La parte buena de los peores moteles del país era que no hacían preguntas.
Daba igual que aquel hombre que había aparcado un Impala justo frente a la recepción, hubiera entrado lleno de suciedad, con sangre reseca por toda su mano derecha. Daba lo mismo su sequedad y su gesto hosco, no les importaba que sus hermosos ojos verdes se vieran turbados por una lucha interna llena de secretos que ni el mismo era capaz de desentrañar.
Todo aquello daba igual, por qué allí se habían visto cosas mucho peores, al menos en apariencia.
Así que, aprovechándose de ese hecho, Dean adquiere una de las habitaciones, las horas suficientes como para poder darse una ducha y dormir antes de proseguir su camino hacia casa. Por fin el maravilloso sonido, el cual aquella vez el Winchester no estaba disfrutando, del motor se extingue de nuevo cuando esta vez, aparca frente a la puerta de la habitación que le había sido asignada.
Llevaba toda la noche conduciendo como si estuviera en trance, y no había sido hasta que había salido del estado, cuando ya había una considerable cantidad de kilómetros entre él y el cementerio, que había considerado y había tenido la voluntad de buscar un lugar donde parar. Había salido del coche mientras los primeros rayos de sol comenzaban a iluminar con algo más de fuerza. La cabeza gacha, en su mano derecha una única llave enganchada a un llavero gigante en el que estaba grabado el número de la habitación y en su zurda su bolsa con algo de ropa limpia. Con esas entra en la habitación, ni siquiera se detiene a mirar la estancia, no se fija en ambas cama individuales, las dos equipadas con "dedos mágicos" ni en la destartalada mesa, encima de la cual deja caer la llave. Lo cierto era que no había mucho más en lo que fijarse.
Dean lanza su bolsa a los pies de una de las camas, y desaparece, antes de que esta deje de moverse, por la puerta que daba al baño.
Antes de entrar en la ducha, o de tratar si quiera de quitarse los rastros de sangre, se acerca al lavabo, apoya ambas manos en los fríos laterales de la pila, y tras inspirar hondo consigue reunir las fuerzas necesarias para levantar la mirada y enfrentar su propio reflejo. Quizás esperaba que fuera su reflejo el que le explicara que era todo lo que estaba ocurriendo, todo lo que él estaba viviendo. Que le explicara porque había huido por primera vez de una batalla, de una misión, y sobre todo porque lo había hecho sin conseguir su objetivo. No le importaban las altas probabilidades de morir, nunca lo habían hecho, y menos aun cuando su sacrificio podia comprar una oportunidad para aquellos que le importaban.
Recordaba las palabras de Hope, sabía que le había pedido que se fuera, el había protestado, se había negado en rotundo, pero de pronto se encontraba en el coche.
Huyendo, con la varilla del cuenta kilómetros luchando por mantenerse en el lado izquierdo de la circunferencia. Como un cobarde. Al final toda aquella palabrería de aquel demonio era verdad, Hope le había engañado, había jugado con él, le había usado para conseguir su objetivo, le había manipulado, se había, con algún truco extraño, metido en su cabeza, y de pronto todo lo que le había podido obligar a hacer y no recordar después, le provoca un escalofrio.
Le había mentido, desde el principio y en todo. Estaba claro que era mucho más que una bruja, le había arrancado una estaca del corazón, LE HABIA URGADO EN AQUEL ORGANO VITAL.
En ese momento alza su mano derecha y la observa girándola unos segundos, antes de cerrar el puño con fuerza y descargarlo sobre el lavabo. Había estado a merced de un puñetero monstruo y la estupidez que sentía en aquellos momentos se transformaba en rabia a pasos agigantados.
Al final termina por entrar en la ducha, y mientras el agua fría le caía por el cuerpo, desde la cabeza a los pies, el trataba de aceptar la situación. No podia volver, ya lo había intentado. Y tampoco sería de mucha ayuda en aquellos momentos en los que Hope ya estaría en la otra punta del mundo con su gracia de Arcangel. De modo que tenía que buscar otra manera de traer de vuelta a Jack y Mary.
