• Los caídos al abyss.
    Fueron en su tiempo, personas con esperanza, deseando vivir una vida llena de luz, felicidad y amor
    Pero eso les fue arrebatado.

    Dejando atrás de ellos todos esos buenos momentos, sumergidose a un mundo caótico marcado por la tragedia.

    Esas sonrisas llenas de luz, hoy nacen cubiertas de oscuridad y tragedia.
    Los caídos al abyss. Fueron en su tiempo, personas con esperanza, deseando vivir una vida llena de luz, felicidad y amor Pero eso les fue arrebatado. Dejando atrás de ellos todos esos buenos momentos, sumergidose a un mundo caótico marcado por la tragedia. Esas sonrisas llenas de luz, hoy nacen cubiertas de oscuridad y tragedia.
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos 179 vistas
  • Noche, tal vez durante la madrugada. Kaelion afligido se levanto tambaleandose, mientras llegaba hacia un espejo que tenía junto a su cama, su cuerpo temblaba mientras el sin poder evitarlo durante el trayecto vomito en el suelo. Su malestar era genuino, aunque no era debido a una dolencia inmediata, y no a una enfermedad, al menos no una enfermedad que afectaba directamente su cuerpo.


    ⸻ Lo siento......

    Se limitó a decir mientras lagrimas brotaban de sus ojos, el vívido recuerdo de la destrucción de Eryndor apuñalaba su mente. Aquellos gritos de desesperación, el olor de la carne quemada, los edificios cayendo, los cuerpos inertes de la gente que confío en él para protegerlos. Con una mezcla de frustación y amargura, golpea el espejo con su mano izquierda, luego de eso miro su propio reflejo. Por más que ya hubieran pasado años de dicha tragedia, no lograba superarlo, ya que se sentía responsable. 

    ⸻ Debí salvarlos......debí hacerlo.....Si alguien podía hacerlo era yo......los deje morir..........


    Un elegido de los cielos, dotado de poder y sabuiduría. Incapaz de haber podido proteger a su gente. Una desesperación y odio inamovibles buscaban hundir a el noble rey en la depravación, pero el buscaba oponerse y resistir ¿Por cuanto tiempo lo lograría? ¿Prevalecería la luz o la oscuridad?, aquella noche donde la ciudad original de Eryndor fue extinta un mal ominoso fue desatado. Un mal deseoso de corromperlo.
    Noche, tal vez durante la madrugada. Kaelion afligido se levanto tambaleandose, mientras llegaba hacia un espejo que tenía junto a su cama, su cuerpo temblaba mientras el sin poder evitarlo durante el trayecto vomito en el suelo. Su malestar era genuino, aunque no era debido a una dolencia inmediata, y no a una enfermedad, al menos no una enfermedad que afectaba directamente su cuerpo. ⸻ Lo siento...... Se limitó a decir mientras lagrimas brotaban de sus ojos, el vívido recuerdo de la destrucción de Eryndor apuñalaba su mente. Aquellos gritos de desesperación, el olor de la carne quemada, los edificios cayendo, los cuerpos inertes de la gente que confío en él para protegerlos. Con una mezcla de frustación y amargura, golpea el espejo con su mano izquierda, luego de eso miro su propio reflejo. Por más que ya hubieran pasado años de dicha tragedia, no lograba superarlo, ya que se sentía responsable.  ⸻ Debí salvarlos......debí hacerlo.....Si alguien podía hacerlo era yo......los deje morir.......... Un elegido de los cielos, dotado de poder y sabuiduría. Incapaz de haber podido proteger a su gente. Una desesperación y odio inamovibles buscaban hundir a el noble rey en la depravación, pero el buscaba oponerse y resistir ¿Por cuanto tiempo lo lograría? ¿Prevalecería la luz o la oscuridad?, aquella noche donde la ciudad original de Eryndor fue extinta un mal ominoso fue desatado. Un mal deseoso de corromperlo.
    Me shockea
    Me entristece
    4
    0 turnos 0 maullidos 709 vistas
  • «Para el sabio, la vida es un sueño; para el tonto, un juego; para el rico, una comedia; y para el pobre, una tragedia».
    «Para el sabio, la vida es un sueño; para el tonto, un juego; para el rico, una comedia; y para el pobre, una tragedia».
    Me encocora
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos 429 vistas
  • Las reuniones en la Taberna Lambad no eran tan habituales como parecía, a veces sus agendas les impedían coincidir la mayoría del tiempo y, en otras, eran sus pocos deseos de interactuar con otras personas quien le impedían llegar en tiempo y forma. Pero, al final, Alhaitham siempre terminaba asistiendo, así fuera tarde, para evitar que Kaveh terminara reclamándole por cosas sin sentido como que había dejado un cliente en espera o que los demás sí habían sacrificado asuntos personales cuando él era un egoísta que no podía brindarles ni un poco de su tiempo.

