¿Cuán contaminado podía estar el mundo?, ¿cuánta oscuridad había en los seres que lo habitaban? El ritmo de la vida diaria parecía una orquesta macabra donde la luz apenas podía vislumbrarse, donde el sufrimiento y las injusticias marcaban la pauta sin dar tregua a aquellos pocos que aún buscaban vivir lejos de la oscuridad. Y es que aún las iglesias que profesaban una fe pura eran capaces de de destruir la fe de sus feligreses a través de los actos impuros de sus miembros. Y aunque quizá la ghoulette jamás lo comprendería, sí pudo ver por medio de los ojos de aquel cuerpo bien improvisado, lo contaminada que estaba la humanidad distinguiendo en sus cuerpos espirituales la sombra de demonios y tinieblas como si fuesen grandes racimos de uvas pestilentes.

 

Poco antes del alba, tras el incidente en el cementerio, la criatura se escabulló en la oscuridad cuando había vuelto en sí, ataviada con la ropa con la cual fue provista gracias a las hermanas de aquella capilla cristiana de un poblado pequeño de Italia. Su misión era poder incorporarse a esta extraña civilización y poder llegar allí donde su oscuro corazón estaba siendo llamado. Se mantuvo oculta durante los tiempos de Sol y salía cuando caía la noche. Buscaba principalmente cementerio, sino, algún bosque que le diera cobijo suficiente, lejos de miradas curiosas. Su sed de sangre aún era bestial, cada noche requería al menos dos víctimas para saciarse, si es que no tres como en la noche en la que acabó con los tres jóvenes. Buscaba consumir principalmente sus corazones y beber sangre fresca. Pasaba todavía por esa molesta adaptación donde fluctuaba entre la conciencia y el instinto demoníaco que tendría cualquier ghoul.

 

Pero los días pasaron, no exentos de conflicto,  logrando mezclarse lentamente con los mortales hasta lograr una convivencia bastante armónica gracias a una amable mujer de edad que la acogió en su humilde morada un día de lluvia intensa en la que la ghoulette vagaba por las calles. Se trataba de una señora comerciante que atendía su local en un añadido justo a continuación de su casa, así, la criatura aprendió a relacionarse de otro modo con los humanos. Gracias a ella adquirió modales que no conocía y pasó de ser retraída, a adquirir un encanto casi natural. Se habituó al lenguaje, a los modos, a los modismos y gestos, aunque cada noche era inevitable entregarse a su naturaleza, siempre alejada de la mujer para no dañarla, pues era el único ser humano de utilidad y con quien sentía quizá una pizca de conexión. Sin embargo, una noche, cuando regresaba de una de sus cacerías, fue descubierta totalmente manchada en sangre por ella. Trató de esconderse lo mejor que pudo, creyendo que todo se había terminado y que probablemente debería asesinarla para no dejar pistas de lo que era realmente, no obstante, pasó todo lo contrario.

 

“No temas, criatura, sé lo que eres” le dijo ella y se mostró totalmente comprensiva, “soy una bruja, cariño, sé que eres un ser de la oscuridad, lo supe desde que te vi y no quería dejarte a la deriva en un mundo que no te comprendería” la calmó después mientras la sacaba de su escondite para poder ayudarla luego a limpiarse. La ghoulette se sintió entonces más segura y tranquila. Y a pesar de que no era la primera vez que era ayudada por un tercero, pero era la primera vez que se sentía tan bien acogida, además de ser el único lugar donde su naturaleza era conocida y aceptada sin miedos. Le hubiese gustado quedarse ahí por siempre, no obstante, su viaje debía seguir, así que tras un mes de convivir con ella y de aprender todo cuando podía, se marchó una noche sin avisar para jamás regresar, sin dejar detrás de sí más que el rastro de su existencia en la mente de la vieja mujer que guardaría el secreto hasta el final de sus días.

 

Continuó su travesía, guiada por su corazón, atravesando poblado tras poblado hasta llegar a ese bosque. Allí, en una noche de oscuridad total donde la luna llena se escondía tras densas nubes, la criatura se internó a su suerte percibiendo toda la maldad oculta tras aquellos grandes y gruesos árboles. Se abrió paso con cautela, con su instinto a flor de piel, con sus afiladas garras listas para lo que fuera y con cada parte de su cuerpo dispuesta a defenderse a muerte. Sus negros ojos contemplaban en la espesura cómo desconocidas sombras se movían de un lado a otro, estudándola tal vez, acechándola para darle caza en cuanto se descuidara, sin embargo, la ghoulette estaba lejos de ello. De todas maneras, pronto algo la tiró al suelo empujándola desde la espalda y haciéndola rodar entre raíces y ramitas caídas. Gruñó de inmediato para lanzarse contra esa cosa que venía a atacarla, propinando los primeros zarpazos defensivos haciendo que, fuera lo que fuera aquello, soltara un alarido aterrador de dolor. Sin embargo, ella no la sacó tan barata y recibió un ataque de vuelta en su rostro, desgarrando una parte de su mejilla revelando su sangre oscura y ardiente como la brea. Ardió en ira justo en el momento que volvía a ser atacada y se batió en un combate mortal con quien osaba molestarla hasta que fue ella quien le arrebató la vida rebanando su garganta y arrancando su corazón con extrema brutalidad. La bomba latiente dio sus últimos espasmos en su mano ensangrentada antes de que ella le diera una mordida vengativa y la lanzara lejos para que el resto de las bestias fueran por la carroña fresca.

