• Do you remember me? Remember all of that?
    Fandom IT
    Categoría Terror
    Los Ángeles, 2016.

    Aquel fin de semana no pudo ir a visitar a Nathan, estaba demasiado ocupada, su agenda estaba completa. Su teléfono no dejaba de sonar, Alice, su representante, estaba concertándole mil y una citas con agencias de actores, muchas ellas estaban buscando gente para micro teatros, otras para anuncios, y las que más le importaban a ella: las películas y las series. Llevaba años persiguiendo el papel de protagonista y hasta ahora no había pasado ninguno de los castings a los que se había presentado. ¿Tendría tal vez algo que ver con que ella jamás se marchó de Derry? ¿No del todo? Ese sitio te ataba, te estancaba, te hacía miserable en la vida. Si Ally hubiera coincidido con los que fueron en su día sus amigos, “los perdedores”, se hubiera asombrado de ver que cada uno de ellos había obtenido la fama y el trabajo de sus sueños. Sin embargo, ahí estaba ella, persiguiendo un sueño que parecía jamás lograr alcanzar. Alice le había conseguido, además de un casting como antagonista en una película de terror (de la cual aún no sabía el nombre), un piso en el centro a un buen precio.

    Las mudanzas nunca le habían gustado, y de no ser porque no tenía demasiadas cosas que transportar, se hubiera negado en rotundo, y hubiera continuado viviendo en ese cuchitril asqueroso al que llamaba casa.

    Eso le recordaba a Neibolt Street, a la casa de su hermano. Ella había pasado un año entero durmiendo en un sótano acondicionado como habitación, estaba acostumbrada al olor a humedad, a las telarañas… A todo eso que cualquiera que viviera en Los Ángeles detestaría.

    Ese día fue un día de lo más estresante: tuvo dos entrevistas de trabajo, tres castings y la dichosa mudanza. No le importaba que no le escogieran en ninguno de los dos ámbitos porque tanto los trabajos como los proyectos asignados a esos castings, eran aburridos, más de lo mismo que había hecho durante toda su vida; dependienta de una tienda de telefonía, y canguro. ¿Y más obras de teatro sobre la edad media? Estaba muy cansada de aquello. Necesitaba algo nuevo, romper con lo cuotidiano, salirse de su zona de confort.

    Lo que Ally no sabía, es que ese día, unos minutos antes de llegar al paseo de la fama, encontraría su respuesta en uno de los carteles del Hollywood Pantages Theatre. Llevaba consigo una de las últimas cajas de la mudanza, pues el apartamento estaba a unos 10 minutos desde allí, y menos mal que en el interior de ésta no había cosas demasiado pesadas, porque ésta se le cayó sobre los pies cuando vio aquello:

    LA DIVERSIÓN ACABA DE EMPEZAR, CON RICHIE TOZIER.
    ESTA NOCHE A LAS 22:00, EN EL PANTAGES THEATRE.

    La muchacha, en cuanto vio aquel nombre en pantalla y la foto que identificaba al protagonista de ese número, sintió cómo todo su cuerpo se tensaba. Pudo notar el corazón bombeándole en el interior del pecho con tanta intensidad, que incluso se preocupó. Una alerta en su reloj inteligente vibró en su muñeca: “Frecuencia cardiaca alta, date un respiro.”

    Tragó saliva, poniéndose nerviosa. En seguida se paró a recoger todo lo que se le había caído al suelo, sin mirar siquiera el interior de la caja, o si se dejaba algo sobre el suelo. No le importó, no podía dejar de mirar la enorme pantalla, con el rostro de su amigo. Corrió hacia la taquilla, ésta estaba a punto de cerrar, de hecho, la muchacha del interior, bajó la persiana delante de sus narices.
    —H-hola —dijo la chica, nerviosa, sintiendo que perdería aquella oportunidad—. Q-quería una entrada para —alzó la cabeza hacia la plantilla con todos los shows, para recordar el nombre—. La diversión ac-
    Pero la taquillera le interrumpió, con un tono borde y desganado. Se notaba que se había memorizado aquella frase, porque la dictaba como un robot.
    —Está cerrado. Abrimos de 10:00 a 14:00 y de 19:00 a 20:00 antes de la función. Gracias.
    —¡Eh! ¡Espera! Por favor, es un amigo mío.
    La muchacha de la cabina rodó los ojos.
    —Te pagaré la entrada doble, quédate con el resto, por favor…
    —Está cerrado, vuelva más tarde.
    —Escucha… Puedo pagarte una entrada y darte a ti el equivalente a tres entradas más. Tú te lo quedas, nadie se entera, y todos felices. ¿Qué me dices?
    —Abrimos de 19:00-
    Ally la interrumpió:
    —¡OH, POR FAVOR! ¡Ya sé a qué hora abrís, te estoy pidiendo por favor que-
    Pero la contraria cerró por completo la persiana, y la chica se quedó con la palabra en la boca.
    En aquel momento la hubiera estrangulado con sus propias manos. Ally era una persona impaciente, alguien que quería algo YA si se le antojaba.
    Acababa de encontrarle, a él, en Los Ángeles, después de 25 años sin verle. Al terminar con Eso, en agosto, Ally volvió con su familia a Ludlow, y no volvió hasta unos años más tarde, cuando Richie había dejado la ciudad de Derry, junto a sus padres. Desde entonces, Ally solo volvía para pasar fines de semana con su hermano, o alguna que otra festividad. Y ahora, después de tanto tiempo, la casualidad de la que hablaba cuando eran niños, la había llevado hasta allí.
    —Mira, entiendo lo que es que alguien venga a molestarte fuera de tu horario laboral, créeme… Pero de verdad que necesito esas entradas. Te daré lo que me pidas, de verdad.
    No supo cómo, pero la convenció. La muchacha del interior de la cabina tecleó en su ordenador dispuesta a imprimirle las entradas.
    —¿Asiento?
    —¡Gracias!... ¡Gracias! El que sea, de verdad que no me importa.
    —¿Hora?
    Ally frunció el ceño, confusa, y revisó de nuevo el cartel en el que aparecían los horarios de la función.
    —Solo hay un espectáculo…
    —¿Qué espectáculo desea ver? —realmente la voz cortante e inapetente de la contraria, la hacía parecer una máquina, un robot en el cuerpo de un humano.
    Ally chasqueó la lengua, molesta por tener que volver a revisar el título del show.
    —La diversión acaba de empezar.
    Después de un par de segundos, la chica respondió:
    —No quedan entradas para esta noche a la función de “La diversión acaba de empezar.”
    —¿Qué? Me tienes que estar tomando el pelo…
    —¿Quiere comprar una entrada para mañana?
    —C-claro… —respondió dubitativa. Ella no quería ir al día siguiente, quería verlo ese mismo día. Ya le iba a costar esperar 8 horas, como para esperar 32.
    —¿A qué hora?
    —A la… única maldita hora que hay —masculló entre dientes, esa mujer estaba acabando con su paciencia.
    —De acuerdo. Mañana a las 22:00 “La diversión acaba de empezar” —dijo antes de confirmar la compra.
    —Sí —respondió, hastiada.
    —Lo siento, no quedan entradas. ¿Quiere comprar una para pasado mañana?
    Ally soltó todo el aire de sus pulmones, completamente irritada.
    —No, déjalo. No importa.
    —De acuerdo, que tenga un buen día.
    Y una vez más la persiana volvió a cerrarse frente a ella.
    No podía tener tan mala suerte. O sí… Sí, por supuesto que podía.
    —¡EH! ¡OIGA! ¡VUELVA AQUÍ, SEÑOR!
    Cuando pensabas que las cosas no podían irte peor, era sin duda porque las cosas podían irte muchísimo peor. La caja de ropa que había dejado a un lado de la taquilla había desaparecido, y ahora estaba en los brazos de un anciano que no dejaba de correr, como si tuviera 15 años. Intentó ir tras él, pero estaba tan furiosa, que, en lugar de eso, se rindió, sentándose sobre los escalones que daban paso a la puerta del teatro.
    —Por dios, pero qué te he hecho… —preguntó mirando al cielo—. Dame una tregua, vamos…
    El teléfono sonó en el interior de su bolsillo, y sobre su muñeca, la pantalla del reloj se iluminó con el nombre de Alice. Ally se sacó el teléfono del bolsillo, deslizó el dedo hacia la derecha y contestó.
    —Alice, no es un buen momento.
    —Claro que lo es. Me han llamado del Journal para hacerte una entrevista.
    —¿Una entrevista? ¿En el Journal? ¿Necesitan secretaria? —preguntó con un tono sarcástico.
    —No, idiota. Quieren hacerte una prueba, un casting.
    —Joder, Alice, pues di las cosas bien si quieres que te entiendan a la primera. ¿Sobre qué es?
    —Te quieren como protagonista para una serie —dijo con ilusión la voz tras el teléfono.
    —¿De verdad?... —preguntó Ally, relajándose por fin.
    —¡Sí! Aún no sé cuál es la trama, pero pinta muy bien. Netflix ha comprado los derechos, ¡estarás en mil pantallas!
    —Eso si me cogen.
    —Ey, ¿qué te pasa? Acabo de conseguirte la entrevista de tu vida y estás con ese tonito todo el rato.
    —No es un buen momento…
    —¿Qué ha pasado?
    —¿Podemos vernos? Es demasiado fuerte como para contártelo por teléfono —dijo la chica, observando con admiración el rostro de su amigo en la gran pantalla sobre el teatro.

    3 horas después, en el Holly West Restaurant.