    A pesar de todo, las reuniones siempre eran bulliciosas, siempre había temas de los que hablar y cada uno era más diferente que el otro. Cyno siempre hablaba de una nueva carta o un nuevo dorso que adquiriera para su colección de Invocación de los Sabios, otras veces era él insistiendo a Tignari para que aprendiera a jugar con él o cosas relacionadas a su trabajo como Gran Juez. Pero siempre estaban sobre la mesa sus cartas y sus dados, esperando el momento que alguno de los tres fuese la víctima que se ofreciera a probar su nuevo mazo. El Guardabosques siempre hablaba de sus labores, de la cantidad de exploradores que habían caído en trampas o alguna nueva investigación que estuviese realizando, además de ser el único que parecía darle ánimos más amables a Kaveh sobre sus problemas. Al final, quedaba Kaveh, la gran estrella de la escuela de Tecnología, que se la pasaba quejándose de sus clientes, de los cambios de último minuto que habían pedido en sus planos, de la falta de dinero y del temperamento tan apático que el Escriba solía mostrar incluso en esas reuniones.

    Y a pesar de que siempre había un tema sobre la mesa, Alhaitham mantenía sus comentarios centrados y directos, siempre opinando en el momento correcto y debatiendo, con argumentos razonables y perfectos, los vacíos argumentos sentimentales con los que Kaveh solía excusar las tragedias de su vida. Aún así, para él, resultaba entretenido compartir su tiempo después del trabajo con ellos. Eran un grupo diverso, con aspiraciones y personalidades diferentes que lograba cubrir las debilidades apoyándose en sus fortalezas. Era el grupo más cercano a algo que Alhaitham podía considerar como "amigos".

    « Tal vez, no es tan malo visitar la taberna de vez en cuando. »
    Las reuniones en la Taberna Lambad no eran tan habituales como parecía, a veces sus agendas les impedían coincidir la mayoría del tiempo y, en otras, eran sus pocos deseos de interactuar con otras personas quien le impedían llegar en tiempo y forma. Pero, al final, Alhaitham siempre terminaba asistiendo, así fuera tarde, para evitar que Kaveh terminara reclamándole por cosas sin sentido como que había dejado un cliente en espera o que los demás sí habían sacrificado asuntos personales cuando él era un egoísta que no podía brindarles ni un poco de su tiempo. A pesar de todo, las reuniones siempre eran bulliciosas, siempre había temas de los que hablar y cada uno era más diferente que el otro. Cyno siempre hablaba de una nueva carta o un nuevo dorso que adquiriera para su colección de Invocación de los Sabios, otras veces era él insistiendo a Tignari para que aprendiera a jugar con él o cosas relacionadas a su trabajo como Gran Juez. Pero siempre estaban sobre la mesa sus cartas y sus dados, esperando el momento que alguno de los tres fuese la víctima que se ofreciera a probar su nuevo mazo. El Guardabosques siempre hablaba de sus labores, de la cantidad de exploradores que habían caído en trampas o alguna nueva investigación que estuviese realizando, además de ser el único que parecía darle ánimos más amables a Kaveh sobre sus problemas. Al final, quedaba Kaveh, la gran estrella de la escuela de Tecnología, que se la pasaba quejándose de sus clientes, de los cambios de último minuto que habían pedido en sus planos, de la falta de dinero y del temperamento tan apático que el Escriba solía mostrar incluso en esas reuniones. Y a pesar de que siempre había un tema sobre la mesa, Alhaitham mantenía sus comentarios centrados y directos, siempre opinando en el momento correcto y debatiendo, con argumentos razonables y perfectos, los vacíos argumentos sentimentales con los que Kaveh solía excusar las tragedias de su vida. Aún así, para él, resultaba entretenido compartir su tiempo después del trabajo con ellos. Eran un grupo diverso, con aspiraciones y personalidades diferentes que lograba cubrir las debilidades apoyándose en sus fortalezas. Era el grupo más cercano a algo que Alhaitham podía considerar como "amigos". « Tal vez, no es tan malo visitar la taberna de vez en cuando. »
    Me encocora
    1
    0 turnos 0 maullidos 389 vistas
  • Hombres.

