• - Creo que fue una experiencia horrible...

    Comienza a deslizar una misteriosa ficha de marfil con la curiosa forma de su Warframe, un regalo de los niños ostronitas, al snetir ese material, reflexiona de esa forma de morir.

    - Una pesadilla para mi gente, mucha lava.

    Un puente de roca sólida fue derrumbado justo encima de él y los Ostronitas que fue a rescatar de las cuevas mineras de los Grineers, logró sacarlos a tiempo pero llegaban mas clones mientras el calor se hacia insoportable por el paso de la lava inunda la zona del desastre, lo peor fue ver que algunos grineers se quedaron para tener la oportunidad de retener al Warframe y que la lava hiciera su parte.

    Algunos ya tenian la armadura bien encarna hacia su piel otros se lanzaron al sentir lava sobre su piel contra él para cumplir con su labor, recuerda la pérdida, Las hachas gemelas con hueso de Eidolores con hojas de lava, sin embargo, el beso de la lava sobre la piel de Chroma, él lo podía resistir, sin embargo, Hayden grito de dolor reflejado en el rugido desesperado de Chroma en aquella misión, logra cercenar un grineer, luego a otro, aunque la fuerza se drenada de sus musculos mientras la lava comienza a tocar mas partes del cuerpo de Chroma.

    Una cosa es el calor y el fuego, sin embargo, la lava, dentro de la capsula solo grita por el increible dolor que le producía moverse, aunque sus nervios se quemaban por segundos, el regenerarlos volvía a solo activar ese dolor, hasta qie finalmente Hayden sufrió un par cardíaco por la conmoción, Chroma se detiene de golpe como una estatua mientras la lava llega hasta sus rodillas aunque ya tiene partes en los brazos y rostro de los intentos de los clones por cubrirle de lava por todas partes.

    Lamentablemente volvió del vacío segundos después, la transferencia se reinicia y Chroma ruge activando su armadura de hielo y de las pocas veces que la ira del Warframe se alinea con la ira del Tenno para salir de esa trampa y acabar con los enemigos en la parte superior mientras la lava seguía cubriendo ese lugar.

    Sólo por ese momento se dejó llevar por la ira de una muerte dolorosa, sintió la satisfacción de la venganza iracunda y en ese momento, si fuera por él mataría tanto aliados como enemigos.

    - Menos mal... no había nadie que enemigos con muy mala suerte.
    - Creo que fue una experiencia horrible... Comienza a deslizar una misteriosa ficha de marfil con la curiosa forma de su Warframe, un regalo de los niños ostronitas, al snetir ese material, reflexiona de esa forma de morir. - Una pesadilla para mi gente, mucha lava. Un puente de roca sólida fue derrumbado justo encima de él y los Ostronitas que fue a rescatar de las cuevas mineras de los Grineers, logró sacarlos a tiempo pero llegaban mas clones mientras el calor se hacia insoportable por el paso de la lava inunda la zona del desastre, lo peor fue ver que algunos grineers se quedaron para tener la oportunidad de retener al Warframe y que la lava hiciera su parte. Algunos ya tenian la armadura bien encarna hacia su piel otros se lanzaron al sentir lava sobre su piel contra él para cumplir con su labor, recuerda la pérdida, Las hachas gemelas con hueso de Eidolores con hojas de lava, sin embargo, el beso de la lava sobre la piel de Chroma, él lo podía resistir, sin embargo, Hayden grito de dolor reflejado en el rugido desesperado de Chroma en aquella misión, logra cercenar un grineer, luego a otro, aunque la fuerza se drenada de sus musculos mientras la lava comienza a tocar mas partes del cuerpo de Chroma. Una cosa es el calor y el fuego, sin embargo, la lava, dentro de la capsula solo grita por el increible dolor que le producía moverse, aunque sus nervios se quemaban por segundos, el regenerarlos volvía a solo activar ese dolor, hasta qie finalmente Hayden sufrió un par cardíaco por la conmoción, Chroma se detiene de golpe como una estatua mientras la lava llega hasta sus rodillas aunque ya tiene partes en los brazos y rostro de los intentos de los clones por cubrirle de lava por todas partes. Lamentablemente volvió del vacío segundos después, la transferencia se reinicia y Chroma ruge activando su armadura de hielo y de las pocas veces que la ira del Warframe se alinea con la ira del Tenno para salir de esa trampa y acabar con los enemigos en la parte superior mientras la lava seguía cubriendo ese lugar. Sólo por ese momento se dejó llevar por la ira de una muerte dolorosa, sintió la satisfacción de la venganza iracunda y en ese momento, si fuera por él mataría tanto aliados como enemigos. - Menos mal... no había nadie que enemigos con muy mala suerte.
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  • -Ambas hermanas finalmente se revelaron como son en realidad, se robaron los versos sellados de Weiss, para seguir con lo que se tenía planeado.

