• La diosa que olvidó su libertad
    Parte 5 ( conclusión de esta evolución )


    Me gustaría tener una de esas Harley-Davidson.
    Patricia se quedó callada unos segundos, sorprendida.
    —¿Una Harley? —repitió—. Yo tengo una… bueno, hace mucho….eso…era…una Harley ….
    Hizo una pausa. Su voz se volvió más suave, nostálgica.
    —Era de mi abuelo. La compró en 1970, una Harley-Davidson clásica. negra, cromada, poderosa. La cuidaba como a una reina. Cuando él murió, se la dejó a mi papá… pero mi papá era ..diferente, prefería los autos convertibles, el nunca la cuidó. La moto se quedó oxidándose en la cochera. Y cuando papá murió de cáncer de pulmón, me la heredó a mí.
    Los ojos de Patricia se humedecieron ligeramente, aunque mantuvo su sonrisa. Hestia la escuchaba en silencio, con los brazos cruzados, con un respeto solemne.
    —Nunca supe qué hacer con ella —continuó Patricia—. No sé andar en moto. Y cada vez que la veo… me da tristeza. Está hecha pedazos. Mi mamá me ha pedido muchas veces que la venda a un deshuesadero… pero no puedo. Es lo único que me queda de ellos. Aunque me deprima verla pudriéndose, no puedo tirarla.
    —¿Puedo verla? —preguntó Hestia, con un brillo extraño en los ojos.
    —¿De verdad quieres verla? Ya solo es chatarra, no debí mencionarla—dijo Patricia, sorprendida.
    Minutos después, ambas estaban en la cochera. El aire olía a polvo viejo, a aceite seco. En medio de la penumbra, cubierta por una lona rota, yacía la antigua Harley-Davidson. La pintura estaba opaca, el cuero del asiento cuarteado, las llantas desinfladas. El óxido marron había devorado los cromos.
    Pero para Hestia, era hermosa.
    —¿Cuánto pides por ella? —preguntó con firmeza.
    —¿Qué? No! No se … nosé que precio ponerle…en estas condiciones …no vale mucho-.
    hestia: - si en estas condiciones no vale mucho…porque la conservas todavía?... -
    Hestia alzó la mano. Una pequeña llama dorada brotó de su palma y, envuelta en ella, aparecieron tres monedas antiguas de oro, grabadas con símbolos griegos y un brillo imposible de replicar.
    Patricia abrió los ojos como platos. Había visto aparecer esas monedas frente a ella. No había bolsillos. No había truco. La diosa Hizo denuevo el mismo milagro que hizo dentro de la tienda al comprar el traje *
    Patricia: —¿Esto es oro? —susurró—. …?
    Hestia: —De mi altar. Son las últimas monedas que me quedan. Dragmas de oro consagradas hace siglos, las monedas que te di anteriormente también eran dragmas consagradas-
    Patricia sostuvo una moneda, aún tibia por el fuego divino. Era pesada, perfecta… y antigua. La vio con calma…*
    —Esto... esto vale una fortuna. Una sola podría cambiar mi vida —dijo con los labios temblorosos.
    Hestia: —Entonces es un trato?-
    Patricia: - pero…diosa…me da mucha pena …venderle algo así…la motocicleta es muy vieja, hace unos días mi tío trato de arrancarla, no lo logró, la moto es inservible, solo…es chatarra -
    Hestia: -no Patricia…está motocicleta no es chatarra, no está inservible, solo está olvidada…como yo…porfavor acepta mis monedas como pago, quiero comprar está motocicleta -
    *Patricia baja la mirada un momento, sabe que no puede negarle nada a una auténtica diosa viviente, su único pesar es que le apena que hestia tome una motocicleta en tan pésimas condiciones, la diosa podría aparecer en las puertas de cualquier concesionaria de motocicletas , revelar que es una diosa, un poco de sus poderes , y los vendedores….los dueños le darían como tributo una moto nueva, lujosa y último modelo, mucho mejor que este vejestorio, pero al ver de reojo a la vieja Harley oxidada le llega los recuerdos de el abuelo, en la tienda aún hay fotografías de el abuelo montando en esa motocicleta en su mejor época; la diosa por su parte presiente un poco de las emociones de la niña y se acerca un poco diciendo
    Hestia:- no te preocupes, pequeña…puedo reparar está motocicleta, solo necesito que aceptes el trato , yo de verdad la quiero …-
    Patricia levanta la mirada y ve a los ojos a la diosa , mira su traje ya transformado en ese imponente traje flamante rockero , …hará con la moto el mismo milagro que hizo con el traje? *
    Patricia: - ok…diosa hestia, acepto el trato…estás monedas …a cambio de la motocicleta , trato hecho, la motocicleta es suya ..-
    La diosa acarició el asiento con la palma, cerró los ojos… y luego se subió a la moto con elegancia y sensualidad, colocando ambas piernas a cada lado, un poco abiertas como si estuviera montando la pelvis de un amante, y luego apoyó ambas manos en el metal frente al siento con una postura erguida y erótica…*
    El aura dorada a su alrededor comenzó a intensificarse hasta volverse tan densa que se convierte en un aura de fuego envolviendo la moto como si se estuviera incendiando junto con la motocicleta..
    Patricia retrocedió, ya no está asustada, pero no deja de sorprenderse cuando la diosa manifiesta sus poderes de esta manera ….
    Y entonces… estalló.
    Una llamarada dorada y carmesí cubrió por completo el vehículo, elevando chispas al aire. El rugido del fuego fue seguido por un sonido metálico, ese sonido significa que el metal estaba mutando con el fuego, cambia de forma se reforja con el fuego. El chasis brilló con un tono oscuro y bruñido. Las ruedas se inflaron solas, con llantas negras marcadas con símbolos ígneos. El asiento volvió a la vida, de cuero firme y reluciente, un imponente ronrrroneo repentino hizo gritar un poco a Patricia , el motor está vivo!!!. Y está rugiendo como una auténtica bestia de metal. del escape comenzó a emanar un humo rojo incandescente, como si la máquina tuviera alma.
    La Harley-Davidson renació como “Ignifera”, la portadora del fuego. Tenía grabados antiguos sobre el tanque: símbolos de llama perpetua, cadenas místicas en forma de espiral, y un icono brillante de una antorcha sagrada, las llamas de la diosa materializarlo en la motocicleta una estilazada coraza de metal rojo cromado con formas de fuego y flamas, como si fuera el trabajo de tuneo de el mejor forjador y artista de el mundo
    Las llantas despedían chispas al rodar, y una energía de fuego antiguo recorría los tubos del motor. Parecía viva. Indomable. Divina.
    Patricia se tapó la boca, maravillada, con lágrimas en los ojos.
    —Es… preciosa.
    Hestia bajó de la moto con lentitud, observándola con satisfacción.
    —Ahora sí está lista.
    Patricia la miró con una mezcla de devoción y ternura. Luego, reaccionó como si hubiera recordado algo importante …”espere diosa…” corrió al interior de la tienda, y regresó con un casco negro brillante. Lo extendió con ambas manos.
    —Toma. Es nuevo… y es un regalo. Los policías…los policías humanos dan multas a los que usan andan en motocicletas sin llevar cascos …-
    Hestia lo aceptó con una sonrisa cálida. No por necesidad, sino por el gesto.
    —Gracias. No lo olvidaré-
    *Al tomar con ambas manos el casco este se enciende de fuego como si estuviera quemando en manos de la diosa ….Patricia sonríe está vez diciendo …”no importa cuántas veces haga ese truco…no deja de sorprenderme …” el casco se transformó, ahora es rojo, con formas de cresras de flamas saliéndome de atrás, combinando perfectamente con el nuevo fuselaje de la motocicleta renacida *
    Y así, con las primeras luces del amanecer asomando por el horizonte, la diosa del hogar —ahora vestida como una reina del fuego moderno— encendió a Ignifera, y el rugido del motor fue como un trueno que despertaba al mundo antiguo.
    Una nueva era había comenzado.
    *Antes de que la diosa se fuera Patricia la miró con admiración…con atracción y dijo levemente , con tristeza…- volveremos…volveremos a vernos ? - *Patricia pensó que el ruido de el motor de la motocicleta evito que la diosa la escuché…pero ella voltea a verla y responde con una voz muy seria *
    Hestia: - claro que si!...volveré muchas veces a este lugar…Patricia…aún debes mostrarme muchos videos…mucha más musica…está noche fue demasiado corta -
    *Patricia se alegra claramente por la respuesta y le dice con voz fuerte y emocionada *
    Patricia: - claro!...será un honor! … A dónde irá ahora diosa?...volverá al Olimpo? …-
    Hestia: -volver al Olimpo?....no!...no por ahora….ese lugar es demasiado aburrido…recorreré este mundo, daré un buen paseo …me meteré en algunos problemas, para variar…-
    Patricia: - jajajajaja, muy bien!!!...está tienda y mi casa ! Ahora son también tu guarida !
    La diosa con el casco ya puesto solo asienta con la cabeza…y se arranca …dejando marcas con fuego en el camino ….*

