• Ashrah ᵈᵉᵐᵒᶰᶤᵒ ᵈᵉ ˡᵘᶻ Sᶤˡᶠᶤᵈᵉ y Gazú Bonetti ,voy revisando los documentos que hay pendientes. Así tenéis menos trabajo cuando regresen a la Mansión. *Sonríe y tras sentarse tras el escritorio revisando algunos documentos*
    [Silfide] y [Gazu122101] ,voy revisando los documentos que hay pendientes. Así tenéis menos trabajo cuando regresen a la Mansión. *Sonríe y tras sentarse tras el escritorio revisando algunos documentos*
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  • Vamos! Crees que este es mi primer rodeo? Jaja, no eres el primer semental que me hace caer sobre mi trasero... y tampoco el ultimo al que terminare amansando. Se paciente, ya vendra el momento. Mientras tanto... podrias venir y rascarme mi bola izquierda? La comezon me esta matando!
    Vamos! Crees que este es mi primer rodeo? Jaja, no eres el primer semental que me hace caer sobre mi trasero... y tampoco el ultimo al que terminare amansando. Se paciente, ya vendra el momento. Mientras tanto... podrias venir y rascarme mi bola izquierda? La comezon me esta matando!
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  • Este mundo tiene un delicioso potencial que ya enerva los sentidos... ¡Estoy ansioso por conocerlo a profundidad!
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  • Si intentas cualquier movimiento innecesario te garantizo dos cosas. En primera que ese será el ultimo error de tu miserable y jodida vida, y en segundo que no me conocen por ser paciente.

    Así que dime ¿Qué estas buscando y por que necesitas la ayuda de un Alquimista como yo? ~

    —Espetó graznando de forma autoritaria al mismo tiempo que sus ojos miraban fijamente a aquella persona frente a el, analizando cada movimiento posible, cada tensión de los músculos y tendones ajenos, cada respiración que llenaba los pulmones contrarios-
    Si intentas cualquier movimiento innecesario te garantizo dos cosas. En primera que ese será el ultimo error de tu miserable y jodida vida, y en segundo que no me conocen por ser paciente. Así que dime ¿Qué estas buscando y por que necesitas la ayuda de un Alquimista como yo? ~ —Espetó graznando de forma autoritaria al mismo tiempo que sus ojos miraban fijamente a aquella persona frente a el, analizando cada movimiento posible, cada tensión de los músculos y tendones ajenos, cada respiración que llenaba los pulmones contrarios-
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    // Hola a todos espero se encuentren muy bien. Creo que por fin puedo decir que estoy de regreso oficialmente, lamento mucho haber dejado roles abandonados y no responder mensajes en mucho tiempo.

    Estuve muy ocupado y sinceramente no tuve casi nada de tiempo y energía para ponerme al día. Deje sin respuesta a mucha gente que aprecio y me disculpo por ello, se que no es algo lindo desaparecer así sin dar casi respuesta alguna, en verdad lo lamento.

    Quien quiera volver a rolear conmigo, que nos pongamos al día, o quieran empezar un rol desde 0 solo escríbanme por privado y yo encantado de corresponderles.

    ¡Los extrañe mucho!
    // Hola a todos espero se encuentren muy bien. Creo que por fin puedo decir que estoy de regreso oficialmente, lamento mucho haber dejado roles abandonados y no responder mensajes en mucho tiempo. Estuve muy ocupado y sinceramente no tuve casi nada de tiempo y energía para ponerme al día. Deje sin respuesta a mucha gente que aprecio y me disculpo por ello, se que no es algo lindo desaparecer así sin dar casi respuesta alguna, en verdad lo lamento. Quien quiera volver a rolear conmigo, que nos pongamos al día, o quieran empezar un rol desde 0 solo escríbanme por privado y yo encantado de corresponderles. ¡Los extrañe mucho!
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  • —Como si hubiese sido obra y mano del destino, como si los astros se hubiesen alineado de forma transversal, aunque inocua e imperceptible para el simple ojo humano, un sin fin de relámpagos y truenos se veían y escuchaban en la lejanía del cielo nocturno aquella noche. La bruma había salido de los callejones y escondrijos de mafiosos y maleantes que dominaban los barrios periféricos de aquel "Reino"; algunos pequeños roedores y animales cuadrúpedos escapaban de los refulgentes destellos en medio de la tormenta que se avecinaba; las gotas cayeron frente a las calles de los suburbios mientras los pocos transeúntes circulaban en medio de las luces y vapores entre asfalto y enrejados.

