Sountrack stage:
Dueño / Regente:
Dominus Umbra Eterna: https://ficrol.com/blogs/2826/Ficha-t%C3%A9cnica-rol-humano-y-sobrenatural-Umbra-Eterna
Ubicación:
Oculto en las profundidades de un bosque olvidado de Pompeya, en la tierra sagrada y maldita que yace entre el Monte Somma y la silueta amenazante del Vesubio.
Temperatura: El aire exterior, fresco a 16°C, contrasta con una calidez casi antinatural de 26°C que emana del interior del templo, un calor que parece tener un origen más allá de lo meramente físico.
Exterior: El Laberinto y sus Peligros
Visibilidad:
- Día: La luz del sol se filtra a través del denso follaje del bosque, creando un tapiz de luces y sombras en el suelo, otorgando una visibilidad casi total pero moteada.
- Noche: La visibilidad es prácticamente nula. Un espeso y constante vapor volcánico se alza desde el suelo, generando una bruma densa que ahoga la luz de la luna y las estrellas, y confunde los sentidos.
Dificultad del Terreno: El terreno es difícil y traicionero para los no iniciados.
Descripción:
Los dominios de Umbra Eterna están protegidos por un laberinto natural, un bosque de altos robles, castaños centenarios, alisos, arces y acebos, cuyas copas se entrelazan para formar una bóveda impenetrable que oculta la estructura de cualquier mirada desde el cielo. Este no es un bosque común; la actividad volcánica de la región lo ha sembrado de trampas mortales. El suelo, aparentemente firme, puede ceder para revelar riachuelos de lava incandescente, y géiseres de vapor sobrecalentado emergen de fisuras ocultas sin advertencia, capaces de cocer la carne en segundos. El acceso es absolutamente imposible para quien no conoce el sinuoso y secreto camino correcto, un sendero que parece cambiar con cada ciclo lunar. Durante la noche, un intenso aroma dulce y embriagante, el preludio del Odor Pecatti, impregna el aire, atrayendo a los incautos y repeliendo a las bestias salvajes.
La Fachada del Templo
Sobre un lecho de hierba fértil y oscura, se alza la iglesia. Es una imponente estructura de estilo Románico, construida en su totalidad con porosa piedra volcánica de un negro profundo, que parece absorber la luz y el sonido. Su único acceso es un gran portón rústico de gruesa madera de roble, ennegrecido por los siglos y la intemperie. Este portal está flanqueado por dos amenazantes torres de vigía. La superficie de la madera está adornada con detalles macabros y exquisitos: tallas de rosas de espinas desmesuradas y tallos que se retuercen como serpientes agónicas. En el centro, presidiendo la entrada, se encuentra el blasón del heraldo oscuro: una serpiente alada forjada en alto y bajo relieve, combinando la negrura pulida de la piedra volcánica con el brillo opaco del hierro infernal.
Interior: El Templo de la crucifixión
Visibilidad: La visibilidad es plena, aunque caprichosa. Hileras de antorchas, montadas en candelabros de hierro azabache que brotan de las columnas cruciformes, bañan la estancia en una luz danzarina. Sin embargo, esta claridad está sujeta a la intensidad y al humor de las llamas, que pueden avivarse o menguar sin previo aviso.
Dificultad del Terreno: Ninguna, el suelo es llano y está inmaculadamente conservado.
Descripción:
El interior del templo es una paradoja de santidad y profanación. Creado bajo el modelo de cruz latina, el suelo de mármol pulido, en un damero de blanco brillante y ébano, refleja la luz de las antorchas como un espejo oscuro. Este brillo contrasta violentamente con la negrura opresiva de las paredes y los altos pilares cruciformes que sostienen el lejano techo. Allí, en las alturas, se puede apreciar lo que es una réplica perfecta y blasfema de los frescos de la Capilla Sixtina, pintada, según susurran leyendas prohibidas, por el alma del propio Michelangelo, a quien Umbra secuestró del más allá para que cumpliera este capricho artístico a cambio de devolverlo al descanso eterno.
