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Y el último rayo solar fue absorbido por uno de los paneles de la esfera de Dyson. Se apagó; el sol ha muerto.

La sala de monitoreo quedó en silencio. Era la segunda vez que pasaba. La primera fue cuando anunciaron la caída del sector 9 y la rebelión del sistema de seguridad, cuando yo era apenas una asistente.

Fui ascendida a científica jefe y encargada del proyecto arca. Y ese día me tocó presenciar lo que creíamos que sería una noche perpetua para nuestro sistema solar. Pero, fuera de toda expectativa, emergiste de una crisálida negra, como el reemplazo del sol de un nuevo día.

Ahora que han pasado años desde entonces, desde que tu presencia eclipsó el fin de la vida humana con una presencia poética, dime, Helios, ¿Fuiste nuestro castigo por ser tan inconformistas?

—... 

Lo sé. Tú no hablas. Por ello te rodeamos con otra prisión de Dyson.

Pero quisiera que nos hubieras dicho aunque sea una palabra, alguna advertencia o un balbuceo sin significado. El miedo nos habría impedido seguir, pero tu inactividad solo nos dio la seguridad para robar un pedazo de tí y usarte como el motor de nuestra posible salvación.

[...]

Yo, la doctora y especialista en astrofísica, Kardashev, grabo este mensaje para reproducirlo a lo largo y ancho de esta macrotumba y advertir a los forasteros; den la vuelta, huyan mientras puedan, o de ser posible... Destruyan todo.

Pero si este mensaje no logra salir de esta sala de monitoreo, de llegar a ser así, entonces les pido perdón.