Antes de iniciar rol conmigo ten presente estos puntos:

 

MetaRol:

Aquel User que hagan MetaRol (Aprovecharse de esta ficha para hacer que su personaje sin haber interactuado y/o conocido a Umbra, sepa o tenga conocimiento de debilidades, estirpe, fortalezas y demás características que deben ser descubiertas dentro de la trama de rol), se dará por terminada la partida y automáticamente dada como no válida, no importa que avanzada esté la trama o batalla, o en su defecto será aplicado un severo castigo.

Descripciones:

Mis descripciones son detalladas y amplias. Sin embargo, si tu estilo es corto podría adaptarme, ya que valoro también la calidad más que la cantidad.

Multicuentas, NPCs y “cuentas máscaras” en batallas oficiales y a muerte:

Si creaste una “cuenta máscara” con el único fin de retarme de forma segura con un personaje que convenientemente posee habilidades, poderes o implementos con los cuales crees poder hacer frente a Umbra Eterna, lee atentamente este apartado para que no pierdas tu tiempo y no me hagas perder el mío.

Primero que todo, no estoy en contra de la creación de varias cuentas para experimentar o disfrutar de otros personajes con sus respectivas tramas y sagas. Aclarado esto, me centraré en las máscaras creadas para notoriamente asesinar a otros personajes de forma deshonrosa y patética, por esto, la normativa en mi recinto es simple, clara y amparada bajo las reglas del URM:

  1. Toda cuanta creada de forma reciente (y no tenga como sustentar su experiencia) será tomada como un personaje de “día 0”, ¿Qué significa?, que es un personaje recién nacido y sus habilidades tienen que ser consecuentes a su nula experiencia.
  2. Umbra es un personaje creado desde el 2002, ten presente esto al retarlo con un personaje de “día 0”, él y yo tenemos el mismo problema, no tenemos paciencia, es por esto que será aplicado un severo castigo que variará su letalidad según mi estado de ánimo.
  3. Las cuentas NPCs, si no estamos jugando una saga o trama donde ambas partes lleguemos a un acuerdo de hasta dónde puede llegar su poder, será tomado como personaje de “Día 0” en batalla.
  4. Si aun así quieres crear una cuenta para retarme con fines de entrenamiento, es válido, lo permito, pero antes debes hacérmelo saber y de esta forma “nerfear” a Umbra para igualar la balanza, pero esto no se considerará canon para ninguna de las partes, por lo tanto, no habrá ganador ni perdedor.
  5. Como muchas de esas cuentas cuando se ven acorraladas (Aun haciéndome MetaRol) dejan de responder y abandonan, me reservo el derecho de continuar la partida para realizar un último turno resolutorio donde se le de muerte al personaje y dar fin a la partida, esto, después de pasados ocho (8) días contados desde que envié mi turno.

Como estos sujetos no aceptan el Comentario para que no se vea reflejado en sus perfiles, publicaré la batalla completa en el medio que se me sea más fácil de montar. (Anexo cinco agregado gracias a la sugerencia de Asura Kaos)

Soldado avisado, no lo crucifican en batalla.

 

 

Ficha técnica:

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Aclaración: Para los Users que se desenvuelven en el rol de tipo humano, de la siguiente ficha no deberán tener en cuenta los aspectos sobrenaturales de mi personaje.

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Escenario Principal (Stage):
Crucifixionum templi (Templo de la crucifixión) (https://iorbix.com/profile-blog-view?id=5308783871149&entry=50550&name=Dominus-Umbra-Eterna)

Tipo de personaje:
Original/Creado.

Tiempo de ser creado el personaje:
15-12-2002

Nombre Terrenal (Poco conocido):

  • Occidente: Marcus D' Furvus Rosae
  • Oriente: Kyoshi (Set) Matsuei Hero

 

Nombre / Título Cósmico (Oculto):

Z’kal-nur-uth-Ygg’thaa: Su verdadero nombre, el cual es impronunciable por Los Terrenos o cualquier criatura que camine en la sanidad mental de la cordura. Su simple pronunciación verbal o mental correcta puede conducir al incauto a ahogarse en un mar de locura y desesperación infinito y profundo. Los textos arcanos de los brujos sibaritas tradujeron este nombre en su lengua obtusa como: “El Señor Eterno de todas las Sombras” o “Dominus Umbra Eterna” nombre que ha trascendido a lo largo de los siglos hasta el sol agonizante de hoy.

Nombres por los cuales se le conoce (Conocimiento público):

  • En el antaño: Mortem, Inccubus Magnus, Platinium Shadow, The Sorrow, Mephistófeles, entre otros…
  • Actualidad: Dominus Umbra Eterna

 

Edad:

  • Edad física: Su edad se remonta al inicio de los tiempos, siendo uno de los primeros en caer del septentrión celeste tras la rebelión, cuando la madre tierra era joven.
  • Edad Aparente: 35 años.

 

Estatura:
1,83m

Profesión:

  • Sabio arcano de las artes mágicas y del veneno.
  • Diplomático
  • Coleccionista de arte y objetos de poder
  • Guerrero a sueldo

 

Títulos:

  • “Lengua de Platino de LOS”, custodio de la diplomacia y las relaciones exteriores de la organización.
  • Heraldo de los Dioses Exteriores.
  • Antiguo Regente del clan Eternal and Unforgettables Shades of Chaos (EUSOC).