    Un grupo de bienaventurados y desprevenidos jóvenes habían tenido la mala suerte de toparse con unos degenerados rufianes que los estaban torturando a base de golpes, patadas, incluso algunos tajos producidos por las armas punzantes que traían los infelices, obligando a las pobres almas de esos civiles a soltar gemidos de dolor y chillidos; para la mirada ajena, las caras de esos mafiosos eran como demonios salidos del peor averno imaginable.

    Entre risas y la lluvia que había comenzado a empapar la escena, se comenzaron a oír pasos salidos de un callejón no muy lejos de donde ocurría la acción. A pesar de no poseer talentos ni sentidos mágicos, muchos de los malhechores sintieron un escalofrío de pies a cabeza que los obligó a virar la vista hacia la silueta oscura que salía de entre las sombras.

    Era un sujeto fornido y atlético de grandes dimensiones, unos ojos serpenteantes y amarillos que inundaban de terror a todo aquel que tuviera contacto directo con esas endemoniadas perlas, sumado a las gotas de la lluvia que obligaban a su cabello a ceder ante la gravedad dando un aspecto más tenebroso.

    Ante la mirada de terror de los torturadores y las víctimas, el humanoide jadeante frente a ellos con mirada gélida y a la vez llena de furia emitió solo una frase antes de arremeter contra aquel pequeño ejército.-

    Parece que la muerte no me sienta tan bien, creo que ya es tiempo de regresar ~
    —Como si hubiese sido obra y mano del destino, como si los astros se hubiesen alineado de forma transversal, aunque inocua e imperceptible para el simple ojo humano, un sin fin de relámpagos y truenos se veían y escuchaban en la lejanía del cielo nocturno aquella noche. La bruma había salido de los callejones y escondrijos de mafiosos y maleantes que dominaban los barrios periféricos de aquel "Reino"; algunos pequeños roedores y animales cuadrúpedos escapaban de los refulgentes destellos en medio de la tormenta que se avecinaba; las gotas cayeron frente a las calles de los suburbios mientras los pocos transeúntes circulaban en medio de las luces y vapores entre asfalto y enrejados. Un grupo de bienaventurados y desprevenidos jóvenes habían tenido la mala suerte de toparse con unos degenerados rufianes que los estaban torturando a base de golpes, patadas, incluso algunos tajos producidos por las armas punzantes que traían los infelices, obligando a las pobres almas de esos civiles a soltar gemidos de dolor y chillidos; para la mirada ajena, las caras de esos mafiosos eran como demonios salidos del peor averno imaginable. Entre risas y la lluvia que había comenzado a empapar la escena, se comenzaron a oír pasos salidos de un callejón no muy lejos de donde ocurría la acción. A pesar de no poseer talentos ni sentidos mágicos, muchos de los malhechores sintieron un escalofrío de pies a cabeza que los obligó a virar la vista hacia la silueta oscura que salía de entre las sombras. Era un sujeto fornido y atlético de grandes dimensiones, unos ojos serpenteantes y amarillos que inundaban de terror a todo aquel que tuviera contacto directo con esas endemoniadas perlas, sumado a las gotas de la lluvia que obligaban a su cabello a ceder ante la gravedad dando un aspecto más tenebroso. Ante la mirada de terror de los torturadores y las víctimas, el humanoide jadeante frente a ellos con mirada gélida y a la vez llena de furia emitió solo una frase antes de arremeter contra aquel pequeño ejército.- Parece que la muerte no me sienta tan bien, creo que ya es tiempo de regresar ~
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    — Dejame besarte un poco mas, solo un poco antes de que amanezca
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  • — Sukuna y Uraume... Yuta y Maki... Megumi y la gata rompe hogares... Suguru y ¿casi todas?... Yo con quien..?