    La diosa que olvidó su libertad Parte 5 ( conclusión de esta evolución ) Me gustaría tener una de esas Harley-Davidson. Patricia se quedó callada unos segundos, sorprendida. —¿Una Harley? —repitió—. Yo tengo una… bueno, hace mucho….eso…era…una Harley …. Hizo una pausa. Su voz se volvió más suave, nostálgica. —Era de mi abuelo. La compró en 1970, una Harley-Davidson clásica. negra, cromada, poderosa. La cuidaba como a una reina. Cuando él murió, se la dejó a mi papá… pero mi papá era ..diferente, prefería los autos convertibles, el nunca la cuidó. La moto se quedó oxidándose en la cochera. Y cuando papá murió de cáncer de pulmón, me la heredó a mí. Los ojos de Patricia se humedecieron ligeramente, aunque mantuvo su sonrisa. Hestia la escuchaba en silencio, con los brazos cruzados, con un respeto solemne. —Nunca supe qué hacer con ella —continuó Patricia—. No sé andar en moto. Y cada vez que la veo… me da tristeza. Está hecha pedazos. Mi mamá me ha pedido muchas veces que la venda a un deshuesadero… pero no puedo. Es lo único que me queda de ellos. Aunque me deprima verla pudriéndose, no puedo tirarla. —¿Puedo verla? —preguntó Hestia, con un brillo extraño en los ojos. —¿De verdad quieres verla? Ya solo es chatarra, no debí mencionarla—dijo Patricia, sorprendida. Minutos después, ambas estaban en la cochera. El aire olía a polvo viejo, a aceite seco. En medio de la penumbra, cubierta por una lona rota, yacía la antigua Harley-Davidson. La pintura estaba opaca, el cuero del asiento cuarteado, las llantas desinfladas. El óxido marron había devorado los cromos. Pero para Hestia, era hermosa. —¿Cuánto pides por ella? —preguntó con firmeza. —¿Qué? No! No se … nosé que precio ponerle…en estas condiciones …no vale mucho-. hestia: - si en estas condiciones no vale mucho…porque la conservas todavía?... - Hestia alzó la mano. Una pequeña llama dorada brotó de su palma y, envuelta en ella, aparecieron tres monedas antiguas de oro, grabadas con símbolos griegos y un brillo imposible de replicar. Patricia abrió los ojos como platos. Había visto aparecer esas monedas frente a ella. No había bolsillos. No había truco. La diosa Hizo denuevo el mismo milagro que hizo dentro de la tienda al comprar el traje * Patricia: —¿Esto es oro? —susurró—. …? Hestia: —De mi altar. Son las últimas monedas que me quedan. Dragmas de oro consagradas hace siglos, las monedas que te di anteriormente también eran dragmas consagradas- Patricia sostuvo una moneda, aún tibia por el fuego divino. Era pesada, perfecta… y antigua. La vio con calma…* —Esto... esto vale una fortuna. Una sola podría cambiar mi vida —dijo con los labios temblorosos. Hestia: —Entonces es un trato?- Patricia: - pero…diosa…me da mucha pena …venderle algo así…la motocicleta es muy vieja, hace unos días mi tío trato de arrancarla, no lo logró, la moto es inservible, solo…es chatarra - Hestia: -no Patricia…está motocicleta no es chatarra, no está inservible, solo está olvidada…como yo…porfavor acepta mis monedas como pago, quiero comprar está motocicleta - *Patricia baja la mirada un momento, sabe que no puede negarle nada a una auténtica diosa viviente, su único pesar es que le apena que hestia tome una motocicleta en tan pésimas condiciones, la diosa podría aparecer en las puertas de cualquier concesionaria de motocicletas , revelar que es una diosa, un poco de sus poderes , y los vendedores….los dueños le darían como tributo una moto nueva, lujosa y último modelo, mucho mejor que este vejestorio, pero al ver de reojo a la vieja Harley oxidada le llega los recuerdos de el abuelo, en la tienda aún hay fotografías de el abuelo montando en esa motocicleta en su mejor época; la diosa por su parte presiente un poco de las emociones de la niña y se acerca un poco diciendo Hestia:- no te preocupes, pequeña…puedo reparar está motocicleta, solo necesito que aceptes el trato , yo de verdad la quiero …- Patricia levanta la mirada y ve a los ojos a la diosa , mira su traje ya transformado en ese imponente traje flamante rockero , …hará con la moto el mismo milagro que hizo con el traje? * Patricia: - ok…diosa hestia, acepto el trato…estás monedas …a cambio de la motocicleta , trato hecho, la motocicleta es suya ..