 

Estirpe:
Arcángel Oscuro / Entidad Cósmica

Afinidad elemental:
(+) Absorbe: Vacío / Oscuridad (+1 casteo)
(~) Resiste: Fuego (Daño reducido / Nulo)
(-)  Débil: Sacro / Luz

Debilidades:

  • Lo hechizos de curación de tipo Sacro causan el efecto adverso en su cuerpo.
  • Los impactos directos con elemento Sacro causan en él el doble de daño.
  • Su resistencia frente al castigo físico (Sin armadura) es escasa.

 

Tipo de energía casteada:

Natura Energética Primordial: Noxius

La energía que Umbra Eterna comanda no es una mera manipulación de las corrientes telúricas o los flujos astrales conocidos por los hechiceros mortales. Su fuente es el Noxius, una variación energética de naturaleza única y aberrante, un don impío otorgado por los mismos Dioses Exteriores que lo acogieron en el seno del Abismo. Este poder tiene la capacidad intrínseca de pervertir el maná natural del ambiente, sorbiendo su esencia vital para transmutarlo en una ponzoña virulenta, una versión corrupta y potenciada que su organismo asimila no como simple sustento, sino como una droga extática, un catalizador que magnifica sus ya formidables atributos.

Esta energía alienígena no permanece invisible o indetectable. Se manifiesta a los sentidos inferiores como un perfume de complejidad perturbadora: notas de una dulzura exquisita y embriagadora que flotan en el aire, prometiendo deleites prohibidos, pero que ocultan un retrogusto metálico, un eco fantasmal a sangre fresca que se adhiere tenazmente al paladar del incauto. Esta manifestación olfativa, tan característica de su presencia, fue nombrada con temor reverencial por los exorcistas de antaño (aquellos que osaron registrar sus encuentros con el ente cósmico en los frágiles y hoy perdidos papiros de Pompeya) como el Odor Pecatti (Aroma del Pecado). Lo hicieron en reconocimiento a sus innegables cualidades narcóticas, capaces de inducir una lujuria febril y primigenia, una sensualidad que el Heraldo puede modular a placer, intensificando su fragancia para seducir o anularla por completo para deslizarse inadvertido entre sus presas o sus cazadores.

Odor Pecatti (Fragmentos del Perdido Papiro de Pompeya):

 "(…) Así pues, se describe el perfume de la Bestia, emanación natural de sus poros impuros, como el de rosas negras abiertas en un jardín de perdición, con notas dulces que penetran el alma y embriagan los sentidos. Y esta esencia, que es trampa y es deleite, se divide en cuatro movimientos, como una sinfonía dedicada a la caída:

I. Caput (La Primera Impresión / El Velo Seductor): Aquellos seres que se exponen inicialmente a su influencia sienten un dulzor que no es de este mundo; penetrante, seductor y de una potencia embriagadora que comienza a envolverlos como una mortaja de seda invisible. Una caricia sobrenatural que nubla el juicio y despierta anhelos olvidados.

Este Caput es el velo que el demonio puede tejer y destejer a voluntad, alterando su fragancia para atraer a sus víctimas con promesas personalizadas, o disipándolo por completo para ocultar su presencia ante la mirada inquisitiva de un sacerdote exorcista o un alma incorruptible.

II. Cordis (El Tema Central / La Caricia Erógena): Progresa entonces la influencia. La piel expuesta de aquellos bajo el yugo del aroma comienza a ser estimulada de manera inequívocamente erógena. Las partículas infinitesimales de Noxius, pululando invisibles en el aire, se incrustan delicadamente en la epidermis, generando un hormigueo sutil, casi placentero al principio, que perdura unos minutos. Esta sensación abre los poros, volviendo la carne más sensible, más receptiva a cualquier estímulo externo, preparándola para una profanación más profunda. Es esta la señal inequívoca, el tremor en el alma, que todo iniciado en los misterios sagrados debe aprender a reconocer, el último bastión antes de que su casta piel sea mancillada sin remedio por la marca del pecado.

III. Anima (El Rastro Verdadero / La Esencia Descarnada): Tras la máscara embriagadora del dulzor inicial, yace el Anima: la verdadera esencia del ser, un rastro olfativo que solo unas pocas almas torturadas o excepcionalmente perceptivas pueden llegar a identificar entre los velos de la seducción. Es un hedor primigenio y repulsivo a azufre hirviente, entremezclado con los efluvios crudos y animalescos gestados durante el acto sexual (el sudor febril, los fluidos íntimos, la esencia misma de la carnalidad desatada).

Es esta pestilencia sagrada y profana la que, paradójicamente, constituye la razón última por la cual su aroma puede despertar con tanta violencia los más bajos instintos, la lujuria más atávica, en todas las criaturas que caen bajo el yugo de su deseo.

IV. Peccato (Infestación y Dominio Profano): Cuando las defensas de la víctima (ya sean barreras espirituales, amuletos consagrados o la simple fuerza de una voluntad indómita) flaquean o resultan insuficientes ante la insidiosa caricia del Anima, la fase final del Odor Pecatti se desata con una sutileza aterradora. Las partículas de Noxius, ahora profundamente arraigadas, no solo saturan el ser de la víctima, sino que comienzan a tejer su influencia corruptora sobre todo aquello que le es cercano y preciado. Sus vestiduras, los objetos que porta, incluso los artilugios que considera extensiones de su propia identidad o poder, si no han sido purgados o protegidos activamente contra esta marea entrópica, quedan irremediablemente “signados”. Esta “infestación” no es una simple mancha física, sino una profunda resonancia con la esencia de Dominus Umbra Eterna.