    Criaturas de ambición desmedida, de orgullo forjado en el filo de la espada y corazones endurecidos por la guerra. Los había visto en todas sus formas: héroes, traidores, protectores y verdugos. Pero, en el ocaso teñido de rojo, cuando la sangre manchaba la piel de los vencidos y la mirada de los vencedores brillaba con fría determinación, comprendía la verdad: el poder siempre les pertenecía.

    Detestaba esa injusticia. Detestaba cómo el mundo concedía a los hombres la última palabra, cómo podían arrebatar, decidir, condenar sin que nadie les cuestionara. Pero, sobre todo, detestaba cómo la historia repetía sus ciclos, donde siempre había un hombre erguido sobre las ruinas de alguien más, mientras el sol teñía de oro la tragedia.
    Hombres. Criaturas de ambición desmedida, de orgullo forjado en el filo de la espada y corazones endurecidos por la guerra. Los había visto en todas sus formas: héroes, traidores, protectores y verdugos. Pero, en el ocaso teñido de rojo, cuando la sangre manchaba la piel de los vencidos y la mirada de los vencedores brillaba con fría determinación, comprendía la verdad: el poder siempre les pertenecía. Detestaba esa injusticia. Detestaba cómo el mundo concedía a los hombres la última palabra, cómo podían arrebatar, decidir, condenar sin que nadie les cuestionara. Pero, sobre todo, detestaba cómo la historia repetía sus ciclos, donde siempre había un hombre erguido sobre las ruinas de alguien más, mientras el sol teñía de oro la tragedia.
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    Me emputece
    5
    0 turnos 0 maullidos 670 vistas
  • ~Pensamientos a gritos.

    Apolo se siente completo, como si finalmente hubiera encontrado un equilibrio entre su naturaleza divina y sus emociones humanas. Aunque ha conocido incontables amores, lo que siente por Ellie es diferente: una conexión auténtica que no se basa en su inmortalidad ni en su poder, sino en la pureza de lo que comparten.

    Cada momento con ella le recuerda la belleza de las cosas simples: su risa, la forma en que lo mira cuando habla de cosas mundanas, la sensación de tener a alguien que no lo ve como un dios, sino como un compañero. Su felicidad es inmensa, un torrente cálido que llena su pecho con una luz que rivaliza con la del sol que él mismo guía.

    Apolo, acostumbrado a las tragedias y a la pérdida, siente una calma que rara vez ha conocido. Cada beso y caricia le parecen una declaración de que, aunque el mundo cambie, lo que siente por Ellie es eterno. Sin embargo, en lo profundo de su ser, hay una sombra de inquietud, una pequeña voz que le recuerda que las relaciones entre mortales y dioses nunca han sido fáciles. Pero, por ahora, no deja que eso lo consuma.

    Se entrega al momento, saboreando cada instante con ella como si fuera un regalo que no pensó que merecía. Ellie ha iluminado su existencia de una forma que ni siquiera su propia luz divina había logrado.