- La diosa acarició el asiento con la palma, cerró los ojos… y luego se subió a la moto con elegancia y sensualidad, colocando ambas piernas a cada lado, un poco abiertas como si estuviera montando la pelvis de un amante, y luego apoyó ambas manos en el metal frente al siento con una postura erguida y erótica…* El aura dorada a su alrededor comenzó a intensificarse hasta volverse tan densa que se convierte en un aura de fuego envolviendo la moto como si se estuviera incendiando junto con la motocicleta.. Patricia retrocedió, ya no está asustada, pero no deja de sorprenderse cuando la diosa manifiesta sus poderes de esta manera …. Y entonces… estalló. Una llamarada dorada y carmesí cubrió por completo el vehículo, elevando chispas al aire. El rugido del fuego fue seguido por un sonido metálico, ese sonido significa que el metal estaba mutando con el fuego, cambia de forma se reforja con el fuego. El chasis brilló con un tono oscuro y bruñido. Las ruedas se inflaron solas, con llantas negras marcadas con símbolos ígneos. El asiento volvió a la vida, de cuero firme y reluciente, un imponente ronrrroneo repentino hizo gritar un poco a Patricia , el motor está vivo!!!. Y está rugiendo como una auténtica bestia de metal. del escape comenzó a emanar un humo rojo incandescente, como si la máquina tuviera alma. La Harley-Davidson renació como “Ignifera”, la portadora del fuego. Tenía grabados antiguos sobre el tanque: símbolos de llama perpetua, cadenas místicas en forma de espiral, y un icono brillante de una antorcha sagrada, las llamas de la diosa materializarlo en la motocicleta una estilazada coraza de metal rojo cromado con formas de fuego y flamas, como si fuera el trabajo de tuneo de el mejor forjador y artista de el mundo Las llantas despedían chispas al rodar, y una energía de fuego antiguo recorría los tubos del motor. Parecía viva. Indomable. Divina. Patricia se tapó la boca, maravillada, con lágrimas en los ojos. —Es… preciosa. Hestia bajó de la moto con lentitud, observándola con satisfacción. —Ahora sí está lista. Patricia la miró con una mezcla de devoción y ternura. Luego, reaccionó como si hubiera recordado algo importante …”espere diosa…” corrió al interior de la tienda, y regresó con un casco negro brillante. Lo extendió con ambas manos. —Toma. Es nuevo… y es un regalo. Los policías…los policías humanos dan multas a los que usan andan en motocicletas sin llevar cascos …- Hestia lo aceptó con una sonrisa cálida. No por necesidad, sino por el gesto. —Gracias. No lo olvidaré- *Al tomar con ambas manos el casco este se enciende de fuego como si estuviera quemando en manos de la diosa ….Patricia sonríe está vez diciendo …”no importa cuántas veces haga ese truco…no deja de sorprenderme …” el casco se transformó, ahora es rojo, con formas de cresras de flamas saliéndome de atrás, combinando perfectamente con el nuevo fuselaje de la motocicleta renacida * Y así, con las primeras luces del amanecer asomando por el horizonte, la diosa del hogar —ahora vestida como una reina del fuego moderno— encendió a Ignifera, y el rugido del motor fue como un trueno que despertaba al mundo antiguo. Una nueva era había comenzado. *Antes de que la diosa se fuera Patricia la miró con admiración…con atracción y dijo levemente , con tristeza…- volveremos…volveremos a vernos ? - *Patricia pensó que el ruido de el motor de la motocicleta evito que la diosa la escuché…pero ella voltea a verla y responde con una voz muy seria * Hestia: - claro que si!...volveré muchas veces a este lugar…Patricia…aún debes mostrarme muchos videos…mucha más musica…está noche fue demasiado corta - *Patricia se alegra claramente por la respuesta y le dice con voz fuerte y emocionada * Patricia: - claro!...será un honor! … A dónde irá ahora diosa?...volverá al Olimpo? …- Hestia: -volver al Olimpo?....no!...no por ahora….ese lugar es demasiado aburrido…recorreré este mundo, daré un buen paseo …me meteré en algunos problemas, para variar…- Patricia: - jajajajaja, muy bien!!!...está tienda y mi casa ! Ahora son también tu guarida ! La diosa con el casco ya puesto solo asienta con la cabeza…y se arranca …dejando marcas con fuego en el camino ….*
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  • Las ruedas del coche chirriaron un poco al girar en la entrada de tierra. Uno de los almacenes vacíos de Angela, apartado, con los portones cerrados y dos de sus hombres de confianza montando guardia. No hablaban, solo asintieron con la cabeza cuando nos vieron llegar. Angela bajó primero, me miró en silencio mientras yo abría la puerta del copiloto. No me dijo nada. No tenía que hacerlo.

