles deben sufrir las consecuencias de tus actos egoístas?

    Y así, un sinfín de preguntas más. Desde hacía varios minutos atrás el rubio se había cansado de escucharlos. Era tan fácil como hacer que se desintegren en ese mismo instante. Solo así iba a conseguir silencio.

    Inhaló profundo, con sus dedos entrelazados, manos encima de la mesa en frente de donde estaba sentado.

    —No los entiendo. ¿A qué vienen esas quejas? —trató de sonar calmado, fallando un poco en el intento— Déjenme preguntarles algo: ¿quieren un trabajo rápido para acabar con la amenaza mayor o quieren que actúe de manera delicada, calculando cada acción, y que se junten cadáveres mientras tanto? No pueden ser ambas cosas. Elijan una.

    Su hablar directo dejó solo pequeños murmullos alrededor, él sonrió satisfecho.

    —Es lo que creí.

    Esas palabras empezaron a repetirse por toda radio y televisión como disco rayado. Tal vez no fue el mejor movimiento, pero no iba a dejar que menospreciaran su trabajo cuando deberían estar agradeciéndole. Por algo ellos dependían de los Supers y no al revés.
    Cada flash de las cámaras parecía cegarlo un poco más, sin importar a dónde mirara. En realidad, no era algo que le molestaba. De hecho, amaba ser el centro de atención y que los flashes lo inundaran, pero no en ese momento. No con tantas estupideces por preguntas. —Jack, ¿acaso no te interesa el poner las personas a salvo? —¿No puedes controlar tus poderes? —¿Por qué los civiles deben sufrir las consecuencias de tus actos egoístas? Y así, un sinfín de preguntas más. Desde hacía varios minutos atrás el rubio se había cansado de escucharlos. Era tan fácil como hacer que se desintegren en ese mismo instante. Solo así iba a conseguir silencio. Inhaló profundo, con sus dedos entrelazados, manos encima de la mesa en frente de donde estaba sentado. —No los entiendo. ¿A qué vienen esas quejas? —trató de sonar calmado, fallando un poco en el intento— Déjenme preguntarles algo: ¿quieren un trabajo rápido para acabar con la amenaza mayor o quieren que actúe de manera delicada, calculando cada acción, y que se junten cadáveres mientras tanto? No pueden ser ambas cosas. Elijan una. Su hablar directo dejó solo pequeños murmullos alrededor, él sonrió satisfecho. —Es lo que creí. Esas palabras empezaron a repetirse por toda radio y televisión como disco rayado. Tal vez no fue el mejor movimiento, pero no iba a dejar que menospreciaran su trabajo cuando deberían estar agradeciéndole. Por algo ellos dependían de los Supers y no al revés.
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  • Olvide lo protector que es mi hermano... Tks
    Olvide lo protector que es mi hermano... Tks
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  • Yo siempre tengo un buen sentido de humor , si no estaría siempre serio como Poseidón .... Que nunca se sabe lo que piensa .
    Yo siempre tengo un buen sentido de humor , si no estaría siempre serio como Poseidón .... Que nunca se sabe lo que piensa .
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  • Tontería. Los mortales son tan ridículos y débiles.
    Tontería. Los mortales son tan ridículos y débiles.
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  • Orígenes- ¿Por qué Bugs no confía en nadie?
    La soledad de Bugs no comenzó con un golpe, sino con un silencio que se extendió por demasiado tiempo. De pequeño, su mundo era una madriguera cómoda pero extrañamente silenciosa. Nunca tuvo alguna interacción real con alguien que no fuera de su familia. Su papá aparecía de vez en cuando, como un cameo sin importancia en su propia vida....
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    Me shockea
    Me entristece
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  • Por odin! , no hay nadie quien molestara en todo valhalla ¿que are ahora?
    Por odin! , no hay nadie quien molestara en todo valhalla ¿que are ahora?
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