    Se enfrentaron a Nier, tratando de ayudar al señor de las sombras, pero en el trascurso de la batalla, Devola salió gravemente lastimada.

    Muriendo en los brazos de su hermana, ella de ira abrazado el cuerpo de su hermana, cuando nier le piden para, ella se niega. -

    Popola: ¿¡Que me detenga dices!? ¡Vienes y rebanas a mi hermana como si fuera un animal, y ahora me pides que pare.
    Te dire... No lo haré, esto no tendrá fin ahora.

    -Dejandose llevar por la ir de la muerte de su hermana, ella se dejó llevar por ese sentimiento atacando a Nier y los compañeros del mismo, estará dispuesta a darlo todo, olvidado su misión principal pues ahora estaba cegada por la venganza. -
    -Ambas hermanas finalmente se revelaron como son en realidad, se robaron los versos sellados de Weiss, para seguir con lo que se tenía planeado. Se enfrentaron a Nier, tratando de ayudar al señor de las sombras, pero en el trascurso de la batalla, Devola salió gravemente lastimada. Muriendo en los brazos de su hermana, ella de ira abrazado el cuerpo de su hermana, cuando nier le piden para, ella se niega. - Popola: ¿¡Que me detenga dices!? ¡Vienes y rebanas a mi hermana como si fuera un animal, y ahora me pides que pare. Te dire... No lo haré, esto no tendrá fin ahora. -Dejandose llevar por la ir de la muerte de su hermana, ella se dejó llevar por ese sentimiento atacando a Nier y los compañeros del mismo, estará dispuesta a darlo todo, olvidado su misión principal pues ahora estaba cegada por la venganza. -
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  • No busco venganza, busco equilibrio.
    Y si ese equilibrio exige sangre… que así sea.
    #SundayofLuxury
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    𝑻𝒉𝒆 𝑯𝒐𝒎𝒖𝒏𝒄𝒖𝒍𝒖𝒔 (𝟏)

    Nadie sabe exactamente de dónde salió Connor. Los registros oficiales que lleva consigo son falsos y él mismo parece haber olvidado la mayor parte de rastros respecto a su origen. A los ojos del mundo es un detective privado con actitudes cuestionables que acepta trabajos en los márgenes de la ley: desapariciones, fraudes, venganzas silenciosas, entre otros. Alguien que se mueve con la calma y precisión de un cirujano y que siempre encuentra lo que busca.

    No obstante, la verdad es otra. Connor no es un hombre, sino una construcción biológica, un organismo artificial diseñado para cazar. Su fachada humana es apenas un disfraz tejido con cuidado para poder moverse entre los demás sin levantar sospechas. Bajo esa piel late algo que no envejece, que no duerme, que no come como los demás. Su percepción del entorno, su resistencia, su capacidad de adaptarse y moldear su cuerpo lo colocan muy por encima de cualquier otro depredador, de cualquier especie conocida.