    Caminamos juntas hasta la entrada. Ella me dio las llaves sin preguntar. Las tomé, sintiendo el metal frío en la palma.

    —Estaré aquí fuera —dijo con calma, pero firme—. Si me necesitas, solo grita mi nombre.

    Asentí y entré sola.

    Dentro, el olor a humedad se mezclaba con algo más metálico. Sangre seca, probablemente. El foco colgando del techo iluminaba solo el centro del espacio. Y allí estaba él. Atado a una silla de hierro oxidado, la cabeza baja, respirando con dificultad. Le habían dado una paliza. Una buena. No me hizo falta preguntar si había sido Angela quien lo había ordenado.

    Cerré la puerta tras de mí. Él levantó la mirada.

    —Así que al final viniste, piccola —su voz era rasposa, como si le costara hasta hablar—. Siempre fuiste valiente… pero también una traidora.

    No respondí. Caminé hacia él. Lenta. Paso a paso.

    —A los doce años tuviste los cojones de entregarme. Por eso pasé catorce putos años entre ratas. Pero salí. Y mírate ahora —rió entre dientes, escupiendo sangre—. Sigues siendo la misma niña rota.

    Me quedé delante de él, sacando el arma de mi cinturón. La sostuve en mi mano, pero no la levanté aún.

    —No soy una niña —dije con voz baja—. Y tú ya no me das miedo.

    —Mientes. Temblabas cuando te toqué. Como antes. Como siempre. Tú nunca pudiste con esto.

    Me acerqué, apoyando la pistola contra su frente. Me miró. Sonrió.

    —Hazlo.

    —No —susurré, bajando el arma. Vi cómo se le tensaba la mandíbula, como si no lo esperara. Entonces, saqué el cuchillo pequeño que llevaba en el tobillo.

    Lo miré fijamente.

    —No mereces una bala.

    Y ahí sí tembló. Lo vi en sus ojos. Ya no hablaba.

    Mis movimientos fueron calculados. Nada impulsivo. Solo precisión. El filo pasó por donde debía. Lo justo para que doliera. Para que lo sintiera. Para que entendiera que esta vez no era la niña que se quedaba callada y que al fin tomaba justicia dejando que aquel hombre que se hacía llamar su padre, se desangrara lleno de dolor.

    Cuando terminé, dejé el cuchillo sobre la mesa de metal cercana. Me limpié la sangre de las manos con un trapo sucio. No me importó que me manchara más. Caminé hacia la puerta, abriéndola viendo a Angela Di Trapani, que esperaba afuera.
    Las ruedas del coche chirriaron un poco al girar en la entrada de tierra. Uno de los almacenes vacíos de Angela, apartado, con los portones cerrados y dos de sus hombres de confianza montando guardia. No hablaban, solo asintieron con la cabeza cuando nos vieron llegar. Angela bajó primero, me miró en silencio mientras yo abría la puerta del copiloto. No me dijo nada. No tenía que hacerlo. Caminamos juntas hasta la entrada. Ella me dio las llaves sin preguntar. Las tomé, sintiendo el metal frío en la palma. —Estaré aquí fuera —dijo con calma, pero firme—. Si me necesitas, solo grita mi nombre. Asentí y entré sola. Dentro, el olor a humedad se mezclaba con algo más metálico. Sangre seca, probablemente. El foco colgando del techo iluminaba solo el centro del espacio. Y allí estaba él. Atado a una silla de hierro oxidado, la cabeza baja, respirando con dificultad. Le habían dado una paliza. Una buena. No me hizo falta preguntar si había sido Angela quien lo había ordenado. Cerré la puerta tras de mí. Él levantó la mirada. —Así que al final viniste, piccola —su voz era rasposa, como si le costara hasta hablar—. Siempre fuiste valiente… pero también una traidora. No respondí. Caminé hacia él. Lenta. Paso a paso. —A los doce años tuviste los cojones de entregarme. Por eso pasé catorce putos años entre ratas. Pero salí. Y mírate ahora —rió entre dientes, escupiendo sangre—. Sigues siendo la misma niña rota. Me quedé delante de él, sacando el arma de mi cinturón. La sostuve en mi mano, pero no la levanté aún. —No soy una niña —dije con voz baja—. Y tú ya no me das miedo. —Mientes. Temblabas cuando te toqué. Como antes. Como siempre. Tú nunca pudiste con esto. Me acerqué, apoyando la pistola contra su frente. Me miró. Sonrió. —Hazlo. —No —susurré, bajando el arma. Vi cómo se le tensaba la mandíbula, como si no lo esperara. Entonces, saqué el cuchillo pequeño que llevaba en el tobillo. Lo miré fijamente. —No mereces una bala. Y ahí sí tembló. Lo vi en sus ojos. Ya no hablaba. Mis movimientos fueron calculados. Nada impulsivo. Solo precisión. El filo pasó por donde debía. Lo justo para que doliera. Para que lo sintiera. Para que entendiera que esta vez no era la niña que se quedaba callada y que al fin tomaba justicia dejando que aquel hombre que se hacía llamar su padre, se desangrara lleno de dolor. Cuando terminé, dejé el cuchillo sobre la mesa de metal cercana. Me limpié la sangre de las manos con un trapo sucio. No me importó que me manchara más. Caminé hacia la puerta, abriéndola viendo a [haze_orange_shark_766], que esperaba afuera.
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  • El sol de la tarde caía bajo, tiñendo el cielo de un naranja pálido mientras Sloane tomaba la curva a toda velocidad. El viento agitaba su cabello suelto y la música del estéreo apenas se escuchaba sobre el rugido del motor. No era una carrera, pero para ella, cada kilómetro recorrido se sentía como una victoria sobre algo invisible que intentaba alcanzarla.

    El asfalto ardía bajo las ruedas, y su mirada estaba fija en el horizonte. Cuando por fin divisó la entrada a su casa, frenó con un golpe seco, dejando una nube de polvo detrás. Bajó del auto sin decir palabra, con las llaves aún tintineando en su mano.

    La puerta de la casa se abrió con un chirrido familiar. La luz dorada del atardecer se filtraba por las ventanas, pintando la sala con sombras largas y suaves. Sin detenerse, Sloane caminó directo hacia la estantería. Pasó la yema de los dedos por los lomos de los libros hasta encontrar el correcto: su favorito, de esos que ya sabían sus secretos.

    Se dejó caer en el sillón frente a la ventana abierta, el aire tibio acariciándole la piel. Afuera, los árboles se mecían suavemente. Dentro, ella pasaba la primera página, como si el mundo entero pudiera detenerse por un momento más.
    El sol de la tarde caía bajo, tiñendo el cielo de un naranja pálido mientras Sloane tomaba la curva a toda velocidad. El viento agitaba su cabello suelto y la música del estéreo apenas se escuchaba sobre el rugido del motor. No era una carrera, pero para ella, cada kilómetro recorrido se sentía como una victoria sobre algo invisible que intentaba alcanzarla. El asfalto ardía bajo las ruedas, y su mirada estaba fija en el horizonte. Cuando por fin divisó la entrada a su casa, frenó con un golpe seco, dejando una nube de polvo detrás. Bajó del auto sin decir palabra, con las llaves aún tintineando en su mano. La puerta de la casa se abrió con un chirrido familiar. La luz dorada del atardecer se filtraba por las ventanas, pintando la sala con sombras largas y suaves. Sin detenerse, Sloane caminó directo hacia la estantería. Pasó la yema de los dedos por los lomos de los libros hasta encontrar el correcto: su favorito, de esos que ya sabían sus secretos. Se dejó caer en el sillón frente a la ventana abierta, el aire tibio acariciándole la piel. Afuera, los árboles se mecían suavemente. Dentro, ella pasaba la primera página, como si el mundo entero pudiera detenerse por un momento más.
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  • se me revelo el sumiso ai siento que mañana amanecere en silla de ruedas
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  • La vida en un club es un equilibrio constante entre el honor y la violencia, entre la lealtad y el sacrificio. No se trata solo de ruedas en la carretera, sino de cargar con un legado que pesa más que el cuero que llevamos. Al final, no es el miedo a la muerte lo que nos define, sino cómo elegimos vivir antes de que llegue.
    La vida en un club es un equilibrio constante entre el honor y la violencia, entre la lealtad y el sacrificio. No se trata solo de ruedas en la carretera, sino de cargar con un legado que pesa más que el cuero que llevamos. Al final, no es el miedo a la muerte lo que nos define, sino cómo elegimos vivir antes de que llegue.
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  • Nunca se imagino que esos vehículos de 2 ruedas pudiera ser tan explosivo, pero el tenno necesita ese medio de transporte por lo que pronto usa la energía del vacío para traer de vuelta la motocicleta como si nunca hubiera explotado, aunque sigue dejando el rastro explosivo contra la pared.