 

Reanudó su camino sin más interrupciones, aunque con dolor, mientras sus heridas se iban regenerando de a poco hasta no ser más que recuerdos en su piel. Apestaba a sangre de demonio y no precisamente a la suya. Imaginaba que había seres de mucha menor categoría que ella en aquel bosque y que fungían de guardianes en caso de que hubiera intrusos merodeando los alrededores de, fuera cual fuese el terreno que estaba del otro lado. Mas pronto se fue haciendo una idea, la esencia de ese lugar era infernal, oscura, aunque su energía caótica guardaba cierto orden armónico. No supo cuánto tiempo le tomó atravesar la espesa arboleda y tampoco le pareció importante cuando la gran infraestructura se reveló ante sus ojos. ¿Un monasterio? No pudo evitar la confusión que pronto apareció en su rostro. Observó a su alrededor. Era un lugar solitario salvo por algunas personas que logró vislumbrar en su interior, ¿cómo podrían sus hermanos estar allí dentro? Pero como no conocía el miedo y hasta el momento se había caracterizado por ser una criatura extremadamente curiosa, cruzó el camino para poder ingresar sin siquiera intentar ocultarse. Fue cuando la interceptaron y en ese momento supo que no era un monasterio común. ¿Cómo podían las religiosas verse tan bien? Ya había conocido un templo católico, así que no le fue complejo reconocer las diferencias.

 

– Busco a mis hermanos… – dijo entonces la ghoulette – Ellos me están llamando – agregó mostrando sus manos ensangrentadas.

 

Aunque no fue tan fácil. La llevaron al interior para someterla a evaluación y así conocer su naturaleza que sería revelada pronto por superiores que le parecieron intimidantes y a quienes no se atrevió a mirar a los ojos. Por más obvio que fuera para ella, fue revelada como la ghoulette que era y asignada a una mujer que ella conocería como “hermana del pecado” y que sería su guía en su inmersión a la abadía que pertenecía a la Iglesia de Satanás. Solo ahí se enteró que existía un culto a su máxima autoridad. Le pareció curioso, aunque no descabellado… Se sentiría en casa al menos. Tendría que usar un atuendo además, debía ocultar su rostro tras una máscara y vestir de acuerdo a las normas para servir al Papa y a todo el clero. Nada sonaba tan complicado en realidad, o quizá, gracias a que pasó tiempo con aquella bruja y aprendió habilidades suficientes para ser buena servidora, lo sentía como algo natural que no requería de grandes esfuerzos de su parte. Aunque había ciertas cosas que podían llegar a ser difíciles, como controlar su sed y saber dónde y cuándo cazar para no desbocarse. Sin embargo, suponía que lo aprendería con sus hermanos ghouls luego… Ojalá muy luego, antes de que regresara el hambre.

 

Los primeros días fue la sombra de la mujer quien pasaba tiempo en el cementerio y en los mausoleos. Se dedicaba a limpiar y a mantener el camposanto en excelentes condiciones, principalmente las tumbas más importantes que eran las de mármol y enchapados en minerales preciosos. A la ghoulette le pareció un lugar maravilloso, tanto que no demoró demasiado en aprender ese oficio para poder dedicarse a ello en soledad. Le gustaba estar en el exterior, lejos del ajetreo de la abadía, lejos de los hombres con heterocromía que parecían comerse a todo el mundo solo con los ojos. Necesitaba acostumbrarse a sus presencias, percibir sus energías y así sentirse más familiarizadas con ellos para hablarles, para conocerlos y cambiar de idea respecto a ellos. Solía alternar su tiempo fuera y la habitación que se le asignó cerca de sus hermanos, a quienes todavía no había visto porque pasaban tiempo ocupados en sus propias labores. Era todo extraño y, pese a que le gustaba, se sentía como una total desconocida y como alguien constantemente a prueba. Era cierto que le aterraba la sola idea de cometer un error, de dar un paso en falso, de chocar en algún pasillo con alguien demasiado importante que pudiera aplastarla como a una mosca. ¿Qué tan terribles podían llegar a ser? No quería saberlo.