En ese momento ya era lo único importante. La había cagado y no podia hacer nada para cambiarlo, pero si podia buscar una alternativa, porque no iba a dejar que aquello les dinamitara las opciones de recuperar a su familia. No iba a permitirlo.
Esperaba que el agua hiciera desaparecer, al igual que la suciedad y la sangre de su piel, la cual ahora manchaba todo el suelo rugoso de un rojo diluido, también aquella sensación de fracaso, de traición, mientras alza la cabeza cerrando los ojos, dejando que el agua impacte directamente en su rostro.
Unas cuantas horas más tarde, mientras estaba tumbado en la cama aún hecha, con su ya ropa limpia, decide llamar a Sam. Hacia demasiado que no hablaba con él y aunque suponía que debido a su misión, su hermano le había dejado tiempo, él quería saber cómo iban las cosas por casa. Pero lo cierto es que no llega a marcar el número de Sam, porque nada más desbloquear el aparato, el mensaje que le había mandado hacia cuatro días en relación a todo lo que había encontrado acerca de los vampiros que parecían haber matado a Frank, salta a la pantalla.
De pronto algo en lo que hasta el momento, quizás por estar tan cegado, tan cerca del cuadro que no podia ver la imagen completa, no había caído, le golpea en la cara con la fuerza de un bate de beisbol.
Hope había acabado con la vida de Frank.
¿Cómo no lo había visto antes, cuando estaba tan claro? No antes antes cuando pensaba que Hope era una simple bruja, si no antes cuando ya había quedado establecido que era una triple amenaza,
Sus ojos ávidos de respuestas navegan por las palabras escuetas de su hermano. No podia contarle todo en un solo y simple mensaje de texto, tan solo le había dado algunas claves necesarias, lo mínimo que debia de saber si quería o tenía que enfrentarse a un vampiro de aquella especie. Pero conocía a Sam, y sabía que habría llegado al fondo de aquel asunto, y él seguiría investigando. Iba a zanjar aquello. Le es necesaria toda su fuerza de voluntad para no coger su bolsa y salir en ese mismo momento de la habitación, todo su ser le pedía arrancar a Baby y pulverizar los kilómetros que le separaban del bunker, de su hermano y de su extensa y (aunque hasta ahora nunca había pensado en ese lugar de aquella manera) increíble biblioteca. Pero el sentido común, ese que tenía que obligarse a usar de vez en cuando le decir que no podia ponerse al volante, no sin haber dormido sus tres horas reglamentarias para estar de nuevo como una rosa. Y aunque no se sentía capaz de apagar su mente, de acallar sus pensamientos, o de bajarles el volumen lo necesario para descansar, el cazador se termina por recostar del todo sobre el colchón, cruza los brazos por encima de su pecho y cierra los ojos.
⸻⸻ Hacia pocas horas que había llegado a casa. Que había aparcado el coche en el garaje y había subido hasta la biblioteca donde Castiel y Sam estaban enfrascados en los libros más gruesos que parecían tener. Ambos habían levantado la vista con la esperanza brillando en sus ojos, esperanza de que él les llevara el ingrediente secreto para la tarta de manzana de la abuela.
Pero su rostro, su expresión, les borra aquel gesto de la cara en pocos segundos. Por supuesto el primero en entender la situación, en notar el humor que rodeaba a su hermano mayor es Sam.
— ¿Qué ha ocurrido? Hace días que no sabemos nada de ti, llevo llamándote todo el día, si no dabas señales de vida, esta noche íbamos a salir a buscarte.
— Lo siento, el cacharro se ha quedado sin batería a mitad de camino.
Mientras habla, el mayor de los hermanos lanza el móvil apagado a la mesa, por la cual se desliza hasta chocar con una de las lámparas ancladas a esta. Podia haber activado otro de los, mínimo, cuatro móviles que tenía en la guantera del coche, en aquella caja de cartón que pedía a gritos que la renovaran, pero estaba tan cerca de casa, que no iba a distraerse con algo tan estúpido.