    — Suficiente por hoy, que no es mía la moto.
    Nunca se imagino que esos vehículos de 2 ruedas pudiera ser tan explosivo, pero el tenno necesita ese medio de transporte por lo que pronto usa la energía del vacío para traer de vuelta la motocicleta como si nunca hubiera explotado, aunque sigue dejando el rastro explosivo contra la pared. — Suficiente por hoy, que no es mía la moto.
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  • Kymsu dejó la carta de renuncia en la pastelería. Pidió disculpas a sus compañeras de piso y empacó sus cosas en preparación a lo que iba a hacer.

    Habían pasado meses desde que cambió a su cuerpo actual, pero, ¿había valido la pena? Por años pensaba que las catames que cambiaban por la aceptación social eran débiles, estúpidas, traicioneras... sin embargo, ella cayó, y mucho peor que caer, se dejó convencer por una bruja que le prometió maravillas, ¡una vida mejor! Pero esa vida fue al costo de lo que profundamente hacía a Kymsu ser ella misma.

    Su arrepentimiento comenzó tras encontrar unas fotografías y los diarios que había escrito mientras trabajaba en el bar de Koray, el bar "Chichonas" donde escribía sobre la libertad de su gente y cómo nunca iba a rendirse.

    — ¡Quiero revertirlo! —Su puño golpeaba la puerta de aquella casa remota, rodeada de un bosque que parecía abrazarla, esconderla de los demás. Ella estaba buscando a la hechicera que la transformó.

    —¿¿Hola??— Su rostro apegado al vidrio de la puerta buscaba a la anciana, pero nadie parecía estar en casa. ¿Estaba ignorándola? Kymsu continuó golpeando la puerta, desesperándose al imaginarse que no había manera de volver a como era antes. —¡¡Por favor!! ¡Necesito su ayuda! —

    Un par de horas habían pasado, el cielo se empezaba a oscurecer y su voz estaba ronca de tanto gritar y sus ojos enrojecidos por tanto llorar. Estaba a punto de rendirse cuando escuchó movimiento aproximarse desde el camino entre los árboles: era ella. Una anciana de menos de metro y medio, cabello rizado blanco que caía como cascada alrededor de su rostro. Parecía contenta y sorprendida de ver a Kymsu.

    — Oh my, la-niña, ¿qué haces aquí? — la señora se movía con tranquilidad, arrastrando un pequeño cesto con ruedas que estaba lleno de frutas, verduras y hojas verdes de todo tamaño. Se detuvo en la entrada, ofreciéndole una mano a la muchacha. Kymsu se puso de pie rápidamente y se limpió el rostro húmedo en lágrimas.

    —... P-pensé que me estaba ignorando. —
    —¡Jajaja! —su carcajada acompañó el campaneo de sus llaves tras adelantarse para abrir la puerta. Su voz era como un cálido abrazo.— Calma esos nervios. Adelante, adelante. Ya que estás aquí, qué tal si me ayudas a guardar las verduras y me cuentas qué buscabas, ¿hm? —

    Kymsu asintió.

    Pasó la tarde con la anciana, haciendo lo que le pedía. De cierta manera había entrado a modo "trabajo" y solamente actuaba por costumbre: barría, limpiaba, recogía, apartaba las sobras que pudieran entorpecer a la hechicera mientras parecía trabajar una poción de color cambiante. Kymsu quería esperar a que terminara de trabajar para pedirle ayuda, pero cayó exhausta en el sofá.

    Y en el estado hipnagogico escuchó a la anciana aproximarse a paso lento. Sostenía una taza con la pócima que había estado preparando.

    — La-niña, toma. Te hará bien—dijo—, te buscaré una cobijita.

    Kymsu no recordó haberse dormido; tras haberse tomado el té de hierbas, su cabeza se sintió pesada y experimentó sueños vívidos bastante extraños. No sabía por cuántas horas había dormido, pero despertó bañada en sudor.

    —¿Qué hora es...? —y al intentar buscar su teléfono, sintió que su mano estaba atascada en el sofá. Intentó halar, pero no podía soltarse. Se asustó aún más al notar que escuchaba todo mucho más alto que antes, los colores se veían distintos, y algo le estorbaba en la espalda ¿tenía su cola nuevamente? Se incorporó lo más rápido que pudo, sus garras se habían atascado al mueble. Se sentía torpe en su cuerpo nuevamente, se tropezó en su propia cola al caminar y el sonido de la madera crujiendo mientras caminaba resultaba escandaloso a sus oídos, pero cuando alcanzó a encontrar un espejo, sus ojos se humedecieron, emocionada.

    ¡Volvió a ser una catame!

    Escuchó a la anciana hablar desde la otra habitación.

    —¿Ya te despertaste, la-niña? —
    Kymsu corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.

    — ¡G-gracias! —sollozaba de felicidad. La anciana sólo le palmeó la espalda, y agregó, soltándose de su abrazo con delicadeza.