    Ese contraste es lo que lo define. Por un lado sigue pistas, interroga y observa, por el otro se alimenta, estudia a sus presas y perfecciona su propia naturaleza. Vive en ciudades sin nombre y nunca permanece demasiado tiempo en un mismo lugar. No necesita pertenecer a nada ni a nadie, pero tampoco puede escapar de lo que es, una criatura construida para cazar, jugando al papel de hombre.
    𝑻𝒉𝒆 𝑯𝒐𝒎𝒖𝒏𝒄𝒖𝒍𝒖𝒔 (𝟏) Nadie sabe exactamente de dónde salió Connor. Los registros oficiales que lleva consigo son falsos y él mismo parece haber olvidado la mayor parte de rastros respecto a su origen. A los ojos del mundo es un detective privado con actitudes cuestionables que acepta trabajos en los márgenes de la ley: desapariciones, fraudes, venganzas silenciosas, entre otros. Alguien que se mueve con la calma y precisión de un cirujano y que siempre encuentra lo que busca. No obstante, la verdad es otra. Connor no es un hombre, sino una construcción biológica, un organismo artificial diseñado para cazar. Su fachada humana es apenas un disfraz tejido con cuidado para poder moverse entre los demás sin levantar sospechas. Bajo esa piel late algo que no envejece, que no duerme, que no come como los demás. Su percepción del entorno, su resistencia, su capacidad de adaptarse y moldear su cuerpo lo colocan muy por encima de cualquier otro depredador, de cualquier especie conocida. Ese contraste es lo que lo define. Por un lado sigue pistas, interroga y observa, por el otro se alimenta, estudia a sus presas y perfecciona su propia naturaleza. Vive en ciudades sin nombre y nunca permanece demasiado tiempo en un mismo lugar. No necesita pertenecer a nada ni a nadie, pero tampoco puede escapar de lo que es, una criatura construida para cazar, jugando al papel de hombre.
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  • El Eco del Frío Acero
    Fandom OC
    Categoría Original
    La oficina de Alaric Sterling era un santuario de mármol y acero pulido, un reflejo gélido de la determinación de su dueño. Los rascacielos de Seúl se extendían ante él, un lienzo de luces que no lograban calentar la frialdad que se había instalado en su pecho. Hacía unas semanas que él se había ido. Ni una nota, ni una llamada, solo el silencio ensordecedor que había dejado un vacío punzante. El CEO, el líder de la mafia, el Alfa Puro que lo tenía todo, se encontró de rodillas ante la huida de una sola persona.

    Pero Alaric Sterling no se permitía la debilidad. El dolor no era un lujo. Era un catalizador.

    Desde entonces, el trabajo se había convertido en su única amante, su única venganza. Cada negociación era más brutal, cada acuerdo más deshonesto. Su traje de tres piezas, impecable y caro, era una armadura. Su mirada, antes capaz de derretir el hielo, ahora era de acero forjado. Su aroma a sándalo y whisky se había vuelto más denso, más opresivo, anunciando su autoridad y su ira contenida.

    La voz de su asistente, una Beta eficiente y temerosa, lo sacó de sus pensamientos. "Señor Sterling, los hombres de los Kang están aquí. La reunión de las nueve."

    Alaric giró su silla de cuero negro, revelando una expresión que helaría la sangre de cualquiera. "Que pasen."

    No eran negociaciones, eran ejecuciones.

    Dos figuras entraron, hombres duros con rostros curtidos por años de servicio a los Kang, una familia rival que había osado cuestionar su autoridad en el puerto de Busan. Los Kang habían intentado desviar un envío, un cargamento de algo más que simple mercancía. Era un insulto.

    "Señor Sterling," dijo el primero, un Alfa corpulento con cicatrices, su voz forzadamente respetuosa. "Hemos venido a negociar el retraso del último cargamento."

    Alaric se puso de pie, su altura imponente empequeñeciendo a ambos. La oscuridad que lo había habitado desde el abandono se derramó en la habitación, un aura palpable de amenaza. No había necesidad de gritar. Su presencia lo decía todo.

    "¿Negociar?" La palabra salió de sus labios con la frialdad de una navaja. "Los Kang sabían las reglas. Un cargamento retrasado es un cargamento robado. Un robo es una afrenta."

    El segundo hombre, más joven y nervioso, intentó intervenir. "Hubo un malentendido, señor. Podríamos compensarle, doble, incluso el triple..."

    Alaric dio un paso al frente. Sus ojos, oscuros como el abismo, se fijaron en el Alfa corpulento. La mano de Alaric se levantó, no para golpear, sino para señalar la ventana que mostraba la ciudad.

    "¿Ven esas luces?" Su voz era un susurro mortal. "Cada una representa un dólar que he invertido, una vida que he arruinado, un obstáculo que he destruido para llegar a donde estoy."

    De repente, el Alfa corpulento cayó de rodillas, sin aliento, su rostro pálido. La presión invisible que Alaric ejercía era tan poderosa que el aire se volvió un muro. No era un ataque físico, era la manifestación pura de su dominio Alpha, intensificado por su ira.

    "Me deben. Y no me pagarán con dinero." Alaric miró al segundo hombre, que ahora temblaba incontrolablemente. "El mensaje es simple: la lealtad se paga con lealtad. La traición, con sangre."

