• — ¿Qué se sentirá enamorase de un sacerdote?

    Susurra despacio mientras ve en la tele una novela sobre una mujer de alta sociedad, que renunció a todo para dedicarse a la prostitución que le atrae un seminarista sólo porque una adivina se lo dijo. El joven también parece que le atrae aquella atractiva mujer, pero por su condición de hombre de fe no puede ceder a la tentación. Ella se obsesiona un poco con él, no lo puede evitar. El chico se auto impone castigos para recordarse que no debe caer ante la belleza arrebatadora de la protagonista.

    Termina de ver un capítulo, para ponerse de pie caminando hacia la alacena. Agarra un envase con mermelada de fresa y unos palitos de vainilla para empezar a comer estos con descuido; haciendo que la mermelada se le resbale por la boca, imaginando una posible relación con un curita.

    #Picasso
    — ¿Qué se sentirá enamorase de un sacerdote? Susurra despacio mientras ve en la tele una novela sobre una mujer de alta sociedad, que renunció a todo para dedicarse a la prostitución que le atrae un seminarista sólo porque una adivina se lo dijo. El joven también parece que le atrae aquella atractiva mujer, pero por su condición de hombre de fe no puede ceder a la tentación. Ella se obsesiona un poco con él, no lo puede evitar. El chico se auto impone castigos para recordarse que no debe caer ante la belleza arrebatadora de la protagonista. Termina de ver un capítulo, para ponerse de pie caminando hacia la alacena. Agarra un envase con mermelada de fresa y unos palitos de vainilla para empezar a comer estos con descuido; haciendo que la mermelada se le resbale por la boca, imaginando una posible relación con un curita. #Picasso
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  • 𝚂𝚘𝚕𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜 𝙲𝚊𝚕𝚕𝚎𝚜 ➺ 𝙸𝚗𝚝𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗

    Abandonado desde bebé, Nathan fue encontrado por un grupo de indigentes y pasó sus primeros años bajo su osco cuidado. Aprendió rápidamente a sobrevivir, pero también conoció el dolor, la traición y el abandono.

    A los 10 años cayó en las garras de la prostitución, fue inevitable. Los adultos que lo rodeaban lo explotaron, vendiéndolo por dinero y drogas, enseñándole a temprana edad que el mundo era despiadado y no debía confiar en nadie.

    Después de años de abuso y maltrato, Nathan comenzó a notar algo extraño en sí mismo. Siempre había sido bueno para leer a las personas, pero esa habilidad comenzó a ir más allá de la intuición.

    En un momento de desesperación, en una de sus noches más oscuras, pudo escuchar los pensamientos de uno de sus clientes, una habilidad que lo sorprendió y asustó a la vez. Pronto, esta capacidad para leer mentes y emociones se fue refinando. Empezó a comprender mejor a las personas que lo rodeaban, descubriendo sus secretos, deseos y miedos con solo mirarlos. Aunque esto le dio una ventaja en su entorno, también lo hizo sentir abrumado, cargando con el dolor y las emociones de otros cuando ni siquiera sabía lidiar con lo propio.

    No pasó mucho tiempo cuando, enredado en una pelea con su proxeneta, Nathan descubrió su capacidad de mover objetos con la mente. Fue un momento de pura adrenalina cuando, sin querer, empujó mentalmente una botella de vidrio que estaba a varios metros de distancia, golpeando a su agresor. Tan aterrorizado como intrigado, empezó a experimentar con sus poderes en secreto. Estos dones le ayudaron a deshacerse de la impotencia, como si finalmente tuviera algo de control sobre su propia vida.

    Para cuando alcanzó los 20 años, su vida había girado en torno al abuso de drogas y el alcohol. Consiguió trabajo como bartender en un club nocturno, donde su sensualidad y carácter provocador lo convirtieron en una figura atractiva, sin embargo, detrás de esa fachada, seguía siendo un niño roto, con un inmenso miedo al abandono y una rabia contenida hacia cualquier figura de autoridad.