    —Ya... ya, pero váyase pronto, que los gatos me dan alergias. —se rió y tras besar la frente de Kymsu, le dejó ir.
    Kymsu dejó la carta de renuncia en la pastelería. Pidió disculpas a sus compañeras de piso y empacó sus cosas en preparación a lo que iba a hacer. Habían pasado meses desde que cambió a su cuerpo actual, pero, ¿había valido la pena? Por años pensaba que las catames que cambiaban por la aceptación social eran débiles, estúpidas, traicioneras... sin embargo, ella cayó, y mucho peor que caer, se dejó convencer por una bruja que le prometió maravillas, ¡una vida mejor! Pero esa vida fue al costo de lo que profundamente hacía a Kymsu ser ella misma. Su arrepentimiento comenzó tras encontrar unas fotografías y los diarios que había escrito mientras trabajaba en el bar de Koray, el bar "Chichonas" donde escribía sobre la libertad de su gente y cómo nunca iba a rendirse. — ¡Quiero revertirlo! —Su puño golpeaba la puerta de aquella casa remota, rodeada de un bosque que parecía abrazarla, esconderla de los demás. Ella estaba buscando a la hechicera que la transformó. —¿¿Hola??— Su rostro apegado al vidrio de la puerta buscaba a la anciana, pero nadie parecía estar en casa. ¿Estaba ignorándola? Kymsu continuó golpeando la puerta, desesperándose al imaginarse que no había manera de volver a como era antes. —¡¡Por favor!! ¡Necesito su ayuda! — Un par de horas habían pasado, el cielo se empezaba a oscurecer y su voz estaba ronca de tanto gritar y sus ojos enrojecidos por tanto llorar. Estaba a punto de rendirse cuando escuchó movimiento aproximarse desde el camino entre los árboles: era ella. Una anciana de menos de metro y medio, cabello rizado blanco que caía como cascada alrededor de su rostro. Parecía contenta y sorprendida de ver a Kymsu. — Oh my, la-niña, ¿qué haces aquí? — la señora se movía con tranquilidad, arrastrando un pequeño cesto con ruedas que estaba lleno de frutas, verduras y hojas verdes de todo tamaño. Se detuvo en la entrada, ofreciéndole una mano a la muchacha. Kymsu se puso de pie rápidamente y se limpió el rostro húmedo en lágrimas. —... P-pensé que me estaba ignorando. — —¡Jajaja! —su carcajada acompañó el campaneo de sus llaves tras adelantarse para abrir la puerta. Su voz era como un cálido abrazo.— Calma esos nervios. Adelante, adelante. Ya que estás aquí, qué tal si me ayudas a guardar las verduras y me cuentas qué buscabas, ¿hm? — Kymsu asintió. Pasó la tarde con la anciana, haciendo lo que le pedía. De cierta manera había entrado a modo "trabajo" y solamente actuaba por costumbre: barría, limpiaba, recogía, apartaba las sobras que pudieran entorpecer a la hechicera mientras parecía trabajar una poción de color cambiante. Kymsu quería esperar a que terminara de trabajar para pedirle ayuda, pero cayó exhausta en el sofá. Y en el estado hipnagogico escuchó a la anciana aproximarse a paso lento. Sostenía una taza con la pócima que había estado preparando. — La-niña, toma. Te hará bien—dijo—, te buscaré una cobijita. Kymsu no recordó haberse dormido; tras haberse tomado el té de hierbas, su cabeza se sintió pesada y experimentó sueños vívidos bastante extraños. No sabía por cuántas horas había dormido, pero despertó bañada en sudor. —¿Qué hora es...? —y al intentar buscar su teléfono, sintió que su mano estaba atascada en el sofá. Intentó halar, pero no podía soltarse. Se asustó aún más al notar que escuchaba todo mucho más alto que antes, los colores se veían distintos, y algo le estorbaba en la espalda ¿tenía su cola nuevamente? Se incorporó lo más rápido que pudo, sus garras se habían atascado al mueble. Se sentía torpe en su cuerpo nuevamente, se tropezó en su propia cola al caminar y el sonido de la madera crujiendo mientras caminaba resultaba escandaloso a sus oídos, pero cuando alcanzó a encontrar un espejo, sus ojos se humedecieron, emocionada. ¡Volvió a ser una catame! Escuchó a la anciana hablar desde la otra habitación. —¿Ya te despertaste, la-niña? — Kymsu corrió hacia ella y la abrazó con fuerza. — ¡G-gracias! —sollozaba de felicidad. La anciana sólo le palmeó la espalda, y agregó, soltándose de su abrazo con delicadeza. —Ya... ya, pero váyase pronto, que los gatos me dan alergias. —se rió y tras besar la frente de Kymsu, le dejó ir.
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  • — Chica, ¿Por qué lo hiciste?

    Lo primero que vieron sus ojos fueron unas manos que terminaban de vendar sus brazos. Intentó mover las manos, pero estas estaban esposadas a la camilla, la cabeza le daba vueltas y tenía ganas de vomitar. Pasadas las horas, la trasladaron a una habitación privada para que pueda dormir, pero no podía; escuchaba a medias las conversaciones entre las personas que entraban a verla.

    — Esta es la chica cuya madre se tiró al vacío, ¿no es así?

    — Sí, pobrecita, dicen que intentaba matarse cada dos por tres y nuevamente lo hizo.

    — Otra vez, la salvaron... los doctores dicen que la van a ingresar a un psiquiátrico.

    Pasadas las horas la trasladaban en una silla de ruedas por los fríos pasillos de otro hospital, para dejarla en una habitación, le hacían preguntas que levemente respondía con monosílabos. Un día se fue de allí convenciendo de una manera no muy moral al vigilante del hospital para intentar hacer una nueva vida.

    Lo primero que hizo, fue ir a donde un amigo que hacía identificaciones falsificadas; el chico le dio vivienda por unas horas, luego, junto con él se fueron a donde era su casa; donde vivió todo ese infierno, se admiró de verla totalmente cambiada, las fotos, la televisión, la mesa. Se acercó a una foto que llamó su atención: Era su padre, un tanto rejuvenecido junto a una bella mujer de pelo castaño y tres chicos de aproximadamente quince años; supone que es su nueva familia, niega con una sonrisa en los labios pensando que ella no tenía conciencia del monstruo con quien había decidido juntar su vida.

    Entonces lo vio: Pantalones negros, zapatos impecables, cabello recortado, el hombre se quedó petrificado al verla, ella estaba más delgada, con vendas que la envolvían cual momia egipcia, despeinada y con ojeras. Sólo él dijo "No hagas nada de lo que puedas arrepentirte, porque yo ya hice una nueva vida, me he reformado, pero veo que tú no"

    Sonríe nuevamente, dejando la foto en donde la encontró. El chico que la acompañaba estaba en la puerta mirando todo, ella se acercó a su padre y le cogió de las manos para besarlas, a él le gustaba ese gesto, pero ahora le daba asco y miedo.