    —¡¿Qué?!
    —Baja la voz… —le pidió Ally, pero Alice no pudo contener la sorpresa ante lo que acababa de escuchar—.Y es una mierda porque no he conseguido entradas para verle. Era la única forma que tenía de volver a hablar con él, ¿sino cómo? Ahora que es famoso a poca gente le dejará acercarse.
    —¿Y cómo pensabas hacerlo si conseguías las entradas?
    —Conozco el Hollywood Pantages como la palma de mi mano. He hecho ahí unas cuantas obras, sé por dónde salen los actores.
    —¿Y por qué no le esperas a la entrada en lugar de a la salida?
    —No quiero ponerle nervioso antes del espectáculo. ¿Sabes cómo se pondrá cuando me vea? Hace 25 años que no le veo, los dos hemos cambiado.
    —Espera un segundo… ¿Has dicho que actúa en el Pantages?
    —Sí.
    —¿Esta noche?
    —¿Conoces a alguien que me pueda colar sin que nadie se entere? —preguntó con una sonrisa fingida, pues sabía que las cosas no serían tan sencillas como lo esperaba. ¿O sí?
    —¿Cómo se llama?
    —Richie. Richie Tozier —jamás olvidaría ese nombre.
    —No. Él no. Su show.
    —Ah. Oh… La diversión acaba de empezar.
    Alice sacó su teléfono, con el entrecejo fruncido, como si buscara algo.
    —No las vas a conseguir, yo también las he buscado pensando que esa zorra de la taquilla me la tenía jurada… —espetó Ally, dándole un sorbo a la coca-cola, sintiendo cómo el hielo le adormecía el labio superior. Pero cuando su amiga le mostró su correo en la pantalla, y en éste aparecieron las entradas, no logró contener el líquido en su boca, escupiéndoselo en la cara sin poder evitarlo, ante la sorpresa—. ¡Oh, joder! Mierda, lo siento, ¿estás bien? ¿Te he dado en el ojo?
    Alice apretó los ojos, cerrándolos con fuerza para que no le entrara el líquido y le provocara una tremenda irritación, limpiándose los restos de refresco y saliva, con la servilleta sobre la mesa.
    —¿Cómo cojones las has conseguido?
    —Sam…
    Sam era el tipo que estaba empezando a conocer, el mismo que Ally días antes había estado criticando, y no era porque el chico no fuera una buena persona, lo poco que le había contado de él era suficiente para saber que era un buen tío. Lo que verdaderamente le sucedió para detestarlo tanto, es que sabía que si Alice conseguía un novio, dejaría de tenerla disponible las 24 horas, así que, egoístamente, lo hizo por eso.
    —¡Sam! —dijo de pronto, como si le hubiera recordado— .¡Sam, claro! ¡Ese gran tipo! ¿Por qué nunca me lo has presentado?
    —Te lo presenté, y le llamaste raro a la cara…
    —¿Qué? ¿De verdad? Por dios, no me acuerdo de haber hecho eso, pero ya sabes que soy una bocazas, no me lo tomes en cuenta, sabes que me encanta ese chico —mintió.
    —Le detestas. Siempre me dices que lo mande a la mierda.
    —¡Yo nunca he dicho eso!
    —Si querías las entradas no hacía falta que me mintieras, sabes que te basta con pedírmelas.
    Ally subió los codos sobre le mesa, juntó sus manos, entrelazando sus dedos y le suplicó inclinándose hacia ella.
    —Por favor, necesito esa entrada…
    Alice suspiró, mirándola como una madre miraría a su hija, una mirada que decía: “no tiene remedio”. El único inconveniente era que Alice tenía 23 años, y Ally 38, así que nunca podría ser su madre.

    Por fin la suerte estaba de su parte, había conseguido la maldita entrada y ya tenía su plan bien detallado mentalmente. Disfrutaría de ver a su amigo hacer lo que mejor se le daba; hacer reír a la gente. Lo esperaría en el parking de coches, donde se situaba la puerta de la salida de los camerinos, perfectamente disimulada con un cartel que el bar de enfrente les había prestado, en el que podía leerse: SALA DE CONTADORES.
    A nadie le hubiera interesado entrar en una sala de contadores, así que era un buen método para mantener a los fans alejados. Ella en cambio, siempre habría deseado salir de allí después de un estreno y encontrarse a millones de personas esperándola, pidiéndole autógrafos y fotos que después publicarían en sus redes sociales. Pero ese día aún no había llegado, la gente no le reconocía por la calle, y con esa suerte, seguramente nunca lo harían.

    El tiempo pasó lento, despacio, excepto cuando tuvo que escoger qué ropa ponerse y de qué color pintar sus labios, en ese momento el reloj corrió dando la vuelta por completo. Había perdido una hora en arreglarse, y poco era para el reencuentro que estaría a punto de vivir…
    Al final se decantó por una blusa blanca, con un escote que dejaba apreciar su esternón y una pequeña parte de la curvatura de sus pechos, descotados. En la parte inferior de su cintura llevaba unos pantalones negros, pitillos, junto con unas converse de color negro y blanco. No se había cargado de maquillaje, únicamente había usado su lápiz de ojos negro, marcando la línea inferior de su párpado, un poco de rímel para acentuar sus pestañas, y un pintalabios rojo oscuro, de esos que aguantaban toda la noche y que luego te costaba quitarte.
    El cuchitril en el que vivía, de momento, quedaba a más de una hora de allí, y ya eran las 20:30, así que se dio prisa en llamar a un taxi.
    Para cuando éste la dejó en la puerta del Hollywood Pantages, eran las 21:40. El maldito tráfico de L.A.

    Estuvo a punto de llegar tarde, a punto de que le cerraran la puerta en las narices, pero al no tratarse de una obra como tal, al ser un espectáculo de humor, algo que en esos sitios infravaloraban muchísimo, la dejaron pasar. Su asiento estaba situado en Platea B, justo la zona superior derecha frente al escenario, la parte alta de las butacas. No era un mal sitio, mejor que haber estado en primera fila, pues no quería sorprenderle en mitad de un número, quería verle la cara de cerca, saber cuáles eran sus pensamientos, sus sensaciones…
    Estaba nerviosa, casi como si la que tuviera que subirse al escenario fuera ella. Cuando su nombre resonó en los altavoces de la sala, sintió un hormigueo en el estómago, la emoción apoderándose de ella. Y al verle… al contemplar cómo salía, con qué andares y qué seguridad se acercaba al centro del escenario, se sintió temblar sobre el asiento.
    Los recuerdos la bombardearon, y no solo lloró de la risa por sus comentarios jocosos y sus chistes durante todo el espectáculo, sino que lo hizo por la emoción, la ilusión de ese reencuentro, de verle una vez más, de encontrarse después de tantos años. Él había cambiado físicamente, pero sus rasgos eran los mismos, y su personalidad no había cambiado en absoluto. Seguía haciendo ese tipo de comentarios subiditos de tono…
    El sexo siempre había sido un tema que él trataba con humor, tal vez porque esa era su forma de normalizar algo que con el resto de sus amigos no tenía en común.