    Su mente estaba algo nublada. Era muy normal que cuando Satoru estaba solo se pusiera algo pensativo en las cosas que le pasaban dia a dia, era algo pesado incluso para el. "¿Por que?", era lo que decia todas las noches cuando pasaba algo

    "¿Por que murio?, ¿Por que me toco a mi ser el mas fuerte?, ¿Por que tenemos que obedecer?" Siempre se preguntaba en cada ocasion, pero lo que mas le fastidiaba pensar es que despues de tantos años no a podido encontrar el amor, y la ves que estuvo mas cerca de conseguirlo... lo arruino

    — Se supone que soy el mas guapo, ¿por que es tan dificil?

    Volteo a ver una caja de cigarros que Suguru habia dejado cuando fue de visita a su casa, no era la primera ves que dejaba cosas, pero nunca los cigarros. Dirigió su mano a la caja de cigarrillos que estaba hay, pero antes de agarrarla, se detuvo y opto por agarrar un caramelo que estaba al lado

    — No lo hare
    — Sukuna y Uraume... Yuta y Maki... Megumi y la gata rompe hogares... Suguru y ¿casi todas?... Yo con quien..? Su mente estaba algo nublada. Era muy normal que cuando Satoru estaba solo se pusiera algo pensativo en las cosas que le pasaban dia a dia, era algo pesado incluso para el. "¿Por que?", era lo que decia todas las noches cuando pasaba algo "¿Por que murio?, ¿Por que me toco a mi ser el mas fuerte?, ¿Por que tenemos que obedecer?" Siempre se preguntaba en cada ocasion, pero lo que mas le fastidiaba pensar es que despues de tantos años no a podido encontrar el amor, y la ves que estuvo mas cerca de conseguirlo... lo arruino — Se supone que soy el mas guapo, ¿por que es tan dificil? Volteo a ver una caja de cigarros que Suguru habia dejado cuando fue de visita a su casa, no era la primera ves que dejaba cosas, pero nunca los cigarros. Dirigió su mano a la caja de cigarrillos que estaba hay, pero antes de agarrarla, se detuvo y opto por agarrar un caramelo que estaba al lado — No lo hare
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  • La sala de tratamiento estaba en silencio, salvo por el tenue zumbido de los tubos fluorescentes. Shoko se inclinaba sobre una camilla vacía, limpiando las manchas de sangre seca en las sábanas con movimientos metódicos. No le gustaba dejar el trabajo a medias, aunque odiaba admitir que aquello le daba cierto sentido de control. El olor metálico de la sangre persistía, mezclándose con el desinfectante que había usado momentos antes.

    Se enderezó, encendiendo un cigarrillo con el encendedor desgastado que siempre llevaba en el bolsillo. Dio una larga calada, dejando que el humo llenara sus pulmones y luego se disipara en el aire. Miró el reloj en la pared: las tres de la madrugada. Esa era la hora en la que todo parecía más crudo, más honesto. La hora donde los pensamientos no pedían permiso para invadirla.

    Shoko caminó hacia la ventana abierta. Afuera, la luna bañaba el patio en una luz tenue y fría. El viento helado rozó su rostro, pero no hizo ningún intento por cerrarla. Era extraño cómo aquella brisa nocturna parecía ser lo único que le recordaba que aún estaba viva, que aún existía más allá de las sombras de los demás.

    Pensó en todo lo que había visto ese día: maldiciones que apenas lograron ser exorcizadas, estudiantes heridos que le pedían que no dejara de curarlos, aunque apenas podían hablar del dolor. Se había acostumbrado al trabajo, al horror constante. Pero a veces, como ahora, la acumulación de esas imágenes se filtraba en su mente, quedándose atrapadas en un rincón donde ni el humo podía alcanzarlas.

    Dejó escapar una risa seca. Había tenido la oportunidad de escoger una vida más sencilla. Podría haber sido médica en cualquier hospital ordinario, tratando enfermedades normales y lidiando con problemas humanos. Pero no, había elegido esto: sangre, maldiciones y cicatrices que nadie más podía ver.