    — Papá, no te haré nada... no soy tan mierda como tú, ¿piensas que te voy a matar o hacer algo a tu familia? No... es más, yo en estos momentos, te debería meter preso por todas las asquerosidades que me hiciste desde que tenía tres años, pero no. Yo sólo quiero el dinero que cobrabas cuando me hacías abusar por tus amigos y otros hombres. Prometiste darme ese dinero cuando sería grande, ahora lo necesito. Dámelo, o me veré obligada a decirle a mi tía Madeline que cuide a sus hijos de ti. ¡APURATE HIJO DE PERRA!

    El hombre empieza a ponerse nervioso y a gritar de que se largue, pero ella no se va; es más le exige con más vehemencia, estaban en medio de la discusión cuando llegó aquella mujer junto con sus hijos. Él abrazó a su esposa, era rubia y de ojos marrones, casi idéntica a su madre, que miraba asustada a Skylar.

    — Él me violaba desde los tres años... no sé si hasta ahora sigue haciéndolo, quizá con ellos cuando no estás...sólo quiero unas cosas que están en el armario, eran de mi mamá.

    Entonces, reina el caos; gritos, reclamos, golpes al hombre. Ella se fue hacia la alcoba matrimonial junto con el chico de la puerta y ponen todo patas arriba, en eso su padre entra y debajo de la alfombra persa del piso, abre una pequeña puerta sacando de ella dos cajas, las abre con la llave revelando fajos de dinero junto con algunas joyas y fotos. Revisa de que al menos, los billetes no están trucados.

    — Me has terminado de joder la vida, te hubieras muerto junto a la perra de tu madre.

    — Quizá eso hubiera sido lo mejor, papá. Así me hubieses ahorrado mucho dolor. Pero ¿sabes?, yo aún soy una buena hija... no te voy a denunciar, no vas a terminar en una cárcel... olvídame, no te visitaré más, tampoco me denuncies... porque ahí sí te terminarás de joder. Me voy... espero que tu esposa me perdone y si te quedas solo, es por lo que hiciste... suerte en la vida, adiós para siempre, papá.

    Sale de la habitación y le dice que la disculpe por el alboroto causado, ella le pregunta si es verdad lo que había dicho sobre la violación.

    — Tía, es verdad... y tú lo sabes también... si vas a seguir con él, ya no me interesa... si lo perdonas, no diré nada al respecto...

    — Skylar, perdóname...

    — No soy Skylar, ella se murió saltando del balcón de un hotel. Mi nombre es Lissii.

    Días después, junto con ese chico le haría una nueva identificación, le gustaba su nuevo nombre. Se promete una nueva vida, se rehabilitaría de su adicción a autolesionarse, haría nuevas amistadas.

    — Bienvenida al mundo, Lissii Faerhy.
    — Chica, ¿Por qué lo hiciste? Lo primero que vieron sus ojos fueron unas manos que terminaban de vendar sus brazos. Intentó mover las manos, pero estas estaban esposadas a la camilla, la cabeza le daba vueltas y tenía ganas de vomitar. Pasadas las horas, la trasladaron a una habitación privada para que pueda dormir, pero no podía; escuchaba a medias las conversaciones entre las personas que entraban a verla. — Esta es la chica cuya madre se tiró al vacío, ¿no es así? — Sí, pobrecita, dicen que intentaba matarse cada dos por tres y nuevamente lo hizo. — Otra vez, la salvaron... los doctores dicen que la van a ingresar a un psiquiátrico. Pasadas las horas la trasladaban en una silla de ruedas por los fríos pasillos de otro hospital, para dejarla en una habitación, le hacían preguntas que levemente respondía con monosílabos. Un día se fue de allí convenciendo de una manera no muy moral al vigilante del hospital para intentar hacer una nueva vida. Lo primero que hizo, fue ir a donde un amigo que hacía identificaciones falsificadas; el chico le dio vivienda por unas horas, luego, junto con él se fueron a donde era su casa; donde vivió todo ese infierno, se admiró de verla totalmente cambiada, las fotos, la televisión, la mesa. Se acercó a una foto que llamó su atención: Era su padre, un tanto rejuvenecido junto a una bella mujer de pelo castaño y tres chicos de aproximadamente quince años; supone que es su nueva familia, niega con una sonrisa en los labios pensando que ella no tenía conciencia del monstruo con quien había decidido juntar su vida. Entonces lo vio: Pantalones negros, zapatos impecables, cabello recortado, el hombre se quedó petrificado al verla, ella estaba más delgada, con vendas que la envolvían cual momia egipcia, despeinada y con ojeras. Sólo él dijo "No hagas nada de lo que puedas arrepentirte, porque yo ya hice una nueva vida, me he reformado, pero veo que tú no" Sonríe nuevamente, dejando la foto en donde la encontró. El chico que la acompañaba estaba en la puerta mirando todo, ella se acercó a su padre y le cogió de las manos para besarlas, a él le gustaba ese gesto, pero ahora le daba asco y miedo. — Papá, no te haré nada... no soy tan mierda como tú, ¿piensas que te voy a matar o hacer algo a tu familia? No... es más, yo en estos momentos, te debería meter preso por todas las asquerosidades que me hiciste desde que tenía tres años, pero no. Yo sólo quiero el dinero que cobrabas cuando me hacías abusar por tus amigos y otros hombres. Prometiste darme ese dinero cuando sería grande, ahora lo necesito. Dámelo, o me veré obligada a decirle a mi tía Madeline que cuide a sus hijos de ti. ¡APURATE HIJO DE PERRA! El hombre empieza a ponerse nervioso y a gritar de que se largue, pero ella no se va; es más le exige con más vehemencia, estaban en medio de la discusión cuando llegó aquella mujer junto con sus hijos. Él abrazó a su esposa, era rubia y de ojos marrones, casi idéntica a su madre, que miraba asustada a Skylar. — Él me violaba desde los tres años... no sé si hasta ahora sigue haciéndolo, quizá con ellos cuando no estás...sólo quiero unas cosas que están en el armario, eran de mi mamá. Entonces, reina el caos; gritos, reclamos, golpes al hombre. Ella se fue hacia la alcoba matrimonial junto con el chico de la puerta y ponen todo patas arriba, en eso su padre entra y debajo de la alfombra persa del piso, abre una pequeña puerta sacando de ella dos cajas, las abre con la llave revelando fajos de dinero junto con algunas joyas y fotos. Revisa de que al menos, los billetes no están trucados. — Me has terminado de joder la vida, te hubieras muerto junto a la perra de tu madre. — Quizá eso hubiera sido lo mejor, papá. Así me hubieses ahorrado mucho dolor. Pero ¿sabes?, yo aún soy una buena hija... no te voy a denunciar, no vas a terminar en una cárcel... olvídame, no te visitaré más, tampoco me denuncies... porque ahí sí te terminarás de joder. Me voy... espero que tu esposa me perdone y si te quedas solo, es por lo que hiciste... suerte en la vida, adiós para siempre, papá. Sale de la habitación y le dice que la disculpe por el alboroto causado, ella le pregunta si es verdad lo que había dicho sobre la violación. — Tía, es verdad... y tú lo sabes también... si vas a seguir con él, ya no me interesa... si lo perdonas, no diré nada al respecto... — Skylar, perdóname... — No soy Skylar, ella se murió saltando del balcón de un hotel. Mi nombre es Lissii. Días después, junto con ese chico le haría una nueva identificación, le gustaba su nuevo nombre. Se promete una nueva vida, se rehabilitaría de su adicción a autolesionarse, haría nuevas amistadas. — Bienvenida al mundo, Lissii Faerhy.
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  • V. ¿Fuera del tablero?
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler OC y otros
    Categoría Otros
    Las ruedas levantaban algo de polvo, y el motor del coche resonaba en el tranquilo camino.

