⸻Observen con cuidado. A menudo se habla del olvido como un bálsamo, una liberación del peso del pasado. Pero esa es una visión parcial, casi ingenua. En su esencia más profunda, el olvido no conduce a la desesperación; el olvido es la desesperación misma.
⸻¿Por qué? Simple. Somos nuestra memoria. La identidad, el sentido de propósito, la conexión con otros y con nosotros mismos… todo se teje con los hilos del recuerdo. La memoria nos da contexto, nos da historia, nos da un ser.
⸻El olvido, entonces, no es solo perder detalles. Es la desintegración de esa estructura. Es el borrado sistemático del mapa que nos orienta. Cuando olvidas quién fuiste, qué amaste, qué te hirió y qué aprendiste, ¿qué queda? Queda un vacío. Un presente desconectado, flotando sin ancla. Y esa deriva sin sentido, esa ausencia de significado… eso es, precisamente, la desesperación en estado puro.
⸻Y aquí la clave: es inevitable. No es una tragedia personal evitable, es la condición inherente a la existencia finita. El tiempo erosiona, la mente es falible, las conexiones se desvanecen. La lucha por recordar es constante, pero la tendencia natural es hacia la disolución, hacia el olvido. Tarde o temprano, la niebla avanza.
⸻Por eso, la desesperación fundamental no reside en el sufrimiento recordado, sino en la nada que impone el olvido. Es la certeza de que todo lo que nos define está destinado a desvanecerse, no solo de la mente de otros, sino de la nuestra propia. Es la comprensión de que al final, solo queda el silencio donde antes hubo una historia. Y esa es la forma más absoluta e inescapable de la desesperación: la que ni siquiera deja rastro de lo que se ha perdido. Es, simplemente, el fin del significado ¿No estas de acuerdo?
Hablaba hacia los cádaveres de unas personas de un pueblo recondito de una selva los cuales fueron exterminados por un grupo de mercenarios. Un ejemplo vivido de lo que hablaba. Almas las cuales su existencia sera negada.
⸻Observen con cuidado. A menudo se habla del olvido como un bálsamo, una liberación del peso del pasado. Pero esa es una visión parcial, casi ingenua. En su esencia más profunda, el olvido no conduce a la desesperación; el olvido es la desesperación misma.
⸻¿Por qué? Simple. Somos nuestra memoria. La identidad, el sentido de propósito, la conexión con otros y con nosotros mismos… todo se teje con los hilos del recuerdo. La memoria nos da contexto, nos da historia, nos da un ser.
⸻El olvido, entonces, no es solo perder detalles. Es la desintegración de esa estructura. Es el borrado sistemático del mapa que nos orienta. Cuando olvidas quién fuiste, qué amaste, qué te hirió y qué aprendiste, ¿qué queda? Queda un vacío. Un presente desconectado, flotando sin ancla. Y esa deriva sin sentido, esa ausencia de significado… eso es, precisamente, la desesperación en estado puro.
⸻Y aquí la clave: es inevitable. No es una tragedia personal evitable, es la condición inherente a la existencia finita. El tiempo erosiona, la mente es falible, las conexiones se desvanecen. La lucha por recordar es constante, pero la tendencia natural es hacia la disolución, hacia el olvido. Tarde o temprano, la niebla avanza.
⸻Por eso, la desesperación fundamental no reside en el sufrimiento recordado, sino en la nada que impone el olvido. Es la certeza de que todo lo que nos define está destinado a desvanecerse, no solo de la mente de otros, sino de la nuestra propia. Es la comprensión de que al final, solo queda el silencio donde antes hubo una historia. Y esa es la forma más absoluta e inescapable de la desesperación: la que ni siquiera deja rastro de lo que se ha perdido. Es, simplemente, el fin del significado ¿No estas de acuerdo?
Hablaba hacia los cádaveres de unas personas de un pueblo recondito de una selva los cuales fueron exterminados por un grupo de mercenarios. Un ejemplo vivido de lo que hablaba. Almas las cuales su existencia sera negada.