    Ellie
    ~Pensamientos a gritos. Apolo se siente completo, como si finalmente hubiera encontrado un equilibrio entre su naturaleza divina y sus emociones humanas. Aunque ha conocido incontables amores, lo que siente por Ellie es diferente: una conexión auténtica que no se basa en su inmortalidad ni en su poder, sino en la pureza de lo que comparten. Cada momento con ella le recuerda la belleza de las cosas simples: su risa, la forma en que lo mira cuando habla de cosas mundanas, la sensación de tener a alguien que no lo ve como un dios, sino como un compañero. Su felicidad es inmensa, un torrente cálido que llena su pecho con una luz que rivaliza con la del sol que él mismo guía. Apolo, acostumbrado a las tragedias y a la pérdida, siente una calma que rara vez ha conocido. Cada beso y caricia le parecen una declaración de que, aunque el mundo cambie, lo que siente por Ellie es eterno. Sin embargo, en lo profundo de su ser, hay una sombra de inquietud, una pequeña voz que le recuerda que las relaciones entre mortales y dioses nunca han sido fáciles. Pero, por ahora, no deja que eso lo consuma. Se entrega al momento, saboreando cada instante con ella como si fuera un regalo que no pensó que merecía. Ellie ha iluminado su existencia de una forma que ni siquiera su propia luz divina había logrado. [GIRL0FSADNESS]
    Me encocora
    Me gusta
    3
    19 turnos 1 maullido 1252 vistas
  • Su vida estaba destinada a la tragedia pero el camino, ése, estaba lleno de euforia con una dulce mezcla de caos. Amigos, familia, pasión... Se podría decir que su corazón estaba completo, sin embargo, su alma estaba inconforme. La vida en su esplendor es una adicción y un anhelo que ni la muerte más presagiada puede destruir.
    Su vida estaba destinada a la tragedia pero el camino, ése, estaba lleno de euforia con una dulce mezcla de caos. Amigos, familia, pasión... Se podría decir que su corazón estaba completo, sin embargo, su alma estaba inconforme. La vida en su esplendor es una adicción y un anhelo que ni la muerte más presagiada puede destruir.
    Me encocora
    3
    0 turnos 0 maullidos 404 vistas
  • La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus.


    Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio.

    Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior.

    Apolo (gritando al cielo):
    “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!”

    La venganza.

    Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas.

    Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia.
    • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno.
    • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida.
    • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores.

    Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza.


    Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más.

    Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina.

    La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
    La muerte de Asclepio, el hijo de Apolo, es una de las tragedias más desgarradoras que el dios del sol tuvo que enfrentar. Asclepio, nacido de la relación entre Apolo y la mortal Corónide, fue un ser extraordinario, dotado del don de curar enfermedades y devolver la vida a los muertos, un talento que Apolo mismo le inculcó. Sin embargo, su habilidad y ambición desafiaron las leyes naturales establecidas por los dioses, lo que atrajo la ira de Zeus. Cuando Zeus descubrió que Asclepio había resucitado a los muertos, temió que su poder alterara el equilibrio del mundo y desafiara la autoridad de los dioses sobre la vida y la muerte. Como castigo, Zeus lanzó un rayo fulminante que acabó con la vida de Asclepio. Cuando Apolo supo de la muerte de su hijo, su dolor fue inmenso, una tormenta que incluso su divinidad no pudo mitigar. El brillo del sol, normalmente cálido y vivificante, se tornó frío y distante, reflejando la furia contenida en su interior. Apolo (gritando al cielo): “¡Padre! ¿Cómo pudiste tomar a mi hijo, sangre de mi sangre? ¡Era un curador, no un destructor! Su don no era una amenaza, sino un regalo para la humanidad. ¡Tu injusticia no quedará impune!” La venganza. Cegado por la ira y el dolor, Apolo buscó venganza inmediata. No podía desafiar directamente a Zeus, su padre, pero desvió su furia hacia los ciclopes, los gigantes que habían forjado el rayo que mató a Asclepio. Apolo viajó al taller de los ciclopes, ubicado en el corazón del Monte Etna, donde el fuego eterno alimentaba sus forjas. Los ciclopes, criaturas de inmensa fuerza y habilidades, no se intimidaron ante la presencia del dios. Sin embargo, Apolo, impulsado por su dolor, brillaba con una intensidad cegadora, su arco y sus flechas como extensiones de su rabia. • Primera flecha: Atravesó el pecho de Brontes, el ciclón del trueno. • Segunda flecha: Alcanzó a Steropes, el maestro del rayo, dejándolo sin vida. • Tercera flecha: Hirió mortalmente a Arges, el ciclón del brillo, destruyendo la última chispa de resistencia de los forjadores. Los gritos de los ciclopes resonaron por todo el monte antes de que el fuego en sus forjas se extinguiera. Apolo no mostró misericordia, pues sentía que el dolor que le habían causado era mucho mayor que cualquier acto de venganza. Zeus, al enterarse de lo ocurrido, quedó profundamente enfurecido. Aunque Apolo era su hijo, no podía permitir que la muerte de los ciclopes, vitales para los dioses, quedara sin castigo. Como consecuencia, Zeus desterró a Apolo del Olimpo y lo condenó a servir como pastor al servicio del rey Admeto de Tesalia durante un año. Durante ese tiempo, Apolo aprendió la humildad y enfrentó el dolor como un mortal más. Sin embargo, incluso en el exilio, Apolo nunca olvidó a Asclepio. Utilizó su tiempo en la tierra para enseñar a los humanos sobre la medicina, perpetuando el legado de su hijo. Al final, su devoción logró que Asclepio fuera elevado al estatus de dios, encontrando un lugar en el Olimpo como el dios de la medicina. La historia de Apolo y la muerte de su hijo es un recordatorio de que incluso los dioses no están exentos del dolor, y que el amor de un padre puede desafiar incluso a las leyes divinas.
    Me entristece
    8
    22 turnos 0 maullidos 997 vistas
  • Las ruinas de Eldoria
    Fandom OC
    Categoría Aventura