    Los guardias de Alaric, figuras silenciosas y letales, entraron en la habitación. No hubo forcejeos, solo el sonido apagado de dos cuerpos siendo arrastrados fuera de la vista. La oficina quedó en silencio, con el aire aún cargado del aroma a miedo y la implacable presencia de Alaric.

    Volvió a su silla, el rostro inexpresivo. La ventana de su oficina reflejaba su soledad, la fría determinación de un hombre que había perdido la única calidez en su vida y ahora solo abrazaba el poder y la venganza. El eco del acero, el de las cadenas invisibles que ataban a sus enemigos, era el único sonido que podía calmar su corazón herido.
    La oficina de Alaric Sterling era un santuario de mármol y acero pulido, un reflejo gélido de la determinación de su dueño. Los rascacielos de Seúl se extendían ante él, un lienzo de luces que no lograban calentar la frialdad que se había instalado en su pecho. Hacía unas semanas que él se había ido. Ni una nota, ni una llamada, solo el silencio ensordecedor que había dejado un vacío punzante. El CEO, el líder de la mafia, el Alfa Puro que lo tenía todo, se encontró de rodillas ante la huida de una sola persona. Pero Alaric Sterling no se permitía la debilidad. El dolor no era un lujo. Era un catalizador. Desde entonces, el trabajo se había convertido en su única amante, su única venganza. Cada negociación era más brutal, cada acuerdo más deshonesto. Su traje de tres piezas, impecable y caro, era una armadura. Su mirada, antes capaz de derretir el hielo, ahora era de acero forjado. Su aroma a sándalo y whisky se había vuelto más denso, más opresivo, anunciando su autoridad y su ira contenida. La voz de su asistente, una Beta eficiente y temerosa, lo sacó de sus pensamientos. "Señor Sterling, los hombres de los Kang están aquí. La reunión de las nueve." Alaric giró su silla de cuero negro, revelando una expresión que helaría la sangre de cualquiera. "Que pasen." No eran negociaciones, eran ejecuciones. Dos figuras entraron, hombres duros con rostros curtidos por años de servicio a los Kang, una familia rival que había osado cuestionar su autoridad en el puerto de Busan. Los Kang habían intentado desviar un envío, un cargamento de algo más que simple mercancía. Era un insulto. "Señor Sterling," dijo el primero, un Alfa corpulento con cicatrices, su voz forzadamente respetuosa. "Hemos venido a negociar el retraso del último cargamento." Alaric se puso de pie, su altura imponente empequeñeciendo a ambos. La oscuridad que lo había habitado desde el abandono se derramó en la habitación, un aura palpable de amenaza. No había necesidad de gritar. Su presencia lo decía todo. "¿Negociar?" La palabra salió de sus labios con la frialdad de una navaja. "Los Kang sabían las reglas. Un cargamento retrasado es un cargamento robado. Un robo es una afrenta." El segundo hombre, más joven y nervioso, intentó intervenir. "Hubo un malentendido, señor. Podríamos compensarle, doble, incluso el triple..." Alaric dio un paso al frente. Sus ojos, oscuros como el abismo, se fijaron en el Alfa corpulento. La mano de Alaric se levantó, no para golpear, sino para señalar la ventana que mostraba la ciudad. "¿Ven esas luces?" Su voz era un susurro mortal. "Cada una representa un dólar que he invertido, una vida que he arruinado, un obstáculo que he destruido para llegar a donde estoy." De repente, el Alfa corpulento cayó de rodillas, sin aliento, su rostro pálido. La presión invisible que Alaric ejercía era tan poderosa que el aire se volvió un muro. No era un ataque físico, era la manifestación pura de su dominio Alpha, intensificado por su ira. "Me deben. Y no me pagarán con dinero." Alaric miró al segundo hombre, que ahora temblaba incontrolablemente. "El mensaje es simple: la lealtad se paga con lealtad. La traición, con sangre." Los guardias de Alaric, figuras silenciosas y letales, entraron en la habitación. No hubo forcejeos, solo el sonido apagado de dos cuerpos siendo arrastrados fuera de la vista. La oficina quedó en silencio, con el aire aún cargado del aroma a miedo y la implacable presencia de Alaric. Volvió a su silla, el rostro inexpresivo. La ventana de su oficina reflejaba su soledad, la fría determinación de un hombre que había perdido la única calidez en su vida y ahora solo abrazaba el poder y la venganza. El eco del acero, el de las cadenas invisibles que ataban a sus enemigos, era el único sonido que podía calmar su corazón herido.
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  • - No decepciones Tenno, ¿Un poco de sangre de inmortales es suficiente para detenerte?