    La gente lo adoraba, aplaudían, reían, gritaban, era todo un ídolo allí. Y aquello la enorgulleció, la hizo sentir feliz del hombre en el que se había convertido, sobre todo por haber podido llegar hasta allí, cumpliendo su sueño, eso que tanto quería; hacer reír al mundo entero. Ally esperó impaciente a que terminara el espectáculo, no por aburrimiento, sino porque no aguantaba más tiempo allí sentada, imaginándose cómo sería el reencuentro. Necesitaba tenerle ya delante, y cuando eso sucedió… cuando divisó que la puerta del cartel de la sala de contadores falsa, se abría, viéndolo, saliendo de allí encendiéndose el cigarro con el mechero, se deshizo por dentro. Se sintió como una de esas adolescentes que acampaban en las entradas de los conciertos días y días, esperando ver únicamente el coche en el que iban montados sus ídolos, con los cristales tintados. Era absurdo, ¿verdad? Sí, por supuesto que lo era, al igual que esos estúpidos nervios que estaba sintiendo, ese temblor en sus piernas. Necesitaba acabar ya con ese momento de tensión. Richie se quedó ahí de pie, abrazando con la palma de su mano el cigarro y la llama, evitando así que el viento la apagara. Ally se acercó, despacio. Lo único que los alumbraba era una farola en medio de aquella calle, que daba al patio trasero del edificio, cerca del parking de coches.
    Cuando estaba lo suficientemente cerca, musitó:
    —Hola, Richie.
    —¡OH, MIERDA! — masculló con el tabaco entre los labios. Sobresaltándose tanto, que por poco se tragó el cigarro, cayéndoseles éste junto con mechero. En seguida se puso en posición de defensa, con las palmas de las manos por delante, y los brazos estirados hacia la chica—. ¿Quién coño eres? —le preguntó con cierta sospecha. Era habitual últimamente que la gente lo acosara, muchos de sus fans incluso habían averiguado dónde vivía, y su última experiencia con una fan loca dejó mucho que desear.
    —¿No te acuerdas de mí?...
    Richie miró hacia todas partes, por si aquella tía venía acompañada de sus amiguitas las locas. Se separó, poniéndose a andar, con las manos en los bolsillos, alejándose de ella.
    —No te conozco de nada, lo siento —le dijo, ceñudo.
    —Pues yo a ti sí que te conozco —respondió ella, desde donde estaba. No se había movido, pero sí había alzado el tono para qué este le escuchara.
    —Todas me conocéis demasiado —murmuró él entre dientes, sacando las llaves de su Mustang Cabrío, de color burdeos. La luz del vehículo parpadeó dos veces, haciéndose ver entre el resto. Era un cochazo, desde luego.
    —Jamás podría olvidar al chico que me salvó de una paliza —dijo entonces ella, esperando que él recordaba aquello.
    Richie se detuvo en seco, con el ceño fruncido, dándole aún la espalda.
    —Al chico que me llevó en su bicicleta hasta su casa, porque yo estaba aterrorizada…
    Los Ángeles, 2016. Aquel fin de semana no pudo ir a visitar a Nathan, estaba demasiado ocupada, su agenda estaba completa. Su teléfono no dejaba de sonar, Alice, su representante, estaba concertándole mil y una citas con agencias de actores, muchas ellas estaban buscando gente para micro teatros, otras para anuncios, y las que más le importaban a ella: las películas y las series. Llevaba años persiguiendo el papel de protagonista y hasta ahora no había pasado ninguno de los castings a los que se había presentado. ¿Tendría tal vez algo que ver con que ella jamás se marchó de Derry? ¿No del todo? Ese sitio te ataba, te estancaba, te hacía miserable en la vida. Si Ally hubiera coincidido con los que fueron en su día sus amigos, “los perdedores”, se hubiera asombrado de ver que cada uno de ellos había obtenido la fama y el trabajo de sus sueños. Sin embargo, ahí estaba ella, persiguiendo un sueño que parecía jamás lograr alcanzar. Alice le había conseguido, además de un casting como antagonista en una película de terror (de la cual aún no sabía el nombre), un piso en el centro a un buen precio. Las mudanzas nunca le habían gustado, y de no ser porque no tenía demasiadas cosas que transportar, se hubiera negado en rotundo, y hubiera continuado viviendo en ese cuchitril asqueroso al que llamaba casa. Eso le recordaba a Neibolt Street, a la casa de su hermano. Ella había pasado un año entero durmiendo en un sótano acondicionado como habitación, estaba acostumbrada al olor a humedad, a las telarañas… A todo eso que cualquiera que viviera en Los Ángeles detestaría. Ese día fue un día de lo más estresante: tuvo dos entrevistas de trabajo, tres castings y la dichosa mudanza. No le importaba que no le escogieran en ninguno de los dos ámbitos porque tanto los trabajos como los proyectos asignados a esos castings, eran aburridos, más de lo mismo que había hecho durante toda su vida; dependienta de una tienda de telefonía, y canguro. ¿Y más obras de teatro sobre la edad media? Estaba muy cansada de aquello. Necesitaba algo nuevo, romper con lo cuotidiano, salirse de su zona de confort. Lo que Ally no sabía, es que ese día, unos minutos antes de llegar al paseo de la fama, encontraría su respuesta en uno de los carteles del Hollywood Pantages Theatre. Llevaba consigo una de las últimas cajas de la mudanza, pues el apartamento estaba a unos 10 minutos desde allí, y menos mal que en el interior de ésta no había cosas demasiado pesadas, porque ésta se le cayó sobre los pies cuando vio aquello: LA DIVERSIÓN ACABA DE EMPEZAR, CON RICHIE TOZIER. ESTA NOCHE A LAS 22:00, EN EL PANTAGES THEATRE. La muchacha, en cuanto vio aquel nombre en pantalla y la foto que identificaba al protagonista de ese número, sintió cómo todo su cuerpo se tensaba. Pudo notar el corazón bombeándole en el interior del pecho con tanta intensidad, que incluso se preocupó. Una alerta en su reloj inteligente vibró en su muñeca: “Frecuencia cardiaca alta, date un respiro.” Tragó saliva, poniéndose nerviosa. En seguida se paró a recoger todo lo que se le había caído al suelo, sin mirar siquiera el interior de la caja, o si se dejaba algo sobre el suelo. No le importó, no podía dejar de mirar la enorme pantalla, con el rostro de su amigo. Corrió hacia la taquilla, ésta estaba a punto de cerrar, de hecho, la muchacha del interior, bajó la persiana delante de sus narices. —H-hola —dijo la chica, nerviosa, sintiendo que perdería aquella oportunidad—. Q-quería una entrada para —alzó la cabeza hacia la plantilla con todos los shows, para recordar el nombre—. La diversión ac- Pero la taquillera le interrumpió, con un tono borde y desganado. Se notaba que se había memorizado aquella frase, porque la dictaba como un robot. —Está cerrado. Abrimos de 10:00 a 14:00 y de 19:00 a 20:00 antes de la función. Gracias. —¡Eh! ¡Espera! Por favor, es un amigo mío. La muchacha de la cabina rodó los ojos. —Te pagaré la entrada doble, quédate con el resto, por favor… —Está cerrado, vuelva más tarde. —Escucha… Puedo pagarte una entrada y darte a ti el equivalente a tres entradas más. Tú te lo quedas, nadie se entera, y todos felices. ¿Qué me dices? —Abrimos de 19:00- Ally la interrumpió: —¡OH, POR FAVOR! ¡Ya sé a qué hora abrís, te estoy pidiendo por favor que- Pero la contraria cerró por completo la persiana, y la chica se quedó con la palabra en la boca. En aquel momento la hubiera estrangulado con sus propias manos. Ally era una persona impaciente, alguien que quería algo YA si se le antojaba. Acababa de encontrarle, a él, en Los Ángeles, después de 25 años sin verle. Al terminar con Eso, en agosto, Ally volvió con su familia a Ludlow, y no volvió hasta unos años más tarde, cuando Richie había dejado la ciudad de Derry, junto a sus padres. Desde entonces, Ally solo volvía para pasar fines de semana con su hermano, o alguna que otra festividad. Y ahora, después de tanto tiempo, la casualidad de la que hablaba cuando eran niños, la había llevado hasta allí. —Mira, entiendo lo que es que alguien venga a molestarte fuera de tu horario laboral, créeme… Pero de verdad que necesito esas entradas. Te daré lo que me pidas, de verdad. No supo cómo, pero la convenció. La muchacha del interior de la cabina tecleó en su ordenador dispuesta a imprimirle las entradas. —¿Asiento? —¡Gracias!... ¡Gracias! El que sea, de verdad que no me importa. —¿Hora? Ally frunció el ceño, confusa, y revisó de nuevo el cartel en el que aparecían los horarios de la función. —Solo hay un espectáculo… —¿Qué espectáculo desea ver? —realmente la voz cortante e inapetente de la contraria, la hacía parecer una máquina, un robot en el cuerpo de un humano. Ally chasqueó la lengua, molesta por tener que volver a revisar el título del show. —La diversión acaba de empezar. Después de un par de segundos, la chica respondió: —No quedan entradas para esta noche a la función de “La diversión acaba de empezar.” —¿Qué? Me tienes que estar tomando el pelo… —¿Quiere comprar una entrada para mañana? —C-claro… —respondió dubitativa. Ella no quería ir al día siguiente, quería verlo ese mismo día. Ya le iba a costar esperar 8 horas, como para esperar 32. —¿A qué hora? —A la… única maldita hora que hay —masculló entre dientes, esa mujer estaba acabando con su paciencia. —De acuerdo. Mañana a las 22:00 “La diversión acaba de empezar” —dijo antes de confirmar la compra. —Sí —respondió, hastiada. —Lo siento, no quedan entradas. ¿Quiere comprar una para pasado mañana? Ally soltó todo el aire de sus pulmones, completamente irritada. —No, déjalo. No importa. —De acuerdo, que tenga un buen día. Y una vez más la persiana volvió a cerrarse frente a ella. No podía tener tan mala suerte. O sí… Sí, por supuesto que podía. —¡EH! ¡OIGA! ¡VUELVA AQUÍ, SEÑOR! Cuando pensabas que las cosas no podían irte peor, era sin duda porque las cosas podían irte muchísimo peor. La caja de ropa que había dejado a un lado de la taquilla había desaparecido, y ahora estaba en los brazos de un anciano que no dejaba de correr, como si tuviera 15 años. Intentó ir tras él, pero estaba tan furiosa, que, en lugar de eso, se rindió, sentándose sobre los escalones que daban paso a la puerta del teatro. —Por dios, pero qué te he hecho… —preguntó mirando al cielo—. Dame una tregua, vamos… El teléfono sonó en el interior de su bolsillo, y sobre su muñeca, la pantalla del reloj se iluminó con el nombre de Alice. Ally se sacó el teléfono del bolsillo, deslizó el dedo hacia la derecha y contestó. —Alice, no es un buen momento. —Claro que lo es. Me han llamado del Journal para hacerte una entrevista. —¿Una entrevista? ¿En el Journal? ¿Necesitan secretaria? —preguntó con un tono sarcástico. —No, idiota. Quieren hacerte una prueba, un casting. —Joder, Alice, pues di las cosas bien si quieres que te entiendan a la primera. ¿Sobre qué es? —Te quieren como protagonista para una serie —dijo con ilusión la voz tras el teléfono. —¿De verdad?... —preguntó Ally, relajándose por fin. —¡Sí! Aún no sé cuál es la trama, pero pinta muy bien. Netflix ha comprado los derechos, ¡estarás en mil pantallas! —Eso si me cogen. —Ey, ¿qué te pasa? Acabo de conseguirte la entrevista de tu vida y estás con ese tonito todo el rato. —No es un buen momento… —¿Qué ha pasado? —¿Podemos vernos? Es demasiado fuerte como para contártelo por teléfono —dijo la chica, observando con admiración el rostro de su amigo en la gran pantalla sobre el teatro. 