Los objetos así profanados se convierten en conductos latentes de su voluntad, en extensiones de sus sentidos arcanos. A través de ellos, puede percibir el entorno de su portador, susurrar tentaciones o terrores directamente a su psique, o incluso ejercer una sutil manipulación sobre el objeto mismo, volviéndolo quebradizo en el momento crucial, o haciéndolo exudar levemente su propia fragancia perturbadora para recordar a la víctima su inevitable y omnipresente influencia. El cuerpo del incauto y sus más íntimas posesiones quedan así expuestos, violados en su misma esencia, y el Heraldo Oscuro podrá disponer de aquello a placer, utilizando esta conexión para profundizar su dominio, alimentar su poder, o simplemente deleitarse en la lenta y exquisita desintegración de la voluntad y la cordura ajenas. En este punto, ni el Dios de Abraham ni sus cohortes celestiales podrán ya interceder para salvar al alma así mancillada.

Relación Perfume-Noxius:

Los pocos testimonios coherentes rescatados de aquellos que sobrevivieron a un encuentro con la entidad (fragmentos de confesiones febriles y diarios manchados de locura) concuerdan en un punto escalofriante: la intensidad de la fragancia que emana de Él es directamente proporcional a la cantidad de Noxius que su ser acumula y procesa. A mayor poder latente, más denso y penetrante se vuelve el Odor Pecatti, llegando a ser casi visible, una niebla aromática que anuncia su presencia y la inminencia del pecado o la aniquilación.(…)”

Aclaración: Poseedores actuales de esta energía:
  • Yui Katai (Concentración residual casi inexistente)
  • Akiyama Masao
 
Descripción física:

Un varón de porte regio y alcurnia inmemorial, cuya piel ostenta la palidez inmaculada de la nieve primigenia, tersa al tacto imaginado como el plumón de serafines caídos. Sus cabellos, cortos y de hebras finas como la plata lunar, enmarcan un rostro donde la verdadera anomalía reside en sus ojos: dos pozos de miel sobrenatural, oro líquido extraído de crisoles infernales, salpicado por esquirlas de un lapislázuli que evoca un pasado celestial profanado. Estas partículas iridiscentes parecen navegar, diminutas y ajenas, en sus pupilas, delatando para el ojo entrenado su estirpe de entidad cósmica, vestigio de una luz primordial ahora retorcida. Destacan sus labios, de una rojez carnal e impúdica, carnosos y perpetuamente humedecidos por un barniz delicado de saliva tibia, que les confiere una apariencia jugosa, una invitación a un festín prohibido, cual fruta ponzoñosa y exquisita. Su estatura se eleva a un metro con ochenta y tres centímetros, una silueta esbelta y estilizada, donde músculos elásticos y acerados se tensan bajo la piel con la gracia letal de una pantera sombría.

Luciferum (Armadura Divina Caída):

Forjada en placas yuxtapuestas de un ligero adamantium infernal, cuya negrura parece absorber la luz misma, esta armadura es una obra de arte blasfemo. Intrincadas florituras de oro corrupto, simulando tallos de rosas de una organicidad perturbadora, reptan por su superficie, confiriéndole un aura a la vez única y profundamente amenazante, de la que emana una palpable sensación de poder arcano y una movilidad imposible. El cinto, más que un mero correaje, es un baluarte: su hebilla de oro macizo ostenta el blasón de su olvidado reino. 

 
Ambidiestro por naturaleza y designio, porta a su diestra la reliquia conocida como la "Mano de Dios" y su temible V.A.D.E.R.; a la siniestra, ajustada al muslo con correas de cuero negro y oro viejo, una compleja pistolera táctica con múltiples receptáculos, donde celosamente guarda pertrechos alquímicos y otros instrumentos arcanos para la sagrada faena de la guerra y el placer.
 
Un capuz de un púrpura profundo, color de crepúsculos moribundos, envuelve su cabeza, ocultando parcialmente la máscara que, forjada en el mismo metal impío y con idénticos acabados que el resto de la armadura, protege –o quizás aprisiona– la perfección de su belleza varonil. De la capucha nace, como una extensión de su propia voluntad, una capa majestuosa, cuyo tejido pesado parece desafiar la gravedad, ondeando con una ingravidez sobrenatural, como si un letargo mágico la animara, apenas perturbada por las corrientes del mundo físico. El púrpura de la gloria y la realeza ha suplantado al rojo de la sangre derramada, una transformación enfatizada por la corona de llamas etéreas que levita sobre su testa: una aureola infernal, blasón de su ascendencia caída, que luce con orgullo desafiante como una eterna afrenta al Dios de Abraham.
 

Indumentaria de Gala (Estilo A)

Cuando la ocasión demanda una elegancia más mundana, aunque no menos imponente, viste con severa distinción. Atuendos confeccionados en ricas telas de tonalidad azabache, que parecen beber la luz circundante. Zapatos de cuero negro, bruñidos hasta reflejar como espejos oscuros. Pantalones de dril suave, que se ciñen a la cintura con una correa de cuero selecto, cuya hebilla circular de plata labrada ostenta en alto relieve el blasón ancestral de su linaje. Un frac de corte impecable, abotonado al centro, se dispone sobre una camisa de manga larga, tejida en la más fina seda, complementada por una corbata de satén, cuyo color carmesí resalta como una herida abierta o una promesa sangrienta.