    Chroma se levanta despacio del suelo agrietado luego de haber recibido el martillazo de ese grineer corrompido por el kuba, hacia un buen rato que no salían némesis de la fortaleza roja.

    – Ya no ruges, ¿Eh?.

    Balancea el martillo de dos manos, cuya cabeza posee un cohete que aumenta la fuerza de impacto de sus ataques.

    – Vamos, mi venganza no ha terminado, por las... No, ¡esto es por los hermanos!

    El grineers se toma su tiempo mientras el Warframe de logra poner de pie, hasta alza su diestra para detener en seco a su vulpafila que desea atacar al némesis, este es un duelo pendiente entre el Warframe y el Kuva Lich.

    – Así me gusta.
    Aunque no tiene su rostro a la vista, su pose, su armadura negra, la imponente voz es suficiente para que otros grineers ni se atrevan a abrir fuego al Warframe.
    - No decepciones Tenno, ¿Un poco de sangre de inmortales es suficiente para detenerte? Chroma se levanta despacio del suelo agrietado luego de haber recibido el martillazo de ese grineer corrompido por el kuba, hacia un buen rato que no salían némesis de la fortaleza roja. – Ya no ruges, ¿Eh?. Balancea el martillo de dos manos, cuya cabeza posee un cohete que aumenta la fuerza de impacto de sus ataques. – Vamos, mi venganza no ha terminado, por las... No, ¡esto es por los hermanos! El grineers se toma su tiempo mientras el Warframe de logra poner de pie, hasta alza su diestra para detener en seco a su vulpafila que desea atacar al némesis, este es un duelo pendiente entre el Warframe y el Kuva Lich. – Así me gusta. Aunque no tiene su rostro a la vista, su pose, su armadura negra, la imponente voz es suficiente para que otros grineers ni se atrevan a abrir fuego al Warframe.
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    Me voy a desquitar aquí porque tengo que sacarlo de mi sidtema porque si no me hará mal

    Literalmente mente paso de todo en este capítulo ¡¡EXIJO VENGANZAAAAAAA !! mataron a mi capitán y a mi muchacho Klein todos murieron !!! estoy chillando no lo había hecho disque ví la tumba de las luciérnagas este anime si que me impacto

    Me voy a desquitar aquí porque tengo que sacarlo de mi sidtema porque si no me hará mal Literalmente mente paso de todo en este capítulo ¡¡EXIJO VENGANZAAAAAAA !! mataron a mi capitán y a mi muchacho Klein todos murieron !!! :STK-55: estoy chillando no lo había hecho disque ví la tumba de las luciérnagas este anime si que me impacto
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  • “ Sweet winter " - privado.
    Fandom OC
    Categoría Slice of Life
    " Dulce Invierno ” - Rol privado.


    Hace unos dos días cuando se había perdido, al llegar a su hotel molestó a sus amigos ocultándoles cosas propias como venganza por haberlo abandonado y hasta ese día no habían podido encontrarlas y no planeaba decirles donde estaban. Luego decidieron salir a cenar para hacer las pases, pero Joshua recordó la tarjeta que había obtenido de esa persona que lo ayudó amablemente en la playa.

    Y como deseaba agradecerle de nuevo, les propuso a sus amigos visitar lo que parecía un restaurante llamativo donde esa persona trabajaba. Ya estaban hace quince minutos compartiendo mesa y probando los aperitivos cuando algunas gotas de lluvia habían empezado a caer fuera de la ventana, pero Joshua no había probado nada aún. Seguía observando su teléfono y mirando el nombre que decía "ángel" sobre el contacto. Escribía y borraba un mensaje que nunca se enviaba mientras suspiraba. ¿Quizás se había equivocado de día?. Se levantó de la mesa y sin explicaciones se dirigió al baño. Quizás solo iba a terminar su cena y se iría, ya que no podía encontrar a quién antes emocionado había pensando volver a ver.