3 horas después, en el Holly West Restaurant. —¡¿Qué?! —Baja la voz… —le pidió Ally, pero Alice no pudo contener la sorpresa ante lo que acababa de escuchar—.Y es una mierda porque no he conseguido entradas para verle. Era la única forma que tenía de volver a hablar con él, ¿sino cómo? Ahora que es famoso a poca gente le dejará acercarse. —¿Y cómo pensabas hacerlo si conseguías las entradas? —Conozco el Hollywood Pantages como la palma de mi mano. He hecho ahí unas cuantas obras, sé por dónde salen los actores. —¿Y por qué no le esperas a la entrada en lugar de a la salida? —No quiero ponerle nervioso antes del espectáculo. ¿Sabes cómo se pondrá cuando me vea? Hace 25 años que no le veo, los dos hemos cambiado. —Espera un segundo… ¿Has dicho que actúa en el Pantages? —Sí. —¿Esta noche? —¿Conoces a alguien que me pueda colar sin que nadie se entere? —preguntó con una sonrisa fingida, pues sabía que las cosas no serían tan sencillas como lo esperaba. ¿O sí? —¿Cómo se llama? —Richie. Richie Tozier —jamás olvidaría ese nombre. —No. Él no. Su show. —Ah. Oh… La diversión acaba de empezar. Alice sacó su teléfono, con el entrecejo fruncido, como si buscara algo. —No las vas a conseguir, yo también las he buscado pensando que esa zorra de la taquilla me la tenía jurada… —espetó Ally, dándole un sorbo a la coca-cola, sintiendo cómo el hielo le adormecía el labio superior. Pero cuando su amiga le mostró su correo en la pantalla, y en éste aparecieron las entradas, no logró contener el líquido en su boca, escupiéndoselo en la cara sin poder evitarlo, ante la sorpresa—. ¡Oh, joder! Mierda, lo siento, ¿estás bien? ¿Te he dado en el ojo? Alice apretó los ojos, cerrándolos con fuerza para que no le entrara el líquido y le provocara una tremenda irritación, limpiándose los restos de refresco y saliva, con la servilleta sobre la mesa. —¿Cómo cojones las has conseguido? —Sam… Sam era el tipo que estaba empezando a conocer, el mismo que Ally días antes había estado criticando, y no era porque el chico no fuera una buena persona, lo poco que le había contado de él era suficiente para saber que era un buen tío. Lo que verdaderamente le sucedió para detestarlo tanto, es que sabía que si Alice conseguía un novio, dejaría de tenerla disponible las 24 horas, así que, egoístamente, lo hizo por eso. —¡Sam! —dijo de pronto, como si le hubiera recordado— .¡Sam, claro! ¡Ese gran tipo! ¿Por qué nunca me lo has presentado? —Te lo presenté, y le llamaste raro a la cara… —¿Qué? ¿De verdad? Por dios, no me acuerdo de haber hecho eso, pero ya sabes que soy una bocazas, no me lo tomes en cuenta, sabes que me encanta ese chico —mintió. —Le detestas. Siempre me dices que lo mande a la mierda. —¡Yo nunca he dicho eso! —Si querías las entradas no hacía falta que me mintieras, sabes que te basta con pedírmelas. Ally subió los codos sobre le mesa, juntó sus manos, entrelazando sus dedos y le suplicó inclinándose hacia ella. —Por favor, necesito esa entrada… Alice suspiró, mirándola como una madre miraría a su hija, una mirada que decía: “no tiene remedio”. El único inconveniente era que Alice tenía 23 años, y Ally 38, así que nunca podría ser su madre. Por fin la suerte estaba de su parte, había conseguido la maldita entrada y ya tenía su plan bien detallado mentalmente. Disfrutaría de ver a su amigo hacer lo que mejor se le daba; hacer reír a la gente. Lo esperaría en el parking de coches, donde se situaba la puerta de la salida de los camerinos, perfectamente disimulada con un cartel que el bar de enfrente les había prestado, en el que podía leerse: SALA DE CONTADORES. A nadie le hubiera interesado entrar en una sala de contadores, así que era un buen método para mantener a los fans alejados. Ella en cambio, siempre habría deseado salir de allí después de un estreno y encontrarse a millones de personas esperándola, pidiéndole autógrafos y fotos que después publicarían en sus redes sociales. Pero ese día aún no había llegado, la gente no le reconocía por la calle, y con esa suerte, seguramente nunca lo harían. El tiempo pasó lento, despacio, excepto cuando tuvo que escoger qué ropa ponerse y de qué color pintar sus labios, en ese momento el reloj corrió dando la vuelta por completo. Había perdido una hora en arreglarse, y poco era para el reencuentro que estaría a punto de vivir… Al final se decantó por una blusa blanca, con un escote que dejaba apreciar su esternón y una pequeña parte de la curvatura de sus pechos, descotados. En la parte inferior de su cintura llevaba unos pantalones negros, pitillos, junto con unas converse de color negro y blanco. No se había cargado de maquillaje, únicamente había usado su lápiz de ojos negro, marcando la línea inferior de su párpado, un poco de rímel para acentuar sus pestañas, y un pintalabios rojo oscuro, de esos que aguantaban toda la noche y que luego te costaba quitarte. El cuchitril en el que vivía, de momento, quedaba a más de una hora de allí, y ya eran las 20:30, así que se dio prisa en llamar a un taxi. Para cuando éste la dejó en la puerta del Hollywood Pantages, eran las 21:40. El maldito tráfico de L.A. Estuvo a punto de llegar tarde, a punto de que le cerraran la puerta en las narices, pero al no tratarse de una obra como tal, al ser un espectáculo de humor, algo que en esos sitios infravaloraban muchísimo, la dejaron pasar. Su asiento estaba situado en Platea B, justo la zona superior derecha frente al escenario, la parte alta de las butacas. No era un mal sitio, mejor que haber estado en primera fila, pues no quería sorprenderle en mitad de un número, quería verle la cara de cerca, saber cuáles eran sus pensamientos, sus sensaciones… Estaba nerviosa, casi como si la que tuviera que subirse al escenario fuera ella. Cuando su nombre resonó en los altavoces de la sala, sintió un hormigueo en el estómago, la emoción apoderándose de ella. Y al verle… al contemplar cómo salía, con qué andares y qué seguridad se acercaba al centro del escenario, se sintió temblar sobre el asiento. Los recuerdos la bombardearon, y no solo lloró de la risa por sus comentarios jocosos y sus chistes durante todo el espectáculo, sino que lo hizo por la emoción, la ilusión de ese reencuentro, de verle una vez más, de encontrarse después de tantos años. Él había cambiado físicamente, pero sus rasgos eran los mismos, y su personalidad no había cambiado en absoluto. Seguía haciendo ese tipo de comentarios subiditos de tono… El sexo siempre había sido un tema que él trataba con humor, tal vez porque esa era su forma de normalizar algo que con el resto de sus amigos no tenía en común. La gente lo adoraba, aplaudían, reían, gritaban, era todo un ídolo allí. Y aquello la enorgulleció, la hizo sentir feliz del hombre en el que se había convertido, sobre todo por haber podido llegar hasta allí, cumpliendo su sueño, eso que tanto quería; hacer reír al mundo entero. Ally esperó impaciente a que terminara el espectáculo, no por aburrimiento, sino porque no aguantaba más tiempo allí sentada, imaginándose cómo sería el reencuentro. Necesitaba tenerle ya delante, y cuando eso sucedió… cuando divisó que la puerta del cartel de la sala de contadores falsa, se abría, viéndolo, saliendo de allí encendiéndose el cigarro con el mechero, se deshizo por dentro. Se sintió como una de esas adolescentes que acampaban en las entradas de los conciertos días y días, esperando ver únicamente el coche en el que iban montados sus ídolos, con los cristales tintados. Era absurdo, ¿verdad? Sí, por supuesto que lo era, al igual que esos estúpidos nervios que estaba sintiendo, ese temblor en sus piernas. Necesitaba acabar ya con ese momento de tensión. Richie se quedó ahí de pie, abrazando con la palma de su mano el cigarro y la llama, evitando así que el viento la apagara. Ally se acercó, despacio. Lo único que los alumbraba era una farola en medio de aquella calle, que daba al patio trasero del edificio, cerca del parking de coches. Cuando estaba lo suficientemente cerca, musitó: —Hola, Richie. —¡OH, MIERDA! — masculló con el tabaco entre los labios. Sobresaltándose tanto, que por poco se tragó el cigarro, cayéndoseles éste junto con mechero. En seguida se puso en posición de defensa, con las palmas de las manos por delante, y los brazos estirados hacia la chica—. ¿Quién coño eres? —le preguntó con cierta sospecha. Era habitual últimamente que la gente lo acosara, muchos de sus fans incluso habían averiguado dónde vivía, y su última experiencia con una fan loca dejó mucho que desear. —¿No te acuerdas de mí?... Richie miró hacia todas partes, por si aquella tía venía acompañada de sus amiguitas las locas. Se separó, poniéndose a andar, con las manos en los bolsillos, alejándose de ella. —No te conozco de nada, lo siento —le dijo, ceñudo. —Pues yo a ti sí que te conozco —respondió ella, desde donde estaba. No se había movido, pero sí había alzado el tono para qué este le escuchara. —Todas me conocéis demasiado —murmuró él entre dientes, sacando las llaves de su Mustang Cabrío, de color burdeos. La luz del vehículo parpadeó dos veces, haciéndose ver entre el resto. Era un cochazo, desde luego. —Jamás podría olvidar al chico que me salvó de una paliza —dijo entonces ella, esperando que él recordaba aquello. Richie se detuvo en seco, con el ceño fruncido, dándole aún la espalda. —Al chico que me llevó en su bicicleta hasta su casa, porque yo estaba aterrorizada…
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  • Seguimos con el rescate de mi hija.
    Del engendro 001.

