Caminaba por las empedradas calles de la ciudad sintiendo la emoción burbujear dentro de mi estómago. Iría afuera. Por fin.
Habíamos recibido un mensaje en la cede del consejo, el grupo de informantes que teníamos en el mundo humano habían encontrado una pequeña bruja y sospechaban que su lugar estaba con nosotros en la orden de hecate.
Una bruja con un don oscuro, sola, en el mundo humano....
Tenía que ir...
La misión era simple: llegar al mundo humano, recoger a la niña, recibir los informes necesarios de la situación y regresar a casa a salvo.
Con eso en mente caminé directo al bosque con una maleta pequeña colgando en mi hombro. La luz de las farolas parecían reaccionar a mi presencia, como si los senderos mismos reconocieran el permiso que acababa de recibir. No era solo una autorización del consejo… era una una llave, un pasaje, una decisión que pesaba más de lo que aparentaba.
El bosque me recibió con un antiguo silencio. Cómo si temiera por mi seguridad. Las hojas susurraban en lenguas que se creían perdidas mientras avanzaba hacia el portal, y el aire estaba cargado de esa magia viva que solo existe en los límites entre nuestros mundos. Al llegar, extendí la mano sin decir palabra.
La marca -Trazada por el consejo- brilló en el interior de mi palma abierta apenas un instante antes de desvanecerse.
El guardián asintió. El paso estaba concedido....
El cruce fue breve, casi imperceptible… y aun así, distinto. Emergí en otro bosque. En un mundo que no era el mio.
Árboles colosales se alzaban como columnas eternas, tan altos que parecían rozar el cielo cubierto de nubes. La nieve descansaba sobre las ramas con una calma reverente. Ahí, rodeada de naturaleza intacta, me permití sentir algo que mi puesto político no siempre me concedía: paz.
Por un momento, no hubo deberes, ni vigilancia, ni amenazas ni gente juzgando me por un don que yo no elegí tener. Solo el crujido suave de mis pasos y el pulso sereno del mundo mortal respirando a mi alrededor.
La ciudad no estaba tan lejos por lo que me permití tomarme mi tiempo antes de llegar. Canadá se desplegaba fría y hermosa, con calles cubiertas de blanco y lsuaves luces reflejándose en el hielo. Me integré sin dificultad; mi identidad humana estaba bien construida, tan real como mis títulos y credenciales: Médico. Visitante frecuente. Invisible.
Mis primeros movimientos fueron precisos. Reuniones breves. Una montaña de papeles con sus reportes y una que otra comida que no podía conseguir en casa. Mis informantes del mundo humano confirmaron lo que temíamos: una niña, una bruja, había sido encontrada en un hogar gubernamental… sola sin ningún padre o guardián que le mostrara lo que era, que le enseñará sobre nuestras costumbres o le ayudará a controlar aquello a lo que le temía, su magia.
Eso cambiaría, en nuestro mundo estaría a salvo, solo debíamos llegar ahí, sin embargo no nos iríamos tan rápido, no todavía, aún tenía cosas que hacer...
Mi siguiente parada era el hospital.
La clínica oncológica olía a desinfectante y se sentía tan fría como las bancas del parque bajo una tormenta de nieve. Caminé por los pasillos con la serenidad de quien ha estado ahí antes, de quien sabe exactamente qué significa mirar a alguien a los ojos cuando el tiempo parece agotarse. Odiaba está parte, ver a los padres asustados observando a sus hijos sobre las duras camas del hospital, o al revés, a los hijos rezando en la capilla por la salud de quienes los habían traído al mundo.
Yo solo iba a observar. Solo a estar presente. Solo a ayudar dentro de mis capacidades "humanas"
Pero mi corazón… fue débil.
En un gesto silencioso, retiré el amuleto. La magia regresó a mí como un río contenido demasiado tiempo. Tres vidas. Tres cuerpos que no deberían haber sanado… y aun así lo hicieron.
La primera fue un caso que había seguido por demasiado tiempo, una adolescente que había tenido cáncer 3 veces en distintas partes de su cuerpo, la pobre no hubiera resistido más. La segunda persona fue una pequeñita que había sido detectada con leucemia, al acercarme a ella pude sentir el velo de la muerte rodeándola listo para apagar la luz que tenía dentro de ella. Y la tercera, o bueno el tercero era un padre, el soporte de una muy extensa familia que claramente no podía perderlo.
El precio fue inmediato.
Muy lejos de ahí, antiguos artefactos reaccionaron. Amuletos diseñados para detectar flujos muy altos de magia se encendieron al unísono. Las alarmas no distinguían intención, solo poder.
Los cazadores recibieron la señal.
Y no fueron los únicos.
En otra central, más oculta, más discreta, la alerta también fue registrada. Coordenadas precisas. Identidad confirmada. Sin juicio, sin demora, la información fue enviada a un agente que se encontraba cerca del área.
Aún no lo sabía…
Pero pronto ya no estaría sola.