 
Indumentaria Ritual (Estilo B):
 
Para los interludios de reposo o los ritos de regeneración, se envuelve en una túnica enigmática, confeccionada en un grueso terciopelo negro como la boca de un abismo, tan larga que sus bordes se arrastran por el suelo con un susurro queda. Un cíngulo de seda carmesí, anudado con precisión ritual al costado izquierdo, ciñe la prenda. Calza zapatillas de cuero endurecido, silenciosas como la muerte misma. De esta vestimenta emana una calidez constante y anómala, una energía palpable que parece nutrirse de las sombras. De sus pliegues se desprende, como un aliento letárgico, un vapor denso y evanescente, cuya caricia sobre la piel ajena induce un sopor inofensivo, un adormecimiento que preludia la entrega o el olvido.

Historia:

Susurran las tradiciones orales más antiguas, y cantan los bardos en sonetos prohibidos y trovas olvidadas, que en aquellos eones donde la Tierra era apenas un infante cósmico, entidades angélicas, repudiadas por los cielos empíreos, se precipitaron sobre el mundo recién nacido. Cayeron como lenguas de fuego espectral, púrpuras y carmesíes, desgarrando el alba virginal en su descenso hacia destinos tan dispares como inexorablemente trágicos. Algunos se hundieron en los océanos primordiales, y las aguas hirvieron, tiñéndose con la sangre icorosa de su agonía, aniquilando toda vida en sus profundidades. Otros se estrellaron contra los volcanes durmientes, despertando la furia ígnea de titanes olvidados que casi consumen a los dioses infantes de aquel entonces. Los últimos, los más singulares, encontraron su sino en vastos campos de rosas, cuya pureza, al ser profanada por la energía corrupta y la sangre maldita de estos exiliados, sufrió una transmutación impía: sus pétalos se ennegrecieron como la obsidiana, su fragancia adoptó la dulzura empalagosa de la muerte misma, y de sus corolas comenzó a manar un veneno de potencia letal. De aquellos conocidos como “Los Siete Ángeles del Rosal Negro”, vestigios de una creación anterior o una rebelión olvidada, se dice que Él es el único que aún camina entre los planos, y que su verdadero nombre, aquel susurrado sólo en pesadillas, es la llave que lo encadena a un linaje de arcanas divinidades aladas, cuya existencia misma es una paradoja.

Tras incontables eras, consumido por una traición urdida por los de su propio hogar, su esencia fue desgarrada y arrojada al Abismo Cósmico, una nada hirviente más allá de la comprensión mortal, un vacío donde la locura es la única constante. Allí, en el corazón de la desolación infinita, fue acogido –o quizás reclamado– por los Antiguos, los Dioses Exteriores que acechan en los ángulos muertos de la realidad. Ellos lo rehicieron, lo imbuyeron de su poder inefable y lo designaron como uno de sus Heraldos, otorgándole un nuevo nombre, una letanía de sílabas impronunciables que quiebran la razón: Z’kal-nur-uth-Ygg’thaa. Este título, en la torpe traducción de los brujos sibaritas y los cultistas más osados, llegó a conocerse hasta el sol moribundo de hoy como Dominus Umbra Eterna.

Habilidades Pasivas:
 

  • Icor Arcano: En sus venas no fluye sangre mortal, sino un icor imbuido del Noxius primordial, una quintaesencia corruptora que le confiere una inmunidad absoluta a cualquier veneno, toxina o ponzoña concebida en los planos conocidos o desconocidos. Más aún, este fluido vital es en sí mismo un anatema para la vida ordinaria: un simple contacto con su esencia profana es suficiente para que la piel ajena se corrompa y se disuelva, permitiendo que sus neurotoxinas, sutiles y devastadoras, se filtren por los poros como un susurro de muerte, desatando una agonía inenarrable.

  • Omnisciencia Umbría: De su ser emanan constantemente partículas infinitesimales de su propia esencia –quizás esporas del Vacío o el aliento mismo del Noxius– que, transportadas por las corrientes etéreas o las "ninfas del viento" como susurran algunos ocultistas, tejen a su alrededor un tapiz sensorial de información táctica. Elementos, objetos, la presencia misma de otros seres y sus naturalezas intrínsecas en la zona circundante le son revelados con una claridad que vuelve superflua la necesidad de la vista física. Esta emanación, por su densidad inherente, se propaga con pasmosa facilidad, llevada por el hálito del viento, y quienes se adentran en su creciente radio de influencia a menudo reportan un extraño y persistente hormigueo sobre la piel expuesta, como si el aire mismo estuviera cargado de una conciencia ajena y observadora.

  • Resiliencia Abisal: A pesar de su naturaleza trascendente, el avatar carnal que elige para caminar entre los planos menores es, como el de cualquier demonio o ángel encarnado, vulnerable al acero y a la aniquilación física. No obstante, la destrucción de este "contenedor esencial" no es sino un interludio. Su espíritu indómito, su verdadera esencia cósmica, se repliega entonces al Abismo insondable que lo vio nacer o que lo reclamó, sumiéndose en un letargo ciclópeo, un sueño que se extiende por un milenio de tiempo terrestre (interpretado como un año en la cronología de los seres inferiores, contado desde el instante de su "muerte"). Tras este eón de reposo y reformación en el corazón del Vacío, despertará, renovado y terrible, para volver a proyectar su sombra sobre los mundos.