— Vamos a tener que buscar una alternativa a eso de la gracia de Arcangel…
Tras aquellas palabras y antes de continuar con la historia, Dean da dos pasos hasta llegar a su parte favorita de la biblioteca, el mueble bar, de dónde saca un vaso, chato y grueso en la base, e increíblemente fino en el borde. Llena menos de la mitad del whisky que hay al lado y mientras inspira hondo y le da un primer trago, se sienta en la cabecera de la mesa donde le esperan sus oyentes, en un silencio casi reverencial, expectante.
Les termina contando absolutamente todo, aunque algunas cosas con más detalles que otras. Mientras iba poniendo en palabras su “aventura” la mirada de Sam se iba haciendo cada vez más grande. Una variante de su mirada de cachorrito desvalido. El cachorrito sorprendido.
—… me obligó a irme. De alguna manera extraña no tuve opción, no era capaz de pararme, de dar media vuelta, por mucho que lo intentara o lo deseara.
— Dean… Hope Mikaelson es LA criatura sobrenatural. No tenías ningún tipo de opción… No esperaba que fuera ella el vampiro que mató a Delano, la verdad, pero he seguido investigando por mi cuenta mientras esperábamos tu regreso y…
En ese momento el menor, y el más alto de los hermanos se levanta de la mesa, y vuelve a los diez segundos con un libro tan grande que por muchas ganas que tuviera Dean de esclarecer todo aquello y aprender sobre aquella nueva amenaza que se les había presentado, no pudo evitar resoplar y mirar aquel tomo como si le fuera a llevar la vida tan solo abrir su tapa.
Al final resulta que entre varios tomos más, y las notas de Sam, quedaba todo bastante claro, y encima era todo tan fantástico tan de novela de ficción juvenil que resultaba incluso entretenido.
La existencia de una familia de la cual radicaba la creación del vampirismo, algo parecido a los Alfas que ellos ya conocían, pero elevado a la máxima potencia. Lo cierto era que podia ser un mito, leyendas que las propias criaturas se habían inventado para explicar su origen. Esas son las palabras de Sam que consiguen hacer que Dean levante la mirada del libro que estaba leyendo.
— Claro porque nuestras leyendas se han quedado así ¿verdad? Como leyendas, como historias sobre la creación. Los ángeles, los demonios, el cielo, en infierno, el puñetero Dios y Lucifer…
No, Dean estaba seguro de que aquello era real, y si era real, si investigaban lo suficiente, si desentrañaban aquel misterio sería capaz de hacerle pagar a esa niña todo cuanto le había hecho. Y encima libraría al mundo de una triple amenaza.
Pero todo aquello tendría que esperar, nada podia ir antes, nada era más importante que buscar una alternativa y traer de vuelta a los dos miembros perdidos de aquella extraña familia suya.
﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌﹌ Habían conseguido reclutar a dos amigos, a dos seres que habían esquivado la muerte a manos de Lucifer, a Gabriel y a Rowena. Rowena era la bruja necesaria para hacer el hechizo, y ante la cagada que se había marcado con la gracia de Arcangel, Gabriel iba a ser el suplente, aquel que se había ofrecido para donar el último y más importante ingrediente.
Todo estaba listo, estaban preparados, en la biblioteca del bunker, la bruja pelirroja tenía todo listo, y Gabriel estaba, por desgracia, en su cuarto “extrayéndose” su gracia. Tendría que cambiar las sabanas cuando volviera.
Pero como ya parecía ser algo común en ellos, como una maldición, nada parece salirles bien a la primera, la brecha, que sí que consigue crearse en el hueco vacío frente a ellos, dura no más de diez segundos antes de languidecer, poco a poco, impotente. Aquella era toda la gracia que un mermado Gabriel podia aportar, y no estaban en condiciones de esperar a recuperara todo su poder.
Algo que al parecer también les salía bastante bien a los Winchester, o al menos mejor que lo anterior, era el triple salto mortal hacia atrás.