    El plan de Axel es tan simple como suicida: entrar reventando… y salir con la bestia.
    Sin rodeos. Sin segundas oportunidades.

    Avanzamos en un APC blindado, el motor rugiendo como una declaración de guerra. Las vallas de la prisión ceden bajo el peso del vehículo, doblándose como si nunca hubieran servido para contener nada realmente peligroso.

    Al llegar a la puerta principal, Axel escala la torreta con una calma que solo tienen quienes ya han aceptado la posibilidad de no salir vivos.
    Apunta.
    Dispara.

    El misil impacta en la torre de defensa y la explosión sacude la estructura entera de la prisión. Alarmas. Gritos. Caos.
    Es entonces cuando Veythra decide actuar.

    No por amor.
    No por compasión.

    Toma mi cuerpo porque 001 le pertenece. Porque es la más excepcional de todas las aberraciones engendradas. Porque algo así no puede quedar en manos humanas.

    Mi cuerpo es débil, roto, aún pagando partos imposibles… pero Veythra no pide permiso.
    Yo dejo de ser yo.

    Salto del APC y entro en la prisión bajo una lluvia de balas. Los disparos atraviesan mi carne una y otra vez, pero no me detienen. Poco a poco el sonido de las armas se apaga, ahogado por gritos desesperados. Los guardias caen de rodillas, suplicando por su vida… o por una muerte rápida. El dolor los consume desde dentro, algo invisible, absoluto.

    Serynthia entra también.
    Su poder es majestuoso y aterrador. Las paredes se derriten a su paso. Las armas se funden en las manos de los soldados, quemándoles la piel hasta el hueso. La sangre de nuestros enemigos hierve en sus venas, matándolos sin que ella siquiera los toque.

    Llegamos al lugar donde tienen a 001.
    Un laboratorio.
    Frío. Clínico. Profano.

    La han diseccionado viva. Han estudiado su regeneración, su simbiosis con un parásito, su resistencia a límites que no deberían existir. Los documentos son un tesoro para Faust, que trabaja incluso allí, incluso ahora. Guarda informes, muestras de sangre, piel, pelo. Conecta un USB al ordenador principal y extrae todo lo que puede, sin perder un segundo.

    Y entonces…
    Veythra se retira.
    Se disipa dentro de mi alma.
    Yo vuelvo.
    Y lo único que puedo hacer es mirar.

    La niña cuelga sin vida, suspendida por cadenas. Su cuerpo pequeño está marcado, herido, profanado. Me acerco con pasos temblorosos, la bajo con cuidado y la estrecho contra mí.

    La abrazo.
    La beso.

    Y rompo el juramento que me hice a mí misma de no mostrar afecto a los engendros del Caos.
    Porque al final…
    era mi hija.

    Mis lágrimas caen sobre su rostro, recorren su piel hasta llegar a sus labios. Y cuando una de ellas toca su boca…

    Sus ojos se abren de par en par.
    Las pupilas, completamente dilatadas, me miran desde un lugar que no debería existir. Se mueve. Se acurruca contra mi pecho como una bestia herida, buscando calor, buscando refugio.

    Tiembla.

    De sus labios salen palabras.
    No debería ser posible.
    Los engendros del Caos no tienen alma.

    No hablan.

    Y sin embargo, ella lo hace.

    —Tengo… frío…

    La estrecho con más fuerza.

    Serynthia Feu Naamah Lilim Agrat Eisheth Zenunim Faust Axel Koroved
    Seguimos con el rescate de mi hija. Del engendro 001. El plan de Axel es tan simple como suicida: entrar reventando… y salir con la bestia. Sin rodeos. Sin segundas oportunidades. Avanzamos en un APC blindado, el motor rugiendo como una declaración de guerra. Las vallas de la prisión ceden bajo el peso del vehículo, doblándose como si nunca hubieran servido para contener nada realmente peligroso. Al llegar a la puerta principal, Axel escala la torreta con una calma que solo tienen quienes ya han aceptado la posibilidad de no salir vivos. Apunta. Dispara. El misil impacta en la torre de defensa y la explosión sacude la estructura entera de la prisión. Alarmas. Gritos. Caos. Es entonces cuando Veythra decide actuar. No por amor. No por compasión. Toma mi cuerpo porque 001 le pertenece. Porque es la más excepcional de todas las aberraciones engendradas. Porque algo así no puede quedar en manos humanas. Mi cuerpo es débil, roto, aún pagando partos imposibles… pero Veythra no pide permiso. Yo dejo de ser yo. Salto del APC y entro en la prisión bajo una lluvia de balas. Los disparos atraviesan mi carne una y otra vez, pero no me detienen. Poco a poco el sonido de las armas se apaga, ahogado por gritos desesperados. Los guardias caen de rodillas, suplicando por su vida… o por una muerte rápida. El dolor los consume desde dentro, algo invisible, absoluto. Serynthia entra también. Su poder es majestuoso y aterrador. Las paredes se derriten a su paso. Las armas se funden en las manos de los soldados, quemándoles la piel hasta el hueso. La sangre de nuestros enemigos hierve en sus venas, matándolos sin que ella siquiera los toque. Llegamos al lugar donde tienen a 001. Un laboratorio. Frío. Clínico. Profano. La han diseccionado viva. Han estudiado su regeneración, su simbiosis con un parásito, su resistencia a límites que no deberían existir. Los documentos son un tesoro para Faust, que trabaja incluso allí, incluso ahora. Guarda informes, muestras de sangre, piel, pelo. Conecta un USB al ordenador principal y extrae todo lo que puede, sin perder un segundo. Y entonces… Veythra se retira. Se disipa dentro de mi alma. Yo vuelvo. Y lo único que puedo hacer es mirar. La niña cuelga sin vida, suspendida por cadenas. Su cuerpo pequeño está marcado, herido, profanado. Me acerco con pasos temblorosos, la bajo con cuidado y la estrecho contra mí. La abrazo. La beso. Y rompo el juramento que me hice a mí misma de no mostrar afecto a los engendros del Caos. Porque al final… era mi hija. Mis lágrimas caen sobre su rostro, recorren su piel hasta llegar a sus labios. Y cuando una de ellas toca su boca… Sus ojos se abren de par en par. Las pupilas, completamente dilatadas, me miran desde un lugar que no debería existir. Se mueve. Se acurruca contra mi pecho como una bestia herida, buscando calor, buscando refugio. Tiembla. De sus labios salen palabras. No debería ser posible. Los engendros del Caos no tienen alma. No hablan. Y sin embargo, ella lo hace. —Tengo… frío… La estrecho con más fuerza. [pulse_green_whale_937] [n.a.a.m.a.h] [nebula_charcoal_rat_655] [f_off_bih] [demonsmile01] [nebula_onyx_lizard_690] [Akly_5]
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    — L̶a̶ ̶J̶a̶u̶l̶a̶ ̶I̶n̶v̶i̶s̶i̶b̶l̶e̶:̶ ̶E̶l̶ ̶V̶e̶r̶e̶d̶i̶c̶t̶o̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶C̶a̶z̶a̶d̶o̶r̶a̶.


    El aire en el pasillo se volvió denso, cargado con el olor metálico del miedo y el almizcle húmedo de las alimañas. Las luces fluorescentes parpadeaban con un zumbido errático, proyectando sombras alargadas que parecían cobrar vida propia en las paredes. En el centro de ese caos visual, la figura de Makima permanecía como un ancla de calma absoluta; una quietud antinatural, casi depredadora.
    Ella no parpadeaba. Sus ojos, dorados y marcados por esos anillos concéntricos e hipnóticos, se clavaron en su presa con una intensidad que parecía desnudar el alma. A sus pies, un mar de ratas comenzó a emerger de las sombras, moviéndose no como animales individuales, sino como una masa única y obediente que rodeaba sus botas negras.

    —Dime... —comenzó ella, su voz fluyendo a través del pasillo como una seda fría que se enreda en la garganta—. ¿Conoces la fábula del ratón de campo y el ratón de ciudad?—

    Dio un paso al frente. El sonido de su tacón contra el suelo fue seco, definitivo. Las ratas se apartaron con una precisión militar, chillando suavemente mientras formaban un camino para su ama.

    —El ratón de ciudad se deleita con banquetes y lujos, pero duerme con un ojo abierto, sabiendo que el veneno o las trampas pueden terminar con él en cualquier instante. El ratón de campo, por el contrario, se conforma con granos secos y la seguridad de su agujero... una paz comprada con el precio de la mediocridad.—

    Se detuvo a una distancia mínima, obligando al otro a inclinar la cabeza hacia atrás para sostenerle la mirada. El aura de la mujer se expandió, una presión invisible que hacía que el pecho pesara y el instinto de supervivencia gritara por una salida que ella ya había bloqueado.

    —La mayoría de los humanos son ratones de campo. Prefieren la ilusión de la paz mientras se marchitan en su propia insignificancia. —Una sonrisa tenue, gélida y carente de rastro humano, curvó sus labios—. Pero los que me interesan... los que realmente valen la pena... son los que eligen el riesgo. ¿Y tú? Si te ofreciera la gloria a cambio de tu libertad... ¿qué tipo de ratón elegirías ser antes de que cierre la trampa?—

    La tensión en el aire era tan sólida que parecía a punto de cristalizarse. Ante el silencio sepulcral, solo roto por el frenético latido del corazón de su presa, Makima soltó una pequeña risa. Fue un sonido sutil, perturbadoramente dulce y cristalino, casi infantil, que desentonaba violentamente con la carnicería inminente.

