--Ficha más abajo--
Todo aconteció en un pequeño pueblo de Suiza. Liam y Gabriel crecieron juntos en un orfanato, apoyándose siempre el uno en el otro, ¿más conexiones? No las necesitaban y mucho menos las querían. A medida que estos chicos crecían fueron desmotando capacidades extraordinarias, a nivel tanto físico como mental. Tal era la situación que a las monjas que dirigían el lugar les empezaban a aterrar dichos niños, llegaron incluso a pensar que pudieran estar siendo controlados por el mismísimo Lucifer. Sandeces, sin duda. Sin embargo esas cualidades alcanzaron a llamar la atención de otro tipo de habitantes del pueblo. Militares.
Tras diversos trámites y reuniones con los mandamases del estado, lograron la autorización para llevar a ambos a la base militar más cercana y, con ello, criarlos como los perfectos e infalibles soldados que más a delante llegaron a ser.
Estos amantes, pues innegable era la pasión que ardía en ellos, fueron implacables, fríos en su misión, calculadores, pero ante todo justos y buenos. Nunca tomaban parte en acciones que considerasen moralmente incorrectas, para desgracia de la milicia y el gobierno, la bondad innata de Liam y Gabriel no pudo ser quebrantada. Al menos no por aquel entonces. Al gobierno no le gustó ver que cada vez perdían más control de las “correas” de esos jóvenes soldados, pues estos parecían querer alejarse más y más de sus labores al entrar en conflicto con lo que sus ideales les dictaban. No iban a permitirlo. ¿Y si finalmente decidían marcharse y contar ciertos secretos de Estado que el pueblo no debía conocer? ¿Y si se volvían contra ellos? Ya habían demostrado que ellos dos solos podían deshacerse de un ejército completo si así lo querían. Habían creado los perfectos soldados con el inconveniente de su no tan ciega obediencia. Eran un peligro. Pero… ¿Cómo deshacerse de ellos sin que así lo parezca?
Los detalles de aquel incidente no hacen más que arder, burbujear, como lava hirviente en lo más profundo del alma de Liam. Es mejor no entrar en profundidad en ese recuerdo… Gritos, nubes de polvo, caos, sangre… La sangre de Gabriel en sus manos, en su rostro, en su ropa.
Una simple misión de rescate. Unos niños, unas familias, prisioneros de guerra en otro país que debían ser liberados. O al menos eso les dijeron. Una emboscada, allí no existían aliados y mucho menos gente en peligro, quizá solamente ellos. Gases nocivos, armas químicas, disparos. ¿Por qué había niños armados? Sus rostros asustados… No querían estar allí y sin embargo, lo estaban, apuntándoles y disparándoles. ¿Debían mancharse las manos con sangre de niños para sobrevivir? Inconcebible. La visión se tornaba cada vez más borrosa, mareos, náuseas, dolores ardientes en abdomen y pecho, los temblores musculares y el continuo pitido en los oídos. ¿Cómo habían acabado en esa situación? No es necesario seguir rememorando, ¿verdad?
El final resultante fue Gabriel en brazos de la muerte y Liam al borde de la misma. Cuando llegó la “ayuda” creían que encontrarían a ambos fallecidos, pero no fue así. Incluso medio muerto, Liam se aferraba al cuerpo de su difunto amado, defendiéndolo con garras y dientes, desorientado y confuso. Le sedaron.
Cuando volvió en sí, estaba en la base militar, encerrado en una estancia similar a una habitación de hospital con algo más de aislamiento y seguridad, no entendía nada. La cabeza parecía darle vueltas, el incesante pitido en los oídos resultaba tormentoso y todo el cuerpo le temblaba. ¿Qué había pasado? Lentamente los recuerdos se fueron agolpando en su mente, cada imagen resultaba una daga clavada en el pecho. Empezó a hiperventilar, llevándose las manos a la cabeza, temblorosas, la adrenalina y el ataque de pánico, provocando algo similar a un cortocircuito en su sistema nervioso. Se levantó veloz, aunque tropezando por el temblor de piernas, hasta la puerta de la sala y la golpeó con fuerza al ver que no se abría. “¡Dejadme salir! ¡¿Dónde está?! ¡Gabriel! ¡Gabriel!” Gritaba desesperado. “Deberíais haber sido más obedientes, chico. Vaya desperdicio de soldados de élite, uno muerto y el otro encerrado a la espera de ver que hacen con él. Todo esto es culpa vuestra.” Las palabras de aquel soldado empezaron a dar vueltas y vueltas y vueltas en su mente. Una trampa, todo fue una maquinación para joderles. Todo… Todo lo que pasó, la sangre con la que manchó sus manos innecesariamente, Gabriel… Todo.