    A pesar de todo, Nathan no puede escapar del ciclo de autodestrucción en el que vive.
    𝚂𝚘𝚕𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜 𝙲𝚊𝚕𝚕𝚎𝚜 ➺ 𝙸𝚗𝚝𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 Abandonado desde bebé, Nathan fue encontrado por un grupo de indigentes y pasó sus primeros años bajo su osco cuidado. Aprendió rápidamente a sobrevivir, pero también conoció el dolor, la traición y el abandono. A los 10 años cayó en las garras de la prostitución, fue inevitable. Los adultos que lo rodeaban lo explotaron, vendiéndolo por dinero y drogas, enseñándole a temprana edad que el mundo era despiadado y no debía confiar en nadie. Después de años de abuso y maltrato, Nathan comenzó a notar algo extraño en sí mismo. Siempre había sido bueno para leer a las personas, pero esa habilidad comenzó a ir más allá de la intuición. En un momento de desesperación, en una de sus noches más oscuras, pudo escuchar los pensamientos de uno de sus clientes, una habilidad que lo sorprendió y asustó a la vez. Pronto, esta capacidad para leer mentes y emociones se fue refinando. Empezó a comprender mejor a las personas que lo rodeaban, descubriendo sus secretos, deseos y miedos con solo mirarlos. Aunque esto le dio una ventaja en su entorno, también lo hizo sentir abrumado, cargando con el dolor y las emociones de otros cuando ni siquiera sabía lidiar con lo propio. No pasó mucho tiempo cuando, enredado en una pelea con su proxeneta, Nathan descubrió su capacidad de mover objetos con la mente. Fue un momento de pura adrenalina cuando, sin querer, empujó mentalmente una botella de vidrio que estaba a varios metros de distancia, golpeando a su agresor. Tan aterrorizado como intrigado, empezó a experimentar con sus poderes en secreto. Estos dones le ayudaron a deshacerse de la impotencia, como si finalmente tuviera algo de control sobre su propia vida. Para cuando alcanzó los 20 años, su vida había girado en torno al abuso de drogas y el alcohol. Consiguió trabajo como bartender en un club nocturno, donde su sensualidad y carácter provocador lo convirtieron en una figura atractiva, sin embargo, detrás de esa fachada, seguía siendo un niño roto, con un inmenso miedo al abandono y una rabia contenida hacia cualquier figura de autoridad. A pesar de todo, Nathan no puede escapar del ciclo de autodestrucción en el que vive.
    Me encocora
    Me entristece
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  • Carmina Valenti siempre había sentido una conexión profunda con su cabello cobrizo y rizado. Desde pequeña, lo había cuidado con esmero, aprendiendo a domar cada rizo rebelde y a darle forma según su estado de ánimo. Algunos días lo llevaba suelto, enmarañado y salvaje, mientras que otros prefería atarlo en una trenza o envolverlo en un pañuelo elegante. Para ella, su cabello era una extensión de su ser, una forma de expresión que reflejaba su fuerza y creatividad.

    Sin embargo, ese orgullo se convertía en un trago amargo cada vez que alguien la elogiaba por él. Las palabras "me encanta tu cabello" eran suficientes para que su sonrisa se congelara, y sus pensamientos volvieran a un rincón oscuro de su memoria. Era el mismo cabello que su madre había llevado, idéntico en color y textura. Una herencia que, en lugar de acercarla a un legado familiar positivo, la arrastraba hacia recuerdos que prefería dejar enterrados.

    Durante su adolescencia y hasta hace pocos años, Carmina había intentado escapar de esa conexión. A diario, tomaba la plancha de cabello y la deslizaba con rabia controlada sobre cada mechón rizado, alisando lo que para ella representaba un vínculo con su madre, una mujer atrapada en las sombras de la ciudad, enredada en el mundo de las drogas y la prostitución. Su madre había muerto joven, en las calles, dejando a su hija con más preguntas que respuestas. Para Carmina, su cabello era una marca visible de esa historia, una que no quería que otros vieran reflejada en ella.

