Llevamos todo el día sin un soplo de viento que impulse nuestras velas. Los esclavos se turnan para remar durante horas, pero no hay forma humana de continuar así la travesía. Hemos acordado atar los barcos entre sí para que la deriva no nos aleje los unos de los otros. Con lo que conlleva tener el galeón de mi hermano pegado a mí querida y pequeña Lacrimosa.

La suerte es que hasta él se ha hartado de este calor y esta calma chicha. Supongo que puedo aprovechar para dejar para la posteridad parte de mi historia.

Me llamo Catalina de Guzmán. Algunos me conocen como La Medusa. En mi decimoquinto aniversario me escabullí en el barco de mi hermano Rodrigo y pagué caras las consecuencias. Pero pude cumplir mi sueño, aprender a navegar. Mi hermano es un pirata despiadado, pero sabe sacarle la rentabilidad a todo. Me estuvo enseñando hasta que pude hacerme con mi propio navío y continuar con el legado Guzmán.

No voy a contar todas las aventuras que me llevaron a conseguir mi primer barco, pero llevo siendo capitana desde hace tres años, cuando tenía solo veinte. Quizá corre por mis venas, quizá tuve que extorsionar, robar y matar a unos cuantos piratas por el camino. Pero lo conseguí y mucho antes que mi hermano. Cosa que nunca dejaré que se le olvide.

En su barco era una grumete más, en mi barco soy la reina y nadie osa llevarme la contraria. Miento, Luci sí que me la lleva, siempre en privado si no quiere cobrar.

Debería contar lo de Luci. Es una esclava que mi padre engendró con una de sus múltiples esclavas y que decidió llevarse en sus travesías por el mar. Luci sabe más que ningún hombre de mi barco. Sabe más que yo, eso desde luego. Pero el saber no lo es todo. Si algo me ha enseñado esta vida es que es más importante el poder. El poder y en su defecto el dinero que también da poder.

Le compré a Luci a mi hermano porque quería deshacerse de ella cuando nuestro padre murió y él la heredó. El ignorante no sabía lo que estaba vendiendo. Ahora es mía. Bueno, no del todo porque la muy lista supo comprarse su propia libertad. Con el dinero que me pagó pude financiarme a Lacrimosa, así que se merece poder trabajar en ella. A Lacrimosa y algunos pequeños objetos de valor extra que uso con ella.

Me temo que tengo que dejar la increíble historia de mi vida aquí por el momento, mi hermano ha pedido audiencia. Puedo oír sus estúpidos mastines desde aquí...