"Cuando una terrible amenaza se avecina a nuestro mundo, existen valientes guerreros dispuestos a favor de la justicia portando armaduras que simbolizan las estrellas y que en cada batalla hacen estallar una energía oculta en su interior llamada "Cosmos". Ellos son los guerreros que luchan para proteger el amor y la paz que existe en la tierra, ellos son. . . los Santos de Athena."
Durante años, no. . . generaciones se habían pronunciado repetidamente aquellas palabras, alentando a aspirar a algo más durante las eras oscuras, eras que pronto iban a terminar gracias al esfuerzo de aquel grupo de guerreros que traerían consigo un rayo de esperanza y un mejor futuro. Una y otra vez fueron pronunciadas, como con cada época en la que la crisis amenazaba a la tierra y que, al final de aquel oscuro umbral dichosos y valerosos jóvenes se alzarían con la victoria sin importar el costo de su sacrificio.
No obstante, la victoria puede ser segadora hasta el punto en que el ignorar al vencido suele considerarse un acto de negligencia, pues el vencido no solo acumula un frustrado deseo por tomar revancha, aún si el odio es alimentado con creces; éste también aprende de sus errores buscando la manera de perfeccionar sus modos. Y esto es lo que sucedió. . .
Frustrado de ser superado por la hija de Zeus y Metis, además de ser conocido por ser un gran perdedor con mucho musculo. Tanto, que incluso un simple mortal le superó durante Troya. Ares, se había vuelto tan experimentado observando desde las sombras, que incluso le bastaron tres Guerras Santas contra Athena y sus caballeros. No solo ello, tuvo la oportunidad de reclutar a sus antecesores, los Titanes que, a su vez, recurrieron hasta el más primitivo dios que siempre estuvo desde el inicio de todo: el Caos.
Dicha unión orilló a Athena a no solo unir fuerzas con otros ejércitos, sino que también consideró que finalmente era tiempo de poner fin a las guerras sin sentido que había sostenido con otros dioses desde la era del mito: Hades, Poseidón, el resto del Olimpo; incluso los guerreros de tierras Nórdicas.
Lucharon codo a codo para evitar la caída de no solo el planeta, sino el universo entero. Fue una encarnizada guerra, tanto que incluso el apoyo de guerreros de tiempos pasados apoyaron en dicho encuentro. A esto, se le llamó la Primera Guerra del Caos.
La victoria parecía lejana, pues sería la primera vez que simples mortales y deidades trabajarían juntos y se enfrentarían contra enemigos difíciles de percibir con sus sentidos físicos. La pérdida en ambos bandos fueron tantas que se temía que todo estaría perdido, pero. . . finalmente sucedió. . . La unión de los Olímipicos y sus armas, que no se daba desde la Titanomaquia o la pelea contra el monstruo Tifón, junto con la la voluntad de los mortales; se llevaron la victoria. Seiya y sus amigos, junto a los Caballeros Dorados de aquella generación, se elevaron al Olímpo, condecorados como guardias de élite del mismo abandonaron el plano terrenal para abrir paso a la siguiente generación de guerreros en la tierra. Así, con una falsa sensación de paz, ya que esto era sólo el primer paso para la victoria de la oscuridad. Tras los ejércitos diezmados lo suficiente, no hubo demora para una Segunda Guerra del Caos diera inicio, esto aunado a que finalmente la encarnación de Athena: Saori Kido, consumó su amor con el caballero Seiya, engendrando a quien encarnaría la destrucción de la existencia misma.
Y al conocerse el amor consumado de ellos, la Segunda Guerra del Caos tuvo un nuevo vencedor: las fuerzas del Caos.
La desolación no se hizo esperar, la tierra fue impregnada de aún más corrupción de lo que ya se encontraba, los dioses abandonaron el Olimpo y el mundo, escapando a un plano existencial donde sólo los dioses podían cruzar: una dimensión aislada. Mientras tanto, los pocos guerreros que quedaron en la tierra fueron masacrados, cazados como alimañas, como una peste que debía ser exterminada antes de volverse nuevamente una amenaza. Ya ahora nadie podía ser orgullosamente llamado un Espectro de Hades, Marina de Poseidón, o. . . un Santo de Athena; pues a la menor provocación que se tenía de un Cosmos, asesinos, berserkers, gigantes o esbirros del caos, eran enviados a terminar con la amenaza. Algunos pudieron resistir en pequeños grupos, aislándose del exterior, entrenando por su cuenta, pero sabían que tarde o temprano la necesidad de más aliados sería requerida. Y es aquí. . . donde inicia la historia de la Tercera y Última Guerra del Caos. . .