    " Dulce Invierno ” - Rol privado. Hace unos dos días cuando se había perdido, al llegar a su hotel molestó a sus amigos ocultándoles cosas propias como venganza por haberlo abandonado y hasta ese día no habían podido encontrarlas y no planeaba decirles donde estaban. Luego decidieron salir a cenar para hacer las pases, pero Joshua recordó la tarjeta que había obtenido de esa persona que lo ayudó amablemente en la playa. Y como deseaba agradecerle de nuevo, les propuso a sus amigos visitar lo que parecía un restaurante llamativo donde esa persona trabajaba. Ya estaban hace quince minutos compartiendo mesa y probando los aperitivos cuando algunas gotas de lluvia habían empezado a caer fuera de la ventana, pero Joshua no había probado nada aún. Seguía observando su teléfono y mirando el nombre que decía "ángel" sobre el contacto. Escribía y borraba un mensaje que nunca se enviaba mientras suspiraba. ¿Quizás se había equivocado de día?. Se levantó de la mesa y sin explicaciones se dirigió al baño. Quizás solo iba a terminar su cena y se iría, ya que no podía encontrar a quién antes emocionado había pensando volver a ver.
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  • He visto demonios morir y he visto a demonios llorar. No son dos cosas incompatibles.

    Cuando la furia se apaga por un instante, aparecen restos de lo que fueron: miradas confusas, palabras torpes que intentan decir un nombre, recuerdos de un padre, una madre, una risa que ya no encaja. Esos vestigios me agarran la garganta más de lo que me gustaría admitir. Me enseñan que el monstruo no nació en un día ni en un acto; nació de heridas humanas, de traiciones y de hambre convertida en voluntad. Comprender eso no me convierte en su aliado. Simplemente me obliga a ser honesto con la brutalidad del mundo.

    Entender a un demonio es ver la factura de la humanidad en su rostro. Entenderlo es saber que detrás del hambre, del sadismo, hubo una cadena de negligencias y dolor que lo transformó. Pero entender no cura. Entender no hace retroceder al filo que parte un cuerpo, ni devuelve a un niño que dejó de existir por su culpa. La empatía puede enseñar, pero no puede sustituir a la espada cuando la amenaza es inminente.

    Por eso deben ser exterminados. No por placer, no por odio ciego, sino por un cálculo terrible y simple: cada demonio que queda es una fábrica de muertes futuras. Regeneran, engañan, se multiplican bajo la noche. Si les das tiempo, si permites que sus heridas se vuelvan máscara, el saldo es siempre más sangre. El mundo en el que vivo no tiene espacios seguros para teorías románticas; las dudas se pagan con vidas.

    Hay un peligro aún peor que convertir la ejecución en costumbre: convertir la comprensión en indulgencia. Cuando la compasión se vuelve excusa para no actuar, la compasión deja de ser virtud y se vuelve traición a los vivos. Por eso mi empatía tiene un límite: escucho sus historias, veo sus brasas de humanidad, pero no me dejo convencer por ellas. No porque no sienta, sino porque siento con demasiada claridad lo que cuesta permitirles existir un día más.