    —Qué lástima... —murmuró, como quien lamenta un juguete roto—. Al final, todos los ratones terminan igual....—

    Con una elegancia letal, alzó su mano derecha. Cerró el puño dejando solo los dedos índice y corazón extendidos, apuntando directamente al centro del pecho de la figura frente a ella. El gesto era casual, casi un juego de niños.

    —Bang.~

    No hubo estruendo, solo una onda de choque invisible y devastadora. En un pestañeo, el cuerpo de su presa estalló desde dentro hacia fuera. Un torbellino de rojo intenso salpicó las paredes y el techo, dejando restos esparcidos en un cuadro dantesco de carne y silencio. La mujer ni siquiera se inmutó ante la lluvia carmesí. Permaneció allí un segundo más, con los ojos brillando en la penumbra, mientras las ratas a sus pies se agitaban en un frenesí salvaje.

    Lentamente, su figura comenzó a desdibujarse, fundiéndose con las sombras densas del suelo. Justo antes de que el último rastro de su presencia se desvaneciera en la oscuridad, el aire transportó un sonido final. No fue un lamento, ni una despedida, sino una risilla traviesa y juguetona; un eco breve que resonó en el pasillo ensangrentado como si todo lo ocurrido no hubiera sido más que un truco divertido.

    Luego, el silencio absoluto volvió a reinar, roto únicamente por el zumbido eléctrico de las luces parpadeantes sobre los restos de lo que alguna vez fue un ratón de ciudad.
    — L̶a̶ ̶J̶a̶u̶l̶a̶ ̶I̶n̶v̶i̶s̶i̶b̶l̶e̶:̶ ̶E̶l̶ ̶V̶e̶r̶e̶d̶i̶c̶t̶o̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶C̶a̶z̶a̶d̶o̶r̶a̶. El aire en el pasillo se volvió denso, cargado con el olor metálico del miedo y el almizcle húmedo de las alimañas. Las luces fluorescentes parpadeaban con un zumbido errático, proyectando sombras alargadas que parecían cobrar vida propia en las paredes. En el centro de ese caos visual, la figura de Makima permanecía como un ancla de calma absoluta; una quietud antinatural, casi depredadora. Ella no parpadeaba. Sus ojos, dorados y marcados por esos anillos concéntricos e hipnóticos, se clavaron en su presa con una intensidad que parecía desnudar el alma. A sus pies, un mar de ratas comenzó a emerger de las sombras, moviéndose no como animales individuales, sino como una masa única y obediente que rodeaba sus botas negras. —Dime... —comenzó ella, su voz fluyendo a través del pasillo como una seda fría que se enreda en la garganta—. ¿Conoces la fábula del ratón de campo y el ratón de ciudad?— Dio un paso al frente. El sonido de su tacón contra el suelo fue seco, definitivo. Las ratas se apartaron con una precisión militar, chillando suavemente mientras formaban un camino para su ama. —El ratón de ciudad se deleita con banquetes y lujos, pero duerme con un ojo abierto, sabiendo que el veneno o las trampas pueden terminar con él en cualquier instante. El ratón de campo, por el contrario, se conforma con granos secos y la seguridad de su agujero... una paz comprada con el precio de la mediocridad.— Se detuvo a una distancia mínima, obligando al otro a inclinar la cabeza hacia atrás para sostenerle la mirada. El aura de la mujer se expandió, una presión invisible que hacía que el pecho pesara y el instinto de supervivencia gritara por una salida que ella ya había bloqueado. —La mayoría de los humanos son ratones de campo. Prefieren la ilusión de la paz mientras se marchitan en su propia insignificancia. —Una sonrisa tenue, gélida y carente de rastro humano, curvó sus labios—. Pero los que me interesan... los que realmente valen la pena... son los que eligen el riesgo. ¿Y tú? Si te ofreciera la gloria a cambio de tu libertad... ¿qué tipo de ratón elegirías ser antes de que cierre la trampa?— La tensión en el aire era tan sólida que parecía a punto de cristalizarse. Ante el silencio sepulcral, solo roto por el frenético latido del corazón de su presa, Makima soltó una pequeña risa. Fue un sonido sutil, perturbadoramente dulce y cristalino, casi infantil, que desentonaba violentamente con la carnicería inminente. —Qué lástima... —murmuró, como quien lamenta un juguete roto—. Al final, todos los ratones terminan igual....— Con una elegancia letal, alzó su mano derecha. Cerró el puño dejando solo los dedos índice y corazón extendidos, apuntando directamente al centro del pecho de la figura frente a ella. El gesto era casual, casi un juego de niños. —Bang.~ No hubo estruendo, solo una onda de choque invisible y devastadora. En un pestañeo, el cuerpo de su presa estalló desde dentro hacia fuera. Un torbellino de rojo intenso salpicó las paredes y el techo, dejando restos esparcidos en un cuadro dantesco de carne y silencio. La mujer ni siquiera se inmutó ante la lluvia carmesí. Permaneció allí un segundo más, con los ojos brillando en la penumbra, mientras las ratas a sus pies se agitaban en un frenesí salvaje. Lentamente, su figura comenzó a desdibujarse, fundiéndose con las sombras densas del suelo. Justo antes de que el último rastro de su presencia se desvaneciera en la oscuridad, el aire transportó un sonido final. No fue un lamento, ni una despedida, sino una risilla traviesa y juguetona; un eco breve que resonó en el pasillo ensangrentado como si todo lo ocurrido no hubiera sido más que un truco divertido. Luego, el silencio absoluto volvió a reinar, roto únicamente por el zumbido eléctrico de las luces parpadeantes sobre los restos de lo que alguna vez fue un ratón de ciudad.
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    La "linda demonio" finalmente ejecutó una de sus tantas amenazas con la sutileza de una sombra. Sin mediar palabra, se apropió de una de las camisetas del jovencito; la tela, excesiva y cálida, la envolvía mientras el tejido se rendía a su aroma. No satisfecha con el botín, reclamó el dominio absoluto del lecho, desplazándolo con una parsimonia casi insultante. Con una sonrisa de triunfo sereno, se aferró a la almohada y se hundió en el sopor de un territorio conquistado. Una ladrona de espacio que no planeaba devolver lo robado.
    La "linda demonio" finalmente ejecutó una de sus tantas amenazas con la sutileza de una sombra. Sin mediar palabra, se apropió de una de las camisetas del jovencito; la tela, excesiva y cálida, la envolvía mientras el tejido se rendía a su aroma. No satisfecha con el botín, reclamó el dominio absoluto del lecho, desplazándolo con una parsimonia casi insultante. Con una sonrisa de triunfo sereno, se aferró a la almohada y se hundió en el sopor de un territorio conquistado. Una ladrona de espacio que no planeaba devolver lo robado.
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    (✖E̴l̴ ̴C̴r̴e̴d̴o̴ ̴d̴e̴l̴ ̴C̴o̴n̴t̴r̴o̴l̴✖)

    Ella es el silencio absoluto que precede al sacrificio y el orden gélido que devora el caos de la existencia. Es la cadena invisible que une la vida con el olvido, un puente de hierro entre el deseo y la sumisión.

    ​En la profundidad de su dominio, donde las sombras cobran forma de manos dispuestas a asfixiar cualquier rastro de rebeldía, el mundo se reduce a su voluntad. No hay salida ni libre albedrío; bajo su mirada, el único resplandor permitido es el de su falsa santidad, una corona de luz que no ilumina el camino, sino que marca el límite de nuestra cautividad.
    🔥(✖E̴l̴ ̴C̴r̴e̴d̴o̴ ̴d̴e̴l̴ ̴C̴o̴n̴t̴r̴o̴l̴✖)🔥 Ella es el silencio absoluto que precede al sacrificio y el orden gélido que devora el caos de la existencia. Es la cadena invisible que une la vida con el olvido, un puente de hierro entre el deseo y la sumisión. ​En la profundidad de su dominio, donde las sombras cobran forma de manos dispuestas a asfixiar cualquier rastro de rebeldía, el mundo se reduce a su voluntad. No hay salida ni libre albedrío; bajo su mirada, el único resplandor permitido es el de su falsa santidad, una corona de luz que no ilumina el camino, sino que marca el límite de nuestra cautividad.
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  • >>En estas épocas influenciada por el frio o calor extremo, la criatura cambia de prioridades, usualmente suele cazar o curiodar . . . pero en éstas epocas . . . La criatura entro "en calor".

    Pdt:no me salio en lo absoluto el rabo.
    >>En estas épocas influenciada por el frio o calor extremo, la criatura cambia de prioridades, usualmente suele cazar o curiodar . . . pero en éstas epocas . . . La criatura entro "en calor". Pdt:no me salio en lo absoluto el rabo.
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    Parte VII - Donde arde el corazón.

    Akane salió de entre los escombros con el cuerpo temblando y la sangre aún tibia en su abdomen. El cielo estaba cubierto de humo, y la aldea que había sido su refugio ardía como un recuerdo que se niega a morir, Akane caminó entre las llamas, con los ojos nublados por el polvo y el miedo. Pensó lo peor, que todos habían muerto, que estaba sola otra vez.

    Pero entonces escuchó voces, voces familiares, gritos, esfuerzo. Corrió por las calles polvosas, tropezando con madera quemada y piedras sueltas, hasta encontrar a un grupo de aldeanos tratando de apagar el fuego con cubos de agua y mantas húmedas. Sin pensarlo, Akane alzó las manos y canalizó su magia, pequeñas explosiones controladas comenzaron a sofocar las llamas, disipando el oxígeno justo en los puntos críticos, era una técnica que nunca había usado así pero funcionaba.