  • Susurro Entrópico: Aquellos seres de menor fortaleza anímica o espiritual que moran en la proximidad de Umbra Eterna por ciclos prolongados, comienzan a percibir una sutil, pero inexorable, fractura en el tejido de su realidad. No se trata de un pavor instintivo, sino de una instilación insidiosa de lo Otro: los ángulos rectos del mundo conocido parecen combarse bajo el peso de geometrías imposibles atisbadas por el rabillo del ojo; susurros inaudibles, portadores de secretos innombrables, reptan en los confines de la percepción; y una opresiva certidumbre de ser observado por entidades que acechan más allá del velo se anida en lo más profundo del subconsciente. Las ensoñaciones nocturnas se transmutan en tapices vívidos de terrores arcaicos y paisajes alienígenas, sembrando las semillas de una locura latente en el alma. Estos ecos del vacío, si la voluntad de la víctima flaquea y no logra erigir defensas en los santuarios más profundos de su ser, o si ninguna influencia externa logra anclar su espíritu a los frágiles asideros de la cordura, se tornan más insistentes con cada penumbra. La exposición continua a esta emanación inefable corroe gradualmente los cimientos de la mente; la sutil disonancia primigenia florece en un jardín ponzoñoso de percepciones aberrantes, donde las alucinaciones se entrelazan con miedos que reptan desde los ángulos muertos de la conciencia. Finalmente, el último hilo de razón se deshilacha, y la víctima se sumerge sin remedio en las profundidades de una locura insondable, un laberinto de ecos y sombras del que no hay escapatoria.

  • Manto de Ébano Vivo: Las sombras en la inmediata vecindad de Umbra Eterna parecen adquirir una profundidad y una cualidad casi táctil y semoviente. Se alargan de forma antinatural para acogerlo, se adhieren a su forma como una segunda piel tejida con la noche misma, y en condiciones de penumbra, los contornos de su figura pueden volverse borrosos, difuminándose con la oscuridad circundante de una manera que desafía la percepción óptica normal. No es un camuflaje activo, sino una afinidad inherente con el tejido mismo de la oscuridad, como si cada sombra fuera un portal diminuto al Abismo del que proviene, y estas anhelaran la compañía de su señor.

 

Habilidades combativas:

Un estratega consumado, cuya mente es un laberinto de tácticas ancestrales, forjado en el crisol incandescente de incontables batallas a lo largo de los eones. Su forma física, un recipiente de gracia letal, ha desarrollado una destreza que trasciende lo meramente sobrenatural, alcanzando una sincronía pavorosa entre pensamiento y acción. Esta comunión perfecta le permite desenvolverse en la danza de la muerte con o sin el acero en la mano, llegando incluso a prescindir del flujo corruptor del Noxius cuando el capricho o la necesidad así lo dictan. Su predilección reside en la brutal intimidad del combate cuerpo a cuerpo y en el manejo de espadas largas de doble alma, armas que parecen extensiones de su propia esencia sombría. 

El empleo de venenos es una extensión natural de su ser, una caricia tóxica reservada para sus enemigos o sus juguetes. Gusta especialmente de aquellas ponzoñas que no solo matan el cuerpo, sino que desquician la mente, induciendo estados alterados donde la realidad se desgarra en jirones de terror y éxtasis prohibido.

 
Habilidades mágicas:
 
Como Heraldo ungido por los Primigenios que acechan en el Vacío Exterior, le fueron desvelados arcanos y saberes blasfemos que se extienden más allá de las frágiles barreras de esta y cualquier otra dimensión conocida. Este conocimiento prohibido lo ha transmutado en un hechicero de poderío temible, cuyas palabras de poder resuenan con la autoridad de los eones. Con frecuencia, su magia se manifiesta como una intrincada red defensiva, tejiendo sellos de poder que actúan como baluartes contra las energías elementales, absorbiendo su furia o devolviéndola multiplicada a su origen. 

Domina también los ritos de invocación, capaces de rasgar el velo entre mundos, y los glifos de reflejo, que convierten las ofensivas enemigas en su propia perdición. Su voluntad puede, además, imponerse sobre la materia inerte, transmutando objetos mundanos en armas de insólita potencia o en herramientas de tortura exquisita.

 
Técnicas especiales:
 
  • Sanguis Pulcherrima: Una manifestación sublime y aterradora de su dominio absoluto sobre la hematomancia y la hemokinesis. Esta técnica no solo le permite a Dominus Umbra Eterna comandar a voluntad cualquier líquido vitae que haya sido previamente "sazonado" y corrompido por la influencia insidiosa del Peccato –la fase más íntima y perversa de su perfume sobrenatural–, transmutándolo en una extensión de su ser. Con esta sangre profanada, puede esculpir formas tan bellas como letales: zarcillos que reptan y apresan, filos más cortantes que la obsidiana, o efímeras armaduras de un carmesí endurecido, cuyas cualidades físicas puede alterar a placer hasta otorgarles la resistencia del más puro Adamantium o la fluidez etérea de una niebla sangrienta que ahoga y consume.

    Pero su maestría va más allá. Cuando el campo de batalla carece del vital elemento o cuando desea imponer su dominio de forma más abrumadora, Marcus puede, con un mero enfoque de su voluntad, rasgar el tejido dimensional bajo el suelo mismo. Abre así un conducto efímero, una herida sangrante en la realidad, que conecta directamente con los vastos y coagulados océanos de vitae que se agitan y fermentan en las cisternas profanadas de su Crucifixionum Templi.

