A causa de rehusarse a vivir sin la calidez, el amor y la hermandad; diariamente se refugiaba en las memorias de su hermano, incapaz de avanzar, con el peso en el alma por la ausencia de su voz y su presencia.

Estaba en un duelo que jamás podría vencer, puesto que dolía tanto, quemaba en sus adentros y su corazón se volvía débil.

Román era su todo. A quién mas amó por sobre cualquier otra persona, por quién habría dado la vida de ser posible. Su amor incondicional era una fortaleza que ahora le hacía daño y le dejaba una sensación vacia.

Sin alguien a quien cuidar ¿Qué mas le quedaba?. La indeseada tristeza y sus amargas lágrimas no le permitían ver más allá del camino; en la penumbra, su sendero comenzaba a perder sentido. 

Todo perdía lógica en su mundo. Cualquier cosa que hubiese estado construyendo a lo largo de sus 26 años, ahora ya no valían nada. Él mismo sentía que perdía valía.

Por supuesto, estaba atormentado, y sumado a ello, en su conciencia recaían con dureza las palabras de sus padres, quienes siempre lo habían visto como un fracaso. Realmente no es que tomara en cuenta sus opiniones, entre ellos y él había quedado claro que ya no había una relación familiar, pero no podía eludir inquietudes que se presentaban al recordar a su verdadera familia, Román.

¿Era posible que también fracasara como hermano?

La idea de no haberle brindado lo suficiente, de no haber demostrado más, de no cumplir algunas cuantas promesas, hacían que también se inundara en arrepentimientos que difícilmente se podrían enmendar.

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