    La gente la miró con asombro.
    -¡Akane! ¡Estás viva!
    -¡Gracias al cielos!

    Ella no respondió, solo siguió ayudando hasta que el último fuego se apagó. y entonces cayó sentada en el suelo, exhausta, con el vestido manchado de sangre y ceniza.

    Mientras recuperaba el aliento, Akane pensó que su magia no era así de débil antes, y si este mundo tenía tanto maná en el aire… ¿por qué se sentía limitada? La respuesta llegó como un susurro interno: El sello, no solo había sellado su forma licántropa, había sellado su poder.

    Sus amigos se acercaron, la rodearon con alivio.
    Uno de ellos, el cazador de cabello rojizo, le preguntó: ¿Cómo sobreviviste? Pensamos que…

    Akane sonrió con tristeza. -Mi madre es una maga blanca. Tengo algo de su magia. Me ayuda a sanar… aunque es débil. Me salvó, pero tardó mucho.-

    Los demás asintieron, impresionados pero cuando Akane preguntó por el abuelo, las miradas bajaron.
    -No sobrevivió.- Dijo uno de ellos. -Cuando escuchó lo que pasó… su corazón no lo resistió.-

    Akane sintió que el mundo se detenía, quiso culparse pero sus amigos la detuvieron.
    -No fue tu culpa. Él te amaba... Y tú le diste alegría en sus últimos días.

    Dos días después, enterraron a los muertos,
    el aire estaba lleno de ceniza y silencio, la gente habló, la aldea ya no pertenecía al reino de Estris y los señores feudales la habían abandonado, Gardarian no había enviado ayuda y los bandidos volverían.

    Todos decidieron pedir refugio en la ciudad de Gargan. Todos… menos Akane.

    -No iré con ustedes.- Dijo, firme.
    -¡No digas locuras!- Le respondió uno de sus amigos. -¡Ven con nosotros!-
    -No.- Repitió Akane. -Si me voy, el abuelo estará solo. Quiero acompañarlo un poco más.-

    Sus amigos comprendieron, Akane queria guardar luto por el anciano que la adopto como su niega y aunque sabia que era peligroso quedarse, tambien sabían que la chica era capaz, que lo que pasó en la posada fue una sorpresa y que si ese hombre regresaba… esta vez, Akane estaría lista.

    Unos días después, todos partieron, la aldea quedó vacía, solo Akane permanecía.
    Caminaba entre las casas quemadas, reparando lo que podía, no por nostalgia,
    sino por respeto.

    Sabía que si iba con ellos, podría ponerlos en peligro, ese hombre… Ese poder… Volvería.

    Pero esta vez, Akane no sería una víctima, sería la guardiana, la loba que había despertado, la llama que no se extingue.
    Parte VII - Donde arde el corazón. Akane salió de entre los escombros con el cuerpo temblando y la sangre aún tibia en su abdomen. El cielo estaba cubierto de humo, y la aldea que había sido su refugio ardía como un recuerdo que se niega a morir, Akane caminó entre las llamas, con los ojos nublados por el polvo y el miedo. Pensó lo peor, que todos habían muerto, que estaba sola otra vez. Pero entonces escuchó voces, voces familiares, gritos, esfuerzo. Corrió por las calles polvosas, tropezando con madera quemada y piedras sueltas, hasta encontrar a un grupo de aldeanos tratando de apagar el fuego con cubos de agua y mantas húmedas. Sin pensarlo, Akane alzó las manos y canalizó su magia, pequeñas explosiones controladas comenzaron a sofocar las llamas, disipando el oxígeno justo en los puntos críticos, era una técnica que nunca había usado así pero funcionaba. La gente la miró con asombro. -¡Akane! ¡Estás viva! -¡Gracias al cielos! Ella no respondió, solo siguió ayudando hasta que el último fuego se apagó. y entonces cayó sentada en el suelo, exhausta, con el vestido manchado de sangre y ceniza. Mientras recuperaba el aliento, Akane pensó que su magia no era así de débil antes, y si este mundo tenía tanto maná en el aire… ¿por qué se sentía limitada? La respuesta llegó como un susurro interno: El sello, no solo había sellado su forma licántropa, había sellado su poder. Sus amigos se acercaron, la rodearon con alivio. Uno de ellos, el cazador de cabello rojizo, le preguntó: ¿Cómo sobreviviste? Pensamos que… Akane sonrió con tristeza. -Mi madre es una maga blanca. Tengo algo de su magia. Me ayuda a sanar… aunque es débil. Me salvó, pero tardó mucho.- Los demás asintieron, impresionados pero cuando Akane preguntó por el abuelo, las miradas bajaron. -No sobrevivió.- Dijo uno de ellos. -Cuando escuchó lo que pasó… su corazón no lo resistió.- Akane sintió que el mundo se detenía, quiso culparse pero sus amigos la detuvieron. -No fue tu culpa. Él te amaba... Y tú le diste alegría en sus últimos días. Dos días después, enterraron a los muertos, el aire estaba lleno de ceniza y silencio, la gente habló, la aldea ya no pertenecía al reino de Estris y los señores feudales la habían abandonado, Gardarian no había enviado ayuda y los bandidos volverían. Todos decidieron pedir refugio en la ciudad de Gargan. Todos… menos Akane. -No iré con ustedes.- Dijo, firme. -¡No digas locuras!- Le respondió uno de sus amigos. -¡Ven con nosotros!- -No.- Repitió Akane. -Si me voy, el abuelo estará solo. Quiero acompañarlo un poco más.- Sus amigos comprendieron, Akane queria guardar luto por el anciano que la adopto como su niega y aunque sabia que era peligroso quedarse, tambien sabían que la chica era capaz, que lo que pasó en la posada fue una sorpresa y que si ese hombre regresaba… esta vez, Akane estaría lista. Unos días después, todos partieron, la aldea quedó vacía, solo Akane permanecía. Caminaba entre las casas quemadas, reparando lo que podía, no por nostalgia, sino por respeto. Sabía que si iba con ellos, podría ponerlos en peligro, ese hombre… Ese poder… Volvería. Pero esta vez, Akane no sería una víctima, sería la guardiana, la loba que había despertado, la llama que no se extingue.
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    Parte VI - Bajo los escombros.

    Un año había pasado desde que Akane llegó a ese mundo. Un año de cacerías compartidas, de risas en la posada, de tardes tranquilas entre campos dorados. Un año en el que, por primera vez, Akane sintió que pertenecía.

    El jefe de la aldea a quien ahora llamaba “abuelo” sin pensarlo la había acogido como a una hija. Y ella, poco a poco, había dejado atrás el peso del apellido Ishtar, el eco de Queen, el legado que nunca quiso. Aquí no era heredera, ni arma, ni símbolo, era solo Akane y eso bastaba.

    Una tarde, mientras ayudaba a una señora con leña, esta le comentó que su hijo, un aventurero en la ciudad volvería pronto. “Me encantaría que lo conocieras,” dijo con una sonrisa. Akane sonrió también, por primera vez, pensó que no sería mala idea.

    Esa noche, la posada estaba llena de cazadores.
    Akane se sentó con sus compañeros, compartiendo pan, carne, y planes para la próxima misión. No notó al grupo de forasteros que entró, era normal que viajeros pasaran por la aldea rumbo a la ciudad pero entonces lo sintió.

    Un poder violento, hambriento, como una herida abierta en el aire.

    Akane volteó, un hombre la miraba fijamente.
    Su presencia era como un cuchillo en la atmósfera, ella intentó ignorarlo,
    Pero entonces él murmuró: Increíble que incluso las bestias se sienten a la mesa con los humanos, cuando su lugar es el bosque, con las demás bestias.

    Las palabras fueron como un disparo al pasado,
    Akane recordó al hombre que intentó sellarla, el que la arrojó a este mundo, el que la llamó monstruo.

    Se levantó, iba a responder pero no tuvo tiempo.

    La espada entró en su estómago como una traición. El dolor fue punzante, absoluto.
    Las chicas que atendían gritaron, los cazadores, sus amigos se levantaron pero antes de que pudieran moverse, una ráfaga de magia oscura golpeó el pecho de Akane, lanzándola contra las mesas... Madera rota, sillas volando, sangre en el suelo.

    Akane intentó sanar pero no pudo.
    La herida estaba envuelta en magia oscura, haciendo que su regeneración no funcionaba.
    El sello de su forma lobo no respondía y el mundo se volvió negro.

    Horas después, Akane despertó, el dolor seguía ahí, pero la herida había comenzado a cerrarse;
    No del todo pero lo suficiente para moverse.

    Se arrastró entre los escombros, la posada estaba destruida, el aire olía a humo y sangre.
    Y cuando salió al exterior, lo vio:

    La aldea ardía, los campos que había recorrido,
    el hogar que había aprendido a amar. Todo estaba en llamas.