    Matar a un demonio me deja cicatrices; lo hago con asco y con pena. Esa pena es la que me mantiene humano. Me recuerda que en cada cabeza que corto hay algo que alguna vez fue humano y por eso la eliminación duele. Pero el dolor no me paraliza: me obliga a actuar con rigor, a diseñar métodos que minimicen víctimas, a preferir la estrategia sobre la épica suicida. Exterminarlos no es venganza ni purga moral, es la única forma práctica de impedir que su sufrimiento siga reproduciéndose en otros seres humanos.
    He visto demonios morir y he visto a demonios llorar. No son dos cosas incompatibles. Cuando la furia se apaga por un instante, aparecen restos de lo que fueron: miradas confusas, palabras torpes que intentan decir un nombre, recuerdos de un padre, una madre, una risa que ya no encaja. Esos vestigios me agarran la garganta más de lo que me gustaría admitir. Me enseñan que el monstruo no nació en un día ni en un acto; nació de heridas humanas, de traiciones y de hambre convertida en voluntad. Comprender eso no me convierte en su aliado. Simplemente me obliga a ser honesto con la brutalidad del mundo. Entender a un demonio es ver la factura de la humanidad en su rostro. Entenderlo es saber que detrás del hambre, del sadismo, hubo una cadena de negligencias y dolor que lo transformó. Pero entender no cura. Entender no hace retroceder al filo que parte un cuerpo, ni devuelve a un niño que dejó de existir por su culpa. La empatía puede enseñar, pero no puede sustituir a la espada cuando la amenaza es inminente. Por eso deben ser exterminados. No por placer, no por odio ciego, sino por un cálculo terrible y simple: cada demonio que queda es una fábrica de muertes futuras. Regeneran, engañan, se multiplican bajo la noche. Si les das tiempo, si permites que sus heridas se vuelvan máscara, el saldo es siempre más sangre. El mundo en el que vivo no tiene espacios seguros para teorías románticas; las dudas se pagan con vidas. Hay un peligro aún peor que convertir la ejecución en costumbre: convertir la comprensión en indulgencia. Cuando la compasión se vuelve excusa para no actuar, la compasión deja de ser virtud y se vuelve traición a los vivos. Por eso mi empatía tiene un límite: escucho sus historias, veo sus brasas de humanidad, pero no me dejo convencer por ellas. No porque no sienta, sino porque siento con demasiada claridad lo que cuesta permitirles existir un día más. Matar a un demonio me deja cicatrices; lo hago con asco y con pena. Esa pena es la que me mantiene humano. Me recuerda que en cada cabeza que corto hay algo que alguna vez fue humano y por eso la eliminación duele. Pero el dolor no me paraliza: me obliga a actuar con rigor, a diseñar métodos que minimicen víctimas, a preferir la estrategia sobre la épica suicida. Exterminarlos no es venganza ni purga moral, es la única forma práctica de impedir que su sufrimiento siga reproduciéndose en otros seres humanos.
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  • ⠀⠀La noche se había adueñado de la ciudad, pero las luces de la iglesia de San Miguel brillaban iluminando la calle en penumbra. Kazuha se detuvo frente a la verja. Era una espectadora silenciosa en un culto ajeno.

    ⠀⠀Desde el interior, llegaba el murmullo de una oración colectiva, un sonido que le erizó la piel. No por devoción, sino por una molesta familiaridad.

    "𝘗𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰𝘴..."

    ⠀⠀Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. ¿En los cielos? Ella provenía de un linaje que se decía ser descendiente de una entidad que habitaba en los sueños. Aeloria, Guardiana de los Sueños. Una leyenda tan antigua y difusa como el propio concepto de Dios para estos humanos.

    "𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘢 𝘵𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦..."

    ⠀⠀Ellos tenían su libro sagrado, su Biblia, con reglas escritas en piedra y mandamientos entregados en una montaña. Los Aelorianos tenían un Código de Ética. Un reglamento seco, frío, escrito por un Consejo de Ancianos temerosos que decidieron que el miedo era una buena base para la moral. "No usar el poder para ventaja personal. No alterar el equilibrio mágico en el mundo" Tsk, ¿quién decidió qué era el "equilibrio"? ¿Un puñado de viejos asustados que añoraban los días en que eran venerados como dioses menores?

    "𝘋𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘺 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘪𝘢..."

    ⠀⠀Ellos pedían pan. Sus clientes pedían amor, poder, venganza. ¿Era tan distinto? Ambos suplicaban a una fuerza superior para llenar un vacío. La única diferencia era el intermediario. Ellos tenían sacerdotes que prometían una recompensa después de la muerte. Y ella era como una sacerdotisa que cobraba antes de conceder el milagro, y advertía que el cielo podía caerte encima en cualquier momento.

    «Aeloria no nos dió este poder para que lo usaramos, sino para que lo entendieramos". La frase, una de las tantas que le habían repetido hasta el cansancio en su juventud. ¿Entenderlo? ¿Entender el caos? Era como intentar entender un huracán metiéndose en el ojo de la tormenta. ¡Absurdo!. El poder era para usarse. Para sentirlo arder en las venas, para moldear la realidad a voluntad. ¿Acaso no era eso entenderlo verdaderamente? Abrazar su naturaleza depredadora, en lugar de intentar domarla con reglas hipócritas.

    ⠀⠀Un Código de Ética escrito por un puñado de viejos cobardes era su biblia. Y ella era como la serpiente del Edén, prefería ofrecer la manzana del conocimiento prohibido, aunque a cambio de un precio que respnaría en los ecos del alma.

    ⠀⠀Una mariposa roja se materializó y se posó en un barrotes justo frente a su rostro.