Castiel y Sam habían dado con la clave. Si usaban al último Arcangel que tenían a mano como un surtidor de gracia, manteniéndolo retenido, podrían tener la brecha abierta todo el tiempo que les hiciera falta para poder llevar a cabo su misión.
Les lleva más tiempo del que habían previsto, más esfuerzo y sobre todo más sufrimiento del que esperaban. Y al final, después de demasiados cambios de planes, demasiados imprevistos, y demasiadas trabas por el camino, consiguen su objetivo, más o menos y es que habían ido a buscar a dos personas y se habían vuelto con dos docenas.
Salvar vidas era lo suyo, llevaba toda la vida haciéndolo. Pero ver su bunker, su bat-cueva, su casa llena de gente extraña, de personas que eran igual a aquellas que habían perdido tiempo atrás y que habían sido importantes para ellos, pero no eran la misma persona… todo aquello le estaba sobrepasando, y como si necesitara más excusas o razones para retomar aquella investigación que seguía martilleándole la cabeza, como un escozor, un picor en su cerebro que no le dejaba descansar, aquella era la guinda del pastel.
Dejan al Bobby de imitación, y a Mary al mando de todo aquel tinglado que tenían montado de pronto, y tanto él como Sam abandonan su hogar para poner rumbo a Luisiana. Sin que sirviera de precedente, el mayor cede el asiento del conductor a Sam, al menos los primeros kilómetros, conforme se acercaran a su destino, le sería más difícil mantenerse en una posición pasiva, y entonces reclamaría el control de SU coche.
🎺 🎷 → Habían hecho un viaje de dieciséis horas, pero a pesar de las recomendaciones de su hermano, Dean insiste en comenzar en ese mismo momento.
Gracias a todo cuanto estaba escrito acerca de aquellos seres, sus pasos les llevan sin vacilación alguna, al barrio francés. Mientras paseaba por sus calles, Dean observa absolutamente todo lo que su vista puede alcanzar y no puede evitar pensar que si en algún momento de su vida hubiera tenido vacaciones, aquel hubiera sido un gran destino. Sam le da un suave golpe en el hombro para llamar su atención, mientras con la mano contraria señala bar ubicado en el lateral de calle bajo los porches, Rousseau’s rezaba el cartel. Y la verdad era que ¿en qué mejor lugar la gente se sentía con más ganas de compartir que en un bar?
Ambos hermanos entran dejando así atrás el sol abrasador que en aquella hora del día caía encima de las calles. El local no está muy concurrido, Sam saluda y se acerca a la barra para pedir mientras un amable hombre tras el mostrador se le acerca dándole la bienvenida.
Él por su parte desvía sus pasos en dirección contraria, hacia las paredes y aquellos interesantes marcos que colgaban de las mismas. Sus ojos van saltando de una cara desconocida a la siguiente, hasta que unos ojos azules que parecían traspasar el cristal en el que estaban encerrados llaman su atención. Justo en ese momento su hermano le pone delante un botellín de cerveza, y él lo coge sin mirar, sin apartar la vista de la imagen, y señalándosela a Sam con su zurda.
— Es ella Sam, es Hope. Creo que hemos llegado a parar al sitio correcto.
Su hermano se fija también en la imagen que él le señala, y en el resto, de las que le rodean. Un hombre con una mirada que parecía capaz de saber todos tus secretos, y una sonrisa que endulzaba de una forma extraña su gesto.
A su lado otro hombre moreno, con un traje por el que cualquier británico estirado de los hombres de letras suspiraría, y entre ellos, una despampanante rubia.
Tardan al menos unos segundos más en darse cuenta de que el murmullo característico de aquel y cualquier bar se había ido apagando, y de que ellos eran el objeto de todas las miradas. Quizás era por ser forasteros, quizás por estar y mostrarse realmente interesados en aquellos marcos, quizás por todo en conjunto.
De pronto un anciano, un señor de aspecto frágil, agarrado a un bastón de madera, lleno de nudos, se acerca a ellos, y señala, alzando dicho bastón a la foto de Hope.