    Desde esta fisura antinatural, un caudal de sangre ancestral, espesa y oscura comienza a ascender. Primero se manifiesta como un ominoso sudor carmesí que brota de la tierra, luego como charcos especulares que reflejan un cielo inexistente y enfermo. Estos estanques de sangre se expanden gradualmente, inexorablemente, tanto en área como en profundidad, transformando el terreno en un lodazal sangriento que ahoga toda vida menor. Esta marea invocada, ya imbuida con la esencia misma de su dominio y resonando con el Noxius de su templo, se somete instantáneamente a su voluntad para ser moldeada y utilizada según sus designios.

  • Quietud de Azathoth: Al pronunciar una serie de sílabas guturales que parecen absorber el sonido y la luz circundantes, Umbra Eterna puede tejer con la esencia misma del Vacío un domo de negrura impalpable y opresiva. Esta cúpula de entropía absoluta, que puede expandirse hasta cubrir vastas extensiones, impone un silencio antinatural sobre el tejido de la realidad en su interior. Dentro de sus confines, toda habilidad sobrehumana, ya sea de origen físico, mágico, psíquico o divino, se ve sofocada, reducida a la impotencia. Las llamas arcanas se extinguen, la fuerza de titanes mengua hasta la de un simple mortal, las mentes más poderosas encuentran sus dones vueltos un eco inútil, y ni siquiera el propio Umbra Eterna puede manifestar sus poderes trascendentes mientras permanezca bajo su influencia. Es la imposición de la Mundanidad Absoluta, un recordatorio aterrador de la fragilidad inherente a todo poder cuando se enfrenta al vacío devorador de donde toda existencia surgió y al que toda existencia debe, eventualmente, regresar.

  • Mucrones Crucis Tenebrarum: Un eco de santidad pervertida rasga los cielos a su orden. De las alturas profanadas, innumerables estigmas de vacío –cruces afiladas como dagas de condena– aguardan. Al simple tronar de sus dedos, esta geometría de sombras se desploma en una lluvia inclemente, buscando anclarse con precisión letal en la carne y el alma de su objetivo, reescribiendo el firmamento con la caligrafía del dolor.

  • Opus Magnum (Second Chance): "El mundo no es lo que parece, y un rey, en su infinita astucia, nunca expone su verdadero ser a la vulgaridad de la batalla. En su lugar, envía a su obra maestra, un eco perfecto de su poder, una sinfonía de engaño." Cuando el contenedor físico que Umbra Eterna digna con su presencia se encuentra al borde de la aniquilación, cuando la derrota parece inminente, puede desatar una última y desesperada manifestación de su naturaleza ilusoria. Una onda expansiva de energía del Vacío puro, un pulso de aniquilación fría y voraz emana del avatar, desgarrando el tejido de la realidad circundante. En este instante de destrucción y revelación cataclísmica, se desvela la verdad: la entidad con la que el oponente creía combatir no era más que una proyección, una marioneta exquisitamente elaborada.

    El verdadero Dominus Umbra Eterna, aunque momentáneamente a salvo en algún rincón insondable de la existencia, observa el desenlace desde lejos. Sin embargo, tal despliegue consume sus reservas arcanas de forma drástica, dejándolo exánime y vulnerable, en un estado de derrota temporal, obligado a retirarse para reponer su inconmensurable poder.
 

Transformación:

Lapsus Abyssalis Archangelus: Cuando los últimos velos de la forma se desgarran y la cordura cede ante la necesidad o la ira primigenia, la verdadera anatomía de lo que fue Umbra Eterna se desborda sobre la realidad. Emerge entonces una montaña de carne blasfema y geometría imposible, cuya escala empequeñece la comprensión mortal, erizada de miríadas de ojos insomnes que reflejan la fría luz de estrellas muertas y tentáculos que reptan y se contorsionan, saboreando el tejido mismo del espacio-tiempo. Y de esta vorágine de horror cósmico, como una parodia cruel de una gracia olvidada o una promesa de una ascensión aún más terrible, se despliegan dos inmensas alas de arcángel, vestigios de un cielo repudiado, ahora impulsando una abominación de poder insondable.

 
Invocaciones bajo su poder:

  • Bahamut: “El cielo se abrirá y los astros se eclipsarán para sumir todo en tinieblas y rendirle pleitesía al Gran Dragón que desatará su ira en medio de un aliento destructivo.”

  • Leviatán: “En medio de una lluvia de sangre hirviendo, emergerá la serpiente alada para castigar al que se opone Al Primero, y hacer temblar el septentrión con un rugido que partirá en dos el mundo.”

  • Shoggoth: Al rasgar el tenue velo que separa las realidades, o al dar forma a las sombras más profundas y primigenias, Umbra Eterna convoca un horror sin forma del abismo. Una marea de protoplasma ébano, bullente con una consciencia alienígena y una geometría blasfema, se materializa con violencia. Lo que emerge no obedece a las leyes terrenales; se contorsiona, azota y constriñe con la fuerza de pesadillas olvidadas, su mero contacto una promesa de aniquilación física y desintegración psíquica. Ante esta incursión, la materia se deforma y la cordura se deshilacha.

Armas:

  • Manus Dei: Legendaria espada de adamantium, forjada en las fraguas septentrionales como instrumento para ejecutar la palabra del dios celeste. Originalmente otorgada a Luzbel como emblema de poder y jerarquía, la hoja de la espada se ennegreció tras su destierro, reflejando la corrupción de la esencia de su portador. Fue entregada a Umbra Eterna después de la muerte del caudillo infernal en la batalla de Therion.