    A través de la ventana podía verse una monótona extensión de tierra y césped; solo a lo lejos se alzaban árboles de un pequeño bosque circundante, de donde algunos petirrojos intrépidos surgían, curiosos ante el ruidoso vehículo.

    —¿Llegaremos pronto?

    Jean mostraba cierta ansiedad, como si deseara darse la vuelta y regresar. Su chofer, el confiable Finnian, asintió. Y justo en ese momento ambos pudieron ver cómo asomaba una gran mansión, respondiendo así la inquietud del joven Phantomhive, quien solo dejó escapar un suspiro.

    A estas alturas, volver atrás era impensable: ya habían alcanzado su destino.

    Y es que su dilema tenía nombre y apellido: Heinrich Rosenberg.

    ¿Qué debía hacer Jean con él?

    Por alguna razón, le resultaba difícil articular la respuesta evidente. Si se tratase de otra persona, la resolución de Jean habría sido inmediata: solo un medio para un fin.

    El señor Heinrich no era un peón especialmente valioso, pero todos los peones tenían su utilidad, y ganarse su favor podría ser beneficioso dado su evidente carisma. Sin embargo, su habitual cinismo parecía tambalearse ante él, generando un inesperado sentimiento de culpa. Tal vez porque, en el fondo, se sentía en deuda por la ayuda que le brindó en el pasado, o porque el encanto de Heinrich había logrado alcanzarlo, haciéndolo sentir incómodo al usar a alguien tan bondadoso y crédulo.

    Fuera cual fuese la causa, este dilema estaba comenzando a ser una distracción.

    Jean se propuso visitarlo, cumplir con su "promesa" y esperar que eso fuese suficiente para disipar aquel incómodo remordimiento hacia el señor Heinrich. Y si no resultaba, entonces tendría que olvidarse de tenerlo como un peón; pero, Jean se negaba a admitir la derrota, incluso en algo así, por lo que, se hallaba en un punto muerto.

    Pronto, el vehículo se estacionó cerca de la imponente entrada de la mansión. Cuando Finnian le abrió la puerta, Jean cerró los ojos un instante, y al abrirlos, la expresión conflictuada había desaparecido. Solo quedaba un joven de semblante tranquilo, casi abierto, con una sutil sonrisa en los labios: la imagen misma de la cortesía.

    Portaba un bastón de madera oscura lacada y una levita a juego, en un conjunto elegantemente sobrio.

    Las ruedas levantaban algo de polvo, y el motor del coche resonaba en el tranquilo camino. A través de la ventana podía verse una monótona extensión de tierra y césped; solo a lo lejos se alzaban árboles de un pequeño bosque circundante, de donde algunos petirrojos intrépidos surgían, curiosos ante el ruidoso vehículo. —¿Llegaremos pronto? Jean mostraba cierta ansiedad, como si deseara darse la vuelta y regresar. Su chofer, el confiable Finnian, asintió. Y justo en ese momento ambos pudieron ver cómo asomaba una gran mansión, respondiendo así la inquietud del joven Phantomhive, quien solo dejó escapar un suspiro. A estas alturas, volver atrás era impensable: ya habían alcanzado su destino. Y es que su dilema tenía nombre y apellido: Heinrich Rosenberg. ¿Qué debía hacer Jean con él? Por alguna razón, le resultaba difícil articular la respuesta evidente. Si se tratase de otra persona, la resolución de Jean habría sido inmediata: solo un medio para un fin. El señor Heinrich no era un peón especialmente valioso, pero todos los peones tenían su utilidad, y ganarse su favor podría ser beneficioso dado su evidente carisma. Sin embargo, su habitual cinismo parecía tambalearse ante él, generando un inesperado sentimiento de culpa. Tal vez porque, en el fondo, se sentía en deuda por la ayuda que le brindó en el pasado, o porque el encanto de Heinrich había logrado alcanzarlo, haciéndolo sentir incómodo al usar a alguien tan bondadoso y crédulo. Fuera cual fuese la causa, este dilema estaba comenzando a ser una distracción. Jean se propuso visitarlo, cumplir con su "promesa" y esperar que eso fuese suficiente para disipar aquel incómodo remordimiento hacia el señor Heinrich. Y si no resultaba, entonces tendría que olvidarse de tenerlo como un peón; pero, Jean se negaba a admitir la derrota, incluso en algo así, por lo que, se hallaba en un punto muerto. Pronto, el vehículo se estacionó cerca de la imponente entrada de la mansión. Cuando Finnian le abrió la puerta, Jean cerró los ojos un instante, y al abrirlos, la expresión conflictuada había desaparecido. Solo quedaba un joven de semblante tranquilo, casi abierto, con una sutil sonrisa en los labios: la imagen misma de la cortesía. Portaba un bastón de madera oscura lacada y una levita a juego, en un conjunto elegantemente sobrio.
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    Cualquier línea
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  • Y si mejor nos confesamos en la cama ?

    Advertencia
    Bien advertida
    El que se me acerque, hablé, reaccione.... Sale con mayordomo nuevo y en una silla de ruedas

    -no le gusta estar sin un amo a quien cuidar. La libertad lo aburre -
    Y si mejor nos confesamos en la cama ? Advertencia Bien advertida El que se me acerque, hablé, reaccione.... Sale con mayordomo nuevo y en una silla de ruedas -no le gusta estar sin un amo a quien cuidar. La libertad lo aburre -
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