— Guapa, ¿verdad? Digna hija de su madre en ese sentido, aunque sacó los ojos de su padre…
— Su padre…
— Klaus Mikaelson, por supuesto.
— Por supuesto…
El buen señor alza de nuevo su bastón y esta vez señala al hombre de mirada intensa que posaba al lado del trajeado y la rubia. Dean le lanza una mirada de circunstancias a Sam.
— Su familia siempre ha estado ligada a esta ciudad. Hace unos años volvieron todos, pero han vuelto a desaparecer, ¿en mi opinion? Creo que han muerto. Menos la chica, no, ella lleva el legado familiar, seguro.
Aquel hombre les estaba dando una gran información, pero lo cierto era que había una mirada mucho más penetrante que el resto, proveniente de un hombre alto, negro, y solitario ocupando una mesa individual al fondo del bar.
De modo que tras agradecer la charla, pagan su consumición sin empezar, dejan ambos botellines en la mesa más cercana y salen por la puerta con las mismas que habían entrado.
📚 🐺 💉🔮 → — Deberíamos volver… ya sabemos que los Mikaelson parecen ser todo lo que los libros cuentan sobre ellos, y que Hope es hija de Klaus… No deberíamos dejar a mama y Bobby solos en el bunker tanto tiempo, no tal y como estan las cosas…
— Vuelve, yo quiero dejarme caer por Mystic Falls, ese pueblo no para de salir por todos los lados, y también unos hermanos…. Salvatore.
Le cuesta recordar unos segundos el apellido, y su rostro se llena de orgullo cuando lo dice.
De esa manera, los hermanos, Winchester en este caso, siguen caminos separados. Sam alquila un coche para llegar al bunker, y Dean se lleva el Impala hasta Virginia.
No tarda mucho en encontrar el centro neurálgico de aquel pequeño pueblo, y si la formula había funcionado una vez, ¿Por qué no iba a hacerlo dos veces? El Mystic Grill llamaba la atención, lo suficiente como para que el cazador lo localice con facilidad.
Nada más entrar, se da cuenta de que aquel lugar es mucho más acorde a él mismo que el Rousseau’s. Sus ojos se van directos a la mesa de billar, la cual estaba a la izquierda de la entrada frente a la barra, y separada de esta por numerosas mesas.
Pero no había ido hasta allí para jugar al billar, lo que sí que le había recordado era que llevaba demasiados años sin hacerlo. Pide un whisky cuando le preguntan qué quiere y cuando se lo ponen deja un billete sobre la barra como pago.
— Disculpa, igual tú me puedes ayudar.
Dean sujeta la mano de la joven, de forma sutil, antes de que la retire de la barra, mientras le dedica una radiante sonrisa.
— Acabo de llegar al pueblo y ando algo perdido, estoy buscando, a los Salvatore…
— ¡Ah! ¡La escuela Salvatore!
El rostro de la joven parece iluminarse al poder ayudar a aquel misterioso forastero, y Dean, le guiña un ojo de manera calculada.
— Eso es, justo, ¿sabes dónde está ubicada?
Después de dos flirteos tontos, y de terminarse el whisky, Dean sale del bar, con la dirección concreta de la dicha Escuela Salvatore, a la cual llega en realmente poco tiempo, ahora que la había visto, estaba seguro de que podría haberlo encontrado por sí mismo.
Todos sus instintos le decían que si iba a meterse de cabeza en una escuela de monstruitos debería ir armado. Pero también sabía que no debia parecer una amenaza. Su presencia allí, no era más que teórica. No quería masacrar a una escuela llena de críos, por muy supernaturales que fueran. De modo que únicamente con la placa encima, se encamina hacia la puerta principal.
No tiene que esperar demasiado hasta que una belleza rubia le abre la puerta, con una enorme y encantadora sonrisa, pero con unos ojos azules que lo escanean de arriba abajo.
— Buenas tardes, ¿es usted la responsable del lugar?