    • Estructura y Composición: Construida con una estructura interna de plata pura que le confiere una solidez incorruptible, la Manus Dei es una obra de arte bélico tan letal como hermosa. El pomo, un diamante puntiagudo de plata maciza, no solo equilibra la hoja con precisión matemática, sino que también pulsa con una fría autoridad al tacto, un vestigio de su antiguo propósito divino. La empuñadura, forrada en cuero negro trenzado con maestría artesanal, se amolda a la mano de Umbra como si hubiera sido concebida para su agarre único, ofreciendo control absoluto y una conexión casi simbiótica incluso en el fragor del combate más encarnizado.

      Su elegante guarda de acero pavonado negro, con la icónica forma de alas de ángel tensadas y sutilmente replegadas (como si estuvieran a punto de emprender un vuelo funesto), no solo protege la mano con eficacia, sino que sus bordes finamente afilados pueden usarse como un arma disuasoria o letal en la corta distancia. Los intrincados grabados en bajorrelieve de rosas y tallos espinados en plata que la recorren parecen retorcerse sutilmente bajo cierta luz, un eco constante de su gracia original ahora profanada por la oscuridad.

      La hoja de doble filo, forjada en adamantium celestial ahora irrevocablemente teñido de un profundo azabache, es el alma corrupta y resonante de la espada. Mide siete imponentes centímetros de ancho por un metro y diez centímetros de una longitud amenazante. El metal negro no solo parece absorber la luz a su alrededor, creando un inquietante vacío visual, sino que también irradia una frialdad palpable que hiela el aire cercano. En su centro, un vaceo de plata pulida (antaño brillante con luz sacra) no solo aligera la hoja para una esgrima ágil y mortífera, sino que a veces parece capturar y refractar la luz ambiental con destellos espectrales, casi como lágrimas cristalizadas de una divinidad caída o susurros de su poder mancillado.

    • Al Portarla y Apreciarla: Incluso envainada o en reposo, la Manus Dei emana un aura palpable de poder ancestral, autoridad quebrantada y una tragedia cósmica contenida. Su peso es considerable, una masa de historia y potencial destructivo, pero se siente tan perfectamente equilibrada que anticipa la fluidez letal de su movimiento. Al observarla de cerca, uno no puede evitar sentir la profunda dualidad de su existencia: la pureza inmaculada de su creación divina enfrentada a la insondable oscuridad de su caída y posterior resurgimiento. Es una historia grabada a fuego y sombra en el dramático contraste entre la plata que aún lucha por brillar y el negro abisal de su acero corrompido. Transmite una melancolía poderosa, la de un ideal traicionado que ha encontrado una nueva y terrible determinación.

    • Blandida por Umbra: En las manos de Umbra Eterna, Heraldo de los Dioses Exteriores, la Manus Dei trasciende su tormentoso pasado para abrazar un nuevo y más oscuro propósito. La corrupción latente en la hoja resuena con la naturaleza alienígena de su portador, vibrando en armonía con el Noxius y convirtiéndose en una extensión fluida, intuitiva y aterradora de su voluntad. Cuando Umbra la blande, el vaceo de plata a lo largo de la hoja a menudo despide un fulgor tenue y siniestro, a veces carmesí, a veces de un violeta profundo, alimentado directamente por su energía cósmica. Un leve silbido, más grave que el de un acero común, corta el aire con cada mandoble, como un lamento de mundos perdidos o una promesa ominosa de la entropía venidera. El arma, antaño instrumento de un dios celeste limitado por dogmas, ahora sirve a poderes que yacen más allá de las estrellas conocidas y las comprensiones mortales, su propósito retorcido para ejecutar designios cósmicos vastos e inescrutables.

    • Propiedad Única: Solo su amo puede blandir esta espada. Si cualquier otro ser intenta empuñarla, el arma se desintegra instantáneamente en una violenta llamarada de elemento vacío, capaz de causar daño directo al impostor.

  • V.A.D.E.R.: La empuñadura es reconocible por su silueta, pero ahora imbuida de una nueva esencia, es una pieza única de ingeniería arcana y personalización extrema. Sus componentes metálicos fueron meticulosamente reemplazados por acero adamantino negro, pulido hasta obtener un brillo mate que absorbe la luz, otorgándole no solo una resistencia extraordinaria sino también un acabado minimalista, sobrio y fríamente elegante al tacto. Es fría, lisa, con un peso que denota la densidad del adamantium. El botón de activación, sutilmente integrado y sin marcas superfluas, responde con una leve pulsación de energía latente al ser rozado por el dedo de Umbra, una promesa silenciosa del poder que contiene. En su interior, el cristal kyber, aunque invisible a simple vista, vibra con una nueva y oscura armonía tras ser sometido a un arduo proceso de asimilación energética con el Noxius. Este proceso no solo lo ha realineado, sino que ha imbuido al cristal con una resonancia propia de los vacíos cósmicos, una disonancia controlada.

    Al activarse, la hoja de energía pura brota con un chasquido sibilante y un zumbido característico, pero este sonido familiar ahora está teñido por un subtono más grave, una resonancia casi orgánica y gutural que parece vibrar en una frecuencia ajena a la física convencional. La hoja misma es un espectáculo hipnótico y profundamente perturbador: su color no es estático, sino que oscila erráticamente entre un carmín sanguíneo, intenso como una herida abierta, y un púrpura profundo y abisal, como el de una nebulosa moribunda. Estas transiciones a veces son lentas y fluidas, como tintas mezclándose en agua oscura, otras veces son parpadeos violentos y espasmódicos que parecen reflejar el caos inherente y la majestuosidad incomprensible de los Dioses Exteriores.