    La selva de Umbren se extiende ante ti, un vasto océano de árboles antiguos cuyas copas oscurecen el cielo. Los rayos del sol apenas logran atravesar el denso follaje, bañando el suelo en una penumbra verde y dorada. El aire es denso y húmedo, cargado con el aroma de tierra mojada y plantas exóticas.

    El mapa en tus manos, ajado por el tiempo, tiembla ligeramente mientras lo sostienes. Las marcas trazadas a mano indican un lugar más allá de las montañas brumosas que se asoman en el horizonte: las Ruinas de Eldoria, envueltas en leyendas de gloria y tragedia.

    A tu alrededor, los sonidos de la selva cobran vida: el trino de aves desconocidas, el zumbido insistente de insectos, y, de vez en cuando, un crujido que te pone alerta. Según las historias, nadie ha llegado a Eldoria sin enfrentarse a pruebas mortales, tanto físicas como mentales.

    En tu mochila llevas solo lo esencial: provisiones, una herramienta útil, y un objeto que te recuerda por qué iniciaste este viaje. No hay marcha atrás. Con un último vistazo al mapa, das el primer paso hacia lo desconocido.

    El camino se bifurca pronto:

    A la izquierda, una senda angosta entre árboles oscuros que parecen inclinarse hacia ti.

    A la derecha, un riachuelo que fluye lentamente, su agua cristalina reflejando el brillo del sol poniente.
    La selva de Umbren se extiende ante ti, un vasto océano de árboles antiguos cuyas copas oscurecen el cielo. Los rayos del sol apenas logran atravesar el denso follaje, bañando el suelo en una penumbra verde y dorada. El aire es denso y húmedo, cargado con el aroma de tierra mojada y plantas exóticas. El mapa en tus manos, ajado por el tiempo, tiembla ligeramente mientras lo sostienes. Las marcas trazadas a mano indican un lugar más allá de las montañas brumosas que se asoman en el horizonte: las Ruinas de Eldoria, envueltas en leyendas de gloria y tragedia. A tu alrededor, los sonidos de la selva cobran vida: el trino de aves desconocidas, el zumbido insistente de insectos, y, de vez en cuando, un crujido que te pone alerta. Según las historias, nadie ha llegado a Eldoria sin enfrentarse a pruebas mortales, tanto físicas como mentales. En tu mochila llevas solo lo esencial: provisiones, una herramienta útil, y un objeto que te recuerda por qué iniciaste este viaje. No hay marcha atrás. Con un último vistazo al mapa, das el primer paso hacia lo desconocido. El camino se bifurca pronto: A la izquierda, una senda angosta entre árboles oscuros que parecen inclinarse hacia ti. A la derecha, un riachuelo que fluye lentamente, su agua cristalina reflejando el brillo del sol poniente.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    9000
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos 906 vistas
Patrocinados