En el crucero, donde se cruzan la nave principal y el transepto, el blasón dorado del jerarca adorna el suelo, justo antes de una corta escalinata que eleva el altar. Sobre este altar no reposa ningún sagrario, sino un trono imponente, construido con robusta madera negra tallada con motivos de rosas y espinas, de espaldar alto y cojines forrados en una suntuosa gamuza carmesí.
Tras el altar, en cinco absidiolos (pequeñas capillas semicirculares), iluminados de forma trémula por antorchas en el suelo, se expone un quinteto de "corderos sagrados". El del centro es una majestuosa estatua de mármol, curtida y agrietada por los siglos, representando al hijo del dios católico en su crucifixión, obra de algún maestro escultor olvidado por la historia. Las otras cuatro obras, sin embargo, son de la autoría personal y mórbida del señor del templo. Dos hombres y dos mujeres, desnudos y dispuestos de forma intercalada, con evidentes signos de haber sufrido una tortura bestial, se elevan hacia la cúpula. Su "gloria divina" es ser empalados por una gruesa estaca de lo que parece ser sangre solidificada, que entra por el ano y desgarra a su paso delicioso y paulatino la piel, los músculos, las entrañas y los huesos, hasta emerger por la clavícula. La estaca se bifurca en el interior del pecho, extendiendo los brazos de la víctima como en una cruz, con las puntas de esta saliendo por las palmas de las manos. Mediante inclinaciones precisas y otras artimañas arcanas, las víctimas "viven" en una agonía eterna, su vitae alimentando la estaca y el subsuelo del templo, mientras sus gemidos, suaves y penosos, resuenan débilmente en las alturas como un coro perpetuo.
Bonificaciones y características únicas:
Aura del Lugar: El perfume de Umbra Eterna impregna con mayor intensidad el interior del templo, y sus partículas se adhieren de forma inofensiva a todo lo que se adentra en él, marcándolo sutilmente con su esencia.
Marea de Sangre: Bajo el suelo de mármol yace una compleja red de tuberías y canales arcanos. Al ser activada por una orden verbal o una frecuencia sonora específica, esta red puede inundar todo el templo con sangre hasta una altura de quince centímetros. Este vitae está místicamente revestido con una capa de Noxius, lo que impide que cualquier ser ajeno a Umbra pueda manipularlo, gracias a la incompatibilidad energética de esta esencia única.
Quietud de Azathoth: En la torre más alta del Crucifixiōnum Templi reside un cristal de origen extraterrestre, facetado con geometrías que desafían la lógica euclidiana y pulsando con una energía sutilmente discordante. Este cristal es el componente central de un intrincado mecanismo, una maravilla de la bio-ingeniería y la física arcana creada hace eones por los Antiguos.
La tecnología de los Antiguos, integrada en la estructura de la torre, canaliza la energía del cristal a través de una red de resonadores y conductos laberínticos, construidos con materiales terrestres y elementos de origen cósmico desconocidos. Este sistema permanece latente hasta que Umbra Eterna, mediante un acto de voluntad o un comando específico (similar a la activación de la Marea de Sangre), pone en marcha la secuencia de activación.
Al ser accionado, el mecanismo emite una onda de energía anulatoria que se expande instantáneamente, abarcando tanto el interior como el exterior del templo en un radio considerable. Esta onda genera un campo de Mundanidad Absoluta, similar al efecto de la habilidad personal de Umbra, pero originado y sostenido por la maquinaria de los Antiguos. Dentro de esta área de incidencia las energías mágicas, las habilidades sobrenaturales y cualquier manifestación de poder que no se rija estrictamente por las leyes físicas terrestres se ven neutralizadas, silenciadas y temporalmente inertes.
Es crucial destacar que esta Quietud de Azathoth, también recae en Umbra y es un efecto generado por la tecnología ancestral, no directamente por las capacidades inherentes de este. Él actúa como el iniciador del proceso, activando a voluntad la máquina de anulación que los Antiguos legaron en las profundidades de este rincón olvidado del mundo. La duración y el alcance exacto de este efecto pueden ser modulados por su dueño.
Última actualización: 06/06/2025
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