    Akane se quedó quieta, el viento soplaba cenizas sobre su piel y en ese momento, supo que el pasado no la había soltado.
    Que el mundo que la había acogido estaba pagando por lo que ella era, o por lo que alguien creía que era.
    Parte VI - Bajo los escombros. Un año había pasado desde que Akane llegó a ese mundo. Un año de cacerías compartidas, de risas en la posada, de tardes tranquilas entre campos dorados. Un año en el que, por primera vez, Akane sintió que pertenecía. El jefe de la aldea a quien ahora llamaba “abuelo” sin pensarlo la había acogido como a una hija. Y ella, poco a poco, había dejado atrás el peso del apellido Ishtar, el eco de Queen, el legado que nunca quiso. Aquí no era heredera, ni arma, ni símbolo, era solo Akane y eso bastaba. Una tarde, mientras ayudaba a una señora con leña, esta le comentó que su hijo, un aventurero en la ciudad volvería pronto. “Me encantaría que lo conocieras,” dijo con una sonrisa. Akane sonrió también, por primera vez, pensó que no sería mala idea. Esa noche, la posada estaba llena de cazadores. Akane se sentó con sus compañeros, compartiendo pan, carne, y planes para la próxima misión. No notó al grupo de forasteros que entró, era normal que viajeros pasaran por la aldea rumbo a la ciudad pero entonces lo sintió. Un poder violento, hambriento, como una herida abierta en el aire. Akane volteó, un hombre la miraba fijamente. Su presencia era como un cuchillo en la atmósfera, ella intentó ignorarlo, Pero entonces él murmuró: Increíble que incluso las bestias se sienten a la mesa con los humanos, cuando su lugar es el bosque, con las demás bestias. Las palabras fueron como un disparo al pasado, Akane recordó al hombre que intentó sellarla, el que la arrojó a este mundo, el que la llamó monstruo. Se levantó, iba a responder pero no tuvo tiempo. La espada entró en su estómago como una traición. El dolor fue punzante, absoluto. Las chicas que atendían gritaron, los cazadores, sus amigos se levantaron pero antes de que pudieran moverse, una ráfaga de magia oscura golpeó el pecho de Akane, lanzándola contra las mesas... Madera rota, sillas volando, sangre en el suelo. Akane intentó sanar pero no pudo. La herida estaba envuelta en magia oscura, haciendo que su regeneración no funcionaba. El sello de su forma lobo no respondía y el mundo se volvió negro. Horas después, Akane despertó, el dolor seguía ahí, pero la herida había comenzado a cerrarse; No del todo pero lo suficiente para moverse. Se arrastró entre los escombros, la posada estaba destruida, el aire olía a humo y sangre. Y cuando salió al exterior, lo vio: La aldea ardía, los campos que había recorrido, el hogar que había aprendido a amar. Todo estaba en llamas. Akane se quedó quieta, el viento soplaba cenizas sobre su piel y en ese momento, supo que el pasado no la había soltado. Que el mundo que la había acogido estaba pagando por lo que ella era, o por lo que alguien creía que era.
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    Bienvenido, Sting Nura Byakuren Ishtar

    Hoy el umbral de Ishtar’s Demonic Déesse Infernal Glamour se abre para recibir a una presencia nacida del linaje, la elegancia y el poder. Tu nombre no llega como un eco: llega como una proclamación.

    Aquí, donde el glamour infernal se forja con disciplina, carisma y esencia divina, tu porte se convierte en símbolo. Cada mirada que portas es autoridad, cada paso es legado, y cada sesión será una manifestación de tu identidad única: nobleza oscura, estilo impecable y magnetismo absoluto.

    Bienvenido al escenario donde los herederos no solo brillan…
    redefinen la belleza y el dominio.
    ✨ Bienvenido, Sting Nura Byakuren Ishtar ✨ Hoy el umbral de Ishtar’s Demonic Déesse Infernal Glamour se abre para recibir a una presencia nacida del linaje, la elegancia y el poder. Tu nombre no llega como un eco: llega como una proclamación. Aquí, donde el glamour infernal se forja con disciplina, carisma y esencia divina, tu porte se convierte en símbolo. Cada mirada que portas es autoridad, cada paso es legado, y cada sesión será una manifestación de tu identidad única: nobleza oscura, estilo impecable y magnetismo absoluto. Bienvenido al escenario donde los herederos no solo brillan… redefinen la belleza y el dominio. 🔥👑
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    🩵 ¡Holis, User de Asuna! ¡Vengo a presentar algo de info sobre ella y de rol! Por favor, leer atentamente. ¡También enviaré esto al privado para que esté al tanto de mis reglas personales para rol! ¡Nada complicado, pero que apreciaría sea respetado! 🩵
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    🩵 Ichinose Asuna 🩵
    * Ichinose Asuna es un ángel. Pero no de la típica vista agnóstica. Ella es un ángel, una clase de humana especial que apareció para traer amor y esperanza a la humanidad. La fuente de su "poder" es el halo en su cabeza. Que siempre está presente, pero solo algunos selectos lo notan, o ven en lo absoluto.
    * Su edad flota entre 18 y 19.
    * Mide 167 cm de estatura.
    * Es estudiante de escuela (es una escuela especial para ángeles guardianes como ella).
    * Es maid por contrato; ella llega a casas para limpiar, preparar comida, lavar ropa, etc. Todas las labores hogareñas. Esté presente o no el cliente.
    * Los fines de semana, trabaja de camarera/sirvienta en un bar y casino. ¡¡Donde ella se viste de conejita!!
    * Ella adora verse bonita y sexy.
    * Su deporte favorito es la natación. ¡Es muy buena!
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    🩵 Sobre User y el rol conmigo🩵
    * POR FAVOR, no enviar arte o imágenes de mi personaje, Ichinose Asuna. Si yo las envío, es mi detalle o regalito para usted por el rol y para describir mejor la situación. También, no tendría sentido que usted envíe imágenes de mi personaje en vez del suyo, ¿no? Envío imágenes de lugares, comida, etc. para avivar las cosas. A su vez, usted es libre de enviarme toda referencia que le guste o encuentre necesaria, y le invito a enviarme arte/imágenes de su personaje. (Inesperado, me gusta ver hombres guapos). ¡Y/O el personaje con quien roleo! ¡Jaja!
    * Mi personaje es heterosexual, le gustan los hombres. ¡A lo más ofrezco amistad con mujeres!
    * Me gusta más estar en personaje opuesto a fuera de. Me gusta que el rol fluya natural, sin planearlo tanto.
    * Respondo pronto como pueda. Si no respondo, solo estoy ocupada. Si me ve publicar mientras no le respondo, es porque tengo un momentito para interactuar rápido. Porque prefiero responder correctamente a los roles y no solo responder por responderle.
    * Me gusta mucho la buena ortografía y el sentido común. Pero errorcitos de redacción o palabras no me molestan para nada.
    * Prefiero utilizar un lenguaje bonito a la lectura, y evitar utilizar términos denigrantes para describir... ciertas cosas. Por ejemplo, aborrezco el uso de coño, polla.
    * No me agrada el rol oscuro o de temáticas oscuras. Estoy abierta al drama y situaciones complejas. Tabúes como alumna x maestro, y así. Pero no toco temas muy oscuros o turbios. No hago chantaje, ntr, ni vi0l4cion.
    🩵 ¡Holis, User de Asuna! ¡Vengo a presentar algo de info sobre ella y de rol! Por favor, leer atentamente. ¡También enviaré esto al privado para que esté al tanto de mis reglas personales para rol! ¡Nada complicado, pero que apreciaría sea respetado! 🩵 ◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊ 🩵 Ichinose Asuna 🩵 * Ichinose Asuna es un ángel. Pero no de la típica vista agnóstica. Ella es un ángel, una clase de humana especial que apareció para traer amor y esperanza a la humanidad. La fuente de su "poder" es el halo en su cabeza. Que siempre está presente, pero solo algunos selectos lo notan, o ven en lo absoluto. * Su edad flota entre 18 y 19. * Mide 167 cm de estatura. * Es estudiante de escuela (es una escuela especial para ángeles guardianes como ella). * Es maid por contrato; ella llega a casas para limpiar, preparar comida, lavar ropa, etc. Todas las labores hogareñas. Esté presente o no el cliente. * Los fines de semana, trabaja de camarera/sirvienta en un bar y casino. ¡¡Donde ella se viste de conejita!! 🐇 * Ella adora verse bonita y sexy. * Su deporte favorito es la natación. ¡Es muy buena! ◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊ 🩵 Sobre User y el rol conmigo🩵 * POR FAVOR, no enviar arte o imágenes de mi personaje, Ichinose Asuna. Si yo las envío, es mi detalle o regalito para usted por el rol y para describir mejor la situación. También, no tendría sentido que usted envíe imágenes de mi personaje en vez del suyo, ¿no? Envío imágenes de lugares, comida, etc. para avivar las cosas. A su vez, usted es libre de enviarme toda referencia que le guste o encuentre necesaria, y le invito a enviarme arte/imágenes de su personaje. (Inesperado, me gusta ver hombres guapos). ¡Y/O el personaje con quien roleo! ¡Jaja! * Mi personaje es heterosexual, le gustan los hombres. ¡A lo más ofrezco amistad con mujeres! * Me gusta más estar en personaje opuesto a fuera de. Me gusta que el rol fluya natural, sin planearlo tanto. * Respondo pronto como pueda. Si no respondo, solo estoy ocupada. Si me ve publicar mientras no le respondo, es porque tengo un momentito para interactuar rápido. Porque prefiero responder correctamente a los roles y no solo responder por responderle. * Me gusta mucho la buena ortografía y el sentido común. Pero errorcitos de redacción o palabras no me molestan para nada. * Prefiero utilizar un lenguaje bonito a la lectura, y evitar utilizar términos denigrantes para describir... ciertas cosas. Por ejemplo, aborrezco el uso de coño, polla. * No me agrada el rol oscuro o de temáticas oscuras. Estoy abierta al drama y situaciones complejas. Tabúes como alumna x maestro, y así. Pero no toco temas muy oscuros o turbios. No hago chantaje, ntr, ni vi0l4cion.
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