Retrocedió algunos pasos hasta que su espalda dio con una pared, de nuevo se llevó las manos a la cabeza con desesperación, mientras hiperventilaba y su visión se oscurecía. Odio. Un odio como jamás había sentido lo invadía, ahogándolo, sofocándolo. Dolía más que cualquier disparo o puñalada. Agónico, desesperante. La ira, el rencor, el odio, los deseos de salir allí y partirles el cuello. “Hazlo… Vamos, alimenta tu odio. Lo merecen. Sabes que lo merecen.” ¿Qué había sido esa voz en su cabeza? ¿Estaba empezando a delirar por la situación?
“Oye y ¿qué harán al final con el otro? ¿No dijeron que llevarían a cabo el proyecto F-978?” El… ¿Qué? Se escuchaba casi como un susurro la conversación entre ambos soldados que vigilaban la puerta, pero eso lo entendió claramente. ¿Hablaban de Gabriel? ¿Qué era ese proyecto del que hablaban? No podía quedarse ahí, ya no podía soportar todas esas emociones y sensaciones tan abrumadoras y asfixiantes, hasta el punto que acabó vomitando bilis. Iba a limpiarse la boca con el antebrazo, pero en su lugar miró el vómito, hizo algo de espuma con la saliva para que se mezclase con la bilis restante en su boca y se dejó caer sobre el charco bruscamente, para que se escuchara el sonido. Fingió estar sufriendo un ataque convulsivo. ¿Funcionó? Por supuesto. Rápidamente, abrieron la puerta, alterados, para socorrerlo, ¿por qué querían mantenerlo con vida? Quizá planeaban hacer algún tipo de experimentación secreta también con él, pero no iba a quedarse a averiguarlo.
Lo que ocurrió después se podría resumir en soldados muertos, robo de armas y una extraña sensación de oscuridad que le devoraba por dentro.
Se abrió paso sin mucha dificultad entre sus excompañeros, dejando un rastro de cadáveres y de gente inconsciente a su paso. Iba a salir de allí cuando se topó con una señales que indicaban el camino a la sala donde se realizaba el proyecto mencionado anteriormente. Tenía que ir, debía ver que pasaba.
F-978.
Abrió la puerta y jamás borraría aquella imagen de su mente.
El cuerpo de Gabriel tendido sobre una enorme mesa quirúrgica, partes del cuerpo arrancadas que estaba siendo reemplazadas por prótesis metálicas. Toda la cavidad abdominal y torácica abierta, conectada a innumerables tubos que ayudaban a mantener y estimular el flujo sanguíneo constante, así como a bombear un corazón artificial. El cráneo expuesto, con cables y tubos conectado a su cerebro, el cual presentaba partes de metal, seguramente cambios de regiones cerebrales por implantes electrónicos. Y estaba… “Vivo” Unos ojos abiertos, vacíos, parecía un muñeco en lugar de una persona. “Gabriel…” Tras Liam susurrar su nombre, una lágrima cayó desde el ojo derecho del otro muchacho, sin parpadear siquiera. “No… Que… ¿Qué te han…? Esto…” No podía procesar aquella situación, aquella imagen, a Gabriel. De nuevo el dolor de cabeza que le hizo llevarse las manos a la misma, hiperventilado, la agonía aferrándose en su pecho y la visión oscureciéndose mientras el odio, la impotencia y la ira lo consumían.
“¿Lo ves? Mira lo que os han hecho. Mira lo que LE HAN HECHO. El mundo es cruel. Las personas son crueles… La bondad no existe, Liam. Ódialos… Desborda ese dulce odio. Yo te ayudaré.” Ahí estaba otra vez aquella voz. ¿Estaba en su cabeza? Quizá, pero no le faltaba razón… Siempre se había comportado como un héroe, justo y bueno… El mundo le había demostrado que eso era un sinsentido. ¿Héroe? ¡Ja!… Ya no quería salvar. El mundo debía arder por lo que le habían arrebatado. Con unas pequeñas lágrimas recorriendo su rostro acabó con la vida, si es que se podía llamar así, de Gabriel, no podía verle de esa forma.
El resumen de todo fue un pueblo reducido a cenizas, un nuevo villano nacido del más puro y aterrador odio con su mano siendo guiada por un ente que se alimentaba de él, un ente que fue atraído por dicho odio, por su desbordante ira y rencor. Una entidad que controla sus acciones y su mente cuando el odio empieza a hervir en la sangre de nuevo y que le confiere capacidades sobre humanas. ¿Un precio? Si algún día deja de alimentarle con el delicioso y dulce odio, devorará su alma hasta la muerte.
Ficha informativa
Nombre y Apellido: Liam Steiner
Fecha de nacimiento: 16 de Febrero de 1997
Género: Masculino
Orientación sexual: Demisexual
Nacionalidad: Suizo
Familia: Huérfano
Altura y Peso: 1.72m y 66kg
Pelo y Ojos: Rubio prácticamente platino que cambia un poco de tonalidad según las estaciones. Ojos que varían según como incida la luz, entre azules grisaceos y miel.
--Para más datos y/o información, se verán mediante el rol.--