— Caroline Forbes, directora de la escuela. ¿Qué necesita?
— Soy el agente Henricksen. Victor Henricksen.
Mientras habla enseña su placa, con total calma, y deja que la mujer la mire todo cuanto necesite.
— No quiero molestarles, y le aseguro que mi visita será rápida y silenciosa. Hemos encontrado un cadáver desangrado a pocos kilómetros de aquí. Vamos a mostrarnos un respeto mutuo y no finjamos que no sabemos lo que sabemos.
Aquellas palabras Dean las deja caer con una total naturalidad al ver la cara de póker que le estaba dedicando la directora de la escuela.
— Tan solo quiero comprobar que todo está en orden, que sus alumnos no tienen conductas extrañas, que no falta ninguno…
Al final parece conseguir que la rubia le deje entrar, aunque no se despega de él un solo segundo y le muestra con su mano el camino hasta lo que pronto descubre que es su despacho. Como era lógico Dean tiene que exponer su historia, aquella que se iba inventando sobre la marcha para conseguir vía libre por la escuela.
— Descubrí el mundo sobrenatural de mala manera cuando era muy joven, y decidí dedicarme a este trabajo para cerrar casos que nadie más que yo puede cerrar. No vengo armado Caroline. Sé que es muy precipitado que te pida que confíes en mí, sé que tienes bajo tu cargo a demasiados adolescentes, pero ahora mismo entre estas paredes yo soy la presa, ¿no?
Aquellas palabras eran realmente serias, pero su sonrisa las aligera, mientras se levanta de la silla en la que se había sentado y alza los brazos en cruz, unos segundos, mostrando las palmas.
Todo aquello parece colar, y le dejan vagar solo por la escuela, aunque siente, y sabe que tiene los ojos claros de aquella mujer clavados en su nuca continuamente. De modo que mantiene un tiempo más su personaje, hasta que llega a la biblioteca, donde guardaban un ajado diario en una vitrina, el cual llama su atención. Pero aquella vez, y sin que sirviera de precedente, son los libros los que le llaman más la atención que todo lo demás.
>> Cuando por fin vuelve a estar en la puerta de entrada a la escuela, frente a Caroline, Dean extiende su mano derecha, esperando a que la mujer la estreche. Cosa que hace después de unos segundos.
— Muchas gracias por todo, siento la tardanza, pero vuestra biblioteca me ha atrapado, es fascinante leer sobre todo lo que he conocido desde que era crio…
— No hay problema, espero que resuelvas el caso.
La sonrisa de la rubia, le hacía intuir a Dean que en ningún momento aquella mujer se había tragado su tapadera, y a pesar de todo, le había dejado pasar, tampoco iba a preguntarle sus razones, tan solo agradece su buena suerte, alza una mano a modo de despedida y desaparece de allí.
ପଓ Por fin sentía que sabía todo cuanto había que saber acerca de Hope, acerca de su familia, de los Originales, y de todo cuanto la rodeaba. Le hubiera encantado pode seguir por aquel camino, zanjar aquel tema, pero para su sorpresa había terminado dando el sí. Y no, no era para pasar por el altar. Era un sí que había negado mucho más tiempo, durante años, pero era la única manera de matar a Lucifer, de terminar con aquella amenaza que les llevaba dando por culo demasiado tiempo. De modo que lo hizo, previo trato que el emplumado de Miguel no tardó en romper.
Había pasado demasiado tiempo siendo un simple espectador dentro de su propio cuerpo, viendo como Miguel rastreaba a Rebekah Mikaelson y Marcel para hacerlos parte de su retorcido plan… y de pronto sin saber cómo ni porque, volvía a ser dueño y señor de su propio cuerpo.
No sabían la razón, de lo que estaban seguros era de que Miguel no le había dado la libertad por la buena fe de su corazón, algo estaba tramando, y Dean tenía miedo de que aquel algo tuviera que ver con su visita a Nueva Orleans, con Rebekah, con Marcel, o con la misma Hope. Tenía que encontrarla, por demasiados motivos.