    —¿Lo ves? —murmuró, y su voz se perdió en el canto de los feligreces— ellos rezan a un dios que no contesta. Y nosotros... somos los dioses que contestamos. Por eso nos temen más que a su propio dios silente, hmph.

    ⠀⠀Giró sobre sus talones y se alejó de la luz de la iglesia. No había respuestas para ella en ese lugar, solo el eco reconfortante de su propia herejía. Ella era una creyente más fiel que todos ellos. Porque creía en el poder mismo. Y no en las reglas que los hombres, humanos o Aelorianos, inventaban para sentirse menos aterrados de la oscuridad que llevaban dentro.

    ⠀⠀El eco de un "Amén" colectivo la persiguió calle abajo. Ella no necesitaba amén. Tenía el sonido de las mariposas rojas aleteando siempre cerca de ella.
    ⠀⠀La noche se había adueñado de la ciudad, pero las luces de la iglesia de San Miguel brillaban iluminando la calle en penumbra. Kazuha se detuvo frente a la verja. Era una espectadora silenciosa en un culto ajeno. ⠀⠀Desde el interior, llegaba el murmullo de una oración colectiva, un sonido que le erizó la piel. No por devoción, sino por una molesta familiaridad. "𝘗𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰𝘴..." ⠀⠀Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. ¿En los cielos? Ella provenía de un linaje que se decía ser descendiente de una entidad que habitaba en los sueños. Aeloria, Guardiana de los Sueños. Una leyenda tan antigua y difusa como el propio concepto de Dios para estos humanos. "𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘦𝘢 𝘵𝘶 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦..." ⠀⠀Ellos tenían su libro sagrado, su Biblia, con reglas escritas en piedra y mandamientos entregados en una montaña. Los Aelorianos tenían un Código de Ética. Un reglamento seco, frío, escrito por un Consejo de Ancianos temerosos que decidieron que el miedo era una buena base para la moral. "No usar el poder para ventaja personal. No alterar el equilibrio mágico en el mundo" Tsk, ¿quién decidió qué era el "equilibrio"? ¿Un puñado de viejos asustados que añoraban los días en que eran venerados como dioses menores? "𝘋𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘺 𝘯𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘱𝘢𝘯 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘥𝘪𝘢..." ⠀⠀Ellos pedían pan. Sus clientes pedían amor, poder, venganza. ¿Era tan distinto? Ambos suplicaban a una fuerza superior para llenar un vacío. La única diferencia era el intermediario. Ellos tenían sacerdotes que prometían una recompensa después de la muerte. Y ella era como una sacerdotisa que cobraba antes de conceder el milagro, y advertía que el cielo podía caerte encima en cualquier momento. «Aeloria no nos dió este poder para que lo usaramos, sino para que lo entendieramos". La frase, una de las tantas que le habían repetido hasta el cansancio en su juventud. ¿Entenderlo? ¿Entender el caos? Era como intentar entender un huracán metiéndose en el ojo de la tormenta. ¡Absurdo!. El poder era para usarse. Para sentirlo arder en las venas, para moldear la realidad a voluntad. ¿Acaso no era eso entenderlo verdaderamente? Abrazar su naturaleza depredadora, en lugar de intentar domarla con reglas hipócritas. ⠀⠀Un Código de Ética escrito por un puñado de viejos cobardes era su biblia. Y ella era como la serpiente del Edén, prefería ofrecer la manzana del conocimiento prohibido, aunque a cambio de un precio que respnaría en los ecos del alma. ⠀⠀Una mariposa roja se materializó y se posó en un barrotes justo frente a su rostro. —¿Lo ves? —murmuró, y su voz se perdió en el canto de los feligreces— ellos rezan a un dios que no contesta. Y nosotros... somos los dioses que contestamos. Por eso nos temen más que a su propio dios silente, hmph. ⠀⠀Giró sobre sus talones y se alejó de la luz de la iglesia. No había respuestas para ella en ese lugar, solo el eco reconfortante de su propia herejía. Ella era una creyente más fiel que todos ellos. Porque creía en el poder mismo. Y no en las reglas que los hombres, humanos o Aelorianos, inventaban para sentirse menos aterrados de la oscuridad que llevaban dentro. ⠀⠀El eco de un "Amén" colectivo la persiguió calle abajo. Ella no necesitaba amén. Tenía el sonido de las mariposas rojas aleteando siempre cerca de ella.
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