    "¿Por qué lo hago?" murmuró en voz baja, dirigiéndose al reflejo borroso de su rostro en el vidrio de la ventana. "¿Por qué sigo aquí?"

    La respuesta no llegó. Nunca llegaba. Tal vez no existía.

    Apagó el cigarrillo contra el borde de la ventana y dejó que la colilla cayera al suelo del patio. Volvió a la sala de tratamiento, recogiendo las herramientas que había usado y guardándolas con precisión casi ritual. Cada objeto tenía su lugar, y esa rutina era lo único que le daba estructura a su caos interno.

    Finalmente, se sentó en la silla giratoria junto al escritorio, encendiendo otra vez su encendedor sin intención de usarlo. La llama bailaba delante de sus ojos, proyectando sombras que parecían figuras familiares: rostros de amigos que ya no estaban, de estudiantes que se habían marchado demasiado pronto. Cerró el encendedor con un chasquido y apoyó la cabeza entre las manos.

    El amanecer no estaba lejos, pero Shoko sabía que esa noche, como tantas otras, no dormiría. No porque no pudiera, sino porque no quería.
    La sala de tratamiento estaba en silencio, salvo por el tenue zumbido de los tubos fluorescentes. Shoko se inclinaba sobre una camilla vacía, limpiando las manchas de sangre seca en las sábanas con movimientos metódicos. No le gustaba dejar el trabajo a medias, aunque odiaba admitir que aquello le daba cierto sentido de control. El olor metálico de la sangre persistía, mezclándose con el desinfectante que había usado momentos antes. Se enderezó, encendiendo un cigarrillo con el encendedor desgastado que siempre llevaba en el bolsillo. Dio una larga calada, dejando que el humo llenara sus pulmones y luego se disipara en el aire. Miró el reloj en la pared: las tres de la madrugada. Esa era la hora en la que todo parecía más crudo, más honesto. La hora donde los pensamientos no pedían permiso para invadirla. Shoko caminó hacia la ventana abierta. Afuera, la luna bañaba el patio en una luz tenue y fría. El viento helado rozó su rostro, pero no hizo ningún intento por cerrarla. Era extraño cómo aquella brisa nocturna parecía ser lo único que le recordaba que aún estaba viva, que aún existía más allá de las sombras de los demás. Pensó en todo lo que había visto ese día: maldiciones que apenas lograron ser exorcizadas, estudiantes heridos que le pedían que no dejara de curarlos, aunque apenas podían hablar del dolor. Se había acostumbrado al trabajo, al horror constante. Pero a veces, como ahora, la acumulación de esas imágenes se filtraba en su mente, quedándose atrapadas en un rincón donde ni el humo podía alcanzarlas. Dejó escapar una risa seca. Había tenido la oportunidad de escoger una vida más sencilla. Podría haber sido médica en cualquier hospital ordinario, tratando enfermedades normales y lidiando con problemas humanos. Pero no, había elegido esto: sangre, maldiciones y cicatrices que nadie más podía ver. "¿Por qué lo hago?" murmuró en voz baja, dirigiéndose al reflejo borroso de su rostro en el vidrio de la ventana. "¿Por qué sigo aquí?" La respuesta no llegó. Nunca llegaba. Tal vez no existía. Apagó el cigarrillo contra el borde de la ventana y dejó que la colilla cayera al suelo del patio. Volvió a la sala de tratamiento, recogiendo las herramientas que había usado y guardándolas con precisión casi ritual. Cada objeto tenía su lugar, y esa rutina era lo único que le daba estructura a su caos interno. Finalmente, se sentó en la silla giratoria junto al escritorio, encendiendo otra vez su encendedor sin intención de usarlo. La llama bailaba delante de sus ojos, proyectando sombras que parecían figuras familiares: rostros de amigos que ya no estaban, de estudiantes que se habían marchado demasiado pronto. Cerró el encendedor con un chasquido y apoyó la cabeza entre las manos. El amanecer no estaba lejos, pero Shoko sabía que esa noche, como tantas otras, no dormiría. No porque no pudiera, sino porque no quería.
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    Toca hacer limpieza, ya estuvo de buena gente alv//
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