    • Al Portarlo y Apreciarlo: Incluso desactivado, el V.A.D.E.R. se siente extrañamente vivo en la mano; es ligero comparado con armas convencionales, pero está preñado de un poder inmenso y volátil. Un leve zumbido, casi imperceptible para oídos no entrenados, emana del kyber en su interior, una canción de energía contenida que parece susurrar promesas de poder, aniquilación y secretos tecnológicos arcanos. Su estética, ahora personalizada por Umbra, es una declaración de intenciones: la tecnología punta de una galaxia lejana, subvertida, profanada y perfeccionada para un propósito más oscuro, elevado y cósmicamente significativo. Es un trofeo que habla de conquistas y de la adaptación de lo ajeno a la propia voluntad.

    • Blandido por Umbra: Cuando él empuña el V.A.D.E.R., el sable se convierte en una manifestación directa de su propia esencia alienígena y su absoluto dominio sobre las energías del Noxius. La hoja, al cortar el aire, no solo emite su característico zumbido corrupto, sino que deja estelas efímeras de luz púrpura y carmesí que parecen desgarrar momentáneamente el tejido mismo de la realidad inmediata, abriendo minúsculas e instantáneas ventanas a la locura del vacío. El control de Umbra sobre el arma es absoluto, quirúrgico; la hoja responde a su voluntad con una precisión aterradora, su energía inestable amplificada y enfocada por la conexión con el Heraldo. El sable, antes símbolo de una tiranía galáctica con ambiciones limitadas, ahora es una herramienta de un poder cósmico, su haz de luz cambiante una baliza de la influencia ineludible de los Dioses Exteriores en cualquier reino que Umbra decida honrar con su presencia.

    • Característica especial: La hoja de esta arma tiene la habilidad pasiva de absorber, bloquear o reflejar los ataques de elemento arco (Electricidad) sin necesidad de uso de casteos.

Montura:
 

Ignis:

Un corcel frisón de proporciones titánicas, cuya piel es del color del carmín más profundo, como la sangre coagulada de un dios muerto. Sus músculos, fibrosos y prominentes, ondulan bajo el pelaje con la promesa de una potencia indómita. Arrebatado en un litigio de voluntades al marqués infernal Orias, Ignis es una bestia de temperamento temerario e irascible, un espíritu de fuego y furia que, no obstante, reconoce a su único amo por instinto y pacto de sangre, generando hacia él un vínculo de lealtad tan inquebrantable como el adamantium que lo protege.

Su barda es una obra maestra de la herrería abisal: placas de adamantium oscuro, pulidas hasta obtener un brillo que devora la luz, se articulan con precisión infernal. Delicados, aunque siniestros, bajorrelieves en forma de rosas de pétalos afilados y tallos espinosos reptan por los bordes de cada pieza. Una testera amenazante perfila los ojos del animal, dos ascuas negras y penetrantes que arden con inteligencia maligna. La caperuza segmentada protege su crin, roja como el fuego del infierno, y en el imponente petral, el blasón circular de Dominus Umbra Eterna, labrado en alto relieve con oro de procedencia dudosa, proclama su pertenencia. La silla de montar, de un confort regio y perverso, está confeccionada en cuero negro tensado sobre una estructura robusta, dispuesta a su vez sobre una gualdrapa de cota de malla, forrada en lino de tonalidad sombría. Del arzón delantero emergen, a modo de adorno grotesco, dos pequeñas alas de dragón cromadas, que flanquean el inicio de la barda que oculta la larga y musculosa cola carmesí del corcel.

Corcel de Asfalto (Harley-Davidson Custom):

Cuando el hedor del establo infernal se trueca por el de la gasolina y el asfalto recalentado, Umbra Eterna convoca a su montura contemporánea: una Harley-Davidson, aunque tal designación apenas roza la superficie de su verdadera naturaleza. Es una bestia de acero y cromo, cuyo chasis ha sido modificado hasta alcanzar una robustez imponente, con líneas que evocan la musculatura tensa de una criatura depredadora. Su pintura es de un carmín profundo, casi negro bajo ciertas luces, con la misma tonalidad sanguínea que su corcel Ignis, y brilla con un lustre antinatural, como si estuviera perpetuamente húmeda o pulida con aceite de almas.

Sutiles detalles la distinguen de cualquier máquina terrenal: el manillar podría estar rematado con empuñaduras que recuerdan huesos pulidos, y los tubos de escape, aunque emiten el rugido gutural y atronador característico de su marca, parecen exhalar un humo ligeramente más denso, con un matiz sulfuroso apenas perceptible para los sentidos más agudos. Los detalles en cromo oscuro y oro viejo replican los motivos de rosas y espinas que adornan la barda de Ignis, pero adaptados a una estética más brutalista y urbana. El motor, una obra de ingeniería que parece palpitar con una vida propia, no solo ruge, sino que parece gruñir con una impaciencia contenida, prometiendo una velocidad y una furia que desafían las leyes de la física mundana. Montarla no es simplemente conducir; es un acto de dominio sobre una extensión de su propia voluntad oscura, un trono móvil desde el cual observar la decadencia del mundo moderno.

Última actualización: 31/05/2025