Darküs Volkøv Caminaba por las empedradas calles de la ciudad sintiendo la emoción burbujear dentro de mi estómago. Iría afuera. Por fin.
Habíamos recibido un mensaje en la cede del consejo, el grupo de informantes que teníamos en el mundo humano habían encontrado una pequeña bruja y sospechaban que su lugar estaba con nosotros en la orden de hecate.
Una bruja con un don oscuro, sola, en el mundo humano....
Tenía que ir...
La misión era simple: llegar al mundo humano, recoger a la niña, recibir los informes necesarios de la situación y regresar a casa a salvo.
Con eso en mente caminé directo al bosque con una maleta pequeña colgando en mi hombro. La luz de las farolas parecían reaccionar a mi presencia, como si los senderos mismos reconocieran el permiso que acababa de recibir. No era solo una autorización del consejo… era una una llave, un pasaje, una decisión que pesaba más de lo que aparentaba.
El bosque me recibió con un antiguo silencio. Cómo si temiera por mi seguridad. Las hojas susurraban en lenguas que se creían perdidas mientras avanzaba hacia el portal, y el aire estaba cargado de esa magia viva que solo existe en los límites entre nuestros mundos. Al llegar, extendí la mano sin decir palabra.
La marca -Trazada por el consejo- brilló en el interior de mi palma abierta apenas un instante antes de desvanecerse.
El guardián asintió. El paso estaba concedido....
El cruce fue breve, casi imperceptible… y aun así, distinto. Emergí en otro bosque. En un mundo que no era el mio.
Árboles colosales se alzaban como columnas eternas, tan altos que parecían rozar el cielo cubierto de nubes. La nieve descansaba sobre las ramas con una calma reverente. Ahí, rodeada de naturaleza intacta, me permití sentir algo que mi puesto político no siempre me concedía: paz.
Por un momento, no hubo deberes, ni vigilancia, ni amenazas ni gente juzgando me por un don que yo no elegí tener. Solo el crujido suave de mis pasos y el pulso sereno del mundo mortal respirando a mi alrededor.
La ciudad no estaba tan lejos por lo que me permití tomarme mi tiempo antes de llegar. Canadá se desplegaba fría y hermosa, con calles cubiertas de blanco y lsuaves luces reflejándose en el hielo. Me integré sin dificultad; mi identidad humana estaba bien construida, tan real como mis títulos y credenciales: Médico. Visitante frecuente. Invisible.
Mis primeros movimientos fueron precisos. Reuniones breves. Una montaña de papeles con sus reportes y una que otra comida que no podía conseguir en casa. Mis informantes del mundo humano confirmaron lo que temíamos: una niña, una bruja, había sido encontrada en un hogar gubernamental… sola sin ningún padre o guardián que le mostrara lo que era, que le enseñará sobre nuestras costumbres o le ayudará a controlar aquello a lo que le temía, su magia.
Eso cambiaría, en nuestro mundo estaría a salvo, solo debíamos llegar ahí, sin embargo no nos iríamos tan rápido, no todavía, aún tenía cosas que hacer...
Mi siguiente parada era el hospital.
La clínica oncológica olía a desinfectante y se sentía tan fría como las bancas del parque bajo una tormenta de nieve. Caminé por los pasillos con la serenidad de quien ha estado ahí antes, de quien sabe exactamente qué significa mirar a alguien a los ojos cuando el tiempo parece agotarse. Odiaba está parte, ver a los padres asustados observando a sus hijos sobre las duras camas del hospital, o al revés, a los hijos rezando en la capilla por la salud de quienes los habían traído al mundo.
Yo solo iba a observar. Solo a estar presente. Solo a ayudar dentro de mis capacidades "humanas"
Pero mi corazón… fue débil.
En un gesto silencioso, retiré el amuleto. La magia regresó a mí como un río contenido demasiado tiempo. Tres vidas. Tres cuerpos que no deberían haber sanado… y aun así lo hicieron.
La primera fue un caso que había seguido por demasiado tiempo, una adolescente que había tenido cáncer 3 veces en distintas partes de su cuerpo, la pobre no hubiera resistido más. La segunda persona fue una pequeñita que había sido detectada con leucemia, al acercarme a ella pude sentir el velo de la muerte rodeándola listo para apagar la luz que tenía dentro de ella. Y la tercera, o bueno el tercero era un padre, el soporte de una muy extensa familia que claramente no podía perderlo.
El precio fue inmediato.
Muy lejos de ahí, antiguos artefactos reaccionaron. Amuletos diseñados para detectar flujos muy altos de magia se encendieron al unísono. Las alarmas no distinguían intención, solo poder.
Los cazadores recibieron la señal.
Y no fueron los únicos.
En otra central, más oculta, más discreta, la alerta también fue registrada. Coordenadas precisas. Identidad confirmada. Sin juicio, sin demora, la información fue enviada a un agente que se encontraba cerca del área.
Aún no lo sabía…
Pero pronto ya no estaría sola.
[Darkus]