    Planchar su cabello se había convertido en un ritual de distanciamiento, un intento de borrar cualquier semejanza con esa mujer de la que intentaba alejarse. Pero, un día, simplemente se cansó. No hubo un momento dramático ni una epifanía reveladora; solo el cansancio acumulado de intentar ser alguien distinta a lo que el destino le había dado. Dejó de luchar contra los rizos, dejó de alisar la historia que cargaba en cada mechón, aunque los recuerdos seguían ahí, incrustados en su mente.

    Aún adoraba su cabello y dedicaba tiempo a cuidarlo, pero cada vez que un cumplido llegaba, su interior se tensaba. "Gracias", solía decir, forzando una sonrisa, mientras por dentro deseaba que nadie más volviera a mencionarlo.
    Carmina Valenti siempre había sentido una conexión profunda con su cabello cobrizo y rizado. Desde pequeña, lo había cuidado con esmero, aprendiendo a domar cada rizo rebelde y a darle forma según su estado de ánimo. Algunos días lo llevaba suelto, enmarañado y salvaje, mientras que otros prefería atarlo en una trenza o envolverlo en un pañuelo elegante. Para ella, su cabello era una extensión de su ser, una forma de expresión que reflejaba su fuerza y creatividad. Sin embargo, ese orgullo se convertía en un trago amargo cada vez que alguien la elogiaba por él. Las palabras "me encanta tu cabello" eran suficientes para que su sonrisa se congelara, y sus pensamientos volvieran a un rincón oscuro de su memoria. Era el mismo cabello que su madre había llevado, idéntico en color y textura. Una herencia que, en lugar de acercarla a un legado familiar positivo, la arrastraba hacia recuerdos que prefería dejar enterrados. Durante su adolescencia y hasta hace pocos años, Carmina había intentado escapar de esa conexión. A diario, tomaba la plancha de cabello y la deslizaba con rabia controlada sobre cada mechón rizado, alisando lo que para ella representaba un vínculo con su madre, una mujer atrapada en las sombras de la ciudad, enredada en el mundo de las drogas y la prostitución. Su madre había muerto joven, en las calles, dejando a su hija con más preguntas que respuestas. Para Carmina, su cabello era una marca visible de esa historia, una que no quería que otros vieran reflejada en ella. Planchar su cabello se había convertido en un ritual de distanciamiento, un intento de borrar cualquier semejanza con esa mujer de la que intentaba alejarse. Pero, un día, simplemente se cansó. No hubo un momento dramático ni una epifanía reveladora; solo el cansancio acumulado de intentar ser alguien distinta a lo que el destino le había dado. Dejó de luchar contra los rizos, dejó de alisar la historia que cargaba en cada mechón, aunque los recuerdos seguían ahí, incrustados en su mente. Aún adoraba su cabello y dedicaba tiempo a cuidarlo, pero cada vez que un cumplido llegaba, su interior se tensaba. "Gracias", solía decir, forzando una sonrisa, mientras por dentro deseaba que nadie más volviera a mencionarlo.
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  • || Aunque está puesto en el fijado, sus recuerdo que Elettra es, al margen de bailarina de ballet, typical señorita que borda, teje, lee, toca un instrumento (solo uno), cocina y limpia. Ella considera que, como ama y señora de su casa, le corresponde a ella tenerla siempre ordenada y no le disgusta hacerlo. Recordemos que este ¿muro? Está ambientado en la segunda mitad del XIX. Al margen de su oficio (que por cierto, estaba muy relacionado con la prostitución y ella jamás la ha ejercido) quiere ser la perfecta esposa y aspira a ello.
    || Aunque está puesto en el fijado, sus recuerdo que Elettra es, al margen de bailarina de ballet, typical señorita que borda, teje, lee, toca un instrumento (solo uno), cocina y limpia. Ella considera que, como ama y señora de su casa, le corresponde a ella tenerla siempre ordenada y no le disgusta hacerlo. Recordemos que este ¿muro? Está ambientado en la segunda mitad del XIX. Al margen de su oficio (que por cierto, estaba muy relacionado con la prostitución y ella jamás la ha ejercido) quiere ser la perfecta esposa y aspira a ello.
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